QUATTUOR.
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FOR OCTAVIAN
❪ cuatro. compartimos nuestro
odio por octavio ❫
ASTORIA
GRACE
Estaba corriendo.
Corría por mi vida en un bosque sin fin, el corazón me palpitaba sin control y mi cuerpo entrenado se notaba cansado, como si hubiese estado corriendo por meses en el mismo bosque. Los árboles se entrometían en mi camino y las ramas golpeaban mis brazos dejando marcas, sentí que volvía a estar con aquella manada de lobos como cuando tenía cuatro años y no me gustó nada, por lo que me incitó a seguir corriendo.
—¡Brie!
Mi sentidos se agudizaron, mi cuerpo se giró por inercia y el entrenamiento de Lupa se esfumó de mi cabeza para dejarme sola en la angustia de mi mente al escuchar su voz.
—Jason.
—¡Brielle!
—¡Jason! —Volví a gritar —. Dondequiera que estés, iré por ti, lo prometo... ¡Ya estoy convenciendo a los legionarios para emprender una búsqueda!
Soné más desesperada de lo que me hubiese gustado, sin embargo jamás bajé mi guarda. Al sentir una mano sobre mi hombro, me giré tomando la muñeca del atacante, usé su peso en su contra y lo giré en el aire para dejarlo sobre el suelo.
Jason sonrió desde abajo, mirándome con los mismo ojos tormentosos que compartíamos y su sonrisita hizo remarcar la cicatriz de su labio.
—No tengo mucho tiempo —Susurró —. Los hijos de Hypnos... no importa, quédate donde estas, ¿si?
—¡¿Dónde estás?! —Grité dejándome caer de rodillas a su lado, el se sentó sin borrar esa expresión de paz y tranquilidad —. Desapareciste...
—Brie, necesito que confíes en mi, estoy bien. No me busques, yo te encontraré —Acarició mi rostro y su mano sobre mi mejilla se sintió tan real que creí que seguía conmigo —. Déjame ser el hermano mayor esta vez, como se debe.
—No, no —Moví mi cabeza de un lado al otro —. Merezco una respuesta. Reyna, Aarón, sobre todo yo, merecemos una respuesta, dime dónde estás.
Abrió su boca diciendo algo pero un pitido fue suficiente disturbio para que yo no le escuche. Me frustré aún más y sentí que llovía sobre mi cabeza, las manos me picaba y el corazón... el corazón me dolía.
—¡Volveré! ¡confía en mi!
—Lo hago pero...
Entonces desapareció. Las imágenes se aceleraron. Vi un barco enorme en un dique seco, trabajadores apresurándose para terminar el casco, un tipo con un soplete soldando un mascarón de un dragón de bronce en la proa. Vi a Juno, con sus hermosos ojos azules llenos de vida trenzando mi cabello cuando era niña.
La escena cambió. Yo estaba en el Campo de Marte, contemplando las
colinas de Berkeley. La hierba dorada se ondulaba, y una cara apareció en el paisaje: una mujer durmiente, cuyos rasgos estaban formados a partir de sombras y pliegues del terreno. Sus ojos permanecieron cerrados, pero su voz habló en mi mente:
«Así que esta es la semidiosa que destruyó a mi hijo Críos. No pareces gran cosa, Brielle Grace, pero eres valiosa para mí. Ven al norte. Reúnete con Alcioneo. Tu querida madre Juno puede jugar a sus jueguecitos con griegos y romanos, pero al final tú serás mi peón. Serás la clave de la derrota de los dioses».
Me desperté del sueño temblando.
Odiaba los sueños de mestizos, me generaban jaqueca y mal estar conmigo misma porque no podía controlarlos ni controlar lo que yo sentía. Tomé una bocada de aire reteniendo la respiración diez segundos y cuando logré canalizar todas mis emociones, relajé mis hombros y solté el aire acumulado.
Me levanté de la cama tan rápido como pude y me vestí directamente para la sesión del senado que tendríamos hoy. Sin embargo, el moverme con rapidez e intentar seguir mi rutina diaria, sentí mi rostro refrescarse con el viento.
—Pero qué...
Llevé mis manos a mis mejillas y lo noté. Esas estúpidas lágrimas habían saltado de mis ojos durante la noche. Me refregué el rostro con fuerza y apreté mis puños antes de salir de mi habitación dando un portazo. Me moví alrededor de la casa en silencio sabiendo muy bien que faltaba una hora para el desayuno. Me gustaba el silencio, sin embargo, no me gustaba la completa soledad de este.
Los prefectos no tenían permitido dormir en los barracones de las Cohortes. Era nuestro trabajo ser líderes, poner orden y enseñar, así como cualquier otro trabajo, yo debía de volver a mi casa en Nueva Roma en las noches para luego volver en las mañanas al Campamento. Era la que más temprano llegaba y la que más tarde se iba, que en lo personal, no me molestaba.
Ordené mi uniforme de Prefecta, bebí una taza de té y finalmente decidí comenzar mi camino a Nueva Roma, sólo que cuando me sentí lista, el sueño con Jason comenzó a atormentarme.
Me quedé de pie frente a la puerta cuando estaba dispuesta a salir analizando las palabras que Jason me había dicho. Algo no iba bien. Había mencionado que estaba todo en orden y que volvería, pero eso no era lo que me ocasionaba problemas, el había sido entrenado como yo y sabía que era perfectamente capaz de volver sin un rasguño de por medio.
Lo que me descolocó fue su mención de cierto dios.
"Los hijos de Hypnos."
Hypnos era el dios de los sueños, reconocido por ser un cobarde y muy vago a la hora de realizar actividades; pero Hypnos era griego. Su contraparte romana es Somnus, el dios de los sueños que es temido por la mayoría de romanos ya que suele matar a aquellos que caen rendidos a sus pies.
Jason es romano, ¿por qué mencionó a un dios griego?
Antes de que pudiera escarbar más en mis sueños, tres golpes fuertes en mi puerta me pusieron en completa guardia.
—¡Soy Aarón, amor!
Solté un suspiro abriendo la puerta. El hijo de Apolo me sonrió de oreja a oreja recordándome que todos los hijos del sol se despertaban, justamente, cuando salía el sol. Me sorprendía que hiciera una extensa caminata desde el Campamento hasta la ciudad sólo para recogerme, pero entendía el por qué: Aarón sólo quiere compañía, detesta la soledad y jamás puede estar completamente solo.
Llámenlo trauma por abandono.
—Y Percy —Jackson apareció a su lado y alzó su mano —. Buenos días.
Mis ojos se clavaron en los suyos tras llamar mi atención. El hijo de Neptuno también me sonrió, pero a diferencia de Aarón, que su sonrisa era adorable y cargada de ternura, Jackson me sonrió con picardía y sarcasmo, como si le encantara verme enfadada. Yo no le daría el gusto, lo analicé de arriba a abajo, llevaba unos tejanos azules, la remera del campamento y unas zapatillas vans gastadas. Nuestras miradas chocaron de nuevo y lo ignoré girándome para mirar a Aarón.
—El insistió —Se sonrojó el castaño jugueteando con la punta de capa roja. Llevaba la remera del campamento y unos joggings grises —. Mucho.
—Y tú no pudiste decirle que no.
—¡Eh! Que sigo aquí —Se quejó el probatio —. Sólo me daba curiosidad de saber dónde vivía su real majestad, la princesa Astoria —Sonrió aún más —. Además es preciosa... la ciudad, claro.
Se apoyó en el marco de mi puerta, mirándome directo a los ojos con su cuerpo alzándose sobre el mío. Nadie me mantenía el contacto visual, ni siquiera por placer, únicamente Reyna que era igual a mi, pero por supuesto, el insípido e impertinente hijo de Neptuno debía ser también la excepción, ¿no? No se demostraba cohibido por mi mirada, le parecía divertido mi reaccionar y no le temía el hacerme enfadar.
—Apártate, Jackson —Suspiré, resignada —. No lo pediré dos veces, debemos de llegar al desayuno y programar la junta del senado.
—Un por favor no estaría mal —Rio entre dientes —. ¿Sabes? es educación básica, cariño.
—Jackson, apártate del maldito camino —Fruncí mi ceño —. Por favor.
—¿Ves? Así me gusta más —Se inclinó hacia adelante antes de apartarse de la puerta riéndose por lo bajo, fascinado por su pequeña victoria —. De nada, su majestad.
Jackson me ponía en situación en las que no quería estar, como por ejemplo en esta. Sus ojos, su manera de dirigirse a mi, sus chistes y su voz no hacían más que alborotar mi sistema por no saber cómo reaccionar. Mis sentimientos se descolocaban y yo debía ponerles un alto y replantearme que era lo que me ocasionaba este idiota.
Rechazo, por lo general, pero también confusión, ya que ningún otro chico se atreve a acercarse a mi a más de cinco centímetros de distancia sin tener miedo a ser electrocutado.
No lo sabía, cada vez que lo pensaba se volvía un círculo vicioso del que no saldría y todo terminaría conmigo, una vez más, bloqueando todo tipo de sentir para poder seguir adelante y no dejarme influenciar.
—Andando.
El sol nos iluminaba mientras caminábamos de vuelta al Campamento, los habitantes de Nueva Roma nos miraban desde sus ventanas mientras descendíamos del valle hacia el comedor del Campamento. El hijo de Neptuno suspiró fascinado a mi lado observando nuestra ciudad.
Los tejados y las cúpulas doradas brillaban al sol. Los jardines de madreselva y rosas estaban en flor. Ia plaza central, adoquinada con piedra
blanca y gris, estaba decorada con estatuas, fuentes y columnas doradas. En los barrios de los alrededores había calles con adoquines bordeadas de residencias urbanas recién pintadas, tiendas, cafés y parques. A lo lejos se alzaban el coliseo y el hipódromo.
—Si que tienen una ciudad preciosa.
—Tu mismo lo has dicho —Asentí.
Para desviar mi atención de Jackson, decidí que en nuestro camino hasta el Campamento, le contaría a Aarón sobre Jason y mi sueño, porque de todas las personas, yo consideraba que él era el que más merecía saber.
El hijo de Apolo se mantuvo callado y tenso mientras escuchaba mi relato que, inevitablemente, Jackson también escuchó y se interesó. Lejos de mi objetivo de poder evitarlo lo más que pudiera antes de la misión, tuve que soportar su mirada pensante y de preocupación mientras terminaba de hablar.
Por cuestiones personales, decidí no mencionar que Jason hablaba de los dioses en su forma griega.
—¡Ya sabía! —Sonrió Aarón —. ¿Ves? ¡no estaba loco como Octavio decía! —Se emocionó —. Sabía que mis visiones no eran erróneas, Jace es capaz de sobrevivir, siempre lo ha sido.
—¿Visiones? —El hijo de Neptuno frunció el ceño —. Lo siento por entrometerme y estoy muy feliz por Jason, enserio, pero ¿qué clase de
visiones?
—No... no sé —Aaron bajó la mirada —. Sólo sucede, llega una visión y se va, es como cuando digo pro...
—¡Chist! —Lo corté mientras lo tomaba del brazo —. No lo digas.
Aarón se sonrojó mirando a Percy de reojo y suspiró asintiendo. Se corrigió la garganta y antes de que pudiéramos seguir con una conversación alejada de lo hablado, Jackson se puso delante de nuestro impidiendo el paso al comedor, tenía el ceño fruncido y sus ojos destellaban de curiosidad.
—Ibas a decir profecías, ¿verdad? — Susurró —. Y tú no necesitas de estúpidos muñecos de peluche, ¿no?
Mi corazón se detuvo por un segundo mirando aterrada a todos lados, para mi alivio, no había mestizos a la vista. Tomé a Jackson de la camiseta y Aarón se tensó a un lado, lo acerqué a mi pero este ni siquiera se inmutó, muy concentrado de tener sus ojos sobre los míos o en cualquier parte de mi rostro, por cierto.
Como ya había dicho, Jackson me obligaba a despertar sentimientos que no me gustaban. Sentimientos que habían estado dormidos por tanto tiempo que me ocasionaban mareos y náuseas de sólo pensar que volverían a despertar. Mis sentimientos era algo que no entendía, jamás lo hice, y como no me agrada la idea de no entender algo, es más fácil exprimirlos y dejarlos de lado.
Pero ahí estaba el chico de ojos verdes empujándome al borde de la cornisa en cada oportunidad que tenía.
—Ni una palabra, ¿entendido? —Susurré —. A nadie.
Su suave respiración se mezcló con la mía. Era mucho más alto que yo, pero al tenerlo sujetado del camiseta lo hizo encorvarse un poco a mi altura.
—No comprendo —Murmuró con su mirada en mi —. Si puede dictar profecías como lo hace Octavio... ¿por qué no das la orden de que él sea el augurio? estoy seguro que tiene el poder para hacerlo.
—P-porque no se supone que un romano dicte profecías como yo lo hago —Respondió Aarón llevándose la atención de Jackson.
—Los romanos somos estructurados y disciplinados, necesitamos un régimen para ejecutar —Farfullé soltándolo al notar la cercanía —. Un patrón.
—Las profecías no son la excepción —Adivinó.
—Sin importar lo que se deba de ver, debes cometer un sacrificio, en este caso, utilizar los muñecos —Asintió Aarón —. Si quieres una profecía, como lo dijo Octavio, tráele un arancel de ositos de felpa.
—Tu la invocas. Como el oráculo Delfos —Adivinó el hijo de Neptuno y tanto yo como Aarón nos tensamos. Clavó sus ojos en mi —. ¿Por qué ha de ser un secreto? ¿por qué lo ocultas?
—Porque los romanos no utilizamos oráculos —Fruncí el ceño en su dirección —. Utilizamos augurios —Lo tomé del brazo mientras ingresábamos al comedor —. Mira, no sé por qué Aarón es así, intenté averiguarlo, pero no hallé nada y como no puedo consultarle a nuestro augurio porque es un fanfarrón opresor, es mejor mantenerlo en secreto, ¿vale?
—Es cierto, Percy —Aaron apareció al otro lado del chico —. Nadie puede saber, es nuestro pequeño secreto. Por favor.
El hijo de Neptuno guardó silencio.
No pude resistirlo. Sentí como si agua fría se extendiera por todo mi cuerpo, no lograba comprender que era lo que sucedía pero me temí lo peor al encontrarme sólo con su silencio. Sin intensiones de dañarlo, apreté su brazo para encontrar una respuesta. No entendía porque me temblaban las manos, mi mente sobre pensaba y sentía el corazón latir tan fuerte como el barullo que nos rodeaba.
Miedo.
—No voy a decirlo, jamás te delataría —Le sonrió a Aarón y luego se giró hacía mi —Ya puedes respirar.
—¿Qué?
—Has aguantado la respiración diez segundos desde que entramos —Sus ojos verde mar se mezclaron con mis eléctricos —. Respira.
Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta que, en efecto, tenía razón. Había aguantado la respiración todo este tiempo. Lo solté del
brazo y di un tropezón hacia atrás soltando todo el aire que había retenido. Una vez más, perdiendo el control de los sentidos como si se escaparan de la jaula como gatitos desesperados.
Mis sentimientos liberados me hacían sentir atrapada en mi propio cuerpo, como si no pudiera reaccionar al querer expresarlos.
Cerré mis ojos al sentir el corazón descolocado, tomé una respiración honda y al exhalar abrí los ojos colocando mi expresión seria de siempre. No iba a ceder. Tomé el control de mi misma una vez más, el miedo disipó y lo que sea que Jackson había ocasionado en mi, también.
—Aarón dile a los senadores que serán esperados en la frontera del Campamento —Ordené —. No tendrán mucho tiempo para desayunar, apresúrense.
Y les di la espalda alejándome con rapidez. Escuché que Jackson le preguntaba que había hecho mal antes de chocarme directo con Reyna, que llevaba su armadura, capa violeta y ceño fruncido. La hija de Bellona se detuvo a mirarme unos segundos antes de aligerar su expresión al mirarme a los ojos.
—Astoria —Se corrigió la garganta —. Creí que nos esperarías en la ciudad.
—Pues decidí que acompañaría al senado —Murmuré sirviéndome sólo tres uvas en el pequeño plato que había tomado —. Espero y no sugiera ningún problema, querida pretora.
—No —Respondió rápidamente —. Sólo creí que querría su espacio —Tomó una tostada —. ¿Está... todo en orden? —Preguntó con cuidado mirando con ojos negros y profundos.
Me obligué a tragar la uva morada.
—Si —Suspiré dejando el plato de lado y limpiando mis manos —. No te preocupes por la misión, si es eso a lo que te refieres.
—No es sólo eso, Astoria —Su ceño se frunció ligeramente y dio otro paso —. Has estado diferente los últimos días, ¿es Percy molestándote? no sería problema para mi, pretora de la legión, echarlo.
—Puedo manejarlo —Negué —. Estoy... preocupada —Dije —. Juno no se ha contactado desde que Jason desapareció, no de forma privada al menos, luego se aparece con ese... ese chico extraño que no hace más que sacarme de quicio, Jason solo se aparece en sueños confusos, Marte me anota en una misión suicida y sé que no tendré a ningún dios de mi parte si madre, si Juno, no está y todos aquí no hacen más que quejarse, fallar y quejarse de nuevo...
Estaba hiperventilando bajo la mirada de Reyna. Ella me conocía, probablemente mejor que nadie en este Campamento, fui yo quien la recibió y fui yo quien la hizo ingresar, con el tiempo me di cuenta de que Reyna era demasiado parecida a mi, así que no fue sorpresa que nos lleváramos bien; pero jamás me había pasado algo como esto, vomitar verbalmente todos mis problemas.
—Hey —Dejó su plato de lado con rapidez para tomarme de los hombros —. Para eso estoy yo aquí, voy a ayudarte en todo lo que pueda, Brielle —No sonrío, más sonaba tan sincera que casi me tranquilizó —. Pretora y Prefecta, guerra y tormenta, ¿recuerdas?
Asentí con mi rostro serio, no quería delatar nada con mi expresión o que una mueca de me escapase. Estábamos demasiado cerca como para hacer bastante obvio que estábamos hablando en secreto. No me gustaba la gente metida, así que aprendí a mantener la expresión neutra con el tal de que no me leyeran como a un libro abierto.
—Cuando me vaya —Susurré —. Tu quedarás al completo cargo, Reyna Ramírez-Arellano. Confío con plenidad sobre tu juicio, más no me fío de Octavio.
—Lo sé —La pretora murmuró —. Tendré cuidado.
—¡Romanos! —Me giré —. Nos reuniremos en la ciudad, el que no se encuentre fuera en dos minutos limpiará los establos por un mes. Más dos horas extra de entrenamiento.
Antes de volverme hacia Reyna, mi mirada cruzó con la suya entre todos los romanos. Sus ojos verde brillante junto con su ceño fruncido hacia mi, me hicieron sentir algo en lo más profundo de mi conciencia, me sentí atrapada una vez más. Jackson le dio un último sorbo a su bebida sin romper el contacto visual y se levantó cuando Aarón, Hazel y Frank lo llamaron.
Su mirada seguía quemando en mi espalda cuando me volví hacia Reyna.
La hija de Bellona tenía los ojos llenos de sentimiento a pesar de su rostro serio. Algo que desarrollar al abstenerte de sentir, es el saber leer a las personas, incluso si son parecidas a ti y padecen de lo mismo.
—Prefecta Astoria Grace —Me llamó formalmente —. Volverá... volverá de su misión —Suspiró —. ¿Verdad?
Por unos segundos sucedió algo que me tomó por sorpresa: dudé.
—Eso sólo los dioses lo sabrán.
ASTORIA
GRACE
Término era un verdadero dolor de cabeza para todos los demás, sin embargo, hasta para ser un dios estaba aterrado de mi y de mi mala mirada. Sabía que le recordaba a Júpiter y a pesar de que no me sentía muy cómoda con la comparación, nunca estaba de más que te mostraran respeto.
Con toda la honestidad que lo amerita, desde los juicios a los traidores luego de la segunda guerra de titanes, yo detestaba subir al senado. Cuando estaba allí, lo único que recordaba era la sangre corriendo por los escalones, desde luego fue una medida de emergencia pero la molestia sigue estando allí.
Aún puedo describir a la perfección el rostro de Jason al ver a un soldado traidor muerto en el suelo, con su sangre goteando de mi espada.
En mi defensa, había intentado atacar a Aaron y la violencia no es tolerada en la cámara, por lo que adelanté los sucesos de su ejecución y para enseñar lo que sucede con los traidores, tuve que tomar medidas explícitas.
Jason no pudo mirarme a los ojos por varios días, algo que no logré comprender, porque estaba segura de haberlo visto por el rabillo del ojo tomar su espada también.
El interior del senado parecía la sala de conferencias de un instituto de secundaria. Un semicírculo de asientos dispuestos en una serie de gradas se hallaban orientados hacia un estrado con un podio con un pequeño trono y dos sillas a sus costados. Las sillas estaban vacías, pero una tenía un pequeño paquete de terciopelo en el asiento.
Al entrar Jackson, Hazel, Aaron y Frank se sentaron en el lado izquierdo del semicírculo. El resto de senadores y Nico di Angelo ocuparon el resto de la primera fila. En las filas superiores había varias docenas de fantasmas y unos cuantos veteranos mayores de la ciudad, todos vestidos con togas informales. Octavio se hallaba en la parte de delante con un puñal y un león de peluche, por si alguien necesitaba consultar al dios de las mascotas cursis. Reyna y yo nos dirigimos al podio y levanté la mano para solicitar atención.
Mis ojos pararon en Nico di Angelo. El hijo de Pluto asintió con la cabeza en modo de saludo y yo no hice más que devolverle el gesto. Hazel y el habían sisis admitidos por mi, una vez más, los actos de aquellos mestizos corrían por responsabilidad mía y algo me decía que el italiano, sería el mayor de mis problemas. Y tenía claro por qué.
—Estamos reunidos en una sesión de emergencia —dije —, así que no nos detendremos en formalidades.
Escuché algunas quejas de fantasmas pero con una simple mirada y decidieron guardar silencio.
—En primer lugar, no estamos aquí para someter a votación la misión —dijo Reyna —. La misión ha sido ordenada por Marte Ultor, patrón de Roma. Obedeceremos sus deseos. Tampoco estamos aquí para debatir sobre la elección de los compañeros de Frank Zhang.
—¿Los tres de la Quinta Cohorte? —gritó Hank, de la Tercera—. No es justo.
—Ni inteligente —dijo el chico sentado a su lado—. Sabemos perfectamente
que la Quinta meterá la pata. Deberían llevar a alguien que lo hiciera bien.
Dakota se levantó tan rápido que derramó el refresco de su termo.
—¡Pues anoche lo hicimos bastante bien cuando os pateamos el podex, Larry!
—¡Silencio! —Bramé tomando asiento en el trono —. Larry, hijo de Mercurio, te recuerdo que estás hablando de una misión a la que yo tendré que ir, ¿acaso estás dudando de tu prefecta? —Levanté las cejas —. Y te refresco la memoria por si tu pequeño cerebro no lo recuerda, yo jamás pertenecí a la quinta, siempre estuve en la primera cohorte.
—No, lo siento —El chico bajó la mirada con las orejas rojas.
—Perfecto —Me relajé en el trono soltando un suspiro —. Por más que me gustaría estar al mando, la misión será ejecutada y liderada por Frank Zhang.
—Absurdus! —gritó un fantasma de la segunda fila—. ¡Zhang ni siquiera es miembro de pleno derecho de la legión! Está en período de probatio. Para ser jefe de misión hay que tener rango de centurión o superior. Esto es completamente...
—Cato —le espetó Reyna—. Debemos obedecer los deseos de Marte Ultor.
Eso significa hacer ciertos... ajustes.
Reyna dio unas palmadas, y Octavio avanzó. Dejó su puñal y su oso de peluche y cogió el paquete de terciopelo de la silla.
—Frank Zhang, acércate —dijo.
Mi mirada fue a parar en el hijo de Marte quien miró con nerviosísimo a Jackson. A continuación se levantó y se aproximó al augur.
—Tengo el... placer —dijo Octavio, pronunciando la última palabra con gran esfuerzo— de hacerte entrega de la corona mural por ser el primero en trepar los muros en la guerra de asedio —Octavio le dio una insignia de bronce con forma de corona de laurel—. Y por orden de la prefecta Astoria y la pretora Reyna, te asciendo al rango de centurión.
Entregó a Frank otra insignia, una medialuna de bronce, y el senado estalló en protesta.
—¡Todavía está en período de probatio! —gritó uno.
—¡Imposible! —dijo otro.
—¡El cañón de agua me puso perdido! —gritó un tercero.
—¡Silencio! —La voz de Octavio tenía un tono mucho más autoritario que la noche anterior en el campo de batalla—. Nuestra prefecta reconoce que nadie con un rango inferior al de centurión puede dirigir una misión. Para bien o para mal, Frank debe dirigir esta misión, así que nuestra pretora ha decretado que Frank Zhang debe ser nombrado centurión.
Maldito bastardo.
Elegía con cuidado las palabras para hacer recaer toda la responsabilidad en mi. «Ha sido idea suya», parecía decir. Si salía mal, yo cargaría con la culpa a pesar de estar en la misión también. Si Octavio hubiera estado al mando, las cosas se habrían hecho con mayor prudencia. Pero, desafortunadamente, no tenía más remedio que apoyarme, pues Octavio era un leal soldado romano.
Mi mirada fue al hijo de Neptuno, que parecía tan furioso como yo ante las palabras de Octavio.
El augur conseguía expresar todo sin decirlo, calmando al senado al mismo tiempo que se solidarizaba con él. Reyna también debió de advertirlo. Una expresión de irritación cruzó su rostro.
—Hay una vacante para centurión —dijo Reyna —. Una de nuestras oficiales, también senadora, ha decidido renunciar. Después de diez años en la legión, se retirará a la ciudad y asistirá a la universidad. Gwen, de la Quinta Cohorte, te damos las gracias por tu servicio.
Todo el mundo se volvió hacia Gwen, quien forzó una sonrisa animosa.
Parecía cansada después de la terrible experiencia de la noche anterior, pero también aliviada. No me extrañaba. Comparado con ser atravesada con un pilum, la universidad debía de pintar muy bien.
—Como prefecta, tengo derecho a sustituir a los oficiales —continué —. Reconozco que es poco corriente que un campista en período de probatio ascienda directamente al rango de centurión, pero creo que estamos de acuerdo en que... lo de anoche también fue poco corriente. Frank Zhang, tu identificación, por favor.
Frank se quitó la placa de plomo que llevaba alrededor del cuello y se la dio a Octavio.
—El brazo —dijo el augur.
Frank levantó el antebrazo. Octavio alzó las manos al cielo.
—Aceptamos a Frank Zhang, hijo de Marte, en la Duodécima Legión pulminata en su primer año de servicio. ¿Juras entregar tu vida al senado y al pueblo de Roma?
Frank murmuró algo parecido a «Lo gudo». A continuación, se aclaró la garganta y logró decir:
—Lo juro.
Los senadores gritaron:
—Senatus Populusque Romanus!
En el brazo de Frank empezó a arder fuego. Por un instante, sus ojos se llenaron de terror. Entonces el fuego y la llama se apagaron, y en la piel de Frank quedaron grabadas unas nuevas marcas: SPQR, una imagen de unas lanzas cruzadas y una única raya, que representaba su primer año de servicio.
—Puedes sentarte.
Octavio lanzó una mirada a los presentes como diciendo: «No ha sido idea mía, amigos». Pero antes de sentarse, me miró y una sonrisa macabra apareció en sus labios antes de guiñarme el ojo. De no ser por mi autocontrol, me le hubiese tirado encima.
Jackson tampoco lucía contento, miraba a Octavio como un lobo miraba a su presa. Tenía una mirada terrorífica cuando lucía enojado e de admitir.
—Y ahora debemos hablar de la misión —dijo Reyna.
Los senadores se removieron en sus asientos y murmuraron mientras Frank regresaba a su sitio. Yo me dejé apoyar en el apoya abrazo llevando mi mano a mi frente, era agotador estar allí, todo el lugar te quitaba energía y yo sabía que todos ahí sólo recordaban una cosa: la muerte de aquel traidor. No me sorprendía que ninguna fantasma quisiera mantener el contacto visual conmigo.
Suspiré cuando Octavio comenzó a hablar sobre la misión y me dio más cólera cuando quiso humillar a Frank.
—¡Centurión Zhang! —gritó Octavio—. ¿Has oído la pregunta?
Frank parpadeó.
—Esto... perdón. ¿Qué?
Octavio se volvió hacia el senado y sonrió de satisfacción, en plan: «¿Qué os había dicho?».
—Estaba preguntando si tienes un plan para la misión —dijo Octavio como si estuviera hablando con un niño de tres años—. ¿Sabes acaso adónde vais a ir?
—Esto...
Con un suspiro de cansancio me levanté del trono asomándome por el borde del podio para que me pudiera ver bien. Todos me miraron a mi.
—¿No prestaste atención anoche, Octavio? Marte fue muy claro. Vamos a ir a la tierra que está más allá del alcance de los dioses: Alaska —Mascullé —. Parece ser que tú no has escuchado nada.
Volví a tomar asiento, mirándolo desde el ángulo superior sentado en el trono en el que jamás podría tocar, ni siquiera en sus sueños más húmedos.
Los senadores se retorcieron dentro de sus togas. Algunos fantasmas relucieron y desaparecieron. Incluso los perros metálicos de Reyna se tumbaron boca arriba y se pusieron a gemir.
Por fin, el senador Larry se levantó.
—Sé lo que dijo Marte, pero es una locura. ¡Alaska está maldita! La llaman la tierra que está más allá del alcance de los dioses por un motivo. Está tan al norte que los dioses no tienen poder allí. Ese sitio está plagado de monstruos. Ningún semidiós ha vuelto de allí con vida desde...
—Desde que perdisteis vuestra águila —dijo Jackson.
Larry se quedó tan sorprendido que se cayó de podex.
—Mirad, sé que soy nuevo aquí —dijo el hijo de Neptuno —. Sé que no os gusta mencionar la matanza de los años ochenta...
—¡Él la ha mencionado! —dijo gimoteando uno de los fantasmas.
—¿Es que no lo entendéis? —continuó Jackson —. La Quinta Cohorte dirigió esa expedición. Como fracasamos, somos los responsables de enmendar la situación. Por eso Marte nos envía. Ese gigante, el hijo de Gaia, es el que derroto a vuestros ejercitos hace treinta años. Estoy seguro. Ahora esta sentado allí arriba, en Alaska, con un dios de la muerte encadenado y todos vuestros viejos pertrechos. Está reuniendo a sus ejércitos y enviándolos al sur para atacar este campamento.
—¿De verdad? —preguntó Octavio—. Parece que sabes mucho de los planes del enemigo, Percy Jackson.
Lo odiaba a Octavio, pero como prefecta de la duodécima legión, debía estar de acuerdo con el. Jackson sabía demasiado, sólo que al ver su cara supe que no era más que un chico con mucha mala suerte. Parecía capaz de hacer oído sordos a la mayoría de insultos, lo sé porque yo lo he insultado, pero si algo aprendí desde que lo conocí, es que detesta ser llamado espía. O peor: ser llamado traidor. Es como si aquellas palabras no encajaran con su persona.
Jackson tenía la misma expresión que tuvo cuando me negué a disculparme por apuñalarlo. Como si quisiera ahorcar a Octavio, luego tomó una bocada de aire y continuó.
—Vamos a enfrentarnos a ese hijo de Gaia —dijo, logrando recuperar la compostura—. Os devolveremos vuestra águila y liberaremos a ese dios... — Lanzó una mirada a Hazel—. Tánatos, ¿no?
Ella asintió con la cabeza.
—Letus, en romano. Pero su nombre griego es Tánatos. En lo referente a la muerte... no nos importa mantener su forma griega.
Octavio suspiró irritado.
—Bueno, como quiera que lo llaméis... ¿Cómo esperáis hacer todo eso y volver para la fiesta de la Fortuna? Hoy es día diecinueve, la fiesta es el veinticuatro. ¿Sabéis siquiera dónde buscar? ¿Sabéis quién es el hijo de Gaia?
—Sí —Hazel habló con tal seguridad que hasta a mi se sorprendió—. No sé exactamente dónde buscar, pero estoy casi segura. El gigante se llama
Alcioneo.
El nombre pareció bajar diez grados la temperatura de la sala. Los senadores se pusieron a temblar. Reyna se agarró al podio. Yo por otra parte, me puse firme.
—¿Cómo lo sabes, Hazel? ¿Porque eres hija de Plutón?
Nico di Angelo había estado tan callado que casi me había olvidado de que estaba allí. En ese momento se levantó ataviado con su toga negra.
—Prefecta, con permiso —dijo—. Hazel y yo aprendimos un poco sobre los gigantes gracias a nuestro padre. Cada gigante fue criado específicamente para enfrentarse a uno de los doce dioses del Olimpo, para usurpar el dominio de ese dios. El rey de los gigantes era Porfirión, la versión opuesta de Júpiter. Pero el gigante mayor era Alcioneo. Nació para enfrentarse a Plutón. Por eso sabemos que se trata de él en concreto.
Reyna frunció el entrecejo.
—¿De veras? Pareces conocerlo muy bien.
Nico tiró del borde de su toga.
—El caso es que los gigantes eran difíciles de matar. Según la profecía, solo podían ser vencidos si los dioses y los semidioses aunaban fuerzas.
Dakota eructó.
—Perdón, ¿has dicho dioses y semidioses aunando fuerzas.., luchando codo con codo? ¡Eso jamás podría ocurrir!
—Ha ocurrido —Dijo Nico —. En la primera guerra de gigantes, los dioses llamaron a los héroes para que se unieran a ellos, y vencieron. No sé si podría volver a ocurrir, pero Alicioneo... era distinto. El era completamente inmortal, no podía ser asesinado por dioses o semidioses siempre y cuando se quedara en su tierra natal: el lugar en el que nació.
Nico hizo una pausa para dejar que asimilaran la información.
—Y si Alcioneo ha sido resucitado en Alaska...
—Entonces no puede ser derrotado allí —terminó Hazel —. Jamás. De ningún modo. Por eso nuestra expedición de los años ochenta estaba condenada al fracaso.
Estalló otra ronda de discusiones y gritos.
—¡La misión es imposible de llevar a cabo! —gritó un senador.
—¡Estamos condenados! —chilló un fantasma.
—¡Mas reiresco! —voceó Dakota.
—¡Silencio! —Grité —. Senadores, debemos comportarnos como romanos. Marte nos ha encomendado esta misión, y tenemos que creer que podemos cumplirla. Nosotros tendremos que viajar a Alaska. Deberemos liberar a Tánatos y volver antes de la fiesta de Fortuna. Si de paso podemos recuperar el águila perdida, mucho mejor.
Todos lucían tan nerviosos y aterrados. Incluso Frank y Hazel. Entre todos en el senado, mi mirada paro en Perseus Jackson, el chico tenía su mirada fija en la mía, sus enormes ojos verdes transmitían todo lo que sentía y me dieron mareos. Sin embargo, con sólo intercambiar miradas, como si nos conociéramos de toda la vida, captó mi mensaje. Que me diera una mano.
—Primero quiero que me aclares una cosa —Jackso se volvió hacia Nico—. Creía que Plutón era el dios de los muertos. Y ahora me entero de la existencia de ese otro tío, Tánatos, y de las Puertas de la Muerte de la Profecía de los Ocho. ¿Qué significa todo eso?
Nico respiró hondo.
—Está bien. Plutón es el dios del inframundo, pero el dios de la muerte propiamente dicho, el responsable de que las almas vayan al más allá y se queden allí, es el teniente de Plutón, Tánatos. Es como... imagínate que la Vida y la Muerte son dos países distintos. A todo el mundo le gustaría estar en la Vida, ¿verdad? Así que hay una frontera vigilada para impedir que la gente cruce sin permiso. Pero es una gran frontera, con muchos agujeros en la valla. Plutón intenta sellar las brechas, pero no dejan de aparecer otras nuevas. Por eso depende de Tánatos, que es como la patrulla fronteriza, la policía.
—Tánatos atrapa almas y las deporta otra vez al inframundo —dijo Jackson.
—Exacto —convino Nico—. Pero ahora Tánatos ha sido capturado, encadenado.
Frank levantó la mano.
—Esto... ¿cómo se encadena a la Muerte?
—Ya se había hecho antes —explicó Nico—. En la Antigüedad, un tipo llamado Sísifo engañó a la Muerte y la ató. En otra ocasión, Hércules la derribó.
—Y ahora un gigante la ha capturado —Dijo Aaron luego de no haber dicho ni una palabra desde su llegada —. Entonces, si pudiéramos liberar a Tánatos, ¿los muertos seguirían muertos? —Miró a Gwen de reojo —. Sin ánimos de ofender.
—Es más complicado —dijo Nico.
Octavio puso los ojos en blanco.
—¿Por qué será que no me sorprende?
—Te refieres a las Puertas de la Muerte —dije, haciendo caso omiso a Octavio—. Aparecen mencionadas en la Profecía de los Ocho, que envió a la primera expedición a Alaska...
Catón el fantasma resopló.
—¡Todos sabemos cómo acabó eso! ¡Los lares lo recordamos perfectamente!
Los otros fantasmas asintieron gruñendo.
Nico se llevó los dedos a los labios. De repente todos los lares se quedaron callados. Algunos parecían asustados, como si les hubieran pegado los labios. El niño me agradaba, era igual de temerario que yo y por eso consideraba que yo también le agradaba, bastante.
—El Tánatos solo es parte de la solución —explicó Nico—. Las Puertas de la Muerte... es un concepto que ni siquiera yo entiendo del todo. Hay muchas vías para entrar en el inframundo (la laguna Estigia, la puerta de Orfeo), además de rutas de escape más pequeñas que se abren de vez en cuando.
—Ahora que Tánatos está encarcelado, todas esas salidas serán más fáciles de usar —Deduje —. En ocasiones eso será ventajoso para nosotros y permitirá que un alma amiga vuelva, como Gwen. Pero la mayoría de las veces beneficiará a almas y monstruos malvados, los mismos que ahora pretenden escapar.
—Las Puertas de la Muerte son las puertas privadas de Tánatos, su vía rápida entre la Vida y la Muerte —Continuó Nico —. Se supone que solo Tánatos sabe dónde están, y su ubicación cambia con el paso del tiempo. Si no me equivoco, las Puertas de la Muerte han sido forzadas. Los secuaces de Gaia se han hecho con el control de ellas...
—Lo que significa que Gaia controla quién puede volver de entre los muertos —aventuro Jackson lanzándome una mirada.
Nico asintió con la cabeza.
—Ella puede elegir a los que deja salir: los peores monstruos, las almas más perversas. Si rescatamos a Tánatos, al menos él podrá atraparlas y enviarlas al inframundo. Los monstruos morirán donde los matemos, como antes, lo que nos dará un respiro, pero a menos que volvamos a tomar las Puertas de la Muerte, nuestros enemigos no permanecerán muertos mucho tiempo.
Tendrán un camino fácil para volver al mundo de los vivos.
—Así que podemos atraparlos y deportarlos, pero seguirán volviendo —resumimos Jackson y yo al mismo tiempo.
—En pocas y deprimentes palabras, sí —dijo Nico.
Frank se rascó la cabeza.
—Pero Tánatos sabe dónde están las puertas, ¿no? Si lo liberamos, podrá volver a tomarlas.
—No lo creo —dijo Nico—. No solo. El no está a la altura de Gaia. Eso exigiría una enorme misión... un ejército formado por los mejores semidioses.
—«Los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte» —dije yo sintiendo ese horrendo nudo subir por la garganta —. Es la Profecía de los Ocho...
Miré a Perseus Jackson, y por un terrible y breve instante él vio lo asustada que estaba. Porque estaba asustada, no podía ocultarlo por mucho más tiempo, no tenía suficiente respiración, las manos me sudaban y mis sentimientos no podían ser encerrados por mucho más tiempo. Lo había ocultado bien, por demasiado tiempo, pero algo me decía que es chico sabía cómo leerme y eso me asustó más. Me pregunté si el también había tenido pesadillas con Gaia, si había tenido visiones de lo que ocurriría cuando el campamento fuera invadido por monstruos que no se podían matar.
—Si esto da comienzo a la antigua profecía, no disponemos de los recursos para enviar un ejército a esas Puertas de la Muerte y proteger el campamento. Ni siquiera creo que podamos prescindir de ocho semidioses...
—Lo primero es lo primero —Jackson me interrumpió tratando de mostrarse seguro, aunque notaba que el pánico estaba aumentando en la sala—. No sé quiénes son los ocho, ni lo que esa antigua profecía significa exactamente. Pero primero tenemos que liberar a Tánatos. Marte solo nos ha dicho que necesitamos a cuatro personas para la misión en Alaska. Concentrémonos en tener éxito y en volver antes de la fiesta de Fortuna. Ya nos preocuparemos luego por las Puertas de la Muerte.
—Sí —dijo Frank con una vocecilla—. Probablemente nos baste con una semana.
—¿Así que tienes un plan? —preguntó Octavio con escepticismo hacia Jackson.
El chico me miró unos segundos y luego a sus compañeros de equipo, Hazel y Frank.
—Iremos a Alaska lo antes posible... —Comencé yo.
—E improvisaremos —dijo Hazel.
—Un montón —añadió Frank.
—Muy bien —dijo Reyna —. Solo nos queda votar la ayuda que podemos ofrecer a la misión: transporte, dinero, magia, armas...
—Con permiso, pretora —dijo Octavio.
—Genial —murmuró el hijo de Neptuno —. Ya empezamos.
—El campamento corre grave peligro —Octavio lo ignoró —. Dos dioses nos han advertido que dentro de cuatro días sufriremos un ataque. No debemos malgastar nuestros recursos, y menos aún financiando proyectos con escasas posibilidades de éxito.
Octavio los miró a los tres con lástima, como diciendo: «Pobrecillos». Evitó mirarme porque sabía lo que lo convenía, porque si se atrevía a lanzarme la misma mirada que hace unos segundos, lo que le había hecho al traidor hace unos meses luciría como un juego de niños.
—Está claro que Marte ha elegido a los candidatos menos idóneos para la misión —Me miró —. Bueno, tres de ellos, todos sabemos que nuestra prefecta será... perfecta —Sonrió —. Tal vez se deba a que los considera más prescindibles. Tal vez Marte se esté arriesgando. Sea cual sea el motivo, ha tenido la sabiduría de no ordenar una enorme expedición, ni nos ha pedido que financiemos su aventura. Propongo que conservemos nuestros recursos y defendamos el campamento. Aquí es donde se perderá o se ganará la batalla. Si tienen éxito, ¡estupendo! Pero deberían hacerlo valiéndose de su propio ingenio.
Me quise levantar para asesinarlo, pero Aaron me indicó con la mirada que no sería lo correcto. Me obligué a contar hasta cinco manteniendo la respiración y luego soltar el aire para calmarme.
Un murmullo de incomodidad recorrió la multitud. Frank se levantó de un brinco. Antes de que pudiera iniciar una pelea, Jackson dijo:
—¡Está bien! No hay problema. Pero al menos dadnos transporte. Gaia es la diosa de la tierra, ¿no? Creo que deberíamos evitar viajar por tierra. Además, será demasiado lento.
Octavio se echó a reír.
—¿Quieres que os fletemos un avión?
—Cierra la boca, Octavio —Lo mandé a callar —. Yo tomaré la decisión, al final del día la que está al mando sigo siendo yo te guste o no —Lo fulminé con la mirada mientras me ponía de pie y bajaba del podio.
Toda la habitación y los presentes, menos Jackson, se tensaron al verme bajar. Un prefecto jamás se bajaba del podio en medio del senado, una sola vez había pasado desde que llegué y fue cuando la sangre de alguien corrió por mis manos por primera y única vez.
El flashback me golpeó como a una ola.
—Tú —Señaló a Aaron el Romano hijo de Trivia —. ¡Eres un traidor!
El soldado estaba en medio de la sala, a los ojos de todos los senadores. Jason a mi lado gruñó con desagrado al ver en la forma que se le dirigía a Aaron, Reyna guardó silencio.
—¡Ya te he dicho que yo no sé nada! —Aaron se defendió con el ceño fruncido —. ¡No sé a lo que te refieres! ¿cómo osas a acusar a un hijo de la verdad con una falacia como aquella?
El hijo de Trivia sacó una daga negra de su pulsera y se lanzó en contra de Aaron. El hijo de Febo lo esquivó con agilidad e intentó evadirlo con pelea de cuerpo a cuerpo, pero la daga embrujada del traidor desprendía magia negra.
Jason se levantó de inmediato y antes de que pudiera hacer algo, yo ya había bajado del podio dirigiéndome al traidor que estaba tratando de asesinar a Aaron. Los senadores se quedaron quietos y callados al verme bajar. No puedo sintetizar lo que sentía, todos mis sentimientos fueron bloqueados, como si por arte de magia hubiesen desaparecidos.
—Proditor Romae! (traidor de toma)—Grité sacándolo de encima de Aaron —. ¡No tienes derecho a juzgar! ¡Tu eres un asqueroso traidor!
El chico tenía los ojos oscurecidos y sin pensarlo se lanzó sobre mi. Que mala idea. Mi espada apareció y en menos de lo que puede caer un rayo, atravesó el cuerpo del atacante. Todos gritaron, ahogaron gemidos e incluso escuché llantos. Pero por alguna razón no pude comprender el escándalo, estaba bloqueada.
No sentía nada.
El recuerdo terminó cuando mi mirada se dirigió a la espada manchada de sangre y al cuerpo inerte a mis pies.
Me recompuse el notar que estaba tensa.
—No. Viajar por aire... —Jackson me siguió con la mirada mientras bajaba del podio —. Tengo la sensación de que tampoco sería buena idea. Pero un bote sería distinto. ¿Podéis darnos un bote?
—¡Un bote! —Octavio se volvió hacia los senadores—. El hijo de Neptuno quiere un bote. ¡Viajar por mar nunca ha sido una costumbre romana, pero él tampoco es muy romano que digamos!
—Octavio, un bote es una petición bastante asequible —dijo Reyna severamente—. Y no ofrecerles más ayuda me parece muy...
—¡Tradicional! —exclamó Octavio—. Es muy tradicional. ¡A ver si estos aventureros tienen el valor de sobrevivir sin ayuda, como auténticos romanos!
Era un bastardo inepto, una escoria que sólo buscaba que falláramos en la misión. Lo conocía, lo sabía. Era como ver a una serpiente tratando de enroscarse alrededor nuestro para intentar ahogarnos; pero yo era un lobo, un lobo que no dudaría en usar sus dientes y garras para desgarrar la garganta de la serpiente en dos.
—Lo tomo, soy romana asi que lo entiendo —Lo enfrenté de cara—. Si volvemos, olvídate de ser pretor, ¿quedó claro?
—Pero... ¡tu no puedes...! —Al ver que perdía la compostura, volvió a su papel de víctima —. No logro comprender, Prefecta. ¿Por qué haría eso? No puede decretar tal cosa.
Y tenía razón, pero yo siempre estaba cinco pasos delante de la gente. Me giré hacía al senado.
—Yo, Astoria Grace, hija de Júpiter, Prefecta de la Duodécima Legión, jefa de Guerra de la Gran Nueva Roma, Campeona de Juno, asesina de los monstruos marinos troyanos y destructora del Titán Críos, juro sobre la laguna estigia jamás dar mi voto a Octavio como futuro pretor de la legión —Fruncí el ceño hacia los senadores —. Un voto anticipado. Un voto con el que los reyes del Olimpo, mi padre y mi mentora, estarían de acuerdo.
Más murmullos resonaron en la cámara. Los ojos de los senadores se desplazaban de Octavio a mi. Todos comenzaron a murmuras, si bien le tenían miedo a Octavio por conocer los secretos de varios de los presentes, nadie se atrevía a llevarme la contraria. Si el augur daba miedo, la prefecta imponía más.
Me giré de nuevo. Mi mirada chocó con la de Jackson y este sonrió con orgullo. A pesar de que nos lleváramos mal, o por lo menos de mi parte, ambos compartíamos algo: nuestro odio por Octavio.
—La sesión ha terminado —Finalicé —. Nosotros nos prepararemos para nuestra misión con la cual sólo contaremos con nuestras armas, un bote de la legión y nuestra voluntad... —Guardé silencio para ver quien se oponía —. Durante mi ausencia, las órdenes serán dictadas por nuestra Pretora, Reyna Ramírez-Arellano, el que discuta sus decisiones, discutirá las mías. Largo.
El primero en irse fue Octavio, quien murmuraba cosas entre dientes, probablemente maldiciones hacia mi, pero no me importó. Alcé la mirada y me encontré con Reyna quien me miró con firmeza y seguridad. Al darme vuelta todos se habían ido.
Fue algo poco propio de mi, pero debía de hablar con Jackson. Con mi futuro equipo en general. Salí a pasos apresurados por donde se habían ido, por suerte encontré a Frank, Hazel, Jackson y Aaron justo fuera del edificio.
—Bueno... lo tenemos bastante chungo —Jackson suspiró dándome la espalda.
—Haré todo lo posible para que sacarnos con vida de esa misión —Dije y todos dieron un salto al escucharme —. Lo prometo.
Frank asintió con la cabeza tristemente.
—Si alguno de vosotros quiere echarse atrás, lo entenderé.
—¿Estás de broma? —dijo Hazel—. ¿Y estar de guardia el resto de la semana?
Frank forzó una sonrisa. Se volvió hacia el hijo de Neptuno.
—Cuenta conmigo —le dijo a Frank—. Además, quiero ver la flota romana.
El hijo de Marte me miró sin esperanzas. Por un momento creí que me miraría con temor, como todos hacían, pero el no hizo eso.
Jason me había dicho que no hiciera nada, que no me moviera de donde estaba, que el ya llegaría. Quería quedarme por el, para saber cuando volvería, si seguía sano... pero también recordaba a Gaia y se me erizaba la piel.
Miré a Aaron. Si el estaba y Jason llegaba, yo sabía que estaba en buenas manos.
—Estoy aquí, ¿no? —Dije seria —. Te acompañaré en tu misión, Frank Zhang.
Ellos asintieron contentos. Todos ellos. Los ojos dorados de Hazel brillaban de adoración, Frank me dedicó una sonrisa honesta cargada de agradecimiento, Aaron también ensanchó una sonrisa haciendo que sus ojos azules brillaran y por último Jackson, el chico que me había estado haciendo la vida imposible, también me sonrió más. Esta vez con sinceridad, sus ojos brillando de emoción.
En mi pecho surgió algo que no me gustó porque no lo comprendí. Todos me miraban como si fuera una compañera más de su equipo, como una amiga, no como su prefecta malhumorada y terrorífica.
—Jackson —Lo tomé del brazo —. He de hablar contigo —Miré a los demás —. A solas.
AUTHOR'S NOTE
YO LE REZO A ASTORIA HERMANAS QUE DECIRLE, nono como se le aplico a Octavio??? a casa papito !!!!
EL SUELO CON JASON
POR QUÉ EL ROMANO TRATÓ DE TRAIDOR A AARÓN ?????
fua amo este fic.
se dieron cuenta de que ella NO le dice "Percy" NO????????
El otro día vi intensamente dos y me puse a pensar, todas las emociones de astoria están suprimidas lol
la tensión de ellos ??? siempre se miran. hay 108292 personas y ellos siempre se encuentran nono CINE.
JASON Y TORI
ASOTIRA BEING THE QUEEN
USBDOAJDOA PERCY APOYADO EN LA PUERTA !!!
besitos 🤍