Las cartas de ella. [Hermione...

By Kakauno4

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Aliyah Black era alguien despistada, torpe y para nada derecha, en ningún sentido. Hermione Granger era algui... More

Theo bombea ideas.
Fan anónimo
El búho marrón
Draco borracho
El mounstro de Libritos
El mujeriego de Blaise
Zacharias Smith es puto
Profesor Jarras.
Libritos es una genio
Para nada peligroso
La pluma
Última clase del E.D
Libritos se sobrepasó
Fiesta de jotos
La torre de Astronomía
Vaya día
Libritos tramposa
Gran cocinera
(Aviso.)
¿Tori Guardiana?
Hermione enojada
Uy, uy, uy

Tonto Potter

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By Kakauno4

El aire de la habitación era tenso, tanto por la irritabilidad de Harry, como por la seriedad de Aliyah.

— Muy bien — continuó Hermione mientras se retorcía las manos y se paseaba entre los pupitres. —. Muy bien… Bueno, uno de nosotros tiene que ir a buscar a la profesora Umbridge y… y conseguir que vaya hacia otro lado, alejarla de su despacho. Podríamos decirle, no sé, que Peeves ha hecho alguna de las suyas…

— De eso ya me encargo yo — se ofreció Ron. —. Le diré que Peeves está destrozando el departamento de Transformaciones o algo así; está muy lejos de su despacho. Ahora que lo pienso, si me lo encuentro por el camino podría convencer a Peeves de que lo haga.

—Vale —dijo con la frente fruncida mientras seguía paseándose arriba y abajo; el hecho de que Hermione no pusiera reparos a que se destrozara el departamento de Transformaciones indicaba la gravedad de la situación—. También tendremos que
mantener a los estudiantes lejos de su despacho mientras forzamos la puerta, porque
si no alguno de Slytherin iría a chivarse...

Aliyah hubiese defendido a los de su casa, pero sabía que la mayoría de ellos, eran obligados por sus padres a seguir las órdenes de Umbridge.

De pronto, sintió una mano cálida envolver la suya. Observó a Hermione, que se acercó suavemente para murmurar.

— Lo siento... Sé que no todos son así..., pero, ya sabes...

— Está bien, linda... — le respondió la Black, devolviéndole el apretón de manos.

— Luna y yo podemos montar guardia en cada uno de los extremos del pasillo — propuso Ginny. —, y avisar a la gente de que no entre en él porque alguien ha soltado gas agarrotador. — a Hermione le sorprendió la rapidez con que a Ginny se le había ocurrido aquella mentira; Ginny se encogió de hombros y añadió—: Fred y George pensaban hacerlo antes de marcharse.

—Vale —dijo Hermione—. Entonces, Harry, tú, Kris y yo nos pondremos la capa invisible y entraremos en el despacho, y podrás hablar con Sirius…

— ¡Te digo que no está allí, Hermione!

— Creo haberte dicho perfectamente que cerraras la maldita boca y acataras las ordenes de Hermione, Potter. — gruñó la ojigris, frunciendo el ceño.

— Bueno, podrás… comprobar si Sirius está en casa o no mientras yo vigilo. No creo que debas quedarte allí solo, pues Lee ya ha demostrado que la ventana es un punto débil porque coló los escarbatos por ella. — mencionó Hermione, intentando aligerar las cosas.

Aliyah observó que la mirada tensa y irritable de Harry se suavizó un poco.

— Vale, gracias. — murmuró el de lentes, sacando una risa incrédula de la pelinegra.

— ¿Cómo dijiste? No se escuchó nada, Potter. ¿Podrías repetirlo? — sonrió falsamente la Slytherin, cruzándose de brazos.

El de lentes miró a la castaña en busca de ayuda o algún regañó hacia Aliyah, pero la Gryffindor se limitó a encogerse de hombros.

— Dije, que gracias. — volvió a repetir el pelinegro, entre dientes.

— ¡Oh, mira! Potter sabe agradecer, vaya afortunados somos. — exageró alegremente la ojigris, aplaudiendo con emoción.

— Aliyah... — reprochó la Gryffindor, suavemente.

— Hermione... — le siguió el juego la pelinegra, sonriendo inocentemente.

— Bueno, aunque hagamos todo lo que hemos dicho, no creo que consigamos más de cinco minutos — comentó Hermione un poco aliviada después de que Harry hubiera aprobado su plan. —; no hemos de olvidarnos de Filch ni de esa maldita Brigada Inquisitorial.

Una pequeña risa salió de los labios de la pelinegra. Sabía perfectamente que Hermione no era de decir insultos, y cuando lo hacía, era verdaderamente gracioso.

— Tendré suficiente con cinco minutos — aseguró Harry. —. Y ahora, vamos…

— ¿Ya? — dijo Hermione, sorprendida.

—¡Pues claro! — estalló Harry con enojo. —. ¿Qué creías, que íbamos a esperar hasta después de la cena o algo así? ¡Hermione, Voldemort está torturando a Sirius en
estos precisos momentos, mientras nosotros estamos aquí charlando!

La Black iba a soltar nuevamente algunos insultos, que fueron impedidos por una mano en su boca, más precisamente, la de Hermione. La castaña negó suavemente con una sonrisa.

— Él está algo estresado, cariño... — murmuró la Gryffindor, con una sonrisa leve. Después, se dirigió al ojiverde. —. Ve a buscar la capa invisible, Kris y yo te esperamos al final del pasillo de la profesora Umbridge, ¿de acuerdo?

Harry no contestó, y salió corriendo del aula como si no hubiese un mañana.

— Y ahí va el Rayo Mcqueen... — murmuró Aliyah, haciendo reír a los Weasley, y confundiendo bastante a Hermione.

— ¿Rayo Mcqueen...? ¿Cómo lo conoces? — balbuceó la castaña, alzando una ceja con curiosidad, mientras una sonrisa leve y divertida se asomaba por sus labios.

— Theo. Él tiene algunas películas en su habitación, y me las ha mostrado en la sala común  — explicó la pelinegra, sonriendo. Su sonrisa, se ensanchó más, al momento de ver el ceño fruncido de su novia al escuchar lo dicho. La Black se acercó y abrazó firmemente a la Gryffindor. —. Pero, tú sabes que prefiero tus cuentos de princesas.

— Lo sé. — admitió la de pelo tupido con orgullo, acomodándose en el abrazo con gusto.

— Bueno, par de tortolitas, agradecería que apuraramos el paso. No quiero aguantar a un Harry enojado. — bromeó Ginny, suspirando con cansancio.

El grupo asintió, empezando a caminar al punto de encuentro. Por lo visto, iban a demorar un tiempo, así que Aliyah iba a provechar para desquitarse un poco...

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— ¿Cuánto va a demorar? — preguntó Luna, mirando al techo como si este fuese lo más interesante del lugar.

— Ahí viene... — avisó Ron. Entre la multitud, venía un Harry acalorado y agitado. Abría paso entre los estudiantes mientras corría, sin siquiera pedir disculpas a los que empujaba.

— Ya lo tengo todo — dijo el azabache entrecortadamente. —. ¿Están preparados?

— Ron, tú ve a distraer a la profesora Umbridge — ordenó Hermione en un susurro, pues en ese momento pasaban a su lado un ruidoso grupo de estudiantes de sexto. —; Ginny, Luna, empiecen a alejar a la gente del pasillo... Harry, Aliyah y yo nos pondremos la capa y esperaremos a que todo esté despejado.

Ron se marchó con paso decidido y firme, y los demás pudieron ver su reluciente pelo rojo hasta que llegó al final del pasillo; entre tanto Ginny, con su llamativa melena, se alejó en dirección opuesta, asomando entre el tumulto de estudiantes que llenaban el pasillo, seguida de Luna.

— Ven aquí — murmuró Hermione, jalando la muñeca de la pelinegra hasta un hueco donde la cabeza de piedra de un mago medieval, feísimo, hablaba sola sobre una columna. —. ¿Segura que estás bien, cariño? Te ves algo pálida...

— Sí, sólo son... nervios. — asintió la Black, sonriéndole suavemente. El azabache, asomó su cabeza, mirándolas a ambas, para después unirse a ellas.

— ¿Y tú, Harry? ¿Te sientes bien? — le preguntó la Gryffindor, luciendo algo preocupada.

— Sí, estoy bien — afirmó él, sacando la capa invisible de su mochila. —. Venga. —. Dijo, tapándolas a ambas con la capa, para después echarsela encima. Los tres jóvenes se quedaron escuchando atentamente tratando de aislarse del sermón en latín del busto que tenían por delante.

— ¡Por aquí no pueden pasar! — les decía Ginny a los alumnos. —. Lo siento, tendrán que dar la vuelta por la escalera giratoria porque alguien ha soltado gas agarrotador en este pasillo.

Oyeron que algunos se quejaban, hasta que una voz antipática dijo:

— Yo no veo gas por ninguna parte.

— Porque es incoloro — contestó Ginny con un convincente tono de exasperación. —. Pero si quieres pasar, adelante, así tendremos tu cuerpo como prueba para el siguiente idiota que no nos crea.

En los labios de la ojigris se formó una pequeña sonrisa divertida. La Zanahoria menor sí que sabía callar bocas.

Poco a poco, la multitud fue dispersándose. Por lo visto, la noticia del gas agarrotador se había difundido y al gente ya no intentaba pasar por aquel pasillo. Cuando la zona quedó prácticamente vacía, Hermione dijo en voz baja:

— Creo que ésta es la máxima tranquilidad que podemos conseguir, chicos. ¡Vamos!

Y echaron a andar cubiertos con la capa. Luna estaba de pie, de espaldas a ellos, al final del pasillo. Al pasar junto a Ginny, Hermione susurró:

— Bien hecho... No olvides la señal...

— ¿Cuál es la señal...? — preguntaron ambos pelinegros, luciendo bastantes desconcertados.

Hermione dió un suave suspiro, intentando calmarse un poco.

— Cariño, si tan solo no hubieses estado insultando a Harry durante todo el camino, la hubieses escuchado — la reprochó la castaña, miró a Harry y le explicó. —. Si ven acercarse a la profesora Umbridge se pondrán a cantar «A Weasley vamos a coronar».

El ojiverde asintió, y empezó a introducir la hoja de la navaja que traía en las manos en la rendija que había entre la puerta y el marco. La cerradura se abrió enseguida, y los tres chicos entraron en el despacho.

Los estridentes gatitos disfrutaban del sol de la tarde que calentaba sus platos, pero por lo demás el despacho estaba vacío y silencioso. Hermione suspiró aliviada.

— Temía que hubiera añadido alguna otra medida de seguridad después del segundo escarbato. — comentó la castaña.

Se quitaron la capa y Hermione se dirigió deprisa hacia la ventana y se quedó de pie junto a ella, escudriñando los jardines con la varita en ristre. Harry y Aliyah, por su parte, corrieron hacia la chimenea, agarraron el tarro de polvos flu, echaron un pellizco, y consiguieron que aparecieran algunas llamas de color esmeralda.

Ambos chicos se arrodillaron rápidamente, y metieron la cabeza en esta.

— ¡Número doce de Grimmauld Place! — Aliyah, al escuchar al azabache, imitó lo dicho exclamando, igualmente.

La cabeza empezó a darle vueltas, provocándole un dolor de cabeza leve, aunque las rodillas seguían firmes en el frío suelo del despacho. Aliyah cerró los ojos con fuerza, impidiendo y protegiéndolos del remolino de cenizas que se había producido.

Para cuando acabo el dolor de cabeza, la Black abrió los ojos levemente, observando una cocina larga y vacía. Miró a su costado, viendo a un Harry bastante inquieto.

— ¿Sirius? — gritó el ojiverde. —. ¿Estás ahí, Sirius? — su voz resonó en la cocina, sin embargo, no hubo respuesta. Únicamente se escuchó un débil susurro a la derecha de la chimenea. —. ¿Quién hay ahí?

Entonces, a los ojos de ambos pelinegros, se observó un elfo, que para Aliyah, era desconocido. El elfo llevaba las manos completamente vendadas, sin embargo, en su rostro había una sonrisa realmente satisfecha.

— La cabeza de Potter ha aparecido en la chimenea — informó a la vacía cocina al tiempo que lanzaba furtivas miradas de triunfo a Harry. —. ¿A qué habra...? — antes de que pudiese completar la frase, sus ojos cayeron en la joven Black, que yacía bastante confundida desde el inicio. —. ¿Amo Regulus?

La habitación quedó en silencio. El elfo tenía los ojos bastante abiertos, y, por primera vez en aquella visita, no tenía aquel brillo de triunfo.

Aliyah, que había escuchado el nombre de su padre salir de la boca del elfo, preguntó confundida:

— ¿Mi padre? ¿Lo conoces...?

El rostro confundido y asombrado del elfo, cambió a uno emocionado. Se acercó lo más que pudo hacía Aliyah, exclamando felizmente:

— ¡Ama Aliyah! ¡Cuánta alegría verla nuevamente! ¡Kreacher está muy feliz de verla! Ha crecido mucho.

La boca de la pelinegra formó un "o". Sus ojos empezaron a brillar emocionados, mientras que la joven Black mantenía su mirada en el elfo, que ahora sabía, se llamaba Kreacher.

— ¿Tú... Tú eras el elfo de papá...? — balbuceó la ojigris, intentando ocultar su tono de voz emocionado.

— ¡Sí, sí! ¡Kreacher fue honradamente el elfo del amo Regulus! ¡Sirvió fielmente a la familia Black! Kreacher está tan alegrado de verla, señorita Aliyah. ¡Kreacher por fin podrá servir a una Black que merece su respeto!

La Slytherin iba a hablar nuevamente, pero la voz del joven Potter resonó nuevamente.

— ¿Dónde está Sirius, Kreacher? — inquirió.

El elfo doméstico chasqueó su lengua, respondiendo rápidamente para seguir la conversación anterior.

— El amo ha salido, Harry Potter — balbuceó, para volverse a Aliyah. —. ¿En qué casa está, ama Aliyah?

La pelinegra inclinó la cabeza sonriendo.

— Slytherin, Kreacher.

El elfo doméstico empezó a saltar con el brillo en sus ojos, aún más intensamente.

— ¡Digno de un Black! ¡Sabía que usted, ama Aliyah, era realmente honrada! ¡Kreacher está orgulloso de servirle!

Una leve risa salió de los labios de Aliyah, que ahora, miraba la habitación con un sentimiento nuevo presente. Cariño. Cariño, era el sentimiento que ahora abundaba el corazón de la pelinegra.

Ella estaba en la casa en donde vivieron su padre y tío, al igual que varios de sus abuelos, tatarabuelos, y muchos familiares más. Ella realmente se sentía en casa, por primera vez.

La cocina que anteriormente era solo eso, ahora, era mucho más. Se sentía un aire abrazador y cálido que brindaba aquel lugar, llenando el corazón de Aliyah de emoción.

Pero, la voz de Harry retumbó, sacando a la Slytherin de sus pensamientos.

— ¿Adónde ha ido? — por toda respuesta, el elfo soltó una risotada que parecía un cacareo. —. ¡Te lo advierto! — gritó el de lentes, desconcertando a la ojigris.

— Él dijo que el tío Sirius salió — soltó, alzando una ceja. —. ¿Por qué le gritas? Ya sabemos que el tío Sirius está bien... Deberíamos volver.

— ¡No! — exclamó el azabache, frunciendo el ceño. —. ¡Tú no conoces a Kreacher, Aliyah! ¡Él miente! Él odia a Sirius, y siempre lo ha hecho.

Entonces, lo recordó. Ella, nunca conoció a su familia, ni mucho menos lo que pasaba dentro de aquella casa. Ella, nunca fue parte de aquel lugar.

La mirada de la ojigris bajó levemente, sumergiéndose en sus pensamientos.

— ¿Dónde está Lupin? ¿Ojoloco? — preguntó el de lentes, desesperado.

La Black levantó la mirada, aún más confundida que antes.

— ¿El profesor Lupin? ¿El profesor Ojoloco? ¿Ellos viven aquí...?

Aunque preguntó, ninguno de los dos le respondió. El chico y el elfo estaban sumergidos en su conversación.

— ¡Kreacher se ha quedado solo en casa! — informó el elfo con regocijo; a continuación, dió les dió la espalda a ambos, y echó a andar lentamente hacia la puerta que había al fondo de la cocina. —. La voz de Potter le da dolor de cabeza a Kreacher.

— ¿Adónde ha ido Sirius, Kreacher? — gritó el ojiverde. —. ¿Ha ido al Departamento de Misterios?

Éste paró en seco. Ambos jóvenes solo veían la parte de atrás de su calva entre el bosque de patas de sillas que tenía delante.

— El amo nunca dice al pobre Kreacher adónde va. — contestó el elfo. La mirada de la ojigris se frunció un poco.

— ¿Por qué te trata de esa forma, Kreacher...?

— No lo escuches, Ali... — antes de que el azabache pudiese decir algo, Kreacher habló firmemente.

— El amo Sirius nunca ha estado orgulloso de su familia. ¡Trató a Kreacher como una basura siempre! En cambio, el amo Regulus fue un excelente amo. ¡Estoy fielmente agradecido con él!

La mirada de la azabache se suavizó. ¿Por qué su tío no estaba orgulloso de formar parte de su familia?

— ¡Pero tú lo sabes! ¿Verdad? ¡Tú sabes dónde está! — gritó el Gryffindor, quitando nuevamente a la Slytherin de sus pensamientos.

Se produjo un leve silencio; entonces el elfo rió socarronamente.

— ¡El amo nunca regresará del Departamento de Misterios! — afirmó alegremente. —. ¡Kreacher, y sus dos amas, se han quedado solos otra vez! — exclamó, y siguió andando y se escabulló por la puerta que conducía al vestíbulo.

La mirada de Aliyah se ensanchó ante lo dicho, y Harry gritó:

— ¡Te voy a...!

Pero antes de que el ojiverde pudiera cumplir su amenaza, la azabache sintió un fuerte dolor en la coronilla; tragó un montón de cenizas y, atragantandose, notó que la arrastraban hacía atrás a través de las llamas.

De pronto, se encontró con el rostro pálido y de sapo, de la profesora Umbridge. Ella, la tenía agarrada del pelo, al igual que Harry, y los tiraba hacia atrás, intentando ahogarlos.

— ¿Creías que después de dos escarbatos — dijo en un susurro, provocando que solo ellos dos escucharán, mientras les tiraba un poco del cuello, quedando ambos jóvenes mirando el techo. — iba a permitir que otras inmundas y carroñeras criaturas entrarán en mí despacho sin que yo lo supiera? Cuando entró el último, puse hechizos sensores de sigilo en la puerta de mí despacho, idiotas. Quitenles la varita — les gritó a una personas, que ni Aliyah ni Harry podían ver. La silueta rebuscó en el bolsillo de la Black, y sacó su varita suavemente. —. Y no te olvides de ella — la ojigris oyó una refriega junto a la puerta, y comprendió que a Hermione también se la habían arrebatado. —. Quiero saber que hacían en mí despacho. — dijo la profesora, jalando el cabello de ambos jóvenes, tambaleando sus cuerpos.

— ¡Quería... recuperar mi Saeta de Fuego! — repuso Harry con voz ronca.

— ¿Y usted, señorita Black? — chilló la voz de Umbridge, irritando a la Slytherin.

— Estaba... siguiendo a Harry...

— Mentira — dijo Umbridge, mientras volvía a sacudirlos. —. Tu Saeta de Fuego, Potter, está custodiada en las mazmorras, como sabes muy bien. Tenían la cabeza dentro de mi chimenea. ¿Con quién se estaban comunicando?

— Con nadie  — gruñó la pelinegra, intentando alejarse, mientras sentía varios mechones salir de su cuerpo cabelludo. —. Mierda...

— ¡Mentira! — gritó la profesora.

A ambos chicos les dió un empujón, provocando que chocarán contra la mesa. Los ojos de la pelinegra cayeron en Hermione, que estaba siendo inmovilizada en la pared, gracias a Millicent Bulstrode. Draco, estaba apoyado en el alféizar de la ventana, con una mirada empática y algo impotente.

A continuación, se produjo un alboroto al otro lado de la puerta, y entonces entraron varios Slytherins, incluyendo a los amigos de Aliyah, que arrastraban a Ron, Ginny, Luna, y para sorpresa de la Black, también estaba Neville.

El chico, estaba sufriendo una llave y Crabbe, lo llevaba tan sujeto al cuello, que parecía apunto de ahogarse. En cambio, Luna, Ginny y Ron, estaban siendo agarrados suavemente por Pansy, Astoria, Theo, y Blaise. Los dos últimos, agarrando a la Weasley menor con el mayor cuidado posible, ya que esta se resignaba a mantenerse quieta.

— Los tenemos a todos — anunció Goyle, sonriendo con triunfo. El acompañaba a Crabbe, agarrando a Neville bruscamente de la camisa. —. Éste — dijo hincándole un grueso dedo en el pecho a Neville. — ha intentado impedir que agarraramos a ésa — señaló a Ginny, que pretendía pegar leves patadas en la espinilla a Theo. —, así que lo hemos agarrado también.

— Estupendo — felicitó Umbridge, mientras contemplaba los forcejeos de Ginny. —. Muy bien, veo que dentro de poco no quedará ningún otro Weasley en Hogwarts.

Crabbe y Goyle, al igual que Millicent, rieron con ganas. Umbridge dibujo su ancha y displicente sonrisa y se sentó en una butaca de chintz; miraba a sus prisioneros pestañando, como un sapo sobre un panterre de flores.

La ojigris, observó el fuerte agarre que tenía Millicent en Hermione, así que gruñó:

— Hey, Bulstrode, afloja tu agarre si no quieres mi puño en tu rostro, ¿entendido?

El chico rió con burla.

— ¿Qué harás? Estás completamente atrapada, pequeña Black.

— Atrapada la tienes, hijo de perra. — se burló Aliyah, recibiendo una mueca del Slytherin.

— ¡Silencio! — exclamó Umbridge, con su sonrisa menos ancha y un poco más disgustada. —. Muy bien, chicos — comenzó a hablar nuevamente, con aquella sonrisa burlona saliendo de sus labios. —. Han colocado vigilantes alrededor de mi despacho, y has enviado a ese payaso — señaló con la cabeza a Ron, y Crabbe, Goyle y Bulstrode, rieron más fuerte. — para que me dijera que el Poltergeist, estaba provocando el caos en el departamento de Transformaciones, cuando yo sabía perfectamente que estaba manchando de tinta las miras de todos los telescopios del colegio, porque el señor Filch acababa de informarme de aquello. Es evidente que les interesaba mucho hablar con alguien. ¿Con quién? ¿Con Albus Dumbledore? ¿O con ese híbrido, Hagrid? No creo que se tratara de la profesora McGonagall, porque tengo entendido que está lo suficientemente enferma, como para hablar con nadie.

Los tres Slytherins que anteriormente se habían burlado, siguieron riendo al oír aquel comentario. Aliyah frunció el ceño, y vió como el cuerpo de Harry temblaba ante la ira.

— No es asunto tuyo. Podemos hablar con quién se nos de la gana. — gruñó el de lentes, mirando de reojo a Draco, que lo veía desde que llegaron.

El blandengue rostro de la profesora Umbridge se tensó un poco.

— Muy bien — continúo con su dulce voz, más falsa y peligrosa que nunca. —. Muy bien, chicos... Les he ofrecido la oportunidad de contármelo voluntariamente, y la han rechazado. No tengo otra alternativa que obligarlos. Millicent, ve a buscar al profesor Snape.

El Bulstrode, que tenía una sonrisa en el rostro, guardó la varita de ambos chicos, saliendo del despacho con felicidad. Hermione, que había quedado sola, y sin alguien que le impidiera el movimiento, intentó caminar hacía la Black, pero fue impedido por un agarre en su hombro.

— No estamos de su lado. — murmuró Pansy, mientras agarraba con su otra mano, la camisa de Luna con suavidad. Con la mano libre, agarró ligeramente la túnica de la Gryffindor, imitando un forcejeo falso.

La mirada de la ojigris se tranquilizó al ver a Pansy agarrar a Hermione y Luna. Sabía que la chica de cabellos cortos no era capaz de hacerle daño a las chicas, ni mucho menos traicionarla. Sabía que sus amigos estaban siendo obligados a obedecer las ordenes de Umbridge, debido a sus padres.

El despacho quedó en silencio, y simplemente se escuchaban los forcejeos de Ginny, Neville, y Ron. Este último, estaba siendo agarrado por Astoria, suavemente, pero ambos imitaban un forcejeo falso.

Neville, cada vez estaba más morado, mientras intentaba librarse del agarre de Crabbe.

— Hmn... Oye, Crabbe. — lo llamó la Slytherin, sonriendo inocentemente.

— ¿Qué sucede, Black? — respondió este, con su voz algo irritada.

— ¿Sigues siendo el maldito gorila de mi primo, no es así? — preguntó, siguiendo con su sonrisa falsa. El chico chasqueó su lengua mientras la fulminaba con la mirada.

— Cállate.

— Pero es verdad, ¿no? Ahora, ¿serías tan amable de seguir las órdenes de la prima de tu dueño, y dejar el cuello de Neville en paz? — le pidió la ojigris, con burla. Crabbe intentó acercarse para golpearla, pero la mirada de Theo, y Blaise, lo detuvieron.

El chico gruñó y se detuvo, manteniendo su agarre en Neville.

— ¡Silencio, Black! — gritó la profesora, mirándola con el ceño totalmente fruncido.

— Ay, pero no se enoje. — balbuceó la Black, sonriendo.

De pronto, unos pasos cerca del pasillo se escucharon, seguidos de la manilla de la puerta. En ella, entró primeramente Millicent, que le sostuvo la puerta a Snape.

— ¿Quería verme, profesora? — preguntó éste, luciendo indiferente ante los forcejeos de los alumnos.

— ¡Ah, profesor Snape! — exclamó Umbridge, sonriendo de oreja a oreja y poniéndose nuevamente en pie. —. Sí, necesito otra botella de Veritaserum. Cuanto antes, por favor.

El rostro de Aliyah formó una expresión, entre una mueca, y una pronta risa, que amenazaba con salir de sus labios.

— Le dí la última botella para que interrogara a Potter y Black — contestó Snape con frialdad, observándola sin inmutarse. —. No la gastaría toda, ¿verdad? Ya le indiqué que bastaba con tres gotas.

La profesora Umbridge se ruborizó.

— Supongo que podrá preparar más, ¿verdad? — dijo, y su voz se volvió aún más melodiosa y dulce, repugnando los oídos de varios Gryffindors, una Ravenclaw, y Slytherins.

— Desde luego — contestó Snape haciendo una mueca con los labios. —. Tarda todo un ciclo lunar en madurar, así que la tendrá dentro de un mes.

Una pequeña risa se asomó por los labios de Aliyah, recibiendo una dura mirada de ésta.

— ¿Un mes? — chilló Umbridge, inflándose como un sapo. —. ¿Un mes, ha dicho? ¡La necesito esta noche, Snape! ¡Acabo de encontrar a Black y Potter utilizando mi chimenea para comunicarse con alguien!

— ¿Ah, sí? — dijo Snape, y por primera vez, se notó su interés en el rostro. Giró a ver a Harry y a Aliyah. —. Bueno, no me sorprende de Potter, nunca se ha mostrado inclinado a obedecer las reglas del colegio. En cambio... de la joven Black es algo inusual. Supongo que la junta con Potter la ha afectado, eso es lamentable.

Los fríos y oscuros ojos de Snape se mantuvieron un momento en Harry. Aliyah, sin entender nada, se mantuvo en su lugar mientras jugaba con sus pies.

— ¡Quiero interrogarlos! — gritó la profesora fuera de sí, mientras Snape dirigía su mirada al curioso rostro de Umbridge. —. ¿Quiero que me proporcione una poción que los obligue a decirme la verdad!

— Ya se lo he dicho — repuso Snape con total tranquilidad. —. No me queda ni una gota de Veritaserum. A menos que los quiera envenenar, y le aseguro que si quisiera hacerlo, la comprendería, no puedo ayudarla. El problema es que la mayoría de los venenos actúa tan deprisa que las víctimas no tienen tiempo de confesar.

Aliyah notó la mirada intensa de Snape a Harry. Quizás en otras circunstancias hubiese soltado un comentario bromista, pero la situación gritaba un "No" rotundo.

Aunque, bueno, a la pelinegra no le podría importar menos.

— Oh, eso suena perfecto — soltó la ojigris, ganándose la mirada de todos. —. Solo digo... Estamos con un montón de tarea y todo eso... vendría bien.

— ¡Está usted en periodo de prueba! — bramó Umbridge, y Snape volvió a mirarla con las cejas levemente arqueadas. —. ¡Se niega a colaborar! ¡Me ha decepcionado, profesor Snape; Lucius Malfoy siempre habla muy bien de usted! ¡Salga inmediatamente de mi despacho!

Vieja loca, pensó Aliyah, mientras intentaba ocultar la sonrisa en su rostro.

Snape hizo una irónica reverencia y se dió la vuelta para marcharse, hasta que una voz lo detuvo.

— ¡Tiene a Canuto! — gritó Harry, desesperadamente. —. ¡Tiene a Canuto en el sitio en donde la guardan!

El profesor Snape mantuvo la mano en el picaporte de la puerta, sin moverse.

— ¿Canuto? — chilló la Sapa, mirando ávidamente entre el chico de lentes y el profesor. —. ¿Quién es Canuto? ¿Dónde guardan qué? ¿Qué ha querido decir, Snape?

Vieja insoportable.

— Parece que es muy curiosa, ¿no? Supongo que también quiere saber el color de los calzones de Filch. — comentó de forma tranquila, ganándose una mirada fulminante.

Sí, de Hermione. Así que, preferiblemente, Aliyah no habló más.

— ¡Deje su insolencia, Black! — exclamó con la cara roja, para después girarse hacia Snape una vez más. —. Snape, por favor responda.

— No tengo ni idea — respondió Snape sin inmutarse. —. Potter, cuando quiera que me grites disparates como ése, te daré un brebaje bocazas. Y Crabbe, haz el favor de no apretar tanto. Si Longbottom se ahoga, tendré que rellenar un montón de aburridos formularios, y me temo que también tendré que mencionarlo en tu informe si algún día solicitas algún empleo.

Si es que realmente consigue un empleo.

El profesor cerró la puerta tras él haciendo un ruidito seco, y Aliyah miró a Harry, que lucía confundido. Después, se giró a observar a Umbridge, que se veía aún más enojada que antes.

— Muy bien — dijo la Sapa rosa, sacando su varita mágica. —. Muy bien... No me queda otra alternativa. Este asunto va más allá de la disciplina escolar, es un tema de seguridad del Ministerio... Sí, sí...

Era como si intentara convencerse de algo, y así estuvo por algunos segundos. La joven Black sabía que no era nada bueno lo que tenía en mente esa señora.

— No me gusta nada hacer esto, Potter, Black, pero me han obligado — afirmó Umbridge, que no paraba de moverse. —. A veces las circunstancias justifican el empleo de... Estoy segura de que el ministro comprenderá que no tuve otro remedio... — las cejas de la mayoría de los chicos, (excluyendo a los idiotas), se fruncieron ante sus palabras. —. Seguro que la maldición Cruciatus los hará hablar. — sentenció la profesora.

— ¡No! — gritó Hermione. —. ¡Es ilegal, profesora Umbridge! — pero la mujer no le prestó atención. La mirada de la ojigris se juntó con Hermione, que lucía histérica y bastante preocupada. Aliyah le intentó, de alguna forma, transmitir tranquilidad, pero ni ella misma estaba segura que había tranquilidad dentro de todo eso. —. ¡El ministro no aprobará que viole la ley, profesora Umbridge! — volvió a gritar la castaña, intentando que recapacitara aquella señora.

Cosa imposible.

— Si Cornelius no se entera, no pasará nada — repuso la profesora jadeando ligeramente mientras apuntaba a Harry y Aliyah, y viceversa. Al parecer estaba pensando a quien elegir para sufrir primero. Que considerado. —. Cornelius nunca llegó a saber que fuí yo quien envío a los dementores contra Potter el verano pasado, pero de todos modos le encantó tener una excusa para expulsarlo.

Aliyah no entendía nada, y sinceramente, estaba algo angustiada al ver el movimiento de varita de Umbridge.

— ¿Fue usted? — preguntó Harry atónito. —. ¿Usted me envió a los dementores?

— Alguien tenía que actuar — respondió la profesora, manteniendo su varita en dirección a Aliyah por más tiempo de lo necesario, cosa que colocó nerviosa a la Slytherin. —. Pero eso no es nada... ¿Qué te parece Black, ser la primera? Quizás tengas algunos secretos que quieras compartir. Tu apellido tampoco ayuda mucho, ¿no es así?

— No, no los tengo — sonrió nerviosamente, intentando ganar tiempo. —. Uhmn, ¿es una buena hora para tomar té? Usted los prepara muy bien — mintió, y se notó, por la mueca de su rostro. —. Me retracto, eran horribles. ¿Usted acaso sabe lo que es el gusto? Un sentido del ser humano... Creo que a usted le falta ese sentido...

Las cejas se fruncieron totalmente en el rostro de la Sapa, y se preparó para apuntarle al estómago.

— ¡Cruc...!

Y Aliyah cerró los ojos, intentando que el dolor no fuese tan horrible, pero una voz agitada interrumpió el hechizo.

— ¡No! — chilló Hermione, intentando salirse del agarre de Pansy. —. ¡No! ¡Harry, Aliyah, tenemos que contárselo!

— ¡Nada de eso! — bramó el de lentes, fulminando a la castaña con lo poco que podía ver. La pelinegra frunció el ceño.

— No le subas el tono de voz... — murmuró la Slytherin, sin ser escuchada ante el alboroto.

— ¡Tenemos que hacerlo! Van a obligarlos de todos modos, así que, ¿qué sentido tiene? — exclamó la Gryffindor, intentando que la mirada de su novia se juntara con la de ella.

Por supuesto, la mirada de Aliyah siempre estaba en Hermione. Al momento de juntarlas nuevamente, la pelinegra supo que tenía que confiar en su chica.

Y la castaña empezó a llorar débilmente sobre la túnica de Pansy, que al ver esto, soltó un débil "Ugh, babas".

— ¡Vaya, vaya! — exclamó la profesora, con una sonrisa excesivamente triunfante y desagradable. —. ¡Doña Preguntitas nos va a dar algunas respuestas! ¡Adelante, niña, adelante!

— ¡Her... mio... ne..., no! — balbuceó Ron, que estaba en completo nervios por la declaración de la Gryffindor.

— Lo... lo siento, pe... perdonenme... — balbuceó la castaña. —, pe... pero no puedo so... soportarlo...

— ¡Está bien, niña, tranquila! — dijo Umbridge, que agarró a Hermione de los hombros, sacándola del agarre de Pansy, y la sentó en la butaca de chintz. Se inclinó sobre ella y añadió: —. A ver, ¿con quién se estaban comunicando Potter y Black hace algunos momentos?

La ojigris frunció su ceño al ver la interacción brusca de esa señora con su novia.

— Bueno — contestó Hermione, tragando saliva. —, intentaban hablar con el profesor Dumbledore.

Ron se quedó de piedra, con los ojos como platos; Ginny dejó de intentar pisar los pies de Theo y Blaise; y hasta Luna adoptó una expresión de leve sorpresa.

Oh, vaya.

Por fortuna, Umbridge y sus idiotas estaban concentrados en las palabras de Hermione, no pudiendo notar los leves indicios de sorpresa.

— ¿Con Dumbledore? — repitió la sapa rosa, entusiasmada. —. ¿Acaso saben dónde está?

— ¡Bueno, no! — sollozó Hermione. "Una gran actora", pensó Aliyah. —. Hemos probado en el Caldero Chorreante, en el callejón Diagon, en Las Tres Escobas, y hasta en Cabeza de Puerco...

— ¿Cómo puedes ser tan idiota? ¡Dumbledore no estaría sentado en un pub mientras lo busca el Ministerio en pleno! — gritó Umbridge, con bastante decepción.

— ¡No le grites, mierda! — gruñó la Slytherin, con una mirada bastante amenazadora. —. No es nuestra culpa si ustedes, los del Ministerio, son tan tontos como para no encontrar a un anciano, y tienen que recurrir a los alumnos.

La mirada de Umbridge se oscureció más, mientras que la mirada de Hermione estaba cada vez más preocupada.

Aliyah sabía que probablemente se ganaría tres meses de castigo con todos sus insultos, pero valía la pena. No podía dejar que insultara a Libritos.

— ¡Cállate, Black! — chilló la profesora. —. ¡Vas a tener tres meses de castigo constante, insolente!

Lo sabía.

— ¡Es que..., es que necesitábamos decirle algo muy importante! — gimió Hermione, que se tapó el rostro con ambas manos; Aliyah comprendió que ese gesto no era de nervios, sino de disimulo.

— ¿Ah, sí? — dijo la profesora, volviendo a animarse. —. ¿Y qué era eso tan importante que querían decirle?

Qué usted es un pedazo de estiércol de unicornio.

— Pues queríamos decirle que..., que..., ¡que ya está lista! — balbuceó la Gryffindor.

— ¿Lista? — se extrañó Umbridge, volviendo a intentar sacudir por los hombros a Hermione, de no ser por la mirada asesina de una Slytherin en la habitación. —. ¿Qué es lo que está listo, niña?

— El... el arma. — respondió la ojicafé, bajando la mirada.

— ¿El arma? ¿Qué arma? — exclamó Umbridge, con los ojos casi saliendo de sus cuencas debido a la emoción. —. ¿Habrán desarrollado algún método de resistencia? ¿Un arma que puedan emplear en contra del Ministerio? Por orden de Dumbledore, claro...

— ¡S... s... sí — farfulló la castaña. —, pero cuando se marchó todavía no la habíamos terminado y a... a... ahora nosotros la hemos terminado solos y, te... te... teníamos que encontrarlo para decírselo!

— ¿De qué tipo de arma se trata? — preguntó Umbridge, manteniendo un poco la distancia debido a la mirada constante de la Black en ella.

— No... no... nosotros no lo entendemos del todo — respondió Hermione sorbiéndose ruidosamente la nariz. —. So... sólo hicimos lo que el profesor Dumbledore nos... nos dijo que teníamos que hacer.

La profesora se enderezó. Estaba exultante de alegría.

— Llévame hacía donde está el arma. — ordenó la sapa, con voz chillona.

— No quiero enseñarselas... a ellos. — contestó la Gryffindor, señalando al grupo de Slytherins, (menos los amigos de Aliyah, y la propia Aliyah).

— No eres nadie para poner condiciones. — espetó Umbridge.

— Vale — repuso Hermione, que volvía a sollozar con la cara tapada. —. ¡Vale, que la vean, y espero que la utilicen contra usted! ¡Sí, mire, invite a un montón de gente a venir a verla! Le... le estará bien empleado... ¡Sí, me encantaría que to... todo el colegio supiera do... dónde está, y co... cómo emplearla, así, si vuelve usted a molestar a alguien, podrán... deshacerse de usted!

Aliyah no podía estar más enamorada de la castaña. Una sonrisa divertida y algo tonta se asomaba por sus labios.

Esas palabras, a diferencia de la Slytherin, le habían afectado bastante a la profesora, que miraba a su Brigada Inquisitorial con recelo y desconfianza. La mirada de Umbridge volvió hacia Hermione, mientras imitaba el falso tono maternal que fingía constantemente.

— Está bien, querida, iremos tu y yo solas... y nos llevaremos también a Potter, ¿de acuerdo? ¡Vamos, levántate!

— ¿Y yo qué? — preguntó la ojigris, con indignación.

La mirada de la profesora se detuvo en ella, pensando.

— Estaría bien que aprendieras a comportarte. Mis niños te enseñaran bien, eso confío — soltó Umbridge, con una sonrisa para nada inocente. —. Chicos, encarguense de ella. Traten de no llamar mucho la atención.

La Gryffindor iba a replicar nuevamente, pero la voz de Crabbe la interrumpió.

— Profesora, profesora Umbridge, creo que algunos miembros de la Brigada debería acompañarla para vigilar que esos tontos no hagan nada — intervino Crabbe, con una voz presumida. —. Además, no creo que Black sea un inconveniente para más de una persona. Es inútil si no está con su varita.

— Soy una funcionaría del Ministerio perfectamente capacitada, señor Crabbe — Umbridge se acomodó la chaqueta rosada fuerte, mientras fruncía sus cejas al sentirse ofendida. —. ¿De verdad cree que no puedo defenderme yo sola de dos adolescentes sin varita mágica? — lo atajó con aspereza Dolores. —. Además, no parece que esa arma de la que habla la señorita Granger sea algo que deban ver unos colegiales. Permanecerán aquí y se asegurarán que ninguno de éstos — señaló a Ron, Ginny, Neville, Luna y Aliyah. — escape.

— Como usted diga. — gruñó Goyle con irritabilidad. A su lado, acababa de llegar Millicent.

— Ustedes dos adelante de mí. Me enseñaran el camino — ordenó la profesora, mientras apuntaba con su varita las espaldas de Hermione y Harry. —. Adelante.

Apenas los tres salieron de la habitación, se formó un escándalo. Theo, Blaise y Pansy empezaron a golpear e intentar noquear a Goyle y Crabbe, mientras que Aliyah se golpeaba y defendía de Millicent.

Draco, por su parte, se mantenía al lado de Luna y Ginny, observando todo con diversión. Astoria y Ron, estaban hechos pánico. O al menos, el pelirrojo.

Duraron unos minutos así, hasta que las tres serpientes estuvieron inconscientes.

— Disfruté como nunca eso. — suspiró la pelinegra mientras reía.

— Créeme que yo también. ¿Le viste la cara a Crabbe? Parecía escremento de Thestral. — soltó entre carcajadas Theo, mientras asujetaba su estómago por el dolor.

— Mis uñas. Que desgracia, me las había hecho ayer en la noche. Y me las rompí con estos idiotas — exclamó Pansy, al borde de la desesperación. —. Espero esa vieja descerebrada nos dé un aumento a la Brigada — comentó la pelicorto, con asco. Giró su mirada hacia los cuerpos de los tres gigantes, sonriendo. —. Oh, bueno, lo que queda de la Brigada.

Aliyah soltó una carcajada, exclamando en voz alta.

— ¡Oh, dios, Parkinson! ¿Qué has hecho? ¡Arruinaste la bella cara del gorila! Que pecado — sonrió entre risas. — ¿Qué nos hará nuestra increíble profesora Umbridge? ¡Oh, no, no!

El grupo entero se soltó a risas, incluidos Luna, Ginny y Ron, que aunque no entendían nada, estaban en paz al ver la golpiza que el grupo le había dado a los chicos.

— Creo que Crabbe se equivocó, Ali — comentó Blaise, sonriendo con burla. —. Si uno de estos idiotas hubiesen acompañado a esa señora, terminaban muertos todos. O aún mejor, terminaban así.

Y le señaló a Millicent, que roncaba sin pudor mientras dejaba un rastro de baba en el piso.

— Que asco. — soltó la Black, sonriendo. Estaba orgullosa de haber golpeado al chico. Después de todo, le había faltado el respeto a su novia. Se lo merecía.

Solo, esperaba que Popotter y ella estuvieran bien.

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