[POV: FREDDY TRUCAZO]
Todo está en silencio. Estamos sentados en el patrulla escuchando atentamente, pero no captamos ni el más mínimo sonido. No tenemos ni una jodida señal de que ella esté bien.
La parte racional de mí quiere comprender que la han drogado y aún no ha despertado. La parte no tan racional, me dice que la han matado.
Estoy a punto de arrancar el coche e ir a buscarla cuando por fin escuchamos algo. La escucho aclarase la garganta y respirar con pesadez. Y entonces, una voz conocida.
—Buenos días, Falcon —oigo esa voz que tantas veces he escuchado—. No te preocupes, todo acabará pronto. Pero primero, voy a hacerte algunas preguntas. Espero que las contestes.
La van a interrogar. Era lo que teníamos previsto, pero ahora que va a suceder, no me gusta ni un pelo.
—No tengas ninguna duda de que acabarás como tu amiguita... ¿Kaila? ¿Kyleen? Bueno, la rubia —dice, riéndose. Y la rabia se apodera de mí—. Tienes un billete, solo de ida para ir a verla. Sale en una hora, así que no tenemos mucho tiempo.
Quiero entrar ahí y arrancarle cada uno de sus dientes. Verlo sufrir y suplicar por su puta vida. Quiero que la deje en paz. Entonces escucho una voz femenina. Su voz.
—¿No te apetece acompañarme? —y por la forma en que lo dice, sé que está sonriendo.
Retengo una sonrisa. A pesar de ir hasta las cejas de droga, sigue siendo ella misma. Tan amable y a la vez tan letal.
—Tengo algunas cosas que hacer antes, así que me temo que lo dejaré para otro momento —explica—. Ya sabes, tengo una lista muy larga con nombres pendientes de tachar. Gustabo García... Jack Conway... Mi buen amigo Freddy Trucazo... Michelle Evans...
Ojalá él supiera que en mi lista está también su nombre. En rojo y subrayado.
—Eres un hijo de puta y un maldito cobarde —la oigo decir, llena de rabia—. Me tienes atada y drogada. Así claro que puedes con cualquiera. Te crees invencible cuando en realidad eres el más débil de todos.
Casi escupe las últimas palabras. Mi corazón se acelera. Temo lo que pueda hacerle ese hijo de puta.
—Esto va a ser muy divertido —dice, animado.
Calavera empieza a hacerle preguntas estúpidas. Hasta que un golpe seco suena a través de los altavoces.
—Se te olvida que te vigilo, agente. Tienes suerte de que estas fueran solo preguntas por satisfacer mi curiosidad, espero que en las preguntas de verdad no mientas —dice, con un tono amargo—. O las consecuencias serán peores.
—¿A esto le llamas consecuencias? —oigo una carcajada salir de su boca.
Aprieto el volante del coche con fuerza cuando la imagen de su cuerpo lleno de cicatrices cruza mi mente. Comparado con lo que debe haber pasado, esto no es nada.
—Qué lamentable eres. Ocultando tu miedo fingiendo ser valiente —dice, con asco.
Fingiendo ser valiente. No creo que este hombre haya estado vigilando a Olivia tanto como cree.
—¿Miedo? ¿A ti? —vuelve a reírse—. ¿Por qué tendría miedo a un tío que mata policías sin dejarles defenderse? No me das miedo; me das pena.
Sus últimas palabras las dice despacio, saboreando cada gota de veneno que llevan inyectadas. El segundo golpe que escuchamos es más fuerte que el primero. Seguido de otro golpe. Ha caído al suelo.
—¿Por qué has venido a Los Santos? —pregunta entonces Calavera.
Y por un momento creo que el micrófono ha dejado de funcionar. Pero no. Se ha quedado callada.
—¿Te ha comido la lengua un gato, subcomisaria? —pregunta el hombre—. ¿Por qué has venido a Los Santos?
Vuelve a repetir la pregunta, haciendo pequeñas pausas entre palabras.
—Órdenes de arriba —dice entonces, en un murmuro.
—Ya sé que te ha mandado la CIA. Quiero saber porqué —dice—. Cuál es tu misión.
De nuevo, vuelvo a tener sentimientos contradictorios. Quiero entrar ahí y reventar a ese hombre, no dejar que Olivia conteste a nada que no quiera. Pero una pequeña parte de mí quiere saber la respuesta a esa misma pregunta.
—Es confidencial —vuelve a murmurar.
—Eres testaruda —dice Calavera, sin un atisbo de duda—. Vas a morir igual, ¿sabes? Da igual si contestas o si no, la misión se queda sin completar. La única diferencia es que si no contestas te vas a arrepentir de las consecuencias.
—Debo controlar a mis superiores —confiesa entonces—. Asegurarme que a ninguno se le va la cabeza demasiado.
—Con razón... —se ríe el hombre—. Tengo entendido que alguno de ellos está... ya sabes.
—A mi me parece que están bastante cuerdos —dice ella—. Quizá estamos tomando por locas a las personas equivocadas.
—A mi me parece que eres uno de ellos —dice entonces el hombre, entre risas—. Una enferma mental, como todos ellos.
—Porque claramente tú estás muy bien —dice ella sarcásticamente.
Vuelven a escucharse una serie de golpes, acompañados por unos quejidos de dolor. Mi corazón se altera, y noto mis manos temblar. Miro a Conway, esperando que haga algo al respecto. Pero ni se inmuta.
—Tenemos que hacer algo —digo, preso de mis nervios.
—No —dice con esa voz cortante que sólo él sabe poner—. No la van a matar. Tenemos que seguir con el plan.
—No me jodas, Conway —restriego mis manos por la cara—. A esos hijos de puta no les importa partirle el cráneo, quieren matarla después.
—Si esto te afecta tanto quizá debas quedarte fuera de este operativo —dice, enfadado.
Me quedo mirándole con los puños apretados. Vuelvo a centrar mi atención en el sonido que sale de los altavoces.
—Si crees que te voy a decir algo más, definitivamente te debe faltar un hervor —la oigo decir.
Cállate, Falcon. Joder, no te lo busques. Te van a hacer daño.
—Parece que aún no te queda claro cuál es tu lugar —dice, rabia en cada una de sus palabras—. Creo que mis amigos pueden ayudarte a encontrarlo.
Cuando empiezan a golpearla, tomo la decisión de abandonar el patrulla.
—Cuando nos vayamos a mover avísame —le digo mientras abro la puerta del coche—. Yo no me voy a quedar escuchando cómo la pegan de hostias.
Cierro la puerta de un portazo y me alejo de allí. Tengo que reunir todas mis fuerzas para no entrar ahí y liarme a tiros con todos esos cabrones. Tenemos un plan, hay que seguirlo. Pero la sed de venganza corre por mis venas.
•
Una hora después me recibo un mensaje de Conway.
Vuelve al puto coche. Nos vamos.
No tardo en entrar al patrulla y arrancar el coche. Jack pone la ubicación en el GPS. Voy lo más rápido que puedo hacia allí. Soy el comisario, la señalización de velocidad me come los huevos. Llegamos en tiempo récord, todos los agentes ya posicionados.
De mi unidad forman parte Gustabo, Holiday y Conway, quienes vamos a acercarnos más. Cuando estamos lo suficientemente cerca, los veo. Y la opresión se intensifica en mi pecho, dificultándome respirar. La veo.
La veo en el suelo, de rodillas. Débil, mucho más pálida que de costumbre. Ensangrentada y con los ojos rojos. Quiero liarme a tiros, pero espero a la señal.
Todo sucede muy deprisa. El silbido de Gustabo, avisando a Olivia que es el momento, Conway en cabeza disparando a diestro y siniestro. Yo voy cerca, haciendo lo mismo. Sin separar mis ojos de ella. La veo enfrentarse a uno de los enmascarados, quién la intenta disparar. Ella consigue arrebatarle el arma y empezar la lucha cuerpo a cuerpo.
No sé ni cómo puede mantenerse en pie. Se la ve cansada y adolorida. Y no me quiero imaginar por lo que ha tenido que pasar para llevar su estado con tanta normalidad. Disparo al hombre con el que está luchando y me acerco a ella. Cuando estoy a punto de llegar, algo me interrumpe. Un golpe muy fuerte en el pecho.
Miro hacia abajo, buscando el origen del golpe. No ha sido un golpe. Ha sido un jodido disparo. Y no ha dado en el chaleco, ha dado justo debajo de mi brazo. Empiezo a notar el dolor segundos después.
De repente no puedo respirar. Noto mi camiseta humedecerse de sangre caliente y las piernas me fallan. Joder, ahora no. Caigo de rodillas al suelo, intentando apretar en mi herida.
—¡Freddy! —la rubia, ensangrentada, corre hacia mí.
Quiero decirla que no se preocupe, que no haga esfuerzos. Que está herida. Pero estoy demasiado aturdido para hacerlo.
—Freddy, no... —se agacha junto a mí—. Otra vez no...
Cierra los ojos con fuerza, como si algún recuerdo la estuviera atormentando. Vuando los abre, sus ojos están bañados en preocupación. Me ayuda a tumbarme y me inspecciona la herida. Mira alrededor. Los disparos nos rodean, y aún estamos en peligro. Le quiero pedir que se vaya, que se ponga a salvo. Que está herida y desprotegida.
—Tenemos que irnos, tengo que quitarte el chaleco, pero aquí no... no es buena idea —dice, nerviosa—. Tenemos que irnos. ¿Puedes moverte? Si no, puedo intentar...
Habla mucho. Cuando se pone nerviosa, habla mucho. Presa del pánico. Es una de esas cosas de las que me he dado cuenta, y de alguna forma extraña, me gusta. Pero no me gusta la ansiedad que está sintiendo. Ni que aún esté expuesta a la lluvia de plomo que tenemos alrededor. Agarro su mano con la mía.
—Vete, Olivia —le pido—. Yo aún llevo chaleco, puedo aguantar hasta que esto acabe.
—No. No seas idiota, o vienes conmigo o me quedo aquí —dice.
—Falcon—le digo, con tono de advertencia.
—No, nada de Falcon. Soy Olivia —me dice, con lágrimas en los ojos—. Ahora hazme el puto favor de intentar ponerte en pie y ayudarme a llevarte a salvo.
Por la forma en la que habla, seria y firme, sé que está en shock. Habla con normalidad pero tiene los ojos bañados en lágrimas.
No quiero hacerla pasarlo peor, y sé que es demasiado testaruda como para hacerme caso. Así que hago lo que me pide. Reúno toda mi fuerza de voluntad para ponerme en pie y caminar. Intento no apoyarme demasiado de ella, no quiero hacerla más daño del que debe estar sintiendo.
Cuando por fin estamos a cubierto, tras un coche patrulla ella necesita unos segundos para recomponerse. Después, su mente parece ir a toda velocidad y entra en una especie de instinto de supervivencia. Empieza a ir de un patrulla a otro, cogiendo cosas. Cuando vuelve a mi lado, lo deja todo sobre el suelo y se acerca a mí.
—Déjame quitarte el chaleco —dice, indicándome que separe mi espalda del coche.
Cuando consigue quitármelo, hace lo mismo con mi camiseta.
—Si querías verme sin camiseta solo tenías que pedirlo —le digo, en un intento de bromear.
Puedo ver cómo sus comisuras se levantan ligeramente, y eso me alivia un poco. Me venda el pecho para evitar que la herida siga sangrando, y esperamos a que el tiroteo finalice.
Tras llamar a Castro, varias ambulancias se presentan en el lugar. Empiezan a recoger cuerpos y heridos. Y a mi.
Lo último que veo antes de que cierren las puertas de la ambulancias, es un coche negro detenerse junto a Olivia.
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Ya es martes :p
No sé si me ha salido muy bien lo de escribir desde la perspectiva de Freddy, es la primera vez que lo hago 😭
He decidido no alargar mucho la parte del tiroteo en general porque ya habrá tiempo de sufrir... y bastante. Porque esto no ha acabado aquí.
Cu4troo 🖤