𝐀𝐮𝐭𝐨𝐫𝐚: 𝐚𝐯𝐢𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐢𝐭𝐮𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐒𝐚𝐧𝐞𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐫á 𝐮𝐧 𝐩𝐨𝐜𝐨 𝐦á𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐧𝐠𝐚, 𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐚 𝐦𝐚𝐬 𝐥ó𝐠𝐢𝐜𝐨 𝐞𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐢ñ𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐚𝐧 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐫 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐫𝐞𝐥𝐚𝐜𝐢ó𝐧.
Los padres de Kanae se habían presentado formalmente con los de Sanemi, esto con la intención de conocerse y lograr ser amigos. Sin embargo, todo intento de una buena amistad se fue al caño cuando Kyogo, el "padre" del niño albino, hizo una escena de maltrato en frente de las visitas. Tomando a su esposa, Shizu, fuertemente del brazo y dejándole impregnadas las marcas rojas de sus dedos; y golpeando a su hijo mayor contra la pared al este querer defender a su madre. Y Genya, el hijo menor de la familia disfuncional, se asustó tanto que se escondió en la cocina. Sanemi por otro lado se recuperó rápidamente y se interpuso para evitar que su progenitor los hiciese pasar otra vergüenza. Puesto que al niño no le agradó en absoluto que la hija mayor de la familia Kocho viera el tipo de persona que era Kyogo, y mucho menos que pensara que podía ser igual que él.
Esto alarmó a la familia de las mariposas, por lo que decidieron retirarse del hogar ajeno antes de ser espectadores tanto ellos como sus hijas de otra escena de violencia intrafamiliar.
Al llegar a su hogar, Kanae escuchó una pequeña discusión entre sus padres, quienes debatían en si permitir que sus niñas -o al menos ella- convivieran con dicha "familia" o no.
-Yo prefiero que no hable con el niño -decía su madre preocupada.
-Yo tampoco estoy del todo de acuerdo, pero nuestra hija dice que él no es como su padre.
-Puede que ahora, como aún es un niño, no sea como él, pero después conforme pasen los años, aprenderá de lo que ve en su casa. Los niños normalmente imitan el comportamiento que ven en los adultos de su entorno, y no dudo que cuanto más crezca se vuelva igual o peor que el hombre al que llama padre.
-Bueno, tienes razón. No me gustaría enterarme de que se atrevió a golpear o a insultar a mi hija.
-Es mejor así. Tal vez soy dura y sobreprotectora, pero prefiero serlo a dejar a Kanae convivir con el hijo de un maltratador.
El progenitor de la niña únicamente asintió con una pequeña mueca formada en su boca.
Mientras tanto, la pequeña mariposa de orbes lilas escuchaba todo con tristeza, puesto que ella no creía que Sanemi fuese igual que Kyogo. Sin embargo, no debía ni quería desobedecer a las indicaciones de sus padres, por lo que intentó hacerse a la idea de que ya no vería más al que creía era su nuevo amigo.
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𝙼𝚒𝚜𝚖𝚘 𝚍í𝚊, 𝟷𝟶:𝟶𝟶 𝚙.𝚖.
Kanae al igual que Shinobu yacía acostada y arropada en su cama, a punto de caer en los brazos de Morfeo (Dios del sueño) cuando escuchó algo estrellarse contra su ventana.
Intrigada pero adormilada, se levantó a asomarse para ver a través del vidrio qué era aquello que provocó el bullicio.
Toda señal de sueño se esfumó de su rostro en cuanto vio a Sanemi en su jardín trasero, el cual era la vista que daba la ventana.
La niña soltó el seguro del marco del ventanal -que era la puerta al balcón- y así fue como pudo darse cuenta de que el mayor usaba su mano y parte de su brazo para cubrirse la cara. Esto de inmediato alarmó a la pelinegra, quien hizo amago de bajar hasta donde él se encontraba, cuando el albino le hizo una seña con la mano extendida que significaba "detente".
Y así fue como la infante observó a su contrario subir un árbol para luego trepar por las ramas y finalmente caer de lado con un pequeño golpe en el balcón. Esto asombró a la mayor de las Kocho ya que el niño contaba con mucha agilidad para tener tan sólo diez años.
La fémina lo recibió con angustia en cuanto el chico finalmente reveló su cara, en la cuál tenía un moretón que era reciente en su mejilla izquierda casi en el borde de la mandíbula, y sus nudillos aún permanecían algo rojos y ligeramente hinchados.
-¿Qué pasó? -le preguntó al pequeño en un susurro.
-Él y yo tuvimos una pelea, me pegó y me dijo que iba a aprender a respetarlo.
-¿Te duele mucho? -con su manita examinó la herida, sonsacándole un quejido ahogado a Sanemi.
-Algo -hizo una mueca- ¿Me puedes curar?
-Sí. Voy por el botiquín, siéntate en mi cama.
El dueño de los ojos morados acató la orden y se sentó sobre la cama, con la espalda pegada a la pared.
Pasados unos minutos, la pequeña regresó con el botiquín y con sus deditos colocó pomada sobre el golpe, teniendo cuidado de no ejercer demasiada fuerza para no ocasionarle más dolor. Acto seguido sacó un curita y lo puso con delicadeza sobre la piel lastimada de su contrario.
-¿Tienes otro golpe o rasguño?
-No sé si cuente, pero mis nudillos están... -no hizo falta decirlo, la menor bajó su vista hacia las sábanas y su lámpara con forma de luna brindó la iluminación suficiente para permitirle ver.
-Primero voy a ver si tienes sangre, y si sí, te la voy a limpiar para ponerte vendas.
Mientras te curas, no juegues -esto último lo pronunció con voz de advertencia y sus ojitos entrecerrados.
-Hmm -hizo un sonido de afirmación.
Así pues, la fémina tomó una venda que estaba guardada en forma de rollo, igual que un algodón y una botella de plástico cuyo contenido era alcohol, lista para actuar.
Primero examinó lo mejor que pudo, y tras descubrir que sí tenía rastros de sangre que seguramente pertenecían a Kyogo, mojó el algodón con unas gotitas de alcohol y antes de someterlas contra sus nudillos, avisó-: Va a doler.
Lo siguiente en escucharse dentro de la habitación fueron los quejidos ahogados de Sanemi, que intentaba hacerse el valiente reprimiendo su sufrimiento.
Luego de lo que pareció una eternidad, Kanae por fin retiró el pedazo de algodón que ahora estaba manchado de rojo.
Y antes de que el chico pudiera mover la mano, la niña movió su cabeza en un "no". No había terminado.
-No seas desesperado, te voy a poner las vendas -volteó a verlo y pronunció con una pequeña sonrisa burlona-: Ya puedes dejar de llorar.
El albino reaccionó a esto sonrojándose y bajando la mirada con vergüenza. Aunque aprovechó que no existía tanta luz que lo delatara y por ende no se preocupó tanto por su expresión facial.
-Se me hace raro que siendo una mocosa sepas tanto de enfermería.
-No me digas mocosa, y si sé es porque me gusta. Me gusta curar a la gente, por eso busco videos y libros.
-¿No te aburres?
-Cuando algo de verdad te gusta, nunca te aburres de verlo o escucharlo.
-Puede ser.
Un silencio tranquilo se formó en aquel espacio. Mismo silencio que la niña rompió.
-Sanemi.
-¿Qué?
-¿Tu papá te pega todos los días?
-Casi todos. Cuando está.
-¿"Cuando está"? ¿O sea que no siempre está en tu casa con tu mamá?
-No. A veces se va a tomar a un lugar, y puede estar afuera hasta tres días.
-¿Y tu mamá?
-Madre nos cuida a Genya y a mí. ¿Te digo algo?
-Dime.
-Voy a tener otro hermano -mencionó con el enojo claro en su voz.
-¿Tus papás se quieren?
-No.
-Entonces ¿cómo tienen hijos? Mis papás me dijeron que sólo las parejas que son felices y que se quieren mucho mucho mucho pueden tener bebés -mencionó con total inocencia.
-Pues mis papás no se quieren, y aquí estoy.
-¿Y es un niño o una niña?
-No sé. Apenas me acabo de enterar.
-Mmm... Entiendo.
-¿Terminaste?
-Sí.
El niño Shinazugawa estaba a punto de decir algo cuando de su boca escapó un gran bostezo. Mismo que Kanae compartió con él.
-Me tengo que ir.
-Quédate, es peligroso que bajes.
Te puedes volver a lastimar -advirtió con sus ojitos ahora cansados.
-¿Me quedo a dormir contigo?
-No hay otra opción.
-Tus papás se van a enojar si me ven aquí. Me di cuenta de cómo me miraban cuando él me pegó.
-Yo sé que tú no eres como tu papá. No eres violento, y tampoco me has pegado.
-No tengo por qué pegarte. No estoy loco ni estúpido para hacerlo.
-¿De quién escuchas esas palabras?
-¿Tú de quién crees? -en eso, recordó lo que se hallaban discutiendo- Como sea, ¿qué hacemos entonces?
-Quédate -pidió casi suplicante.
El albino suspiró, rendido, para posteriormente ceder-: Ya qué. Pero no te sorprendas si despiertas y no me ves. Voy a intentar irme antes de que tus papás entren.
-Ujum -asintió satisfecha.
Y así los dos infantes se acomodaron uno junto al otro cubiertos por la manta, listos para por fin dormir.