HUNTERS ~ vol.2

By Cozygirls

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Habiéndose revelado sus respectivos pasados, Byron y Nevi consolidan su alianza. Sin embargo, el plenilunio s... More

• ARCO III •
• Guía de capítulos - Arco III, parte I •
1. Entrenamiento I - Cassie
1. Entrenamiento II - Abel
2. Una nueva situación - Nevi
3. El destino de Caleb - Nevi
4. Clase paranormal - Micah
5. El valor de Spike - Nevi
6. Una mala idea I - Caleb
6. Una mala idea II - Byron
7. Cicatrices - Nevi
8. Experimento: Día uno I - Nikolas
8. Experimento: Día uno II - Caleb
9. La preocupación de Nevi - Nevi
10. Cálculos erróneos - Nevi
11. El refugio inundado - Caleb
12. Otra teoría - Nevi
13. La Bestia - Nikolas
14. Cassie y Bob - Cassie
15. Persiguiendo al lobo - Nevi
16. El Señor y la Señora Wyatt - Nevi
17. Caleb I - Nevi
17. Caleb II - Caleb
18. De regreso I - Nevi
18. De regreso II - Nikolas
18. De regreso III - Cassie
18. De regreso IV - Nikolas
19. Necrófago - Nikolas
20. Micah, el cazador - Micah
21. Diferencia de opiniones - Byron
22. Hit the road, Jack... - Nikolas
23. Últimos Arreglos I - Abel
23. Últimos Arreglos II - Nikolas
23. Últimos Arreglos III - Micah
24. El regalo de Abel I - Abel
24. El regalo de Abel II - Cassie
25. Despedida - Nevi
26. Micah y Abel - Micah
27. Un hogar - Cassie
• ENCICLOPEDIA IV: Necrófagos •
28. Traicionado I - Abel
28. Traicionado II - Micah
29. La conspiración I - Byron
29. La conspiración II - Cassie
29. La conspiración III - Abel
30. ...and don't you come back no more - Nevi
31. Selfie - Cassie
* * * *
• Guía de capítulos - Arco III, parte II •
32. Nana para un condenado - Chris
33. El ring - Byron
34. Love Doves - Nevi
35. La Máscara del Lobo I - Nevi
36. La Máscara del Lobo II - Nevi
37. El traficante - Byron
38. La chica del udjat - Byron
39. Brooke - Nevi
40. Sophie - Byron
41. La cita - Nevi
42. Tres semanas después I - Micah
43. Tres semanas después II - Byron
44 - Tres semanas después III - Nikolas
45. Tatuajes - Cassie
46. La nueva fábrica I - Micah
47. La nueva fábrica II - Nevi
48. Víspera - Caleb
49. Luna llena invernal I - Nevi
50. Luna llena invernal II - Byron
51. Feliz Navidad, primera parte I - Micah
51. Feliz Navidad, primera parte II - Cassie
52. Feliz Navidad, segunda parte I - Nikolas
52. Feliz Navidad, segunda parte II - Nevi
53. Por la humanidad I - Nikolas
53. Por la humanidad II - Nevi
54. Nevada I - Cassie
54. Nevada II - Nevi
54. Nevada III - Micah
54. Nevada IV - Abel
55. Aparición I - Caleb
55. Aparición II - Byron
56. Un Golpe - Micah
57. Despertar I - Abel
57. Despertar II - Nikolas
57. Despertar III - Nevi
58. Euphoria I - Byron
58. Euphoria II - Micah
59. La confesión de Abel - Abel
60. Bondad - Nikolas
61. Una llamada inesperada - Nevi
62. Misión fallida I - Micah
62. Misión fallida II - Byron
63. Problemas en el paraíso I - Nevi
63. Problemas en el paraíso II - Nikolas
64. Freebie - Nevi
65. Alors, on danse - Sophie
66. A trabajar - Nevi
• Ficha: Sophie •
67. Cuasi-guerra - Nevi
68. Amenaza - Byron
69. Distracciones - Nevi
70. Ménage à trois I - Micah
70. Ménage à trois II - Nevi
71. Iseth - Micah
72. Eisheth - Nevi
73. Respiro I - Nikolas
73. Respiro II - Nevi
74. En vela - Byron
75. Perdón - Nevi
76. Lección de física - Nikolas
77. Manifestación I - Abel
77. Manifestación II - Nevi
77. Manifestación III - Cassie
• ENCICLOPEDIA V: Símbolos I •
78. Propósito de Año Nuevo - Cassie
79. Servicio Comunitario I - Nevi
79. Servicio Comunitario II - Byron
80. La horda - Nevi
81. Iniciación I - Nikolas
81 . Iniciación II - Micah
• ARCO IV •
1. Benefactor - Angelica
2. Un tercer punto de vista I - Sophie
2. Un tercer punto de vista II - Caleb
2. Un tercer punto de vista III - Micah
3. No es ella I - Caleb
3. No es ella II - Micah
4. Potencial inexplorado - Nikolas
5. Poder - Abel
6. La prueba - Sophie
7. Insustituible - Cassie
8. La promesa - Abel
9. Ser mejor - Caleb
10. A posteriori I - Caleb
10. A posteriori II - Sophie
• Ficha: Angelica •
11. Morgan - Micah
12. Jugador 'support' - Nevi
13. No llores más - Chris
14. If you like piña colada... - Nevi
15. Torresdale - Byron
16. El círculo de sal - Micah
17. Desvanecido - Byron
18. Gajes del oficio I - Micah
18. Gajes del oficio II - Nevi
19. And gettin' caught in the rain - Nevi
20. Contactos - Byron
21. A tiempo - Nevi
22. Después - Micah
23. Resiliencia - Byron
24. Refuerzos - Nevi
25. Mudanza I - Caleb
25. Mudanza II - Cassie
26. El desván - Nikolas
27. Toute seule - Sophie
28. El número nueve de Wasser Road I - Cassie
28. El número nueve de Wasser Road II - Micah
29. Hasta que te conocí - Cassie
30. Sí y No - Nevi
31. Reporte - Byron
32. El brazalete - Micah
33. Fiesta de inauguración - Nevi
34. La ronda de preguntas - Nevi
35. Indagaciones I - Abel
35. Indagaciones II - Nevi
36. Guardia - Cassie
• ENCICLOPEDIA VI: Súcubos e íncubos •
37. Contacto de emergencia - Byron
38. Las marcas de las derrotas - Nevi
39. La Doctora Price - Byron
40. Ínterin - Micah
41. Buenas intenciones I - Micah
41. Buenas intenciones II - Nevi
42. El secreto de Abel I - Abel
42. El secreto de Abel II - Nevi
42. El secreto de Abel III - Micah
43. Los recuerdos que compartimos - Byron
44. Gibosa creciente - Nikolas
45. Celos - Nevi
46. Roommates - Caleb
• ENCICLOPEDIA VII: Brujas •
47. La persona más fuerte - Byron
48. Significado - Nevi
49. Poker Face - Nevi
50. Un penique por tus pensamientos - Byron
51. Bisutería - Nevi
52. El mensaje - Byron
53. Hipocresía - Nikolas
55. Beneficiaria - Sophie
56. El pacto - Byron

54. Sin vuelta atrás - Micah

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By Cozygirls

Micah, Pennsburg, PA
Casa de Bob, Ene. 22:00pm

—Tus ojos en mí, no en tus pies —me indica Nevi, bloqueando una de mis patadas para devolverme otra que me da contra el costado y casi me tira al piso. Aterrizo sobre mis manos sobre la tierra yerma de la parcela con el impulso suficiente para conseguir una rueda de lado que me pone lejos de su alcance.

—¡Muy bien! —observa Nevi y no puedo evitar sentirme orgulloso. Es la primera acrobacia que aprendí, y si bien no se parece ni por lejos a alguna de las más impresionantes de Nevi, al menos sé que mi agilidad va mejorando.

Continuamos a buen ritmo por largo rato, lanzando y bloqueando golpes. Mis reflejos se han vuelto mejores también y mis movimientos más rápidos. Es difícil seguirle el ritmo a Nevi y sé que aún hay momentos en que se contiene, pero mi velocidad se ha vuelto mejor.

Un momento de distracción casi me cuesta un puñetazo directo al rostro, que bloqueo con el antebrazo.

Puedo notar que iba con fuerza cuando siento el dolor recorrerme todo el hueso y respondo con otro que Nevi esquiva con demasiada facilidad.

—Muy lento. ¿Ya te cansaste? Apenas estamos calentando.

Lanzo otros dos golpes, y los vuelve a evitar.

Hasta ahora he podido bloquear y evitar mejor sus golpes, pero siempre por demasiado poco. Lo que es darle a él uno efectivo... no ha pasado ni una sola vez desde la mañana después de Navidad... y en esa ocasión tuve que atacarlo desprevenido por las espaldas.

Y aun cuando he aprendido sus técnicas para escapar a un intento de inmovilización, no he podido inmovilizarlo yo a él ni una sola vez. Es todavía demasiado rápido para mí.

—Vamos, Whitey, ibas a buen ritmo.

En un intento desesperado por imitar su velocidad, me lanzo de forma demasiado precipitada con un puñetazo, tras el cual no consigo volver a tiempo a mi posición inicial antes de que Nevi se haya escabullido por uno de mis costados, y sienta sus brazos fuertes torciendo los míos en una dolorosa llave que me tumba al piso sobre una de las rodillas. El dolor electrizante de mis músculos torciéndose en un ángulo forzoso me arranca un gemido.

Escucho a mis espaldas un suspiro pesaroso de su parte:

—No te precipites, Micah; jamás lo hagas, a menos que estés a punto de morir y tu último recurso para escapar sea tomar un gran riesgo. En el instante en que empiezas a lanzar golpes ciegos perdiste la pelea. Nunca esperes ganar un encuentro gracias a un golpe afortunado; eso probablemente jamás te pase.

Dejo caer la cabeza, lleno de frustración, recobrando el aliento.

—Lo siento, Nevi...

Siento sus brazos aflojarse alrededor de los míos y se aparta de mí rápidamente, imagino que más por costumbre que porque realmente crea que voy a intentar algo.

—No lo sientas. Levántate y sigamos.

Le miro por unos instantes antes de apartar la vista. No hay rastro de decepción en su mirada. Al contrario, luce listo para seguir. Ha tenido demasiada paciencia conmigo.

—¿Te vas a desinflar a estas alturas? He dedicado mucho tiempo y energía a enseñarte, así que como se te ocurra abandonar tu entrenamiento, voy a hacer que lo lamentes —me advierte, aunque no hay amenaza en su voz.

Le doy vueltas un momento a sus palabras. Mi gesto se tuerce sin que apenas me dé cuenta, pero él lo nota enseguida.

—Otra vez esa cara... Escúpelo, ¿qué piensas?

—¿Entrenamiento para qué? —refunfuño bajo el aliento y él se yergue de su posición de pelea y se queda quieto.

—¿Qué quieres decir con «para qué»?

—No hemos vuelto a ir de cacería desde lo de los necrófagos.

Nevi pestañea un par de veces con los ojos abiertos al máximo:

—Y yo que pensaba que habrías tenido suficiente para el resto de tu vida.

—No es eso, ¡es que...! Es la única misión de verdad en la que me has llevado y quiero poner en práctica todo lo que me has enseñado.

—¿Y qué pretendes que hagamos aquí, en medio de la puta nada? ¿Perseguimos gallinas?

—Quizá... podríamos ir a la ciudad.

—Gran idea. —Pero no puedo alegrarme. Por su tono sé que viene una ironía—. ¿En qué? ¿Te cargo yo un par de kilómetros y luego me llevas tú?

—¿Y aquí? Estamos en medio de la nada —le repito, omitiendo su palabrota—. Rodeado de ranchos y árboles. Tiene que haber algo.

—Es posible —reconoce él—. Pero sin una pista...

Nevi se queda callado de pronto y sus ojos vagan de aquí para allá. Su abrupto silencio podría indicar que ha dicho algo de lo que se arrepiente... pero más bien deduzco que se trata de algo que apenas recuerda.

—¡¿Qué es?! —lo urjo.

—Podría no ser nada —se encoge de hombros.

—¡Dímelo!

Nevi hace un par de estiramientos con los brazos y el cuello y me hace un gesto para volver al abrigo del porche, donde nos resguardamos del frío nocturno. Allí se pone su chaqueta y yo me coloco la mía en lo que espero que comience a hablar.

—No es una pista concreta. Camino aquí, esta mañana, un granjero me trajo en su camioneta. Me dijo algo interesante.

Echo un vistazo a la ventana, hacia el interior de la casa, donde Abel y Cassie recortan papel de estómago sobre el suelo para hacer figuras que se enseñan entre risas. Cassie hace una corona de papel que intenta ponerle a Keeper, quien se halla a su lado, y esta dura poco en su cabeza antes de que se la sacuda, provocando la risa de los dos niños.

Están lo bastante distraídos como para permitirnos una conversación privada.

—¿Qué te dijo? —me encuentro moderando el volumen de mi voz.

Nevi se saca la cajetilla del bolsillo y enciende un cigarrillo. El resplandor rojizo del fuego le perfila brevemente los rasgos en cuanto lo enciende.

—Que ha habido algunas desapariciones de animales por los alrededores. Y evidencia de cierto grupo de gente causando problemas. Haciendo ciertas... «cosas»... que no deberían con ellos, ¿entiendes? Cosas turbias. En lo profundo del bosque.

Asiento. Aunque la verdad es que no lo entiendo; pero no quiero evidenciar lo ignorante que soy aún con estos temas. No obstante, no tardo en conectar todos los puntos, y el calor de mi rostro se contrapone al viento helado contra mis mejillas.

—Vale, entiendo... —Siento nauseas repentinas—. Pero ¿eso qué tiene que ver con nosotros? Digo... es terrible y todo, pero un grupo de pervertidos no es...

La forma en que Nevi me observa bajo la sombra de su ceño fruncido me silencia enseguida. Su gesto se crispa con cierta diversión:

—Tienes una mente muy sucia, aunque no lo parece.

—¡¿Huh?! ¡¿Ahora qué dije?!

—¿Qué es lo que te estás imaginando, Whitey?

—Tú dijiste... que se trata de gente turbia haciendo cosas indebidas con animales en lo profundo del bosque.

—Y tu primera conclusión fue la zoofilia.

—¡¿Qué más podría un grupo de gente turbia estar haciendo con animales, que...?!

De forma abrupta, Nevi se dobla sobre sí mismo con una carcajada y se palmea la rodilla. El cigarrillo se le cae de los labios y él lo recoge, apenas manteniendo a raya la risa, y lo devuelve a su boca, riendo por la nariz.

—Espera que se lo cuente a... —Nevi se calla de golpe y su expresión jolgoriosa se transforma en una sonrisa que parece más una mueca triste—. Me refería a sacrificios de animales, Micah. Rituales.

Se me dibuja una «o» en los labios y el rostro me quema con más intensidad.

—¿Por qué no fuiste claro desde el principio? No había necesidad de hablar en código.

—Es solo la costumbre. —Se ríe suave por última vez antes de componerse del todo—. No te vendría mal acostumbrarte a hacerlo también, con respecto a esta clase de cosas; nuestro mundo...

Aun no acaba lo que intenta decir y sus labios continúan moviéndose, pero la forma en que dice «nuestro mundo» me distrae por completo y asienta una sensación cálida en el pecho. No sé si formar parte de ese peligroso mundo sea algo de lo que sentirse feliz, pero que Nevi me incluya finalmente en él, sentir que pertenezco a un lugar... Que hago algo... Es más de lo que siempre imaginé para mi vida.

Sin embargo, mis ponderaciones hacen que me pierda el punto que Nevi intentaba hacer, y me encuentro otra vez más sin una pista de lo que intentaba decirme, aun luego de que acabe de hablar.

—¿Cómo?

Nevi rueda los ojos y por la forma en que se cierra el zipper de la chaqueta me indica que ha dado por concluido nuestro entrenamiento.

—Estás cansado... Vete a la cama, es como hablar con una jodida puerta.

—¡Lo siento, es solo...! Me quedé pensando en algo. ¿Qué decías de hablar en código?

Él toma un respiro paciente y le da una calada a su cigarrillo. Una tos le hace expulsar el humo de golpe y parece molesto por algo.

—Te decía que no es conveniente hablar de esta clase de cosas abiertamente. La mayoría de la gente ignora que existan.

—¿Y qué si lo oyen? A lo mucho, creerían que estamos locos.

—O quizá no, Whitey. Y no me interesa romper la «matrix» de nadie. Lo hice contigo y mira a dónde te trajo. A un rancho a kilómetros de la civilización, escapando de un loco poseído, suspirando por un pedazo estúpido de hierro que llevas en el bolsillo como si fuera el pañuelo de seda de tu prometida muerta. La misma que intentó matarte.

Omitiendo el modo en que lo dice, y la corriente dolorosa que transmite a mi pecho, me atrapa con la guardia baja por completo.

—Sí, sé que todavía lo tienes —espeta él—. Y eso que haces, de acariciar la puta cosa en el bolsillo de tu pantalón, no lo hagas más. Menos en público. Parece que te estuvieras dando auto placer y se ve terrible.

El calor de mi rostro se expande a toda mi cabeza y me encorvó con la mano contra los labios al tiempo en que contengo un jadeo repentino, obra de la impresión y la vergüenza.

—¡Nevi...! —farfullo entre los dientes—. ¿Cómo sabes que...?

—¿Qué lo conservas? Yo fui el imbécil que te lo dio. Eso fue porque pensé que lo guardarías por ahí y que luego te olvidarías de él. Nunca pensé que lo llevarías contigo en el bolsillo a todas partes.

Conforme intento asimilar lo que me dice, me encuentro capaz de respirar con más normalidad, pero el rostro sigue ardiéndome:

—¿Por qué... no me has dicho nada hasta ahora?

—Pensé que solo necesitabas tiempo.

—Morgan me dijo...

—Sé lo que te dijo. Este no es mi primer rodeo, Micah. Veamos si esto te suena: no es bueno que sigas llevándolo. Así que termina tu duelo y deshazte de él. —Su forma dura de aseverarlo me hace dar un repullo—. Para un demonio, establecer un vínculo con este mundo no es fácil. Para un súcubo, ese vínculo es su brazalete de hierro. Y el que llevas está roto, pero eso no significa que sea por completo inservible. Tal vez no pueda volver en su forma física, pero si consiguiera manifestarse en este plano mediante cualquier otra forma, podría pegarse a ti como un puto parásito y empezar a alimentarse de tu energía. Y ya lidias con ese problema.

La forma en que se me abren los ojos lo deja mudo y paralizado. No soy consciente de que he dejado incluso de pestañear hasta que el viento frío me muerde las escleras y siento irritados y secos los lagrimales.

—No te atrevas... —jadeo, en una advertencia.

Nevi no parece molesto pero tampoco se disculpa. Y eso me irrita en demasía.

Echo un vistazo de vuelta a la casa y veo a mi pequeño hermano riendo y jugando con Cassie, con espadas de papel que se doblan cuando las agitan en el aire. Usan sombreros pirata hechos de periódico. Es solo un niño...

Modero mi tono al volumen de susurros, pero eso no diluye su aspereza en cuanto vuelvo a encararme con Nevi.

—¿Cómo puedes decir eso? —le reclamo, con la garganta congestionada—. Abel no es ningún parásito. Y no es un «problema».

Nevi levanta las manos en alto, exponiendo las palmas, y se encoge de hombros.

—Mala elección de palabras.

—Pésima. Y horrible.

—No quise decirlo de esa manera —reconoce por fin. Y es lo más cercano que sé que obtendré a una disculpa. Que me lo tome personal no va a servir de nada, más que para frustrarme cuando acabe peleando de nuevo con él.

Voy a apoyarme sobre la baranda del porche y exhalo un aliento.

—Él no lo puede evitar... No lo hace porque quiera.

Nevi parece interesado y viene a situarse a mi lado.

—¿Te dijo eso? —indaga—. ¿Ya lo has hablado con él?

—Aún no, pero sé que es así. Abel jamás haría daño a otros de forma intencionada. Menos a mí.

—Voy a tener que diferir —disiente, y sé perfectamente a lo que se refiere.

—¡Lo hizo para protegerme! —rujo.

Nos quedamos en silencio. Odio ser maleducado con Nevi, pero Abel es mi punto débil.

—Yo tampoco creo... que fuera capaz —murmura Nevi, conciliador—. Es en serio, Micah. Al menos... no ahora. —Levanto la vista para mirarlo, alertado por su forma de construir la frase. Él prosigue—. Solo es un chiquillo. Pero... eso podría cambiar algún día, cuando crezca y ya no lo sea.

—Jamás —discrepo, y muevo la cabeza en una contundente negativa, incapaz de aceptarlo.

—Y desde el momento en que albergue reales intenciones de lastimar a alguien, que alguien haga los méritos suficiente... si para ese momento no es capaz de controlar lo que puede hacer... podría llegar a hacer mucho daño a una persona.

—Basta...

—Yo no querría esa carga en su consciencia. Dudo que tú, con mayor razón, la quieras.

—¡Él no lo haría!

—Que lo repitas más veces y más alto no cambiará las cosas, si acaso allí es en donde desembocan. La negación no sirve de nada, Micah, la prevención sí.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque aunque dije que no te presionaría... sería bueno que tomes una decisión informada. Que tengas en cuenta todos los posibles escenarios.

Me muerdo los labios y lo considero. Nevi tiene razón... pero queda otro problema.

—¿Y si él no quiere? No puedo obligarlo.

—No. Pero puedes ayudarle a tomar una decisión informada; tal y como yo lo estoy haciendo en este preciso momento contigo.

Me llevo una mano a la cabeza y me deslizo el pelo hacia atrás:

—Le ha costado mucho confiar en otras personas, y han pasado meses... ¿Crees que accederá a tratar con gente desconocida tan pronto, en especial con respecto a un asunto con el que todavía ni siquiera ha podido ser capaz de confiar en mí? ¡En mí, de todas las personas!

Esta vez es Nevi quien lo considera, y dirige la vista al frente en lo que continúa dando caladas hasta que su cigarrillo se consume por completo.

—Olvidas que ya ha confiado en alguien con ese asunto.

Viro sobre mi hombro y veo a Cassie, rodeándole el cuello a mi pequeño hermano con un collar hawaiano hecho de papel.

Es cierto... Por un lado me alegra; pero otro —y de manera vergonzosa— hace que me sienta algo menoscabado. No es culpa de Cassie; no es culpa de nadie más, sino mía. Porque yo me he alejado de él.

—Puede ser... porque pensó que sería la única que lo entendería —rebato, y parece la explicación más lógica, lo cual me deja algo más tranquilo—. Sí, eso es...

—Sea como sea, nos deja en el mismo sitio, ¿no?

—Quizás no... Si ella estuviera presente, es posible que le fuera más fácil hablar conmigo.

—Tú decide los medios. Sólo procura que sea pronto.

—¿Cuál es la prisa?

—Imbolc se avecina.

—La fiesta...

Nevi mira preocupado al cielo. Parece meditar sobre algo.

—Ya has visto mi forma de relacionarme con las chicas de Morgan, ¿no?

Doy una cabeceada y después ruedo los ojos.

—Te adoran. Eso es obvio.

—Es porque soy adorable —sonríe con coquetería y yo le aparto la vista, abochornado. Su sonrisa se desvanece y vuelve a lucir conflictuado—. Pero... Ire no es nada como eso.

El que vuelva a pronunciar ese nombre llama mi atención. Lo reconozco enseguida.

—¿La bruja que puede ayudar a Abel? ¿Por qué?

—Ella solo es... diferente. Incluso a mí me intimida un poco.

—¿Más que Morgan? —inquiero. Me es difícil imaginar que alguien supere en ese aspecto a la severa líder de las brujas.

—Digo, es bastante evidente que más que Morgan —rebate Nevi, con un gesto insinuador y yo vuelvo a avergonzarme.

—Nevi...

—Sí, más que Morgan —reitera, más serio—. Sus poderes son... extraños. Nada como los de Cassie o Abel. Ella es como si... —En aquel punto, Nevi se revuelve, nervioso, y mira a su alrededor. Por un momento parece que quisiera asegurarse de que estamos solos. O más bien... como si intentase convencerse de que una persona en concreto no está allí—. Ire es... como si pudiera ver en tu interior; saberlo todo... Como si no estuvieras a salvo en su presencia. Es... como estar desnudo. No en el buen sentido.

Pestañeo y le sostengo la vista. Me cuesta un poco dar con la explicación a su forma repentina de comportarse; no porque no resulte evidente, sino porque es la primera vez que Nevi luce acobardado por alguien. Y se trata del hombre que enfrenta a licántropos.

Si antes albergaba dudas respecto a la dichosa Ire, ahora no puedo ni siquiera pensar en dejar que se acerque a mi pequeño hermano. No cuando incluso alguien como Nevi le teme.

—¿Te das cuenta de que con esto...?

—Ya lo sé; no le doy muy buena publicidad. ¿Cómo espero que confíes en ella luego de lo que te he dicho? Simple, no puedes —contesta a su propia pregunta—. Al menos, no en primera instancia. Tendrás que verlo por ti mismo. Pero eso no cambia lo que te dije antes sobre ella. Es la única persona que creo que puede ayudar a Abel. No, más bien estoy seguro de ello.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque ya me ayudó a mí una vez. Ella hizo posible... algo que Morgan no pudo.

Se me abren los ojos y lo escruto con detenimiento. Aún ahora, después de meses de conocerlo... siento que hay mucho de Nevi que no sé, y eso me pone un poco triste... pues él prácticamente lo sabe todo sobre mí.

Intento no detenerme en ello, o podría volver a disociar. Y necesito escuchar lo que tiene para contarme. Ahora se trata de Abel.

—¿Qué fue lo que hizo ella?

Nevi parece reunir fuerzas antes de hablar. Hablarlo le cuesta, pero percibo que no es porque no quiera, le cause alguna incomodidad o sea algo demasiado privado... sino porque, al igual que como con Ire, el asunto todavía parece atemorizarlo.

—Me liberó de un tulpa. Uno... particularmente agresivo.

—¿Un qué? —No recuerdo que lo haya mencionado antes, ni siquiera en la fiesta de inauguración.

Él se estremece y enciende otro cigarrillo antes de proceder.

La noche está quieta, por lo que nuestras voces suenan altas incluso al volumen de murmullos, pero incluso con ello hace falta que me acerque a Nevi para poder oírlo bien, con lo bajo que ha empezado a hablar.

—Se trata de una entidad inusual y poderosa. Bueno... tan poderosa como tú le permitas serlo.

—No lo entiendo.

—Se origina a partir de un sentimiento —comienza—. Puede ser cualquier sentimiento intenso, pero lo más normal es que lo hagan a partir de sentimientos oscuros y negativos... porque la energía de estos es más fuerte, y con una mayor capacidad de destruir la mente de la persona. Lo cual es, básicamente, el objetivo de un tulpa.

»Una vez se origina te sigue a todas partes y se alimenta de la emoción precursora cada vez que te ves embargado por ella, y, entretanto no luches contra ello; contra ti mismo, y permitas que los sentimientos oscuros te consuman... le permites quedarse, y así va cobrando fuerza. Pero conforme se hace más poderosa, también necesita más energía para alimentarse... y tú eres su único huésped, de manera que buscará la forma de obtener activamente esa energía. Husmeará en tu mente y en tu corazón. Se valdrá de recuerdos, memorias, sueños y pesadillas... lo que sea con tal de revivir aquello que lo originó, para continuar subsistiendo de ello. De manera que esa emoción está cada vez más presente en tus días, al punto de consumirlos por completo.

»Así, pasa de ser una energía a convertirse en una presencia. Y, en los casos más graves, a cobrar la fuerza suficiente como para manifestarse en nuestro plano con una forma cada vez más sólida. Empieza con cosas que requieren poca energía. Sonidos, parpadeos en las luces, el sentimiento de ser observado. Después... es una sombra a tus espaldas, una silueta en la oscuridad, un reflejo fugaz en un espejo... Luego son voces. Vívidas y terribles. Gritos por la noche, cuando estás por quedarte dormido. Rasguños en tu piel que aparecen de la nada. Fatiga, enfermedad, depresión... a veces incluso... la muerte.

Lo que Nevi me cuenta provoca que el frío de la noche me afecte de modo más dramático. Hasta ahora solía creer que no podía haber nada más aterrador que un necrófago. Y de pronto tengo serias dudas. Miro a mi alrededor, azuzado por la paranoia. Pero estamos solos.

—Lo que describes... parece un demonio.

—Son diferentes en ciertos aspectos —aduce—. Un demonio busca cumplir un propósito mediante tu cuerpo y tu mente como vehículos. Y un demonio no muere; al menos no con métodos convencionales. Una vez ha obtenido lo que quiere de ti, puede saltar al próximo huésped sin problemas. Para un tulpa, tú eres su propósito. Nace y muere contigo. No necesita nada más que tu energía y, llevado por el instinto de sobrevivir a como dé lugar, no parará con tal de obtenerla. Por otro lado, según sé, los demonios están dotados de la capacidad de razonar; mientras que un tulpa no. No posee ninguna clase de individualismo. No sabe nada, no comprende ni razona más allá de su huésped. Es algo así... como una sombra.

—Y tú tuviste uno. —Se me escapa un suave jadeo conforme lo asimilo. Tengo dificultades para visualizar a Nevi víctima de algo así—. ¿Cómo se originó?

—Solo digamos... que pasé por un periodo oscuro hace unos años. Más oscuro.

Empiezo a dudar. No de lo que me dice, sino de que me esté diciendo todo.

—... ¿Cómo de oscuro?

—No entremos en detalles, ¿bien? No quiero arruinar tu imagen de mí. —Parece que bromea, pero entonces, ¿por qué su tono no me hace la menor gracia?—. Estaba en un pésimo lugar... Pasé por una fea mezcla de culpa, desesperanza, incertidumbre... y soledad.

Se me aprieta el pecho con ello, en especial por el modo en que decae su voz al decirlo.

—¿Cuál de todas esas fue?

—Ninguna, en realidad. Ire me dijo que lo que le dio forma al tulpa... fue odio.

—¡¿Hacia quién?!

Nevi tuerce una mueca; un intenso de sonrisa que no es otra cosa que trágica, y se señala a sí mismo con el pulgar.

—... ¿Por qué?

—Te lo dije, no estaba en un buen lugar. Para el momento en que me di cuenta, ya no podía hacer nada para deshacerme de... «ello». Llegué a pensar que estaba poseído —me relata, con un estremecimiento—. Conocí a Judy por ese tiempo, y de alguna manera nos volvimos lo bastante cercanos una temporada como para contárselo. Y ella me dijo que tenía una hermana que quizá podría ayudarme. Conocí a Morgan... pero ella no pudo librarme del espíritu. Y luego conocí a Ire. Y fue ella quien se deshizo de la criatura. Bastó con mirarme una vez para saber qué era lo que me atormentaba, como se originó, de qué se alimentaba y qué quería.

Me detengo un momento en ello para poder procesarlo y Nevi se sume en una pausa. Resulta un poco difícil de creer que alguien como él; con su confianza, su seguridad, su sentido del humor y su carácter, pueda haber sentido odio por sí mismo en algún momento de su vida. Y aquello a su vez hace que me pregunte si todavía se siente así.

Decido que no es un buen momento para preguntárselo. De momento quiero saber el final de esa historia.

—¿Cómo se deshizo de ello?

—Con un ritual. Uno muy complicado; hizo falta que las chicas más hábiles de Morgan se uniesen. Una de ellas sufrió convulsiones y otra se desmayó sin más. Pero Ire se mantuvo fuerte. Y ella erradicó al tulpa.

—Se oye muy poderosa...

—Lo es. Pero a un alto costo. Como te he dicho antes, sus habilidades la convierten en alguien solitaria y triste. No puede permanecer mucho tiempo en compañía de otros ni tampoco estar en lugares concurridos debido al modo en que su energía absorbe la de otros; no importa si es buena o mala. Por supuesto, ha aprendido a controlarlo, pero requiere de un esfuerzo constante de su parte y un dominio total de sus habilidades.

—Absorbe la energía... —repito, con cierta familiaridad—. ¿Cómo Abel?

—Es por eso que creo que podría ayudarlo. Quizá podría decirle cómo evitarlo o...

—Pero dices que es posible que Abel dependa de la energía de otros para vivir, ¿con evitarlo no se debilitaría? O incluso él podría... —Sacudo la cabeza para no pensar en lo inimaginable.

—¿Quieres dejarme terminar? —Con su protesta malhumorada me callo al acto y le permito seguir—. Podría decirle cómo evitarlo —repite Nevi— o cómo manejarlo. Como sea, de momento todavía cuenta con tu energía. Ha sido así siempre, al parecer.

—¡¿Y si un día no me tuviera?!

Nevi me observa con la expresión de alguien que hubiese recibido un golpe inesperado. A su vez, otro me llega por la nuca en la forma de una palmada firme, aún con poca fuerza.

—No digas estupideces —me reprende con dureza.

Me llevo la mano a la zona y lo miro arrepentido, aunque debería estar molesto por el golpe. Se debe a que sé el efecto que he causado en él. Una fibra sensible para Nevi parece ser la sola idea de perder a las personas a su alrededor. En realidad, ese es el miedo de cualquiera... pero en el caso de Nevi, gran parte de ese miedo se exacerba por la culpa. Y aquello me lleva a entender en parte cómo fue que acabó odiándose a sí mismo en primer lugar.

—Acabas de decirme que la negación no ayuda en nada —intento excusarme—. Que la prevención...

—Sé la maldita cosa que dije —se impacienta—. Como sea, todavía no sabemos si ese sea el caso. Primero... tiene que ver a Ire. Y ella podrá decirnos.

—¿Y cómo planeas que acceda a verlo si tú mismo has dicho que...?

—¡¿Quieres parar con eso?! Nueva regla: no sobarme en la cara las cosas que digo. Me puedo contradecir si se me cantan las pelotas.

—Se llama hipocresía.

—Se llama «cierra la boca y déjame terminar» —me advierte y guardo silencio con un suspiro. No hay forma de ganar con él—. Es por eso es que necesito que lo decidas pronto. Ire prefiere recluirse, pero no falta a ninguna ceremonia ni celebración del aquelarre. Estará allí ese día, durante Imbolc.

—¿Tendré que hablar con ella?

Él niega. Más que eso, parece como si lo que propongo fuera descabellado. Todavía no tengo claro cómo podremos acercarnos a alguien así. Menos aún cómo puede ayudarnos, si el solo hecho de hablar con alguien pareciera ser impensable.

—Bastará con que te «sienta». Morgan ya le habrá hablado de ti, pero no sirve de nada si no te conoce en persona. Si albergas buenas intenciones, ella lo sabrá. No necesitas decirle nada, sólo... lo sabrá. Y es posible que acceda a hablar contigo luego si se lo pedimos. No tendremos quizá otra oportunidad en un futuro cercano de toparnos con ella.

Lo considero un momento. Parece simple. No obstante...

—... ¿Y si no es así?

—Ya lo veremos. Por ahora...

—Me refiero a... ¿y si mis intenciones no fueran buenas?

Se hace un silencio. Después, Nevi estalla en nuevas carcajadas. Me empuja la cabeza hacia abajo, enganchando mi cuello con su brazo y después de tirar el cigarrillo acabado al piso me revuelve el pelo.

—Buen intento. No digas tonterías; eres más bueno que el pan, Whitey. No me cabe ninguna duda. Por eso es que tengo fe en que funcionará.

Por un lado me irrita un poco que lo diga de esa manera. No ayuda en nada a la fachada de un cazador de criaturas sobrenaturales que la única fama que tenga es la de ser «más bueno que el pan». Pero por otro... es conmovedor que Nevi me tenga en buena estima. No obstante... no paso por alto un detalle. Mientras que Nevi no parece albergar dudas con respecto a mis intenciones, todo indica, por sus palabras, su postura, y su urgencia para llevar a Abel con Ire... que en cambio sí duda de él.

Que duda de su bondad.

Me quedo pensando en ello un buen rato, hasta que él mismo me interrumpe.

—Nos fuimos por las ramas. ¿En qué estábamos? Ah sí. Zoofilia.

—No lo digas así... —mascullo abochornado.

—Como te dije, puede no ser nada. Adolescentes haciendo estupideces; pero no estaría demás investigarlo. Y de paso ahorrarle más dolores de cabeza a unos pobres granjeros.

Asiento, a partes iguales emocionado con la idea de una nueva misión... como también nervioso.

—¿Cuándo iremos?

—En cuanto reciba una llamada. De mi buen amigo... uh... —batalla para nombrarlo—. El granjero que me trajo en su camioneta esta mañana.

—No recuerdas su nombre, ¿verdad? —digo, con pocas fuerzas.

—Tonterías. Jamás olvido un nombre. Solo que lo otro es más representativo.

—Seguro... —Nunca cambiará.

—Quedamos en que me llamaría si cualquier cosa pasa. Por ahora, enfócate en entrenar. Pero no hoy, por hoy ya ha sido bastante.

Doy una cabeceada y me preparo para entrar. Empieza a refrescar, y sin ninguna actividad física, a causa de la postura mantenida desde que ahondamos en la conversación, mis miembros se sienten helados y entumecidos.

—¿Quieres ducharte primero? —pregunto a Nevi con la mano sobre el pomo de la puerta, antes de entrar en la casa.

—Ve tú primero, voy a fumar un cigarrillo.

Noto solo entonces que ya no tiene entre los dedos la colilla del segundo que encendió y veo su mano hacer el afán de moverse a su bolsillo para hacerse con otro.

—Nevi... —lo llamo, y este levanta la vista para mirarme por sobre su hombro.

—¿Hm?

—Ya es el tercero.

—¿Qué, eres la «WHO»? Preocúpate por tus asuntos, Pepe Grillo. Un cigarrillo más no me va a matar.

—No; no uno más. Lo harán los veinte que te fumas al día.

—Hoy solo he fumado diecinueve. —Alcanza otro de la cajetilla y lo agita frente a mi rostro—. Ah. Veinte.

Se ríe de su propia broma tonta y se atora en mitad de la cual, volviendo a toser como un viejo con neumonía. Y ni siquiera eso le hace desistir.

Siento deseos de soltarle un manotazo para tirarle la cajetilla al suelo. Pero... eso quizá solo provoque que él me suelte otro... y me tire un par de dientes.

Antes de que abra por fin la puerta, el móvil le vibra en el bolsillo y Nevi hace maniobras para alcanzarlo con la mano en que sostiene la cajetilla. Por supuesto que no va a soltar el cigarrillo que tiene en la otra. Aquello me retiene allí, con la esperanza de que se trate del granjero del cual me habló. O en su defecto, de Byron.

—¿Sigues ahí, Whitey? ¿Ya no eres la policía del tabaco? ¿Ahora eres la policía de los putos mensajes de...?

Su voz se interrumpe en cuanto levanta el móvil frente a su rostro y lee el remitente del mensaje en la pantalla. Es de Nikolas. Y todo su buen humor de evapora al instante, borrándose de sus rasgos como una ola a una huella en la arena.

Me siento mal de husmear, pero no puedo evitar que mis ojos vayan del nombre al mensaje:

«Métete en la casa».

Oigo a Nevi dar un chasquido con la boca y mascullar:

—Claro, porque tú lo digas, imbécil...

—Tal vez... necesita decirte algo —infiero.

Nevi me observa malhumorado por sobre su hombro:

—¿Qué mierda haces leyendo mis mensajes? —Después vuelve la vista al frente y masculla—. No tiene nada que decirme. Nikolas no está dentro de la casa.

—... ¿No?

—Salió esta tarde. Fue a encontrarse de nuevo con ese sujeto. —Su tono se oscurece al decir aquello.

—¿Por qué quiere que te metas a la casa?

—Quizá no quiere que me encuentre con su estúpido novio, ¿qué sé yo? Será más feo que una blasfemia. Caleb dice que apesta a animal muerto. —Su voz suena divertida por ello, pero los ánimos no llegan a sus ojos fijos al frente, como en espera de ver algo aparecer allí.

En ese momento, las luces lejanas de un coche iluminan brevemente el camino frente a la parcela de Bob, y un viejo Renault se estaciona en frente de la verja.

—Ahí estás... —masculla Nevi—. Puede que conozcamos hoy a nuestro amable patrocinador.

Pero por más que intento verlo por el parabrisas, están demasiado lejos y está oscuro dentro de la cabina. Por si fuera poco, la cabeza rubia de Nikolas me impide verlo a través de la ventanilla del copiloto.

Los dos parecen intercambiar un par de palabras, y luego Nikolas abre la puerta y hace por bajarse del auto. No obstante, se paraliza con medio cuerpo afuera en cuanto nos nota allí, de pie bajo el porche. Se hace una pausa tensa y extraña. Y en el instante en que mueve la otra pierna para poner ambas afuera, una mano gruesa surge del interior del coche y lo jala de vuelta dentro con agresividad.

La oscuridad no es impedimento ni hay que tener una excelente vista para intuir lo que ocurre a continuación, basta el volumen de las voces al interior del vehículo para adivinar que han empezado a discutir por algo, y el argumento se acalora más a cada segundo.

Nevi se mueve inquieto en su lugar. Todo rastro de molestia se borra de su rostro y de pronto ha comenzado a lucir consternado y nervioso. Y luego, conforme transcurren los segundos sin que Nikolas vuelva a salir del coche... pasa a lucir furioso.

Parece como si fuera a lanzarse en esa dirección en cualquier momento. Es entonces que creo saber lo que ocurre.

—¿Crees que...? —dejo la frase en el aire.

Un movimiento equivocado —masculla, pero no me habla a mí. Y no sé a qué se refiere. Entonces su voz baja al volumen de un susurro gutural y grave, que se abre paso a través de dientes apretados—. Vamos... Hazme la noche...

—Nevi... ¿y si está teniendo problemas?

Aquello solo parece agitarlo más, y Nevi pone su móvil y la cajetilla de cigarros sobre la baranda. Noto que hace un ligero estiramiento con el cuello, que hace con la mano la moción de un puño y que se mueve ligeramente hasta pisar el área del primer peldaño de la escalinata del porche.

Por un momento temo que vaya a lanzarse hacia ellos. Y no tengo razones para temer el resultado de ese encuentro. Sé que el sujeto no tiene oportunidad contra Nevi, no importa cómo luzca. Pero, ¿y si aquel hombre nos quita la ayuda? ¿Y si ya no pudiéramos ayudar Caleb?

En ese instante, antes de que Nevi consiga bajar al segundo escalón, Nikolas vuelve a bajarse del auto. Parece tenso...

Y justo después, se oye la puerta contraria, y una figura emerge del asiento del conductor. Esperaba que fuera grande, si trabaja en un matadero, haciendo labores pesadas, pero no imaginaba que tanto.

Es más alto que Nikolas, o puede que incluso más que Byron. Lo sé en el instante en que rodea el vehículo para situarse junto al primero y cerrar la puerta del auto tras él en cuanto se baja del todo. Los dos intercambian un par de palabras y el sujeto empieza a caminar junto a él, como si le escoltara hasta la verja.

Nevi se ha paralizado junto a mí y ahora solo observa atento.

—¿Él es...? —mascullo.

—Chad —sisea Nevent.

Nikolas camina con piernas rígidas y la vista puesta en cualquier lugar, menos en nosotros. Ambos se detienen justo frente a la verja. Lo que sea que haya sido la causa de su discusión antes parece haber remitido, porque al momento de lo que parece ser la despedida, ambos se sonríen.

Pero antes de permitir a Nikolas apartarse para entrar en la parcela, el sujeto enorme vuelve a atenazar su brazo por la muñeca y lo atrae hacia sí.

Nevi hace un movimiento en su sitio, y mis ojos van de él, de regreso al frente; justo al momento en que los rostros de ambos hombres se encuentran con un beso. El sujeto, Chad, sitúa una mano tras la cabeza de Nikolas y lo atrae con rudeza para impedirle apartarse. Y con ello lo prolonga el tiempo suficiente como para que me avergüence de estar cotilleando y desvíe la mirada.

En cambio mi vista se topa con Nevi. Y el aspecto de su rostro resulta todavía más desconcertante que la escena desarrollándose al frente. No porque manifieste alguna clase de emoción... sino porque, por el contrario, de pronto ya no es capaz de reflejar ninguna. Como si todos los músculos de su rostro hubiesen perdido la fuerza. Si no fuera por un único parpadeo, sin que aparte aun la vista de enfrente, y el movimiento suave de su pecho al respirar, perfectamente podría ser una estatua.

Nikolas rompe el beso y se aparta de modo tan repentino que parece a punto de tropezar. Entonces, el sujeto le acaricia el mentón y, sin soltarlo, lleva la vista a nosotros.

Espero cualquier cosa, menos el saludo cordial que nos dedica a ambos, con un movimiento de su cabeza y una sonrisa; aunque noto enseguida que es todo menos genuina. Luce auto-suficiente y maliciosa.

Por pura educación levanto la mano en alto. Por su parte, como si no acabara de pasar nada, Nevi responde al saludo con otro movimiento de cabeza, pero sus hombros continúan tensos y casi puedo oír crujir los huesos de su quijada.

Solo allí, el sujeto se mete de regreso en su auto y echa a correr el motor. Y Nikolas reanuda su camino hacia la casa.

Una vez que el auto se va, lo deja todo en penumbras otra vez, salvo la luz tenue que viene desde los adentros de la casa, a través de la ventana. Igual que antes, evade nuestra mirada todo el camino y no levanta la suya sino hasta que está al pie de las escaleras del porche.

—¿Qué es esto? —fuerza una risa extraña y acartonada—. ¿Me esperaban para recibirme? Qué tierno... No debieron molestarse.

Nevi no dice nada. Pero en el instante en que Nikolas pasa de largo junto a él sin decirle nada tampoco o mirarlo siquiera, la tensión en el aire es tan evidente que casi se siente como estática.

—Ho-hola —saludo a Nikolas, apartándome para darle el paso hacia la puerta, y este me dedica una sonrisa sin humor y su expresión insinuadora de siempre es tan débil que falla incluso en incomodarme, como suele hacerlo siempre.

—Hola... y buenas noches —me dedica un guiño.

Y gira el pomo para internarse dentro, donde saluda a los chicos de la misma forma escueta.

Una vez cierra la puerta, el porche vuelve a quedar oscuro.

Viro el rostro para ver a Nevi y no se ha movido de su sitio. Solo puedo ver su espalda moverse con una respiración medida.

—Nevi... —lo llamo.

—Date una ducha y acuéstate —me recomienda, sin emoción en la voz—. Piensa en lo que te dije, Micah.

De pronto se quita la chaqueta, la intercambia por su móvil sobre la baranda, dejando allí también sus cigarrillos, y desciende las escaleras del porche, directo hacia la negrura del terreno frontal de la casa.

—¡¿A dónde vas?!

—Vuelvo al rato. Voy a correr un poco.

No puedo hacer más preguntas, pues no se espera en llegar a la verja para empezar a trotar, y está fuera de ella, desvaneciéndose en la oscuridad del camino, antes de que pueda pensar en cómo detenerlo. O incluso acabar de decidir si es apropiado hacerlo.

No consigo entenderlo. La actitud de Nikolas y la actitud de Nevi... Lo único que es claro, es que algo ha cambiado. La distancia entre ellos es evidente y es obvio que afecta a Nevi más de lo que admite. Pero ahora con esto, dada la índole de la relación entre Nikolas y ese sujeto, empiezo a tener serias dudas sobre cual pueda ser el verdadero problema. Porque me rehúso a dar crédito a la que probablemente sea la posibilidad más obvia.

Es imposible...

En ese momento, la puerta vuelve a abrirse a mis espaldas y Abel me contempla desde el resplandor amarillento de las luces del interior, envolviéndolo como un halo.

—¿Micah? —masculla.

—Aby...

Mi hermanito viene a encontrarme con sus manos suaves y sus brazos gentiles alrededor de mi cuerpo.

—¿Ya entrenaste?

—Sí...

—¿Y Nevent?

Sin responderle todavía, miro al frente, hacia la oscuridad. Nevi ya ha desaparecido.

—Fue a correr...

—¿De qué tanto hablaban? —su siguiente pregunta se oye tentativa. A estas alturas ya no me caben dudas de que Abel es perfectamente consciente de que Nevi sabe sobre lo que le ocurre y que podría decírmelo en cualquier momento.

Lo que ignora... es que yo ya lo sé todo.

Y que se viene una conversación un poco difícil al respecto. Pero no hoy. Todavía quedan unos días para la fiesta de Imbolc... y querría disfrutar a mi hermanito un par de días más, antes de enfrentarnos a la posibilidad de que este asunto vuelva a alejarnos; que lo haga todavía más.

Porque desde el momento en que todo salga a la luz, si acaso Abel consiente en someterse al escrutinio de las brujas de Morgan... tengo la extraña, imperativa y atemorizante sensación de que no habrá vuelta atrás.

—Dime una cosa, Aby.

—¿Hm?

Atraigo a mi hermanito contra mi costado y le acaricio la pelusa de cabello blanco un momento, antes de plantarle un beso en la coronilla.

—¿Confías en mí?

Lo percibo dudar. Y aquello me parte el corazón.

—Lo hago... —masculla con el rostro sepultado en mi pecho, desde donde parece que le es imposible apartar la vista para decírmelo a la cara, mirándome a los ojos.

Y aquella puede ser solo la primera de sus mentiras hacia mí... como también una más de tantas otras.

Lo que no es, pese al dolor que me causa aceptarlo... es la última de ellas.

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