—¿De dónde sacaste ese nombre? —preguntó Emma muy intrigada.
... Al momento de pensar en el término diversidad sexual, me era imposible no hacer analogías con la palabra sirena, o en su defecto, tritón.
Y es que, una definición, delimita conceptualmente una cosa. Para eso, se debe definir qué es, y no, lo que no es. Esto tiene un solo propósito: expresar precisión. A lo que me refiero, es que, si quisiéramos definir la palabra mesa, no podríamos expresarlo como «una mesa es todo aquello que no es una silla» —porque hasta una cama no es una mesa, pero tampoco es una silla—.
Sin embargo, pasa lo contrario con la palabra diversidad sexual porque esta siempre alude a todo lo demás, aquello que se excluye, lo mismo ocurre con el término sirena o tritón, sabemos más acerca de lo que no son —ni seres humanos, ni peces—, que de lo que son.
A lo que voy, es que somos sirenas —y tritones—, atrapados en etiquetas y aproximaciones, pero nadie nos puede definir con exactitud. Estamos fuera del binarismo y las normas sociales hegemónicas, existimos como criaturas monstruosas, doncellas, seres híbridos y ninfas de agua dulce o salada, de cualquier forma, nuestra terminología carece de precisión, tal vez por eso se habla de diversidad, pues es esa diferencia la que nos permite ser o suceder en este mundo...
Al final de cuentas, si todos fuésemos iguales, sería muy aburrido, ¿no?
—Perdón chicos, solo pensé en voz alta, ¿LGBTIQ+ friendly? —Y respondiendo a la pregunta de Facundo, agregué—: Yo llegué a una supuesta residencia universitaria...
—Me siento como en casa... —afirmó Emma con entusiasmo. Y es que, por razones obvias, el hostal le recordaba a su pasado en Chile.
—Me alegro por vos, al menos alguien se la pasa bien —dijo Facundo, mientras Iñigo guardaba silencio. Luego expuso—: Es extraño lo que pasó con tus excompañeros de habitación, esos que no hablan con nadie. Según Angélica se intoxicaron con algo que comieron.
—No sé. Ya me cambié de habitación y solo eso me importa —expresó Emma luciendo extrañamente feliz.
Por desgracia, nuestra conversación comenzó a tomar un rumbo incierto cuando el gordinflón volvió a abrir la boca, ya ni siquiera trataba de disimular una nueva tanda de preguntas de su improvisado interrogatorio.
—Me parece bien que vayan de joda al lugar donde curra Dante.
De solo escuchar su nombre, volví a sentir frío...
Por lo visto, a Facundo le intrigaba saber cómo Dante sobrevivía dentro del hostal, pues solo se le veía trabajar algunas noches al mes en el boliche y por una pequeña comisión. No estudiaba al igual que los demás, no tenía un segundo empleo, debía dinero a otros huéspedes, y en lo que respecta a la fotografía, nunca se le veía con una cámara en mano, a diferencia de Marina.
—¡Emma les paga todo! —aseguró Iñigo, sin la más mínima necesidad de obligarlo a revelar tan oscuro secreto.
Ahora el panorama estaba más completo, al fin pudimos saber la razón por la cual le celebraban hasta los pedos a Emma.
—Pobre chica... —dijo Facundo con pesar—. Dante me debe plata, pero Angélica me dijo que recibía dinero en un sobre que llegaba puntualmente cada mes ¡Estoy cansado de cobrarle!
Siendo víctima del extraño mal que me aquejaba, lo único que podía hacer en esos momentos era tratar de resguardarme del frío, para eso, no se me ocurrió mejor idea que comprar un suéter.
En el Parque Lezama, existían al menos dos ferias: una de ellas vendía artesanías y adornos; mientras que la otra era una especie de pequeña saladita con ropa y objetos usados a la venta. Una vez que logré entrar en calor, aunque fuera solo un poco, nos sentamos de nuevo en una de las mesitas en las afueras del lugar para seguir con el interrogatorio de Facundo, porque aún no había terminado.
—¡Eres demasiado friolento! —aseveró el regordete, luego volvió a lo mismo —: Por lo visto, Dante pasó de sus escándalos amorosos con Bernardo a ser un parásito que vive de Nina y de los demás huéspedes.
«¡Bingo! Yo tenía razón...».
—Pero ya no está con Bernardo... —dijo Iñigo con mucha seguridad, estaba claro que manejaba información que nosotros no.
En ese momento, todos lo miramos, pero fue incapaz de soltar palabra alguna, y para no ser tan obvio, decidió cambiar el rumbo de la conversación, entonces estratégicamente comentó:
—Ariel y Nina... ¿Están juntos?
—Dejá de pensar en Nina, todos te hemos dicho que ella no es para vos, nunca te va a dar bola —le aconsejó Facundo al notar que el chico aún tenía esperanzas de salir de la friendzone. Aparentemente, toda esa información, ya era de público conocimiento.
A Iñigo se le notaba su afecto por Nina, pero eso no era todo el enredo amoroso que había, pues en esos momentos, el chico estaba en una fase de autodescubrimiento, y es que además de la chica, tenía sentimientos por Claudio, y lo que supe tiempo más tarde, es que además experimentaba una fuerte atracción por Bernardo. Lo extraño de toda esa situación era que el monstruo, al parecer, también le había puesto los ojos encima.
Facundo tenía una verborrea incontrolable, porque al final, siempre terminaba hablando de su historia de desamor. El chico contaba con una inmensa necesidad de atención, pues en cuanto comenzaba con la cantinela, nadie lo detenía, y por más que se empeñara en negarlo, la situación era evidente: el regordete aún no superaba a Adrián.
Emma al darse cuenta de que al chico no se le pasaba por la cabeza que sus peroratas pudieran aburrir a alguien, fue directo al grano:
—Ese chico es un idiota, ¡ya está! Necesitas centrarte en otra cosa.
A la chica no le agradaban las situaciones estresantes, y entendía que lo primordial, era hacerle entender, que hablar tanto del inventario de sufrimientos que le afectaba, no lo iba a llevar a ningún lado.
—Emma tiene toda la razón. Déjalo ir, no te hagas más daño —agregué mientras Facundo bajaba la mirada.
Después de un largo silencio y para romper el hielo, Iñigo intervino:
—¿Sabían que Marina y Jorge están juntos?
—Si, me los topé en las afueras del baño —comentó Emma, mirando fijo a otra de las mesitas que estaban ahí.
—¿Y lo de Josefa? —Era notorio que estaba ansioso por contarnos—. Se le vio salir de su cuarto con Lorenzo.
—¿El rubio del altillo que vive en el segundo piso? —preguntó Emma mientras Iñigo asentía con la cabeza, luego dijo—: pero, que saliera de la habitación, no significa nada.
—Digamos que accidentalmente, lo comentó cuando tenía unas copas encima, pero solo fueron unos besos. —En ese instante, Iñigo también comenzó a mirar en dirección a la mesita.
—¡Mirá vos! La enana se lo tenía bien escondido. Es raro... —expresó asombrado el gordinflón, pues con los antecedentes que poseía la chica, todos nos quedamos boquiabiertos.
—¿Qué es raro? ¿Qué alguien se interese en Josefa o que ella se interese en alguien?... —inquirió Emma.
—¡Las dos cosas! —recalcó Facundo con la vista en la mesa que teníamos enfrente.
Al fijarnos, notamos que sentado allí, había un chico observándonos fijamente. Las señales eran claras, estaba flirteando, tratando de llamar la atención. Cuando se percató que todos le mirábamos, comenzó a caminar hacia nosotros con un papel en la mano, pero ¿a quién del grupo iba a encarar?
—¡Masculino, alto y buen cuerpo! —se le escapó a Facundo.
—Debe estar interesado en Emma... —nos aseguró Iñigo.
A unos pocos pasos, me miró fijamente a los ojos, y acercándose aún más, me dijo:
—Este es mi número de móvil, si querés hacer algo, me avisás ¡Por cierto, me encanta tu suéter!
En cuanto se marchó, quedé helado ¿Era posible que yo le interesara a alguien?
—¡Tenés tremendo levante boludo! —exclamó Facundo.