Tierra no había podido sentirse tan dichoso en mucho tiempo. Las cosas estaban estables e iban mejorando poco a poco para él, en todos los aspectos de su existencia.
Las lágrimas ya no eran tan comunes y eso le hacía sentir un poco más libre, al menos desde aquel momento en que lo había liberado todo frente a sus amigos; pero al final eso fue algo que había valido la pena. Por lo cual esta vez habían sido reemplazadas por un sentimiento de ligera diversión cada vez que veía a sus amigos. Cada vez que veía como trataban de animarlo.
Últimamente ellos pasaban mucho más tiempo de lo que antes lo hacían en su órbita, tanto que ya Sol comenzaba a regañarlos y amenazarlos con mandarles unas "cortas" llamaradas de advertencia cada vez que se pasaban del tiempo límite. Pero al menos por ese momento, Tierra aún podía disfrutar de sus compañías.
Él realmente esperaba poder hacerlo en todo lo que quedaba de su existencia.
¿Cómo había pensado que iba a estar bien alejarse de ellos por tanto tiempo?
Tierra no se había dado cuenta en ese momento, pero él realmente necesitaba a sus amigos. El aislamiento que se había impuesto en un principio fue bueno para tratar de sanar aquellas heridas que habían quedado, pero él ahora estaba consciente de que a largo plazo eso, después de todo, no iba a ser lo mejor.
Así que agradecía a todos y a cada uno de ellos por estar a su lado en ese momento. Mucho más a su luna, su fiel compañero.
Tierra dejó escapar un suspiro que terminó desvaneciéndose en el vacío del espacio, buscando las fuerzas necesarias para mirar a su interior una vez y asegurarse de que todo estuviera bien. Después de unos cuantos momentos lo hizo, y terminó por sentirse un tanto más aliviado luego de eso. Al parecer no había ningún problema.
Y ahora que todo parecía estar bien, Tierra se preguntó algo.
¿Qué sería lo siguiente? ¿Cuál iba a seguir siendo la razón de su existencia además de sus amigos y su vida?
¿O tal vez sólo debía vivir un día a la vez? Después de todo, el futuro todavía no estaba escrito y él aún tenía mucho presente por vivir. Y por ahora él lo haría, a diferencia de antes, sin tanta incertidumbre por este.
—¡Tierra!
Él se giró apenas oyó el llamado alegre de su luna que corría para ir a su encuentro. Detrás de él se hallaban Marte y Venus en una especie de carrera de quemados con asteroides. Mercurio simplemente los observaba desde su posición junto a Luna.
Ambos planetas en juego estaban lo bastante lejos de Tierra como para no suponer un peligro, pero de todas formas Luna se encargó de advertirles cuando llegó hasta él y lo cubrió ligeramente con su cuerpo.
—¡Ey, tengan cuidado con eso! —gritó en una advertencia, a pesar de que no se sentía demasiado preocupado por ello.
Tierra simplemente los miraba con una diversión cada vez más grande en el interior de sus ojos, enternecido por la preocupación de su luna cuando se acercó para atraerlo suavemente con su gravedad. Un segundo después él se volteó para verlo.
—Descuida, yo estoy aquí y estoy bien —susurró con una pequeña sonrisa—. Nada malo volverá a pasar, no hoy al menos.
Luna parpadeó por sus palabras y rápidamente le envió una sonrisa propia de acuerdo, acercándose un poco más para comunicarle a lo que venía.
—Está bien, sólo quería decirte que Marte, Venus y Mercurio quieren que seas el supervisor del juego —se inclinó un poco en su eje, mirándolo con cierta curiosidad y expectación—. Aunque por supuesto, eso es decisión tuya.
Ante esto Tierra le dio una sonrisa rápida y miró más allá de él, hacia donde estaban sus demás amigos esperando por su respuesta. Verlos de esa forma provocó que un antiguo sentimiento de aceptación comenzara a crecer dentro de él.
Ahora adoraba más que nunca sentirse integrado una vez más por todos. Y como tal, también estaba dispuesto a volver a participar en sus propios juegos.
—No te preocupes, todavía puedo hacerlo —dijo mientras se acercaba un poco más a los demás—. Obviamente hace tiempo que lo he dejado olvidado y aunque ya no pueda jugar, si puedo hacer esto.
Ante sus palabras todos terminaron por asentir proseguir con lo que estaban haciendo. Le dieron a Tierra y a Luna los papeles de jueces mientras los demás se acomodaban en sus respectivas posiciones de salida.
—Muy bien, chicos —comenzó a decir Luna—. Creo que todos ya conocen las reglas del juego, así que sólo... —le dio la oportunidad de hablar a su compañero.
—Den lo mejor de sí y diviértanse —completó Tierra por él con una ligera sonrisa, desviando su mirada hacia cada uno de sus amigos.
Todos asintieron y comenzaron a prepararse. Los tres planetas atrayeron varios asteroides con su gravedad, obviamente Venus fue el que contó con una fuerza gravitatoria mayor que le daba una indudable ventaja, pero de todas formas eso no era lo único que lo constituía. En términos de velocidad, por ejemplo, había un claro contrincante.
El juego consistía en llegar a la línea de meta imaginaria impuesta por Tierra y Luna, mientras hacían todo lo posible por retrasar a su oponente con unos buenos lanzamientos de asteroides, al mismo tiempo cuidando de que ninguno les llegara a dar.
Un minuto antes de comenzar, Luna se giró hacia su compañero mientras mostraba una sonrisa en su rostro.
—¿Cuánto apuestas a que gana Mercurio?
Tierra también sonrió y se inclinó para susurrar su respuesta.
—Todo —expresó con una seguridad que hacía mucho tiempo no sentía—. Así que el puesto del segundo lugar se disputará entre Venus y Marte.
Luna le dio un rápido asentimiento por su respuesta, de cierta forma de cierta forma de acuerdo con él. Aunque de todas maneras no pudo evitar decir su opinión.
—Aunque esos dos pueden aliarse al principio para retrasar a Mercurio —expresó como un posible hecho.
Tierra lo pensó por un momento. Él sabía que Mercurio era rápido y fácilmente podría sobrepasar a los otros dos antes de que un asteroide lo golpeara, en ese sentido también era bueno esquivando. Sin embargo, también pensó que sería interesante ver cómo se desarrollaba todo eso.
—Tal vez —se encogió ligeramente de hombros y guiñó un ojo—. Ahora lo vamos a ver.
La carrera comenzó y unos segundos después se dejó en claro quién tenía la ventaja. Mercurio los sobrepasó a ambos con su especial velocidad incluso antes de que pudieran golpearlo con uno de sus proyectiles, él no se detuvo a eso.
Simplemente continuó y pronto eran Marte y Venus quienes estaban ensartados en una disputa por ver quién le mandaba más asteroides al otro sin retrasarse en su intento por llegar a la línea de meta. En ese momento todo estaba tan reñido que hasta Tierra salió de sus eventuales cavilaciones para darles toda su atención.
—¡Vamos Marte! —gritó la voz de una de sus lunas, la de Deimos, siendo seguida rápidamente por la de Phobos.
—¡Tú puedes, Marte!
—¡Sí, Marte! ¡O Venus! ¡Cualquiera de los dos en realidad! —gritó la voz de Luna para hacerse oír en el vacío del espacio.
Tierra sólo pudo mirarlo con una sonrisa mientras se contagiaba un poco más de su entusiasmo. Aunque justo en ese instante no se sentía con ganas de vitorear, sí estaba dispuesto a mostrarles su apoyo de otro modo.
—¡Tierra, mira!
Tierra parpadeó con rapidez y localizó del mismo modo a sus amigos a punto de llegar a la línea de meta donde Mercurio los esperaba. Estaban bastante parejos, demasiado en realidad. Ya se les habían acabado los asteroides y ahora sólo podían contar con su propia velocidad para hacerlo.
—¡Vamos chicos, ustedes pueden!
La voz del planeta más pequeño se alzó junto con la de Luna. Pronto no hubo un solo segundo de silencio mientras esperaban por ese momento.
Y finalmente sucedió.
Venus se le adelantó a Marte y cruzó la línea de meta imaginaria ante los vítores de todos sus amigos.
Con una exhalación agitada, ambos planetas se acercaron lentamente al grupo, sonriéndose mutuamente entre sí mientras los demás los recibían con su propia sonrisa. Felices de la diversión que todos experimentaron. Entonces Marte se giró de inmediato hacia su amigo.
—Carajo, Venus, ¿Desde cuándo eres tan rápido?
Venus rodó los ojos, pero de todas formas no pudo evitar que se formara una ligera sonrisa en su rostro.
—Bueno, tal vez tener como vecino al planeta más rápido de todo el sistema solar hizo que aprendiera algo —expresó con altanería, mirando al más pequeño de reojo.
Mercurio inmediatamente enarcó una ceja por lo que había dicho Venus, mostrándose divertido luego de eso mientras negaba con lentitud para sí mismo. Tal vez en el futuro lograran llevarse un poco mejor, o al menos no tan mal.
Marte también alzó una ceja por lo que su amigo había dicho, sinceramente todos lo hicieron, hasta Tierra y Luna, incluso Phobos y Deimos no pudieron evitar mostrarse sorprendidos por sus recientes palabras. Venus dejó salir un resoplido cuando se dio cuenta de cómo todos lo miraban.
—¿Qué me miran? Es en parte la verdad.
Entonces todos soltaron una amplia carcajada por aquello, haciendo que incluso el más gruñón del grupo se contagiara con su entusiasmo y cambiara la cara que tenía por una leve sonrisa de diversión. Eso era lo único que podía hacer.
Tierra entonces dejó de reír y se acercó un poco más a su amigo.
—Está bien, si tú lo dices te creemos.
Su sonrisa y la de todos los demás fue un poco contagiosa para el planeta tóxico. Al final logró que dejara salir un suspiro de aparente cansancio, aunque en realidad, muy en el fondo, se sentía agradecido por sus apoyos.
Luego de eso todos continuaron sus siguientes días en aparente calma y tranquilidad, sin nada ajeno o externo que lo interrumpiera. Tierra inclusive estuvo dispuesto a dejarse llevar por Luna para llegar hasta los límites de la zona de Ricitos de Oro, visitando muy cerca las órbitas de Marte y Venus.
Sin embargo, esa paz aparente no podía durar mucho.
Después de todo, nunca lo hacía.
Y fue justo unos días después cuando Marte llegó con mucha agitación y un creciente estrés que amenazaba con sacudir hasta su frío núcleo, con un hecho que él esperaba que sólo fuera una alucinación.
—¡Tierra! —su grito pudo oírse incluso en los límites de la zona habitable—. ¡Tierra, Luna!
Los demás también estaban allí. Venus y Mercurio mostraron una expresión preocupada en sus rostros mientras los recién mencionados se acercaban con mucha intriga hacia él.
—¿Marte? —La confusión asaltó a Luna.
—¿Por qué vienes tan agitado? —Tierra preguntó con un ceño fruncido, notando el ritmo errático y la mirada asustada del planeta rojo. No le gustó para nada.
—¿Qué sucedió? —La cuestión de Venus fue contestada por un rápido balbuceo.
—Y-yo... Yo vi... —Marte miró a todas partes, detrás de sí, a sus amigos y a sus lunas, viendo como todos lo miraban con creciente y contagioso desosiego—. Tierra, creo que...
Mercurio intervino rápido antes de que pudiera divagar, comenzara a hiperventilar y terminara por tener un ataque de pánico justo en ese momento.
—Marte, tranquilo —se acercó diciendo con voz suave y completamente serena—. Respira profundo, suave... —Poco a poco, vio como su amigo le hacía caso y comenzaba a seguir lo que decía—. Eso es, calma tu núcleo y luego nos dices que sucedió.
Varios minutos pasaron hasta que Marte al fin pudo calmarse y liberar la tormenta emocional que se había gestado en su interior. Entonces comenzó a hablar, y lo dijo todo.
—No sé cómo vayan a tomar esto, pero... Tierra —se giró hacia su amigo, mostrando un semblante de duda e indecisión en su rostro que sólo hizo que Tierra se pusiera más nervioso de lo que ya estaba—. Esto va a parecer muy loco, lo sé...
—Por favor, Marte, acaba de hablar y dejar este maldito suspenso de una vez —Venus frunció el ceño e ignoró su mirada—. Hace que se agite mi núcleo.
Marte tomó aliento de nuevo.
—Acabo de ver... una nave, una nave de verdad —continuó, ignorando sus reacciones—. Cerca del cinturón de asteroides.
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Tuturututun. 😗