Mar Dorado Jenlisa

By ArdillaRositaFresita

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Era 1651 y la joven Lisa solo buscaba su libertad, sin saber que encontrará a alguien que le hará su prisione... More

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By ArdillaRositaFresita

—¿Cuál es el tuyo?— pregunta Jennie desde la puerta del armario.

Ambas estábamos con una bata cubriendo nuestro cuerpo, teníamos que vestirnos ya. Sólo nos bañamos, Jennie no quiso repetir por lo que paso, pero estoy bien con eso. Nuestros dedos estaban como unas pasas de arrugados. Había dos vestidos, los dos de colores totalmente desabridos, marfil y coral, no eran unos feos vestidos, los colores no eran los mejores.

—No sé, los dos son insulsos y me da igual. Escogelo tú— lancé mi bata al suelo para poder poner mi calzoncillo.

—Me hubiera gustado un vestido del color de tus ojos— se volvió hacia mi. Sus ojos me recorrieron a pesar de haber estado hace nada con ella en la bañera de la misma manera—Creo que el marfil es mucho más fino que el coral— cuando me agaché a subirme el calzoncillo sentí su mano en mi nalga, impactándola.

—¡Atrevida!— me sobe, quedó cosquillando mi nalga— Entonces tu deberías llevar el marfil.

—No haremos una gran cosa de esto, yo llevare el coral y tu el marfil. No dejo de pensar que uno vinotinto te hubiera sentado espectacular— ella estaba tras mio, abrazó mi cintura y depositó un beso en mi hombro. Sentí sus senos en mi espalda y su mano andaba algo juguetona.

—Jennie Kim, hace un momento no querías nada, no intentes algo ahora— ella quería provocarme, y ciertamente no teníamos más tiempo.

—Con esta luz te ves mucho más irresistible. Eres mi manzana del árbol prohibido, te ves muy jugosa justo ahora y quiero morderte una, quizás dos o tres, o muchas veces— susurró en mi oído.

—Ahora no podemos— detuve sus manos que se aproximaban a bajar mi calzoncillo y la encare— Quizás luego preciosa mía, ahora tenemos cosas que hacer— le besé los labios un rato largo sin moverlos —Déjame ayudarte a vestirte.

Tomó el vestido color coral y lo metió por sus piernas, subiéndolo. Estos broches y cierres de los vestidos se han vuelto muy complicados, sobre todo con el corsé que apretaba hasta el punto de quedarte sin aire. Le amarré la parte de atrás, uniendo cada tira en forma de zigzag, lo estiré lo menos que pude para no apretar tanto a Jennie y deje un pequeño lazito al final. Me puse enfrente del corsé, era de tres capas, solamente le ataría dos para no asfixiarla. En la última capa ya se notaba su escote, este vestido hace que se le pronuncie mucho, por eso lo quite y lo puse unas dos veces.

—No lo estas haciendo mal ¿Por qué lo deshaces?— levantó una ceja en signo de pregunta.

—Está muy pronunciado no quiero que te anden mirando— confieso con vergüenza. Era algo absurdo, pero no quería que miraran todos esos hombres a mi Jennie.

—Yo soy la que debía estar preocupada, tu escote va a ser mil veces más pronunciado que el mío— lo sabía, aún así no podía evitar hacerlo.

—Quizá las muchachas que nos atendieron tengan algún truco para que no se note tanto— dije para mi consuelo.

Hale a la cuerda que hacía que una campana sonara en el área de servicio para que alguien viniese a atendernos. Yo me puse el vestido y Jennie comenzó a amarrarlo por detrás.

—¿Está bien así? ¿No esta muy apretado?— habló a mis espaldas con su suave voz.

—Está perfecto— no se sentía incómodo ni nada parecido, creo que ella podía poner un vestido mejor que yo.

Pasó a la parte de adelante, ella no dejó ninguna capa sin atar, estaba realmente concentrada en lo que hacía y yo estaba concentrada viéndola a ella. Al último tirón ella lo hizo un poco fuerte, lo que me hizo irme hacia adelante y pegar un pequeño gritito de sorpresa.

—¿Puedes Respirar?— me sonreía. Yo le asentí y luego le di un pequeño beso en su nariz. Baje mi mirada y mi escote se veía mínimo, puedo jurar que menor al de ella.

—¿Cómo lo hiciste?— pregunté sorprendida.

—He puesto muchos vestidos, tengo algunos trucos.

—¿No te puedes hacer esos trucos a ti misma?— sugerí a lo que ella soltó una linda risa.

—He dicho he puesto, no que yo me he puesto. Lo siento mi luna, pero no creo que pueda hacerlo— dijo esto acompañado con un pequeño puchero.

Tocaron la puerta, han de ser las criadas. Le hice una seña con la cabeza a Jennie que la abriera.

Mientras yo miraba maravillada el trabajo que había hecho Jennie, uno muy bueno por cierto, entraron en fila las cuatro muchachas anteriores, pero en la puerta había alguien más que Jennie estaba mirando.

—El Señor Kingston ha enviado a una profesional para asesorarla a usted y a su sirviente— se dirigió a mi la jefa del cuarteto.

La vi entrar, muy fina con su cabello negro, espalda recta y su cuello de cisne. Mis ojos no podían creer lo que veían, en ese instante sentía el corsé tan apretado que creo que estaba carcomiendo mi carne, pero eso es lo que pasa cuando ves a alguien de tu pasado, alguien que no has visto en mucho tiempo. Ella también me miraba con sorpresa en su rostro, que luego cambio a uno neutral al igual que yo decidí hacerlo. Jennie miraba la situación con mucha curiosidad y ni hablar de las criadas que les picaba la lengua por comentarlo ya.

—Pueden retirarse— ordené a las cuatro, quienes salieron en fila de la misma manera en la que entraron. Jennie se encargó de cerrar la puerta.

Ella miró a Jennie y luego me miró a mi, preguntando con su mirada si era seguro hablarnos frente de ella. No me resulta ningún inconveniente, yo no le escondo cosas a mi Jennie.

—Ha pasado mucho tiempo— rompo el silencio, dirigiéndome hacia ella.

—Se ve diferente, más mujer. Sigue teniendo las clavículas más envidiables del mundo— detalla ella con su gracioso e inolvidable acento.

—¡Oh Vamos Madame Rosie! Hay mejores— termino riendo. Ella siempre decía que si tuviera mis clavículas sería digna de ser pintada por los artistas más famosos de París, lo que me parecía una locura, eran sólo clavículas.

—Lalisa Manobal, la dama fugitiva. Debió haber escuchado todo lo que se dijo en el pueblo— dejó su bolso en el suelo y se acerco a darme dos besos, uno en cada mejilla.

—Puedo imaginarlo. Ella es Jennie Kim, disculpen que no las haya presentado. Kim, ella es Madame Rosie— Jennie por alguna razón no se veía nada contenta con todo esto.

—Es un placer querida, y ella es...

—Soy su esclava— la cortó Jennie de pronto.

—Modales Kim— no tiene motivo para ser grosera.

—¿Tienes una esclava blanca? Vaya que si es verdad que las cosas pueden cambiar mucho— expresó muy sorprendida— ¿La has conseguido con tu nuevo hombre?

—No necesito a un hombre, no huí con nadie, lo que supongo que es lo que se rumoreó en el pueblo— saco mis propias conclusiones.

—Todos estaban como locos, eras aún más popular de lo que eras antes. Une étoile.

—Yo no quería casarme con él.

—Lo entiendo, ese hombre era todo un idiota. Ahora se casó con la Belle Italiana y vive en una villa.

—¿Se casó? Eso no lo esperaba— estaba bastante sorprendida.

—Querida nadie lo hacía. Pero ella no es nada como tu framboise, ella es tan común como un pomme de terre— reí, su comparación era de una frambuesa y una papa, yo siendo la frambuesa. Aprendí algo del idioma a su lado—Ahora a lo que vine ¿Quién necesita de mi maravillosa asesoría?— ella siempre con sus aires de grandeza, sin embargo era una gran mujer.

—Ella, no quiere que su escote sea muy notable, no pude hacer mucho— apunté con mi dedo a Jennie quien me miraba con desaprobación.

Chérie, pero si su escote está más que perfecto.

—¿Segura?

—¿Cuando te he mentido sobre algo?— sacó un abanico, balanceándolo con clase por encima de su mentón— ¿Qué harán con su cabello?

— No lo sé— eso lo había olvidado completamente en mi preocupación por Jennie y quien estuviera viéndola.

—Para eso estoy aquí, para solucionar estos problemas. Ven tu primero Kim, desde que te vi al entrar te he imaginado con una trenza, tienes un cabello hermoso y sedoso.

Sentó a Jennie en una de las sillas. De su bolso sacó un cepillo para el cabello y comenzó a cepillar el cabello de Jennie. Ella tenía mucho talento y mano para la belleza y el glamour. En un abrir y cerrar de ojos Jennie tenía dos trenzas casi a la medida de su frente que se le unía con una más larga haciéndola solo uno trenza. Al terminar se la colocó hacia adelante en el lado derecho, Jennie se veía como una princesa, una hermosa princesa.

—Tienes un perfil perfecto, tu sin duda podrías triunfar en París— la tomó del mentón y lo movió a varios ángulos. Luego me miró a mi, yo que veía la escena con cierta gracia—Y tu framboise, con tus ojos salvajes, ambas serían la combinación perfecta, serían la sensación de París. Fraise y framboise, que tentador— sujetó mis hombros y me sentó en la silla.

Me cepilli el cabello con la misma delicadeza que al de Jennie, constantemente se movía y hacia ese sonido de "Mmmm" con su boca cerrada, como pensando que hacer.

—Tu framboise, recogeré tu cabello hacia atrás y hacia arriba, tienes que mostrar ese delicado rostro tuyo, atraparás más hombres de lo que ya lo haces— hizo un recogido muy alto y luego lo enrollo, fijándolo con varios ganchos— Permiteme ver mis dos creaciones.

Me paré al lado de mi princesa Jennie, Madame Rosie nos examinaba con una pequeña sonrisa, orgullosa de sus creaciones. Soltó dos aplausos rápidos y río, haciendo saltar a Jennie del susto.

—Todo lo que estaba en mis manos ya lo hice, y como ustedes siendo mujeres inteligentes no necesitan ayuda con sus vestidos ya es tiempo de que me vaya a preparar para la fiesta. Nos veremos frambiose— se despidió con dos besos justo como hizo al entrar— También espero verte a ti fraise— a ella también le dió dos besos, muy sonoros para mi gusto.

Guardó sus materiales de trabajo en su bolso, lo cargó en su mano y se dirigió a la puerta, Jennie siguiéndola cumpliendo su rol de "sirviente" para abrirle la puerta.

—¿Algo que deba saber sobre esa mujer?— habló bajo Jennie al cerrar la puerta.

—Algo muy divertido, ella hizo mi vestido de bodas, de hecho ella ha hecho todos mis vestidos desde que tenía 17.

—¿Alguna otra cosa?— cuestionó sugestivamente levantando su ceja.

—Que te ha dejado como una hermosa princesa por ejemplo, vas a ser la envidia de todas por ser la más bella mortal— le tendí la mano, ella la aceptó y yo la hale hacia mi.

—Tienes que mirarte a ti, toda una diosa—descubrí que ella no estaba nada celosa, sólo tenía preguntas— ¿Qué eran esas palabras raras que estaba diciendo?

—Que tú eres una fresa y yo una frambuesa, no tengo idea pero siempre me ha llamado frambuesa, es francés— soltó una risita.

—Esa mujer es tan extraña, e invadió más mi espacio en unos minutos que lo que tu has invadido en todo el tiempo conociéndonos, con todo y eso, ella es agradable— que adorable es Jennie. No pude contenerme de darle un beso.

—Con estos vestidos no tenemos que ponernos esos incómodos zapatos, podemos quedarnos con las botas puestas si quieres— ella asintió, yo le dejé un beso en su frente antes de dirigirnos a donde nuestras botas estaban—Espera— la vi levantar su vestido para poner sus botas.

Le quité la bota de su mano y me agaché. Levanté su vestido y tomando su pie izquierdo le calce su bota.

—Las princesas no deben hacer esta clase de trabajos ella solas cuando tienen a alguien que moriría por ella— al instante sus mejillas se coloraron y me abrazó.

—Mi luna eres tan linda, te quiero mucho.

—Yo también cariño mio.

Una agradable música se oía al acercarse, nada ruidoso, sólo algo tranquilo y liviano para acompañar la noche. Al final de las escaleras nos recibieron con una copa de vino blanco, la cual recibí y Jennie también recibió la suya ¿Por qué no? Muchas personas desconocidas a la medida que iba caminando hacia el salón principal, se oían risas discretas y se veían hombres tratando de conquistar a alguna mujer con simples elogios, eso si, nada de niños, los niños no vienen a las fiestas.

La decoración era muy buena tengo que admitirlo, pero lo que le dio el toque especial fue la escultura de la libélula que tanto me gustaba. A lo lejos vi a Frederick hablando con Samuel, ambos con una copa en la mano y muy bien vestidos. Le toqué el hombro a Jennie que estaba viendo no sé que cosa para que me siguese.

—Buenas noches— dije al llegar a ellos, ambos con una sonrisa en rostro nos recibieron con ese beso en la mano característico de los ingleses.

—Debo decir, y no es porque sean mis invitadas de honor, que son las mujeres más bellas de toda la fiesta— alagó Samuel, tratando de ganarse algunos puntos.

—No exagere señor Kingston. Quiero agradecer por mi parte y la de la señorita Manobal por estos lindos vestidos— Jennie le sonrió con la boca cerrada, segundos después llevo su copa a la boca.

—Sólo fue un pequeño detalle, no es para tanto— Samuel se mostraba modesto.

—Está preciosa señorita Jennje, y tú sin duda también Lalisa— ese fue Frederick, luego se paso su mano disponible por sus rizos y nos sonrió.

—Gracias Frederick ¿Dónde estará el señor Nau?— quise saber, no es que me importe mucho pero no puede dejar a Frederick solo con Samuel tanto tiempo.

—Le he presentado algunos socios, debe estar charlando por ahí— aclaró Samuel.

Levanté mi vista y vi a lo lejos a Madame Rosie riendo con un grupo de personas, no sé si ella aceptara hacerme algún favor después de que deje uno de sus diseños sin usar. Me acerco a Frederick aún más mientras Samuel esta distraído platicando con mi Jennie.

—Voy a ir a hablar con alguien, será un instante, quédate con Jennie y vigila a Samuel, que no se pase con ella— aproveché para decirle, él me asintió. Caminé hacia Jennie, y al pasar a su lado le susurré— Quédate aquí.

No era mucha la distancia entre Madame Rosie y mi posición actual, solamente tenía que rodear la zona de baile para llegar a ella. Le toqué el hombro y ella volteó, sus ojos estaban vidriosos y se notaba que estaba pasando un buen rato.

—Disculpe Madame ¿Puedo robarle algo de tiempo?— pregunté con timidez.

—Lo que sea para mi frambiose ¿Donde esta tú fraise?— buscaba a Jennie, a quien no iba ver porque no había venido conmigo— Disculpa, esclava para esa jovencita no es muy apropiado.

—Está bien Madame ¿Puedo saber cuando se marcha?

—Igual que todos los invitados, mañana por la mañana ¿Qué necesitas chérie?— ella sabía que no le estaba preguntado esto precisamente para ir a despedirla.

—Que le haga llegar una carta a mis padres, o al menos a la señora Rosa en Santo Domingo— un joven me sonríe cuando mi mirada pasa por encima del hombro de Madame, mi instinto natural sería torcer los ojos sino estuviera tocando un tema de mayor importancia.

—Pensé que no querías ser encontrada.

—No lo quiero, deseo hacerles saber como estoy ¿Acaso la gente del pueblo sabe que estás aquí?

—Por supuesto que no, este lugar desprestigia mi vida sin embargo beneficia mi bolsillo. He dicho que iría a París por unos días.

—¿Podría hacerme ese favor Madame? Les dirás que me has conseguido en una de las embarcaciones y que te he dado la carta, no necesitas más explicaciones si se la entregas a la señora Rosa, ella no hace preguntas— mi tono era de ruego absoluto, esta era una perfecta oportunidad para contactar con mis padres.

—Sólo porque eres la mujer más aventurera que he conocido te haré ese favor.

—Gracias Madame Rosie, se lo deberé toda la vida.

—Quizás si nos encontramos algún día frambriose, el destino es una realidad incierta. Pasaré por tú habitación antes de irme— ella besó mis mis mejillas como despedida.

Caminé muy feliz en mi retorno, iba a quitarle un peso de encima a mis padres, o a ponerle más. Cuando llegué a donde estaba Jennie ella se encontraba al lado de Frederick muy juntos, Frederick toma su papel de protector muy en serio. Samuel seguro estaba diciendo mil y un cosas aburridas o sin sentido.

—Kim acompañame a buscar algo de tomar.

—Si mi señora.

Frederick me dio esa mirada pidiendo a gritos que no lo dejara solo sin embargo yo dejé que se hundiera con su barco, yo quería estar con Jennie a solas, disfrutarla en este momento, por más egoísta que sonase.

—Me provoca tomar un poco de aire, he bebido mucho y estoy empezando a marearme, con su permiso— se excusó Frederick. Astuto.

Casi halo a Jennie para que caminase, la verdad es que en parte quiero tomar y comer algo. Nos encontrábamos en frente de una mesa muy larga con mucha comida, había una mesa especialmente con sólo tragos también. Vi a Jennie curiosa mirando hacia algún punto, ella se dirige a tal punto como si estuviera hipnotizada y yo la sigo porque no quiero perderla de vista.

—Lisa ¿Puedo probar eso?— señala al líquido marrón que esta en un gran bol.

—Mi sol, puedes probar lo que quieras— sonrío discretamente porque ella se ve muy emocionada.

Ella toma una cuchara y la inserta en el bol para recoger un poco de ese líquido marrón. Sus ojos se abren mucho cuando lo lleva a su boca para probarlo.

—¡Es chocolate! Es chocolate Lisa— creo que nunca la había visto tan feliz.

Samuel, oh Samuel, nos regala vestidos, coloca la estatua que me gusta en medio del salón y en una fiesta sirve chocolate, que estoy más que segura de que lo ha hecho por Jennie, ella mencionaba el chocolate en muchas ocasiones. No sé que intenciones tiene ese hombre, pero digo con firmeza que no va a lograr lo que se que quiera.

—¿En serio lo es?— no parecía chocolate, sinceramente pensé que era alguna salsa o aderezo.

—Si, pruebalo— ella puso la cuchara enfrente de mi boca. No había ningún problema con que ella lo hiciera, era mi "sirviente" y si yo quería que me diera de comer en la boca ella tenía que hacerlo.

—Esta muy bueno, casi tan delicioso como tus labios— pasé mi lengua por mis labios pues sentí que me había quedado algo de chocolate en ellos.

—Mi luna por favor, no hagas esas insinuaciones aquí si no puedes cumplirlas— está ligeramente sonrojada. Le daba otra probada al chocolate mientras me hablaba.

—Mandaré a que nos lleven una gran cantidad de chocolate a nuestra habitación mañana, sólo para ti.

—¿De verdad? Eres la mejor— vi sus intenciones de querer abrazarme reprimiendose.

—Sigueme, deja el chocolate un momento.

Caminamos fuera del salón, hacia un lugar al cual yo sabía que nadie entraba y quien nunca haya visitado la mansión sepa que existe puesto que Jennie y yo habíamos pasado mucho tiempo ahí y nunca nadie se apareció. Ella sabía a donde nos dirigiamos, lo noté por su mirada. Aún la música proveniente del salón puede oírse. Abrí la puerta de la Biblioteca del Gobernador, no es tan impresionante como la de aquella casa en Maracaibo, pero se le acerca un poco.

—¿Hola? ¿Se encuentra alguien aquí?— Siempre hay que estar prevenida. No escuche ni un ruido y asumí que no había nadie aquí— Quiero bailar contigo— le solté apenas cerré la puerta.

—Podríamos intentarlo, yo no soy muy buena.

—Tonterías, eres buena en todo lo que haces.

Le extendí mi mano, ella la aceptó sin dudar y la puse en mi hombro, la tomé con mi mano izquierda por la cintura a una distancia prudente, y entrelacé nuestras manos disponibles.

—Sólo escucha la música, cierra tus ojos y escucha, tu pies se moverán solos. Yo guiaré el baile, mi pie derecho adelante el tuyo atrás y viceversa, es algo tan simple que te dará risa cuando logres hacerlo.

Bailamos por toda la habitación al sonar de la perfecta melodía, acompañando con el sonido de nuestros labios al tocar en la misma sintonía.

Hubiera hecho lo que sea por habernos quedado en nuestra caja de música toda la vida. 

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