" Lo que tienes de diablo tú,
Yo también."
En el Despacho del Superintendente, la tensión era palpable mientras Jack Conway, el superintendente, Gustabo García, el subcomisario, Freddy Trucazo, el comisario, y el agente Isidoro Navarro discutían sobre la creciente amenaza de las bandas en la ciudad.
- Parece que estamos jodidos. -murmuró Gustabo, frunciendo el ceño ante la situación.
- Sin duda, si no tenemos cuidado, podríamos desaparecer sin dejar rastro alguno neno.-añadió Freddy, intentando aligerar el ambiente con un chiste.
- Sería mejor que al menos Gonzalito pasara desapercibido -intervino Conway, su voz resonando con autoridad.
Todos dirigieron su mirada hacia Isidoro, quien permanecía en silencio.
- No es como si no supiéramos cuidarnos, oíste, después de todo, somos de la CIA -replicó Freddy, frunciendo el ceño hacia Conway.
Antes de que Conway pudiera responder, alguien golpeó la puerta interrumpiendo la conversación.
- Y ahora que coño quieren. -gruñó Conway antes de permitir la entrada con un brusco "adelante".
De afuera entró una mujer hermosa, con cabello naranja, piel bronceada, vientre hinchado y ojos azules penetrantes, entró en la habitación. Su presencia dejó a todos boquiabiertos.
- Qué onda pa. -saludó la mujer con su acento argentino notorio, dirigiendo su atención a Conway antes de que sus ojos se encontraran con los de Gustabo, quien también estaba atónito. - Hermanito.
La mujer luego reconoció a los demás presentes, asintiendo hacia Freddy y dirigiendo una mirada curiosa pero firme al desconocido, Isidoro.
- Me dejaron re atrás, ¿He? -bromeó, echando un vistazo a los papeles sobre la mesa.
Todos reconocieron a la mujer de cabello naranja, Índigo Smith Brooks, una exagente de la CIA conocida por su astucia y peligrosidad, quien había logrado escapar de las garras de la organización.
- ¿Qué coño haces aquí? -gritó Conway, golpeando la mesa con furia mientras se levantaba de su asiento.
- Estoy viviendo, ¿no lo ves? Felizmente, por si te interesa saber. -respondió Índigo con una sonrisa sarcástica, aunque su tono cambió cuando señaló su vientre. - Aunque no es como si estuvieras hablando con delicadeza a una mujer embarazada.
- Fantástico, otra demente más. -masculló Freddy, escrutando a Índigo con desprecio.
Los ojos de Índigo se clavaron en Freddy con una mezcla de odio y repugnancia.
- Al menos yo no maté a mi propio hermano, hijo de puta. -Freddy e Índigo se miraron con hostilidad, ambos conocían la historia, se habían conocido gracias al fallecido José María. Y eso era un secreto a voces para todos los presentes.
- Me sorprende que hayas decidido aparecer. -Gustabo carraspeó, rompiendo la tensión.
- Dinos, ¿qué estás tramando, Gamea? -Conway fue diferente a Gustabo, él fue directo al grano, sin rodeos.
No era secreto alguno qué Conway odiaba a su única hija, la repugnaba, y eso era una de las cosas qué Índigo se acostumbro saber, sabiendo bien qué Gustabo era el privilegiado del amor de su primogénitor.
Los ojos azules se encontraron: padre, hijo e hija. Sabían que Índigo estaba planeando algo, y padre e hijo temían lo que pudiera ser.
. . .
En una sala sombría, una mafia conocida por todos se reunía para llevar a cabo lo que estaban planificando hacia rato.
- Entonces, ¿nuestra idea es atrapar a Gustabo García y Freddy Trucazo, y acabar con Conway, ¿verdad? -preguntó Hunter Brooks, uno de los miembros del grupo, repasando el plan con incertidumbre mientras miraba a su líder.
- Correcto -confirmó Jacob, conocido como "El Calaveras", disipando sus dudas.
- Pala eso necesitaliamos a Índigo, ¿no es así? -intervino Yun Kalahari, un asiático presente en la reunión, captando la atención de todos.
Los ojos de todos se dirigieron hacia la joven embarazada sentada en un sillón, observando con sus afilados ojos azules a cada uno de los presentes.
El rubio con trenzas y tatuajes se acercó a su novia, colocando su mano sobre su vientre hinchado.
- Si no quieres... -comenzó a decir Hunter, pero fue interrumpido por Gamea.
- No me pasará nada, cariño, tranquilo -respondió con una sonrisa en su rostro, dejando claro su parentesco con Jacob.
Jacob e Índigo se miraron, ojos azules con ojos negros, Jacob temía que le pasara algo a su herman a su hermana, pero sabía qué ella estaría bien, Jacob confiaba plenamente en Gamea.
- Estoy dentro.- Confirmo, levantándose con ayuda de dos de las chicas de la mafia. - Estaré bien, ¿Sí?, no se preocupen.
Con su acento argentino, tranquilizó a los demás presentes, instándolos a confiar en ella y en el éxito de su plan.
Fue por eso, qué ahora estaba en la comisaría, frente a frente con las personas qué alguna vez conoció como su familia, menos uno, pero qué ya sabía quién era.
. . .
- Te fuiste, mataste a mi agente Ivanov y simplemente te largaste, ¿dónde cojones te fuiste, desgraciada? -Conway, lleno de furia y rencor, miraba a su hija, quien permanecía sentada en el sofá.
- Me fui de la mano con el pecado a caminar. -respondió Índigo con un guiño travieso.
Índigo sabía que, a pesar del odio de Conway hacia ella, nunca la llevaría a las celdas de la comisaría, ni a cadena perpetua.
- Y ahora estás embarazada. -Gustabo observó sorprendido el vientre de su hermana de reojo.
- Exacto -confirmó Índigo con una sonrisa.
- Y casada, pobre de Hunter Brooks. -Freddy dejó de lado su tablet, cada palabra cargada de veneno.
- Eres una maldita criminal y tienes un historial limpio. -Conway lanzó la tablet con fuerza sobre la mesa, mirando a Índigo.
- Lo que tienes de diablo vos, yo también. -Índigo sonrió con malicia, mirando al mayor.
Conway desvió la mirada, consciente de a qué se refería.
Índigo y Freddy se enfrentaron con la mirada, llenos de odio, como siempre.
- Por cierto, que bien duermen los que muerden, ¿No? -Índigo sonrió con arrogancia, creando con sus labios unas palabras; "Javi", algo que solo Freddy sabía.
Conway suspiró, sabía lo que se avecinaba, sabía lo que esa mujer representaba.
Pero también sabía que, a pesar del resentimiento y odio que ella le tenía, siempre había un lugar para él en su corazón herido.
Sabía que tenía a esa mujer en sus manos, y todo gracias a su difunta esposa, Julia.
O al menos, eso quería creer Conway.