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Delian la miró a Níveram en cuanto la vio aparecer, vestida de negro, con aquellos ojos verdes que veía cada mañana al despertar. Se sintió demasiado afortunado de estar allí, junto a Olivia, en aquel instante que guardaría en lo más profundo de su memoria. Era un hombre muy afortunado.
Su vestido de novia era deslumbrante, dejando a la vista sus hombros y creando un hermoso escote. El centro del pecho estaba adornado con pequeños lazos y volantes, mientras que la parte que cubría su cintura era lisa y firme. La falda estaba decorada con dos pequeñas telas a los lados, dejando ver entremedias una tela negra algo diferente, adornada con volantes. No era un vestido demasiado pomposo, pero sí hermoso. Lo terminaba de decorar con un velo que cubría sus hombros y arrastraba unos pocos metros, terminado con una corona sobre su cabeza.
Él iba vestido de blanco, con su chaqueta bordada a mano y sus pantalones con detalle, a la vez que portaba un pequeño chaleco y un bolsillo donde dormía una flor de color negro. A ojos de Olivia, Delian estaba hermoso. Había hecho un esfuerzo por arreglar su cabello y ahora este estaba algo más corto, pero sus bucles rubios seguían cubriendo la frente del joven y su nuca, cosa que ella adoraba con demasiada emoción.
Se miraron a los ojos durante todo el camino que Olivia recorrió de la mano de Ramkov, sabiendo en ese segundo que estaban demasiado felices y seguros de la decisión que estaban tomando. Lo demostraron durante el enlace y el intercambio de votos, el que realizaron entrelazando sus manos y mirándose a los ojos, mientras una cadena de cuentas negras y blancas rodeaban sus cuerpos, simulando su unión.
—Yo, Delian Dreican, te tomo como esposa a ti, Níveram Gosh, para quererte y respetarte todos y cada uno de los días de mi vida. Ante la diosa Taghk juro amarte hasta mi último aliento, sentirte parte de mi familia, porque ya lo eres, y juro ante ti lealtad, unión y amor para siempre —pronunció. Olivia sonrió, observando en aquellos ojos de aurora que tanto amaba una verdad que hacía acelerarse su corazón. Repitió sus palabras, refiriéndose a él, viéndolo sonreír al prometerle que iba a amarlo hasta su fin.
Sellaron su promesa con un beso, uno en el que las lágrimas corrían por sus mejillas. Delian agarraba de las mejillas a Olivia, emocionado, en lo que ella no podía evitar llorar al pensar en todo lo que habían pasado juntos y el futuro que les esperaba, habiendo tenido que pelear tanto. Se sintieron bendecidos, afortunados de estar allí por fin, celebrando su amor.
La ceremonia fue, a ojos de ambos, preciosa. Visitaron Aghtak tras su enlace y más tarde regresaron a palacio, llenos de amor por los habitantes tanto de aquel reino como los de Daghtak, quienes habían asistido al territorio blanco para felicitar al nuevo matrimonio. Celebraron con sus familias, compartiendo aquella alegría con la gente cercana a ellos. Incluso invitaron a los soldados rebeldes de Daghtak, quienes disfrutaron de la bebida y la música en el enlace. Sin embargo, Rántima y Lilitah fueron invitadas, pero rechazaron asistir a la boda. Aquello no opacó la alegría de Delian, quien reía y charlaba con los asistentes.
—Querida amiga, no sabes la felicidad que me da verte así —exclamó Samka, agarrando las manos de la princesa de Daghtak—. Ahora también eres mi hermana, Olivia, aunque para mí lo fuiste desde hace mucho tiempo.
—¡Entonces también eres mi hermana! —Yori habló, dando un salto. Había crecido mucho y estaba convertido en un muchacho apuesto, pero su energía seguía siendo tan rebosante como siempre.
—Me vais a hacer llorar otra vez —exclamó la rubia, acercándose a ambos y dándoles un abrazo, el que fue correspondido con cariño.
—Vais a gastar todos los pañuelos del pueblo —exclamó Teón, quien también disfrutaba del enlace— ¡Xensa, había que haber bordado unos cuantos más! —exclamó el joven, a quien la sirvienta contestó rodando los ojos.
Todos rieron a conjunto, felices, en lo que Samka y Yori se agarraban de las manos para regresar al baile. Había sido difícil para los príncipes la noticia de la muerte de Látira, pero el tiempo curaba las heridas y las hacía doler menos. El cariño y cercanía de Delian y Olivia les había hecho mucho bien, además de la gran paz que ahora cubría ambos reinos.
Todos charlaron, bailaron y rieron, compartieron bailes que se guardaron en aquel salón de Aghtak para toda la eternidad. Ramkov miraba a su hija feliz y sonreía, notando en su corazón la calma de saber que ella siempre estaría rodeada de gente que la quería y que cuidaba de ella. Llegó la hora de marchar de Aghtak y regresar a sus territorios, por lo que los habitantes de Daghtak se acercaron a la princesa. Su tía Inaka y Fotuk se despidieron de los novios, contándoles cuánto se habían divertido en la boda. El rey Ramkov le dio un beso en la frente antes de retirarse, ya que debía regresar a Daghtak.
—Estoy muy orgulloso de ti, hija. Solo espero que seas siempre tan feliz como hoy, o más —expresó, a lo que la escritora lo miró a los ojos.
—Muchas gracias, papá —exclamó, abrazándolo—. Te quiero mucho.
—Y yo también, Níveram —respondió el rey, sintiéndose demasiado afortunado de tenerla a su lado. Ella se separó de él, sonriente, dejando que fuera a despedirse de Delian. Miró entonces a su gran amigo pelirrojo, quien estaba tras la figura del monarca.
—Espero que sigas entrenando aquí, no vaya a ser que pierdas la poca puntería que tenías —exclamó Neiel. Olivia le respondió con un empujón amistoso.
—Cuando quieras puedes venir a que te pateé el trasero, así te vas calentito para casa —contestó, a lo que su amigo rio. Ambos se giraron al escuchar un lloro a uno de sus lados. La reciente reina de Aghtak sonrió y no dudó en caminar hacia allí, ya que aquel llanto provenía de Giog, el bebé de Arana.
—Creo que alguien quiere irse a casa y dormir —exclamó la madre castaña, mirando a Olivia y Neiel. El guerrero sonrió, acercándose a ella y dejándole un beso en la frente. La escritora también sonrió al verlos juntos. Eran una pareja más que preciosa—. Gracias por invitarnos, Olivia. Solo espero que todo os vaya genial, de verdad —exclamó, a lo que la rubia asintió y musitó un pequeño "gracias".
La ceremonia terminó más tarde, dejando a ambos novios exhaustos en su habitación. Cayeron rendidos casi al segundo, dormidos mientras sus manos todavía estaban entrelazadas. Viajaron al día siguiente hacia la costa, donde pasaron unos días en un pequeño edificio que tenía allí la familia de Delian desde hacía muchos años.
La escritora disfrutó de la costa, de mojar sus pies en el mar y observar el cielo de noche. Se inspiró entre las olas y se sintió afortunada al ver la luna llena creando un reflejo plateado sobre el agua. Delian la acompañó, asombrado de la curiosidad de ella, quien hablaba sin parar en cada segundo que podía y corría por la orilla. Le pareció que aquello era la absoluta felicidad; verla con el sol de fondo y encontrarla sentada en la arena. Se sentía lleno de poder respirar en largos paseos, de despertarse sabiendo que todavía no tenía ninguna responsabilidad. Era la primera vez que tenía unas vacaciones en toda su vida.
Una de aquellas noches nubladas donde caía algo de lluvia, repiqueteando en las ventanas del edificio, Delian se estaba cambiando de ropa y Olivia caminó para cerrar el vidrio, evitando así que entrara el agua en la estancia. Para cuando se giró y vio allí a Delian, terminando de vestirse con el pijama, sintió una bola de nervios en su estómago que la hizo sonreír. Él le devolvió el gesto, pero notó el nerviosismo en la boca de su amada al temblarle las comisuras.
—¿Qué te pasa? —preguntó, acercándose a ella. Las manos del joven acunaron su rostro, casi al tiempo que Olivia adquiría un gesto de ternura al mirarlo.
—Delian, tú quieres un futuro conmigo, ¿verdad?
—Sabes que sí, pero te lo voy a repetir todas las veces que me lo preguntes —respondió él, observándola. No sabía qué le ocurría a su mujer, pero parecía que le afectaba mucho. Le dio tiempo de respirar, mientras seguía mirándolo, dejándola encontrar las palabras para hablar.
—He esperado porque no quería que fuera una falsa noticia y... he ido esta noche a mi mundo para asegurarme del todo —él asintió, tratando de comprender—. Estoy embarazada.
Fue en aquel momento donde el rey sintió como si el suelo bajo sus pies comenzara a moverse, a la vez que una sensación de alegría le subía por su cuerpo hasta el estómago. Sus ojos se abrieron casi a la vez que una sonrisa amplia invadió su rostro, a lo que Olivia correspondió con el mismo gesto.
—¿Es en serio? —exclamó, emocionado. La joven asintió— ¿De verdad? ¿Vamos a tener un bebé?
—Sí, mi amor —respondió, agarrándole el rostro a su marido. Él empezó a carcajearse, lleno de una ilusión que le calentaba el corazón y lo hacía sentir el hombre más afortunado. La abrazó, alzándola del suelo, dejándola en el suelo de nuevo tras dar unas vueltas mientras ella se reía.
La pareja se fundió en un beso que les supo a futuro, uno que la bruja Netkia había observado en sus cartas y había guardado para ella misma. Una niña esperaba convertirse en la próxima regente de Aghtak y Daghtak. Aquella pequeña traería prosperidad a ambos territorios y demasiado cariño para sus padres, Níveram y Delian. Sería una historia que, para el resto de los mortales, dormiría entre las páginas de un libro que podía hacer que te transportaras allá donde las letras te decían.
—Te amo, Olivia. Te amo tanto que no me cabe dentro. Gracias por ser la mujer de mi vida —exclamó Delian, emocionado, a lo que la rubia sonrió al notar cómo su pecho se sacudía al llorar de alegría.
—Yo siempre voy a amarte, Delian —exclamó ella. Las lágrimas también rodaban por las mejillas del rubio, las que ella limpio sonriendo— No hay nada más hermoso que saber que las lágrimas de aurora, al final, son de alegría.
FIN.
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