Rashad.
6 AÑOS DESPUÉS...
—Manda una emboscada... y no dejes ni una sola vida, ni siquiera si piden negociar... —Nabu asintió mientras diez generales se levantaban de la mesa, y corrí la silla hacia atrás para pensar que, en esta nueva invasión, estábamos por obtener un buen botín.
Los malditos habían entrado a la ciudad de Babel solo para inspeccionar el palacio, y así anunciar a su rey que era imposible un ataque de cualquier forma. Después de eso llegaron a donde Labán, en Asera, pensando que él se pondría de su parte, y cuando no vieron salida, quisieron negociar conmigo.
Por supuesto, muy poca inteligencia.
Kalá, ya era un pueblo destruido, y me encargaría que ni las almas vagaran por sus suelos desde que llegáramos a sus tierras que formarían ahora parte del imperio Babilónico.
—¡Papá...! —un gritó hizo que alzara la cabeza y vi ese rostro rojo y muy enojado de Aarón, mientras sus ojos azueles se hicieron más profundos.
Malek venía detrás de él de forma lenta y con el rostro serio, colocándose de brazos cruzados, y deteniéndose a unos metros de mí, esperando a que su hermano terminara la queja.
—¿Qué pasa ahora?
—Es Malek... quiero destruirlo... —fruncí mi ceño al escuchar a Aarón mientras le puse mi mirada dura.
—Tu madre te destruirá a ti si te escucha decir estas palabras...
—¡Pero, papá...! —su voz casi aturdía mis tímpanos y llevé los dedos a la sien para masajear la zona.
Estos berrinches de Aarón estaban sacando mi paciencia, y aunque pensé que sería muy fuerte y ejemplo para su hermano, ahora pensaba que me había equivocado.
Su carácter era explosivo, airoso, y la queja era constante en su boca.
—¿Qué es lo que pasó? —esta vez me giré hacia Malek, que permanecía sereno y de pie negando.
—Aarón siempre ganar, y no es mi culpa que maneje la espada mejor que él...
—¡Eso no es cierto! —gritó Aarón de nuevo—. ¡Hiciste trampa, siempre haces trampa!
Malek me dio una mirada, esa mirada verde oscura, mientras sus cabellos lisos y castaños, se pegaban a su frente sudada.
Esta seña de seriedad, y mirada fija, era su costumbre de decirme, "Nunca miento" y a veces me exasperaba su seguridad.
—¡Puff...! —solté un bufido mientras me levanté—. Resolveré este asunto... vamos a la arena antes de que su madre se entere de este suceso... y les advierto —los señalé—. Quien hable de esto se las verá conmigo... ¡Lo juro!
Ambos chicos salieron detrás de mí, y luego Nabu me siguió sonriendo a la arena mientras yo negué con total obstinación.
A veces quería enviarlos lejos hasta que estuvieran grandes y fueran responsables, sin tener que mover un dedo para ayudarlos a crecer. Este crecimiento era demasiado trabajo, además de agotador, y doloroso.
Eso sumado, de que ahora teníamos a Haza.
—Nabu... envía a alguien a que vigile la salida de Hadassa de la habitación... en cualquier momento Haza se levanta y ella lo hará también... No nos puede ver en la arena de batalla.
Nabu asintió rápido, y luego les ordenó a los guardias mi indicación.
Coloqué a cada niño que se llevaban un año de diferencia, pero que, en contextura y altura, eran casi iguales.
—Bien... los veo... —le di una espada a cada uno, y no una de mentiras, ellos tendrían que hacerse responsables, si se herían, cosa que estaba totalmente prohibido para ellos, el castigo sería peor de lo que podían imaginar.
Los choques de las espadas comenzaron, y me senté en la gran silla, frente a la arena, viendo como ambos reñían con destreza.
Malek se movía de forma más ágil, mientras que Aarón daba los golpes más fuertes, en un momento mi torso se levantó cuando Aarón casi golpea su cabeza, pero me senté de nuevo al ver que Malek lo esquivó con astucia.
De un momento a otro, Malek se movió con estrategia, haciendo que su hermano se cayera, y en este momento, la espada vino a posicionarse en su cuello, mientras Aarón gritó frustrado por su derrota.
—¡Es un tramposo! —gritó golpeando el suelo mientras yo me apresuré a levantarme.
—No he visto trampa, te derrotó limpiamente... debes prestar atención a tus movimientos y no a tu euforia por ganar.
Estaba yendo a sus lugares, Malek se limpió la arena y dejó su espada dándole la espalda a Aarón, cuando vi como su hermano mayor se levantó y pateó sus tobillos, totalmente obstinado para hacerlo caer rudamente contra la arena.
Malek cayó de espaldas, dejando que sus codos recibieran el mayor impacto, porque el golpe lo había tomado desprevenido.
—¡Yo seré el rey de Babel! —gritó Aarón con lágrimas en los ojos, mientras que Malek intentó levantarse mientras sacudía la arena de su cuerpo.
Todo fue muy rápido, el anuncio de que Hadassa venía apresuradamente por los pasillos, Nabu a mis espaldas advirtiéndome, y una especie de rabia multiplicada que ganó todo lo demás, al saber que Aarón golpeaba por la espalda, como un traidor.
No pude frenar mi ira cuando ni siquiera vi a Malek al pasar y sacudí a Aarón con tanta fuerza que me detuve cuando vi las lágrimas en sus ojos.
—¡¿Por qué has hecho esto?! —grité en su rostro mientras sus labios temblaron.
—Papá... no es nada... no me duele... —Malek pidió detrás mi, y las lágrimas en los ojos de Aarón solo hicieron que mi ira aumentara.
—Tendré un castigo para ti, Aarón, lo juro, ¡Sé un hombre! ¡No puedes ser un traidor que golpea por detrás, no te lo permito!
—Mi señor... —escuché la voz baja y apretada de Nabu a mis espaldas, y los balbuceos de Haza únicamente me hicieron cerrar los ojos.
Hadassa estaba aquí.
Me giré para ver su rostro asombrado, y la decepción en sus ojos, me hizo soltar a Aarón y querer una reprimenda peor para él...
Era de noche cuando estuve en la puerta de la habitación de mis dos hijos varones, mientras Hadassa colocaba un ungüento en las raspaduras de Malek. Noté como él le asomó una sonrisa mientras acariciaba su mejilla.
—No me duele... todo está bien, mamá... —pasé la mirada hacia la otra cama a su lado, para ver que Aarón estaba dormido, aun con el traje que su madre dijo que se cambiara infinidad de veces.
Negué rápidamente ante su obstinación y desobediencia, y luego vi como Hadassa se levantó dando un beso a cada uno de mis hijos en la frente y se sentaba de nuevo para comenzar a disculparse con Malek por los hechos de Aarón.
Caminé hacia la habitación continua donde estaba Haza con la nana, y en el momento de entrar, la mujer se levantó enseguida.
—¿Quiere que la saque para que descanse...? —hice una negación, y ella vino a darme a mi hija en los brazos.
La observé seriamente, y Haza se quedó estática sabiendo que era una extrañeza que me quedara a solas con ella.
Sin embargo, ya tenía un año, y era más desenvuelta.
No tenía el mismo apego con Haza que con Malek o Aarón, pero daría mi vida entera, si ella solo me llamaba papá.
—Dilo... estamos solos... es hora —la sacudí, pero ella no dejó de mirarme completamente seria.
Con Hadassa se reía como una loca, como si mi mujer le dijera secretos de los que ella se burlaba. ¿Hablarían de mí? ¿Acaso Hadassa se había vuelto en su confidente? Porque de repente llegaba yo a su espacio y toda su alegría se esfumaba.
—¿Me odias, no es así? —le pregunté con mis brazos extendidos, y ella solo intentó tocarme la cara con su mano—. No... no...
Haza hizo un puchero como si fuese a derramar su llanto, y yo me giré hacia todas partes chasqueando mis labios en un susurro.
—Shuuu, no, no... puedes tocar, pero no llores... no soy el malo aquí, Haza... silencio... —su llanto cada vez fue más fuerte y yo comencé a desesperarme ante su berrinche.
—¡Oh, mi niña...! ¿Qué ocurre? —Hadassa entró en la habitación apresurada, y se la pasé de inmediato como si algo fuese a explotar en mis brazos.
Fue instantáneo que Haza dejara de llorar, y sus brazos cortos y pequeños, abrazaron a su madre al instante como si hubiese llegado su salvación.
—Ma... má... —hice un gesto de gruñido cuando la escuché hablar, mientras Hadassa besaba sus pequeñas manos.
—¿Con qué la convences para que diga esta palabra? —pregunté cruzándome de brazos, mientras Hadassa me lanzó una mirada algo angustiada—. ¿Qué sucede? ¿Acaso Haza te ha dicho algo de mí? Yo no hice nada... a ella solo le basta con ver mi rostro para llorar...
Hadassa negó acercándome a Haza, pero yo retrocedí dos pasos.
—Ella no te tiene miedo... solo siente el que tú le tienes a ella... trata de ser más cariñoso.
Torcí mi boca sin entender como podía serlo. No estaba en mi naturaleza.
Hadassa susurró algo en ella y luego se acercó hacia mí, dejando a Haza en mis brazos congelados por la tensión. Con cuidado recostó su cabeza en mi pecho y me dijo de forma baja, que me moviera hacia los lados, porque tenía sueño.
Torcí los ojos moviéndome como ella me indicó, mientras Hadassa hacia un sonido de arrullo. Y si no fuera porque estaba caminando, también me hubiese quedado dormido con Haza.
Rápidamente, cuando supe que se había dormido, la puse en su lecho, y caminé con Hadassa hacia el gran balcón de nuestra habitación, aquí en Babel.
Pero en el momento en que me giré hacia ella, pude notar una agonía en sus ojos que miraban al horizonte oscuro.
—Háblame... ¿Dime que pasa?
Ella negó mirando sus manos, y luego pasó su mirada brillosa a la mía.
—Estoy preocupada por Aarón... su carácter es tan... fracturado.
—Dale tiempo...
—¿Y qué hay de Malek? No le damos tiempo, y no se comporta como su hermano.
—Trata de no compararlos...
—No hago eso, Rashad, sabes el profundo amor que tengo por Aarón, es nuestro primogénito, es mi hijo amado, pero no puedo hacerme la ciega, sabiendo que quiere hacer todo a su manera. Esto es muy malo, no puede crecer pensando que es dueño del mundo... esto me tiene bastante triste...
Me quedé en silencio por un momento mientras tomé su barbilla.
—Quizás sea mi culpa, quizás heredó esto de mí —Hadassa negó rápidamente.
—No... —ella tomó mi rostro—. No eres un hombre de carácter débil como Aarón, nunca tuviste todo en tu mano, Rashad... luchaste incluso en tu inocencia por sobrevivir. No puedo decir que eres... un hombre bueno con los demás, lo eres conmigo, pero esto no te hace débil, ni mimado, no eres nada de esto...
Le sonreí de manera seductora.
—Mi ante pierna se endurece con tus palabras —llevé su mano a mi anatomía, pero ella se puso colérica.
—¡Rashad! Se trata de nuestro hijo...
Sacudí su cuerpo pegándolo al balcón y luego junté mi boca con la suya.
—Me encargaré de Aarón... quédate tranquila, si hay que ser más riguroso, lo haré... no me complací con lo que hizo hoy...
—Pero tú los llevaste a la arena... —ella refutó mientras subía su vestido y bajaba sus bragas.
—Necesitaba saber quién estaba mintiendo... —me excusé mientras la respiración se me trancaba de la excitación.
—Malek no miente...
Torcí los ojos ante su confesión, y luego me giré hacia la pared del balcón, sabiendo que era un lugar oscuro ahora.
—¿Qué haces?
—Tienes reglas en la habitación, está Haza dormida, pero estamos en el balcón, y créeme, te besaré hasta la sombra que está en esta piedra.
Hadassa jadeó cuando arranqué sus bragas debajo del vestido, y saqué los botones que llegaban hasta su cuello.
—Un punto más para tener la cara larga de Haza... tomaré de su leche de nuevo...
—Rashad... cállate...
—No, NO... ¡NO! Que todo Babel escuche mi nombre en tu boca, Hadassa... estos niños me tienen jodido, y tú vas a pagar todo...
Hadassa me abrazó con sus piernas y sus brazos, y nuestros jadeos se confundieron con la oscuridad, aquella que siempre había reinado en nuestras vidas, y en la que éramos totalmente genuinos.
La oscuridad era mi camino a pesar de todo... las tinieblas mi trono... y la agonía constante de Hadassa, de alguna forma se había vuelto mi aliento eterno...
Sabía muy bien que el ojo enemigo seguiría respirando en nuestro cuello, y que tendríamos más momentos malos que lo que Hadassa solía llamar buenos, pero una cosa sabía, y estaba completamente seguro... Hadassa era mi calma, el silencio de mis demonios, y la paz para mi alma perturbada.
Y con ella, por supuesto, que seguiría destruyendo el mundo entero y todavía no me cansaba...