Creo que me dijo que se llamaba Yasmin. Sea lo que sea, me pareció una buena chica. Tenía el pelo largo y castaño oscuro, que combinaba con su color de piel, que era de un tono marrón. Era alta y delgada. Y muy guapa, muy muy guapa. Pero da igual, porque no la volvería a ver. Al menos, había logrado distraerme un poco de todo lo que tenía en la cabeza.
Cuando volví a mi nuevo hogar ya había oscurecido, fui directa a la cocina a hacerme un café y me lo bebí tranquilamente mientras charlaba con mis amigos de Valencia. Habían ido todos juntos a cenar y parecían muy contentos sin mí. Me sentía mal por haberles dejado aunque, pensándolo bien y haciendo memoria, no pareció importarles mucho cuando les di la noticia de que me iba, y mentiría si dijera que no me importó. Ya eran las 20:00 y mañana sería el "gran día", así que me di una ducha rápida, cené y me fui a la cama. Mi habitación estaba prácticamente vacía por la mudanza y fuera se escuchaba el tráfico de la ciudad.
Eran las 3:00 y no conseguía dormirme, no sé si por el ruido de los coches, por la presión de tener que causar una gran primera impresión dentro de una pocas horas o por el café. Así que decidí terminar el libro que había estado leyendo durante todo el trayecto hasta Madrid. Definitivamente no fue una buena idea. El reloj marcaba las 5:30 y estaba con los ojos hinchados de tanto llorar y unas ojeras que me llegaban al suelo. Me di por vencida y acepté que no iba a conseguir pegar ojo, así que empecé a escoger la ropa que iba a llevar hoy y a maquillarme para no parecer un monstruo y que me expulsen del centro. Decidí ponerme una sudadera roja y unos preciosos vaqueros blancos que me regaló mi madre por mi 15º cumpleaños. Justo 5 minutos antes de salir mis padres me dijeron que un autobús escolar me llevaría. Genial.
El autobús era blanco y azul. Me decepcionó un poco porque me esperaba uno amarillo con los de las películas americanas. Subí y lo primero que vi fue como una chica, la cual su cara se me hacía familiar, agitaba la mano de un lado a otro, indicándome que fuera a su encuentro. No me lo podía creer. Era Yasmin. ¡Y era genial! Ya no estaría sola en mi primer día y no podía estar más contenta. Rápidamente salí de esos pensamientos y fui a sentarme con ella. Definitivamente, no podía estar más agradecida. Puede ser que, después de todo, no sea tan catastrófico como parecía.