Memorias del instituto

By SamLuciferina

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¡Bienvenid@ al X, el dormitorio más prendido de toda la prepa! Memorias del Instituto es un flashback al cont... More

Somos jóvenes
Primer día de clases
Las del A
La encrucijada
Miss Preparatoria 2012
Amor, Amor
Un día cualquiera
Decisiones
La del Z
Acciones desesperadas
Acciones desesperadas part. 2
El Libro de las Tinieblas
El Libro de las Tinieblas part.2
Habemus Regina
La caída del A
El final del camino

Amigas, rivales... ¿O qué?

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By SamLuciferina

El jueves era el día favorito de la mayoría de las alumnas, un día dedicado sólo a los talleres extracurriculares. Desde el momento de las inscripciones, Selene supo que quería unirse al taller de Agricultura, pero repentinamente cambió de opinión y quería tomar el de Lectura, en la biblioteca, de pronto creyó que nada podía ser mejor que el olor a libros, café, y un día entero leyendo clásicos de la literatura con las cerebrito del colegio... Claro, sólo porque el taller era impartido por Leonor Encinos. Sólo había un pequeño imprevisto para Selene, desde que fue llamada a la dirección en calidad de urgente para hablar sobre su cambio de taller, ya podía darse una idea de lo que la directora tenía que decir, y como terminaría denegando su petición para tomar el taller de Lectura.

En la dirección había una inevitable tensión, la directora Adelaida Encinos se quedó en silencio un momento analizando a Selene, no podía creer que a quien tenía en frente suyo era una de las muchachas más problemáticas de que se tenga registro; Adelaida se había leído todo el expediente de Selene justo antes de recibirla en su oficina y por un momento sintió que leía una versión ligera y sensurada de Burgess y la ultraviolencia, bueno, tal vez exageraba demasiado, la chica parecía tranquila a primera instancia y ningún acto de verdadera criminalidad podía adjudicársele.

—Haga favor de sentarse, señorita Montenegro.

Selene se sentó frente a la directora y se prestó a escuchar, aunque le empezaba a costar un poco concentrarse con lo risible que le resultaba el aspecto de la directora, la vieja tenía el cabello corto e increíblemente rizado, tan blanco como su piel, lo que le daba el aspecto de un french poodle recién salido de la estética.

—He recibido una advertencia sobre usted, por así decirlo —anunció Adelaida Encinos. —Me temo que debido a eso no puedo permitir su cambio de taller.

Antes de siquiera responder, Selene relajadamente subió los pies sobre el escritorio de la directora y encendió un cigarrillo frente a ella, y después de soplarle la primera bocanada en la cara, prosiguió con lo que debía decirle en respuesta.

—¿Esto es porque no debo estar cerca de Leonor? —Intentó adivinar Selene. —¿Y la "advertencia" vino de parte de Victoria?

—Señorita Montenegro, no puedo darle más detalles, sólo acepte hay cosas que debe simplemente acatar sin reparar.

—¿Esta es la autoridad que tiene, Señora Encinos? —Preguntó Selene desafiante. —Usted es la directora de este instituto y hermana del rector ¿No? ¿Y aún así permite que cierta alumna tome las decisiones por usted?

La directora no supo que responder, solo titubeaba y miraba para todos lados con nerviosismo; Selene tuvo un poco de piedad por la anciana que era sólo un títere más de Victoria, y decidió no insistir más, pero tampoco iba a quedarse callada, y antes de cruzar la salida, se volvió hacia la directora y se aclaró la garganta antes de soltar su discurso.

—Estoy decepcionada de usted y la institución que representa —manifestó Selene agitando la cabeza con desaprobación. —Antes de llegar a esta institución, escuché que el rigor era algo imprescindible, la formación en valores su lema... Mi padre me envió aquí por que creyó que era el lugar apropiado para contenerme y aplicarme la disciplina que en ningún otro lado pudieron. Él estará muy decepcionado también cuando el año escolar acabe, y descubra que su hija es aún peor de lo que era en otros colegios; Es que... ¿Puede imaginarme siendo peor? Si en mi anterior instituto incendié el auto del director con una bomba molotov, puse un explosivo dentro de contenedor de basura, le gane a los puños a la prefecta... ¿Quiere que continúe?

—No es necesario, Montenegro, puede marcharse en paz, y espero no volver a causarle inconvenientes.

Selene apagó su cigarro en el escritorio y se fue sin responder, creyó que había sido demasiado grosera con la directora sin que lo mereciera, después de todo, la mente detrás de sus planes arruinados era Victoria; ahora solo le quedaba aceptar que esta vez la pelirroja le había propinado un revés, pero esa odiosa no sabía con quien se había metido, pues Selene podía ser una grandísima cabrona si se lo proponía.

🔹

En el amplio huerto, las cosas parecían ir de la mejor forma, quien impartía el curso de Agricultura y Cultivos era la relajada profesora Lara, una mujer de casi 80 años que sólo trabajaba por mero gusto y a la que la vida le valía una fregada. Edwina Lara era la rockstar del personal escolar, era imposible no amar a esa vieja chiflada con alma de joven.

—Y bien, la directora sería una idiota si pensara que las hortalizas van a estar listas para ser cosechadas a menos de una semana de ser sembradas... O sea que no tenemos nada que hacer por hoy y ella no puede reclamarnos nada —aseguró Lara a sus alumnas. —Hagan como que están muy ocupadas preparando composta, rociando insecticida... Hagan lo que se les de la gana, sólo no me jodan.

Las alumnas acataron y se dispusieron a disfrutar de aquel que era prácticamente un día libre, mientras la profesora Lara sacaba una licorera de bolsillo, se colocaba unas gafas oscuras y se disponía a disfrutar de esa mañana agradablemente cálida, bebiendo bajo la sombra de un árbol.

Para Antares y Altair fue imposible no encontrarse en el huerto, eran las únicas de sexto semestre juntas en aquel taller.

—¿Oye, necesitas ayuda? —Ofreció Antares al ver a Altair batallando para subir un costal de pesticida sobre una carretilla.

Altair accedió.

—¿Qué piensas hacer con esto? —Preguntó Antares.

—Creo haber visto insectos en las coles, supongo que debería hacer algo por rescatarlas —replicó Altair encogiéndose de hombros.

—Esta variedad de pesticida sólo les hará cosquillas a esos insectos —explicó Antares. —Este es especial para flores y suculentas, plantas de ornato ¿Me doy a entender?

Altair asintió con la cabeza, aunque en realidad no había entendido una sola palabra de lo que Antares dijo, ella estaba perdida en sus ojos azules y su preciosa forma de hablar, y para rematar lo sexy que le sentaban aquellas ropas: Camisa a cuadros, overol de mezclilla y sombrero de paja.

—En la bodega encontraremos el pesticida adecuado ¿Vamos? —Propuso Antares.

Ambas chicas iban de camino a la bodega en medio del huerto; al llegar, mientras Antares buscaba en los estantes, Altair luchaba contra su nerviosismo, no comprendía porque de repente le temblaba hasta el esqueleto cuando estaba a solas con Antares.

—Aquí está —anunció Antares cuando encontró el producto. —Échame una mano.

Mientras ambas chicas bajaban el pesado costal de arriba del estante, las manos de Altair tocaron las de Antares sin quererlo, esto llevó a un cruce de miradas. Segundos de silencio mirándose detenidamente sobrevinieron para las chicas, el asunto del pesticida se desvaneció y sólo quedaban esa forma de mirar de raros matices.

—Dime que también deseas esto —artículo Antares mirando a los labios de Altair.

Todo alrededor se iba quedando atrás, como si el tiempo se detuviera y el espacio se condensara, importó poco el hecho de que estaban en un cuartucho que apestaba a cientos de químicos revueltos, la única química que figuraba era la que tenían ellas al acercarse así, Antares tomó valor y agarrando por la cintura a Altair le dio un beso tan delicado y superficial en los labios, provocándole miles de cosas en su interior, pero entre esas miles de cosas estaba la culpa y aversión, que fueron más fuertes que la emoción y el deseo, obligándola a sacarse rápidamente de entre los brazos de Antares.

—Lo siento —susurró Altair y salió de ahí asustada cuando cayó en cuentas de lo que había pasado.

Antares no pudo hacer más que mirar a Altair marcharse, no alcanzó a reaccionar y detenerla, estaba tan confundida, nunca había sentido algo parecido al besar a una chica, no comprendía porqué esta vez no se sintió como ganar algo, o porqué no duró más de cinco segundos la emoción, mas de repente todo estuvo tan claro, entendió que lo que hizo estuvo mal. Ahora debía ir tras ella para intentar disculparse.

Selene llegó al huerto poco después de hablar con la directora, divisó a la profesora Lara durmiendo bajo un árbol, probablemente desmayada de borracha, y a las alumnas haciendo cualquier cosa menos atender cultivos; miró a una chica rociarse la cara con fertilizante en polvo al abrir de mala forma el empaque, a otra más manipulando descuidadamente las tuneras sin saber que después tendría problemas de picazón intensa, y a otras tres ensayando una coreografía con música de Justin Bieber... Después de tanta presunción de estupidez vista, Selene quitó inmediatamente su semblante de repugnancia, al casualmente divisar a Altair.

—¡Hey! —Llamó Selene a Altair al verla a lo lejos.

Selene se acercó a Altair y poco tardó en notar que su compañera actuaba raro, como si algo estuviera callando y quisiera estallar en llanto.

—¿Te pasa algo? —Quiso saber Selene.

—No, no pasa nada —aseguró, pero sus ojos denotaban que estaba a punto de llorar.

—¿De verdad? Te miras nerviosa

—En serio, estoy bien.

Selene le buscó la mirada a Altair para cerciorarse de que no le estuviera mintiendo. En ese preciso instante llegaba Antares con faz apenada intentando hablar con Altair.

—¿Podemos conversar sobre lo sucedido? —Preguntó Antares a Altair con desespero. —Lamento mucho lo que hice, ahora lo entiendo.

Altair se incomodó aún más cuando Antares apareció, y ya no pudo contener las lágrimas, salió de ahí llorando a mares.

—¿Qué le hiciste? —Preguntó Selene a Antares cuando Altair se fue.

—Nada...Bueno, la besé... En la boca... Te juro que creí que ella quería —Se excusó Antares.

Selene se puso tan celosa que sus mejillas se enrojecieron y sus ganas de golpear a Antares se avivaban como un voraz incendio, de verdad era exagerada su reacción, no creía poderse controlar, las manos ya le temblaban.

—¡Violadora! —gruñó Selene. —¿Cómo te atreviste?

Antares supo que era mejor correr en ese momento, se dio a la fuga mientras una furiosa Selene iba tras ella. Zigzagueaba entre los árboles y amagaba intentando perder a Selene, pero cada vez la sentía más cerca.

—¡Basta! ¡Piedad! —Rogaba Antares cuando estaba a punto de ser alcanzada por Selene.

Cuando la persecución iba muy adentro del huerto, Selene tropezó con una raíz que sobresalía, pero alcanzó a pescar a Antares de un pie, haciéndola caer también; Selene se montó sobre la rubia y empuñó la mano con la firme intención de darle muy duro a mitad de la cara.

—Te juro que no la forcé —alegó Antares con respecto a lo sucedido con Altair.

—Se fue llorando, seguro quisiste propasarte ¿No fue así?

Antares logró empujar a Selene de encima suyo y ahora fue ella quien quedó arriba.

—Lo que pasa es que quieres quitarme su amor ¿Pero sabes qué? ¡Eso no va a pasar! —Dijo Antares soltándole un puño a la motociclista. —Ella se derrite por mí, sólo está un poco confundida.

Selene se estaba que no se lo creía, había recibido un golpe justo en la cara, esto la hizo enojarse aún más, sin pensar claro agarró un poco de tierra suelta y se lo lanzó en la cara a Antares, y aprovechando esta distracción, logró quitársela de encima; ahora los papeles volvieron a cambiar, Selene estaba arriba de Antares y desde esa posición le soltó un par de puñetazos, sólo se detuvo cuando la sangre apareció y la carga de conciencia le ganó. Aprovechando la pausa, Antares elevó la rodilla para golpear a Selene en las costillas, a pesar de la poca fuerza que llevaba el rodillazo, fue crítico y la debilitó, entonces Antares volvió a montarse sobre Selene, le tomó ambas manos sobre el suelo fuertemente, y para demostrar su absoluto dominio y nada más que por joder, le hizo una fuerte succión en el cuello con la intención de dejarle una marca.

—Aquí todas son mis perras, incluida tú —aseveró Antares.

—Tregua —Pidió Selene al verse sometida.

Antares entonces dejó en paz a Selene, incluso le ofreció su mano para ayudarle a levantarse.

—Lo lamento —se disculpó Selene. —Me dejé llevar, ni siquiera sé qué me pasó, o porqué lo hice.

—No necesitas buscar excusas, es obvio lo que sucede, te gusta Altair.

A Selene no le quedaba nada más que aceptar que eso era cierto, sus celos se disparaban cuando la miraba junto a Antares.

—No sé lo que me pasa, en un momento estoy babeando por Leonor, y al siguiente siento que me muero por Altair.

—Yo conozco esa sensación, amo la atención de las chicas, divertirme con ellas, pasar el rato y desecharlas... Mas de repente llega una chica a ponerme el mundo de cabeza y siento que nada ni nadie puede llenarme, porque la necesito a ella.

—Oh cielos, Antares, estás enamorada.

—Al igual que tú.

—Sabes, no voy a quitarme de en medio tan fácilmente —afirmó Selene. —Propongo que juguemos limpio en nuestra misión de conquistarla.

—De acuerdo, no más peleas entre nosotras, y que Altair elija a la mejor.

—Así será.

Antares y Selene se dieron la mano a modo de trato, habían dejado su disputa de lado para hacer las cosas de la manera más justa.

🔹

En la biblioteca, el taller de lectura casi terminaba, Ali compartía miradas intermitentemente con Dalila sentada a su lado en la misma la mesa de trabajo, Dalila desviaba su atención para evitar el contacto visual con ella, Alison tenía una forma intensa de insinuarle cuanto la deseaba, y Dalila se sentía incómoda.

—¡Deja de mirarme! —Ordenó Dalila al sentir la insistencia de Ali.

—¡Qué caliente me pones cuando te enojas! —Expresó Ali.

Dalila no pudo más con los acosos de Ali, entonces se levantó de la mesa, y hastiada se marchó de ahí. Alison fue tras su adorada Dalila y al alcanzarla, la tomó del brazo y la arrastró consigo hasta uno de los estrechos pasillos entre los enormes libreros. Ahí, inesperadamente para cualquiera, ambas se encontraron en un profundo beso bien correspondido por Dalila.

—Odio tener que esconder lo nuestro —dijo Ali entre jadeos.

—Pronto podremos revelarlo, ten paciencia.

—Paciencia es lo que no tengo para que podamos amarnos libremente —Murmuró Ali entre besos.

—Si no tuviera que guardar las apariencias y estar a la altura de esta familia, le gritaría a todo el mundo que te amo —murmuró Dalila. —Ya estoy cansada de fingir aborrecerte.

—Bésame otra vez —pidió Ali con desespero.

Entre la oscuridad del pasillo y el olor a libros viejos, Dalila y Alison compartieron vehementes y húmedos besos, la sensación del peligro de ser descubiertas era el factor clave que hacía tan emocionantes sus encuentros y de su relación en sí. Todo marchaba bien, otro de los furtivos encuentros de la pareja, pero el romanticismo de la escena se fue al carajo cuando Alison se dejó llevar por el momento y tocó de más a su amada, deslizó su mano sensualmente hasta ahí abajo.

—¡Basta! —Exclamó Dalila poniéndose incómoda.

Dalila no pudo más y apartó a Alison de ella, se fue dejándola con sus ganas y con la misma confusión de siempre que intentaba ir más allá de solo besos, y Dalila reaccionaba adustamente. A Alison le decepcionaban estos desaires de parte de Dalila, pero no le sorprendían; en los más de dos años que tenía de relación con Dalila jamás habían tenido sexo, Dalila se exaltaba de sobremanera y actuaba como si le incomodaran demasiado los tocamientos traviesos cada que Ali hacía algún avance. Ali había sido comprensiva con Dalila todo ese tiempo, de verdad la amaba, eso era un hecho, pero aquella situación comenzaba a cansarle.

Ali volvió al taller de lectura, no habló más con Dalila durante el tiempo que restaba para salir. Y después de que la jornada escolar concluyera, la vio subir a su auto y salir del colegio, Ali supuso que Dalila necesitaba espacio y tiempo a solas.

Entretanto, Dalila habiendo salido a toda prisa en busca de soledad, pisaba hasta el fondo el acelerador del Maserati Ghibli, conduciendo a toda velocidad por la carretera desierta que llevaba a algún lugar, la vista se le empañaba de lágrimas que se negaba a dejar salir y sólo apretaba los puños muy fuerte al sujetar el volante, esa rabia e impotencia estaban a punto de doblegarla; no podía más con la situación, el temor de perder a Ali por sus inseguridades que llevaban a esa incapacidad de poder intimar con ella. Dalila se sentía fatal, tenía un problema grave y no contaba con nadie con quien hablar ni de quién recibir consejos, y así fue siempre, pues la mayor parte de su vida la había vivido encerrada y al cargo de niñeras en las grandes mansiones de la familia Encinos, después en colegios privados estratégicamente obligada a repetir ciclo escolar para evitar quitarle el tiempo a su atareado padre.

Esta vez con un poco de fe, Dalila tomó el móvil y llamó al Señor Encinos esperando no encontrarlo tan ocupado y de menos escuchar su voz para no sentirse sola.

—Diga —se escuchó del otro lado cuando Saddam tomó la llamada.

—Papá ¿Cómo estás?

—¿Quién habla? ¿Dalila? Escucha cariño, ahora no puedo hablar, estoy en algo... Te llamaré después.

De fondo podía escucharse agua y chapoteó, tintineo de copas y risitas de mujeres, si que debía estar ocupado el señor Encinos, «Deje ese estúpido teléfono y vuelva para divertirnos» se escuchó decir a una de aquellas mujerzuelas con las que el padre de Dalila compartía el jacuzzi, e inmediatamente la llamada terminó.

—Si, papá, también te quiero, bye —dijo Dalila con sarcasmo al acabar la llamada.

Pasados unos minutos, la pantalla del teléfono volvió a encenderse, era una notificación de la app de banca móvil, había recibido una transferencia de cinco cifras, después un SMS de papá «Para lo que sea que necesites.»

—¡Demonios! Lo que necesito es a ti y eso no tiene precio —Murmuró.

Dalila se recargó sobre el volante y respiró profundo, sólo quería calmarse estando sola y sobreponerse como siempre lo hacía, después volvería al colegio y le contaría a Ali la verdad sobre ella y el porqué nunca podrían tener algo más íntimo.

🔹

El día terminaba, y cuando las luces se apagaban, las cinco chicas en el dormitorio luchaban contra su insomnio, nadie hablaba, sólo estaban ahí reflexionando con los pensamientos confusos de cada una, esos que llegaban con el absoluto silencio.

Selene tenía una confusión de sentimientos que se negaba a desmenuzar y ponerle arreglo, no gastaría tiempo pensando en tonterías de amor, mientras tenía problemas más graves, algo como una maldita bruja que se había ensañado con ella. Después de ahondar en lo que realmente sentía, su miedo se transformó poco a poco en coraje, el hecho de encontrar por doquier gusanos, olores fétidos y referencias sutiles a su propia muerte comenzaba a hastiarla, sabía que todo era obra de Victoria y su magia negra.

Antares estaba comenzando a obsesionarse con Altair, le causaba conflicto el hecho de que existiera una chica en el mundo que no se derritiera de amor ante ella, y peor aún, que la rechazara despiadadamente. Y por su parte, Altair estaba molesta, Antares había tenido la osadía de robarle su primer beso, debía admitir lo rico que besaba, pero eso no estaba bien, se sentía sucia, llena de culpa por aquel "pecado" tan grande de haberse dejado besar por una mujer.

Lo de Alison y Dalila era un caso más serio, Dalila se arrepintió al último momento y le faltó valor para hablar de sí misma con Ali cuando la tuvo en frente; y en la cama contigua, Ali luchaba contra el cargo de conciencia, aquel secreto tan suyo que le ocultaba a Dalila y a sus amigas le carcomía, le provocaba un pánico gigantesco pensar en el momento en que supieran la verdad.

Aquel había sido el día de más tensión entre las del X, nadie tenía idea si eran amigas, rivales ¿O qué?

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