Al despertarme lo primero que vi fue a un fortachón usando bermudas negras que hacían juego con su cabello despeinado y con sus ojos mañaneros, al parecer aún guardaban algo de sueño. Pablo, estaba de pie junto al colchón inflable que había traído su madre para él, pero solo le dio uso cinco minutos. La noche anterior el joven de las bermudas negras se subió a la que sería mi cama con la excusa de no soportar estar tan separado del calor que emana mi cuerpo, así que se escabulló por las cobijas hasta ganarse un lugar en la cama. Tuvimos que improvisar posiciones para dormir, no gozábamos de gran espacio, pero nos las arreglamos para no incomodarnos. Ya que lo recuerdo, fue perfecto; su mano rodeando mi cintura, mi espalda pegada a su torso y su respiración cerca de mi cuello, era todo lo que necesitaba para dormir satisfecho.
Él no se había percatado que lo observaba en silencio, sus manos doblaban una de las cobijas de forma rectangular para luego convertirla en un cuadrado perfecto, tal cual los cuadrados pequeños que adornan su abdomen.
— Buenos días, dormilón.
Cerré los ojos para fingir que seguía durmiendo, pero él ya lo había visto todo.
— Ya sé que estás despierto— me arrojó la cobija doblada.
— Eso fue grosero — reproché en broma quitándome la cobija de la cara.
— Grosero es quien espía.
— No espiaba, apreciaba tremendo monumento.
— Hablas de mí o de lo que tengo aquí— sonrió descaradamente—. Hey, los ojos están aquí arriba— me señaló con dos de sus dedos.
— Eres un idiota. Ya no dormirás en mi cama.
— Te recuerdo que literalmente esa es mi cama.— Se inclinó para levantar el colchón inflable del suelo.
— Bueno, desde esta noche dormiremos separados, es molesto dormir contigo — mencioné decidido a castigarlo.
— No parecía molestarte cuado estabas pegado a mí.— Había dejado de lado sus tareas para caminar en dirección a la cama.
— Que puedo decirte, soy muy solidario.— Me encogí de hombros.
— Y el señorito solidario ¿Quiere desayunar o desea seguir peleando? — se subió a la cama dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre el mío.
— ¡Puff! No estoy peleando — exclamé bajo su cuerpo.
— Sí lo haces.— Pablo, dejó en mis labios un beso corto—. Buenos días, hermoso.
Y yo susurré cerca de su boca —. Buenos días, odioso.
Me sonrió con los ojos al escuchar un rugido de hambre—. ¿Pancakes? — hizo su pregunta riendo.
— Por favor — supliqué con mis brazos rodeando su cuello.
No puede existir otra mejor manera de empezar mi día que con Pablo y sus deliciosos pancakes de miel.
La fugacidad del tiempo vuela de corrido y tras él solo los momentos, un segundo para apreciar la reflexión que ha surgido de ver la hora en mi teléfono, más del medio día ya. Dejé el vaso con agua sobre el mesón de la cocina, mi mirada iniciaba su recorrido por los aperitivos de color azul que no interactuaban con aquellos que eran de color rojo. Un bocado de aire salió de mi boca al recordar lo mucho que había comido, vomitaré si como un macarons más. Recuerdo que para el décimo cumpleaños de Clara había comido tanto pastel que terminé como un unicornio vomitando arcoíris. Se me eriza la piel de solo creer que podría pasarme lo mismo de nuevo. Límites, Dani, límites. No más macarons para ti.
Tommy, se ve emocionado por su cumpleaños, cada cuatro minutos corre al comedor para vigilar que su pastel siga intacto. Su gracia y la de los invitados inunda la casa. No recuerdo que mis últimos cumpleaños fuera de esta forma tan familiar. Con el paso del tiempo eran menos los que llenaban mi mesa y, lo que hacía especial a la fecha fue perdiendo su significado, tanto que llegó al punto de no importarme, al punto en el que ya normalizaba la ausencia de los que amaba.
—¿Qué tal mis arreglos de cumpleaños?
—Nada mal para ser tú — respondí, haciendo memoria de la decoración en la mesa.
— Puedo encargarme de la tuya ¿Si quieres? — Pablo, se llevó a la boca un macaron azul.
¡Alerta, náuseas!
— Vas a tener que entenderte con Clara de huevo.
— Pabi, me ayudas por favor. — Su hermano apareció en la cocina intentando ponerse su máscara de Spider-Man.
— Creo que puedo con Clara de huevo.
Pablo, se inclinó para ayudarlo y luego lo cargó en sus hombros, mi corazón se llenaba de ternura con cada imagen que guardaba de él, siendo él. Este no era para nada el odioso que había conocido en Washington. Pablo, se veía sereno, feliz y seguro de sí mismo, me pregunto, ¿Cuánto daño te han hecho para pensar que no mereces el mundo entero?
— ¡Pablo, ten cuidado! — Su hijo mayor llevaba al pequeño flotando en el aire—.¡Tomás, sujétate duro! — Gritó Michelle desde la puerta de su cocina—. Esos dos me harán más vieja.
— Da igual seguirás viéndote bien.
Mierda, acabo de decirle que no importa lo vieja que vaya a verse, siempre lucirá bien, solo intentaba ser agradable, espero y haya notado mi buena intención.
—Eso lo sé, pero esos dos... Olvídalo.— Michelle abrió la nevera—. Por cierto ¿Qué haces aquí tan solito? — preguntó confianzuda mientras seguía buscando en el refrigerador—. No me digas que algún idiota de la sala te hizo sentir mal y sí, hablo específicamente de John, ni sé por qué mi esposo sigue siendo su amigo, es tan imprudente que a veces me da taquicardia cuando veo que va a abrir su bocota.
— Para nada, todos han sido muy amables, solo vine aquí por algo de agua.
Las puertas de la nevera se cerraron y puso en mí su mirada de manera sospechosa.
— ¿Sucede algo? — pregunté creyendo tener crema en los labios o en el peor de los casos un moco.
— ¿Hace cuánto salen?
— ¡¿Cómo?! — Intenté disimular que su pregunta no me había tomado por sorpresa.
— Sí ¿Hace cuanto sales con mi hijo?
Aclaré mi garganta—. ¿Por qué pensarías que salgo con Pablo?
— ¿Qué no es obvio? Mi hijo sonríe cada que te ve, y no voy a negarte que verlo sonreír es un placer.
Mis mejillas automáticamente se pusieron rojas, me abofeteaban las preguntas en mi cabeza, en especial una; ¿Pablo, le habría contado a su madre sobre nosotros? O tal vez ella está intentando averiguarlo por sí sola.
— No sé que decirte... Me siento muy apenado.
Idiota, acabas de afirmar con eso, que sí sales con su hijo.
— Pues no te veías muy apenado esta mañana.— Mis ojos se abrieron como dos bandejas llenas de macarons—. Cuando fui a llamarlos para desayunar seguían muy abrazados en la cama. Aclaro, llamé a la puerta, pero no contestaron, así que tuve que entrar y cuando los vi dormidos no quise molestar.
Sean muy bienvenido al top diez de los momentos más incómodos de mi vida.
— Sí, supongo que es culpa del clima— me excusé con cierto nerviosismo.
Michelle dio un sorbo a su bebida sonriendo y un segundo después abrió sus labios para decirme lo que menos esperaba.
— No entiendo ¿Por qué me das las gracias?
Es una muy buena pregunta, dado que creí que iba a aniquilarme.
— Por preocuparte por él. Pablo me contó, no de ustedes por supuesto, pero sí de cómo lo animaste a volver a sus terapias y, de cómo estás para él al salir de ellas. Que lo escuchas y que lo ayudas. Así que te doy las gracias como madre. Yo lo intenté, puse todo de mí para ayudarlo...
— Y estoy seguro de que él lo sabe — me apresuré a responder interrumpiendo la conversación, temía que sus emociones colapsaran, no quería que Tommy viera a su madre con los ojos rojos el día de su cumpleaños.
— Gracias — dijo, limpiándose los lagrimales.
— ¿Puedo? — me acerqué temeroso para abrazarla.
Dios, no puedo creer que esté abrazando a mi futura suegra. Gente, hay niveles de niveles.
— Lo necesitaba.— Dio unas palmadas pequeñas a mis hombros.
— Lo siento... Por haber dormido en la cama con Pablo y lo siento por fingir ser solo su hermanastro.
Ya estaba de más fingir, valía más una disculpa sincera. Ella solo proyecto en sus labios una sonrisa y se acercó para dejar su vaso en la lava platos
— ¿Tu madre se lo tomó igual que nosotros?
— Ah... B-bueno... Quizás ellos aún no lo saben.— Entrelacé mis dedos.
— ¿Lo dices en serio?.— Se giró sorprendida.— O ustedes disimulan muy bien frente a ellos o ellos son unos tontos. Perdón, no es que le diga tonta a tu madre ni más faltaba...
No pude evitar reírme al ver que intentaba aclarar su punto.
— No te preocupes, entendí lo que querías decir.
Se secó sus manos con el paño de cocina—. Bueno, si es algo por lo que ustedes van a luchar, tienen mi bendición, porque la van a necesitar para hablar con Andrew.
Créeme, mi madre es aún más difícil.
— Podrías por favor no contarles.
— No corazón, claro que no pensaba hacer eso. Hablar de su relación solo les concierne a ustedes dos. No voy a negarte que me preocupa la relación de mi hijo con su padre e incluso la tuya con tu madre, pero, sé que van a encontrar el momento y la manera para hablarlo. Si lo de ustedes dos no es solo un juego, pues es importante que ellos lo sepan ¿Lo sabes verdad? Ni ellos, ni ustedes merecen esto.
Solo asentí en silencio, porque no había mucho que decir, Michelle tenía toda la razón, si lo nuestro es real, no íbamos a poder ocultarlo por mucho tiempo.
— Me sorprende que seas tan comprensiva.
— Bueno, te sorprenderían muchas cosas. Ven, volvamos a la fiesta, hay que divertirnos — añadió, agarrándose de mi brazo.
Entrada la noche nos habíamos despedido de todos los invitados, la fiesta de Tommy ya estaba cerca a terminar y decidimos irnos veinte minutos antes. Pablo, quería recorrer conmigo algunos lugares de Londres, así que no quise desaprovechar el plan. Aunque deseaba caminar a su lado igual de emocionado que él, me era difícil demostrarlo, me resultaba más fácil reflejar mi preocupación. La conversación de esta tarde aún daba vueltas por mi cabeza. Creaba un sin fin de escenarios, unos peores que otros, por más que deseara que nuestros padres se lo tomaran como Michelle lo hizo, sabía que sería todo lo opuesto a una buena reacción. Y no se trata de ser optimista, se trata de ser realistas, les hemos mentido bajo el mismo techo.
Jamás imaginé que enamorarme de un chico podría desmoronar por completo a mi familia. Corrección; jamás creí que "el juego con mi hermanastro" trascendería.
Mensaje nuevo de Clara de huevo. Abrí el chat con una sonrisa en la cara recordando que había cambiado el nombre de mis contactos más cercanos.«¿Cómo que su madre ya lo sabe?». Le expliqué a ella lo sucedido en lo que Pablo terminaba la llamada de su padre. Hablar con Clara, me sirvió para sentirme un poco más tranquilo, ella siempre sabe qué decir para calmar mis miedos. «Él viene hacia acá, debo decirle que su madre ya lo sabe, te escribo luego.». Fue el último mensaje que le envíe a Clara antes de guardar mi celular como si escondiera el más grande secreto.
—¿Ahora si vas a contarme qué te pasa?— preguntó, acercándose.
— Tal vez — dije, sin apartar la mirada de él.
— ¿Qué es lo que tanto te preocupa? — mencionó parado frente a mí. Solo le bastó mirarme a los ojos para deducir que se trataba de mis preocupaciones.
— Tu madre lo sabe. Sabe que tú y yo tenemos algo y hasta nos vio dormir juntos esta mañana, qué pena.— Me gire con la mirada hacia el río Támesis, apoyando mis manos en uno de los barandales del puente.
Él se rió girando su cuerpo en la misma dirección.— Ya lo sabía.
—¡¿Lo sabías?!
Él se rascó la cabeza.— Sí, yo vi cuando ella entró en la habitación, pero era despertarte o seguir durmiendo contigo y yo, quería la segunda opción.— Se encogió de hombros.
Giré mi rostro para ver el suyo.— Pudiste habérmelo dicho— protesté con mis mejillas sonrojadas.
— ¿Y por eso estás así?
— No. Bueno sí, un poco.— Me crucé de brazos y continué hablando.— No creí que tu madre iba a tomárselo tan bien, nos dio hasta su bendición.
— ¿Lo hizo?
— Sí.— Y nos escuché a ambos reírnos de eso—.¿Por qué no te sorprendió la reacción de tu madre?
— No lo sé con exactitud, pero mi corazón siempre me hizo considerar que ella lo entendería.
— ¿Y qué hay de tu padre?
— ¿Qué hay de tu madre? — me preguntó de vuelta.
Volví la mirada al río, intentaba despejar mis pensamientos, con la esperanza de darle una respuesta concreta.
— ¿Cuándo hablaremos con ellos?
— No lo sé — respondí con dos cucharadas de miedo.
— Bueno, no tenemos que apresurarnos.
— Lo sé, pero cada día que pasa hace que decirlo resulte más difícil.
Él guardó silencio unos segundos mientras contemplábamos a lo lejos el puente de la torre.
— Se los diremos al volver a casa.
— ¿Lo haremos? — cuestione incrédulo.
— Lo haremos. — Se veía seguro por la forma en la que me miraba.
WTF ¿Qué pasaba conmigo? Mis miedos estaban destruyendo la poca valentía que me quedaba, así que antes de que acabara con todo me sacudí los hombros y lo miré con la misma fuerza. Él se estaba jugando todo por mí, así que yo iba a jugarme todo por él.
— Bien, lo haremos volviendo a casa.
Pablo, no esperaba mi respuesta como yo no esperaba su beso. Fue tan veloz que no me dio tiempo de analizar sus movimientos, sus labios pasaron por los míos, como el viento nocturno sobre el oleaje del río Támesis. Me lamí las comisuras y reí nervioso, ambos mirábamos de un lado a otro ¿Qué mierda fue eso? Acababa de dar mi primer beso en público ¡EN PÚBLICO! Y no voy a negar que se sintió extremadamente especial, no hubo miradas juzgándonos, ni siquiera llamamos la atención, solo fuimos el inicio de un gran grupo de parejas que se juntaron para sellar con el mismo acto su amor.
— Estás loco — me sentía muy apenado.
— ¿Es válido decir que es por ti?.— Sacó de su chaqueta un collar con un dije en forma de hoja, por su color rosa supuse que provenía de un cerezo.
— ¿Es para mí?— pregunté sabiendo que la respuesta era obvia. Y entonces, Pablo, solo dejó que sus acciones hablaran, giró mi cuerpo, dejándome con la mirada hacia el puente. El collar adornaba mi cuello y sus brazos me rodeaban por detrás, descansó su barbilla en mi hombro derecho.
— Dani, tú eres el universo al que siempre quiero volver — susurró cerca de mi oído.
Guardé silencio, recosté mi mejilla cerca de su cabello y respiré profundo. Lo que había salido de sus pensamientos era perfecto. Te amo como el sol ama a la luna. Te amo sin expectativas porque el amor verdadero se entrega sin imposiciones, te amaré como solo yo sé amarte.