«Abre esos ojos falsos,
que ya sentí el dolor de ser engañado.
Así que ven y juega conmigo.
Otra vez.
Arruíname por completo»
—TASTE, Stray Kids [Lee Know, Hyunjin y Félix]
Dedicado a SeisaAltin, gracias por ser mi mayor apoyo❤️ TE AMO ✨
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Después de lo que pareció una breve eternidad, el festival de graduación de la academia finalmente había llegado.
La celebración era un evento bullicioso y estrambótico, con luces de colores iluminando la oscuridad momentánea del recinto y la música sonando a todo volumen por los parlantes. El teatro entero estaba vibrante de la emoción, tanto de los alumnos próximos a debutar en el mundo de la danza, como de los familiares, amigos y amantes del arte que estaban presentes.
Desde lo alto del escenario, Jiang Cheng contempló la escena con una sonrisa de orgullo. Puede que se la pasara quejándose la mitad del mes, pero esa satisfacción que sentía al ver a sus polluelos completamente entusiasmados por mostrarle su brillo al mundo era incomparable. Le fascinaba haber sido el guía de esos jóvenes, ayudándolos a alcanzar sus sueños.
Hablando de jóvenes entusiasmados, Jiang Cheng todavía se preguntaba dónde se encontraba Lan XiChen hoy en su gran día. Hace un par de minutos, Lan WangJi desestimó sus preocupaciones y le dijo que su hermano llegaría a tiempo para su performance en solitario, pero eso no funcionó para tranquilizarlo en lo absoluto. Al contrario, Jiang Cheng se impacientó aún más, ahora completamente atento al reloj en su muñeca.
Jiang Cheng no se lo perdonaría si su pequeño didi perdía ésta oportunidad. Conociéndolo, XiChen se entristecería y no volvería a los escenarios de nuevo, incapaz de enfrentarse a la decepción que sembraría en sus seres queridos. Aunque ninguno estuviera realmente en contra de él, no los escucharía en lo más mínimo y culminaría su carrera ahí. Una estrella refulgente cuyo resplandor se apagaría por una equivocación.
Él no podía permitir semejante atrocidad. Es por eso que, ignorando la palabrería del hijo de perra de Lan WangJi (¡Con quién seguía malditamente enojado! ¿Cómo podía pensar en aplastar los sueños de alguien más de esa manera?), salió en su búsqueda. XiChen no contestaba su teléfono, lo que era preocupante. Jiang Cheng recorrió el complejo de danza de pies a cabeza, creyendo que éste se encontraría en alguna de las salas, ensayando para calmar sus nervios. Pero se equivocó.
Intranquilo, Jiang Cheng escuchó la conmoción de la audiencia y la explosión de música. El festival había iniciado y los primeros números estaban dando su actuación. El tiempo se le agotaba.
Jiang Cheng corrió a su oficina, rebuscando entre sus pertenencias las llaves de su maldito auto y saliendo disparado de la pieza. Justo cuando estaba llegando a la salida de emergencia, Wei WuXian lo detuvo por el brazo.
El Jiang encaró a su hermano con una expresión feroz, haciendo que A-Xian retrocediera con las manos en alto.
—Woah, ¡alto ahí, A-Cheng! ¿A dónde vas? ¡Los chicos te están esperando en el teatro!
—Lan XiChen.
—¿Lan XiChen? —repitió su hermano, confundido. Jiang Cheng bufó, hastiado e intentó apartarlo. —Hey, relájate.
—XiChen no está aquí… No lo he visto y estoy preocupado de que no alcance a llegar para su performance.
Wei WuXian lo miró como si fuese un estúpido, luego se echó a reír a carcajadas. Dicha reacción heló a Jiang Cheng, quién maldijo entre dientes a ese imbécil descerebrado de Lan WangJi. ¡Iba a pagárselas muy caro la próxima vez que lo viese!
—¡C-creí que Lan Zhan bromeaba cuando me dijo que iba a burlarse de ti! —rió con más fuerza. Jiang Cheng deseaba que ese idiota (de verdad eran tan para cual) se meara en los calzones—. ¡Oh, Dios mío! ¡Debiste verte, parecías a punto de un infarto!
—Cállate ya, tarado. ¿Dónde está Lan Huan?
Ésta vez su hermano le lanzó una mirada pícara.
—¿Desesperado por ver a tu amado, eh?
—Respóndeme o voy a romperte las malditas piernas.
—¡Bien, bien! Tsk, qué genio el tuyo… ya cásate…
—¡WEI WUXIAN!
—¡Ese soy yo! —dijo entre risas. ¿Es que nunca pensaba guardar silencio? Jiang Cheng iba a cometer un asesinato y no lo lamentaría en lo absoluto—. Didi estaba con nosotros en el salón de maquillaje y vestuario de shijie. ¡Vas a irte de culo en cuanto lo veas, lo juro! Quedó hermoso.
—Él siempre es hermoso —replicó Jiang Cheng automáticamente. Wei WuXian cacareó, palmeando la espalda de su hermano para regresar por donde había venido.
—Ahh, el amor. Mírate, loquito por los huesitos del didi que criamos con Lan Zhan. ¡Es como si estuvieras robándote a mi hijo! Qué dolor siento en mi corazón, tú, rufián del demonio.
—Ya cierra la boca y te daré un puñetazo. ¡Y no hables de mi relación así! Me haces ver como un degenerado repugnante y cochino.
—¡Pero es la verdad! —exclamó Wei Ying—. ¡Bah, robando de mi ensañada justo en mi cara!
—¡Te dije que te callaras!
De vuelta en el teatro donde se llevaba a cabo el festival, Jiang Cheng divisó la figura prominente de su mejor amigo y se acercó, dándole un furioso golpe en el brazo que lo hizo trastabillar.
—Eres un idiota.
Lan WangJi esbozó una sonrisa diminuta, rodeando a Wei Ying por la cintura con el brazo adolorido.
—Ahora estamos a mano.
—Tsk.
Se quedaron observando a sus estudiantes, hinchados de orgullo. Los adolescentes no paraban de sonreír, saltando a los brazos de sus maestros una vez acababan sus shows. Cerca del trío, YanLi lloraba junto a su novio, ZiXuan, otro instructor de la academia. Los dos rodeados de un montón de niños pequeños, quienes los sostenían de las manos para evitar el caos.
Era una escena magnifica. La academia además de ser su fuente de empleo, era un hogar, la familia que habían elegido. La pasión por la música y el baile los unía, sin importar de donde vinieran o quienes fueran en el interior. Se apoyaban unos a otros y celebraban sus éxitos como sólo ellos sabían hacerlo. Jiang Cheng estaba muy agradecido de haber dado el grandísimo paso de fundarla, de ser parte de la vida de tantas personas.
Media hora más tarde, Wei Ying se despidió de ambos para prepararse, pues ese año le tocaba ser el responsable de la participación final. El regalo de los profesores para sus alumnos, un emotivo momento que siempre los llenaba de emoción. El año pasado había sido responsabilidad de Jiang Cheng, así que estaba ansioso por ver lo que su hermano tenía planeado.
Las distintas presentaciones lograron que la multitud estallara, extasiados con cada uno de los bailarines y sus coreografías. Los demás miembros de la academia también se contagiaron del ambiente, chillando mientras sostenían carteles de sus grupos favoritos. Todo era una locura y les encantaba.
—¿Cuántos grupos faltan? —preguntó Jiang Cheng a WangJi.
—Se registraron doce grupos, han pasado ocho. El evento acabará en dos horas más.
—Bien.
Cuando participó el grupo de Lan WangJi, éste demostró una emoción que jamás se había visto con anterioridad. Su pétrea expresión quedo olvidada, aplaudiendo y gritando como todos los demás mortales en el recinto. Jiang Cheng se encontraba divirtiéndose a lo grande a costa de su reacción, así que se burló hasta el cansancio de él. ¡Era una oportunidad única en la vida! Aunque después tuvo que soportar la revancha, pues el Jiang enloqueció cuando sus propios alumnos salieron a dar su presentación.
Disfrutaron del evento hasta que finalmente sólo hacían falta dos nombres en la lista. Wei Ying y Lan XiChen, quién estaría dando el único acto en solitario como alumno. Era la estrella de la academia, y no precisamente porque su hermano fuera uno de los fundadores y dueño y su futuro novio el otro. No. Él tenía talento y todos los alumnos lo sabían de antemano, por lo que votaron por él para representar a su generación en un performance final.
Francamente, Jiang Cheng tenía expectativas muy altas sobre Lan XiChen. Esperaba demasiado, sabiendo que no lo defraudaría. Es por eso que se acercó al bullicio, haciendo uso de su gafete de staff y profesor para adueñarse de uno de los asientos con mejor vista del teatro. A la mierda lo que dirán los demás.
Entonces, las luces bajaron de intensidad y cambiaron de color a un profundo y elegante azul blanquecino, dándole un aire de inminente seducción al teatro. Jiang Cheng se inclinó ligeramente para percibir cada uno de los detalles de la figura envuelta en sombras del centro. Los bailarines de apoyo, todos alumnos de grados menores, se posicionaron en arco alrededor del individuo principal, manteniendo sus cabezas gachas como si fuesen indignos de contemplarlo. Aun con la tenue iluminación, Jiang Cheng podía decir que XiChen era una belleza, una que robaba corazones a diestra y siniestra. Una estrella que puedes ver, pero no tocar o podrías quemarte.
Cuando los primeros indicios de las notas musicales comenzaron a zumbas por los altavoces, la audiencia quedó en completo silencio, hechizados por el vaivén seductor de la melodía. Las luces dieron vueltas hasta centrarse en el actor principal, mismo que se mantenía de pie, adueñándose del escenario como si hubiese nacido para brillar.
Jiang Cheng contuvo el aliento cuando lo vió. Lan XiChen estaba irremediablemente hermoso vestido con un pantalón de pretina alta que abrazaba sus caderas de una forma pecaminosa, la seda carmesí asentándose a su pálida y lechosa piel. La parte superior consistía en un saco cerrado, cuyas líneas se estrechaban en los lugares correctos. El maquillaje suave y arrebatador le daba un aire de lujuria a la inocencia deslumbrante en esos ocelos dorados.
Todos los pensamientos abandonaron la mente de Jiang Cheng, perdido en la figura del chico frente a él. Incluso con el ruidero del público, los ojos del profesor se enfocaron únicamente en su pequeña estrella, quién bailaba con una pasión desbordante y hechicera.
Y su atención no cambió en ningún momento.
La letra de la canción se filtró poco a poco en el cerebro de Jiang Cheng, endulzando su oído y alimentando sus magras fantasías. Era como jugar con fuego, quemándote lentamente pero sin atreverse a retroceder. Le gustaba la sensación aplastante de la lujuria bombeando en sus venas, pues XiChen era una criatura de seducción y sexo, hecha para el disfrute y el gozo. Él mismo lo sabía y usaba ese poder para encantar a todos, para tenerlos rendidos a sus pies.
El disfraz rojo del más joven era una invitación hacia el pecado, complementándose bastante bien a sus fluidos y elegantes movimientos, ganándose un montón de “¡Woah!” y “¡Ahh!” de parte de sus nuevos admiradores, deslumbrados por su icónica presencia en el escenario. A su lado, WangJi y sus amigos gritaron a viva voz, felices de ver al niño de sus ojos reclamar su lugar en el escenario, mostrando una faceta cautivadora y de ensueño. Las expresiones faciales de Lan Huan eran una locura, una ensoñación. La confianza y la coquetería centelleantes en su mirada.
Decir que estaba impresionado seria quedarse corto, pues Jiang Cheng simplemente estaba sin palabras. Sin nada. De un momento a otro, su mundo se había reducido a Lan XiChen en el escenario.
Sin embargo, el performance seguía y él no estaba nada preparado para el segmento final.
La forma en que XiChen se movía debería ser considerada ilegal, un peligro para la sociedad misma, pues era imposible para Jiang Cheng creer que un chico tan dulce y tierno como él pudiese actuar de esa sucia y pecaminosa manera. La fachada de inocencia cayendo en menos de un parpadeo, siendo reemplazada por una lujuriosa lascividad que nacía desde el fondo de su corazón. Por primera vez, Jiang Cheng se dio cuenta de la fuerza de Lan Huan, quién sostenía todo su cuerpo con una mano o dos mientras daba piruetas y creaba ondas, fluidas como un rio cristalino, marcando el ritmo de la canción.
Eres como las malas rosas rojas, tienes un aroma que me vuelve loco, me quitas el aliento.
Pero todas esas espinas gruesas y oscuras ocultan toda tu belleza.
Pero no te preocupes por eso, tengo mis ojos vendados.
No importa si estás confundida en este momento.
Solo disfrútalo, cariño.
Jiang Cheng era una presa que sólo podía mirar fijamente a la criatura caída del cielo que danzaba en el escenario, como una ofrenda al sexo salvaje y sensual. Los silbidos y gritos rezumbaron con más ímpetu cuando XiChen se deslizó lentamente hacia donde él se encontraba, sonriendo malvadamente al ver la boca del mayor abierta de par en par.
Las uñas de Lan WangJi se enterraron en sus brazos, pero él las ignoró como si no doliera la reprimenda silente. Casi podía oír la amenaza que ese gesto conllevaba. Pero no le importaba. No lo hacía y no lo haría nunca mientras la música aumentaba de volumen, acompañando al chico que se contoneaba por la pista como si fuera una pasarela y luego se dejaba caer cerca de Jiang Cheng.
Oh, maldita sea.
En un movimiento bastante interesante y dinámico, XiChen se acostó completamente en el suelo, empujando sus caderas hacia abajo y hacia arriba unas cuantas veces para después erguirse, guiñando descaradamente un ojo a Jiang Cheng. Las mejillas del mayor se ruborizaron y el miembro en sus pantalones se endureció, mojando su ropa interior. Su dignidad siendo pisoteada por ese espécimen varonil y encantador.
—Mierda… voy a follarte en mi escritorio, didi —prometió Jiang Cheng, sintiéndose cerca del orgasmo.
Lan WangJi le dio un fuerte golpe en el abdomen.
La canción, que parecía no querer terminar nunca (y Jiang Cheng tampoco quería que lo hiciera), continuó sonando en el auditorio.
Cariño, no me malinterpretes. No tenemos por qué mentir ahora, en esta noche significativa, la respuesta correcta es que sí puedes tenerme.
Sólo tú puedes tenerme.
Los pequeños detalles era, quizás, lo que más volvía loco a Jiang Cheng y a su maldita polla. XiChen regresó a su posición central, lamiéndose los labios y lanzando miradas calientes al público, coqueteándoles sin reservas. Sus movimientos poco a poco bajaron de intensidad, pero no por eso se hicieron menos vistosos. No. Eran sexys como el infierno, las caderas del chico ondulándose al ritmo de la melodía, también arrebatadora.
Sólo mírame día y noche, cariño.
No me hagas daño, soy adicto a ti, que haces que mis sentidos descontrolados ardan.
No me hagas daño, soy adicto a ti.
Una vez que hayamos comenzado… debes ser mío.
Al finalizar la presentación, las luces se encendieron, cegando a todos los que chiflaban y alababan al bailarín, que recobraba el aliento. Aun así, XiChen les sonrió, tan brillante como el mismo sol, y se inclinó a modo de agradecimiento. Jiang Cheng se levantó de su asiento, aplaudiendo y empujando a las personas para que le abrieran camino. Estaba dispuesto a follarse a su chico en cualquier jodida superficie que encontrara en los próximos minutos…
Lo haría suplicar y sollozar mientras lo tomaba, embriagándose de su sensualidad y exuberante lujuria. Esos ojos broncíneos no volverían a enfocarse en nadie que no fuese él.
Con eso en mente, avanzó hacia la escalera del escenario, estando frente a las espaldas de los bailarines que ya bajaban de la plataforma para unirse a sus amigos y festejar su triunfo. XiChen enderezó su postura, todavía saludando al público, la luz bañando su figura en su totalidad, revelando lo atrevido que era su vestuario en la parte trasera. Las cintas rojas se entrelazaban a su cintura formando un ángulo perfecto, dejando al aire su espalda desnuda.
Sin más, Jiang Cheng se detuvo. Luego retrocedió, sintiendo que su alma escapaba de su cuerpo cuando pudo ver con claridad el tatuaje entre sus omóplatos.
Una bonita y delicada dalia blanca.
El aire de atoró en su garganta al darse cuenta de lo que significaba aquello.
No podía ser cierto.
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Han pasado cinco días desde la revelación de la identidad del conejito, y Jiang Cheng todavía es incapaz de enfrentarse a Lan XiChen.
Lo primero que hizo al volver a casa, había sido enviar un mensaje a su hermana para pedirle que, por favor, lo recibiera unos días en su propio departamento. Necesitaba aclarar sus pensamientos antes de ocasionar un desastre. Uno del que probablemente se arrepentiría más adelante.
Mientras cargaba sus maletas en el auto, se sumergió en su mente, ahogándose con la tempestad que había dentro.
¡Por un maldito y jodido demonio! Lan XiChen era el atrevido chico de los mensajes de texto. El imbécil que pego esa nota asquerosa en su auto y… y quien le había hecho ver estrellas a través de una pantalla más de una vez.
Dios santo.
Jiang Cheng ardía en furia cada que recordaba el mentado tatuaje que resolvió el misterio. Se sentía usado, una marioneta con la que el niño se divirtió a su antojo durante meses. Le vio la cara y eso le molestaba muchísimo. Aún más, que se hubiera atrevido a convertirse en un chico que compartía su intimidad con otro a cambio de atención o lo que mierda fuera.
No lo entendía. Y no quería hacerlo. El rencor cegaba su raciocinio de una forma impresionante. De repente, lo que había sido el inicio de una mágica relación de cuento de hadas se convirtió en un chiste, algo que Jiang Cheng no quería en lo absoluto. Siendo incapaz de diferenciar si él estaba enamorado o no del maquiavélico chico, se puso a replantearse cada momento que pasaron juntos.
Como si estos no hubieran existido.
Todo porque Lan XiChen le mintió.
Aunque claro, se necesitaban dos para bailar tango. Jiang Cheng, como el hombre adulto que era, reconocía su parte de culpabilidad en el asunto. Haberse involucrado con un desconocido de internet era un error estúpido… y haberse involucrado con Lan Huan también lo había sido.
Qué puta mentira.
Después de horas de meditación, Jiang Cheng llegó a la conclusión de que lo amaba. Lo amaba mucho, con cada latido de su corazón. Pero aunque lo quería, no podía perdonar el haber sido usado por el más joven. Incluso desconociendo sus razones o motivos, Jiang Cheng era un hombre cuya simpleza radicaba en que no perdonaba en lo absoluto. Sucumbía a la ira y su monstruosidad cegadora y se alejaba para no salir herido, haciendo a un lado sus propios sentimientos y los de los demás.
Qué egoísta y desconsiderado para los dos. Sí. Justo lo que Lan XiChen había hecho.
Ésta vez no sería diferente al resto, decidió al fin. Jiang Cheng se apresuró a borrar el número desconocido, enviándolo al spam para no volver a encontrar ningún rastro de él. Luego archivó el chat que tenía con Lan Huan, ni siquiera molestándose en abrir los numerosos mensajes que había dejado al notar su ausencia.
Se avocó a su trabajo, reuniéndose con los nuevos alumnos en el grupo más reciente. No tuvo contacto con Lan WangJi, mucho menos con su hermano menor. Lo que estaba bien. Necesitaba su espacio.
Necesitaba paz, aunque eso no existiera en su corazón. La pena y la angustia enraizándose en lo profundo de su pecho, en desacuerdo con la enfática medida que estaba tomando para vengarse del menor.
Porque, quisiera o no, de eso se trataba aquel tortuoso distanciamiento. Venganza. Absurda y sin sentido. Jiang Cheng quería creerse la víctima, el afectado en una situación que se escapó de sus manos cuando evidentemente no lo era. Ni siquiera el mismo conocía el por qué de sus acciones, mucho menos que demonios lo orillo a alejarse del chico, además de desear que éste tuviera una cucharada de su propia medicina.
¿Pero qué medicina? ¿Qué maldita cucharada?
Confundido, se hundió en la incomodidad de la cama en la habitación de invitados de YanLi, dándole vueltas al asunto.
Jiang Cheng creía muchas cosas, entre ellas, que XiChen solo había jugado con él. Que no lo quería, lo que era inverosímil. Conocía de primera mano su amor y el alcance del mismo. Tacharlo de una farsa sería estúpido. Sin embargo, concluyó que la molestia no era hacia el chico (no toda), sino a sí mismo por permitirse sucumbir tan fácilmente.
¿por qué Xichen había tomado esa decisión precipitada? ¿Cuál era el punto de todo ese maldito teatro del infierno?
No lo sabía pero quería averiguarlo.
Regresó a su departamento el jueves por la noche, listo para enfrentarse a la brumosa realidad que los alcanzaba a una velocidad extrema. Probablemente terminaría en un fiasco, algo que ninguno podía evitar.
O tal vez sí.
Cuando Jiang Cheng abrió la puerta, se encontró con las luces apagadas y el salón frío. No había indicios de que alguien estuviera habitando el lugar.
Jiang Cheng dejó las bolsas en la entrada y dio vueltas por el piso, empujando la puerta de la habitación de XiChen.
La cuál estaba vacía.
Suspirando, Jiang Cheng deshizo su maleta y echó todo a la lavadora. El silencio lo inquietó de sobremanera, ya habiéndose acostumbrado a la alegre presencia del jovencito, cuyo rastro se esfumó como si nunca hubiese estado en el departamento. Jiang Cheng no consideró su ausencia, pero supuso que era justo ya que él mismo se había ido de su hogar por una semana completa. Un ojo por ojo bastante infantil.
Al día siguiente en la academia, preguntó a los estudiantes por Lan WangJi, pero todos le dijeron lo mismo: había estado ausente casi toda la semana. Ninguno sabio de su paradero. Jiang Cheng les agradeció, yendo directamente al estudio de su hermano, entrando sin avisar de su presencia.
—¿Dónde se metió Lan WangJi? —cuestionó de inmediato. Wei Ying lo miró por encima de sus lentes de montura delgada.
—¡Hola, A-Cheng! ¡Vaya, es la primera vez que me visitas por tu propia voluntad! ¿Será que me extrañas, hermanito?
—¿Dónde se metió Lan WangJi? —volvió a repetir.
Wei Ying le enseñó la lengua, tecleando rápidamente en la computadora portátil en su escritorio.
—Pidió unos días de descanso para visitar al viejo tío Qiren. ¡Qué lástima que no pude acompañarlo! —puchereó.
—¿Lan Qiren está enfermo?
—Bah, no. Ese hombre es un roble, probablemente nos enterrará a todos y escupirá en mi tumba —dijo su hermano alegremente—. Ciertamente, no sé el motivo de su ida a Gusu. Pero regresará mañana. ¿Lo necesitabas para algo urgente?
—¿Lan XiChen se fue con él? —increpó Jiang Cheng, cruzándose de brazos.
Wei Ying lo miró de hito a hito, incrédulo.
—¿Qué no XiChen estaba quedándose contigo?
—… Dejó mi departamento hace unos días, no sé exactamente cuántos.
—¡¿Qué?! —Wei Ying se levantó precipitadamente—. ¡¿Por qué no me habías dicho nada?!
—¡Porque no lo sabía!
—¡Como no vas a saberlo si viven juntos…! —Su hermano imitó su postura defensiva—. ¿Qué demonios hiciste?
—¿Cómo es que asumes que yo hice algo, uhm? —se defendió.
—¡Fácil, porque eres un imbécil!
—Oh, no te atrevas a decirme imbécil, Wei WuXian. Eres el menos indicado para hacerlo.
La expresión de Wei Ying era una terrible máscara de enojo e inconformidad. Conociendo que no haría que su hermano menor dijera absolutamente nada de lo que sea que sucedió entre su cuñado y él, lo echó de su oficina, amenazándolo con contarle su metida de pata a la temible Araña Violeta.
Jiang Cheng salió de ahí sin decir nada, ofendido por la amenaza. Ya no eran unos niños que se orinaban ante la sola mención de su madre.
Ahora eran unos adultos que podrían sufrir un infarto ante la sola mención de su madre.
Total. Jiang Cheng se dispuso a marcharse a su área de trabajo, cerrando de una patada la puerta de su estudio privado.
Al encender el interruptor, se congeló sobre sus pies.
Ahí sentado en la famosa silla gamer de los videos estaba Lan XiChen.
Inmediatamente, la ira burbujeó en Jiang Cheng, quién espetó sin pensar:
—¿Dónde estabas?
XiChen se encogió de hombros, balanceando sus pies en el aire.
—Con un amigo.
—¿Qué amigo?
—MingJue da-ge.
Ese maldito mocoso.
—¿Qué hacías con él? —siseó entre dientes.
XiChen parpadeó en su dirección, frunciendo el ceño.
—Oh, que gracioso. Después de negarte a ir a casa durante días, ¿ahora te importa dónde estuve? —acusó despiadadamente.
—Cuida lo que dices, XiChen —le advirtió Jiang Cheng, acercándose al menor.
El mencionado esbozó una sonrisa desconocida para el loto. Era un rictus burlón, la fría calma inundando la mirada azucarada del hijo menor de los Lan.
—Llevo bastantes años haciendo eso, WanYin-ge. Estoy cansado de esconderme para que ustedes sigan creyendo que soy un angelito inocente que no rompería ni un plato.
—Me quedó claro que no lo eres.
—No, no lo soy. Mucho menos cuando se trata de ti.
Dicha declaración causó que la ira de Jiang Cheng crepitara al fuego vivo. Una hoguera cuyas brasas amenazaban con consumirlo todo a su paso. XiChen no retrocedió aun cuando la tormenta se plantó frente a él.
—¿Cuál era el propósito de este teatrito estúpido, Lan XiChen? ¿Por qué lo hiciste? ¡Dímelo!
Una risa amarga y sin humor abandonó los labios del menor. Esos ojos que usualmente lo miraban con amor desbordante, ahora estaban empañados de tristeza.
—¿Teatrito estúpido, dices? Qué cruel eres, Jiang WanYin. Y qué injustamente hipócrita también.
—¿A qué te refieres?
—A que disfrutaste esos mensajes cuando no sabías que era yo quién los enviaba. Usabas ese contenido para tu satisfacción, sin siquiera pensar en la identidad del dichoso conejito. ¡Pero cuando descubriste la verdad, corriste lejos como un cobarde!
—Estás yendo muy lejos, Lan XiChen. Mejor vete de una vez.
—Y sigues huyendo, típico —se mofó el menor—. ¿Te digo algo, ge? Tenía la esperanza de que estuviera equivocado. Que, finalmente, tú me correspondieras. Que verías en mí a un hombre, no al hermanito de tu mejor amigo. Pero no lo hiciste.
«No lo hiciste, y eso me duele. Me duele que no hayas dudado ni un segundo en corresponder las insinuaciones de un completo desconocido, pero sí las mías. Me rechazaste desde un principio, escudándote en esa excusa barata de la amistad y bla, bla, bla. No te importaba cómo me sentía. Mientras que yo siempre hice lo mejor para ti. Porque te amo. Eres el dueño de mi corazón, y eso es terriblemente injusto»
Jiang Cheng permaneció de pie, escuchando la perorata de Lan Huan. No se atrevía a decir nada, porque una parte de sí mismo, reconoció la verdad en lo dicho por el joven nube. Y le dolía ser consciente de eso ahora.
XiChen continuó, suspirando cansinamente.
—Creí que lo había logrado. Por un momento pensé que tú me querías de la misma manera en que yo lo hago contigo, por eso te lo mostré. No quería que nuestra relación empezara con una mentira de por medio —volvió a reír, haciendo el mismo lúgubre sonido de antes—. Ahora entiendo que nunca ibas a permitir una relación, mucho menos un nosotros.
—¿Cómo estás tan seguro de eso? —contraatacó Jiang Cheng—. No tienes derecho alguno de suponer mis sentimientos o mis actos.
—Tienes razón, ge. No lo tengo. Pero te conozco. Por eso te fuiste cuando descubriste mi tatuaje, porque fuiste incapaz de comprender cualquier cosa más allá de tu enojo.
—Me mentiste —le recriminó—. Hablas de mi cobardía cuando tú también te escondiste en el anonimato al enviar esos malditos mensajes. Ya déjate de jueguitos y tonterías, XiChen. Estas siendo inmaduro.
Oh, qué mala elección de palabras. Jiang Cheng se dio cuenta que la cagó en el momento en que XiChen se levantó, su expresión crispada de furia.
—Sí, claro. Yo soy el inmaduro —respondió sarcásticamente—. Yo soy el que ha estado evitando a otra persona sólo porque no sé cómo lidiar con mis sentimientos. O la falta de ellos, yo que sé. Éste niño inmaduro es incapaz de pensar como tú, un adulto hecho y derecho.
Lan XiChen lo empujó al pasar, yendo hacia la puerta para dejar el estudio. Dando una última mirada a los espejos y las luces rojas… rió, diciendo sin mirarlo en lo absoluto:
—¿Sabes, ge? Pensé que el amor era suficiente para hacer que alguien se quedara contigo… pero estaba equivocado. Muy equivocado. El amor no significa nada para quienes no lo desean. Y está bien. Lo entiendo. Tú no me amarás, y es algo que debo aceptar de una vez por todas.
Jiang Cheng escuchó la puerta cerrarse. No tuvo la intención de ir tras él. Simplemente se quedó ahí en medio del caos, pensando en la discusión que habían tenido.
Algunas veces, Jiang Cheng olvidaba que Lan Huan sólo tenía dieciocho años. Un niño, apenas un adulto.
Con ambiciones y sueños que, tal vez, él no podía cumplir en lo absoluto.
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¡Hola, estrellitas! Sorprendentemente, me vuelvo a reportar con una actu de este fanfic. ¡Y qué actu!
Finalmente, el drama. Que si bien no va durar mucho, si tiene un peso considerable en la historia y en la relación de ambos. Jiang Cheng no estuvo a la altura de la revelación, pero XiChen también se equivocó. Ninguno es inocente.
¿Cómo solucionarán este problema?
¿Volverán a estar juntos o hasta ahí acabó?
Por si alguien se quedó con la duda, la canción TASTE de mis poderosísimos Stray Kids (la Danceracha) es la que bailó nuestra ovejita. He aquí el video de la presentación, que si bien no es lo mismo que describí (o intenté), si es para que se echen un taco de ojo.
Sin más, nos vemos en el próximo capítulo, nuestro famosísimo final.
Abrazos.