El DESTINO Y SUS JUEGOS - TRU...

By Lore-365

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Isabella Johnson, tiene sus metas bien claras, quiere terminar su especialización en paisajismo y diseño de i... More

CAPÍTULO 1 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 2 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 3 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 4 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 5 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 6 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 7 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 8 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 9 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 10 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 11 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 12 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 13 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 14 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 15 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 16 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 17 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 18 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 19 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 20 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 21 - POR: Isabella Johnson
CAPÍTULO 22 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 23 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 24 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 25 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 26 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 27 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 28 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 29 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 30 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 31 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 32 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 33 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 34 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 35 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 36 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 37 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 38 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 39 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 40 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 41 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 42 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 43 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 44 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 45 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 46 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 47 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 48 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 49 - POR: Alexander Black.
CAPÍTULO 50 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 51 - POR: Isabella Johnson.
CAPÍTULO 52 - POR: Isabella Johnson.
Hola Hola... Nuevos Capitulos

CAPÍTULO 53 - POR: Isabella Johnson.

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By Lore-365

—Iba a mandártela anoche pero pensé que es mejor que te acompañe, así estaré más tranquilo si me cercioro que te hagan todos los análisis.

—Como si tuviera posibilidad de saltarme alguno —le respondo estrujándome los ojos para terminar de despertar.

—Por si las dudas prefiero estar ahí, alístate, ¡pasó por ti en treinta minutos!

—¿Has visto alguna vez a una mujer que sea capaz de estar lista en tan solo treinta minutos? —le pregunto sacando los pies de la cama.

—Está bien, ¡que sean cuarenta! —me concede riendo.

—Ok, ¡te dejo entonces!, porque en el ritual matutino cada segundo cuenta.

—Te llamo cuando esté ahí —me dice colgando la llamada.

Me levanto a toda prisa y quizá porque anoche devolví todo lo que tenía en el estómago, hoy no tengo el menor malestar, me ducho y me alisto tan rápido como puedo y salgo a la sala; Rose está seria revisando el teléfono pero cambia de semblante en cuanto me ve, sonriendo me pregunta.

—¿Qué quería Patrick?

—Tenemos que regresar al hotel que está afuera de la ciudad y como está de camino, decidió pasar por mí —le miento, no queriendo preocuparla porque es capaz de querer ir con nosotros.

—¿No terminaron ayer?

—No, nos faltó una zona.

—Um... qué amable es en venir por ti —dice levantando una ceja y bajando un poco sus lentes, pero sin dejar de lado su tono sugerente.

—Sí, la verdad es que es muy amable conmigo, pero según me dijo es por encomienda de su hermano.

—¿De Benjamín?, ¿has hablado con él?

—Sí, un día de estos llamó a Patrick y estábamos revisando unos planos, aproveché a saludarlo —le cuento.

—Dile que le mando saludos cuando vuelvas a hablar con él —me pide—. Pero se me hace extraño que Patrick sea tan amable así porque sí —agrega.

—Hay gente que trae en la sangre, ¡ser amables! —le respondo.

—¡Ajá...! —acepta riendo.

—¿Tan temprano te has puesto a trabajar? —le pregunto intentando desviar el tema de Patrick, no quiero que comience a ver corazones rosas en donde no los hay.

—Sí, en la tarde voy a salir con Eduardo y quiero avanzar, ¿sabes si van a regresar temprano? —quiere saber.

—¡No sé aún!, depende de que tanto avancemos, ayer regresamos después de mediodía, por la reunión que te conté que teníamos con los proveedores, pero para hoy no tenemos compromisos en la tarde.

—No pases por alto comer, sino cuando veamos a tu mamá, va a decir que te estoy matando de hambre —me dice poniendo los ojos en blanco.

—Si por mamá fuera le gustaría tenerme tan gordita como está Charlie —le respondo riendo y recordando a ese hermoso trocito corriendo por el jardín.

—Te mirarías adorable con los cachetitos así de gorditos y rosados —me hace burla agarrando sus propias mejillas, me suena el teléfono y es Patrick, respondo de inmediato.

—¿Llegaste? —le pregunto tomando mi bolso.

—Sí, Uber en posición —me responde.

—Ok. Ahorita bajo —le hago saber y luego riendo digo a Rose—. Llegó mi chofer.

—Um... ¡con un chofer así de bueno!, me animo a ir hasta el fin del mundo con él conduciendo —comenta espiando por la ventana—. Dile que le mando saludos y pídele que un día de estos suba a saludar.

—Le diré que quieres que te dé un paseo por la ciudad —la molesto y luego recordándole a su novio le digo—. ¡Que disfrutes tu tarde! —ella se pone a reír.

Llego al estacionamiento y Patrick me está esperando afuera del coche, me recibe con un beso en la mejilla y caballerosamente como siempre abre la puerta para mí; me considero una mujer independiente, pero la galantería y caballerosidad de un hombre, ¡nunca me pasan desapercibidas, ni me incomodan!

—Te veo animada —me comenta cuando ya vamos en marcha con el vehículo—. Me gusta verte sonreír ¡se te iluminan los ojos!

—Sí, estuvimos hablando locuras con Rose —le respondo haciéndole ojitos, él sin descuidar su atención de la carretera se pone a reír.

—¡Espero no haber entrado en esas locuras! —comenta distraído.

—No como parte de las locuras, pero sí salió tu nombre un par de veces —le confieso viéndome en el espejo—. Por cierto, Rose te manda saludos, dice que subas a saludarla un día de estos.

—Si regresamos temprano podría ser más tarde, ¡me contaste que está de vacaciones!, podemos ir a cenar —propone.

—Hoy va a salir con el novio, pero si ya ha venido cuando regresemos, se lo proponemos.

—Ok señorita Johnson, ¡como usted diga! —responde dándome una mirada ligera—. Vamos a pasar a desayunar a un restaurante que está de camino al consultorio de la doctora y después nos vamos para el hotel, ¿te parece?

—Por supuesto, hoy también tengo hambre —le respondo, recordando que tengo el estómago totalmente vacío y sin el menor malestar.

Al llegar al restaurante, me pido un delicioso coctel de frutas con mermelada de fresas y topping de granola, y para tomar un delicioso té de chía, él se pide un desayuno más a lo americano, con su infaltable taza de café.

—¿Estás lista para ir con el médico? —me pregunta cuando ya hemos terminado.

—¡Me asustas!, me haces recordar cuándo era pequeña, no me gustaba ir al médico porque me ponía vacunas y temo a las agujas —le cuento riendo y cubriéndome la cara con ambas manos—. ¡Y obviamente me van a sacar sangre!

—¡Ya eres una chica grande, no tienes que temer a las agujas!, solo será un pinchoncito y es necesario para descartar que los mareos sean a causa de alguna enfermedad —me responde agarrando mi mano y apretándola levemente para darme valor, su tacto me parece cálido y agradable, ¿será por el frio?

—Hay cosas a las que nunca se les pierde el miedo —le respondo en verdad asustada de que van a pincharme para sacarme sangre.

—Supongo —comenta no muy convencido—. ¡Pero esta vez será algo rápido!

—Y tú, ¿a qué le tienes miedo? —le pregunto distraída.

—No te lo voy a decir, quizá algún día lo descubras, ¡aunque espero que no!

—¡Um...!, interesante reto —le respondo haciendo ruiditos de tambor con mis dedos sobre la puerta del coche.

En cuanto llegamos a la clínica, me reporto con la enfermera, y le doy mis datos para que me cree un expediente, luego me manda a sentar y pide que espere mientras me llaman, al paso de cerca de diez minutos otra enfermera me llama.

—¿Isabella Johnson?

—Sí. —le respondo levantándome del asiento.

Patrick ha entrado conmigo y está aquí esperando, a pesar de que le dije que no era necesario, ¡podía esperarme en el auto!, pero dijo que ahí se aburriría.

—La doctora Carper la va a atender, sígame por favor.

—Gracias —le respondo—. Ya regreso —digo a Patrick—. Si me escuchas gritar, vas a mi rescate —le pido riendo.

—Para que veas que si era necesario que subiera —dice jocoso.

Pongo los ojos en blanco y sigo a la enfermera.

—Señorita Johnson —me saluda amablemente la doctora—. Siéntese por favor, el señor Dormán me comentó que vendría.

—Sí, gracias por recibirme —le respondo, consciente de lo difícil que es lograr una cita de un día para otro, me parece que es alguien jovial.

—Cuénteme, ¿qué puedo hacer por usted? —me pregunta.

—El día de ayer sufrí un desmayo, y el médico del hotel me atendió —le respondo—. Me pidió que me hiciera estos análisis —le cuento entregándole la hoja que el doctor me dio, ahí indica cuáles análisis quiere que me hagan.

—Aparte del desmayo, ¿ha tenido otros síntomas?, veo que le ha incluido una prueba de embarazo, ¿cuándo fue su último periodo?

—Hace tres semanas aproximadamente, tendría que estar menstruando la próxima semana —le comento.

—¿Se ha sentido agotada o con exceso de sueño?, ¿ha presentado náuseas y vómitos? —me pregunta tomando nota.

—Me he sentido agotada, pero lo atribuí al exceso de trabajo que he tenido durante las últimas tres semanas —le explico—. He presentado algunas náuseas, pero no son continuas, y solo he vomitado en unas cuantas ocasiones, ¡pero seguramente algo de lo que comí no me sentó bien!

Ella busca en una gaveta y saca un recipiente que luego me lo entrega.

—¡Salgamos de dudas!, deposite aquí una muestra de orina, vamos a realizarle una prueba de embarazo.

—¿Una Prueba de embarazo? —le pregunto, como idiota.

—Sí, por lo que me está comentando, es una posibilidad, y saldremos de dudas en breve.

—Pero, ¡si me ha estado viniendo el periodo! —le digo, esperando que entienda y que deje de insistir con que puedo estar embarazada.

—No se preocupe, la prueba es confiable y si no está embarazada lo sabremos en breve —me responde condescendiente—. En el baño, en el mueble blanco, hay batas limpias —me explica—. Después de que deposite la muestra en el frasco, regrese con la bata puesta, déjese la ropa interior —me pide.

Me dirijo al baño, sintiendo como si fuera caminando en el aire, «¡no puedo estar embarazada!, ¿qué voy a hacer, si el examen sale positivo?», me pregunto.

Deposito la muestra y con manos temblorosas me quito el pantalón y la blusa, quedando solo en ropa interior y me pongo la bata para regresar a donde la doctora.

—Acuéstese en la camilla —me pide—. Quiero revisarla.

En paralelo, veo que entra una enfermera y va hasta el baño, para luego salir con el frasco de la muestra que acabo de dejar ahí, siento que la cabeza me retumba y mi pánico ya no es por el temor a las agujas, sino porque el resultado a esa prueba vaya a salir positivo, sigo las indicaciones de la doctora, por pura inercia.

—¿Ha notado algún cambio en su cuerpo? —me pregunta tocándome el abdomen con cuidado.

—He adelgazado porque no he estado comiendo muy bien, ¡y últimamente he notado un leve abultamiento en el estómago, pero lo achaqué a que podría habérseme inflamado por el desorden alimenticio que he hecho —me excuso.

Ella continúa revisándome y no comenta nada.

—Me dijo que le ha estado viniendo normal el periodo —me pregunta, metiendo levemente sus dedos por mi pelvis.

—Sí, ¡no he tenido ni una sola ausencia! —le respondo de inmediato.

—¿Cuántos días dura su periodo normalmente? —quiere saber.

—Tres días —le digo colocando mi mano sobre mi frente.

—¿Ha tenido sangramiento normal los tres días en sus últimos periodos? —cuestiona, revisándome los pechos que los tengo, ¡ultra sensibles!

—El mes antepasado sí, el pasado dos días y en menor cantidad, y la última que tuve, fue como día y medio, pero solo fueron un par de manchones —le respondo, pensando en cómo no pude poner más atención a eso, ni a los síntomas que estaba presentando—. ¡Lo achaqué al estrés! —trato de justificarme con ella y conmigo.

Pero no logro evitar que el peso de la ansiedad por saber el resultado se haga más grande, «¡no por favor!», suplico internamente.

La doctora me pide que me vista y me dice que vamos a esperar el resultado del examen, nuevamente entro al baño, solo que hoy no me tiemblan únicamente las manos, sino que todo el cuerpo.

Me tardo un poco en salir porque temo el resultado de la prueba, cuando lo hago me dice la doctora que vaya al laboratorio, que me van a sacar sangre para practicarme otros análisis, y que me van a hacer pasar con ella en cuanto tengan el resultado de la prueba de embarazo.

Cuando salgo del consultorio desconozco la apariencia que tengo, pero supongo que no debe de ser nada buena ya que Patrick se levanta y viene hacia mí.

—¿Qué ocurre?, te dijeron que es lo que tienes? —me pregunta preocupado.

—No, aún no me han dado un diagnóstico pero la doctora también cree que estoy embarazada —Le cuento cubriéndome el rostro—. ¡No puedo estar embarazada!, me ha estado viniendo el periodo, ¿qué voy a hacer? —le pregunto como si él tuviera esa respuesta.

—Tranquilízate, ¡es solo una sospecha!, vamos a esperar el resultado de los análisis —me responde él, abrazándome.

—¿Pero qué voy a hacer en caso de que sí este? —vuelvo a preguntarle—. Alexander va a tener un hijo con otra mujer, ¿cómo voy a decirle que yo también estoy embarazada? —le digo sin lograr contener mi llanto.

—Ya veremos que hacer, ¡no te precipites a los resultados! —responde consolándome—. ¿Y esos papeles? —me pregunta quitándomelos de las manos.

—Me mandaron al laboratorio para que me saquen sangre y me hagan otros exámenes —le respondo dejando que los revise.

—Vamos, voy a acompañarte —me dice caminando a la par mía.

Regresamos del laboratorio y la enfermera me pide que entre al consultorio.

—Ya está el resultado —me dice la doctora—. Salió positivo,! estás embarazada Isabella! —me confirma.

Ya mi nombre lo escuché entrecortado, como si un robot estuviera hablando, los oídos se me inflan de inmediato como si me hubiesen puesto aire, y todo a mí alrededor comienza a girar hasta que siento que mi cuerpo se desvanece.

Pierdo el conocimiento, y a lo lejos, escucho a la doctora que da indicaciones, unos suaves brazos me sostienen, pero no me protegen, ¡No es Alexander!, «ni Patrick», digo en mi sub consiente, escucho el ruido de cosas metálicas y de papel moviéndose, pero yo cada vez soy llevada más y más a la oscuridad hasta que ya no se escucha ni soy consciente de nada.

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