So long ago, the days when we first met
Two years have passed, so much has changed around us
In my life, you are a ray of light
Tonight if I should die hold my heart within your eyes
I still recall your face from so long ago
Two voices spoke of hope from a distant place
And still this day your eyes flow like the sea
When you are lost I will be there waiting for you
Unas merecidas vacaciones estaban tomando las Lancaster, sin problemas de disqueras, ni dramas, ni problemas, y todo había sido idea de Astrid para que pudieran descansar y quería que pasaran más tiempo juntas después de todo el problema que había causado Stephen Chapel entre ellas dos.
Fernanda había puesto eso de lado al saber que todo fue por culpa de que Stephen acosaba a Astrid y ella fue muy tonta en no haberse dado cuenta de eso, de se sentía pésima al haber dejado a Astrid sola lidiar con eso, ella debió de haberla protegido.
La gótica había elegido un lugar que sabía que le gustaría a su esposa, un crucero por todo el mar Báltico, zarpando de Inglaterra para así hacer su ruta hacia primero Dinamarca, más precisamente Copenhague, de ahí ir a Suecia a lo que sería Edimburgo, para de ahí seguir con el barco hacia Helsinki Finlandia, para pasar por Talín Estonia y de ahí regresar hacia Noruega que irían a Oslo.
De igual manera esas dos semanas y media que estarían viajando Annie se quedaría con sus abuelos Lowllet, quienes estaban muy felices de ir a Nueva York y cuidar a su nieta, adoraban pasar tiempo con ella y verla crecer.
Estaban bajando ya del avión en Londres, había sido un viaje de casi diez horas y estaban un poco cansada, y había previsto eso esta Astrid habiendo llegado un día antes de que zarpara el barco, para que pudieran descansar y tomar un café en Londres.
—Pensé que iba a ser menos agotador el viaje —decía Fernanda.
Iban caminando hacia el carrusel para recoger sus dos maletas, una para ella y la otra de Astrid, más sus maletas pequeñas y objetos personales.
Astrid le había prohibido rotundamente a Fernanda llevarse su laptop al viaje, no la quería metida en el trabajo, era para que descansara por ende en su la backpack de Fernanda traía sólo unos libros, un cuaderno para escribir y algunas cosas personales.
—Pues en parte si fue un poco cansado princesita, pero hay que verlo de esta manera, mañana ya estaremos descansando cómo nos merecemos —decía la gótica mientras esperaban sus maletas.
Dos días después.
Estaban ya abordo del crucero, la gótica había elegido la mejor, un camarote suite con balcón, sala de juegos e incluso una cocineta que claramente no pensaban usar, disfrutarían todo al cien.
Al entrar al cuarto dejaban sus maletas y Astrid abría la puerta del balcón para dejar entrar la brisa del Southampton, el puerto más famoso de todo Londres. Estaba previsto que el crucero zarpara a las doce del día para llegar a Dinamarca un día y medio después.
—Hasta ahorita todo está yendo excelente, ayer me la pase genial en el pequeño café que fuimos —decía Astrid, quien se había quitado sus tenis se acostaba en la cama mientras Fernanda estaba arreglando las cosas de ambas en los cajones.
—Fue genial amor de verdad me la estoy pasando muy bien contigo en este viaje —sonreía Fer
—Ese era el punto, necesitábamos desestresarnos de todo —reía la gótica.
Se levantaba de la cama para ayudar a Fernanda de acomodar las cosas.
A las doce en punto, unos cuantos minutos después estaban ya en la cubierta del barco tomadas de la mano viendo como zarpaban, se habían cambiado de ropa, poniéndose algo más cómodo.
Astrid un vestido de lino negro con un pequeño escote y unas sandalias negras que se amarraban a su pierna, mientras que Fernanda sólo se había puesto unas bermudas, con una playera de Cephalic Carnage sin mangas y sus tenis Vans negros.
Estaban viendo hacia el horizonte mientras el barco iba avanzando, con Astrid pegada al barandal mientras Fernanda la abrazaba por atrás, estaban muy contentas, sintiendo cómo el viento rozaba sus caras y hacía bailar su cabello.
—Perdóname Astrid.
La voz de Fernanda era silenciosa al hablar, apenas un susurro en el oído de la gótica.
Ella se volteaba para ver a la bajista a los ojos.
—¿Perdonarte de qué? —preguntaba la pelirrosa.
—Fui una estúpida con lo de Stephen, pensé cosas que no debí y te puse en duda —suspiraba Fer.
—No tengo nada que disculpar Fer, entiendo que de cierta manera yo también actué incorrectamente al no esclarecerte las cosas, pero como te dije, el no me hacía sentir nada ni lo hará, a la única que amo es a ti.
Besaba la nariz de su esposa de manera tierna sonriendo haciendo sonrojar a la músico.
—Te debí de haber protegido de ese imbécil, saber que casi se propasa contigo hace que quiera mandarlo matar.
La furia era latente en la pelinegra, se notaba en sus ojos y su tono tan golpeado, lo peor de todo es que Astrid sabía que lo podría hacer, a pesar de que con ayuda de Jenny habían metido a la cárcel al sujeto.
—No quiero que hagas nada de eso, sólo olvídalo y déjalo en el pasado. Esto nos mostró que nadie va a poder con nosotros jamás —la jalaba hacia ella para besarla lentamente.
Fer la pegaba a su cuerpo y continuaba con el beso, amaba por sobre todas las cosas a su esposa, estaba felizmente casada y a tres años de cumplir diez casadas.
—Te amo Astrid.
—Y yo a ti princesita.
El día que era de crucero para llegar a Copenhague habían estado en la alberca y después caminando por todo el barco platicando, haciéndolas recordar cuando estaban en la universidad que hacían eso en los parques o centros comerciales.
Astrid tenía años sin ver a Fer tan tranquila y feliz, de cierta manera ella sabía que la música la apasionaba, pero al hacerla su trabajo entendía que muchas veces no era divertido para ella, porque le pasaba de la misma manera con el dibujo.
Al llegar a Copenhague ya tenían su itinerario, su primera parada iba a ser en la famosa estatua de la sirenita, era un sitio que no podían dejar pasar y que ambas querían ver.
Estaba un poco lleno cuando llegaban y había una que otra fila para poder ver la gran estatua, pero tenían paciencia para poder hacerlo.
Al estar enfrente de ella Fer sonreía.
—Espero alguna vez hacer algo tan magnifico cómo esto —decía la bajista.
—¿A qué te refieres amor? —preguntaba la gótica.
—Una obra de arte tan bella y magnifica como esta —, Fer volteaba a ver a su esposa. —Se qué lo lograré más que nada porque tú siempre serás mi inspiración.
Esa frase hacía que la dibujante se derritiera de amor por su esposa, si algo sabía ella es que en este mundo no había persona más amada que ella, bueno, si uno, Fernanda, ya que sabía que ambas se amaban sin miedo alguno, eran la una para la otra y jamás se pensaban separar.
—Tu eres una diosa amor, tu lograrás muchas cosas y lo sabes —entrelazaba sus dedos a los de ella para seguir avanzando.
Con ello continuaban hacia su siguiente parada, que sería la iglesia de San Albano y era más que obvio el por qué al tener una arquitectura gótica la dibujante moría por verla.
Tomaban un Uber para dirigirse a la misma y las tomaban de la mano en el auto, mientras veían por las ventanas lo hermoso que aquel sitio era tranquilo y más comparado con Nueva York, pero aparte no se veía contaminado, era bello.
Al llegar bajaban y caminaban hacia la iglesia la cual las dejaba boquiabiertas.
Teniendo una torre alta muy al estilo a las iglesias inglesas, con grandes ventanales y una fachada gris mientras que todo alrededor de ella era verde, un jardín muy bien cuidado.
Cuando ingresaban veían el techo dejándolas maravilladas, parecía un antiguo barco vikingo, mientras que el mármol que adornaba la pared era blanco y pulcro, con un gran altar al final y unos vitrales hermosos.
—Esto es simplemente precioso —decía la gótica quien sacaba de su mochila un cuaderno y lápices.
Fer alzaba la ceja con una sonrisa y sabía que quería hacer su amada, iba a hacer un boceto.
Se sentaban en silencio mientras la gótica continuaba con el dibujo, y Fernanda la veía con una amplia sonrisa en sus labios, estaba contenta de poder disfrutar estos momentos con su amada esposa, y analizaba todo, viendo cuanto habían avanzado desde aquella primera vez que se hablaron en la universidad.
Ya no eran las niñas de antes, eran mujeres hechas y derechas y con un gran futuro trazado.
Astrid veía que Fernanda la observaba y se sonrojaba.
—¿Qué pasa cariño?
—Nada reina, sólo estoy feliz de tener a la mujer más maravillosa del mundo a mi lado, gracias.
Astrid no podía para de sonreír de manera bobalicona, de verdad que amaba a Fernanda.