Buenas, buenas. ¿De donde y a que hora leen esto?
Tras el ultimo capitulo, donde sabemos que el rey Aerys esta preso, veremos como Harry/Aryan lidia con el desafio de los Darklyn.
Si les gusta, recuerden dejarme su voto y su comentario, porfas.
-X-
Harry IX.
El Valle Oscuro estaba edificado en torno a su puerto. Al norte de la ciudad se alzaban acantilados de caliza; hacia el sur, un cabo rocoso protegía los barcos anclados de las tormentas que llegaban del mar Angosto. El castillo dominaba el puerto; el torreón cuadrado y las enormes torres en forma de tambor se divisaban desde cualquier punto de la ciudad. Las puertas estaban cerradas y atrancadas. A la escasa luz previa al amanecer, los muros de la ciudad desprendían un brillo pálido. En los baluartes, había centinelas y guardias armados.
Cientos de hogueras llenaban el aire con una neblina de humo claro, fuera de los muros del Valle Oscuro. Había cientos de caballos. Enormes máquinas de asedio se distribuían ordenadas sobre la hierba: maganeles, trabuquetes, arietes montados sobre ruedas más altas que un hombre a caballo... Las puntas de acero de las picas tenían un brillo rojo a la luz del sol, como si ya estuvieran cubiertas de sangre, y los pabellones de los caballeros y los señores poblaban la hierba como setas de seda. En el agua, más allá de la bahía, una veintena de ornamentadas galeras de guerra de la Flota Real cerraban el accedo por mar.
«Bueno, Lord Tywin no ha estado ocioso».
Aryan se fijó en los estandartes de los Hayford, los Stokeworth, los Rosby, los Whent, los Velaryon y los Brune, así como en el salmón de los Mooton, el labrador de los Darry y los cangrejos de Celtigar. Eran levas de las Tierras de los Ríos y de las Tierras de la Corona, con una notable excepción... Había un contingente norteño. No vio allí la trucha de los Tully, la rosa de los Tyrell, el ciervo coronado de los Baratheon, o el águila y la media luna de Lord Arryn. Eso le dio que pensar.
«¿Por qué Lord Tywin no los convoco a ellos? ¿Y por qué nos convocó a nosotros?». La respuesta era muy simple, y se resumía a querer darle una lección a Harry, después de atreverse a responderle. Lo contrario no tendría sentido, porque para asediar el Valle Oscuro no resultaba preciso convocar fuerzas mayores a las que había allí, fuerzas que solo las grandes Casas en conjunto podían proporcionar.
El dragón de los Targaryen y el león de los Lannister estaban en todos los sitios donde Harry posaba su vista.
-¿Cuántos hombres hay?-pregunto Brandon, que observaba con cierta fascinación las tiendas de campaña, y no dejaba de voltear hacía su espada, como si no viese la hora de usarla.
Harry medito en silencio.
-¿Cinco mil, o seis mil? No es un gran número pero bastan para la tarea.
Contemplo la comitiva que lo seguía. Bran estaba allí con Ser Martyn Cassel y Lord Wyman Manderly. Alyn llevaba el estandarte de los Stark en lo alto, y un primo de Lord Wyman, hacía lo propio con el estandarte de Puerto Blanco. Habían llegado hacía unas pocas horas, en buques mercantes de los Manderly, y para Harry había sido fácil colarse entre ellos, como si hubiese bajado del Norte con los demás. Lord Tywin no los recibió, sino que dio órdenes de que se presentasen ante su pabellón, desde donde dirigía las operaciones.
Ser Barristan Selmy acudió a su encuentro con una docena de caballeros, para escoltarlos y enseñarles el camino. Estaba allí junto a el Príncipe Lewyn de Dorne, mientras el resto de la Guardia Real permanecía en Desembarco del Rey con la reina Rhaella, el príncipe Rhaegar y el príncipe Viserys. En el trayecto, Brandon no dejo de preguntarle por Maelys el Monstruoso, el Príncipe de Ébano, y todos aquellos hombres con los que había luchado en la Guerra de los Reyes Nuevepeniques. Allí, después de todo, fue donde la leyenda de Barristan el Bravo había nacido.
-Fue allí donde conocí a su abuelo, mis señores-les confeso Ser Barristan, mientras Harry y Bran los escuchaban-. Lord Edwyle había luchado con gran valor durante toda la jornada, estaba muy cansado y aun así, se las arregló para sacar a sus hombres cuando una compañía de arqueros myrienses estuvo a punto de cercarlos-carraspeo-. Más tarde, me salvo la vida. Lamento no haber podido devolverle el favor.
-Pero usted mato a Maelys-recordó Harry-. Y con eso, vengo su muerto. Tiene la gratitud de la Casa Stark y del Norte por ello.
Ser Barristan pareció triste, repentinamente, y no hablo más del tema.
Lord Tywin había erigido su pabellón en lo alto de una colina, a varios cientos de metros de las murallas, desde donde dominaba todo el panorama. Fue allí donde lo encontraron, compartiendo una frasca de cerveza con sus hermanos, Tygett y Kevan. Se le parecían bastantes, iguales de altos y fuertes que él, con el mismo cabello dorado, aunque carecían de una presencia tan imponente.
-Lord Mano-dijo Harry, anunciando su llegada.
Lord Tywin no se levantó, como habría sido apropiado, solo le lanzo una mirada escrutadora.
-Sea bienvenido, Lord Stark-dijo Ser Kevan-. Este de aquí debe ser su hermano.
-Brandon, sí-dijo Harry, con la sombra de una sonrisa en los labios-. Y Lord Wyman Manderly, el Señor de Puerto Blanco.
Lord Manderly, tan cortes como de costumbre, hizo una reverencia. Brandon no dijo nada, aunque se acercó y tomo un vaso, sirviéndose de la cerveza de Lord Tywin como si fuese suya.
«Eso seguro le encanto, Bran». Harry soltó una risita.
-La Mano del Rey nos llama-dijo Harry-. Nosotros acudimos.
-¿Y espera que le dé las gracias, Lord Stark?-replico Tywin-. Solo cumple con las órdenes del rey.
-De la Mano del Rey-corrigió Harry con delicadeza.
-Para efectos prácticos, es lo mismo.
-No sé si todos estemos de acuerdo, Lord Tywin. En mi opinión, la diferencia entre rey y Mano es muy notable... Pero, por supuesto, no estamos aquí para discutir eso. ¿Cómo están las cosas?
Ser Tygett se encogió de hombros.
-El asedio se mantiene. Lord Denys es un chiquillo necio, idiota, tonto...
-Tygett-interrumpió Ser Kevan, en tono afable, más conciliador que cualquiera de sus hermanos. Tygett rodo los ojos y no dijo nada, malhumorado-. Lord Darklyn esta cruzado de brazos en su castillo, mi señor, y nosotros aquí. Si atacamos, nos advirtió, matara al rey. Pero si mata al rey, nada nos impedirá atacar. Sus murallas no resistirán, y su guarnición es insuficiente para oponérsenos.
-¿Me sirves un poco, Bran?-pregunto Harry. Cuando su hermano le entrego la taza, bebió un largo sorbo. Era una cerveza excelente, oscura y bien fermentada, tan espesa que casi se podía masticar-. Estamos en un punto muerto.
-Gracias por señalar lo evidente, Lord Stark.
Harry ignoro a Lord Tywin.
-¿Y rendirlo por hambre?-pregunto Lord Manderly.
-Tal vez-dijo Ser Kevan-. Lo de Lord Denys fue algo imprudente, no premeditado, de manera que no tenía reunidas suficientes provisiones. Pero ya tenemos dos lunas aquí, y su resolución no ha flaqueado.
-¿Resolución?-Lord Tywin sonaba burlón-. Cobardía, digo yo.
-Bien dicho-murmuro Brandon contra su taza.
Un par de escuderos entraron con otro frasco de cerveza y un jarrón de vino.
-Es todo culpa de esa puta myriense que tiene por esposa-escupió Ser Tygett.
-¿Lady Serala?-Brandon alzo la vista.
Kevan asintió.
-Es una bruja-aseguro Tygett, cuyo ceño fruncido le confería un aire tosco y burdo-. Fue ella quien sembró en Darklyn las semillas de esta absurda rebelión. Lo hizo con hechicería.
Lord Tywin bufo, dejando en claro lo que pensaba de aquello, y por una vez, Harry concordó.
Había leído incontables tomos y pergaminos sobre magia valyria, domadores de sombras, brujos de Qarth y maegis orientales. Conocía a los Hijos del Bosque, había visto los cráneos de los dragones Targaryen en la Fortaleza Roja, y hasta había comprobado los extraños hechizos bajo los cimientos del Muro. Era un hecho de que la magia, aun muriendo, estaba muy presente en aquel mundo.
Pero, y Harry estaba muy seguro de ello, Serala de Myr no era una bruja, no adoraba a deidades extrañas, ni practicaba artes ocultas. La despreciaban por una simple razón... Era extranjera. En los Siete Reinos siempre los extranjeros habían sido vistos con profundo desprecio y desconfianza por parte de nobles y plebeyos por igual. Ejemplos sobraban en la historia. Rego Draz, un hábil Consejero de la Moneda para el rey Jaehaerys, que había saneado las finanzas del reino tras las costosas guerras de Maegor, y en consecuencia, los desembarqueños lo mataron a golpes; los Rogare, que si bien no fueron del todo inocentes, ya tenían mala fama incluso antes de la quiebra de su banca; y Lady Serenei de Lys, amante del rey Aegon el Indigno, la última y más odiada de todas las mujeres que pasaron por la cama del soberano.
-Creo que Lord Darklyn es más que capaz de esto sin su señora esposa, Ser Tygett-repuso Harry, tan educadamente como le fue posible-. En mi opinión es muy simple. En otros tiempos, el Valle Oscuro era el más fructífero puerto de Poniente en los Siete Reinos. En sus muelles se veían barcos cargados con sedas, especias, joyas y vidrios llegados de las Islas del Verano, las Ciudades Libres y el Mar de Jade. Pero en los siglos que siguieron a la Conquista, Desembarco del Rey creció más y más hasta que se convirtió en el primer, y único, siendo francos, puerto de la bahía del Aguasnegras-Harry tomo asiento frente a Lord Tywin, dándole una mirada insolente y altiva-. Como dije, es simple. Lord Darklyn quiere recuperar las viejas glorias del pasado, y por ello, solicitaba estatutos especiales para su feudo.
-Es lo mismo que dijo Tywin-Ser Kevan miro a su hermano de reojo.
Tanto Ser Tygett como Lord Tywin lucían hoscos.
-¿Y qué hay de parlamentar con él?-pregunto Lord Manderly.
-He enviado un mensajero con órdenes de entregar al rey sano y salvo-intervino Lord Tywin-. También ordene deponer las armas y entregar la ciudad. Como se esperaba, se negó.
-No imagino porque, mi señor-Harry sonreía cada vez más-. ¿Y el príncipe Rhaegar? Tal vez Lord Darklyn cambie de parecer si el príncipe mismo va con él.
-Su Alteza esta en Desembarco del Rey-respondió Lord Tywin, gélido-. Es quien gobierna en ausencia del rey.
-Para ello hay un Consejo Privado, Lord Tywin-«¿Habla enserio»-. ¿No cree que habría sido más apropiado que Su Alteza estuviese aquí, y usted, allá en Desembarco del Rey?
-Su Alteza no lo considero conveniente-respondió Tygett-. Y ya no sirve de nada negociar. Enviamos otro mensajero, ante la insistencia de la reina y como una cortesía hacía ella, pero los ballesteros de Lord Darklyn le atravesaron la garganta con sus saetas.
-Ordenare que me busquen una buena armadura, entonces-replico Harry con una ligera sonrisa-. Tengo intenciones de negociar yo mismo, si la Mano está de acuerdo.
No tenía tiempo para un asedio.
-Inténtelo si quiere, Stark, pero no ganara nada con ello-bufo Tygett, mientras Ser Kevan componía una expresión de duda.
Lord Tywin parecía dispuesto a negarle aquella petición, pero termino cediendo. «No es que sea una sorpresa, claro-Harry examino a la Mano con ojo crítico-. Soy el Señor de Invernalia, y él, el Señor de Roca Casterly. O sea, así sea como una mera cortesía tenía que darme la oportunidad».
Tiene hasta mañana al alba-advirtió Tywin-, o atacare el castillo, no hay más remedio. Tomare la ciudad por asalto, y pasare a cada hombre, mujer y niño por la espada.
Lord Wyman parecía alarmado.
-Si eso pasa, Lord Darklyn matara al rey Aerys. Usted...
-Si eso pasa-interrumpió Lord Tywin, impertérrito-, tendremos un rey mucho mejor.
Lord Aryan y Lord Wyman intercambiaron miradas. Incluso Brandon dejo de lado su copa para alzar una ceja con cierta impresión. «Vaya, Lord Tywin, casi parece que espera que el rey muera».
No se dijo mucho más después de eso. Los Colmillos de Lobo habían escogido otra colina, aledaña a la de Lord Tywin, para erigir el campamento norteño. Las carpas de Harry y Bran eran las más grandes, de seda azul con plateado. Los altos estandartes ya ondeaban allí cuando llegaron. Lord Manderly se fue después de eso a su carpa, prometiendo reunirse con ellos para la cena.
-Ser Martyn-Harry le hizo una seña para que se acercara-. Busque un estandarte de paz y acuda a las puertas. Informe a Lord Darklyn que quiero hablar con él, cuando se ponga el sol. Podremos hablar frente a las puertas de su ciudad, si eso le hace sentirse seguro.
Ser Martyn parecía alarmado y disgustado.
-Se atrevió a encarcelar al rey, mi señor-le recordó con urgencia-. ¿Qué piensa que le puede hacer a usted?
-No mucho, Ser. Cumpla con mis órdenes, por favor.
Lord Denys era joven, un muchachito menor que Harry. Según lo que sabía, era más valiente que sabio, y por sobretodo, imprudente. Tenía grandes ideas, pero no la cautela ni los medios para llevarlas a cabo. Harry sospechaba que encarcelar al rey no había sido un acto pensado, sino más bien algo surgido en el calor del momento. Si así era, Lord Denys debía estar retorciéndose de los nervios buscando una forma de salir de aquel embrollo en el que solito se había metido.
«Pero no terminara bien para él, incluso si rinde la ciudad». Había encarcelado al rey, lo había despojado de sus regías vestiduras, lo había golpeado e insultado, mantenido en una celda con mínima comida... Hasta había matado a una de las espadas blancas. Tales ofensas constituían la más alta traición, y se castigaban de una sola forma.
Tom y Alyn montaban guardia en la puerta de su carpa. La armadura de Harry ya estaba allí, montando guardia junto a los braseros, color azul celeste, con los accesorios repujados de plata, y el yelmo en forma de lobo huargo, tan terrible que resultaba incomodo verlo. El acero estaba tan pulido que reflejada el fuego como un destello cegador, de manera que Harry movió la armadura lejos.
Ordeno que le preparasen un baño y se lavó del viaje, especialmente el polvo del cabello. El agua estaba más caliente de lo que le habría gustado, pero se lavó con la esponja con fuerza. Salió de la tina de cobre, se secó y se vistió: medias, ropa interior, túnica de seda y jubón acolchado, todo recién lavado y blanqueado. Llamo a Desmond para que le ayudase con la armadura, y mientras le ataban las correas, rechazo la espada y la daga que Jacks le ofrecían.
-No tengo necesidad de armas-les recordó, al tiempo que se abrochaba la capa azul oscuro con broches de zafiros-. Estaremos bajo un estandarte de paz.
Tampoco consintió en llevar Hielo consigo. Era una espada gigantesca, poco practica en la batalla, y aunque el acero valyrio serviría para impresionar a muchos señores, le parecía una niñería.
Había dos guardias fuera del pabellón de Bran. Titubearon al verlo, aunque se arrodillaron de inmediato.
-Lord Stark-dijo uno de ellos. Se llamaba Cayen, pero Bran y Lya lo llamaban Risitas, porque siempre estaba riendo-, ¿lo anunciamos o...?
-Puedo anunciarme yo mismo-Harry alzo una ceja.
Cayen intercambio una mirada con el otro guardia, Will.
-Lord Brandon esta...
Un sonido salió del pabellón. Harry lo reconoció y giro los ojos. «No me sorprende».
-Muévanse-ordeno, y los guardias se pusieron de pie y se apartaron, para darle paso.
Su hermano estaba tan ocupado en pleno acto sexual que no noto su llegada. La mujer estaba debajo de él, gimiendo descontroladamente y arañando la espalda Brandon hasta dejarle arañazos sanguinolentos. Bran le besaba el cuello y murmuraba una sarta de obscenidades.
Harry carraspeo para llamar la atención. Bran se incorporó soltando una maldición y la protesta murió en sus labios cuando vio quien acababa de entrar. La mujer se puso de pie, cubriéndose con su sabana. Era el tipo de chica que a su hermano le gustaban, con el cabello rubio rojizo y la piel blanca, sin macula alguna.
-Siento interrumpirte, hermanito, pero te recuerdo que tenemos cosas que hacer-Harry arrugo el ceño-. No perdiste el tiempo, según veo.
Su hermano no parecía avergonzado.
-¿Qué quieres, Aryan?-pregunto él, y luego miro a la chica que recogía sus ropas-. Tú puedes irte.
La mujer se fue, tapándose como podía con su vestido. Harry reparo en que estaba roto.
-Haz memoria, Bran. Parlamentar con Lord Denys. Y cúbrete, ¿quieres? Sí, así está mejor.
-Ya voy, ya voy-se quejó Bran, que hacía lo que podía por ponerse los calzones.
-Te espero afuera. Lávate. Vístete bien, con el jubón blanco de terciopelo. Usa la cadena de plata. No traigas armas. Se rápido.
Harry salió. Fuera de la tienda, Canuto aguardaba de pie, con los ojos negros como los ónices fijos en el Valle Oscuro, ya listo para que Harry lo montase. Eran diseños del maestre Marwyn, sillas especialmente adaptadas para un lobo huargo, que podían llevar a sus jinetes como si de caballos se tratasen. Con un gesto suyo, Desmond y Rickon ensillaron a Colmillo de Sangre para su hermano.
Bran salió después de un rato. Iba, como le había solicitado, con un espléndido jubón blanco de terciopelo con hilo de oro en los bordes. En su cuello había un pesado collar de eslabones de plata, cada uno con forma de cabeza de lobo. Pero, en contra de lo que Harry le había ordenado, llevaba la espada colgando del cinto, en una vaina enjoyada, y una daga en el costado opuesto.
-¿Estas tonto, hermanito? Vamos bajo bandera de tregua. Deja tu acero en este mismo instante.
Su tono de voz no admitía replica, y Brandon no se atrevió a desobedecer a Lord Stark, si bien rodo los ojos con fastidio. Entrego sus armas a Risitas y Will.
-¿No crees que es tonto? Lord Denys vendrá con su espada, traerá caballeros y tiene ballesteros en las murallas.
-Si Lord Denys hace algo-advirtió Harry-, se lo hare pagar.
Una sonrisa sanguinaria adorno los labios de Brandon. Aquella perspectiva parecía alegrarlo.
-¿Cómo con los Bolton?
Harry lo pensó.
-Solo si te hacen daño a ti. No manchare mis manos de tal forma por nadie más.
Montaron en sus huargos y se dirigieron en dirección al Valle Oscuro, precedidos por Ser Martyn que llevaba el estandarte de paz, desde un espléndido palafrén marrón, y Alyn, con el estandarte de la Casa Stark. En las murallas, los hombres de Lord Darklyn observaban con cautela.
-Bran-llamo Harry-, toca el cuerno para avisar que...
Ni hizo falta. Las puertas del Valle Oscuro se abrieron con un estruendo, tras un instante.
Lord Denys Darklyn era un hombre joven con bucles de cabello castaño y ojos azul cielo. Su piel era pálida, tan blanca como la leche. Al lado de su esposa, parecía un fantasma. Ella tenía la piel tostada y el cabello largo y negro, como el ébano. Sus ojos, dos ónices brillantes, no dejaban a su esposo. Su forma de vestir, típicamente myriense y con mucho encaje, llamaba la atención.
«Ella es Lady Serala». Era una mujer muy guapa... y poco más. Harry no vio en ella ningún signo de frivolidad, no sintió nada mágico, ni parecía intrigante de alguna forma. En cambio, no se aparaba del lado de su señor esposo, a quien miraba con verdadera preocupación.
-Lord Stark.
Harry desmonto. Lord Darklyn observaba a Canuto y Colmillo de Sangre con miedo, y en las murallas, sus ballesteros apuntaban directamente a los huargos. Media docena de caballeros rodeaban a su señor, con espadas enfundadas, pero con las manos en los pomos, listos para desenvainar el acero. Lady Serala, en cambio, parecía fascinada por ellos.
-Lord Darklyn-dijo-, le agradezco que decidiera aceptar mi propuesta. Lady Darklyn, mi señora, es tan hermosa como había escuchado.
-Es muy gentil, mi señor-dijo ella, con un exótico acento myriense.
-Él es mi hermano Brandon-Harry lo señalo-. No está aquí para hablar, sino para escuchar. Es mi heredero, y considero que debe aprender todo cuanto sea posible, por si algo me llegase a suceder. ¿Tiene usted un heredero?
Harry ya conocía la respuesta a esa pregunta, pero quería mostrarse gentil al principio.
-Un hermano también-repuso Lord Darklyn con cierta cautela. Harry se preguntó ociosamente si su palidez era natural, o por el contrario se debía a la situación-. ¿Debería mandarlo a llamar o...?
-Solo si su hermano manda aquí, mi señor.
-Yo mando-afirmo Lord Darklyn, asintiendo repetidas veces como si aquello diese más peso a sus palabras-. ¿Qué desea, Lord Stark?
-Tiene prisionero al rey Aerys, Lord Darklyn. Es necesario que lo libere.
-¿Y se me concederá un perdón y los fueron especiales que solicite?
Brandon resoplo.
-Sabe que eso no es posible.
-Ya tuvimos esta conversación con Tywin Lannister, Lord Stark-dijo Lady Serala, más firme y valiente que su propio esposo-. Entrego muchas órdenes pero hizo pocas concesiones. ¿No le parece injusto?
-No me corresponde a mi determinar que es justo o no, mi señores-replico Harry con desdén-. Pero, ya que me pregunta, encuentro algo injusto que un señor falte a sus obligaciones tributarias con su soberano, y encima, se atreva a mantenerlo como prisionero.
-Si escucha mi propuesta, Lord Stark, tal vez...
-No escuchare nada, Lord Darklyn. Por favor, no se confunda. No estoy aquí para negociar absolutamente nada, sino para exigir la liberación del rey. Sí, Lady Serala, más ordenes, ninguna concesión. La ley es la ley. Tiene que saber, mi señor, que usted será ejecutado. No, no nos engañemos; esa es la única forma en que se puede pagar por su crimen. Pero, siempre y cuando usted sea prudente, nada malo tiene que pasarle a su Casa. ¿Dijo que su hermano es su heredero? Mientras él pague los impuestos adeudados al Trono de Hierro, la Casa Darklyn será bienvenida una vez más en la paz del rey y en la justicia del rey.
Lord Darklyn retrocedió instintivamente. Como Harry había supuesto, aquello no era más que una imprudencia suya que ahora no sabía cómo manejar. Y quizá por eso, cuando su esposa susurro algo al oído, asintió con nueva resolución y encaro a Harry.
-Me temo que debo negarme, Lord Stark.
Harry miraba con curiosidad a Lady Serala. La mujer no tenía que ser una bruja, pero quizá si tenía gran influencia en la toma de decisiones de su señor esposo.
-Si se niega-advirtió Bran-, Lord Tywin atacara la ciudad.
-Y yo ejecutare al rey-replico Darklyn, más envalentonado que momentos antes.
En aquella ocasión fue Harry quien resoplo.
-Esto no tiene sentido, mi señor. Si ejecuta al rey, usted morirá. Si nos lo entrega, usted morirá. Como sea, usted muere. Pero en una de esas opciones su familia sobrevive. ¿O es que acaso no lo ve? Evitemos un derramamiento de sangre innecesario. Por favor, abra las puertas y perdonaremos la vida de todos sus hombres. En cuanto a su esposa, como bien sabe no es ni un poquito apreciada y la mayoría la culpa a ella, pero yo la protegeré. Le daré paso franco de regreso a Myr, en un barco del Norte, protegida por mis propios soldados.
Aunque Harry había afirmado que no estaba allí para hacer concesiones, era justamente lo que estaba haciendo.
-¿Habla enserio, Stark?-Lord Darklyn alzo una ceja, como si considerase su propuesta.
-Muy enserio, mi señor. Lo juro por mi honor.
«¿Y quién dudaría del honor de un Stark?»
Lord Darklyn, sin embargo, dudo.
-Serala se va... Y yo también. Nos dará paso franco a ambos y dejare en libertad al rey.
-No-replico Harry al instante-. La oferta es solo para su señora esposa, no para ambos.
-Si usted insiste en no negociar conmigo...
-Por favor-gruño Brandon, acercándose con su huargo. Lord Denys retrocedió instintivamente. Sus caballeros se adelantaron, aunque aún sin desenfundar el acero-. Ríndase.
-Retrocede, Brandon-ordeno Harry con voz de piedra. No quitaba los ojos de las ballestas, ni de las espadas de los caballeros.
«Odiaría tener que revelar mi magia-admitió Harry, sintiéndose aliviado al ver que su hermanito obedecía-, pero si es por salvar a Bran, lo haré».
Lady Serala carraspeo.
-No hay necesidad de llegar a la violencia.
-En eso concordamos, mi señor-replico Harry-. Pero dudo que Lord Tywin opine lo mismo.
Lord Denys se retorció los dedos.
-Lord Tywin...-titubeo-, él desistirá. Lleva dos lunas aquí afuera, Lord Stark. Y pronto se cansara. Creo que prefiero esperar y negociar cuando todo me sea más favorable.
«Buena suerte con eso». Lord Tywin Lannister era un hombre que había dado mucho de qué hablar en los Siete Reinos, y era especialmente conocido por su paciencia. Si tal era su deseo, aguardaría fuera de las murallas del Valle Oscuro todo el verano, y el invierno, hasta que llegase nuevamente el verano.
-Resistir es inútil, mi señor. Tiene que... ¿Quinientos hombres? ¿La mitad? Fuera de sus murallas, como sin duda ya habrá visto, hay veinte veces esa cantidad.
-Eso requiere de veinte veces más comida-intervino Lady Serala, aunque había cierta incertidumbre en sus ojos.
-Imagino que lo dice por experiencia. ¿Cómo están sus despensas? No solo tienen que alimentar a la guarnición, sino también a toda la ciudad. Pronto, no habrá suficiente para todos y empezaran a pelear por los restos. Se acerca el invierno, mi señor, es tiempo de acabar con la pantomima.
Lord Darklyn se negó y se retiró al Valle Oscuro con Lady Serala, y Harry y Bran regresaron a sus pabellones. Lord Tywin acudió a su encuentro, flaqueado por sus hermanos. Los tres iban a lomos de sus caballos, con sus armaduras de batalla, como si ya se preparasen para el ataque.
-Fracaso, Stark-dijo Tywin
-Usted me dio hasta el alba-le recordó Harry con acidez-. El sol apenas se está poniendo.
-¿Y qué propone?-pregunto Ser Kevan.
-Liberare al rey esta noche-sentenció Harry.
Ceno aquella misma noche con Lord Manderly y con Brandon. Entre los caballeros de Puerto Blanco habían llegado también bardos, bufones, cómicos y cantantes, así que tuvieron una comida muy entretenida. Los sirvientes se encargaron de llevarles abundante comida y cerveza norteña hasta saciarse. Harry comió poco y bebió menos. Necesitaba tener la mente despejada aquella noche.
Lord Wyman Manderly, sin embargo, se encargó de comer y beber por ambos. Siempre resultaba un espectáculo grotesco ver al Señor de Puerto Blanco comer, especialmente si se trataba de salchichas anguilas o empanadas de lamprea... Pero, aun así, era un hombre bueno y leal. Harry lo apreciaba lo suficiente como para aguantar sus modales en la mesa.
Ordeno que enviasen a los huargos trozos selectos de carne. Después, se retiró y dio órdenes de no ser molestado. Fuera, había empezado a llover, y el Valle Oscuro aguardaba entre la penumbra.
Había llegado el momento.
Harry saco la Capa de Invisibilidad de su baúl, donde múltiples hechizos la mantenían segura, y se la puso. Tomo la Varita de Sauco. Solo entonces emprendió el largo camino hasta el Valle Oscuro, colándose entre sus guardias con suma facilidad.
En las murallas había braseros encendidos y soldados, pero la lluvia y la oscuridad les jugaron en contra porque ni siquiera advirtieron los sonidos de los pasos de Harry. Para entrar a la ciudad no uso las grandes puertas de roble, aquellas por las que salió Lord Darklyn y Lady Serala, cuando hablo con ambos, sino una sencilla y ajustada poterna.
-Alohomora.
La poterna se abrió. El caballero que montaba guarda del otro extremo jamás lo vio llegar. Con un simple «Desmaius» se desplomo y entonces Harry entro al Valle Oscuro.
Era una ciudad antigua. Había sido ampliada multitud de veces, como atestiguaban los múltiples estilos constructivos. Su savia vital era el puerto, y tenía sentido cuando se examinaba bien, pues todo había crecido en torno de el: las casas, los almacenes, el septo, las posadas y los comercios. Fuerte Pardo, el castillo de la Casa Darklyn, se alzaba sobre una colina, dominándolo todo a su alcance.
Como era de noche y estaba lloviendo, las calles estaban vacías y a oscuras. Llegar a Fuerte Pardo no le tomo mucho, ni tampoco supuso mucho esfuerzo colarse dentro. «Por supuesto-pensó Harry, risueño-, nadie espera que un mago invisible se cuele en el castillo».
El rey estaba encerrado en las mazmorras, en lo más profundo del castillo. Primero se encargó de los carceleros y de todos los guardias. Sin duda debieron estar confundidos cuando destellos de luces rojos, verdes, morados y blancos surgieron de la nada e impactaron contra ellos. Se desplomaron con ruidos sordos. Levito cada cuerpo dentro de la primera celda a su derecha, la cual estaba a oscuras, de manera tal que si alguien entraba, no los vería de inmediato.
Harry cruzo el largo pasillo de ladrillos rojos, iluminado con antorchas intermitentes. Había celdas a cada lado, aunque todas estaban vacías... Excepto la del final.
La celda del rey estaba a oscuras. No había ventanas. Apenas una escasa luz de las antorchas llegaba allí. Olía a excremento y orina. El suelo estaba lleno de paja sucia. La figura de Aerys era un amasijo envuelto en telas. Su cabello estaba largo y sucia, pero aun así brillaba. Dormía, aunque se sacudía entre sueños, murmurando maldiciones y de vez en cuando hacía movimientos bruscos.
-¡Desmaius!
El rey no se movió más. Harry lo prefería así. Lo último que necesitaba era que Aerys viese su magia.
Entro a la celda, frunciendo el ceño por el olor, y cargo al rey sobre su hombro, como si se tratase de un costal de papas. Afortunadamente, no pesaba demasiado. Tres lunas en cautiverio le habían pasado factura, y Aerys Targaryen estaba tan delgado como una ramita, con la piel colgando de sus huesos.
-¡Lumus!
Ilumino el rostro del soberano. Por lo visto, tanto tiempo en la celda no solo habían afectado el peso del rey, sino también su rostro. El cabello lo tenía sucio y enmarañado, quebradizo como ramas de paja. Jamás había tenido un rostro devastadoramente hermoso, pero en aquel momento lucía enfermizo: ojos hundidos, piel cerosa y pálida como la leche, labios resecos, la nariz torcida, como si se le hubiese quebrado.
Murmuro un «Nox» para apagar su varita mágica y salió de la celda. Estaba ya al final del pasillo cuando la puerta se abrió. Harry se agazapo contra la pared, mientras tres hombres entraban, con la librea de Darklyn en sus pechos.
-¿Dónde están los guardias?-inquirió uno de ellos.
En cuanto entraron a las mazmorras, Harry aprovecho para salir de allí. Doblaba la esquina del salón cuando dieron la alarma.
-El rey...-dijo una voz queda, gansosa-. ¡El rey no está, escapo! ¡Suenen las alarmas!
-¡Avisen a Lord Darklyn!
Harry no se quedó para esperar. Salió del castillo tan fácilmente como había entrado, mientras caballeros y sirvientes gritaban por los pasillos y patios. Fuera, se había corrido la voz en un instante.
La lluvia había disminuido. En las murallas y torres de la ciudad, los caballeros se apresuraban a bajar con espadas y arcos.
Harry maldijo. Con la Varita de Sauco en mano arrojo un brillante chorro de luz azulada contra el cielo. Por un instante no pasó nada... Luego un potente trueno, y un relámpago, que ilumino la ciudad por un segundo. Y al final cayó un rayo, tan potente como el que más, directo en el techo de Fuerte Pardo. Una llama se encendió al instante y se rego por todo el tejado, como si estuviese hecho de paja.
-¡Fuego!-chillo una mujer-. ¡Fuego!
Se extendía rápido. Llovía, sí, pero no lo suficientemente rápido ni lo suficientemente fuerte como para apagar el fuego.
-¡No se queden allí parados!-rugió un caballero anciano, cuyo rostro estaba empapado por la lluvia-. ¡Ayuden a llevar los carros con agua!
-Pero-discutió uno de ellos-, el rey...
-¡Deprisa!
En medio del caos que provoco aquel incendio, Harry escapo de la ciudad. El rey iba firmemente sujeto en su hombro, murmurando incoherencias pero tan inconsciente antes.
Cuando regreso, Ser Kevan y Ser Tygett lo miraban boquiabiertos. Brandon se carcajeaba, sus ojos brillantes mientras contemplaba las llamas sobre Fuerte Pardo. Había una especie de excitación en él, una que le nacía por contemplar la muerte de la misma forma que por follar con alguna mujer de las casas de placer.
-¡Señores, les traigo al rey!-anuncio Harry, con una voz que indicaba que aquello había sido sumamente fácil.
Ser Barristan Selmy y el Príncipe Lewyn Martell acudieron en su auxilio inmediatamente. Entre los dos, tomaron al rey y lo colocaron en el suelo, sobre una cobija de lana fina.
Pero fue Lord Tywin quien verdaderamente complació a Harry. Su rostro no reflejaba nada... excepto sus ojos. Harry había aprendido a leer bien a las personas, de manera que no le fue difícil advertir el desdén, respeto y aprobación en el rostro del León de Lannister.
Canuto aulló, y luego Colmillo de Sangre. La noche se llenó con el sonido de los lobos y del fuego.
-X-
¿Qué les pareció? ¿Quejas, sugerencias, dudas? Siéntanse libres de hacerlas. En el canon, el rey Aerys le concede un deseo a Ser Barristan por salvarlo, y el lo usa para salvar a Dontos Hollard.¿Qué creen que pida Harry/Aryan?
Es todo. Recuerden votar si les gusto.
Zar de Tor.