ACT ONE
(Mounstros)
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Al llegar al destino, aparcó el vehículo apartado de la casa con cuidado. Una residencia común y corriente, nada lujosa pero acogedora.
Soltó un suspiro breve para calmarse antes de llamar suavemente a la puerta principal. En pocos segundos se abrió, revelando a una mujer de mediana edad en el umbral.
—Buenas noches.— Saludó Yuuko educadamente con una leve reverencia.
—¿Vienes a buscar a Takeshi? Él no está aquí ahora, lamento decir.— Respondió la mujer con semblante serio. —No sé qué habrá pasado pero no es el momento, lárgate de aquí.
Antes de que pudiera replicar, una anciana voz preguntó desde adentro —¿Quién es, Hanako? ¿Pasa algo malo?
Yuuko intercambió una mirada sombría con la hermana. Era hora de afrontar la dura verdad.
—Nada madre, es solo una amiga de Takeshi. Sabes cómo es él.— Dijo la hermana a la defensiva.
—Entonces haz que pase, seguro mi hijo hizo algo que debemos de explicar.— Insistió la anciana madre con voz débil.
La mujer le dirigió una mala mirada a Yuuko antes de hacerse a un lado para dejarla pasar. Ella la ignoró educadamente.
—Buenas noches, señora.— Saludó Yuuko inclinándose nuevamente.
—Que bonita voz tienes, querida. ¿Eres menor que mi hijo? Acércate más, por favor. Casi no puedo ver ya.
Yuuko notó con pena lo cercana que estaba la ceguera de la anciana. Con suavidad se acercó para no alterarla.
—Lamento interrumpir su paz, pero traigo malas noticias sobre su hijo.— Informó Yuuko con tacto.
La hermana se acercó amenazante pero la anciana la detuvo con un gesto.
—Por favor, quiero escucharla, Hanako.— Pidió la madre con voz débil.
—¡Pero madre!— Exclamó la mujer.
—Takeshi ha fallecido en un accidente automovilístico. Lo siento mucho.— Reveló Yuuko con una inclinación, sosteniendo la mentira por el bien de la anciana.
Ambas mujeres se sobresaltaron. Quizás lo había soltado abruptamente.
Solo les quedaba afrontar el dolor de esa pérdida, aunque fuera bajo esa fachada piadosa.
La anciana tomó aire trabajosamente, asimilando la noticia. Su hija parecía a punto de estallar al lado.
Yuuko aguardó con calma, ofreciendo su pañuelo para consolar a la abuela. Solo les quedaba acompañar su duelo con tacto.
—¿Eres amiga de mi hijo?— Preguntó la madre entre lágrimas mientras aceptaba el pañuelo.
—Temo que no. Pero estoy aquí para entregarles algo que su hijo hubiera querido que tuvieran.— Explicó Yuuko con cautela.
De su falda extrajo un sobre bastante abultado y se lo tendió a la anciana con delicadeza.
—Dentro hay dinero para que vivan cómodamente por un tiempo. Hagan con el lo que deseen.— Agregó apartándose.
Luego se dirigió a la hermana. —Me gustaría hablar algo en privado contigo, si no te importa.— Salió de la casa para esperarla.
La mujer lo pensó unos segundos antes de asentir ligeramente y salir detrás de Yuuko. Cerró la puerta de casa detrás suyo y se volteó hacia ella, cruzándose de brazos con desconfianza.
—Bien, estamos afuera. Dime qué quieres y termina rápido con esto.— Espetó sin ocultar su recelo. Aún estaba en shock por la noticia y enojada por la forma en que se había dado.
Yuuko aspiró hondo antes de hablar.
—Sé que es muy duro para ustedes. Quiero que sepan que el dinero no proviene de actividades de su hermano. Pero pudo finalmente enmendar su vida; con esto, sus deudas quedarán saldadas.— Explicó con calma.
—¿De qué diablos hablas, niña? ¿Qué sabes tú del pasado de mi hermano?— Inquirió la mujer, hecha una furia.
—Tu hermano no era un simple chofer, ni tampoco inocente.— Cortó Yuuko de forma abrupta. —Era un mercenario. Mataba a otros por dinero y diversión.
Le lanzó los papeles incriminatorios hallados en su ropa. La mujer quedó atónita.
—Y su último trabajo era asesinarme a mí. Ya sabrás cómo terminó todo. Tu hermano murió.— Continuó con crudeza.
El entrecejo de la hermana se frunció en la confusión.
—Pero antes pudo redimirse escribiendo esa carta.— Hizo una pausa, dejándola asimilar todo. —Por favor, acéptalo todo. Tu madre y tú merecen seguir, es el último regalo de tu hermano.
Hubo silencio. La compasión había llegado tarde para sus víctimas, pero al menos podían cerrar el ciclo de dolor. La redención a veces solo ocurría al final del camino.
—¿Quién diablos eres tú realmente?— Murmuró la mujer acercándose amenazante.
—Eso no importa. Tu hermano está en el auto, pueden darle una despedida digna, que es más de lo que él otorgó a sus víctimas inocentes.— Respondió Yuuko con frialdad.
Un fuerte bofetón la hizo voltear el rostro.
—¡¿Qué clase de monstruo eres?! ¡¿Crees que tomaremos tu maldito dinero después de destruir mi familia?!— Gritó fuera de sí. —¡¿Cómo puedes hacernos esto?!
—Yo no les causé este dolor. Aceptar la reparación es decisión suya también.— Replicó Yuuko volteando a verla con calma, aunque se agotaba su infinita paciencia.
Tendió de nuevo las llaves pero un manotazo las hizo caer.
—¡¿Quién demonios te crees?!— Gritó la mujer lanzándose nuevamente sobre ella.
Yuuko detuvo su mano, apretándola con fuerza contenida.
—Deja de descargar tu ira en mí. Entiendo tu pena, pero no pienso permitir que me vuelvas a poner una mano encima.— Sentenció con firmeza, mas sin perder la compostura.
Soltó a la mujer empujándola levemente hacia atrás. La parte racional de ella entendía su reacción, aunque su mano pedía tranquilidad.
La mujer continuaba con ese torbellino de emociones en sus ojos húmedos de llanto contenido.
—No eres más que una extraña entrometida. ¡Lárgate de aquí ahora!— Escupió el veneno de su voz cargada de desprecio.
Yuuko asintió solemnemente. —El auto es todo tuyo. Pero no dejes pasar días, los cuerpos se descomponen rápido. Hazlo por tu madre.
Dicho esto, giro sobre sus talones y abandonó el lugar bajo la nieve con paso firme. Sus delicados dedos peinaron sus cortos cabellos azules despeinados por la brisa fría.
Necesitaba un nuevo teléfono pues había dejado el anterior en la escuela de Hechicería. Pese a todo, se sentía en paz consigo misma. Había obrado según su corazón al hacerse cargo del cadaver del asesino y entregarlo a su familia con dignidad.
No volvería a mostrar clemencia con aquellos que intentaran dañarla o a los inocentes. Era tiempo de seguir hacia delante con su nuevo destino.
...
Yuuko caminaba ligera por las calles de Osaka. Llevaba ya un mes fuera de Tokio, donde los cazarecompensas se habían vuelto muy insistentes en su búsqueda.
Shiu se había ofrecido a continuar indagando sobre el paradero de Megumi en su ausencia. Mientras tanto, Yuuko había asumido una identidad falsa y un nuevo trabajo de ayuda comunitaria.
Ese día se dirigía a una conferencia en un orfanato infantil. Aún se sentía culpable por la destrucción que causó durante su batalla contra Aoto meses atrás en Osaka. Muchos niños habían quedado sin hogar tras el enfrentamiento.
Esperaba que su presencia y colaboración con la reconstrucción del lugar pudieran aliviar en parte su cargado sentimiento de culpa. Aunque su pasado como renegada la perseguía, intentaba redimirse ayudando a quienes más lo necesitaban.
Pronto llegaría al orfanato. Esperaba ser recibida y poder ser útil a la causa, aún bajo su falsa identidad.
Su teléfono comenzó a sonar mientras caminaba. Al ver el número de Shiu en la pantalla, atendió apresuradamente.
—¿Shiu?— Murmuró al contestar.
—Hola, señorita Naomi.— La saludó él con sorna. —Qué sorpresa que me haya contestado.
—Ya basta, no me llames así.— Cortó ella en voz baja, preocupada por ser escuchada. —Eres tú el que no me había llamado antes. ¿Tienes alguna noticia?
Shiu soltó un suspiro al otro lado de la línea.
—Sí, he localizado a Megumi. Está en Yotsuya, un área de Shinjuku.
—¿Yotsuya?— Musitó Yuuko, sorprendida. —Qué escondite tan horrible, Toji.
Shiu rio ligeramente. —Piénsalo bien, los Zenin no buscarían tan cerca de ellos, ¿o sí? No culpes a Toji de todo.
La noticia la dejaba inquieta. Parecía que pronto debería volver a Tokio.
—Tal vez si solo Naobito está enterado. No buscaría cerca de él.— Consideró Yuuko en voz alta, conocedora de las reacciones de su tío.
—Podremos hablar de eso cuando vuelvas.— Respondió Shiu, cambiando de tema al notarla agitada. —¿A dónde te dirigías con tanta prisa?
—Una conferencia, en un orfanato.— Explicó ella brevemente. Su caminar seguía veloz por las calles.
—¿Aún estás yendo a esas cosas?— Cuestionó Shiu, recordando lo sucedido meses atrás gracias a su relato.
Yuuko asintió con solemnidad. —Muchos inocentes quedaron sin hogar ni familia por mi culpa. Siento que debo reparar el daño causado de alguna forma.— Confesó con remordimiento.
—Entiendo. Solo ten cuidado.— Le aconsejó él con preocupación. —En cualquier momento la situación puede cambiar.
Pronto llegaría a destino. Esperaba poder aportar un grano de arena a pesar de su pasado.
—Mañana por la mañana regresaré a Tokio.— Mencionó Yuuko apresuradamente. —Entre más rápido esté con Megumi, mejor.
—Está bien, te recogeré en la estación.— Ofreció Shiu tranquilamente.
—Gracias.— Replicó ella. —Debo irme, me esperan.
—Hasta luego, pequeña Zenin.— Se despidió él con cariño.
Yuuko se detuvo por un momento al escucharlo. Luego, el pitido del teléfono indicó el fin de la llamada.
—Pequeña Zenin.— Repitió para sí en voz baja.
A lo lejos divisó a las personas de la organización aguardándola. Suspiró y apresuró el paso nuevamente.
—¡Señorita Naomi, qué alegría!— La saludó efusivamente un señor al verla llegar. —La estábamos esperando.
Ella asintió con una sonrisa cordial. Era hora de enfocarse en la reunión.
—Lamento la demora.— Se disculpó Yuuko mientras se quitaba los incómodos tacones.
—¡No se preocupe, hemos aprovechado el tiempo en su ausencia!— Replicó el señor Yoshida con amabilidad.
—Gracias, Yoshida. Lléveme con ellos.— Pidió ella.
Él asintió y la guió por los desvencijados pasillos. A través de las ventanas, Yuuko pudo ver a las personas aguardando en pequeñas sillas: hombres, mujeres, niños, niñas y ancianos.
Un nudo se formó en su garganta. El señor Yoshida abrió una puerta.
—Aquí es.
Todos los presentes voltearon al instante. Yuuko inclinó levemente la cabeza a modo de saludo, conmovida por las miradas esperanzadoras puestas en ella. Era hora de comenzar.
Yuuko se dirigió al frente del grupo y comenzó a hablar con voz suave pero firme:
—Buenas tardes a todos, lamento haberlos hecho esperar. Como bien saben, han sido tiempos difíciles.
Aclaró su garganta antes de continuar.
—Pero he venido a brindarles información sobre los avances logrados en Osaka. Algunas de las obras ya están concluidas, otras casi terminadas. Pronto podrán regresar a sus hogares.
Hizo una pausa para evaluar las reacciones. Algunos rostros mostraban esperanza, otros aún resignación.
—Sé que no es suficiente. Han perdido mucho y el camino será largo.— Agregó con tono compasivo. —Pero quiero asegurarles que continuaremos trabajando incansablemente para que puedan reconstruir sus vidas. No están solos.
Esperó alguna pregunta o comentario. Su objetivo era brindar calma y orientación.
Un hombre levantó la mano entre el grupo. Yuuko asintió para cederle la palabra.
—¿Cómo es que una joven como usted puede ayudarnos realmente?— Cuestionó el hombre, quien era reconocido como periodista local.
Yuuko comprendió que se cuestionara su capacidad, dado su aparente menor edad y experiencia. Aunque ella también aportaba recursos, la mayoría provenía de instancias gubernamentales.
No podía admitir aquello en alto, pues corría el riesgo de menguar la confianza en su causa. Debía continuar dando la imagen de alguien comprometido en ayudar de manera independiente.
—Es cierto que cuento con poco tiempo de vida.— Replicó modestamente. —Pero creo firmemente que todos podemos aportar desde donde estemos. Si puedo servir de puente para que reciban el apoyo que merecen, me daré por satisfecha. Lo que importa es la reconstrucción, no quien la lidera.
—¿Está trabajando con el gobierno o alguna institución?— Cuestionó otra persona entre el grupo.
—¡No queremos nada del gobierno! ¡Fueron ellos quienes nos dejaron en la ruina!— Exclamó alterada una mujer.
—Por favor, tranquilícense.— Pidió el señor Yoshida desde un lado de Yuuko.
—Puedo entender su desconfianza hacia las autoridades.— Habló ella con calma. —Sin embargo, quiero dejar en claro que mi interés es puramente humanitario. Aunque cuento con algunos recursos oficiales, mi compromiso es personal.
Hizo una breve pausa para asegurarse de ser escuchada.
—Sé que no tengo cómo reponer todo lo perdido. Pero si está en mis manos acelerar su recuperación a través de este pequeño aporte, me daré por satisfecha. Pueden contar conmigo.
Esperó haber disipado al menos en parte las dudas sobre su procedencia y motivaciones.
...
La reunión con los adultos había concluido, por lo que Yuuko se concentró en dedicar tiempo de calidad a los pequeños que seguían a su alrededor.
Pudo reconocer entre los niños aquella inconfundible cabellera bicolor: amarillo y negro. El pequeño se mantenía apartado del resto, a diferencia de sus recuerdos.
Mientras los demás reían disfrutando de su compañía, no pasó por alto que el menor solitario volvía la mirada hacia ellos con aire melancólico. Intuyó que tras su soledad, se escondía una historia de dolor.
—¿Alguna otra pregunta, niños?— Sonrió dulcemente a los que alzaron sus manos. Pero su atención no dejaba de posarse en el pequeño del rincón.
Deseaba encontrar la manera de acercársele con sutileza, para brindarle el consuelo que parecía necesitar. Por el momento se concentró en las otras voces, a la espera del mejor momento para interactuar con él en privado también.
Un pequeño la observó con mirada dulce y curiosa antes de formular su pregunta:
—Usted parece ser buena en todo. ¿Hay algo que le tenga miedo, señorita?
Aquello llamó la atención de Yuuko. Se tomó un momento para responder pensativamente:
—¿Algo que me dé miedo?— Repitió, mirando al techo.
—¡Seguro que no le teme a nada!— Exclamó una niña rubia con emoción.
Fue entonces que habló Yuuko, silenciando las voces:
—Supongo que a los monstruos.
Los niños rompieron a reír.
—¡Igual que Katsuo!— Señalaron al niño de cabellos bicolores, quien solo frunció el ceño.
—¡Sí, Katsuo dice que ve enormes monstruos feos!— Agregó otro.
Yuuko notó cómo el aludido se hundía más en su asiento, incómodo. Era momento de intervenir sutilmente.
—Hay muchos tipos de monstruos en este mundo.— Habló Yuuko con semblante serio. —Monstruos que no se dejan ver y causan problemas sin que nos demos cuenta. Monstruos que secuestran niños, monstruos que devoran sueños.
Un silencio sobrecogedor llenó la sala. Solo un niño continuó sosteniéndole la mirada: Katsuo, cuyos ojos amarillos parecían iluminarse.
—Monstruos que chupan sangre, monstruos que siempre dicen mentiras..— Continuó Yuuko.
Katsuo se removió levemente en su asiento, pendiente de cada palabra.
—Los monstruos mentirosos son una verdadera molestia.— Suspiró Yuuko, dejando traslucir cierto desdén en su tono. —Son mucho más astutos que otros. Se hacen pasar por humanos aunque no comprendan en realidad el corazón humano. Comen aunque nunca hayan tenido hambre. Buscan amistad aunque no sepan amar.
—Si me encontrara con un monstruo así, probablemente me..–
Unos golpes en la puerta interrumpieron las palabras de Yuuko, sobresaltando a la mayoría de los presentes. Pero no a Katsuo, quien solo frunció el ceño por la interrupción.
—Señorita Naomi, es hora de irnos. El sol está por ocultarse.— Anunció el señor Yoshida desde el umbral.
Yuuko dejó escapar un suspiro.
—Está bien, lo siento niños. No quise ponerme tan seria.— Se disculpó con una dulce sonrisa.
De inmediato, las expresiones de los pequeños volvieron a iluminarse. Menos la de Katsuo, quien se limitó a mirarla de soslayo.
—¿Nos vamos, Yoshida?— Indicó ella al señor que aguardaba. Había mucho más por hacer.
—Enseguida la alcanzó, señorita Naomi.— Murmuró el Señor Yoshida.
La peliazul se puso de pie y abandonó la sala sin agregar palabra. El señor Yoshida continuó charlando con los niños.
Sin embargo, sintió una pequeña presencia que la seguía.
—¿No te gustó el cuento?— Inquirió sin voltear.
—Eso no fue un cuento.— Respondió una vocecilla a su espalda. —Pero quiero saber cómo termina. Sé lo que ibas a decir.
Intrigada, Yuuko se giró para encarar al niño.
—¿Ah sí? ¿Y qué es lo que iba a decir?
—Que tú eres ese verdadero monstruo.— Replicó el pequeño, sosteniéndole la mirada con firmeza. —Un monstruo mentiroso. El más peligroso.
Yuuko no pudo evitar sorprenderse ante su aguda percepción. Era la primera vez que alguien la descifraba de esa forma. Pero en vez de molestarse, sintió empatía por el pequeño ante todo lo sufrido.
—Pareces entenderme mejor que nadie, Katsuo.— Dijo con gentileza. —¿Quisieras hablar de ello?
Las palabras de Yuuko descolocaron al pequeño Katsuo, quien la miró atónito.
—Todavía me recuerdas.— Dijo el niño, desconcertado.
—Jamás podría olvidar esos ojos tan soñadores que vi en el aeropuerto.— Replicó Yuuko con una sonrisa. —Aquellos que me defendieron aquella vez.
Katsuo desvió la mirada, sonrojado.
—Fui un tonto entonces.— Murmuró.
—¿Lo crees?— Inquirió Yuuko con dulzura, notando su rubor.
Katsuo se tomó su tiempo antes de volver a enfrentar su mirada.
—No.— Musitó con firmeza. —Si no hubiera sido por mi ayuda, lo más probable es que no estarías hoy aquí.
Yuuko avanzó hacia él con ademán tranquilizador. Sabía que el niño se culpaba injustamente por los sucesos.
Se arrodilló frente a él y acarició sus bicolores cabellos con ternura.
—Tú me salvaste. Y nunca olvidaré eso.— Susurró.
Katsuo la observó en silencio, con mil interrogantes y emociones en su mirada ambarina.
Notó cómo se mordía el labio, conteniendo un sollozo. Entonces, ella acarició su mejilla.
—No contengas tus sentimientos, Katsuo.
Ese gesto fue suficiente para que el niño bajara sus pequeñas barreras. Se aferró a su cuello y rompió en un silencioso llanto.
—Mi mamá..— Alcanzó a musitar sin poder continuar.
Yuuko lo estrechó con suavidad, comprendiendo su dolor.
—Perdóname, Katsuo.— Musitó, escuchando sus sollozos. —Ya no estarás solo. Nunca más pasarás por eso.
Katsuo se separó un poco, dejando que Yuuko viera el brillo de sus ojos amarillos, humedecidos por las lágrimas.
—No digas mentiras, por favor.— Pidió con un hilo de voz.
—Esta vez no miento, Katsuo. Jamás te mentiría a ti.
Aquel primer encuentro había sembrado entre ambos el germen de una conexión especial. Interesada en saber más sobre él y su extraordinaria mente, Yuuko invitó:
—¿Te gustaría compartir un té conmigo? Tenemos mucho de qué hablar.
El niño la estudió unos instantes, buscando sinceridad en su mirada. Al no encontrar engaño, asintió sin hablar.
Tomada su mano, se encaminaron juntos. El primer paso estaba dado para tender un puente de confianza.
Katsuo merecía sentirse acompañado.
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Wao, ya quiero escribir a los nenes de Yuuko, ellos tendrán mucho que ver en el cambio de Yuuko.
Ya salió uno de ellos jaja
A lo mejor pasan muchas cosas en poco tiempo, pero no quiero alargar mucho este tema todo esto :)
Muchos Timeskips, pero son necesarios. No hay mucho que mostrar en esta etapa de Yuuko.
Estaba pensando en publicar el prólogo de una historia de Tomioka que tengo jajaj
A lo mejor se dieron cuenta o no, pero volví a ver Death Note y se me pego ese dialogo de L en el OVA, muy atractiva su voz en ingles.
Pero soy Team Kira :)
EDIT: ¿vieron los spoilers del cap? Increíble mi solecito Yuji, como lo amo.
¿pero si va a revivir Satoru Gojo o nada?
Espero y les haya gustado, si es así no se olviden de votar y comentar!
Nos leemos pronto.
Chao Chao ♧