UNDER THE RED HOOD โ™ฐ j...

By skarsgvrd

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๐’Š๐’๐’•๐’“๐’ !
act one !
๐‘. chapter one.
๐‘. chapter two.
๐‘. chapter four.
๐‘. chapter five.
๐‘. chapter six.
๐‘. chapter seven.
๐‘. chapter eight.
๐‘. chapter nine.
๐‘. chapter ten.
act two !
๐‘. chapter one.
๐‘. chapter two.
๐‘. chapter three.
๐‘. chapter four.
๐‘. chapter five.
๐‘. chapter six.
๐‘. chapter seven.
๐‘. chapter eight.
๐‘. chapter nine.
act three !
๐‘. chapter one.
๐‘. chapter two.
๐‘. chapter three.
๐‘. chapter four.
๐‘. chapter five.
๐‘. chapter six.
๐‘. chapter seven.
๐‘. chapter eight.
๐‘. chapter nine.
๐‘. chapter ten.
๐‘. chapter eleven.
๐‘. chapter twelve. (FINAL)
Epรญlogo.

๐‘. chapter three.

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By skarsgvrd

Capítulo tres.
❛ Graysons Voladores. ❜

Las yemas de sus dedos rozaron el vidrio que cubría la fotografía de sus padres. El póster de Los Graysons Voladores descansaba en la pared frente a ella, un cuadro que le pertenecía a su hermano. Sus ojos cafés brillaban de admiración mientras recorría con la mirada cada detalle del cuadro, incluso una pequeña sonrisa nostálgica se instaló en su rostro juvenil.

Carente de conocimiento se encontraba Natalie cuando de sus padres se trataba. Lo único que podía concretar, era que provenía de unos trapecistas reconocidos en el Circo Haly, debido al nivel de peligro que corrían tras realizar su espectáculo sin la red de seguridad. Y en un lugar como Gotham, donde las peores mentes criminales caminaban libremente por las calles y los callejones eran la pesadilla de los indefensos, un espectáculo donde una pareja de trapecistas se somete a la posibilidad de tener una horrorosa muerte por voluntad propia, vendía. Eran la actuación más esperaba de la función completa del Circo. En los videos que Alfred le facilitó en uno de sus cumpleaños, pudo ver por primera vez a sus padres y hermano en acción. Recuerda haber llorado, haberse sentido tan conmocionada que no tuvo las fuerzas de volver a ver un video de ellos otra vez.

No lo hizo hasta que una noche de insomnio bajó a la cocina por una vaso de agua y se encontró con Bruce y Dick discutiendo. Era la primera vez que veía a su hermano mayor en total descontrol, alegando que había cobrado venganza. Nunca supo a que se refería y no tuvo la oportunidad de indagar sobre ello, porque entonces Alfred la encontró husmeando y la obligó a volver a su habitación, con la promesa de contarle más sobre ellos cuando estuviese lista.

La mayor incógnita de su vida eran sus padres; Mary y John Grayson.

Nunca se atrevió a preguntarle sobre ellos a su hermano, no tenían la cercanía suficiente que pudiera brindarle la confianza de hacerlo. Sus manos siempre temblaban, su corazón se aceleraba y las palabras se quedaban atoradas en su garganta. Dick tampoco se esforzó lo suficiente en sentarse con ella y contarle sobre sus padres. Y no lo culpaba, después de todo, quien más sufrió con aquella perdida fue él. El chico de doce años que vio a sus padres caer hacia la muerte, el único que tenía recuerdos junto a ellos. Natalie había perdido a fantasmas que atormentaban su día a día, Dick había perdido a su padres.

Quizás por eso no podían establecer un vínculo, quizás por eso él no quería saber nada de ella.

Suspiró y se alejó del cuadro.

No estaba segura de querer realizar ese viaje para encontrarlo y darle la noticia de que estaban asesinando a personas que él podría considerar familia. Pero mentiría si dijera que no le hacía ilusión verlo de nuevo, era agotador esperar llamadas que sabía que nunca llegarían. Quizás era una oportunidad que llegó a su puerta para ver a su hermano mayor.

O simplemente una pésima idea de Bruce Wayne.

Inmediatamente la nostalgia abandonó su cuerpo y soltó un bufido. La noche anterior se había cansado de las habladurías infinitas del chico que ahora portaba el manto de Robin. El ego que tenía ese muchacho era más grande que la cuenta bancaria de Bruce, de eso no habían dudas. Se mostraba constantemente seguro de sí mismo, la sonrisa ladina adornaba su lindo rostro aportando a su atractivo físico. Porque podría no darle buena espina, pero el pelinegro era guapísimo. Y coqueto por naturaleza. En la cena no había dejado de lanzar comentarios que obligaban a Bruce a darle una mirada de advertencia, así como también patadas debajo de la mesa que ella no pasó por desapercibido.

Se preguntaba cómo es que Jason Todd había llegado a las manos de Bruce Wayne, y cómo es que llegaba a ser apto para ser el compañero de Batman.

La puerta resonó debido a unos suaves golpes que le indicaron de quien se trataba. Rápidamente recuperó la compostura y sonrió para abrirle la puerta a Alfred. El hombre examinó su rostro, tal vez tratando de encontrar algún indicio de que había estado llorando, pero el alivio se dibujó en su rostro cuando no encontró más que una bonita sonrisa y el brillo en los ojos que no había visto cuando llegó a la mansión el día anterior. Se sintió aliviado.

—El amo Todd se encuentra en la sala de entrenamiento, en un par de minutos ya estarán listos para partir. Podrías comer algo antes, Nat— sugirió alzando las cejas. Natalie asintió, recordando que no había llevado bocado a su boca desde la mañana.

Alfred era lo más cercano a un padre para ella, el respeto y cariño que sentía por él no podría igualarlo nadie jamás.

—¿En la sala de entrenamiento?—Cuestionó cerrando la habitación de su hermano para iniciar la caminata con el hombre.

—Así es. Puede parecer un poco flojo, pero es constante en los entrenamientos —defendió con una sonrisa—. ¿No tienes intenciones de ocultar tu desagrado hacia él, eh?

Natalie se encogió de hombros. Ninguna mentira salió de la boca del mayordomo.

Cuando llegaron a la cocina, la chica le pidió a Alfred acompañarla en la comida. Era deprimente el silencio que había en la enorme mansión, y la mesa era lo suficientemente grande como para privarsela a su acompañante. Por supuesto que el perfecto Alfred protestó ante aquella petición, pero Natalie era lo más cercano a un punto débil que él pudiese tener, por lo que se vio en la obligación de sentarse a un lado de la muchacha y compartir con ella la cena.

—Hablando de Robin, ¿no creen que es un poco... violento?—Insinuó masticando su comida. Alfred suspiró y negó con la cabeza.

—La existencia de Gotham se basa en la violencia, Nat.

—Ya, pero tiene... ¿cuánto? ¿Quince años?

—Diecinueve. —Le corrigió, ladeando un poco la cabeza. Perfectamente sabía ella la edad del muchacho.

—Cuando lo vi en el callejón parecía corrompido por un demonio. Te aseguro que si no interrumpo, los enviaba a todos con pase gratis a Diosito. ¿No habían códigos morales para esto?

Alfred tomó una mano de Natalie y la apretó, enviándole ráfagas de seguridad directo al corazón.

—Sé que para ti no es fácil verlo con el traje de Robin, ocupando el puesto de tu hermano... pero no es un mal chico. Caótico y rebelde, puede parecer, pero no pasa de eso.

Natalie bajó la mirada.

—...no me jodas, Bruce. ¿Por qué mierda no puedo conducir yo?

Jason hizo presencia en el comedor, siendo acompañado de Bruce. A ese punto Natalie ya sabía que el vocabulario del muchacho se reducía a solo groserías.

—Porque los quiero allí en una sola pieza, Jason —aseguró el millonario. El pelinegro rodó los ojos. Sin embargo, en cuanto notó la presencia de Alfred y Natalie en la mesa, una inmensa sonrisa se formó en su rostro. Casi por inercia avanzó con intenciones de sentarse junto a ellos, pero Bruce lo detuvo de nuevo, ganándose una mala mirada por parte de Jason.

—¿Lista para nuestro viaje, muñeca?—Inquirió el pelinegro.

Natalie le dio una mirada cansada a Alfred. Jason mantuvo su sonrisa.

...

En aquellos momentos, Natalie anhelaba estar metida en su cama viendo alguna película de acción mientras comía palomitas con caramelo. Quizás también golpeando algunos traseros de los ladrones que tenían la mala suerte de encontrarse con ella. Deseaba estar en cualquier lugar menos sentada en el asiento de piloto con el nuevo Robin a su lado, si se sinceraba del todo.

El pelinegro miraba por la ventana mientras tarareaba las canciones que pasaban en la radio, moviendo su cabeza al ritmo de la música. Su cabello negro azabache estaba mal planchado, pareciera que había luchado con la plancha para obtener algún resultado parecido a como tenía el cabello Dick, lo cual era ilógico, porque si bien era su reemplazo, no era necesario que se volviera literalmente él.

Tuvo que corregir el rumbo cuando se dio cuenta que casi llegaba a la mitad de la carretera contraria por estar distraída analizando al chico a su lado. Jason frunció el ceño y ella carraspeó.

—Y Bruce no confiaba en mí para conducir. ¿Tienes licencia? ¿Cuántos años dijiste que tenías?

—No lo dije —contestó ella, esta vez con la mirada fija en el camino. Poco faltaba para llegar a Chicago, procuraría acatar la orden de Bruce y llegar vivos al destino.—Tengo dieciocho, así que sí tengo mi licencia. ¿La tienes tú?

—No la necesito si conduzco el Batimovil —declaró relajado. Natalie se giró violentamente a verlo.

—¿Bruce te dejó conducir el Batimovil? —Cuestionó con ambas cejas alzadas. Jason se encogió de hombros, mostrando desinterés. Ella se retrajo con indignación. Decidió aprovechar la oportunidad y continuar con sus preguntas. —¿Cómo es que llegaste a ser Robin?

—Sé que no te agrado —contestó con una sonrisa, volteándose a verla con burla—, y lo entiendo, soy el reemplazo de tu hermano. No es mi culpa que Bruce haya visto potencial en mí. Pero, ¿no podrías por lo menos ser un poco más amable conmigo, Naty?

—No dije que fuera tu culpa. Dick se fue y la vacante quedó libre —comentó con ironía. —Y soy amable contigo, Jason.

Se formó un silencio, más no era ciertamente incómodo. El pelinegro se quedó unos segundos mirando el perfil de la muchacha que observaba la carretera.

—Gira a la izquierda, nos quedaremos en un hotel de por aquí —le indicó entonces, cambiando su mirada al teléfono entre sus manos, Natalie frunció el ceño, desconfiada de las indicaciones que provenían de su boca. Sin embargo obedeció y aparcó el vehículo en el estacionamiento subterráneo del lugar.

Natalie tomó su bolso y observó con cautela cada movimiento que realizaba el chico mientras le indicaba con una señal de mano que lo siguiera. No estaba segura de continuar acatando las dudosas ordenes del muchacho, pero si Bruce Wayne lo había elegido para ser el compañero de Batman, no había mucho que alegar. Por lo que se mordió la lengua y siguió al pelinegro hasta que se encontraron en recepción.

—Una habitación en el primer piso —pidió el ojiazul, perdiendo cualquier rasgo risueño en su rostro. Natalie cambió su mirada hacia la mujer y luego la regresó a Jason, formando un patrón que le hizo doler la cabeza.

—Dos —aclaró ella, sonriéndole a la mujer. Jason negó con la cabeza.

—Ni de broma, no tenemos tanto dinero. Una habitación —demandó. La mujer lo miró dudosa antes de entregarle las llaves. Jason le dio el dinero sin permitirle establecer una protesta.

Se quedó parada unos segundos antes de seguir al muchacho que continuó sin siquiera darle las gracias a la mujer. Ella tuvo que hacerlo con la cara roja de vergüenza. Caminó a paso rápido para alcanzarlo y tomarlo del brazo.

—¿No tienes modales? —Reprochó molesta. Jason rodó los ojos.

—No tuve tiempo de aprenderlos, muñeca. Tu tampoco fuiste muy amable conmigo que digamos.

Retrocedió cuando él se soltó de su agarre para tomar las llaves y abrir la puerta de la habitación correspondiente. No le quedó de otra que entrar y soltar un suspiro. Estaba cansada por el viaje, y la noche pronto caería. Peor era su estado anímico sabiendo que tendría que compartir habitación con el arrogante de Jason.

—Fuiste adoptado por Bruce Wayne, ¿piensas que te voy a creer que no te dio el suficiente dinero para cubrir los gastos?

El pelinegro dejó su maletín donde guardaba el traje de Robin sobre la cama, para girarse con una expresión cansada en su rostro.

—¿Tendré que repetirte siempre las cosas? Te dije que no tenemos el dinero —acotó, empezando un recorrido por la habitación.

—Dame tu teléfono —pidió sacando el suyo del bolsillo trasero de su pantalón. Jason entrecerró los ojos.

—¿Para qué? —Quiso saber.

Natalie se acercó a él y tomó el teléfono del chico, agendó su número y le regaló una sonrisa irónica antes de tomar sus cosas y encaminarse a la salida. Jason frunció el ceño y la siguió rápidamente, llegando hasta recepcion. Alzó las cejas cuando la chica pidió una segunda habitación.

—No tengo idea de cómo planeas encontrar a Dick, pero llámame cuando lo hayas hecho —declaró dejando dos palmadas en el hombro de Jason. Sacudió sus llaves y caminó por el pasillo para encontrar la puerta con el número que estaba en la llave. Dejando al pelinegro atrás.

Abrió la puerta y soltó un suspiro. Comenzaba a extrañar su viejo y desordenado departamento.

Bufó cuando un mensaje de texto fue anunciado en su teléfono.

Era un número desconocido, y por lo que contenía, eventualmente se trataba de Jason.

"Espero sepas que, si huyes, el rastreador en tu brazo me dará tu ubicación, Naty :)"

—¡¿Tengo un puto rastreador en mi brazo?! —exclamó en sorpresa.

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