Antes de perderte - Duki

By nilaa_rr

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Después de casi 3 largos años sin verse, Sarah toma el valor de cumplir la promesa que una vez le hizo a Maur... More

Presentación
1. ¡Sorpresa!
2. Memorias revividas
3. Primer paso
5. Al Borde del Cumplimiento
6. Promesa Lograda
7. La Confesión
8. Amor Inexistente
9. Perdonado, otra vez
10. Otra Perspectiva
11. Fotos Reveladoras
12. Tensión de Madrugada
‼️‼️‼️

4. El reencuentro

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By nilaa_rr

Me encontraba en el auto, en dirección a casa de Sandra.

Habían pasado más de dos horas y media desde mi arribo a Buenos Aires.

En primer lugar, me dirigí a la residencia de mis padres según lo planeado, sin haberles anunciado previamente mi llegada. Fue, por tanto, una sorpresa para ellos. Servimos la comida y nos sentamos juntos en la mesa del jardín, mi mamá, mi papá, mi hermano menor y yo; mi hermana mayor no estaba presente. Durante la conversación, surgieron preguntas acerca de cuándo tenía previsto regresar a la ciudad, considerando que estaba a punto de terminar mis estudios y que mi ausencia se hacía sentir. Sinceramente, en ese momento no se me ocurrió una excusa adecuada, por lo que decidí cambiar de tema, evitando así sus dudas. Asimismo, no compartí con ellos el motivo de mi visita a la ciudad.

Al despedirme de mis padres, fui directamente a la panadería de Teresa, la mamá de Camila, tal como ella me había indicado. Tere me recibió con un abrazo cálido y amoroso. Habían pasado unos dos meses desde la última vez que nos veíamos, ya que en las últimas semanas estuve sumamente ocupada con asuntos de la facultad y no había tenido la oportunidad de venir mucho a la capital. Apoyándome en el escaparate de dulces, entablamos una agradable conversación mientras degustábamos un alfajor casero cada una. Finalmente, Tere me entregó una caja con el logo del local repleta de donas caseras cubiertas de dulce de leche, todas elaboradas por ella misma. Al intentar pagar por ellas, ella rechazó rotundamente mi dinero, como me imaginaba. Después de una breve discusión, acabé aceptando, pero en el momento de despedirnos con otro abrazo, disimuladamente introduje la plata en el bolsillo de su delantal sin que ella se diera cuenta.



Estaba a solo unos minutos de donde se encontraban Candela y Sandra, justo a tiempo para nuestra cita acordada.

La verdad es que ver a mi familia y a Teresa antes del encuentro me dejó más relajada, a diferencia de cuando salí de mi casa, donde sentía que los nervios podrían ganarme en cualquier momento.

Mientras esperaba a que un semáforo cambiara a verde, mi celular vibró. Era Candela, enviándome un mensaje. Aproveché el breve lapso mientras el semáforo se demoraba para responder rápidamente su mensaje.

---

@kendilomba

@kendilomba: Hola linda

@kendilomba: ya estás cerca?

@sarah.bno: sí sí, estoy a pocas cuadras

@sarah.bno: solo para asegurarme, esta es la direccion? av. Buenafuente, 43

@kendilomba: sí!

@kendilomba: acá te esperamos

@sarah.bno: dale

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Dejé el celular en el asiento de copilto y miré al frente. Unos segundos después, el semáforo indicó que podía seguir conduciendo. Cada vez me encontraba más cerca; el GPS señalaba que faltaban apenas 3 minutos para llegar a destino.

No conocía este sector de la ciudad y temía perderme, pero de pronto vi el cartel de la avenida Buenafuente. Giré el volante hacia la derecha para ingresar a la calle. Era una vía encantadora, con varios comercios y viviendas, todas numeradas con distintos colores y formas. El sol iluminaba las fachadas, creando un ambiente cálido y acogedor.

Avancé por la calle, que aunque no era muy larga, sí resultaba amplia, y seguía sin ver el número 43. Una leve preocupación se apoderó de mí al acercarme al final de la avenida sin encontrar la señal que necesitaba, pero justo en ese momento, lo vi, al final de la calle. Un cartel de hierro forjado, pintado de color azul, con el número 43 colocado de forma elegante, destacaba entre los demás.


Mis preocupaciones se desvanecieron, aunque no tardaron en regresar al recordar la razón por la cual estaba allí.

Agarré mi celular después de estacionar el auto a escasos metros de la casa y lo guardé en el bolso que combinaba perfectamente con mi outfit.

Llevaba puesto un body de cuello negro, unos jeans anchos, botas negras, una amplia campera de cuero negro que me abrigaba junto con un pañuelo en el cuello.

Salí del auto y abrí la puerta trasera para tomar la caja de donas que había dejado en los asientos de atrás. Bloqueé el coche con un clic del control remoto, pero antes de caminar hacia la puerta del hogar, la contemplé a lo lejos.

Intentaba tranquilizarme un poco; no era fácil volver a ver a la hermana y a la madre de tu ex-mejor amigo del alma, con quien había terminado en muy malos términos, después de casi tres años.

Los recuerdos y las emociones se agolpaban en mi mente mientras me preparaba para enfrentar lo que fuera que me esperaba al otro lado de esa puerta.

Miré la hora en mi reloj, eran las 4 de la tarde exactas. Decidí no esperar más y me dirigí hacia la puerta.


Al intentar tocar el timbre, noté cómo temblaba levemente. Bufé con frustración; no quería que me vieran en ese estado, así que respiré profundamente tres veces. Al terminar, sorprendentemente ya no temblaba.

Sin más pérdida de tiempo, pulsé el timbre. Un sonido melódico resonó por la casa.

Escuché la voz de alguien desde el otro lado de la puerta diciendo "¡Ya voy!", seguido de unos pasos que se acercaban lentamente. Mi corazón latía cada vez más fuerte a medida que los pasos se hacían más intensos. Finalmente, la puerta se abrió.

Frente a mí estaba Candela, aparentemente más mayor de lo que recordaba, con una sonrisa enorme y radiante en su rostro. Al verla, otra sonrisa se dibujó en mi cara, reflejando la alegría de reencontrarnos después de tanto tiempo.

- ¡¡¡Hola!!! -exclamó Candela, emocionada, al abrir la puerta.

- ¡Hola hermosa! ¿Como estás? -respondí, contagiada por su entusiasmo, aunque aún me sentía un tanto intranquila.

- ¡Re bien! ¿Y vos? -dijo Candela, acercándose para abrazarme.

- Todo bien. -respondí, devolviendo el abrazo mientras nos fundíamos en ese cálido gesto.

- ¡¿Ya llegó?! -reconocí la voz, era Sandra, desde la sala de estar.

- ¡Sí! -confirmó Cande, agarrandome de la mano para llevarme hacía donde se encontraba su mamá.

Llegamos a la sala de estar, que se encontraba a tan solo un par de pasos de la entrada, y vi a Sandra colocando unos vasos en la mesa de centro. Esta estaba repleta de pequeños platillos de comida: alfajores, una mini tabla de embutidos y quesos, ensalada de frutas, galletitas dulces, mate, jugo de naranja, café, entre otras cosas. Respiré aliviada al notar que no había donas en ningún sitio. Todo lucía delicioso y apetitoso.

- ¡¡Sarah!! -se acercó a mí con entusiasmo- ¡Tanto tiempo, mi vida! -me dió un beso sonoro en el cachete y nos abrazamos fuerte, sentí su emoción a través de él.

- ¡Hola Sandra! ¿Como andás? -respondí, me sentía muy feliz por verlas de nuevo. La emoción que sentía era abrumadora; me invadía una corriente de alegría que apenas podía contener. Lo único que podía hacer para liberar esa emoción era sonreír ampliamente.

- ¡Muy bien desde que me enteré que venias a merendar con nosotras! -se separó de mí y me agarró el rostro con ternura y felicidad, como solía hacerme años atrás. Expresando su cariño con un gesto lleno de calidez.

Ambas nos miramos eufóricas. Por mucho que habían pasado las años, Sandra seguía siendo la misma, solo que con el cabello teñido de un rubio divino, en contraste con el castaño claro que recordaba de nuestra última vez juntas.

Mientras nos observábamos durante esos breves segundos, muchos recuerdos cruzaron mi mente. Sandra siempre había sido como una segunda madre para mí, cuidándome y brindándome su apoyo incondicional, incluso ahora, a pesar de la pésima relación que tengo con su hijo. Siempre le estaré agradecida por su bondad y cariño.

- Que hermosa que estás. -dijo, retirando finalmente sus manos de mi rostro.

-Gracias. Vos también estás radiante como siempre -respondí, notando cómo su sonrisa se ensanchaba aún más ante mi elogio- Traje algo. -le entregé la caja de donas.

- Ay, no hacía falta Sarah. Mirá cuanta comida hay ya.. -dijo Sandra, señalando la abundancia de alimentos sobre la mesa.

- No me las rechacés que son de la mamá de Cami. -insistí.

- ¡Cami! ¿Como están ella y Teresa? -preguntó Sandra, interesada.

- Bien, bien. Hace nada vi a Tere, y a Cami la vi ayer.

- Me alegro -dijo llevandose las donas a la cocina para colocarlas en un plato.

- Vení, sentáte acá. -dijo Candela, señalando el sillón- ¿Querés dejar la campera en el perchero de la entrada? -me ofreció amablemente.

- Sí, dale -le sonreí, sintiéndome llena de euforia, aún sin asimilar del todo la emoción del reencuentro.

- Dame, ya la cuelgo yo. -me sonrió de vuelta, con una sonrisa tan amplia como la mía. Era evidente que ella también se alegraba mucho de verme de vuelta.

Me senté en el cómodo sillón mientras esperaba a que ambas volvieran.

Aproveché el momento para contemplar la casa. La decoración era acogedora, con muebles de madera que le daban un toque cálido al ambiente.

Desde donde estaba sentada, pude ver la cocina al frente, donde Sandra estaba ocupada organizando la mesa y colocando las donas en un plato. El aroma tentador de las delicias recién horneadas llenaba el aire.

A mi derecha, se encontraba el jardín, aún en invierno lucía hermoso, con plantas cuidadosamente dispuestas que añadían un toque de color al paisaje. En definitiva, la casa irradiaba calidez y serenidad, un lugar donde uno podía sentirse cómodo y en paz.

Terminé de echarle una rápida ojeada a la casa y luego tomé el celular para escribirle un mensaje rápido a Cami.

---
Cami💋👩🏼‍🤝‍👩🏻

22/06
16:04

CAMIIIII

Ya llegué a la casa

Me trataron con muy buena onda, son unas lindas 😭

Luego te sigo contando, ya van a volver

---

Tecleé rápidamente en mi celular antes de que aparecieran de vuelta.

Envié el último mensaje y sentí cómo el sillón se hundía levemente a mi costado; era Candela, que se sentaba junto a mí.

- ¿Y bueno como andás? Estuviste re desaparecida. Contá que estuviste haciendo. -se sentó cómodamente, mirándome con interés esperando a que hable.

- ¡Esperen a que venga para charlar, chicas! -se oyó a Sandra decir desde el otro lado, antes de que yo pudiera abrir la boca.

-¡No te preocupés, no hablo hasta que volvás! -respondí, después de que Candela y yo soltáramos una carcajada por las inesperadas palabras de su mamá.


Mientras esperábamos, no pude evitar desviar mi mirada hacia Candela, que estaba ocupada con su celular.

Nos conocimos gracias a Duki, y desde entonces conectamos de inmediato, quizás porque compartíamos la misma edad y teníamos intereses similares. A lo largo del tiempo, nuestra relación se fortaleció y nunca tuve ningún problema con ella. Siempre nos consideramos amigas y cuando nos juntábamos, era inevitable que surgieran las bromas sobre su hermano, todo en un tono de diversión y complicidad.

A pesar de mantener su característica cara y su habitual corte de pelo, notaba un sutil cambio en Candela. El paso de los tres años había dejado su huella, como era de esperar. Sin embargo, su esencia seguía intacta, y era reconfortante verla después de tanto tiempo.


Pocos minutos después, me giré al escuchar los pasos de Sandra acercándose con el tentador plato de donas de dulce de leche. El aroma dulce llenaba la habitación, aumentando aún más la expectativa de un encuentro tan esperado.

- Són de dulce de leche, ¿cierto? -me preguntó Sandra mientras dejaba las donas en la mesa.

- Sí, dulce de leche. -afirmé- ¿Les gusta?

- Obvio, ¿A qué argentino no le gusta el dulce de leche? -contestó Candela con obviedad.


Sandra se terminó de sentar en el sillón del costado, justo enfrente de mí, y ambas se giraron para mirarme. No me sentí incómoda en absoluto; sabía que lo hacían para indicarme que estaban interesadas en escuchar dónde había estado todo este tiempo, aunque no era algo tan emocionante de contar.

- Ahora sí, contá donde estuviste todo este largo tiempo, nena -dijo Sandra mientras se preparaba un café con leche.

- Bueno... No es tan fácil. -reí nerviosa, sintiendo la presión de tener que resumir tres años en unos minutos.

- Y sí, hace bocha que no sabemos nada de vos. Seguro pasaron muchas cosas. Contanos lo que querás y lo que no, te lo guardás para vos. Estamos acá para pasarla bien y ponernos al dia después de tanto tiempo. -dijo Candela tocandome el hombro con un gesto tranquilizador.

- ¡Claro! Nosotras también tenemos muchas cosas que contarte. -añadió Sandra con una sonrisa, dejando en claro que estábamos allí para compartir y disfrutar juntas.

Sonreí mientras me acomodaba más cómodamente y las miraba. No sabía por dónde empezar a contarles; Candela tenía razón, habían pasado muchas cosas, más de las que hubiera deseado que ocurrieran.



Comencé a explicar desde mi viaje a Miami, excluyendo por supuesto lo que había sucedido el día anterior al vuelo. Les dije el motivo del viaje, para cursar parte de mi carrera de contabilidad allí.

Luego les conté cómo me quedé en la ciudad durante una parte del confinamiento por la epidemia del Covid-19, pasando de planear una estancia de tres meses a quedarme seis, encerrada en una ciudad que apenas conocía.

Mientras hablaba, ambas comentaban cosas como "Ay no, que horror" o "Menos mal que ya pasó". Realmente noté que me prestaban atención, sus expresiones me lo decían.

Cuando terminé de relatar toda esa aventura y cómo regresé a Buenos Aires, les conté que, en cuanto el gobierno permitió continuar con nuestras vidas, me mudé a La Plata. Ante su curiosidad sobre el motivo, les dije lo mismo que había dicho a todo el mundo, excepto a Camila: que la universidad quedaba más cerca y me resultaba más conveniente.

Finalmente, les expliqué un poco sobre mi situación actual, cómo se encontraba mi familia y que estaba a punto de terminar de cursar mi carrera. Les cedí la palabra para que compartieran sus últimos años

Me contaron sobre lo bien que les había ido en estos años; habían progresado mucho en sus trabajos y en sus vidas. Sabía que ambas formaban parte del equipo de trabajo de Duki, aunque no lo mencionaron en ningún momento.

Supuse que eran conscientes de lo que había pasado entre nosotros, pero necesitaba averiguar hasta qué punto estaban enteradas y si él les había hablado sobre esa noche.

Continuaron explicándome detalles sobre sus vidas actuales; Candela tenía un novio desde hacía un año, mientras que Sandra se había mudado recientemente a esta casa. También compartieron anécdotas sobre un viaje familiar que habían hecho a España el verano pasado, entre otras cosas.

Me alegré sinceramente por cada una de ellas y por los logros que habían alcanzado.


Mientras ellas hablaban, yo disfrutaba de la comida que se posaba en la mesa de centro frente a mí. No pude resistirme a mis favoritas.

En un momento, el celular de Sandra comenzó a sonar.

- Perdonáme. -se disculpó antes de aceptar la llamada.

- No, no te preocupés. -dije antes de girarme y seguir comentando cosas con Cande mientras su mamá hablaba por teléfono.

- ¿Quien era, ma? ¿La organizadora del cumpleaños? -preguntó la hija en cuanto Sandra colgó.

- Sí, me pregunto por el color de los globos. El color favorito de tu hermano es el rojo ¿cierto?

- Sí, ¿pero también les dijiste que globos negros también? -preguntó nuevamente Cande.

- Sí, sí ya le dije.

Al escuchar su conversación, caí en que hablaban del cumpleaños de Duki. Mi ansiedad subió levemente. Era mi oportunidad para sacar a Duki como tema de conversación, pero no sabía cómo abordar el tema.

Por un momento, me sentí perdida. Había conseguido reunirme con ellas, pero ahora ¿qué se suponía que debía hacer?

Respiré profundamente, tratando de calmar mis nervios. Sabía que no podía evadir el tema por mucho tiempo, pero encontrar las palabras adecuadas era un desafío.

Miré a Sandra y Candela, quienes continuaban comentando sobre los preparativos para el cumpleaños. Finalmente, reuní el coraje suficiente para hablar.

- ¿Tienen un cumple cerca? -dije cuando terminaron de hablar, tratando de aparentar ignorancia sobre de quién se trataba.

- Sí, en dos días es el cumpleaños de Mauro ¿Te acordás? -respondió Sandra después de un breve silencio, que percibí como incómodo. Pude ver cómo Candela le lanzaba una mirada.

- Ah... sí, sí, cierto. -fue lo único que pude decir en ese momento, sintiéndome nerviosa y tal vez un poco incómoda- ¿Y como está él? Bueno, él y Nahuel y Guille -pregunté, tratando de ocultar mi verdadero interés por saber cómo estaba Duki.

- Nahuel y mi papá están bien, de hecho almorzamos juntos ayer. -respondió Candela.

- Y Mauro viene de Chile pasado mañana, para comer en família por su día. -añadió Sandra.

- Me alegro... -no sabía que decir, me sentía bloqueada- Salúdenlos de mi parte. -largué una sonrisa algo incómoda, bajando un poco la mirada.

- Sarah, ¿tenés o tuviste algún problema con Mauro? -preguntó Sandra, cambiando el tono de la conversación, haciéndola aún más incómoda.

- ¿Eh? -su pregunta me tomó desprevenida. No esperaba que fuera tan directa.

-Quiere decir que si terminaron en malos términos -agregó Candela, posando su mano sobre la mía para reconfortarme, haciendo que volteara a verla.

- Sí, sí... entendí la pregunta. Lo que pasa que me tomó desprevenida. -contesté finalmente, tratando de recobrar la compostura.

- No queremos incomodarte, pero nunca supimos cuál fue el motivo de vuestra ruptura. Un dia él llego a casa diciendo que no quería saber nada de vos, justo la mañana en la que tomaste el vuelo a Miami. Intentamos preguntarle que pasó, pero no quiso decir nada, simplemente nos dijo que nos olvidáramos de vos. -explicó brevemente Candela, con un ligero tono de preocupación y curiosidad.

- Bueno... No, no sé -no conseguía articular las palabras adecuadas.

- Mirá que si no querés contar lo que sucedió, no hay problema. Pero qué pena que una amistad tan linda, leal y duradera haya terminado así. -esta vez fue Sandra quien me habló con comprensión- Sabemos que pasó mucho tiempo, pero pueden para arreglar las cosas, ¿sí? Bueno, si es lo que vos querés. Nosotras estamos dispuestas a ayudar.

- Yo sé, pero no estoy segura de si aú le importo a Duki. -de un momento a otro ya no me sentía tan intranquila. Habían conseguido que el tema no sea tan incomodo, aunque lo seguía siendo un poco.

- ¿Pero que decís boluda? Fuiste la amistad más importante que tuvo en su vida. La pasó re mal cuando te fuiste, ni te imaginás. Él, y nosotras, pensó que vos no querías saber nada de él, y que por eso nunca lo buscaste, pero ahora sabemos que fue porque te quedaste atrapada en Miami -dijo Cande con firmeza.

- Sí, ¿pero por qué él no me buscó? -pregunté.

- Y bueno, no sabemos que pasó exactamente, pero cuando le preguntábamos siempre decía que había arruinado las cosas y que no tenía sentido buscarte, que no le perdonarías -respondió la misma.

- Eso no es cierto, estuve esperandolo... -me aclaré la garganta- Pero, de eso hace mil años. Seguro ya se olvidó.

- ¿Que decís? Es cierto que no hablamos de ti con él hace una banda, pero lo conocemos, lo conocés, y sabemos que aún te lleva en su corazón. -me dijo Sandra- Al igual que vos a él.

- Ajá, pero igual... no sé -suspiré sintiendo la presión de la decisión que tenía por delante.

- ¿Vos querés retomar contacto con Mauro? -preguntó Candela mirándome con interés, intentando aclarar mis dudas.

- Y sí, obvio. Fue una de las personas más especiales de mi vida. -respondí, dejando claro mi deseo de reconciliación.

- Entonces hagamos una cosa. - Candela se acomodó mejor antes de seguir hablando- Como ya te dijimos, el 24 comemos todos juntos por su cumple, ¿Que te parece si venís vos también y lo sorprendemos? -fruncí el ceño un poco, sin entender del todo su propuesta- Cenás con nosotros y, si todo sale bien, luego hablan las cosas a solas y ven cómo arreglar sus problemas. -ambas sonrieron esperando mi respuesta.

-Uff... -dudé- ¿Creen que eso podría salir bien? -les pregunté, buscando su opinión sincera.

- Sí, obvio. Es una gran idea. El llegará a las dos o tres de la tarde para comer, lo haremos en la mesa del jardín, que estará decorado con luces, globos, cartelitos, y más. -propuso Sandra, detallando el plan que acababan de elaborar- Y cuando ya estemos todos sentados en la mesa, le ponemos un pañuelo en los ojos y aparecés vos, sorprendiéndolo. Y ya entonces comemos, y como dijo Candela, luego hablan las cosas.

- Igual, no sé... -dije no del todo segura.

- Dale Sarah. Si te preocupa que a Mauro le caiga mal y se enoje o algo así, te aseguro que eso no va a pasar. Vos sabés como es él y lo mucho que significaste para él. Te juro que aunque haya pasado tanto tiempo, eso no cambió. -añadió Cande, tratando convencerme.

- Sabés qué, lo voy a pensar. Lo más probable es que acepte, pero no prometo nada chicas. -respondí finalmente, no quería alargar la situación con mi indecisión.

- Bueno, dale. Seguro terminás aceptando. -dijo Sandra- Pero tenés que saber que el finde celebrará su cumpleaños en la Bresh. No te lo podés perder, eh -dijo sonriendo.


Terminamos la conversación y, para relajar un poco el ambiente, cambiamos de tema.

No hablamos mucho más, ya que se hacía tarde y yo debía regresar a casa. Sin embargo, disfruté mucho de la reunión; me hicieron sentir bienvenida y me ayudaron mucho con el tema de Duki. En algunos instantes, recordé momentos como estos que habíamos compartido en el pasado, ellas y yo tomando un mate y charlando animadamente. La verdad es que reunirme con ellas me alegró mucho, y espero que a ellas también.

Ya eran casi las seis de la tarde, así que decidí marcharme. Ambas me acompañaron hasta la entrada.

- Agarrá tu campera del perchero. -me avisó Candela.

- Sí, gracias por recordármelo. -dije mientras tomaba la campera para ponérmela.

- Muchas gracias por venir, Sarah. -dijo Sandra, con una sonrisa sincera.

- Gracias a ustedes, la pase muy lindo. -respondí con otra sonrisa.

- Te dejo nuestros números de telefóno para mantenernos en contacto. -Candela me entrego un cachito de papel con dos números escritos.

- Okay, gracias. Cuando llegue a casa, las agrego al WhatsApp. -asentí, guardando el papel en mi bolso.

- Entonces, ¿te esperamos el 24? -preuntó Sandra con anticipación.

- Aún lo tengo que pensar, pero si preparan comida, cocinen para seis. -respondí con una sonrisa juguetona, recibiendo una risa cómplice por parte de las dos.

- Dale entonces. -Candela se acercó para darme un último abrazo afectuoso.

- Chau, lindas -dije mientras las abrazaba, haciendo que la manga del body se me subiese un toque a conseqüencia del abrazo, dejando a la vista un pequeño moratón en mi brazo.

- Nos vemos, Sarah. -se despidió Sandra, pero su atención fue atraída por el moratón en la parte inferior de mi brazo- ¿Qué te pasó en el brazo? -preguntó con preocupación.

- Ah, no, solo me golpeé con la punta de la encimera de mi cocina. Y pues se me hizo un moratón por golpe. Nada grave.-me excusé mientras bajaba la manga para ocultar la marca.

- Entiendo. Cuídate mucho, hermosa. -dijo Sandra.

- ¡Hasta pronto! -exclamó Candela antes de que saliera de la casa.



Me dirigí hacia mi auto feliz por lo ocurrido. Había pasado una tarde espectacular con ellas; me trataron re bien y sentí mucha nostalgia al recordar viejos tiempos.

Durante el camino de regreso, me invadió un cúmulo de emociones encontradas. Por un lado, estaba agradecida por haber tenido la oportunidad de reunirme con ellas y disfrutar de su compañía. Por otro lado, la incertidumbre sobre volver a encontrarme con Duki me generaba un leve nerviosismo.

Subí al auto y, antes de arrancar, desbloqueé mi celular al ver que tenía una notificación de mi mejor amiga. Con una sonrisa en el rostro, me dispuse a responder su mensaje.


---
Cami💋👩🏼‍🤝‍👩🏻

22/06
16:23

Y QUE ONDA???

Todo está saliendo bien??

Cuando terminés vení para mi casa y contame como fueeee

Te espero 💋

18:12

Fue ESTUPENDO

Aunq si hubo un momento donde me sentí re incomoda

Dale, voy para tu casa 😝

---

Arranqué el auto y conducí en dirección a la casa de Camila, como me había dicho. Su casa quedaba a poco más de 15 minutos de distancia, así que me puse en marcha, dejando atrás los recuerdos gratos de la tarde y enfocándome en llegar a mi destino.






____

N/A espero q les esté gustando la historia 🫶🏼

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