In estaba flirteando conmigo, y yo estaba absolutamente receptivo a ello. ¿Quién no lo habría estado? Era jodidamente guapo. Incluso sentado, me di cuenta de que era alto, probablemente más que yo. Sus extremidades eran largas y delgadas, y la piel que asomaba por su camisa parcialmente desabrochada era dorada, con apenas una pizca de vello negro en el centro del pecho.
Sus ojos oscuros tenían los párpados muy abiertos y desprendían un brillo sensual. Mi abuela mencionó una vez que su actor favorito tenía mirada seductora, y esta fue la primera vez que entendí realmente ese término. Aquellos ojos, combinados con su mandíbula afilada y su espeso cabello negro, que parecía tener mente propia al caer continuamente sobre su frente después de que lo apartara, hacían que In fuera devastador. Internamente, jadeaba como un cachorrito. Realmente esperaba estar actuando con calma en el exterior.
—Ya que estoy en problemas, ¿puedo tentar a la suerte y pedir un recorrido? Nunca he estado en una casa como esta. Me miró fijamente durante tanto tiempo que me preparé para ser rechazado. Justo cuando estaba a punto de retractarme, In se levantó del sofá y se puso en pie. Luego me ofreció la mano. Deslicé mi mano entre las suyas y dejé que me levantara. Tiró un poco demasiado fuerte y acabé pegado a él.
—Bueno, hola. —Mis manos fueron a su pecho y las suyas se posaron en mis caderas. Tuve que levantar la vista. No mucho, quizá cinco o diez centímetros, pero aprecié que fuera más alto que yo.
—No estoy acostumbrado a que un doncel esté a la altura de mis ojos —pronunció en voz baja, mientras su mirada se deslizaba por mi rostro. Ninguno de los dos parecía tener prisa por retroceder.
—¿Qué te parece? Olía bien. A especias y aire fresco. Tuve que contenerme para no meterle la nariz en la garganta y ver si su olor estaba más concentrado allí, justo sobre su pulso palpitante. Seguro que sí.
—Tengo muchas preguntas que antes no tenía. Saqué la lengua para mojarme el labio superior.
—Hazlas. Una de sus manos se arrastró desde mis caderas, a lo largo de mis
costillas, recorriendo mi brazo y hombro hasta el lado de mi cuello. Me observó mientras subía por mi cuerpo como si esperara alguna objeción, pero no encontré nada objetable en estar en brazos de aquel hombre. Su pulgar acarició la parte inferior de mi mandíbula, inclinando suavemente mi cabeza hacia atrás.
—Algunas cosas solo pueden responderse experimentándolas. —Sus ojos no se apartaron de los míos m mientras se acercaba a mí a un ritmo dolorosamente lento. La impaciencia me impulsó a levantarme ligeramente sobre los dedos desnudos de los pies y acercar mi boca a la de In.
Él gruñó, profundo y ronco, y luego me atrajo más hacia su cuerpo, sus dedos se enredaron en mi pelo y me agarró la cadera con más fuerza. A pesar de la forma casi brusca en que me abrazaba, sus labios eran suaves y escrutadores. Había compartido besos de borracho con desconocidos en bares, pero esto no era nada parecido. En absoluto.
Fue lento y minucioso, saboreando cada centímetro de mis labios antes de separarlos y deslizar su lengua contra la mía.Los dedos de mis pies se enroscaron en la alfombra de felpa y todo mi cuerpo se fundió con el de In. Se soltó de mi cadera y deslizó la palma de la mano hacia la parte baja de mi espalda, acariciándome el trasero. Mis dedos se deslizaron por su pelo, acercando su cara a la mía.
Sabía delicioso, a cerveza, menta y algo decididamente exclusivo de él. Lamí su lengua y la parte posterior de sus dientes, y un gemido se escapó de mí sin mi permiso. Sonrió contra mis labios, retrocediendo para esparcirlos con suaves besos antes de alejarse por completo.
—Vamos, guapo. Te mostraré el lugar.
In me llevó de habitación en habitación, pero apenas me fijé en el contenido de ninguna de ellas. Su pulgar frotando la parte posterior de mi cadera tenía una línea directa con mi pene, y para cuando estábamos subiendo la escalera de caracol hacia su dormitorio, decidí que deseaba a este hombre y no quería esperar para tenerlo.
Abrió de un empujón la puerta de su dormitorio y me permitió entrar delante de él, pero no me soltó en ningún momento. Su mano parecía estar permanentemente amoldada a mi cadera, y yo no tenía ningún problema con eso. Me gustaba allí. Se quedó detrás de mí mientras yo intentaba ver su habitación. La cama, las mesas, las obras de arte, las luces… Eso fue todo lo que registre. La mayor parte de mi atención había sido robada por el hombre que presionaba su gruesa erección contra mi trasero mientras arrastraba sus labios por mis hombros desnudos.
—Hay algo que decir de un doncel casi tan alto como yo — murmuró contra mi piel.Arqueé la columna y enganché mi mano en su nuca.
—Es muy conveniente cuando las cosas se alinean.
—Hmmm. —Chupó en el lugar entre mi hombro y el cuello—. Para mi todo se trata de la conveniencia. Giré hacia él y le pasé los brazos por encima de los hombros. Sus dedos se hundieron en mi cabello, inclinando mi cabeza como él quería, y luego su boca se posó en la mía. Dios, este hombre sabía cómo besar. Al principio lo hizo con suavidad, tomando sorbos casi suaves de mis labios. Era enloquecedor, pero, al mismo tiempo, adictivo.
—Eres bueno en eso —le dije.
—Tus labios saben a jodida azúcar. —Se apartó lo suficiente para mirarlos. El calor que se desprendía de su mirada era tan intenso que casi me tiraba hacia atrás. Sabía que lo decía en serio, y no solo por su expresión. Al momento siguiente, los estaba chupando y mordisqueando, intentando robarme el sabor de los labios. Y me pregunté si era posible correrse besando. Tuve que apretar los muslos para aliviar el dolor que In me había causado, pero no sirvió de mucho.
Mientras devoraba mi boca, sus dedos jugueteaban con mi camisa, deslizándola por mis hombros. Sus dedos recorrieron mi clavícula y el ligero escote. No preguntó. En un momento estaba seguro en mi camisa y al siguiente estaba abierta y deslizándose por mi cuerpo. In dejó suficiente espacio entre nosotros para que cayera hasta el suelo.
Se separó de mi boca, me metió los dedos en los boxers y tiró de mí hacia la cama. Se sentó y me detuvo entre sus piernas abiertas. Con los labios entreabiertos, echó un largo y minucioso vistazo a mi cuerpo en boxers negros de encaje.
—Mierda. Las cosas que quiero hacerle a este cuerpo. —Su boca abierta se posó en mi ombligo, dejando un reguero de besos húmedos a lo largo de mi abdomen mientras se metía entre mis piernas—. Necesito comerte el pene. Asentí con la cabeza, dispuesto a hacer casi cualquier cosa para que mantuviera su boca en mí.
—Primero quítate la camisa. Déjame verte a ti también. Me soltó, apoyándose con las manos en la cama.
—Hazlo tú. Su orden en voz baja me golpeó en el vientre y caí de rodillas, deslizando las yemas de los dedos por su pecho expuesto hasta el botón superior. Ya había hecho la mitad del trabajo, así que no tardé nada en desabrocharlos todos y abrirle la camisa. Se me hizo agua la boca al ver su torso tenso y musculoso. Tuve la tentación de seguir con la lengua la línea de vello negro que dividía su abdomen y desembocaba en sus pantalones. Pero In tenía otras ideas.
Me agarró y me tiró sobre la cama. Se puso sobre mí para quitarse la camisa y recorrió con sus ojos hambrientos mi carne expuesta.
—Quítate el pantalon. Quítate ese maldito pantalón ahora, guapo. Mi columna se arqueó ante su orden. Una vez expuesto mi trasero, tuve un momento de aprehensión. Mis pequeños pezones eran mi mayor inseguridad.
Pero la mirada de In se oscureció, pasando de hambrienta a famélica. El calor me abrasaba la piel mientras él se bebía mi cuerpo. Cayó sobre mí y sus labios se cerraron en torno a uno de mis pezones, succionando lo bastante como para que me arqueara en su boca y gimiera. Mis dedos se enredaron a los lados de su cabello y mis piernas se apretaron y retorcieron.
Este no era yo. Besar a extraños en la universidad era tan atrevido como había sido con hombres que no conocía. Pero había algo en este hombre que me había encendido desde el minuto uno. Sabía que si decía que no a esta experiencia en particular, me arrepentiría para siempre.
—In… oh por favor. —Lo que estaba pidiendo, no estaba seguro. Solo más. Todas las promesas que había hecho mientras devoraba mi boca. Levantó la cabeza de mis pezones y tomó uno de ellos con la palma de la mano.
—Estos necesitan más atención. Tus pezones son tan dulces como tus labios.
—Me miró el vientre—. Apuesto a que eres aún más dulce entre las piernas, ¿verdad?
—No lo sé. Tendrás que decírmelo. Un duro beso en mi sonrisa y ya bajaba por mi torso, lamiéndome los pezones y luego chupándome la piel bajo el ombligo. Me quitó los boxers como un látigo, rápido y suave. In no tardó en abrirme en canal y deleitarse con mi mirada.
—Dios. Mierda. Hasta tu pene es bonito.
Extendió las palmas de las manos en el dorso de mis muslos, me empujó las rodillas hacia el pecho y se dejó caer para devorarme. Y eso fue lo que hizo. No jugueteó conmigo. Me dio una larga pasada, de punta a punta, gimiendo cuando mi sabor chocó con su lengua, luego me atravesó con dos gruesos dedos y se aferró a mi trasero.
Mi cuello se arqueó, los ojos se abrieron de par en par hacia el techo. Esta parte rara vez me funcionaba, y si lo hacía, tardaba mucho, mucho tiempo. Pero In había iniciado el fuego incluso antes de tocarme. Cuando sus dedos tocaron algo dentro de mí, encontrando un lugar que hasta entonces creía un mito, y golpeo mi prostata con sus talentosos dedos, me convertí en un pequeño adicto tembloroso, quejumbroso y lascivo. Me había enganchado en menos de un minuto. Sus gruñidos gratificados mientras me lamía y me daba placer solo me empujaban más y más cerca. Porque esto le excitaba. No lo hacía solo por mí. Este hombre claramente disfrutaba el trabajo que estaba haciendo.
Nunca quise que parara. Pero ni siquiera intenté contenerme. Mi clímax se abalanzó sobre mí con una fuerza inimaginable, provocándome un bucle vertiginoso. Un nudo profundo, muy profundo dentro de mí se liberó, y ríos de semen brotaron a través de mí. Y fuera de mí. Me agarré con fuerza a su cabello mientras me abalanzaba sobre sus labios y su lengua, gritando su nombre a un volumen que debía de resonar en las paredes. Me zumbaban los oídos y había perdido el control de lo que salía de mi boca.
Si todos los de la fiesta de abajo me habían oído, esperaba que se alegraran por mí, porque acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida. Mis párpados se cerraron mientras jadeaba y temblaba por las réplicas. In dejó que mis piernas cayeran a un lado mientras me acariciaba la cara interna de los muslos y la curva de la cintura.
—Mírame, guapo. Suave, pero fue una orden que mis párpados obedecieron. in estaba arrodillado entre mis muslos, con los pantalones abiertos y la punta de la polla sobresaliendo por encima de la cinturilla de sus calzoncillos negros. Me lamí los labios. Se rio entre dientes.
—Ojos aquí arriba. Nuestras miradas se encontraron. Si cabe, ahora había aún más calor tras la suya.
—¿Hice un desastre con tus sábanas? —pregunté. Ladeó la cabeza y se pasó el dedo índice por la boca y la barbilla,
luego se lo metió en la boca y chupó. El gemido retumbante que emitió hizo que mis caderas se levantaran del colchón.
Puso la palma de la mano sobre mi vientre y me apretó contra el colchón.
—Has mejorado mis sábanas. Les faltaba un charco de puto caramelo caliente hecho con tu pene.
—Nunca lo había hecho —admití.
—No será la última vez. —Me metió un dedo y se retorció—. Voy a follarte ahora, precioso. Asentí con la cabeza.
—Por favor. Tuvo que levantarse de la cama para tomar un condón de la mesilla. Contemplando la sensualidad con que se movían sus miembros, las ondulaciones de su abdomen y aquella cabeza morada chorreante que prácticamente se salía de sus calzoncillos, nunca había deseado
más a nadie. Esto era una locura. Yo no. Nunca perdía la cabeza por los hombres.
Pero In estaba en su propia liga. Justo cuando tiraba el condón sobre la sábana a mi lado, alguien aporreó la puerta de su habitación.
—¡In! ¿Está el pelinegro ahí contigo? —El marcado acento Italo-coreano hizo que Sehun fuera fácil de identificar.
—Vete a la mierda —gritó In, apretando los dedos a los lados. Entonces Sehun gritó algo en italiano. In respondió en un italiano igual de rápido, con la garganta y la cara enrojecidas. Me incorporé, sintiéndome de repente expuesto y extraño, aunque Sehun no podía verme a través de la puerta cerrada. In se volvió para mirarme, con las manos en las caderas.
—No te muevas. Me desharé de él. —Luego volvió a gritar en italiano. Normalmente, este hombre hablando italiano lo habría hecho por mí, pero no había nada normal en esta situación. La vergüenza se apoderó de mí. Tendríamos que habernos intercambiado los apellidos y yo tendría que haberle preguntado por su salud sexual. La voz de Luhan procedente del otro lado de la puerta fue el clavo en el ataúd de esta noche.
—Soo, ¿podemos irnos? Estoy listo y no me siento seguro tomando un Uber solo —se quejó. Ya tenía el traje a medio poner cuando In se giró para mirarme.
—Sí, dame un minuto —llamé—. Te veré abajo. Me miró fijamente mientras yo corría por su habitación, recogiendo mi boxer.
—No habíamos terminado —refunfuñó.
Me detuve en seco, apretando mi ropa interior contra mi estómago.
—Lo sé, y siento mucho dejarte en este estado…, pero probablemente sea lo mejor. Ni siquiera nos conocemos. Resopló.
—Eso fue lo mejor. —Su mirada se detuvo en mí y traté de no reaccionar ante su hiriente admisión. Ni siquiera sabía por qué me dolía, pero me dolía. Lo disimulé con un coqueto encogimiento de hombros y una sonrisita.
—Al menos uno de nosotros experimentó la mejor parte. Se acercó a mí con expresión sombría y el corazón se me subió a la garganta cuando me hizo girar hacia la puerta. Su cálido aliento tocó mi oreja antes de que lo hicieran sus palabras roncas.
—Te cobraré las sábanas. —Luego me subió suavemente la cremallera y me alisó el pantalón por los costados—. Nunca he probado algo más dulce que tú, guapo. Luego abrió la puerta de su habitación y me mandó a paseo.
Holis aquí otro capitulo más.
Muchas gracias por sus comentarios.
Nos leemos.
💋