Cursed Book

By Alicas4242

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Lee, un joven que ha vivido en soledad desde temprana edad debido a la pérdida de sus padres y una serie de e... More

Un Nuevo Comienzo, Viejas Sombras
Un Libro Sin Palabras
La Arrogancia De Kim Y, ¿La Prueba De Basquet?
Kim Y Su Gran Vacío
La Carrera Clandestina
Una Simple Pesadilla
Consecuencias Inesperadas
Sombras Entres Páginas
Máscaras Caídas
Sombras Bajo Presión
Susurros En Las Sombras
Lágrimas Que No Caen
Un Trato Inesperado
El Juego Del Desafío
Apostando Al Limite
En La Mira Del Peligro
Batalla En Silencio
Grito En La Sombras
Un Abrazo En La Niebla
Al Límite
Pequeño Detalle
Bulgogi De La Reconciliación
A Oídos Indiscretos

Desafíos Y Tropezones

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By Alicas4242

El gimnasio se llenó de una energía expectante cuando Kim despejó la cancha. Sus amigos y compañeros de equipo, reunidos alrededor, no perdieron la oportunidad de hacerle comentarios burlones y desafiantes.

-No lo hagas sufrir demasiado, Kim - dijo uno, riendo.

- Esto será rápido - agregó otro, con un tono de confianza ciega en la victoria de Kim.

Kim, con su arrogancia habitual, me miró y esbozó una sonrisa condescendiente.

-Vamos, chico nuevo - dijo, lanzándome el balón con un impulso que casi lo consideré como un desafío en sí mismo - . Veamos si puedes mantenerte en pie.

Atrapé el balón con firmeza, sin apartar la mirada de Kim. No tenía intenciones de retroceder. Caminé hacia la cancha, sintiendo el peso de las miradas sobre mí, pero no me importaba. La adrenalina comenzaba a correr por mis venas, mientras sentía que el ambiente se tensaba con cada paso que daba.

El silbido inicial sonó, y el juego comenzó. Kim se movía con rapidez, con una confianza que mostraba su experiencia. Su sonrisa era arrogante, como si estuviera seguro de que el partido sería fácil para él. Pero no tenía intenciones de dejar que eso sucediera.

Kim tomó la iniciativa, driblando el balón con habilidad mientras sus compañeros lo animaban desde la línea lateral. Era evidente que Kim estaba acostumbrado a tener el control, y cada movimiento que hacía era seguro y preciso. Se abalanzó hacia la canasta, lanzando el balón con la intención de marcar el primer punto, pero logré bloquear su intento con un salto bien calculado.

El gimnasio estalló en murmullos sorprendidos, y vi cómo la sonrisa de Kim se torcía ligeramente, su orgullo herido por mi intervención.

Tomé el balón y me moví rápidamente, driblando con determinación. Sabía que cada paso que daba era crucial, y aunque no tenía la experiencia de Kim, confiaba en mi capacidad para pensar rápido y reaccionar. Finté hacia la derecha, engañando a Kim y luego cambié de dirección, avanzando hacia la canasta con rapidez. El sudor corría por mi frente mientras me lanzaba al aire, anotando el primer punto.

Los compañeros de Kim soltaron exclamaciones de sorpresa, y pude ver cómo su expresión cambiaba a una mezcla de incredulidad y enfado. La tensión en el aire se volvió palpable.

—¡Vamos, Kim! —gritó uno de sus amigos—. No dejes que te gane.

Kim, ahora con una expresión de concentración absoluta, retomó el balón. Su estilo de juego se volvió más agresivo, con movimientos rápidos y decididos. Logró anotar varios puntos, mostrando su destreza y experiencia en la cancha. Pero no estaba dispuesto a dejarme vencer tan fácilmente.

El partido continuó en una feroz competencia, ambos anotando puntos y arrebatando el balón uno al otro. El sonido de las zapatillas sobre el suelo y los gritos de los estudiantes resonaban en el gimnasio, creando una atmósfera electrizante.

Finalmente, el marcador quedó igualado, y todo se reducía a una última jugada. La presión era intensa, pero me mantenía enfocado. Tomé el balón, esquivando a Kim una vez más. Sabía que tenía que darlo todo en ese momento. Salté hacia la canasta, lanzando el balón en un arco perfecto. El tiempo pareció ralentizarse mientras el balón se acercaba al aro, y finalmente, atravesó la red.

La multitud estalló en vítores y exclamaciones. Había ganado por solo un punto, pero eso era todo lo que necesitaba.

Kim se detuvo, respirando pesadamente, su rostro una mezcla de incredulidad y rabia contenida. Los comentarios burlones de sus amigos lo rodearon inmediatamente.

-¡Vaya, Kim, parece que alguien te ha superado! - se mofó uno de ellos.

- ¿No dijiste que esto sería fácil? - añadió otro, riendo mientras Kim apretaba los puños.

A pesar de la tensión, no pude evitar que una pequeña sonrisa se asomara en mi rostro. Era la primera vez que me divertía desde que había llegado a esta escuela. Pero esa diversión se tornó en un desafío cuando Kim, con los labios apretados, me miró directamente.

- No creas que esto significa que puedes unirte al equipo - soltó, su voz era baja pero cargada de ira contenida.

Levanté las manos, haciendo un gesto de indiferencia.

- No estaba particularmente interesado en unirme, de todos modos - respondí con sarcasmo - Pero gracias por la invitación.

Kim, claramente enfurecido, lanzó un bufido y me miró con una mezcla de desprecio y rabia. No estaba acostumbrado a perder, y menos aún frente a alguien que acababa de conocer.

-Tienes suerte, novato - gruñó, sus ojos destilando frustración. Era evidente que odiaba perder, especialmente ante alguien como yo.

Mantuve mi expresión neutral, pero no pude evitar soltar un comentario sarcástico.

-¿Eso es todo lo que tienes, capitán?

Mi tono fue lo suficientemente desafiante como para que Kim perdiera el control por un momento. Su expresión se endureció y, en un arrebato de ira, agarró el balón y lo lanzó con fuerza hacia mí. Vi el movimiento venir y, con reflejos rápidos, logré esquivarlo. El balón pasó zumbando a mi lado y, para mi sorpresa, terminó golpeando a una chica que acababa de entrar en el gimnasio.

El sonido del golpe resonó en el espacio, y todo el gimnasio quedó en silencio por un momento. La chica soltó un pequeño gemido de dolor, llevándose la mano a la cabeza donde el balón la había golpeado. Kim se quedó paralizado por un segundo, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y culpa, mientras los demás observaban la escena con miradas de asombro y preocupación.

Kim soltó una carcajada resonante, disfrutando de lo que parecía ser una victoria en su mente, hasta que su risa se detuvo abruptamente. Su sonrisa confiada se desvaneció al instante cuando sus ojos se encontraron con la figura de la chica que había sido golpeada por el balón. La realidad golpeó a Kim más duro de lo que él había lanzado el balón.

- Mae... - susurró, su voz apenas audible, como si temiera decir su nombre en voz alta.

La chica, con un largo cabello anaranjado rojizo que parecía brillar incluso en el ambiente apagado del gimnasio, lo miraba con ojos verdes llenos de furia. Su expresión era una mezcla de sorpresa y enojo, y la marca roja que comenzaba a formarse en su mejilla no hacía más que acentuar su enojo.

- ¡Kim! - exclamó Mae, su tono cortante y severo, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, una pose que denotaba tanto autoridad como frustración.

Kim, por su parte, parecía desmoronarse un poco bajo la intensidad de su mirada. Su sonrisa burlona desapareció por completo, reemplazada por una expresión de pánico disfrazada de una mueca nerviosa. Sabía que había metido la pata, y meterse en problemas con Mae no era algo que quisiera en su historial.

Mae, miembro del consejo estudiantil y capitana del equipo de porristas, conocida por su perfeccionismo, no iba a dejar pasar esto. Sus ojos destellaban con determinación mientras daba un paso al frente, acercándose a Kim con una postura que dejaba claro quién estaba al mando en ese momento.

- ¿Qué demonios estabas pensando? - demandó Mae, su voz lo suficientemente alta como para que todos los presentes la escucharan.

Kim, que normalmente sería el primero en replicar con algún comentario sarcástico, se encogió ligeramente. Tragó saliva, buscando desesperadamente una excusa que pudiera sacarlo del aprieto.

-Yo... no te vi, Mae... - murmuró, rascándose la nuca con una mano mientras su otra mano señalaba el balón en el suelo. - Estaba... estaba enseñándole a este imbecil novato una lección... y bueno... ya sabes...

Mae levantó una ceja, claramente no impresionada por su pobre intento de justificación. La irritación en su expresión era evidente mientras giraba ligeramente la cabeza para mirar el balón que aún rodaba lentamente por el suelo.

-¿Enseñarle una lección lanzándome el balón a mí? - replicó, su tono agudo y lleno de sarcasmo. - Vaya, Kim, debes de estar realmente desesperado si ya no puedes ganar sin hacer trampas.

Los amigos de Kim, que antes se habían estado riendo, ahora intercambiaban miradas nerviosas, sabiendo que este no era el tipo de espectáculo que querían ser parte. Kim abrió la boca para decir algo, pero Mae levantó una mano, interrumpiéndolo.

- ¿Sabes qué, Kim? - dijo, sus ojos verdes brillando con una mezcla de determinación y enojo. - Este incidente no va a pasar desapercibido. Espera a que lo informe en la próxima reunión del consejo.

Intentando recuperar algo de su dignidad, Kim forzó una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

- Vamos, Mae... no necesitas hacer esto tan grande... - intentó suavizar la situación, pero el tono en su voz delataba su preocupación.

Mae, sin embargo, no estaba de humor para negociar. Le lanzó una última mirada severa antes de darse la vuelta, claramente decidida a salir del gimnasio.

- Espero ver un informe en mi escritorio para el final del día, Kim - declaró mientras se alejaba, su tono final y cortante. - Y asegúrate de que esto no vuelva a suceder.

Kim, sintiéndose completamente derrotado, se quedó ahí, con la boca abierta, viendo cómo Mae se alejaba con paso firme. Sus amigos, ahora en silencio, lo miraron sin saber qué decir. Finalmente, Kim soltó un suspiro pesado, su arrogancia desaparecida por completo.

Mae, todavía indignada, caminaba con paso firme hacia la salida del gimnasio, pero en su apuro, no se percató de otro balón de baloncesto que rodaba por el suelo. Su pie se enganchó en él, y de repente, perdió el equilibrio. Todo sucedió en cámara lenta: su cuerpo tambaleándose hacia adelante, sus brazos agitándose en un intento desesperado por recuperar el balance, y finalmente, logró estabilizarse justo antes de caer.

Kim, que había estado intentando contener su frustración, no pudo evitar soltar una sonora carcajada. El sonido resonó por todo el gimnasio, atrayendo la atención de todos los presentes. Su risa era una mezcla de alivio y burla, una pequeña victoria en medio de su humillación. Pero Mae no estaba para juegos. Se giró bruscamente hacia él, sus ojos verdes fulminantes y su expresión más severa que nunca.

—Kim, ¡ya basta! —ordenó, su voz firme y autoritaria—. Me vas a acompañar a la sala del consejo estudiantil. Ahora mismo.

La sonrisa de Kim se desvaneció rápidamente, reemplazada por una expresión de resignación. Sabía que no podía escaparse de esto. Justo cuando pensaba que el día no podía empeorar, mi voz se hizo escuchar.

—Vaya, Kim, parece que no solo te cuesta ganar en la cancha, sino que también eres un desastre como caballero —dije, con un tono sarcástico y una sonrisa de suficiencia en mi rostro.

Kim me lanzó una mirada de odio puro, sus ojos estrechados y sus labios apretados.

—Cállate, novato —espetó, su voz goteando veneno— Tienes una gran cabeza de hongo.

Antes de que pudiera responder, Mae interrumpió, dándose la vuelta para enfrentar a Kim.

—¡Kim, suficiente! —su tono no admitía réplica, y él lo sabía bien. Luego, su mirada se desplazó hacia mí, y por un momento pensé que había terminado con las reprimendas, pero me equivoqué.

—Y tú, —dijo Mae, apuntándome con un dedo, su expresión tan severa como cuando miraba a Kim—. Tú también vienes conmigo. No creas que te vas a librar de esto.

Fruncí el ceño, no exactamente asustado, pero ciertamente molesto. No tenía la menor intención de seguirla, pero antes de que pudiera protestar, Kim soltó una risa burlona, claramente disfrutando del pequeño giro en la situación.

—Parece que el novato también va a recibir una lección —dijo Kim, su tono cargado de satisfacción.

Mae giró sobre sus talones y lanzó una mirada de advertencia a Kim, que rápidamente cerró la boca, aunque no pudo evitar una sonrisa triunfante.

—Kim, si dices una palabra más, haré que el castigo sea el doble de severo —le advirtió, y su tono no dejaba lugar a dudas de que no estaba bromeando.

Kim levantó las manos en un gesto de rendición, pero no sin antes lanzarme una última mirada desafiante.

Mae, sin perder más tiempo, se dirigió hacia la salida del gimnasio, esperando claramente que ambos la siguiéramos. Mientras caminaba, su postura era la de alguien que estaba completamente en control, a pesar del pequeño tropiezo de antes.

Yo, por mi parte, no pude evitar soltar una pequeña risita. La situación era ridícula, pero de alguna manera también divertida. Sin embargo, cuando vi que Mae se detenía de repente y me lanzaba una mirada que podía cortar el aire, supe que no era momento para bromas.

—¿Te parece gracioso? —me preguntó, su voz baja pero llena de autoridad.

—Un poco —respondí, encogiéndome de hombros, lo que hizo que Kim sofocara otra risa. Mae, visiblemente exasperada, simplemente soltó un suspiro y se giró para seguir caminando.

—Vamos, ambos. No tengo todo el día —dijo, su voz llena de determinación.

Mientras la seguíamos, Kim caminaba a mi lado, su expresión una mezcla de irritación y diversión. Sabía que lo que había comenzado como un simple enfrentamiento en la cancha había escalado a algo más grande, y aunque no lo admitiría, estaba un poco intrigado por lo que sucedería a continuación.

El gimnasio, que había sido escenario de un partido intenso y de risas, ahora parecía mucho más tranquilo mientras nos alejábamos de él, dirigiéndonos hacia un destino que, al menos para mí, era completamente desconocido.

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