Martin seguía estando reticente, como si caminase sobre cristal cada vez que se encontraba con Juanjo. Con suerte compartían alguna sonrisa, siempre iniciadas por el mayor, o se preguntaban por sus días, pero nunca llegaba a ser una conversación de más de tres frases. Aún así, Juanjo estaba contento por el progreso.
La semana sin hablarse había sido, sin lugar a dudas, la peor que había pasado desde que Martin se mudó.
De nuevo, lo que no consiguiesen sus amigos no lo conseguiría nadie, y habían vuelto a hacer que Martin fuese -algo- simpático con él. Los encuentros se habían frenado también o, si seguían pasando, Juanjo no tenía constancia porque no se había encontrado con nadie más.
–¿Qué haces?– Se sentó al lado del vasco, que usaba su portátil en el sofá. Martin se encogió de hombros.
–Estudio.– Murmuró. Después de unos minutos de silencio, en los que Juanjo no se había levantado, le miró con una ceja levantada.– ¿Y tú?– Juanjo sonrió.
–Estoy esperando a Bea, que nos vamos a merendar.– Martin asintió varias veces y devolvió su atención a la pantalla del ordenador.
Bea llevaba unos días bastante pesada. Desde la cena que compartieron en el piso. Juanjo era consciente de que se quedó sin decirles todo lo que tenía pensado, pero no entendía la insistencia de su amiga. Ahora que la situación con su compañero de piso estaba mejor, sus hipótesis y el tiempo que había pasado planteándose si de verdad Martin le provocaba disgusto habían pasado a un segundo plano. Se había dado cuenta de que, por mucho que intentase evitarlo, cuando decidía ser simpático, Martin le caía bien. No estaba totalmente seguro de que no era homófobo, pero lo único que quería era una convivencia tranquila, y lo que tenían ahora era más que suficiente; aunque en ese instante podía ver a Martin mirándolo por el rabillo del ojo, consciente de que su presencia le estaba molestando un poco.
–¿Sabes cuándo va a venir Bea?– Juanjo tuvo que reprimir una sonrisa. Negó.
–Estará viniendo.– Otra pausa.– ¿Tú qué vas a hacer hoy?– Martin acabó por rendirse y cerró el ordenador, girándose para poder mirarlo a los ojos.
–Apuntes.– El mayor rodó los ojos.
–¿Nada de kalimotxos?
–Nada de kalimotxos.– Negó divertido.
–Sinceramente, no te hacía de salir tanto de fiesta.– Sabía que estaba dejándose adentrar en terreno pantanoso, pero habían pasado más de una semana sin hablar y le apetecía tener una conversación con alguien que no fuese su madre o Álvaro y Bea. Aparte, a Bea aún le quedaban quince minutos para llegar, y él se aburría. Y, siendo sincero, tampoco había pensado mucho al abrir la boca.
Martin se encogió de hombros.
–No suelo.– Juanjo soltó una carcajada sobreactuada.
–Venga ya.
–Te lo juro.– El vasco arrugó la nariz y conectó sus miradas, una chispa en ella intentando decirle a Juanjo algo que no entendía.– Mis razones he tenido.
–¿Para salir?– Asintió.– Dímelas.– Murmuró con tono burlón. Martin miró para otro lado, negando.– Vamos, no puedes ser tan misterioso. Qué pasa, ¿estabas enamorado de algún camarero?– Martin rio, aún sacudiendo la cabeza.– Pues de la hermana de Ruslana.– Lo miró con incredulidad.– Venga, dime. Algún cotilleo. Y te juro que te dejo en paz.
Se miraron a los ojos, Juanjo convencido de que iba a abrir la boca para contarle cualquier cosa. Incluso una mentira le habría servido. Sólo quería un poco de entretenimiento. Martin se acercó a él, como si fuese a contarle un secreto. El mayor se quedó estático, pensando en que si se movía un poco podría espantarlo.
–No.– Le susurró a centímetros de su cara. Juanjo abrió la boca, alcanzando el primer cojín del sofá y dándole en el brazo.
El móvil de Juanjo sonó antes de que Martin pudiese contraatacar. El mayor levantando los brazos pidiendo tiempo muerto y el nombre de Bea brillando en la pantalla.
–Salvado por la campana.– Lo señaló mientras se levantaba. El otro se limitó a sonreírle, negar con la cabeza y volver a coger su portátil.
Juanjo no se dio cuenta de que sonreía hasta que Bea lo miró interrogante al encontrarse en su portal. Él sólo negó y borró su sonrisa al instante.
Fueron a una cafetería que quedaba a cinco minutos del piso de Juanjo y que solían frecuentar en época de exámenes. Era un sitio muy pequeño pero que, gracias a la ubicación algo alejada, no solía estar lleno. Se sentaron en la primera mesa libre que encontraron, Juanjo sintiendo que su amiga era más cautelosa de lo normal; cuidando demasiado sus palabras, como si le hablase a un niño pequeño.
–Tía, ¿estás enfadada o algo?– La interrumpió mientras le contaba algo sobre Álvaro en la residencia, de lo que sólo se había quedado con que él y Paul estaban pensando en pedir un cambio de planta por alguna razón. Bea frunció el ceño, negando.– Te noto seria.
–Es por lo que quería decirte, es serio.
–Pero, ¿no tiene nada que ver con lo que os conté el otro día?– Ella asintió.
–Pedimos y te digo. Que nosotros escuchamos tus hipótesis pero tú no la nuestra.
Volvió el tic nervioso de su pierna mientras veía que Bea hacía todo lo posible para entretenerlo con otros temas hasta que llegase la comida. Ya le había contado lo de Álvaro y Paul queriendo cambiar de planta de la residencia dos veces. También le había contado el día de su novia. Juanjo estaba desesperado. No entendía por qué no podía decirle lo que estaba pensando ya, quitárselo de encima. Pero cuando la interrumpía casi en una súplica su amiga se negaba, diciéndole que tenía que tener tacto para evitar que se enfadase, y que, para eso, era preferible tener comida de por medio.
Cuando la camarera dejó sobre la mesa sus sándwiches y sus cafés quiso dar volteretas.
–Venga, habla ya que estoy en ascuas.– Demandó. Bea le sonrió.
–No te lo tomes muy en serio. Es algo que Álvaro y yo hemos hablado varias veces pero el otro día lo confirmamos.
–¿Álvaro también está metido?– Asintió.
–Se lo dije yo primero, pero es un poco imposible no verlo.
–Bueno vale, ilumíname.
–Te gusta Martin.– Juanjo estuvo a nada de atragantarse con su café al ser incapaz de reprimir una carcajada.
–Madre mía, ¿qué lleva tu sándwich?
–Juanjo, escúchame primero. Nosotros te escuchamos.– Decidió callarse, poniendo los ojos en blanco.– Piénsalo. Todo lo que te molesta viene a raíz de haberlo visto con chicos. De ser consciente de que él está con otra gente. Ni tazas ni mierdas, cuando supe que todo eran excusas, me di cuenta de que lo que te pasaba eran celos.
–Estás muy mal.– Volvió a sonreírle, aún incrédulo. Esperando que en cualquier momento le dijera que todo era una broma.
–¡Piénsalo! Ya no ha llevado a más chicos a casa, y, ¡sorpresa! Volvéis a estar bien. Los días que te levantabas con un pavo en la cocina no se te podía ni hablar, Juanjo. Y el otro día las miraditas..., una no es tonta.
–Mira se te va.– Intentó ponerle humor al asunto, pero le era imposible cuando no veía que lo que decía su amiga tuviese ni pizca de sentido.– Os he dicho que soy hetero, cien mil veces. Martin no me gusta, ¿cómo me va a gustar? Nos llevamos bien, es majo cuando quiere, es bastante atento pero ya está. Lo de los chicos me molestaba porque no quería que..., no lo sé. No sé por qué me molestaba pero no eran celos. Lo de la taza fue una vez, luego me molestaban porque eran hombres, yo creo. Seré misándrico antes que gay, digo yo.
–Juanjo-
–Aparte, si se hubiese llevado a chicas yo creo que no me habría molestado.
–Amor, te habría molestado igual. A lo mejor crees que no porque no estás acostumbrado a verlo así, no te lo imaginas liándose con una chica.
–No me lo imagino de ninguna manera, Bea.– La frustración empezó a apoderarse de su voz.– Sois muy pesados. No me gusta y ya está.
–Tú piénsalo, de verdad. No es tan disparatado.
–No, qué va.– Le replicó con sarcasmo.– Vamos a dejar el temita, tanto que os molestaba que hablase de él ahora no os lo sacáis de la boca.
Bea no volvió a mencionar a Martin. Y Juanjo hizo un esfuerzo sobrenatural para tampoco hacerlo cuando un chico entró a la cafetería llevando un jersey que sabía que el vasco tenía igual. No sabía por qué su cabeza había decidido que era buena idea guardar esa información, pero ahí estaba, y ahora le era imposible no pensar en lo que le había dicho su amiga. Era imposible. Martin no provocaba nada en él más allá del querer tener una amistad. Del querer que exista buena convivencia. Al fin y al cabo lo único que les unía es compartir un piso.
Martin siguió siendo el protagonista de sus pensamientos hasta que regresó a casa. Hasta que Juanjo supo que al abrir la puerta, iba a estar al otro lado porque ya lo escuchaba hablar en voz alta. Era una sensación agradable ahora que podían volver a tratarse como personas civilizadas. Pero quería creer que si estaba algo más contento de la cuenta por volver a casa, era porque ahora tenían mejor relación. No se iban a tirar nada a la cabeza como habrían hecho una semana atrás.
Juanjo giró la llave y antes de abrir la puerta escuchó a Martin encerrarse en su habitación. Frunció el ceño. Seguía escuchándolo hablar, pero supuso que sería una conversación por teléfono si no podía distinguir una segunda voz.
–..., y que borres las putas fotos. Nada te da el derecho a tenerlas ahí. Somos amigos..., joder pero los amigos no hacen esa mierda.– Sonaba enfadado. Y también pudo apreciar que su acento se hacía más evidente cuando elevaba el tono de voz, cuando parecía molesto. Era la primera vez desde que se mudó que estaba agradeciendo el grosor inexistente de las paredes.– Pues las borras y ya. ¿De qué te sirve? Sabes que pasa de ti. ¡Es la verdad! ¿Qué quieres que te diga? Yo soy consciente de que si nos liamos fue para darle celos, vale, no ha funcionado, lo siento, pero que vea una puta foto en tu historia no va a cambiar nada.– Una pausa. Casi podía ver a Martin dando vueltas por su habitación, pasándose la mano por el pelo y bufando sin parar.– Pues que te den. No la borres si no te sale de la polla. Imbécil.– Pudo intuir un golpe, un suspiro, y la puerta de Martin abriéndose revelándolo tal y como el mayor se lo imaginaba: el pelo alborotado, una expresión de disgusto y los ojos llorosos. Se miraron por un momento, Juanjo sin saber muy bien qué decir.
–¿Estás bien?– El otro rio de forma amarga.
–Un puto tío con el que voy a la uni, nos liamos en una fiesta para darle celos a su novia. Lo traje aquí y me hizo una foto durmiendo. La ha subido para que ella la vea y no la quiere borrar.– Suspiró exasperado.– No sé qué mierda hacer, denunciarle la historia, decirle a su ex que es un puto tonto o mandarlo a la mierda. Aunque esa a lo mejor ya la he hecho.
–Resube la historia y pon que es un salido de mierda. Que la foto la sacó sin permiso y que ha sido el peor polvo del año. Te va a dar vergüenza subirla, pero te vas a asegurar de que no folle por un tiempo; y también de que no recupere a su ex.– Martin le sonrió, abalanzándose sobre él en cuestión de segundos para darle un abrazo.
–Gracias.– Juanjo se separó incómodo. Notando la sangre en sus mejillas y llevando una de sus manos a ellas para intentar esconderlo.– ¿Tú qué tal? Con Bea.
El mayor se quedó callado, mirándolo a los ojos y pensando en todo lo que le había dicho su amiga. Solo había una forma de descubrir su teoría. Una hipótesis no se podía confirmar hasta la práctica.
Sus ojos recorrieron la cara de Martin, desde su expresión confundida hasta sus labios, y fue él, al darse cuenta de que no estaban tan separados tras el abrazo, quien los unió cogiendo al vasco por la nuca. Fue un roce momentáneo. Apenas le dio tiempo a cerrar los ojos, a saborearlo o descubrir cómo olía; pero duró lo suficiente como para saber que sus amigos, como siempre, tenían razón.
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más largo de lo normal pero no podía cortarlo!!
tened buena semana sois las mejores! gracias por leer y comentar, no actualizaré tan seguido hasta que acabe con exámenes:(
muchos besoss