- ¿Debería llamarte Judith o Alicia?
- Tienes la lista del profesorado, sabes que me llamo Judith -me crucé de brazos-. Obviamente te mentí, no nos conocíamos de nada.
- ¿Lo del chico entonces también era mentira?
- Eso no es de tu incumbencia y me estás haciendo perder tiempo de clase, así que si no te importa, me voy.
Escuché como daba un par de pasos más, pero no llegó a decir nada. Pude irme con tranquilidad, había tenido suficientes problemas con hombres por aquel día. Me concentré completamente en el resto de mis clases, y un par de horas antes de la hora de salida, decidí mandar un mensaje a mis amigas.
J: holaa
perdón por irme sin avisar esta mañana
quería correr
tengo la última hora libre
así que voy a hacernos pasta carbonara para almorzar
que es la favorita de nadia
y raquel, voy a hacer el flan que te gusta
y aprovechamos para hablar
os espero cuando salgáis
:)
Terminé mi penúltima clase, y en lugar de ir a la biblioteca como acostumbraba a hacer, volví al apartamento para hacer la comida. Perder horas de estudio no era de mis planes favoritos, pero por mis amigas podría ignorar la ansiedad de no estudiar.
Por otro lado, ninguna había contestado a mi mensaje pese a haber sido leído por ambas. Eso me preocupaba, aunque teniendo en cuenta que estaban en clase, probablemente no podrían responder.
Poco después de haber terminado de preparar, fregar y recoger todo, escuché un par de notificaciones saliendo de mi teléfono.
N: no voy a poder ir
dylan ha venido a buscarme a la salida y vamos a pasar el día juntos hasta la cena
hablamos otro día guapa
¿A la salida? Entonces ya había leído mi mensaje, ¿por qué no me había respondido? Podría haberle ofrecido a Dylan verse tras el almuerzo, solo pedía la hora de comer. Bueno, no pasa nada, Raquel aún no ha contestado. Al minuto, volvió a sonar mi teléfono.
R: lucas acaba de avisarme para ir a comer a un sitio nuevo
y quiero ir a probarlo
nos vemooos
aunque no sé cuando voy a volver JAJAJAJ
¿Ambas habían esperado a tener otra opción para decirme que no? Seguro que era casualidad. Pero las dos sabían que estaba haciendo sus recetas favoritas, y perdiendo el tiempo de estudio, cosa que también sabían que me dolía. ¿Por qué no han pensado en eso? Yo me preocupo por ellas, me fui del salón para no montar un espectáculo anoche, y en lugar de hablarles mal esta mañana decidí irme. ¿No se pueden preocupar como yo lo hago? Esto es importante para mí, ¿por qué no han podido verlo? ¿Será que no me conocen?
Ya estaba llorando, pero en el momento en el que guardé el almuerzo en la nevera, comencé a hiperventilar y sentir mi vista nublarse. Poco después, el hormigueo en las manos y pies. Se suponía que los ataques de ansiedad habían acabado ya, ya he pasado por esto, debería poder ser feliz. Necesito sentarme. Y ponerme música, eso siempre ayuda.
Estuve media hora en el suelo entre llorar y no poder respirar debido a la hiperventilación. Cuando por fin me estabilicé un poco, conseguí llegar al sofá para tumbarme y seguir escuchando música. Seguí llorando, sentía que nadie me conocía y que estaba completamente sola. Probablemente, desde un punto de vista objetivo no era así, pero era todo lo que podía ver en aquel momento.
Tras otros treinta minutos calmando mi respiración en el sofá, mi estómago solo pedía comida. No podía mirar lo que había hecho, me habría puesto a llorar de nuevo. Tenía que salir a comer algo, aunque no sentía las fuerzas para hacerlo en la cafetería de la universidad.
Volví a ponerme el conjunto impecable que había llevado a clase, no podía perder mi buena imagen. Conecté otra vez mis auriculares mientras buscaba algún lugar en el que comer, evitando cualquier sitio en el que pudieran estar mis amigas. Acabé por comprar un kebab y volver a casa para comer.
Tras descansar y almorzar viendo otros dos episodios, sabía que tenía que ir a la biblioteca. Ya me sentía suficientemente mal conmigo misma, no podía sentirme mal académicamente o correr el riesgo de suspender algún examen sorpresa. No los hacían en la academia, pero podrían hacerlo.
Poco después de llegar a la biblioteca, vi como Gabriela entraba, por lo que le avisé para que se sentase junto a mí. Estudiar con alguien siempre me ayudaba a concentrarme, y aquel día me venía bien la compañía. Estudiamos un par de horas sin parar, hasta que sentí como dio un par de toquecitos en mi hombro.
- ¿Quieres un café? -Ya se había levantado, me estaba esperando-.
- Claro -sonreí, levantándome tras ella- ¿qué tal?
- Bueno, digamos que preferiría que Shakespeare hablase de forma más actual, pero obviamente es imposible. ¿Y tú?
- Ya he terminado con los apuntes de hoy, ahora estoy estudiando y voy bastante bien -estaba orgullosa de mí por concentrarme en algo más que en mis amigas-. Oye, ¿tienes plan para esta noche?
- No -recogió su café- ¿por qué?
- Por circunstancias de la vida me han dado plantón para almorzar y me va a sobrar bastante -fui a por mi bebida, nos sentamos en la terraza-. Es pasta a la carbonara y hay flan de postre, ¿te apetece?
- ¿En serio? -Asentí, cosa que solo agrandó su sonrisa-. Yo encantada, ¿quieres venir a mi apartamento? Mi compañera estará con su novio.
Acabamos por quedar en que tras la biblioteca, iríamos directamente a mi apartamento a por la comida e iríamos directamente al suyo. Ninguna de las dos queríamos que volviera a estar cerca de Alan, y yo no quería encontrarme con mis amigas.
Intenté concentrarme el resto de la tarde, y pude hacerlo hasta la última hora. En aquella comencé a pensar. No quería que nada saliera mal, era la primera amiga que hacía en la academia y además, fuera del mundo de los vampiritos. De todas formas ya me sabía el temario y casi todo el texto de Romeo y Julieta, podía permitirme pensar un poco en aquello, y más con mi música en los auriculares.
- Judith -otros dos toquecitos en mi hombro-. Deberíamos irnos ya, ¿estás lista?
- Desde hace una hora -sonreí-. Solo estaba repasando, ¿tú qué tal?
- También lo llevo todo perfecto, menos al puto Shakespeare -soltó una risita-. Pero ya estoy lista para olvidarme por hoy.
- Y yo estoy encantada de hacerlo.
Pusimos rumbo a mi apartamento, donde recogimos la comida ya mencionada y una botella de vino tinto. No íbamos a beber demasiado en una noche de clase, pero podría darle el toque perfecto a la pasta.
Su apartamento era más pequeño que el nuestro debido a que era para dos personas, pero la distribución era casi la misma. Por otro lado, ellas habían decidido decorarlo, así que parecía más acogedor. Podría pasarme todo el día aquí.
- ¿Te gusta?
- Es precioso, el mío ni siquiera tiene una foto colgada en la nevera. -Sonreí, antes de ver una bandera del colectivo lgbt+-. ¿Te gustan las mujeres?
- No, es que soy muy fan de los arcoíris -dijo riendo-. ¿Tienes algún problema con eso?
- Me preocuparía ser homófoba teniendo en cuenta que también me gustan las mujeres -me reí junto a ella-.
- ¿En serio? -Asentí- tengo una de sobra si la quieres colgar.
- ¿Te estás riendo de mi falta de decoración? -Me hice la ofendida-. No es que lo vaya gritando a los cuatro vientos, mis amigas no lo saben todavía. Y soy amiga de Alan y su grupo.
- ¿No te sientes segura para decírselo? -Empezó a preparar la mesa-.
- No es eso, es que no ha surgido el tema -sonreí-. Sé que incluso los chicos se lo tomarían bien, pero no hablo mucho con mis amigas ahora.
- ¿Por eso estamos cenando ahora?
- Bueno, no iba a tirar todo esto -sonreí-. Y me caes muy bien.
- Qué bonito -me ofreció un sacacorchos para el vino- Tú a mí también. Aunque deberíamos odiarnos, somos rivales académicamente hablando.
- Bueno pues nada, tenemos que pegarnos una paliza -comencé a servir el vino-.
- Sí, justo eso estaba pensando -sonrió mientras calentaba la pasta-. Seguro que estás intentando envenenarme para deshacerte de la competencia.
- Me has pillado -levanté las manos riéndome-. Pero en serio, me alegra mucho saber que alguien me entiende. Cuando intentan ayudarme siempre me dicen que no pasa nada por no sacar la mejor nota-
- Pero no puedes controlarlo -me interrumpió-.
- Exacto.
- Aunque al fin y al cabo solo intentan ayudar.
- Por eso tampoco les puedo decir nada.
- Por fin alguien que me entiende -me abrazó-. ¿Dónde has estado toda mi vida?
- En otra ciudad -sonreí-.
Nos separamos, antes de sentarnos a comer. Me alegró saber que pese a todo, alguien estaba disfrutando la pasta, y recibir cumplidos sobre ella era algo por lo que no me iba a quejar. Aprovechamos el tiempo para conocernos más, parecía que la conocía desde hace años.
Tras el postre, acabamos por sentarnos en su sofá para terminar la botella de vino, había música de fondo. Podría acostumbrarme a venir aquí. Terminé de hojear el lugar, y me di cuenta de lo cerca que estaba su cara de la mía.
Cuando quise darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos. Era un beso algo tímido, aunque cuando se lo devolví, comenzó a ser algo más feroz. Claro que, en cuanto recuperé la conciencia, tuve que separarme de ella.
- Espera, no me gustas de forma romántica -aclaré- siento si te he hecho pensar que sí, no quiero hacerte daño.
- A mi tampoco me gustas -me dio otro beso rápido-. Es solo una manera creativa de relajar la tensión y el estrés, aunque solo si estás de acuerdo.
- ¿Sin atracción romántica de por medio?
- Y si empieza a gustarte otra persona, podemos dejarlo -se encogió de hombros- somos amigas.
- Que se besan.
- Pero amigas -sonrió- si no te apetece no pasa nada.
- Claro que me apetece -me acerqué algo más-. Solo quiero asegurarme de no hacerte daño de ninguna manera.
- No lo haces -puso su mano en mi mejilla, acercándome para un segundo beso. Al que le siguieron un tercero, un cuarto y un quinto, antes de que se separase-.
- No sabes cuánto me alegro de que te gusten las mujeres -otro beso-. Me entiendes perfectamente, eras la candidata perfecta.
- Gracias, creo.
Pasamos el resto de la noche hablando, terminando la botella, y sin despegarnos mucho de la otra. Una vez el reloj marcó las doce, suspiré antes de separarme de su abrazo.
- ¿Quieres quedarte a dormir? Tienes tus cosas aquí, y mañana es sábado, no hay prisa por ir a clase -dejó la botella vacía en la mesa-.
- ¿Solo dormir?
- Claro, solo son besos, Judith.
- Vale -sonreí- pero me tienes que dejar algo cómodo para dormir.
- Yo sé que es solo una excusa para ponerte mi ropa.
- Me has pillado -llevé la mano a mi frente, exagerando-.
No tardamos mucho en dormir tras eso. Era bastante cómodo dormir junto a alguien, y más con la seguridad de que era platónico por parte de ambas. Cuando me desperté a la mañana siguiente, ella ya estaba concentrada, leyendo algo en su teléfono.
- Buenos días -apagó el móvil-. ¿Has dormido bien?
- Mucho -sonreí- un vinito siempre ayuda.
- Pues te va a tocar cenar con vino todos los días -se estiró, antes de levantarse-. ¿Te apetece desayunar aquí o fuera?
- Podemos ir a la cafetería de la biblioteca, el edificio es precioso -me levanté junto a ella-. ¿Estudias los fines de semana?
- Solo si me dejo algo el viernes -empezó a mirar por su armario-. ¿Tú tienes que estudiar algo?
- No -recogí mi ropa del día anterior-. Aunque quiero ir a casa después de desayunar, ahora que estoy más relajada a lo mejor puedo hablar las cosas con mis amigas.
- De nada por relajarte -se acercó a darme un pequeño beso en los labios-.
- Al final sí que iba a estar probado científicamente.
Teniendo en cuenta que no era una persona que socializaba por las mañanas, me lo pasé bastante bien con Gabriela. Incluso habíamos repasado parte del texto de la obra. Pero necesitaba volver, pasar tiempo a solas, y relajarme un poco sin hacer nada.
Después de explicárselo, nos despedimos y volví a mi apartamento. O al menos eso intenté, porque Alan estaba sentado en el pasillo. En cuanto me vio, se levantó para ponerme las manos en los hombros, parándome en seco.
- ¿Estás bien? ¿Dónde estabas? Me estaba volviendo loco.
- Sí, solo estaba con una amiga -¿qué le pasa?-. ¿Por qué preguntas?
- Desapareciste de la nada, tus amigas estaban con los míos y anoche no llegaste a dormir. Te he buscado por toda la academia, y no contestabas al teléfono.
- Ya, lleva desde ayer en silencio, perdón. ¿Ha pasado algo urgente? ¿El resto está bien?
- Sí, siguen juntos, los cuatro acabaron durmiendo en mi apartamento.
- ¿Entonces por qué había tanta urgencia en hablar conmigo?
- ¿Porque no sabía si estabas bien?
- Se te nota preocupado -sonreí-.
- Porque lo estoy, por si no te acuerdas somos amigos, y casi te matas tú sola en Vampitown.
- Mira quién fue a hablar -al menos a mí no me secuestraron-. Y por si no te acuerdas, sigo enfadada contigo, así que si el resto está bien, me voy a descansar.
- Iba a decir que si necesitas algo puedes llamar a la puerta de al lado, pero seguro que te las apañas sola -se cruzó de brazos-.
- De hecho, es lo que necesito ahora -entré al apartamento, para subir directamente a mi habitación-.
Una vez dentro, revisé el móvil, viendo la decena de llamadas perdidas y la cantidad de mensajes de Alan, mientras que mis amigas no habían mandado ninguno, ni siquiera para avisar de que no dormirían en casa.
¿Por qué parece que no les importo de repente? Solo pido un mensaje. A lo mejor no soy buena amiga y me odian por ello. Sí, tiene sentido, yo trataría así a una mala amiga. Pero Gabriela no tiene nada que ver con ellas, y yo me comporto prácticamente igual.
Que eso es otra, ahora de repente me doy besos con mi amiga por alguna razón. Me refiero, es para relajarnos, pero tampoco es muy normal. Aunque no me quejo, no me gusta, pero es muy guapa y buena persona, ¿por qué no querría besarla?
Volviendo a mis amigas, ¿debería hablar con ellas? La última vez me escucharon, más o menos. Pero no sé, ¿y si se enfadan y dejamos de ser amigos? Todo sería muy incómodo con el resto del grupo, y por supuesto se pondrían de su parte, y yo me quedaría sola. No quiero que eso pase, les quiero mucho a todos, quiero seguir siendo su amiga. ¿Había hecho algo sin querer? ¿Por eso ahora me ignoraban? Me siento ignorada.
Nadia, Raquel, Lucas y Dylan estaban dormidos, no podía hablar con nadie. Acababa de dejar a Gabriela, y no quería meterla en este mundo. Por muy enfadada que estuviera con Alan, era mi única opción. Hablar con él o volverme loca intentando adivinar qué he hecho mal.
J: ¿puedes venir?
En menos de un minuto, escuché los pasos desde mi balcón, acercándose cada vez más. Cuando abrió la puerta, estaba sentada en mi cama. No quería ni empezar a imaginar el aspecto que debía tener en ese momento.