Desde que Emma Stroll había comenzado su trabajo en Aston Martin, no podía decir que viera demasiado a su padre. Cuando no estaban en temporada de carreras, ella vivía cerca de la sede mientras que su familia vivía en Suiza. Durante la temporada, Emma viajaba con su hermano y el resto del equipo. Y Lawrence Stroll no asistía a las carreras con tanta frecuencia como antes.
Por eso, cuando se padre apareció de imprevisto en las oficinas de Aston Martin durante un día de pruebas, y pidió verla en privado, sin importarle en lo más mínimo si su otro hijo estaba afuera probando el monoplaza y la pista, ella tuvo miedo.
Emma estaba romántica involucrada con un mecánico de Red Bull. Sí, no había sido su mejor idea. Pero no era nada serio, se aseguró repetidamente de eso, y ella siempre tenía extremo cuidado de no revelar nada sobre Aston Martin que no fuera de conocimiento público (él no tenía tanto cuidado).
Así que cuando se encaminó a la oficina que su padre había reclamado para sí mismo durante su estadía, se sentía del todo como una niña regañada y no como una de las mujeres más importantes en la escudería, siendo encargada de todo el aspecto logístico de su equipo.
Tomó asiento frente al escritorio, con la espalda muy recta y las piernas perfectamente juntas. Como le habían inculcado toda su infancia.
—Papá, es bueno verte —dijo Emma, con una sonrisa tensa.
El hombre sonrió ligeramente a su hija.
—También es bueno verte, cariño.
Eso debía significar que él estaba de buen humor, ¿verdad?
Eso esperaba Emma, mientras se esforzaba activamente por no caer en un espiral de ansiedad.
— ¿Qué te ha traído por acá? Al Grand Prix de Australia, de entre todos.
— ¿Has escuchado los rumores? ¿Sobre Alonso?
— ¿Su partida a Mercedes? —preguntó Emma, con sorpresa. Ella no interactuaba con los pilotos casi nunca, pasaba más tiempo con los mecánicos, los ingenieros... Todos los que se ocupaban de trasladar lo necesario de un país a otro, o de un continente a otro en caso de ser necesario.
—Así es.
— ¿Es cierto, entonces? ¿Se va?
—Sí, y no. Hemos decidido que no estamos convencidos con su rendimiento, está en espera para renovación, a menos que consigamos otro piloto que nos agrade más para ocupar su posición.
—De acuerdo... ¿Y en qué piloto están pensando? —preguntó dubitativa.
Ella estaba muy, muy confundida. Ella no solía estar involucrada en cualquier asunto que tuviera que ver con los pilotos, no con los que ya pertenecían a la escudería y mucho menos con los que recién eran candidatos para pertenecer a la escudería. Solo quería saber de qué forma iba a perjudicarla eso para poder prepararse, ya que era absolutamente imposible que lo único que Lawrence Stroll esperara de ella fuera que ejerciera de caja de resonancia para sus ideas.
—Carlos Sainz —dijo él.
Hum. Bueno. Ella conocía a Carlos Sainz. No en persona, en realidad, solo lo había visto a la distancia algunas veces en el paddock y se había cruzado en más de una ocasión con su publicidad por doquier (sobre todo cuando estaban por Europa).
A pesar de todo, ella no estaba completamente segura de que él fuera la mejor opción para Aston Martin. No era un mal piloto en absoluto, en realidad, ella silenciosamente lo prefería antes que a Leclerc, ¿pero no le acababan de sacar el apéndice? Quizá era un poco pronto para tomar una decisión de esa magnitud y ofrecer un contrato complicadísimo de rescindir en la posterioridad.
Eso suponiendo siquiera que él aceptara la oferta.
— ¿A él no le ofreció Audi un acuerdo millonario o algo así? —preguntó Emma.
—Sí. Pero el acuerdo que tenemos para él tampoco es malo, y seguro que él verá las ventajas de asentarse nuevamente con un equipo ya establecido en lugar de desperdiciar años en un equipo que demorará bastante en ser competitivo a este nivel. Nuestra escudería también tiene muy buenas proyecciones para el siguiente año, con las nuevas incorporaciones y contratos que estamos ofreciendo.
—Pareces muy convencido de que él va a aceptar.
—Pero esa es la cosa, Emma, no estoy convencido. Creo que requerirá bastante trabajo que Sainz empiece a ver las cosas desde nuestro punto de vista.
— ¿Y entonces?
—Entonces, hija, necesitamos que intervengas a favor de la escudería y hables bien de nosotros con él.
Y a ella no le estaba gustando hacia donde iba eso...
— ¿Cómo? Yo jamás he hablado con él, ¿por qué confiaría en mi palabra?
—Por eso te lo digo ahora. Acércate a Sainz. Eres bonita, él tiene tu edad y es un hombre, no debería ser tan complicado.
— ¿Quieres que salga con él? —preguntó Emma, con el ceño fruncido y la indignación haciendo subir su voz un par de tonos.
A su padre no le gustó eso. Su expresión apacible, o al menos calmada, se endureció súbitamente. Sus facciones adquiriendo una inesperada fiereza que acompañaban su ceño fruncido y su mueca.
—Quiero que hagas aquello por lo que estás aquí. Ayudar a tu hermano, ayudar a la escudería, y ayudarme a mí. Hacer lo necesario por el negocio, eso le enseñé a tus hermanos, y creí haberte inculcado esos valores también. El compromiso, la abnegación y la inteligencia. ¿Acaso me equivoqué en eso?
Emma apretó la mandíbula tanto que sus dientes chirriaron un poco.
—No, papá. Aprendí bien. Solo quería confirmar haber comprendido correctamente los resultados que esperas de mi parte.
—El único resultado que espero es que, si Carlos Sainz obtiene una posición en el podio en la carrera del Domingo, y yo le presento mi propuesta en unos meses, él la acepte. Me da igual lo que tenga que pasar entre ambos sucesos.
—Sí, papá.
Cuando Lawrence se puso de pie y salió de la oficina, Emma se esforzó tanto como pudo para decirse que podría haber sido peor, que su padre podría haberla despedido, que podría haber descubierto sus indiscreciones con personal de otras escuderías, que podría haber decidido vender Aston Martin...
Pero el pánico se rehusaba a abandonar su sistema. El miedo y el estrés corriendo por sus venas como sangre.
Tomó su teléfono celular del bolsillo trasero de su pantalón y rápidamente introdujo el número que tenía guardado en marcado rápido. Timbró dos veces antes de que le respondieran la llamada.
—Allegra, necesitamos hablar, urgente —dijo Emma, alarmantemente rápido—. ¿Cómo se hace para fingir que estás enamorada de alguien? ¿Y cuál es la mejor forma de terminar una relación de amigos con beneficios?