Aquel Último Verano

By musesofmel

846 284 8

Sky Davies tiene un único propósito de verano: reencontrarse con Isaac, su ex novio, en aquel campamento en m... More

Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Epílogo

Capítulo Quince

29 10 0
By musesofmel

Dianne & Hunter

El principio del negocio se basó en adaptarse, y todos eran especialmente buenos en ello. Escogidos gracias un análisis minucioso de años, de cada una de sus vidas y desgracias, los dueños sabían que esos chicos estaban mal, y aunque algunos se habían negado, Daniel, Terrence y Hunter eran buenos dejándose llevar por la tentación de aquel polvo blanco.

Cada uno a su ritmo, y a su manera. Daniel lo hacía algunas veces, cuando su frustración por no cumplir lo que verdaderamente quería ahí dentro lo abarcaba. Ni siquiera tomaba las dos dosis diarias gratis, sino una, algunos días. Lo hacía en la cabaña de Dianne, y también aprovechaba para contarle su mal más grande y escuchar los consejos que tenía para darle. Más que cliente se volvía amigo cuando estaban fuera de las cámaras. Dianne reía de verdad, y elogiaba los bonitos tatuajes que tenía el chico, aunque sentía por él la misma lástima que por todos. Más al recordar los moretones en su espalda el día que entró, y su labio partido que ahora ya estaba sano, y hasta llevaba una perforación en medio.

Terrence no inhalaba, prefería inyectarla directamente y para eso pedía jeringuillas en la enfermería. Por supuesto todo se le daba si era para hacerse daño, porque era el único cometido de aquel sitio, alimentar el morbo de personas con trastornos mentales o vidas aburridas y monótonas.

El campamento era como una planta de la muerte en crecimiento. Incluso tenía su propio apartado en la deep web, uno de los sitios por los que se podía apreciar a mejor calidad las asquerosas y tétricas escenas de muerte, en repetición y en full HD, para quienes querían más detalles. Obviamente, pagando más.

Terrence necesitaba dinero, por lo cual iba muchas veces a una parte del bosque segura donde había arañitas metálicas, y ahí se inyectaba y pasaba sus horarios con la mente nublada, sangrando por sus heridas gracias a lo mal que se encontraban, y aumentando así en su cuenta las cifras. Sabía que mientras más él sufría, mientras más lloraba y más sangraba, más dinero daban por él. Tenía su público y su reputación, y fue durante casi todo el primer año el favorito de los espectadores.

También estaban los tediosos hermanos de Blockbuster que habían intentado sobrepasarse un par de veces con ella, ganando castigos a los que ella se aferraba por el miedo, ya que esos dos llevaban en la cara el sadismo tatuado. No eran habituales, pero daban sus puntos sin problemas por un par de rayas algunas veces. Otros de distintas partes del campamento también, pero su mejor cliente, al que nadie nunca le iba a ganar era él: Hunter Evans.

—Vengo por mis dosis de hoy.

—Ya te las di hace dos horas, no jodas que ahora tengo clase y tú también.

A Hunter se le hacía tierno el fijarse en los detalles infantiles de la mujer. Como esa manía que tenía de sacarlo de su cabaña intentando ser borde, cuando en realidad, era graciosa. No podía mentirse, le gustaba mucho ella. Sabía que no había oportunidad porque estaba más que claro que a Dianne no le gustaban los chicos, pero... le gustaba imaginarse teniéndola.

No conocía otra manera de cariño que no fuese degradación, y culpaba a su falta de sexo y a la nula presencia femenina en el campamento a excepción de ella, pero desde que se había acostumbrado al ritmo de la heroína y su mente estaba un poco más seca pero cuerda a la vez, se tocaba en las noches solitarias en su cabaña pensando en ella. Y luego se arrepentía al terminar y ver el desastre por sus manos y sábanas, pero más porque en su mente la imagen que lo hacía terminar no era usual. No era a lo que estaba adaptado y tenía miedo.

Hunter se imaginaba a la mujer encima suyo, se imaginaba hundiendo su cara en sus pechos mientras ella lo montaba y dominaba los movimientos que él siempre dominó. En las mañanas esa imagen se repetía una y otra vez en su cabeza, y él se pegaba en la cara frente al espejo para tratar de borrarla, pero, era verla otra vez actuando de esa forma falsamente grosera y todo su ser se desequilibraba.

Se descubrió a sí mismo yendo más por ella que por la heroína y eso lo ponía nervioso. ¿Qué era ese latir fuerte en su pecho cuando sentía su perfume? O su voz, o su mirada. Cualquier mínima acción de ella lo ponía mal. Y Hunter odiaba depender de ello y no poder controlar sus ganas de verla.

—¿Cuándo me darás clases tú?

—Cuando sepas cantar, tocar piano o flauta, ¿sabes? No, ¿verdad? Entonces vete con tu profesor y tu guitarrita. Ve a molestarlo a él, ¿sí? Nunca me compras, siempre quieres regalado o fiado, no me das ganancias.

Si eso era cierto, ¿por qué Dianne lo tenía como su mejor cliente? Ella lo plasmaba como empatía, porque lo veía tan joven y talentoso, destruyéndose de aquella forma que sentía que quería protegerlo. Pero su corazón también latía fuerte cuando él estaba cerca. Sentía una opresión en el estómago que nunca sintió ni siquiera con hombres más adultos. ¿Qué tenía Hunter que la hacía sentirse así?

Entre ambos siempre había una tensión presente y los dos lo sabían. Pero no eran capaces de reconocerlo, ni debían hacerlo. Las reglas eran claras.

Pero entonces, Dianne en las noches pensaba en las posibilidades que tenía y estaba desperdiciando para probar al chico. Llevaba tanto tiempo sin sexo que ni siquiera recordaba lo que se sentía ser tocada.

Había enfocado todas sus energías en salir adelante. Se había olvidado de que esas presiones que se causaba a sí misma al tocarse no siempre eran culminadas, y no era lo mismo. Entonces pensaba en ese chico peliblanco que la había cautivado, y a la vez le había tocado el corazón. Y pensaba en mil maneras de hacer el amor en su cabaña, cómoda y sin cámaras, y en cómo la dirección al verlo entrar simplemente pensaría que estaba cumpliendo su cometido de drogarlo hasta las trancas. Se bañaba envuelta en una idea constante que la hacía imaginarlo desnudo junto a ella, pegado a su cuerpo. Una mezcla entre sus ansias de cuidarlo y acostarse con él.

Dianne pensaba mucho, pensaba en que llevaba tiempo sin estar con un chico. Le gustaban mucho las chicas, también. Culpaba a la distorsión de la personalidad que el campamento causaba, y a cómo había sacado su lado más heterosexual, quizás era su pronto período, pero sus hormonas estaban revueltas y definitivamente era algo que no podía negarse. Algo debía pasar.

Algo iba a pasar en algún momento... solo era cuestión de tiempo.



(...)

La lluvia bañaba el campamento, casi finalizaba el primer verano de esa generación y las batallas estaban tocando la puerta. El estrés se desbordaba entre todos sabiendo que marcaría el primer ránking quien ganara, por lo que Dianne además de sus clases, había tenido mucho trabajo repartiendo "alegría" en forma de bolsitas con polvo blanco.

Se había mojado de camino a su cabaña, y se había llenado los pies de tierra. Uno de sus tacones se partió, por lo cual caminaba llena de rabia bajo la cegadora y fuerte lluvia, ansiosa por llegar y tomar un baño caliente para relajar su cuerpo. Se encontró con que su puerta estaba siendo bloqueada por aquel chico que visitaba más que nadie su íntimo lugar en el campamento.

—¿Qué mierda haces aquí? —soltó cortante como siempre, aunque en el fondo se alegraba de verlo.

Pero Hunter no se burló como solía hacer cada día, no habló en tono sarcástico y no levantó la mirada del suelo. Tenía los puños apretados y llevaba un suéter con capucha, cosa que ya nunca usaba ahí dentro.

Dianne había notado que usaba siempre algo que tapara su cuello, y el color que repetía más para vestir era el negro, pero verlo con un abrigo gordo y una capucha, mirando al suelo y con los puños apretados bajo la lluvia, era nuevo, y por primera vez se había sentido mal por hablarle así de cortante.

Abrió su cabaña y entró, dejando sus cosas en la entrada y buscando alguna bolsita para darle y lograr que se fuera rápido.

Ella quería desvestirse, despojarse de esa humedad y además quería no ver esa faceta suya, porque había logrado alejar sus ganas de cuidarlo, y el verlo así de destruido se las regresaba. Se puso sus lentes para buscar la droga en uno de sus cajones, pero lo que recibió sin esperar, fue un abrazo desde atrás.

Hunter se aferró a su espalda, pegando su cuerpo al de ella, rodeando su cintura con sus manos frías y temblorosas. Y Dianne se quedó quieta al escuchar y sentir que lloraba. Él estaba llorando por algo, estaba totalmente destrozado y aquello había causado una gran conmoción en ella, tanto que sus ojos se cristalizaron. Intentó apartarse a los segundos, pero el chico estaba muy aferrado, así que decidió reunir fuerzas y hablar.

—No sé qué tienes o qué haces, pero la puerta sigue abierta y pueden verte abrazándome, cosa que no se verá bien ni para ti, ni para mí, por favor aléjate.

En realidad, ella no quería que se alejara, pero tenía mucho más uso de razón que él así que cuando el chico débilmente la soltó, casi que corrió a cerrar la puerta.

El suelo de su cabaña estaba todo mojado, ambos lo estaban y Dianne suspiró quitando el tacón que seguía teniendo puesto, caminó al fin hacia él y le extendió la bolsita que, por primera vez, Hunter negó.

—¿Estás enfermo? ¿Quieres que te haga las rayas? —escucharla decir eso casi que hizo a Hunter sonreír a pesar de estar desmoronándose.

Ella era amorosa hasta para destruirlo.

—Hunter, necesito que salgas de aquí. Mira, llevo un día muy largo y tedioso, quiero tomar un baño y relajarme...

—Está lloviendo —susurró él. La verdad no tenía excusa para quedarse más que sus ganas de estar con ella en ese día tan horrible, pero no podía decírselo así. O más bien no sabía.

—¿Y? ¿No te mojaste para venir? Mira, no estoy para tus juegos, por favor. De verdad que...

—Hoy es mi cumpleaños —soltó de pronto, rompiendo en llanto.

El chico estaba descontrolado y en parte también se debía a la falta de droga en su organismo. Pero Dianne pudo notar el miedo, la desesperación y mucho dolor en aquel llanto. Entonces lo abrazó. Ella a él.

Hunter era un par de centímetros más alto, a pesar de ser siete años más pequeño. Dianne sintió el rápido latir de ambos corazones, el de él y el suyo.

Era horrible pasar los días en "Sky", más aún el día de cumpleaños. Más aun siendo un adolescente drogadicto, dependiente de alguna emoción extrema para dejar de pensar.

—Tantas facetas tuyas que me has mostrado... y esta es la más real —soltó ella, suspirando mientras él se calmaba entre sus brazos.

—Quiero dejar de pensar en ella —Hunter estaba susurrando muy bajito, pero Dianne podía escucharlo.

¿Quién era ella? ¿Una ex? ¿La novia? ¿Una amiga que le había roto el corazón? No, Hunter no tenía corazón. Se lo había destruido él mismo entre el polvo y las pastillas.

—Sabes la solución a eso —a Dianne le dolía más que nada decir aquello, porque no, no era la solución sino todo lo contrario.

Aun así, le preparó las rayas cuando él quitó sus pantalones mojados para sentarse en su cama a inhalar.

—Tomaré un baño. Puedes quedarte hasta que escampe, pero te vas corriendo cuando eso suceda, no quiero líos.

Había retomado su postura fría, aunque su cuerpo estaba cálido por dentro.

Tomó su baño al verlo sentado en la cama, destruido mirando al suelo con su nariz llena de polvo. Sabía que era cuestión de tiempo que el Hunter odioso volviera, el que llegaba gracias a la heroína. Y eso era un peligro porque su fantasía de siempre comenzaba así, con Hunter sin pantalones sentado en su cama.

Cuando salió vestida con su pijama lo vio sentado en el suelo, recostado a la mesita de al lado de su cama, con sus ojos cerrados y aquel suéter empapado tapándole hasta el cuello. Sus piernas pálidas extendidas y sus manos abiertas, a diferencia de cómo estaban cuando ella llegó a la cabaña.

—Hunter, deberías quitarte esto, te vas a resfriar. Mira, parece que la lluvia no cesará pronto así que, puedes darte un baño con agua caliente, pondré tu ropa a secar y mientras puedes ponerte no sé, una cobija encima o algo.

Se acercó a él y cuando el chico abrió los ojos, sus miradas chocaron. Ambas con deseos y miedos, cariño, desesperación. Tanto en dos pares de ojos que el impulso de besarse se hizo presente de inmediato.

Hunter, impulsado por la valentía de la heroína y las ganas acumuladas se puso de pie. Ella olía tan bien como siempre. Aspiró un poco de su esencia antes de acercarse.

—¿Qué haces...? —susurró ella, pero sus ojos se cerraron para así no ver la locura que iba a hacer.

Sintió los fríos labios de Hunter pegarse a los de ella y se apartó de pronto, chocando otra vez la mirada con él. Lo vio arrugar sus cejas y suplicarle en silencio que no le negara ese dulce gesto en medio del caos que los rodeaba a ambos, pero ella no iba a negárselo. Solo quería limpiar su nariz, y depositar un suave beso en su mandíbula antes de pegar sus carnosos y suaves labios, cálidos en la fría boca del chico.

Casi que sonrieron cuando lograron sentirse. Se necesitaban tanto. Sus bocas iban despacio, pero sus corazones se saldrían de sus pechos de seguir. Y claro que siguieron.

Dianne puso sus manos bajo el mojado abrigo que traía Hunter y acarició su vientre con suavidad, intentando quitar la prenda sin éxito al él separarse esta vez.

—No... por favor —era su primera vez diciendo "por favor", pero aun así se dejó hacer cuando ella lo acalló con ese aire maternal y cariñoso que desprendía.

—Está bien... solo quiero que no te resfríes. Si quieres no miro.

Dianne temía ver alguna cicatriz, o algún golpe como en otros chicos llegados al campamento, pero no fue el caso. Solo encontró una delgadez algo marcada de algunos intentos fallidos de gimnasio, y una piel perfectamente pálida, sin ningún rastro de marca o pasado horroroso.

No entendía qué le sucedía, pero lo notó nervioso cuando se acercó a dejar un besito en su pecho, justo donde iba su acelerado corazón. Acarició de manera suave porque ella tenía una fuerte percepción, y algo le decía que todo eso era nuevo para el chico, por lo que se cohibía de ser demasiado pasional, y en cambio era delicadamente cariñosa.

Lo miró a los ojos antes de pegar sus labios en varios puntos de sus hombros y su pecho, y cuando se movió al cuello él se tensó, así que lo dejó en paz, y en cambio lo volvió a abrazar, bañándolo con su calidez.

—Ella era mi hermana... murió por mi culpa —Hunter decidió confesar lo que tanto dolía en su mente y en su corazón, y Dianne volvió a sentir ese dolor empático al escucharlo.

Se acostó a su lado luego de secar su cabello cuando el chico tomó el baño que ella le ofreció. Agradeció que la lluvia no cesara, porque así podía sentirse menos sola en aquella amplia cama. Acarició su cabello hasta que se quedó dormido, aferrado a su cuerpo de una manera para nada sexual. Dianne no lo veía capaz de ser culpable de la muerte de nadie, menos aún de su propia hermana. Se cuestionó su sanidad al aceptar proteger a alguien sabiendo que ahí dentro, una vida no era nada.

Pero en el momento en que Hunter suspiró entre sus brazos, y le susurró un "gracias" por las tenues caricias suyas, en el instante en que probó esos labios y supo que su cuerpo junto al de ella era la misma gloria, entendió que era tarde para arrepentirse.

Estaba perdida. Hunter también estaba perdido, en ella y en la heroína. Una combinación mortal para alguien que "no tenía corazón".



(...)

El segundo verano fue mucho más fácil. Ethan era verdaderamente una gran persona y a Hunter le había costado poco admirarlo. Tenía un propósito claro y era ganar, por lo que "Blockbuster" ya era el número uno en el ránking.

Ethan era bueno escogiendo el talento, y también era un chico muy pasional. Los nuevos, Jhonny y Riki no tenían nada que ver con los hermanos con los que también compartía banda. Hunter podía llevarse bien con todo tipo de gente debido a su personalidad voluble y su falta de interés por el pasado ajeno, pero era cierto que, a los buenos se les notaba lo bueno. Y a los hijos de puta se les desbordaba la maldad.

En "Blockbuster" él no era del lado bueno, como Jhonny o Ethan, ni del malo, como Jordan y Jackson. Él era más como Riki, se mantenía en el medio, sin pertenecer, sin ataduras. Lo daba todo cuando había que hacer música, como el resto de la banda, por lo que la reputación los benefició muchísimo, haciendo más fácil ese segundo año.

El campamento se rodeaba del color azul y ellos lo portaban en las batallas con orgullo. Morían algunos en manos de bandas como "Jet Black Heart" o "Red Venom", mientras "Blockbuster" acumulaba puntos de manera musical y limpia.

Las personas habían notado su divertido sarcasmo y le pedían hacer bromas a algunos miembros de bandas enemigas, nada exagerado, algunas novatadas bastante normales y retos que cumplía exitosamente.

Ethan le había enseñado a vivir sin miedo, porque ahí dentro si temías, perdías. Y él lo había aplicado a todo, yendo al extremo en muchas ocasiones, aunque sin dañar a nadie más que a él mismo.

Había aprendido a vivir con el corazón en la mano por si se lo quitaban.

Si, tenía nuevamente corazón. Y amaba los besitos en el cuello que Dianne le daba en su cabaña. Amaba la sensación de adrenalina cuando ella lo tocaba. Adoraba sentir sus pechos rebotar en su rostro cuando lo montaba y lo bien que se sentían sus pequeñas manos acariciándolo. Hunter amaba más cosas de las que odiaba en ese segundo año. Como por ejemplo los gemidos de ella, y apretar su fina cintura mientras la penetraba; marcarle los dedos en su piel color canela y morder sus labios para luego besarlos.

También amaba cuando dormían juntos, abrazados toda la noche mientras ella le recordaba que la muerte de su hermana no había sido su culpa, que él había sido solo un niño asustado al que no le correspondía presenciar tal desgracia, tal pérdida.

En las mañanas salía de su cabaña fingiendo estar a tope por haberse drogado toda la noche. Sí, se drogaba, pero había descubierto una mejor droga que la heroína: hacer el amor.



(...)

La llegada de Sky en el tercer año no fue el único cambio para Hunter. Además de poner celosa a Dianne durante las primeras horas (mostrándose falsamente interesado por la chica), el color azul dejó de mostrarse por todo el campamento. Ahora era el color púrpura. Ahora "Jet Black Heart" era número uno y como muchos, Hunter no entendía cómo de la noche a la mañana Isaac, líder de dicha banda, había logrado acumular tantos puntos y ganar una batalla final cuando claramente ellos tenían ventaja.

"Jet Black Heart" tenía menos miembros, pero mucho más crueles, eso sí. Y la rivalidad que venía arrastrando Ethan cobró sentido al meterse la chica en el juego.

Jhonny, Riki y Hunter sabían, al ser los más cercanos al líder, de lo importante que era la chica para él por alguna razón que desconocían, pero fue en ese año en que todo verdaderamente se intensificó. Igual no era su problema, él tenía la misma plenitud del segundo año más una pizca de diversión extra durante ese tercero, cumplía con lo establecido y no le daba problemas a su líder.

Mantenía un ritmo, un balance perfecto entre la heroína y su chica. Y disfrutaba de las reglas y los retos más que nadie. Tanto así que, estando necesitado de Dianne (como siempre), a solo días de haber empezado ese verano decidió cumplir muy bien con una de las reglas diarias. El polvo ya no era suficiente, su efecto se estaba volviendo más leve y solo ella podía aliviarlo a un nivel igual que las drogas probadas. La molestaría para sacar su lado más salvaje, el cual siempre reprimía por algún motivo cuando estaba con él.

Dianne ya iba a dormir cuando Hunter tocó cuatro veces a su puerta, clave entre ambos para que ella supiera que se trataba de él.

—Vengo por mis dos bolsitas —bromeó y ella sonrió.

Sonreía mucho cuando se trataba de él, solo con él dejaba de lado al demonio y sacaba a pasear al ángel.

—La heroína está en el cajón.

—Eso para luego. La regla dice que debo usar mi cuerpo para obtener lo que quiero...

Hunter sonrió y la tomó por la cintura. La besó de una manera tan sucia y desesperada que ambos suspiraron en la boca del otro.

—¿Cerraste la puerta?

—Si... te necesito mucho —el peliblanco la desvestía sin problemas, apenas y llevaba ropa porque ella también lo esperaba, aunque estuviera fingiendo que no—. ¿Qué pasa...? ¿Sigues molesta?

Bromeó al intentar abrir sus piernas y ver que ella las cerraba. Dianne puso los ojos en blanco ante la risita de Hunter y él la lanzó a la cama al tenerla desnuda, sonriendo mientras se desvestía también. Ya no le importaba que ella lo viera desnudo. De hecho, disfrutaba los veranos más que nada, porque era cuando único la podía ver. Incluso amaba en parte al campamento, porque la tenía a ella, y Hunter, a ella, la amaba.

También adoraba molestarla al verla rígida, portando sus lentes e intimidando a todo el campamento. Dianne ahora daba clases de piano mayormente, y otra vez, no era su profesora. Aunque no importaba, Hunter podía tenerla siempre que quería para él solo.

—¿Por qué te hacías el bueno?

—¿Temías que me la fuera a follar?

Dianne sonrió. El chico tenía la cabeza en su entrepierna, dejando besitos por toda la sensible zona para sacarle suspiros. Enredó sus dedos en el cabello blanco de él y pegó aún más su cara, con la fuerza que a él le gustaba. Hunter gimió por aquel acto, había descubierto que lo ponía más cuando ella lo dominaba a él, que cuando él la dominaba a ella. Aunque lo que más le gustaba era hacer el amor viéndola a los ojos, entrelazando los dedos de sus manos y rozando sus cuerpos mientras gemían en la boca del otro.

La necesitaba. No sólo en la manera sexual, el chico no podía explicar lo que sentía a su lado. Se sentía lleno, olvidaba todo lo que le dolía y eran las únicas veces en las que todas sus personalidades se ponían de acuerdo para dejar pasar a ese Hunter sensible y asustadizo que verdaderamente era. Pero ya no temía tanto, ya no odiaba tanto...

—Voy a comenzar a hacer lo que hace Terry.

Yacían juntos en la cama. Dianne se dedicaba como siempre a acariciarlo, regalándole la dosis de mimos que necesitaba para calmar a su agitado corazón.

—¿Qué?

Hunter no respondió. Aún se lo estaba pensando, pero, la posibilidad era cada vez más grande. Sacó de sus pantalones una jeringuilla y se la extendió a ella, quien al instante activó su radar de peligro.

—Es una broma, ¿verdad?

—¿Por qué no?

Ella tomó su rostro y lo giró para que la viera a los ojos.

—No lo hagas. No te inyectes la heroína, ¿no te basta con inhalarla?

—¿Tengo que responder a esa pregunta, Dianne? Tú eres la experta en estas cosas y sabes que no es así como funciona.

—Si tienes la fuerza para dejarlo sí.

—Pues no —el chico se paró de la cama y comenzó a vestirse, algo molesto porque si algo aún quedaba de su "yo" antiguo, era el odio a que se supusiera algo sobre su persona—. No la tengo.

—Yo creo que sí, solo tienes miedo.

—Mira... no quiero un sermón ahora.

—Escucha, no te vayas. ¿Puedes escucharme un segundo? —el tono iba subiendo, Dianne se desesperaba y él también, y ya quería irse de ahí porque se estaba agobiando—. Te ayudaré, sabes que siempre lo he hecho. No lo hagas, por favor, Hunter.

—¡No eres mi maldita madre! ¡¿Ok?!

Al instante de haberle gritado aquello se arrepintió, tragando saliva para guardar sus ganas de llorar por haber herido a la persona que más quería.

—Me voy, me llevo tres bolsitas.

—No. Me debes muchas, no te llevarás una mierda de aquí —Dianne era impulsiva cuando quería, lanzó la jeringuilla en su dirección y apagó las luces de su cabaña, viendo salir al chico sin droga, y con los ojos cristalizados al recibir el mismo trato que acababa de darle.

Eso sucedía cuando lo jodido se mezclaba en el mar del infierno queriendo ser libre de las llamas. Una explosión difícil de contener. Y mucho más de arreglar.



(...)

Hunter intentó pedirle perdón las dos noches siguientes, pero ella no aflojó su enojo. Más que por lo que dijo y en el tono en que lo dijo, por la confesión que sabía que pronto se haría realidad, de que el chico que amaba se iba a destruir totalmente al comenzar una etapa más profunda en el consumo de drogas.

A ambos los estaba consumiendo algo. A ella el miedo de perderlo. A él los miedos de dañarse hasta el punto en que no pudiera regresar a la cordura, porque sabía que además de perderse, la perdería también a ella.

Aunque a ese punto ya había llegado desde el momento en que pensó en meter droga directo a sus venas gracias a una dolorosa inyección... solo que no quería admitirlo.



(...)

Hunter, al igual que Ethan, sabía que " Red Venom" no solo estaba llamando la atención al incendiar el campamento. Debía mantener la postura delante de Sky, pero ambos chicos conocían la verdadera razón más que escalar en reputación o hacer un escándalo por la visita de los dueños.

Estaban buscando a Jhonny. Lo culpaban por la muerte de Alex y en parte, entendían su dolor. Pero Jhonny era de "Blockbuster" y había que defenderlo a como diera lugar. Así lo había decidido Ethan y él lo respetaba.

Todo estaba movilizado, pero ambos corrían en la misma dirección a través del humo. Esquivaron un par de ataques provenientes de la banda más baja: "Eden", que aprovechó para intentar darse una oportunidad.

Solo ellos dos sabían la ubicación del chico, y había que matarlos para hablar.

Tocaron la puerta y esa mirada oscura se topó con la de él. Ethan entró rápido, pero Hunter se quedó viéndola, parado en la puerta con una leve sonrisa al no notar más enojo en su rostro, sino más bien tristeza.

Dianne a pesar de estar molesta había accedido a esconder al chico ahí, y para lograrlo sin ser notados el plan se había ejecutado de manera silenciosa y rápida.

Ethan y Hunter estaban dispuestos a recibir castigos eventualmente por romper las reglas. Dañaron las arañitas que apuntaban a la entrada de la cabaña de la profesora, sabiendo que eso les podía costar mucho más que perder a un integrante. Lo trasladaron hacia el único sitio seguro donde podía recibir cuidados, porque estaba claro que el hospital no lo era.

Dianne se había sumado a la causa, todo por Hunter, por ayudarlo a no tener una desgracia más en su consciencia, una muerte más.

Hunter apreciaba a su compañero, y ella lo amaba a él, por eso cuando cerró la puerta al entrar después de Ethan lo abrazó, como aquella primera vez, hundiendo su rostro en el cuello del menor, siendo sostenida por él con las mismas ganas o más que con las que ella lo abrazaba.

Jhonny estaba protegido en la cabaña de Dianne, luego de haberle contado a su líder en el hospital los planes de traición de su parte bajo su singular contrato. Le había confesado todo, notando luego las cámaras del sitio, cuando ya no había marcha atrás.

Ahora esperaban lo peor. No había nada seguro más que las ganas de aquellos tres dañados de conservar la vida de otro dañado que había roto sus propias reglas, su propio contrato.

—Ethan —Dianne, aún abrazando a Hunter, decidió confesarle al chico lo que sabía que lo pondría mal, pero que era mejor que lo supiera de una vez—, los dueños llegaron al campamento, y Sky está con ellos.

Continue Reading

You'll Also Like

29.7K 1.9K 13
El arte de corromper a una persona. La escuela de prestigio Varmond, solos los hijos de las personas más importantes asisten a esta excepto a los be...
15.8K 1.9K 34
Una historia que demuestra cómo la venganza permanece en la memoria y la guarda en lo más profundo del corazón... como una promesa que jamás se olvid...
9.5K 1.3K 7
Holaa, mucho gusto. Si quieres saber de qué trata la historia quédate a leer. Aclaraciones: Historia basada en la película "La familia del futuro" ...
28.4K 2.7K 58
Después de pasar la mayor humillación de su vida Sakura Kinomoto, una joven millonaria decide dejar todo atrás refugiándose en un pequeño pueblo dond...