El menor estaba acostado en su cama, eran las doce de la noche y él no conciliaba el sueño, simplemente no podía, todo estaba tan oscuro, tan solo... Quería abrazar algo.
Pero no tenía el qué, solo tenía una almohada que necesitaba para dormir y en su cama no habían peluches.
Pero se le ocurrió algo: debía ir con Beomgyu, él le brindaría el cariño que necesitaba, ahora solo debía rezar porque siguiera despierto.
Tomó su almohada y empezó a caminar hasta su cuarto, viendo la puerta abierta y una lucecita pequeñita adentro. Sonrió y se acercó.
— Hyung — el mayor miró al contrario con una sonrisa brillante.
— Hola, Tae. Dime.
— Es que... — buscó la forma de decirlo, no era fácil admitir que siendo un adulto tenía miedo de la oscuridad y quería dormir abrazadito con su hyung — mmh, ¿cómo decírtelo...?
— A ver — el castaño se sentó en su cama y tomó la almohada del más alto — dame la almohada y acuéstate.
— ¿Cómo lo adivinaste? — el más alto sonrió y llevó su mano a tomar la barbilla del contrario.
— ¿Qué debería significar que vengas abrazando tu almohada y asustado? — el más alto sonrió y corrió a cerrar la puerta — ven, acuéstate, eres totalmente bienvenido aquí.
Corrió de vuelta a la cama, feliz por haber sido aceptado por el mayor. Se acostó sobre su almohada y abrió sus brazos, rogando por un abrazo.
— Ay, no seas desesperado — se recostó entre los brazos del contrario — ya estás aquí, con tu beommie hyung que te va a cuidar mucho.
— ¿Verdad, hyung? — el mencionado asintió mientras se acomodaba en el pecho del rubio — mmh, hueles muy bien — halagó mientras hundía su cabeza en el cuello del castaño.
— Gracias~ — canturreó — pues ahora sí, duérmete.
El menor asintió y cerró sus ojos, sintiéndose muy alegre. Se sentía protegido, ya no tenía miedo alguno, ahora solo sentía paz y tranquilidad, no se quería levantar nunca.