Estoy Caliente, ¿Me Ayudas...

By AlbertXioW

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《 Cuauhtemoc ó mejor conocido cómo Temo se denomina cómo uno de los chicos más callados y tímidos de toda la... More

SINOPSIS
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24 - Final
25 - Epílogo

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By AlbertXioW






Song

Do re mi - Blackbear.

(Reproducir al ver el Reproduzcan)













Sus pupilas se incendiaron. Su apetito se incrementó y las ganas de follar dominaron su mente.

Embistió con rapidez en su interior empañando su agujero con su saliva. Era tan obscenamente delicioso que no le importó pensar en lo asqueroso que se veía. La manera en la que el chico gemía era tan condenadamente tierna que tendría que ser un pecado ser tan caliente y tierno.

Se comportaba tan sumisamente que por un momento se dignó a pensar que el chico era suyo.

Y cuándo lo volvió a escuchar gemir sintió que no podía más.

- Ah...ah....ah....si....dios....oh...sí.

Luciendo más que un primitivo volteó el cuerpo del chico en un movimiento rápido. Tomó un condón de su cajonera más cercana y lo colocó en su carne.

Con su mano derecha jaló una almohada para colocarla debajo de su cadera. Abrió sus piernas, se alineó a él y entró de golpe.

Los ojos de Aristóteles explotaron en llamas mientras que los de Temo comenzaron a alusinar.

Su carne se sentía tan bien siendo estrellada a la suya.

Si antes sus cuerpos se sentían calientes ahora podría decirse que se sentían cómo arder en la lava.

El éxtasis dominó el líbido de sus cuerpos explotando el límite más alto del placer.

El interior de Aristóteles se retorció ante la sensación que comenzaba a sentir gracias a su pequeño sueño húmedo. Su corazón bajo su pecho comenzaba a latir en descontrol mientras que su pecho subía y bajaba a una velocidad arrítmica que remarcaba su respiración.

Con su mano derecha tomó la sábana qué seguía adornando sus piernas arrugándola con fuerza en una acción de desahogo. La visión en sus sueños era clara. Tenía la imagen plasmada de unas piernas carnosas y muy bien contorneadas. Una cadera firme y tentadora que lo descontrolaba. Una cintura delineante que le quitaba el aire y unos glúteos esponjosos que se moldeaban perfectamente en sus manos.

Todo era una jugosa aventura que le volaba la cabeza.

En sus sueños apareció la figura del chico castaño moliéndose sobre su andar rozando sus miembros con anhelo. Derrochaba inocencia, y lujuria pura que lo hizo volverse loco y cuándo soñó a su mano azotándose contra la piel del trasero del chico una satisfactoria liberación lo asaltó despertándolo finalmente.

¿Qué mierda? Fué lo primero que pensó al ver el pequeño accidente en sus muslos.

Por si no había sido poco, la cama estaba rota y las sábanas manchadas.

¿Qué diría su madre?

Oh, cierto. El clásico regaño de niño pequeño.

Chasqueó su lengua mientras negaba con su cabeza en un semblante fastidiado.

Giró su rostro para analizar el lugar en el que estaba y cuándo notó que estaba sólo decidió sentarse en la misma cama. Se ceño se frunció y sus brazos fueron cruzados de manera inmediata en señal de suma molestia.

¿Dónde diablos estaba el chico?

No podía haber sido un sueño. Los resultados físicos lo demostraban. Simplemente pensó que él se había ido.

Lo había dejado.

- Ni hablar - dijo para sí mismo. Hizo las sábanas a un lado mientras se levantaba de la cama rota. Ésta crujió.

¿Cómo es que había llegado ahí?

Decidió no preguntar nada más. Se ocupó de arreglar el incidente de las sábanas. Ya después se encargaría de la cama.

Se dió un rápido baño y después se cambió. Debía asistir a clases. Por supuesto que debía.

Ignorando los mensajes de su mejor amiga mentándole la madre por haber tomado su auto sin su permiso en WhatsApp cerró la puerta de su habitación.

Linda había utilizado la palabra "diarrea" en todas las frases, así que no significaba nada bueno.

Bajó las escaleras y a pasos directos cruzó la sala.

Se encontró su mochila tirada a medio camino. La tomó y la ganchó en su espalda. Por suerte sus libros los tenía en su casillero; sólo tenía algunas libretas.

Buscó las llaves en la mesa de la sala, cuándo las encontró salió y cerró. Tenía aproximadamente 10 minutos para llegar. Se montó en el auto, lo encendió y dió marcha acelerando.

Una sonrisa juguetona se pintó en su rostro al notar la existencia de unos lentes de sol en la guantera.

Les dió un rápido vistazo y después se las colocó. Acomodó su cabello en un intento de gesto atractivo y siguió su camino.

Quería que al llegar a la institución llamara la atención de todos. Quería la atención de todos. Absolutamente de todos.

De él.

Su atención fué atraída a la radio del auto interrumpiendo sus pensamientos juguetones. Estaba reproduciéndose una canción que el chico le había enviado semanas antes.

La reconoció al instante.

Who needs to go to sleep when I got you next to me? (¿Quién necesita irse a dormir cuando te tengo a mi lado?)

All night, I'll riot with you (Toda la noche, me alborotaré contigo)

I know you got my back and you know I got you (Sé que me respaldas y sabes que te tengo)

So come on (Así que vamos)

Come on (Vamos)

Come on (Vamos)

Let's get physical (Vamos a lo físico)

Lights out, follow the noise (Luces apagadas, sigue el ruido)

Baby, keep on dancing like you ain't got a choice (Bebé, sigue bailando como si no tuvieras otra opción)

So come on (Así que vamos)

Come on (Vamos)

Come on (Vamos)

Let's get physical (Vamos a lo físico)

Le subió todo el volumen y aceleró con más velocidad.

Fueron más que a lo físico.
















Al llegar a la institución lo primero que hizo fué hacer lucir su excelente habilidad tras el volante frente a casi toda la Preparatoria. Aparcó y salió. Tomó su mochila, peinó sus rizos y emprendió su camino.

No fué sólo una mirada la que se posó en el rizado, pero ninguna de esas miradas eran las que él quería, así que sólo siguió su camino hasta llegar al pasillo de la entrada.

Varias chicas y chicos se atravesaron por su camino. Unos que reconocía y otros que no.

Joder. Las chicas con las que había estado hablando hace unos días entraron en su periferia.

Cuándo las vió tuvo que quedarse quieto y callado. No pensó que se las cruzaría.

- Hola, sexy, Córcega. ¿Estás libre en el almuerzo? Me encantaría tener otra clase de Voleibol, no soy muy buena con las pelota y quisiera que me ayudaras. ¿Puedes?

No iba a negar que el puchero que hizo la chica le provocó algo. Tampoco negó que se tensó cuándo sintió la mano de la chica en su pecho mientras se acercaba amenazante invadiendo su espacio personal. Pero su cuerpo entró en alerta cuándo miró una cabellera castaña conocida.

Mierda

Hizo a la chica a un lado y tragó saliva cuándo observó la mirada molesta de cierto chico de ojos mieles. Él miraba hacía una dirección exacta y cuándo la siguió se dió cuenta que la mano de la chica seguía en su pecho.

Pero cuándo la alejó el chico ya no estaba.

- ¿Estás bien? ¿A quién miras así?

- Ehhh - aclara su garganta - Tengo que irme, mi clase no tarda en empezar. Nos vemos luego.

- ¿Qué? ¿Seguro que estás bien?

No respondió su pregunta, aceleró su paso por el pasillo en un intento de seguir al chico, pero cuándo vá por medio camino se detiene al sentir un fuerte golpe en su nuca.

- ¡Ahora si hijo de la verga! ¿Porqué chingados te llevaste mi auto, animal? ¿Con el permiso de quién, imbecil? ¡Mi papá me regañó, pendejo!

- Perate, Linda - se separa al segundo mientras lleva su mano a la zona adolorida - Si me dolió el putazo, no mames.

- Pues adivina quién está castigada por "perder" el auto. Si, idiota, ¡yo! ¿QUÉ TANTO HACÍAS ANOCHE QUE NO CONTESTABAS EL PUTO CELULAR? PARA QUE VERGA TIENES CELULAR SI NI LO VAS A USAR.

- Pero, ¿porqué gritas? Estoy a tu lado, dramática.

- ¿Me dijiste dramática?

- Discúlpala, Aris - interrumpe David que está a su lado - Hugo no le dió anoche, así que anda de mal humor. ¡Ay, pendeja, mi pierna!

- PENDEJA TU ABUELA.

- Ni tengo.

- Ah.

- Chingadamadre - bufa el rizado mientras que sus amigos siguen discutiendo. Decide comenzar a caminar hacía su clase próxima.

Después iría por el chico.

Cómo era de esperarse todo transcurrió de manera aburrida. En su mente rozaban las palabras de cada docente, pero no les ponía la más mínima atención. Estaban a punto de entrar en la última semana para las vacaciones, así que no había tanto problema.

Cuándo llegó la hora del almuerzo trató de comer lo más rápido que pudo. Todos los almuerzos tenía un partido amistoso en la cancha principal.

Y por suerte la docente de la siguiente clase aún no llegaba.

- Si sigues comiendo así de rápido vas a vomitar.

- Entraré en el segundo tiempo. Relájate.

- Sí, Linda. Relájate, no es la primera vez que Aristóteles hace ésto.

- Ya sé, pero la última vez que se vomitó lo hizo encima de mí, así que no quiero que vuelva a pasar.

Aristóteles ríe. Toma una servilleta y se limpia con ella - No volverá a pasar - ella vira sus ojos - ¿Vendrás conmigo?

- Of course, Ari. Ya tengo en mi bolso el insecticida.

- Bien - ríe divertido. Toma su botella de agua y le dá un largo trago - Vámonos, no quiero llegar tarde - sin esperar respuesta de la chica de ojos iscuros comenzaron a correr.

- ¡Mi manzana!

El rizado suelta una carcajada mientras sigue corriendo al lado de su mejor amiga rumbo a las canchas bajo las miradas de todos.

Al llegar cómo ya era dictado Linda tomó asiento en las gradas para observar el partido y por el otro lado, Aristóteles estaba en los vestidores cambiándose con algo más cómodo.

El básquetbol sin duda era lo suyo. Gracias a su altura, habilidad y estrategia era un excelente jugador. Cuándo puso un pié en la cancha sólo fué para captar atenciones y entrar al juego.

Las gradas resonaron con los aclamos de algunos alumnos. Cuándo el nombre de "Aristóteles" se coreó por toda la cancha la presencia de alguien más fué notada.

El chico castaño trató de esconderse en un lugar dónde no tuviera tantas miradas encima y en dónde pudiera ver al chico de rizos.

Que aunque no quería al principio, al final de cuentas, necesitaba verlo.

Por lo menos de lejos.

Emoción. Ansiedad. Desespero y alegría. Fueron varias emociones que fueron reflejadas en su rostro.

El rizado era un increíble jugador. Todos en las gradas le aclamaban. Las chicas le gritaban y los chicos le apoyaban.

Pero cuándo llegó el último tiempo su cuerpo tembló. Para su mala suerte unos ojos cafés coincidieron con los suyos.

Le hizo una seña un poco extraña. A los segundos notó cómo realizaba una finta y anotaba un tiro de tres puntos ganando así el partido.

Abrió su boca luciendo sorprendido.

Todos los alumnos explotaron en gritos. Los compañeros del equipo se lanzaron a Aristóteles felicitándolo por su increíble tiro, pero eso no fué lo que hizo a Temo tragar pesadamente sino la mirada intensa del chico de rizos que estaba sobre él.

Lo miraba hambriento.

Y eso hizo que el interior de Temo se apretara. Necesitaba salir de ahí antes de que tuviera una erección sólo por mirar a Aristóteles.

Cosa que para él ya no era tan extraña después de todo. Odiaba ser tan hormonal algunas veces, ya que no podía controlarse.

Su primer opción fueron los vestidores. Por suerte ahí habían algunos baños disponibles. Necesitaba echarse agua en el rostro, así que lo hizo.

Aceleró su paso. Bajó su cabeza en todo el camino y recorrió todo el transcurso hacía el lugar debido. Cuándo llegó abrió la puerta y la cerró detrás de él.

Se aproximó al lavamanos más cercano y enjuagó su rostro. Sus mejillas estaban pintadas de un color carmín muy notorio.

Por el amor de Dios. Lo miraba cómo un lujurioso. Y eso a Temo le excitaba tanto que no sabía cómo podía ponerle una simple mirada intensa.

Pero lo hacía. Lo miró a él. En sus pupilas reflejaba deseo. Lujuria. Anhelo. Fascinación y hambre.

Justo cómo en la noche anterior.

Joder, Temo tuvo que apretar levemente sus piernas para no empeorar la situación. Podía sentir cómo su miembro comenzaba a engrosarse de la nada.

Cuándo despertó en la mañana sin duda no pudo creer lo que había pasado la noche anterior, pero la incomodidad de no saber que hacer después lo asaltó. La vergüenza se hizo presente en su cabeza y tuvo que irse.

- No sé si sabías, pero cuándo me follo a alguien me gusta que despierte a mi lado para follarlo unas veces más.

Temo gimió bajito.

Mierda

¿Cómo pudo encontrarlo tan rápido?

Trató de no dar a relucir su nerviosismo y mejor continuar con lo que estaba haciendo, pero cuándo escuchó algunos pasos acercándose a él sintió cómo sus piernas comenzaban a debilitarse.

Soltó un suspiro cuándo sintió el aliento caliente del chico rizado - Si no vas a hablar entonces comunícate con mi lenguaje favorito. Quiero escucharte gemir.

- Oh - jadeó el más bajo.

Aristóteles sonrió ladino. En cuánto lo miró correr lejos de la cancha al terminar el partido no se lo pensó 2 veces y se aproximó a seguirlo.

Ésta vez no iba a escapar.

No más.

La vestimenta que traía el castaño era la de siempre. Unos jeans y una camisa a botones muy bien fajada color lila.

Era un poco.....¿decente?

Todo lo que Aristóteles no era.

Pero había algo que los hacía iguales.

La misma hambre corporal que ambos sentían por el otro.

Aprovechando que el chico estaba ocupado en disfrutar de la calidez de su aliento en la piel de su cuello decidió subir sus traviesas manos a su cintura. El castaño gimió ante el toque repentino.

Aristóteles se enderezó. Pegó su cuerpo al del contrario para que su masculinidad rozace la línea que dividía la estructura de los glúteos del más bajo.

Por suerte ésta vez cerró con llave la puerta principal de los vestidores, así que no abría problema.

Dejó reposar su barbilla en el hombro del chico mientras comenzaba a emprender su movimiento para aumentar la temperatura.

Arriba. Abajo. Fuerte. Lento.

Temo trató de agarrarse fuertemente de las esquinas del lavamanos para no perder el equilibrio. Su respiración comenzó a ser entrecortada. Los movimientos satisfactorios que el miembro del rizado le hacía a su trasero eran muy placenteros.

Cada roce era un rayo de electricidad envolviendo su cuerpo hasta hacerlo gemir por más.

Hasta que se encontró gimoteando cómo un loco cuándo Aristóteles arqueó su espalda hacía el frente para simular embestidas certeras haciendo su pecho rebotar.

Ésto. Era. Demasiado.

El castañito podía sentir cómo su entrada se sentía mojada. En su mente estaban pasando tantas maneras de hacerlo en los vestidores.

Encima del lavamanos.

En el suelo.

En las regaderas.

Recargados en los casilleros.

Sobre las bancas que estaban cerca de los casilleros.

Gimió alto cuándo se creó una imagen mental de absolutamente todo.

Pero por otro lado, Aristóteles comenzaba a desesperarse. Había un lugar secreto dónde había una caja de condones bajo el lavamanos.

Las porristas siempre llegaban a los vestidores después de un buen partido, así que simplemente aprovechaban la situación.

Le llamaban polvo de victoria.

De la manera más ágil que pudo estiró su mano por debajo del lavamanos para encontrar la caja indicada y cuándo lo hizo tomó el primer sobre que rozó su mano.

Lo dejó reposando en una esquina mientras se disponía a pasar al siguiente nivel de la calentura.

La eliminación de la ropa.

Comenzó a esparcir besos húmedos por la trayectoria de su cuello - ¿Te gusta que te bese así, bebé? ¿Te gusta?

- Ah....umjum - gimió.

Aristóteles le regaló una sonrisa lasciva a través del espejo. Temo se la devolvió.

El más alto comenzó a quitar botón a botón de la camisa del castaño mientras deslizaba su lengua por la piel del más bajo. El olor a fresa que desprendía el castaño le parecía exquisito. Le hacía querer chuparle todas partes.

Y cuándo su pecho estuvo al descubierto sus ojos cafés resplandecieron. Podía notar los pezones del más bajo luciendo puntiagudos, pero lo que más le sorprendió fué ver el tatuaje de una estrella en la parte superior de su pecho bajo su hombro.

¿Porqué no lo había notado antes?

Con toda la intención decidió pasar su lengua por el tatuaje delineándolo con su saliva. Temo gimoteó.

Ver cómo Aristóteles Córcega le lamía su tatuaje secreto le parecía la imagen más sexy que alguna vez en su vida se le ocurriría ver.

La primer prenda cayó al suelo y la siguiente fueron sus jeans. Aristóteles dirigió sus manos hábiles al botón del jeans para quitarlo de sólo un movimiento. Comenzó a bajarlo hasta que lo único que podía ver fué el bóxer color blanco del castaño.

- Espera - jadeó Temo posando sus manos sobre las del rizado para detenerlo - Tu-tu ropa.

Aristóteles sonrío. Alzó su barbilla para que mirara el espejo. Relamió sus labios y se acercó a su oído - Quítamela.

Temo se estremeció. No lo dudó en ningún segundo. Dió un giro rápido y encaró al dueño de sus más oscuros sueños.

Sus miradas coincidieron y ambas pupilas brillaron con desafío - Aristóteles - susurró el más bajo.

Subió su pequeña mano hasta instalarla en la nuca del más alto mientras que Aristóteles se atrevía a tomar la pierna del menor para instalarla en su cadera.

En un chasquido y con la ayuda de un brinco Temo ya estaba sentado en la orilla del lavamanos. Enredó sus piernas en la cadera del más alto y tomó su rostro para besar sus labios.

Ambos abrieron sus bocas y correspondieron moviendo sus cabezas de un lado a otro cambiando de direcciones. Aristóteles tomó el labio del menor y comenzó a absorberlo mientras lo chupaba sacándole soniditos satisfactorios.

Temo subió las manos a la cabellera de Aristóteles para jalarlo ciegamente a él.

La desesperación también comenzaba a invadir a Temo notando que Aristóteles aún seguía con su ropa puesta. Lucía sudado. Su cuerpo se sentía caliente.

Y eso sólo aumentó su calentura.

A manos veloces maniobró la eliminación de la playera deportiva del rizado. Aristóteles terminó por quitársela alzando sus brazos. La manera en la que su cabello rizado se movía hacía que Temo lo mirara con anhelo.

Necesitaba su cabello entre sus manos tanto cómo necesitaba respirar. Para jalarlo y tenerlo.

Pero cuándo miró cómo el short deportivo de Aristóteles bajaba por sus piernas la única palabra que aparecía en su cabeza era follar.

Quería que lo follara. Necesitaba que lo follara. Ya. Ahora.

No sabe de dónde sacó el atrevimiento, pero después de retirarse sus zapatos con uno de sus pies empujó el pecho del más alto haciéndolo retroceder.

Se levantó del lavamanos y lo dirigió hacía las regaderas. Aristóteles debía bañarse.

Pero algo lo descolocó. Aristóteles paró su caminar dejándolo en un cierto lugar mientras él se colocaba debajo de la regadera.

Giró la manija y el agua comenzó a descender bajando por todo su cuerpo ligeramente tonificado.

Algo en Temo hizo click.







Flashback

Lo que jamás imaginé comienza a suceder frente a mis ojos. Hace tan sólo unos minutos él estaba bajo el agua de la regadera bañándose con su bóxer puesto.

Y ahora.....simplemente comenzó a quitárselo.

Mi corazón comenzó a aumentar en cada latido que daba. Mis manos comenzaron a temblar y cuándo observé al bóxer descender por sus contorneadas piernas tragué pesadamente.

Alzó su mano en mi dirección y me señaló con sus dedos pidiendo que me acercara.

Fin del FlashBack








Era su sueño, pensó Temo. Lo que alguna vez soñó realmente estaba pasando.

Aristóteles comenzó a pasar sus dedos por su cabello dejando que el agua bañara su rostro.

Era cómo una clásica película porno.

Cómo las que Temo miraba escondido en su habitación a altas horas de la noche.

Sus manos comenzaron a hormiguear. Quería tocarlo. Necesitaba tocarlo.

Pero su rostro se congeló cuándo miró la única prenda que le quedaba a Aristóteles cayendo por sus piernas hasta llegar al suelo gracias a la intervención del agua.

Que. Alguien. Lo. Jodiera.

Y que por favor fuera Aristóteles.

Ni siquiera le dió tiempo de procesar la imagen que tenía frente a él porque a los segundos Aristóteles lo tomó por sorpresa estampándolo contra la pared de la regadera.

Cuándo Temo se topó con el espacio personal del contrario una ola de calor envolvió su cuerpo regalándole una deliciosa sensación.

Ambas temperaturas fueron unidas en una sola.

Aristóteles al ver que lo tenía justo en frente no se negó el gusto de tocarlo. Acercó su cuerpo al suyo y siguieron besándose mientras se tocaban explícitamente.

El agua se encargaba de empapar ambos cuerpos brindándoles una temperatura caliente. Aristóteles tomó las caderas del contrario y comenzó a moverlo haciendo que sus miembros se rozaran.

El movimiento era cómo una ola de mar. Subía y bajaba a un ritmo lento.

- A-Aris - gimió el más bajo - Aris, me-me duele.

Aristóteles al escuchar las palabras del menor decidió separarse. Pensó que el movimiento era brusco, pero cuándo miró que el castaño cubría su parte más intima con sus manos lo entendió.

- Yo me encargo.

Flexionó sus rodillas hasta que éstas chocaron contra el suelo.

Temo se sorprendió.

Nunca nadie le había.....hecho un oral.

Aristóteles se acomodó entre sus piernas. Bajó su bóxer para quitarlo de su cuerpo por completo. Tomó el erecto pene del castaño y lo metió a su boca.

Temo gimió.

La manera en la que el rizado succionaba le volaba la cordura. Sus ojos miraban con fascinación la forma en la que su cabeza subía y bajaba.

- Dios - jadeó - Las tentaciones cómo tú merecen pecados cómo yo.

Aristóteles pudo haber sonreído, pero se le hizo mejor succionar con toda su fuerza sacándole un grito a Temo.

Sus movimientos se aceleraron y los gemidos de Temo aumentaron.

Los ojos de Temo se tornaron blancos. Hizo su cabeza para atrás y dejó que las sensaciones explotaran.

Aristóteles se tragó todo y se deslizó fuera. Limpió los residuos con su lengua y después sonrío.

Temo se sintió desfallecer.

Aristóteles se levantó y se dirigió al lavamanos dónde minutos antes había dejado el preservativo.

Mientras el rizado se encargaba de abrirlo Temo aprovechó para tocar su cuerpo.

El tacto de Aristóteles se sentía tan bien en su piel.

Era cómo si miles de sensaciones satisfactorias invadieran las partes más sensibles de su cuerpo.

- Date la vuelta.















Reproduzcan ✅








Temo se estremeció. Tuvo que tomar demasiada fuerza de voluntad para no caerse al suelo, así que de manera lenta comenzó a dar vuelta hasta quedar en la posición que el rizado le había ordenado.

Escuchó sus pasos y cuándo lo sintió aproximarse tuvo que colocar sus manos sobre la pared.

- ¿Duro ó suave? - preguntó en su oído.

- Mmmmgh - gimió - Du-duro.....por.....favor.

Sin dudarlo en ningún momento Aristóteles se colocó el condón. Se alineó a su entrada. Unió sus manos colocándolas sobre las de Temo para entrelazarlas.

El corazón de Temo dió un vuelvo ante esa acción y cuándo Aristóteles entró de una estocada en su interior su grito de placer fué lo único que se escuchó en todo el lugar.

El movimiento del rizado comenzó duro. Su cadera se movía en una velocidad desquiciante que a Temo le abrumaba.

- Oh....oh sí......sí.....sí.....sí.

Y eso jodidamente le gustaba.

La pared fría contra su temperatura caliente le traía en desventaja. Todo era demasiado para Temo.

Los dildos eran una cosa, pero el pene de Aristóteles era demasiado diferente. Era grande, era abrumador, era indescriptible.

Pero la forma en la que se movía era malditamente intensa.

¡Y le encantaba!

Jamás pensó que la idea de ser penetrado de forma dura le excitara tanto.

Los gemidos desvergonzados lo demostraban.

Se tensó cuándo otro recuerdo de su sueño le asaltó.







FlashBack

Necesito decirle que me gusta cómo se mueve, necesito decirle que se siente bien.

Y jodidamente necesito decirle que no se detenga nunca.

Fin del FlashBack






Ambos comenzaron a menearse cómo un par de necesitados. Temo trató de tomar aliento para decir lo que sus pensamientos decían.

- Me-me gusta cómo te mueves - gimió - Me-me encanta - Aristóteles embistió con fuerza al escucharlo - Se-se siente bien.

- ¿Te gusta cómo me muevo?

- S-Si - jadea - Quiero tocar cada parte. Quiero sentir cada parte. Quiero besar cada parte. Quiero probar cada parte. ¡Dios, quiero tocarte, Aristóteles!

El rizado deslizó su miembro fuera del interior del castaño sin sacarlo completamente para después embestir con fuerza.

Sus caderas se balancean mientras se aniquilan mutuamente con sus movimientos.

El interior del castaño está haciendo que la cordura de Aristóteles explote. Según su mente se sentía demasiado caliente, abrumador y exquisito.

Tuvo que detenerse un momento para cambiar de posición. Bajó sus manos de la pared del baño dirigiéndolas a las piernas del castaño para cargarlo. Éste lo ayudó saltando para después enredar sus piernas en la cadera del mayor para que el movimiento de sus andares fuera más y más necesitado.

Temo lo sentía grande, se sentía palpitante y gozoso. Tanto así que le fué imposible no moverse para buscar más profundidad. Deslizó sus dedos arañando su espalda en un intento de desahogar un poco el placer que lo estaba envolviendo provocándole al mayor un jadeo involuntario.

Escucharlo gemir, jadear y gruñir por mí es la mejor sensación de toda mi vida.

Pensó, Temo.

Gracias a la unión de sus pechos ambos podían sentir a sus corazones latiendo en la misma sintonía.

Ambos se sentían acelerados. Ambos se sentían agitados y ambos se sentían hambrientos del otro.

Aristóteles recarga en la pared el cuerpo del más bajo para iniciar un golpeteo directo. Necesitaba encontrar su próstata.

Nota cómo el castaño abre ligeramente su boca al sentir todo la fuerza de sus empujes.

Por supuesto que la encontró.

Su dulce, deliciosa y preciosa próstata.

Los ojos de Temo se nublan. Su vientre cosquellea demasiado. Con sus manos toma el cabello de Aristóteles y lo empuja a su cuello. Éste comienza a chupar su piel con anhelo.

Ambos abren su boca a más no poder cuándo sienten el clímax final. Ambos llegan al éxtasis y cierran explotando.

A Aristóteles le toma unos minutos reponerse, pero cuándo lo hace sólo es para buscar otro condón.

Lo hicieron en cada rincón y cuándo el mayor miró que el menor no daba para más decidió parar.

Habían empezado en la regadera y terminaron en la regadera.

Cerraron el grifo, pero cuándo ambos se aproximaron para ir por sus prendas resbalaron y cayeron al suelo.

- Pu....tamadre - gruñó Aristóteles.

Temo sólo mordió su labio inferior evitando chillar de dolor. Ambos habían caído de sentón, pero cuándo sus miradas coincidieron comenzaron a reír.















- ¿Seguro que no te duele? - insiste.

- No, tranquilo. Estoy bien, enserio.

- ¿Seguro?

- Que sí - Temo sonríe levemente. Le parecía tierna la preocupación de Aristóteles, pero en éste momento la preocupación por el dolor no era tanto al nerviosismo que tenía en éste momento.

Aristóteles le pidió que le acompañara a la cancha. Habría una reunión en la dirección, así que los maestros cancelaron las clases. Y Aristóteles quería ir a las canchas......con él.

Todos en la Preparatoria le miraban. También miraban sus manos entrelazadas.

Aristóteles fué el que tomó la iniciativa.

Cuándo llegaron a la cancha de igual manera fueron el centro de atención. Aristóteles le presentó a sus amigos y después tomaron asiento en las gradas, pero un poco más alejados de los demás.

- ¿Porqué esa cara? ¿No quieres estar aquí? - Temo se reacomodó en su lugar.

- No - dijo de inmediato. Aristóteles frunció su ceño - No me quiero ir, es sólo que...- rascó su nuca - Me-me dá pena que todos me miren contigo.

- ¿Porqué?

- Es que....eres popular. Yo....yo no soy nadie.

- Hey - se tensó cuándo sintió que Aristóteles lo colocaba encima de su regazo - No debes dejar que te importen las miradas, ¿de acuerdo? Que te valgan - Temo asintió - Y lo de ser nadie es una estupidez. Yo no soy popular, sólo soy un alumno más, ¿lo entiendes?

- Pero - le interrumpe.

- Pero nada, tú puedes estar conmigo porque yo lo quiero y si a alguien le molesta que venga y le parto la madre. ¿Me escuchaste?

Una risita sale de los labios de Temo - Está bien.

- Bien, ahora bésame. Quiero besarte, ¿tú también quieres besarme a mí? ¿Si? Pues hazlo.

Ambos relamen sus labios. Aristóteles coloca sus manos en el trasero de Temo, pero las quita en el primer momento en el que escucha un quejido.

- ¿Te lastimé?

- No, no, no, es que.....em. Sigo un poco adolorido por lo de hace un rato.

- ¿Seguro? Déjame revisarte.

- No, estoy bien, enserio. ¡Espera!

A oídos sordos Aristóteles mete sus manos en el pantalón del menor. Con uno de sus dedos roza su entrada. Temo sisea, pero cuándo saca su mano se tensa al ver sangre.

Pero....¿Qué mierda?

- ¿Fuí muy brusco?

- No, no, no, no - dice de inmediato - Es que....yo....yo era....em.

Aristóteles se tensa.

Ésto no podía ser posible.

- ¿Habías tenido relaciones antes? - Temo asiente lentamente - ¿Cuándo?

- Ayer.

El color del rostro de Aristóteles se vá por un segundo.

Es cómo si un balde de agua helada cayera sobre él.

¿Qué había hecho?

- ¿Yo te quité la virginidad? - Temo no responde - ¡Temo! ¿Porqué no me lo dijiste? Pude haberlo hecho más lento. Joder, estás así por mi culpa, ¿no? ¿Te lastimé demasiado?

Aristóteles comenzó a bombardear a Temo con muchas preguntas hasta que él explotó - ¡Aristóteles, escucha! - toma su rostro para que coincidan miradas - Yo quería ésto, ¿me oyes? Yo quería que mi primera vez fuera contigo y de ésta manera. Para mí fué lo mejor y no sabes lo feliz que me hace saber que fuiste el primer hombre que me tocó.

Por primera vez en su vida Aristóteles pudo sentir cómo su corazón se oprimía.

Le había robado la virginidad.

Y de la peor manera.

Él no era un chico igual a los demás. Él era diferente.

Tragó pesadamente ignorando el nudo que se le había hecho en la garganta - Yo....yo te prometo que así cómo fuí el primer hombre que te tomó por primera vez seré el último que te tomará toda la vida. ¿Bien?

- ¿Qué?

- Eres mío, Temo. Eres mío y yo soy tuyo. ¿Bien? Quiero que seas mi pareja. Quiero que seas mi novio.

- ¿Tu-tu novio?

- ¿Acaso no quieres?

Una leve sonrisa se construye en los labios de Temo. Sus ojos destellan. Relame sus labios mientras dice su respuesta - Claro que quiero.













Seguimos............







Hasta el próximo capítulo AlbertXioW.

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