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Aquel día había caído una torrencial lluvia, la cual tomó desprevenidos a todos en la ciudad y provocando que las personas corrieran despavoridas por la calzada en busca de refugio mientras la lluvia se calmaba.
El joven refinado salía del restaurante después de una rápida junta con sus socios. Había llamado a un taxi para que lo llevara hasta su departamento, sin esperar que la lluvia se soltaría por la tarde; sacó su celular viendo la ruta que el taxi tomaba mientras que todos sus colegas ya habían emprendido camino lejos de ahí, y se recordó mentalmente de tener que usar más a menudo su automóvil para evitar esos casos. Podía escuchar los regaños de su madre por recordarle constantemente que para ello tenía una licencia de conducir y un auto que solo lo tenía estacionado en caso de emergencia.
Movía su pie con impaciencia y veía las grandes gotas de lluvia estamparse contra el pavimento; Tuvo la mala suerte de no cargar un paraguas, y es que como sería posible imaginar el clima tan incierto que había en los últimos días en la ciudad; de pensar en tener que correr hasta la orilla del pavimento para subir a su taxi y tener que mojarse durante el trayecto le parecía lo suficientemente malo, sus zapatos ya no tenían suficiente anti-derrapante para evitar caídas, por lo que tendría que caminar a paso moderado y terminar de empaparse. No era gran fanático de tener que aguantar la humedad de su ropa y como esta se aferraba a su piel, tampoco el sentirse cohibido por temer empapar los asientos del auto y las mirada brindadas por el retrovisor.
Con una mueca sobre su rostro y con una mano en su bolsillo del saco, se percató como un joven corría mientras cruzaba la calle mientras movía aquel desastroso paraguas que se había desprendido de un lado, haciendo que no cubriera con totalidad de la lluvia. Corrió hasta estar debajo de la carpa que ofrecía el restaurante, colocándose a unos pasos delante suyo.
—Maldita cosa defectuosa, no debí de haberte comprado por haber estado más barata —murmuró con un tono de desdén, mientras sacudía el paraguas con furia, salpicando todo lo que le rodeaba.
Le pareció un tanto cómica y curiosa la escena, por lo que arqueó la ceja. Claramente no se había percatado de su presencia y seguía despotricando contra el pobre objeto, por lo que decidió intervenir. Aclaró su garganta para llamar su atención y dio un paso hacía adelante, haciendo que el joven saltara sobre su lugar al percatarse de la segunda presencia detrás suyo.
—¡Jesús! Me has tomado por sorpresa, no te vi llegar —dijo mientras con una de sus manos sostenía su pecho a la altura de su corazón, abriendo sus ojos en demasía.
—Ya estaba aquí mucho antes de que llegaras —desvió la mirada a la mano libre que sostenía el paraguas, el pobre objeto deteriorado y salpicado.
—Oh, eso es mucho más vergonzoso, ¿Presenciaste mi ataque de furia con el paraguas? —el sonrojo del chico se hizo notorio y movió sus pies involuntariamente en signo de vergüenza, guardando el paraguas detrás suyo.
Asintió ante la pregunta, provocando un leve jadeo por la parte contraria y por su rostro deducía que estaba pasando por su mayor momento de pena, por lo que decidió no opinar nada más al respecto. Hubo un momento en silencio que pareció eterno para los dos, sus miradas no conectaban y solo veían a su alrededor como si la lluvia pudiera desaparecer mágicamente, sintiendo la necesidad de salir de ahí huyendo.
—Uh, ¿Necesitas ayuda con eso? —señaló el paraguas, era mejor cambiar el tema.
Sin decir nada se lo entregó , bastando un par de minutos y sus habilidosas manos para reparar el paraguas, dejándolo en buen estado; y es que realmente no era mucho por hacer, solo reforzarlo en los lugares donde lo ocupaba.
—Eso fue más rápido de lo que pensé, muchas gracias —sonrió en forma de agradecimiento y agarró el paraguas de vuelta, casi mirándolo con maravilla.
Se dió el lujo de estudiarlo, y pudo ver con mayor detalle como su chaqueta tenía leves manchas de lluvia debido al paraguas que anteriormente se encontraba en mal estado; su pantalón de color café se ajustaba al área de las caderas y caía suelto sobre sus piernas, contrastando con la bufanda que adornaba su cuello; sus zapatos estaban manchados por el barro en las calles. El cabello se encontraba alborotado por la humedad, de color castaño. Totalmente su vestimenta acertada para la época en la que se encontraban, además de darle una apariencia juvenil.
En su rostro pudo perderse en aquello ojos color azul que se ocultaban por un par de gafas, pero no le quitó la precisa apreciación que pudo obtener. Sus labios eran finos y de un lindo color rosáceo, capturando por completo su atención y comprobar por si mismo si eran tan suaves como sus ojos podían capturarlos.
Se aclaró nuevamente la garganta ante el desvío de sus pensamientos y apartó la mirada, percatándose que la lluvia ya estaba pasando.
—Bueno, gracias por arreglar mi paraguas, pero aprovecharé que está disipando la lluvia para irme a casa antes de que se ponga peor —mencionó con una pequeña sonrisa pero su mirada cayó a sus manos, las cuales se encontraban solas— ¿No tienes un paraguas contigo?
—No, lo olvidé en casa —murmuró sin emoción alguna, pasando por alto el detalle.
El joven lo pensó por un momento y luego tendió el paraguas en su dirección.
—Ten, en forma de agradecimiento.
—Pero te mojarás, de todas formas vendrán por mi... —se cohibió ante la acción, pero fue interrumpido antes de que pudiera seguir protestando.
—Mojado ya estoy, debido al mal funcionamiento del paraguas alcancé a mojarme y realmente la parada de taxis no está tan lejos de aquí, correré hasta allá e iré a casa. En cambio tú te mojarás, y bueno, no creo que quieras que tu traje se moje así que lo necesitarás más que yo —sonrió y luego prosiguió— Además, no es como si el auto pudiera recogerte hasta acá, no vuela ni tiene ningún privilegio para subirse a la acera, ¿No?
Él sonrió mientras negaba divertido, aunque la acción en su rostro se sentía extraña, y él asintió conforme.
—Pero no es necesario, lo digo en serio.
Antes de que pudiera devolvérselo, su mano cubrió la suya, y ambos no pudieron negar la expresión de sorpresa por la abrumadora corriente que les atravesó cuando sus pieles se tocaron. Rápidamente apartó su mano y se alejó con un leve sonrojo en su rostro.
—Lo necesitarás más que yo, lo sé.
—¿Y cómo te lo devolveré?
—Bueno, creo que el destino puede hacer su trabajo... O bien, si vives cerca de aquí entonces es probable que coincidamos en algún momento, para entonces podrás regresármelo.
Asintió ante su respuesta pero insistió.
—Déjame agradecerte por lo menos de alguna manera.
—¿Qué te parece si me lo agradeces con un café la próxima vez que nos veamos? —aquello lo tomó por sorpresa, y antes de que pudiera aceptar o negarse, el chico se alejó corriendo— ¡Nos vemos entonces!
Vio como se alejaba, y sintió como su celular vibró en su bolsillo indicando que su taxi esperaba ya por él, pero solo tenía su vista concentrada en aquel chico que corría bajo la lluvia y se divertía mientras que las demás personas pasaban con un semblante serio y mirando la escena con algo de curiosidad.
Y cuando la perdió de vista, lo asimiló como el arcoíris que salía después de la lluvia, con aquella chispa brillante surgiendo de su personalidad.
Y luego se dio cuenta que él era su propio arcoíris después de la tormenta.
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