El Brillo de sus Ojos | Tom R...

By AnonymWriter18

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"Al ver el brillo de sus ojos fue como si hubiese pasado una eternidad desde la ultima vez que los vi, y a la... More

SINOPSIS
Personajes
Capítulo I
Capitulo II
Capitulo III
Capitulo IV
Capitulo V
Capitulo VI
Capitulo VII
Capitulo IX
Capitulo X (pt. 1)
Capitulo X (pt. 2)
Capitulo XI
Capitulo XII
Capitulo XIII
Capitulo XIV (pt. 1)
Capitulo XIV (pt. 2)
Capitulo XV
Capitulo XVI (pt. 1)
Capitulo XVI (pt. 2)
Capitulo XVII
Capitulo XVIII (pt. 1)
Capitulo XVIII (pt. 2)
Capitulo XVIII (pt. 3)
Capitulo XIX
Capitulo XX
Capitulo XXI
Katherine Page, 4° piso del edificio sobre Carnaby Street
Capitulo XXII

Capitulo VIII

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By AnonymWriter18


¿Ebrio?

Hoy tuve trabajo extra por lo que salí algo tarde del trabajo y decidí volver a casa caminando. Podría usar Aparición, pero me gusta caminar en la noche, sobre todo en esta época del año. Me gusta sentir las brisas frescas en rostro que se sienten como pequeñas agujas en mis mejillas y también la tranquilidad que se siente a esta hora en Londres, a diferencia de lo ruidoso que es durante el día. 

Había avanzado algunas cuadras cuando escuché que alguien gritaba mi nombre detrás de mi. Extrañada y preparada volteé y me relajé al encontrar a Malcom, un empleado de mi mismo departamento. Se ve que había corrido por el color de sus mejillas y las nubes blancas que salían de su boca con cada exhalación gracias a la agitación. Lo salude con una sonrisa expectante a que me diga si necesitaba algo.

—Pensé en acompañarte de camino —dijo—. Ya sabes, es peligroso andar sola a esta hora. No digo que no puedas defenderte, claro. Es solo que es mejor caminar en compañía, ¿no?

—Tienes razón —acepté y empezamos a caminar—.

Caminamos unas cuadras más hablando de como le iba a Malcom el adaptarse a su reciente traslado a mi departamento. Me dijo que se estaba adaptando muy bien y que estaba feliz de trabajar conmigo halagando mi compañía y mi experiencia en el área.

Estábamos llegando a una esquina cuando vimos una figurada parada justo en la esquina; alto, con las manos en los bolsillos de su saco y como si esperara a que llegáramos. Malcom tuvo miedo y sugirió que siguiéramos por otra calle. Pero conforme nos íbamos acercando la figura dejo de ser tan desconocida para mi.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sería cuando estuve lo suficientemente cerca—

—Tenía cosas que hacer en este Ministerio —respondió—. Te vi a lo lejos y te esperé para acompañarte a casa.

—¿Se conocen?

—No hace falta, puedo llegar a casa sola.

—No pregunte.

—¿Disculpa? —reí— 

—¿Se conocen? —preguntó Malcom más alto. Tom rodeo los ojos y lo miro desde su altura de arriba a abajo e hizo una mueca— 

—Soy el padre de su hija. Ya la llevaré yo, puedes irte tranquilo —le dijo a Malcom— 

El pelirrojo me miró sorprendido.

—Estamos separados —le aclaré—.  

—Y ya volvimos. Ahora puedes irte tranquilo, yo la llevaré.

Me quedé estupefacta ante la estupidez que acababa de soltar. Malcom me miró confundido y se alejo unos pasos de mi. Terminé por decirle que podía irse y él se fue doblando en esa esquina en otra dirección y Tom empezó a caminar con las manos en los bolsillos y yo corrí hasta quedar a su lado. 

—¡¿Se puede saber por qué carajos le mentiste?!

—Solo te ayudaba a sacarte de encima al niño —respondió indiferente—.

—Él solo pretendía acompañarme a casa. 

—Y a tu cuarto. 

—Ese sería mi problema, ¿quién te dijo que necesitaba tu ayuda? —lo tomé del brazo haciendo que de detenga y me mirara tenía los ojos algo rojos y unas ojeras resaltaban gracias a su pálida piel—

¿Estaba ebrio?

—No creí que te interesaban los niños ahora. 

—Ese no es tema tuyo. 

—¿Caminaras o te quedaras aquí armando una escena? —preguntó rodeando los ojos y volvió a caminar— 

—¿Qué te hace pensar que puedes desaparecer durante una semana sin siquiera enviar un mensaje y luego aparecer de la nada en medio de la noche como un maldito loco a imponer autoridad, ¿estas loco?

—Lamento no haberme contactado antes —dijo respondiendo a una sola parte de mi reclamo—.

—Si vas a desaparecer al menos deja una excusa o explicación con la que pueda tranquilizar a Maddison. No sé qué hablaron en la biblioteca, pero dice algo acerca de que ya esta terminando el libro y que le prometiste algo.

—He estado muy ocupado atendiendo cosas el trabajo desde aquí. Es más complicado a la distancia. Sé que debí enviar un mensaje, pero también necesitaba algo de tiempo para pensar algunas cosas, aclarar la mente.

—Lo que pase por tu mente no puede interesarme menos. Me interesa mi hija, y no me gusta mentirle cuando cada día me pregunta si enviaste un mensaje o que va a pasar, si hizo algo.

—Ya dije que lo siento —repitió—. Vine a decirte que mañana tengo la tarde libre y, si les interesa, ustedes eligen que hacer.

Eso me molestó. ¿Qué se creía? Desaparece por días y luego aparece simplemente con un mensaje de texto o de la nada como si tuviésemos que estar disponibles cuando a él se le ocurriera volver a ver a Maddison. Era mejor para mi si no se aparecía, si no tenia que verlo. Pero eso podía convertirse en un problema para Maddison, que se sintiera mal por pensar que hizo algo mal o lo que sea, por un idiota como él. 

—Escucha, Tom —dije deteniéndome frente a él porque ya estábamos cerca de la entrada del edificio—. No sé que es lo que quieres, o que es lo que esperas. Pero te comprometiste a hacer esto, te di la confianza para que te acercaras a mi hija. Pero te juro, Tom Riddle, que si hace algo que la hiera o si la decepcionas, lo que sea... soy capaz de hacer cualquier cosa por ella. Lo digo enserio. Si tu no estas listo para esto, solo desaparece de una vez por todas y déjanos es paz.

—Le di mi palabra —dijo serio mirándome desde arriba. Solté una risa fingida—.

—Como si eso valiera algo —respondí dándome la vuelta para caminar hacia la entrada—. Hablaré con Maddison. Si decide mandarte a la mierda, que me encantaría que lo hiciera, te avisaré. 

Desde la distancia pude notar que su mandíbula se tensó, pero no dijo nada y me perdí en el interior del edificio. Al entrar al departamento me acerque hasta la cocina de donde provenían voces y ruido y encontré a Luna y Maddison preparando juntas la cena, deje un beso en la frente de Maddi. 

—Pensamos que llegarías con hambre, así que Maddi tuvo la idea de prepararte algo. 

—Estoy hambrienta —respondí con una sonrisa—.


Tom Riddle

Vi a Katherine perderse en el interior de su departamento y apretando los puños a mis costados me aparecí frente a mi edificio. 

Al entrar al departamento lo encontré aún vacío y fui directo a por otro trago. Me detuve un momento a pensar en cuanto había empezado a beber desde que toda esta mierda empezó. Pero no sería hoy que me contendría, así que ni siquiera usé un vaso, directamente empiné la botella sintiendo el liquido quemarme la garganta y me deje caer en el sofá al que me había acostumbrado en esa semana. 

Espero que no se haya dado cuenta que estaba ebrio...

Le había mentido a Katherine respecto a que no había podido contactarme con ellas por trabajo. Trabajaba, si, pero tenía bastante tiempo gracias a que Zabini me ayudaba bastante desde Noruega desde que le conté todo lo que había sucedido y que por eso que debía quedarse en Londres. Él se ofreció a ayudar para que me tomara el tiempo que fuese necesario.

Pero no todo fue mentira. La razón por la que no me había contactado se debía a que después de aquella cena, después de la conversación con la niña, después de ver a Katherine... todo fue demasiado y por eso necesitaba tiempo para pensar. Sobre todo después de la discusión con Mattheo esa misma noche que no ayudó en nada.

Me había interceptado cuando cuando traté de subir las escaleras a mi cuarto. Estaba serio lo cual no era típico en él. Sabía lo que quería ir solo rodeé los ojos advirtiéndole que se moviera, pero me ignoró como siempre hacía. 

—¿Has tenido algo que ver en que hace diez años Katherine no se haya podido comunicar conmigo? —preguntó directo—

Ella se lo dijo. Claro que lo hio.

—No sé de que hablas —respondí tratando de pasar por su lado y él me sostuvo del brazo—.

—Responde. 

Mi silencio respondió por mi. 

—¡¿Por qué?!

—¡Era un peligro!

—¡Sabías que nos estaba buscando! ¡Sabías que nos necesitaba y temías que si ella podría comunicarse conmigo yo habría ido con ella!

—¡Siempre has tenido una debilidad por ella! Era peligroso. El ministerio nos buscaba, sabías que necesitaban a alguien por no poder culpar a padre. Querían encerrarnos en Azkaban, Mattheo. Era obvio que la usarían a ella para dar con nosotros.

_¿Yo tenía debilidad por ella? _dijo Mattheo con ironía_ Fuiste tu quien se ecapricho y se enamoro de ella. Pero desde esa noche la has culpado repitiéndote que por su culpa hemos tenido que matar a padre, solo por salvarla. Me has tratado de convencer de que si ella no se hubiese entrometido, las cosas sería diferente, trataste de convencerme esperando a que yo también la culpara, pero sabías que no lo haría.

—¿Por qué la amabas? —le pregunté, pero fue una afirmación—. Por eso no dudaste un segundo en contarle absolutamente todo cuando se quedaron solos, esperando que eso te justificara y no te odiara.

—Si —había respondido serio—. Pero no de la misma forma que tu. No volveremos a tener esa conversación. Kate fue la única persona que se atrevió a mirarnos con ojos diferentes a los que lo hacía todo el mundo, igual que lo hizo mamá cuando estaba viva, al igual que... ella. No le importó cuanto mal habíamos hecho, a cuantos habíamos matado sin dudar por los deseos de padre, ella trato de salvarnos... Y lo hizo. Y cuando más nos necesito, no estuvimos con ella. Porque te dio miedo, te dio miedo...

—Mattheo —le advertí  que si seguía hablando las cosas se pondrían peor. Pero como siempre, no le hizo caso y yo tenía razón—.

—Te daba miedo volver a verla porque sabías que en fondo que vivirías culpándote por haberlo matado. Sabías que no podrías no verla y recordar todo lo que perdiste. ¿Yo era el débil cuando fuiste tu quien le daba miedo volver a sentir cariño, volver a amar y ser amado porque eras consiente de que padre la mataría cuando se enterara al igual que mato a mamá. Pero ya era tarde, te enamoraste y fue por eso que levantaste tu varita contra él cuando él lo hizo contra ella. Pero la culpa y el miedo después no te permitieron verla y decidiste escapar dando vueltas por todo el mundo con tal de no volver a enfrentar su mirada. Así como ahora temes mirarla y dirigirla la palabra, porque saber que aún queda algo de ella dentro de ti.

—Si pensar así te hace sentir mejor —le corté frío—, adelante. Todo lo que hice fue para salvarte el culo porque el cobarde y el idiota aquí siempre fuiste tu.

—Dime al menos que no sabías que estaba embarazada y lo ignoraste todo este tiempo, porque te juro, Tom, por el estúpido apellido que tanto quieres defender, que jamás volverás a verme en tu miserable vida. 

—No tenía idea de eso —respondí—. Eres débil, Mattheo, es por eso que sientes que le debes algo, que en deuda con ella solo porque te dio un poco de la atención que no pudiste recibir de madre y padre no te dio jamás. Eres tan patético.

Mattheo se había girado y asintió como si lo entendiera. Pero la sangre me hirvió cuando me soltó un puñetazo justo que me partió el labio. 

—Púdrete —me escupió con rencor mientras yo palaba la sangre chorrear de mi labio y desapareció desde entonces. 

Pero durante toda la semana, una de las cosas que dijo se quedo en mi cabeza dando vueltas:

Temes mirarla y dirigirla la palabra, porque saber que aún queda algo de ella dentro de ti.

Eso no era cierto, lo sé porque Katherine ya no significaba para mi lo que significó en su momento, ya no ay nada de ella dentro de mi. 

Pasaron tanto años, y aunque no pueda dormir, las pesadillas ya eran menos habituales... y podía controlar un poco más los ataques. Pero una parte de mi necesitaba ver y confirmar que lo que decía el idiota de Mattheo solo eran ideas suyas, tenía que demostrarle que estaba equivocado... 

Es por eso que había aprovechado que Mattheo había dejado su auto para seguir a Katherine desde lejos. No sabía porque lo hacía, o porque empezó. Pero durante esta semana me la había pasado siguiéndola desde su casa al trabajo y desde el trabajo a su casa. Cuando sus amigos entraban y salían de su casa. O cuando las dos salían a pasear o a hacer las compras en las tarde viéndolas reír desde lejos. 

Sabía que era estúpido, sabía de sobra que si alguien me viera pensaría que era maldito loco, un acosador y un idiota. Incluso yo me sentía un idiota por hacerlo, pero creí que si lo hacía, así podría confirmar que no sentía nada, que verla de lejos reír y jugar con la niña no me provocaba nada. Que no sentía nada al notar de lejos como se le arrugaban los costados de los ojos o su nariz al reír, o cuando la veía caminar al trabajo con un vas de café y estiraba sus labios para enfriarlo. 

Lo único que había logrado descubrir fue que para Katherine lo único que importaba era la niña, lo veía en sus ojos, el brillo y el instinto maternal en ellos eran palpables. No hacía nada por ella misma, no tenía citas y no había ningún hombre en su vida. Lo volví a confirmar.

Pero fue diferente hoy cuando al salir del Ministerio un tipo salió corriendo tras de ella ofreciéndose a acompañarla a casa y ella acepto. Era obvio que ese tipo estaba interesado en ella, que le gustaba, ni se esforzaba en ocultarlo que incluso sin escuchar la conversación pude notarlo. Pero ella no parecía enterada, no notaba como el se le quedaba mirando, o si lo hacía, fingía muy bien. 

En un impulso y sin saber porque, tuve la necesidad de bajar del auto y me aparecí en esa esquina con el fin de que aquel tipo se alejara. Y no fue por celos ni ninguna acción guiada por algún tipo de sentimiento, solo que de lejos el tipo se veía que era un niño y un idiota, no sería una buena compañía para la niña.

Después mientras ella me reclamaba, como era típico de ella, me había dedicado a observarla. Seguía siendo mucho más baja que yo. En invierno su piel era mucho más blanca de lo habitual y eso hacía que el rosa de sus mejillas se notaran aún más rosadas al igual que el rojo de sus labios. Su cabello negro como el azabache armonizaba todo a la perfección.

Cuando nos detuvimos frente al edificio ella seguía reclamando y aunque yo mostraba serio y apacible como siempre frente a ella, tampoco pude evitar notar como desde abajo ella me miraba de frente, seria con sus labios algo fruncidos. Sus pestañas casi rosaban sus ceja al tener que levantar la cabeza para enfrentarlo. 

Con otro sorbo a mi trago, a mi cabeza volvió la conversación de Katherine y Mattheo.

—...¿Aún amas a Tom?

—...Dejé de sentir algo por él hace tiempo, verlo ahora no me provoca más que rencor. Lo único que nos relaciona es mi hija. 

Esa era la respuesta clara. Yo estaba de acuerdo, no siento nada por Katherine y no tenía caso seguir pensando en nada. Las estupideces que dijo Mattheo eran solo ideas suyas. 

Mi celular vibro sobre la mesa ratona y con toda la pereza del mundo me estiré para tomarlo. 

Seguro es el idiota de Mattheo que se quedo sin dinero. 

Pero no, para mi sorpresa era Katherine. 

Katherine Page: Maddison dice que le gustaría ir al merendar a una cafetería del centro que le gusta mucho y luego ir al parque en la tarde cuando salga de su clase de violín.

Tu: De a cuerdo. Las veré allí. 
Gracias. 

Espere a ver si respondía, y como no dijo nada más deje caer el aparato al suelo. Con más alcohol que agua en mi sistema, no sé en que momento me quede dormido en el incomodo sofá. 


Al otro día desperté en el mismo incomodo sofá y al intentar abrir los ojos sentí como si me los quemaran con cigarrillos en cada uno por la luz que se colaba por las ventanas. La resaca era insoportable. Pero de no haber sido por el alcohol no habría podido dormir y necesitaba dormir para dejar de pensar por un momento. 

Para un Riddle poder dormir es su mayor deseo y su mayor castigo...

Tenía mucho trabajo por hacer, pero decidí dejarlo para cuando la cabeza me martillara menos y tenga menos ganas de matar a algún jefe insoportable y subí a mi cuarto por una ducha. Salí con una toalla envuelta en mi cintura. Maldije en todos los idiomas que conocía al sentir la vibración de mi teléfono. 

—¿Qué? 

—Si así de terrible te escuchas, no quiero imaginar como te ves —dijo Zabini al otro lado mientras me restregaba el cabello con una toalla— 

—No molestes y solo dí para que llamaste. 

—Todos aquí están como locos desde que tu y Mattheo no volvieron la fecha acordada. 

—Y es mi problema porque...

—Quieren aprovechar tu ausencia para quitarte el puesto. 

—Me gustaría que lo intentaran. 

—Necesitas bajarle a tu ego y entender que si no estas aquí y con casi todo el ministerio en tu contra, eso es algo probable. Trato de cubrirte en todo lo que puedo, amigo. Pero...

—Sé que puedes hacer más. No te subestimes. 

Con hastió colgué la llamada y deje caer el aparato en la cama y yo lo seguí sintiendo el colchón mullirse por mi peso. 

La cabeza me va a explotar, sin exagerar. 

El día pasó y a la tarde me llegó un mensaje de Katherine con la ubicación del lugar. Si mi humor era de los peores, empeoró más al ver que sería otro de esos lugares llenos de muggles. Ella sabía cuanto los odiaba, es como si lo hiciese con intenciones de joderme. 

No entendía como es que ella siendo sangre pura podía mezclarse con esa clase de gente, y peor aún, que dejase que la niña se críe rodeada de esa gente. Pero no podía decir nada ya que fui yo quien le dijo que eligieran a donde ir. Y era el lugar favorito de la niña.

Tendré que soportarlo...


Llegué al lugar varios minutos antes de la hora acordada y tuve que esperar en la entrada de la cafetería. El sol se estaba ocultando y el mal humor era cada vez peor por tener que esperar rodeado de gente tan desagradable, me irritaba. No ayudo que un niño por andar corriendo de su madre pasara junto a mi y me empujara removiendome de mi lugar. 

Estaba a nada de sacar mi varita y desquitarme, pero apretó los dientes y los puños guardando mis manos en los bolsillo de mi saco tratando de controlarme para no hacer nada arriesgado.

Aún tenía rastros de la resaca de haber bebido tanto durante la semana. Es por eso que tengo ganas de matar a cada cosa que se mueva, pero tenía que hacer un intento por calmarme antes de que ellas llegaran. No sería una buena imagen si lo descubrieran y no me agradaría que la niña se lleve una mala impresión. 

Inhale profundo y deje salir el aire. De pronto me sentí más aliviado y relajado, pero no por la estúpida respiración, sino gracias a que vi a Katherine y a la niña doblar al fin la esquina.

Katherine llevaba el estuche del instrumento colgado en su hombro y sostenía la mano de la niña mientras reían sonoramente por algo. Me dio curiosidad saber que sería tan gracioso.

Llegaron frente a mi aminorando la risa y la niña me saludo más animada, a diferencia de la madre quien solo me me dedicó un asentimiento de con la cabeza. Una vez más el silencio reino un momento en el que ella y yo nos miramos mutuamente. No hacía falta saber que estaba molesta. Estaba seria al punto de que se le fruncían los labios inconscientemente y me miraba cono ojos levemente entronerados. Como si ella fuera un libro abierto para mi, entendí a la perfección lo que me trasmitía.  

No lo arruines, Riddle. 

Mi respuesta fue mi mirada indiferente y tranquila de siempre. 

—¿Vamos a entrar? —preguntó la niña llamando nuestra atención— 

Los dos asentimos y entramos. Como todo caballero abrí la puerta y esperé a que ambas entraran primero. El lugar estaba bastante cálido a diferencia de como era por fuera, así que nos sacamos los abrigos mientras Katherine buscaba una mesa vacía y en cuanto encontró uno que le agradara nos acercamos. 

La niña corrió a su silla sentándose antes de que nosotros llegáramos y Katherine la regaño con que no corriera. Yo solo me quede en silencio y tomé el respaldo de la silla donde se sentaría Katherine y la alejé de la mesa. Ella me miró enarcando una ceja y hundiendo la otra en confusión. Y yo estaba igual de confundido, fue un movimiento por instinto al que a parecer ya me había acostumbrado con solo un par de veces. Pero solo se sentó y no dije nada 

Para mi suerte, el lugar estaba casi vació a esa hora por lo que se acercaron rápido a tomarnos la orden.

—¡Yo quiero chocolate caliente! —dijo la niña emocionada— 

Yo creo que ya no necesita más azúcar, está bastante más alterada de lo que suele estar. Pero su emoción logro doblegarme un poco.

—Yo también quiero un chocolate caliente —dijo Katherine y no me extrañó. Siempre le gustó más el chocolate caliente—. 

A ti te gusta el café porque es amargado igual que tu 

La recordé decir e inconscientemente casi se me escapa una sonrisa sin saber porque. 

—Un expreso —pedí mirando la carta y se la devolví sin mirarla—

La chica se retiró y fruncí el ceño en confusión cuando luego de unos minutos miré hacia la barra y la misma chica me dedico una sonrisa y sacudió sus dedos en el aire. Que desagradable.

—Solo me quedan cincuenta paginas para terminarlo —dijo la niña llamando mi atención y supe al instante que se refería al libro— 

—Y, ¿qué te parece hasta ahora?

—Me gusta el misterio de la historia, y como el trabaja para que el secreto que oculta el antagonista se vuelva cada vez más vaya intrigante. También entiendo lo que hizo el protagonista, solo que no entiendo el porque.

—Todas las preguntas que te surjan se responderán al final, pero descubrirás que todas las ideas que tuviste hasta ahora, no están cerca de lo que pasa realmente —aseguré—.

—¡No me digas más! —dijo apresurada anteponiendo sus manos antes mi para que no siga y eso inconscientemente me sacó una leve sonrisa—.

La misma camarera nos trajo nuestros pedidos junto con las rebanadas de pasteles que ellas se pidieron y cada uno se dedicó a preparar lo que beberían.  Desvié por inercia mi mirada hacía Katherine viéndola como levantaba su taza con ambas manos sosteniéndola con las puntas de los dedos por el calor que emanaba y estiro su labios dejando un pequeño orificio para soplar y enfriar la infusión. Luego miré a la niña quien estaba haciendo exactamente lo mismo, ambas concentradas en lo que hacían. Que tanto se parecen en algunas cosas.

Katherine dio un sorbo a su chocolate, y sus ojos se cerraron como si fuera la cosa más deliciosa que había probado y eso me llevo a las pocas que ella me había insistido para que probara y la única vez hice una mueca de asco cuando un pequeño sorbo me pareció asquerosa mente dulce. De ahí lo de que soy amargado igual que el café.

Katherine relamió su labios limpiando el exceso del chocolate y eso me devolvió a la realidad e inconscientemente tragué saliva y aparté la mirada.

La niña me siguió conversando mientras que el tiempo pasaba y cuando ya no tenían más nada que hacer en aquel lugar, nos levantamos dejando el dinero de la cuenta sobre la mesa. La camarera nos sonrió diciendo que esperaba que volviera pronto lo cual la ignoré por completo y salimos al frió de la noche.

Me ofrecí a sostener el instrumento cuando Katherine se agachó a la altura de la niña para ajustar bien su abrigo y su gorro. Le sonrió acariciando sus mejillas y se volvió a levantar tomando una de sus manos. La niña quedo en le medio de ambos mientras caminábamos y ella contaba sobre como le había ido en su clase. Contó como su profesor de violín tropezó y rodó por los escalones por andar coqueteando con otra profesora. Ahora sabía que era de que eso de lo que se venían riendo cuando llegaron.

Querían ir a un parque que estaba de camino y no me quedo otra que aceptar. La sola idea de estar en un lugar donde habría niños corriendo por todos lados me irritaba. 

—¿Tienes mucho trabajo? —me preguntó. Supe que no era mera curiosidad y que en realidad quería saber si era por eso que no me había contactado después de que habíamos quedado en que íbamos a conocernos mejor, ella me miraba desde abajo mientras caminaba, como si me analizara. 

—Demasiado —respondí—. El Ministerio se encarga de demasiadas cosas y al no estar allí, tengo que atender todo desde aquí, lo cual es un tanto más complicado.

Zabini debe estar odiándome

—¿Cuanto tiempo puedes quedarte?

—Mientras todo marche bien, puedo estar tranquilo. 

Llegamos al parque y la niña salió corriendo a la resbaladiza. Para mi suerte, aquí tampoco había nadie por la hora y el frío y podía estar tranquilo.

—Le agradas —escuche decir a Katherine— 

Volteé a mirarla y ella tenía la mirada al frente con las manos en los bolsillos viendo como la niña se perdía en el interior del juego. 

—No lo arruinaré, Katherine —dije al saber que eso era lo que la preocupaba—. Todo esto es muy nuevo para mi, trato de hacerlo lo mejor que puedo, pero hay veces que me sobre pasa. 

—Maddison es una niña muy inteligente y madura para su edad, pero sigue siendo una niña, la idea de tener un padre la emociona, y de alguna manera, que tu seas su padre la emociona más, que por el contrario a mi me aterra —se giró a verme quedando de frente—. Eres la persona más egoísta que conozco y no dudas al lastimar a otros, Tom. Cuando las cosas se ponen difíciles, no dudas en salir huyendo sin pensar antes a quien o que dejas atrás, y ser padre es de las cosas más difíciles en la vida, es algo de todos los días, no hay descansos ni vacaciones por más sobrepasado que estés. Maddison se ha pasado toda la semana pensando que hizo algo que te molesto o que era culpa suya, no puedes simplemente desaparecer sin más y luego aparecer como si nada, eso debe parar. 

—No huiré. No ahora, y tampoco la lastimaré, sería lo ultimo que querría hacer. 

—Me gustaría creer alguna cosa que salga de tu boca, Tom. 

Fue lo ultimo que dijo antes de girarse y acercarse a la niña y columpiarla. 

Sus palabras resonaron en mi interior como miles de agujas que se hincaban en donde pudiese. Fue tan seria y directa como a lo que me refiero cuando digo que no tenía miedo de pararse frente a mi y soltarme todas sus palabras en la cara. 

Pero ahora no le había mentido. No iba a huir. Justo en este preciso momento en el que la veo jugar y la escucho reír mientras su madre la empuja con delicadeza estoy seguro de que no quiero. 

Ya perdí a una, no perderé a la otra. 

—Me gusto ir a merendar juntos —dijo ella cuando estuvimos a los pies de su edificio— 

Estaba por responder, pero otra voz me detrás nuestro me interrumpió.

—¿Kate? 

Los tres volteamos y al instante una sonrisa se dibujo en el rostro de Katherine.

—¿Theo?

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