-Voy a extrañarte.- El tiempo había pasado rápido, y el momento de despedirse de su novia había llegado.
-Ongsa, volveré en un par de días.- Rió, tomándola del rostro.- Haremos llamada todo el día, te lo prometo.
-Si no contestas, te iré a buscar.- Dijo susurrando triste.
-Está bien, pero no necesitarás hacer eso.- Le dejó un pequeño beso en los labios.- Tenemos que embarcar ya.- Se separó, y tomó su mochila para ponérsela en los hombros.- Te traeré un lindo recuerdo.
-Si hay turbulencias, salta del avión.- Se apresuró a abrazarla por última vez.
-Ongsa, estoy segura de que no podré hacer eso.- Rió.
-Sun, tenemos que irnos ya. Ongsa, la cuidaremos por tí.- El padre de la castaña le sonrió, dándole seguridad. Era cierto, de algo servían los padres.
-Tengan un viaje seguro, llámame cuando aterricen.
Sun le aseguró que así sería.
El tiempo que pasarían lejos, sería el más aburrido para Ongsa. Así que había hecho un itinerario, que está segura, no seguiría.
-¿Vas a comer todo eso?- Alpha había entrado a la cocina, viendo a su hermana con dos hamburguesas y un trozo de pastel esperando para después.
-Extraño a Sun.
-Las comida no puede llenar ese espacio, Ongsa.- Se sentó a un lado, tomando una de las hamburguesas.- Hey, lejos.- Le pegó en la mano a su pequeña hermama, al intentar quitársela y se la llevó a la boca triunfante.- Está rica.
-La he comprado.- Acotó, como si necesitara ser dicho.
-Lo noto.- Asintió, sin prestarle atención luego de eso.- ¿Y cómo está?
-Han ido a cenar, así que esperaré a la media noche para felicitarla.
-¿Tienes algún regalo?
-¿Ah?- Lo había olvidado.
-¿Lo tienes? ¿Has podido comprar comida para ahogar tus penas pero no un regalo?
-Carajo, lo olvidé.- Se levantó corriendo.
-¡Ongsa! ¡Es demasiado tarde para salir!
Haciendo caso omiso, corrió a ponerse unas zapatillas, y salió de camino al correo, que cerraría pronto.
-Vamos, vamos.- Corría por las calles apenas iluminadas, y las personas que pasaban cerca, la observaban con curiosidad.
Se maldecía internamente. El regalo había sido comprado en línea, pero sin opción de entrega a domicilio, cosa que aceptó. Pero había olvidado ir a recogerlo temprano por comprar la comida.
Sus energías habían comenzado a agotarse, y su resistencia estaba en la miseria. Había podido notar en los últimos días, que le costaba mantener la respiración estable bajo el esfuerzo excesivo.
-¡Ahh!- Se tropezó, cayendo al suelo sobre una de sus rodillas. Gimió de dolor por lo bajo, notando una herida en su rodilla derecha.
Se levantó, y continuó caminando con velocidad, estaba a la vuelta del correo, y ya serían las once.
Cojeó, pero llegó con éxito sin volver a caer.
Le entregaron el paquete con un poco de molestia, pues ya todos estaban listos para irse a sus casas y con el sistema apagado.
Luego de disculparse, salió con un lindo regalo para su novia, que esperaría a ser empaquetado como correspondía.
Al llegar a casa, comió, sin prestar atención a su herida de guerra, de la que estaba algo orgullosa.
-Limpiate, o mamá va a regañarte por haberte escapado a esta hora.
-Ya voy, espera un poco.- Intentó callarla, mientras abría la caja, embelesada por su contenido.
Con cuidado, retiró una protección de espuma. Con ambas manos, tomó una esfera amarilla, con manchas naranjas oscuras. Bajo ella, había una base de madera, donde encajaría perfectamente para no caer.
-Sun me dijo que siempre tenía miedo al despertarse en la oscuridad, así que pensé que sería un buen regalo.- No dejaba de observar aquella pieza, que para su hermana, carecía de impacto.
Se levantó y apagó la luz de la sala. Tomó el cargador y lo enchufó a la base, donde la esfera se cargaría de forma inalámbrica.
Colocó el sol sobre su base, y la habitación se encendió en un color cálido. Parecía un filtro de película ochentera de verano. En ese momento, Alpha soltó un suspiro, muy impresionante.
En la superficie del sol, podían verse todos los continentes en tono blanco.
-Es hermoso.- Se acercó a la lámpara, atraída como un bichito a la luz.
-¿Tu crees?- Su corazón se sentía orgulloso. Ya quería que Sun lo tuviera en sus manos.
-Damelo a mí, ella no tiene que enterarse. Puedes comprarle una de esas hamburguesas.- Le suplicó, y la pelinegra rió, desconectando el cargador.
-Voy a guardarlo en su caja, solo quería probarlo un momento.
-Si no le gusta, me lo darás. ¿Cierto?
-¡Phi Alpha!- La regañó.
-Le contaré a mamá sobre eso.- Apuntó a su rodilla, y se fué indignada a su cuarto.
Recordó llamar a Sun un tiempo después. Aunque no había sido exactamente a la media noche, mantuvieron una larga llamada para contentar sus corazones.
-¿No puedes escaparte?- Su tristeza se veía reflejada en su rostro, un poco bastante.
-Ongsa, mis padres tienen mi pasaporte.- Rió enamorada.- Solo serán dos días más, regresaré para el examen de inglés.
La pelinegra suspiró. Los padres de su novia habían decidido quedarse un par de días más para disfrutar de la ciudad sin apuros.
-Cuídate, te amo.- La castaña le envío un beso, y cortó la llamada después de recibir la misma respuesta.
-¿Cómo querría cuidarme si no estás a mi lado?- Resopló y apagó el teléfono, esperando a que la noche la llenará de energías para afrontar otro día más sin su novia.
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-¿Soltarás ese lápiz?- Tin la observó preocupado.
-Un momento.- Tomó su teléfono y sacó foto a cada una de las páginas del libro de inglés que debían hacer y estudiar.
-¿No es más fácil que solo le digas las páginas del libro que tiene que hacer?
-No ha llevado el cuaderno.- Comentó por lo bajo sin prestarle mucha atención.
-Que novia tan servicial.- Deseaba poder tener a alguien así para él.
-Listo.- Comenzó a guardar todo lo que había sobre la mesa, para poder abandonar la biblioteca.
El día pasó tan normal como el anterior. Ya era martes, lo que quería decir que Sun llegaría a su casa esta misma noche.
Había pensado en ir a verla, pero prefería dejarlos descansar, y encontrarse con ella al día siguiente el colegio.
En estos momentos se encontraba ocupando su filtro de oxígeno mientras rastrillaba el jardín.
Su padre llevaría a un amigo de la infancia a cenar a casa, así que debía encontrarse más presentable que nunca.
-¿Estarás en tu cuarto?- Charlaba con Aylin, que se encontraba regando las plantas a las que el sol ya no les podía dar directamente.
-Phi Luna vendrá.- Comentó, como ya era costumbre. Pues las visitas seguidas de la más grande, no eran novedad.
-¿Puedo estar con ustedes? Todos van a dejarme sola con ellos.- Alpha también se había logrado escabullir con sus amigos del taller de estudio.- No quiero ser la única con los adultos.
Aylin la observaba de reojo, sin querer rechazarla, pero tampoco queriendo invitarla. Deseaba pasar esa noche a solas con su amiga, pues quería darle más besos.
-¡Aylin!- Dejó de rastrillar, y la observó molesta.
-Humana pretenciosa.- Frunció el ceño y se fué a buscar más agua con la regadera.
-Mezquina.- Volvió a su tarea, para terminar de recoger todos los desechos de Latte, y las hojas de los árboles de los vecinos.
Paró un momento para tomar agua y continuó haciendo su trabajo, hasta que logró terminar con éxito. Luego ayudó a su padre a cambiar las bombillas de las luces que alumbraban el jardín y barrer la vereda de la casa.
Ya estaba oscureciendo, señal de que pronto la pareja llegaría. Por suerte, supo que no llevarían a sus hijos, así que sería un problema menos del que preocuparse.
-Junta eso y puedes ir a bañarte, yo dejo empezar a cocinar la carne.- Asintió y su padre la dejó sola, junto a una pala, una bolsa y una escoba.
Comenzó a recoger la poca basura y hojas secas frente a ella. Había olvidado por completo que Sun ya debía estar tomando su vuelo. Hasta que escuchó una voz detrás suyo.
-¿Podría limpiar mi casa también? Le pagaré bien.
Su corazón se detuvo por un segundo. Volteó a aquella voz y se encontró con su hermosa novia allí parada.
-Sun.- Las palabras apenas podrían salir. Prefirió callar.
-¿No vas a abrazarme?- Abrió los brazos, esperando a que fuera hacia ella.
Soltó las cosas con cuidado y caminó con velocidad hacia los brazos de la más baja.
-¿Me has extrañado?- Sonreía tiernamente, abrazando con cariño a Ongsa. Era una de las cosas que más le gustaba a Sun, abrazar a su alta novia, que se encogía como un osito para ser rodeada por los cortos brazos de la pálida chica.
-Mhm.- Asintió, con los ojos cerrados, respirando el dulce perfume que tenía puesto.- Te tengo algo.- Se separaron.- Pero tendrás que esperar a que termine eso.- Señaló a la bolsa de basura.
-Claro.- Asintió.
Poronto, el trabajo estuvo terminado, así que subieron a la habitación de Ongsa. La sentó en su cama, y le entregó una caja, envuelta en un papel de gatitos.
-¿Has estado usando eso todo el día otra vez?
-Solo estos días. No me he sentido muy bien. Pero es normal, tal vez no he estado haciendo tanta actividad física.
-No deberías esforzarte tanto.- La miró preocupada.
-Estaré bien, mis exámenes salieron bien. De cualquier forma, pronto tengo que ir a ver al doctor.
-¿Se lo has dicho a tu madre?- No podía evitar que la preocupación brotara naturalmente de ella.
-Ya lo sabe. Ábrelo.- Apuntó al regalo, cambiando de tema.- Espero que te guste.- Observaba desde una distancia considerable, tomada de las manos.
Comenzó a romper el papel sin hacer tanto ruido, expectante de qué se encontraría dentro de aquel cartón.
-Si no te gusta, puedo comprarte otra cosa.- Sun se detuvo, y la miró.- Puedes seguir.- Rió avergonzada y su novia asintió.- Puedes decirme si no te gusta.- Agregó, inquieta de su reacción.
-Ongsa.- Se detuvo, y rió por su comportamiento.- Primero voy a abrirlo, ¿sí?- La pelinegra asintió.
Abrió la caja con cuidado, y se encontró con una esfera. Ongsa se contuvo de explicarle su regalo, prefirió que lo descubriera ella sola.
La sonrisa de Sun era de confusión. Dejó el objeto a un lado, y continuó sacando más cosas.
-¿Es una lámpara?- Abrió la boca impresionada. Ongsa asintió y la recibió en sus brazos cuando saltó de alegría.- ¡Gracias, gracias! Es muy hermosa.- Le dejó besitos por todo el rostro.- ¿Puedes conectarla?- Pidió emocionada.
-Ponla ahí.- Apuntó al escritorio.
Sin dejó la base a un lado del monitor, y Ongsa conectó el cargador a un enchufe. Se encendió la esfera, mostrando el detalle de los continentes en su superficie.
La emoción de Sun aumentó aún más, comentando el gran detalle. No se cansó de agradecerle por el regalo, y luego la ayudó a guardarlo.
Pronto tuvo que regresar a su casa, pero se despidieron con un tierno beso, y la promesa de llevarle el regalo que le había comprado durante el viaje, al colegio.
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¡REGRESÉ!
Abrazos a todos 🫂 que tengan buen inicio de semana.
El mundo está más feo de lo normal últimamente, cuídense mucho.