La joya de la corona

By elemdrz

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La mayoría de edad de la princesa implica un montón de cosas. Para Juanjo, concretamente, la oportunidad de c... More

Llamamiento
El coro de los hijos del divorcio
En la oscuridad
80's y ojeras
Sálvese quien quiera
Bichos
Déjales entrar
El mundo entero
Sudando
Casa encantada
Ángel triste
Hechizo
El Amor
Estrella
¡Ya no puedo más!
Siempre Nada
El Malo Final
Solo y sin Ganas
Quiéreme/ Si me quiero
Muchísimo (final)

Rave

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By elemdrz

una de mis canciones favoritas chicas

Los dos meses hasta la boda pasaron rápido. Juanjo se pasaba los días con Marcos, intentando que el mayor aprendiera lo máximo posible antes de llegar al altar. Acabaron aprendiendo los dos bastante sobre el funcionamiento de la corona, las tareas que conllevaba ser Rey.

Sus padres habían acogido con agrado la noticia de que Juanjo heredaría el marquesado. El chico aprendió durante su tiempo ayudando a Marcos que se le daban bien la gestión de tierras y la preparación de eventos sociales. Se movía como pez en el agua. Sus padres estuvieron encantados de saber que el título se mantendría en la familia ahora que Juanjo no sería Rey. Él estaba contento de poder ayudar.

Denna se casó un mes y pico antes de la boda Real. Juanjo lloró al verla vestida de novia y luego al verla en el altar de la mano de Alex. Y lloró un poco más cuando tuvo que ayudar a su rubia a hacer las maletas para irse de casa. Aceptar que nunca más vivirían bajo el mismo techo. Su madre se emocionó también, diciendo cosas de madre como que "parecía mentira lo rápido que habían crecido". De todas formas, todos se alegraron mucho por ella, que parecía tener una luz nueva en el rostro y en sus gestos.

Una semana antes de la boda a Juanjo se le antojó imposible seguir aguantándose las ganas de preguntar. Le comían los nervios por dentro ante la posibilidad de encontrarse a Martin, de tener que enfrentarlo en una sala de gente.

No sabía cómo se sentiría, cómo se saludarían. ¿Cómo iba a darle la mano al que habría jurado que era el amor de su vida? ¿Cómo iban a actuar con distancia cuando entre ellos había habido tanto cariño? Le preocupó que hubiera cambiado, que estuviera más guapo sin él. De repente deseó con todas sus fuerzas que estuviera feo. Horrible.

Juanjo podría jurar que desde que Martin había salido de su vida estaba más feo.

Que había estado más guapo cuando Martin le miraba bonito, o, mejor dicho, lo había estado porque Martin le miraba bonito.

Le preocupó no haberse olvidado en absoluto de él, o, peor aún, que estuviera tan cambiado que no pudiera reconocerle. Entender que seguía soñando con una persona que cuatro meses después no existía.

Cuatro meses que habían parecido una vida entera, aunque aún tuviera el recuerdo de Martin clavado en el pecho como si hubieran estado juntos hacía apenas unas horas.

Creyó que sería mejor si estuviera preparado para verlo, si tuviera una semana para prepararse, para practicar saludos delante del espejo, para poder mirarle a la cara sin echarse a llorar, o sin gritarle.

Ese era un nuevo sentimiento que se había ido instalando en su mente poco a poco, como sin querer, en las últimas semanas. Rabia. Enfado. Con Martin, por no quedarse, con él mismo, por no irse con él. Le reprochaba, sabía que injustamente aunque a veces se le olvidaba, el hecho de no haberlo peleado más. Esa pena inicial, ese echar de menos, se había trasformado sigilosamente en un enfado, en una rabieta, en una búsqueda de culpables que había llevado directa a Martin, porque no estaba allí para defenderse.

No lo admitiría nunca, pero odiarle era una excusa para seguir pensando en él a todas horas.

Lo contrario al amor no es el odio, es la indiferencia. Y Juanjo le quería demasiado como para olvidarle tan fácilmente, así que había caído en el rencor para poder seguir pensándole sin sentirse estúpido por agarrarse a algo que ya no estaba.

- ¿Va a venir?- Marcos sabía de qué hablaba sin que tuviera que aclarárselo. Su amigo había presenciado todas y cada una de las fases del duelo sin decir nunca nada, sin presionarle a hablar. Su amistad era muy distinta a la que mantenía con Paul, quien siempre le insistía en que se abriera, en que llorara si lo necesitaba. Marcos en cambio le ofrecía un cigarrillo y le cambiaba de tema, quizás habiendo recibido una educación demasiado basada en estereotipos como para saber qué hacer si otro hombre se ponía a llorar. Juanjo recordaba aún la palmada burda en la espalda que les había dado el día que se conocieron. "Muy hetero" le había dicho a Martin. No se equivocaba. Pero a veces lo agradecía. Cuando no le apetecía mucho hablar. Cuando solo quería distraerse.

- No ha respondido a la invitación. No creo que venga. Ruslana no cuenta con él.

Juanjo asintió, zanjando la conversación, y Marcos no preguntó más porque no había nada más que preguntar. Hablaron de la despedida de soltero, de la que se encargaría Juanjo. Irían amigos de toda la vida de Marcos y también Paul y Álvaro. Habría cerveza y música en directo y a Juanjo los preparativos le sirvieron de distracción toda la semana para dejar de pensar en la sensación rara que le había invadido cuando se había enterado de que no iba a ver a Martin. No supo reconocerla, aunque se parecía mucho a la decepción. Quizá se había convencido a sí mismo sin querer de que iba a ver a Martin, de que su despedida no había sido para siempre. Ahora que había entendido que no iba a volver a verlo se enfrentaba a la realidad de que sí lo había sido. Que ese recuerdo de su última noche juntos iba a ser todo a lo que poder agarrarse. Para odiarlo, para no olvidarlo.

Se lo pasaron bien esa noche, la noche de la despedida de soltero, dos días antes de la boda. Brindaron, bebieron, comieron bien y escucharon mucha música. Álvaro les había cerrado el bar para ellos. No eran muchos, pero conseguían que pareciera que el local estaba lleno, con sus voces más altas de lo normal, debido al alcohol y sus bailes torpes que llenaban la pista.

Estaba contento, tranquilo. Quizá era el alcohol, pero se sentía en paz. Paul hacía bailes poco coordinados y Álvaro le miraba embobado, como si su chico pareciera un ángel y no un animal en un ritual de apareamiento y Juanjo no podía más que soltar carcajadas ante la escena. Marcos y sus amigos tocaban música y bebían y todos parecían ser amigos de toda la vida a pesar de que Paul y él los habían conocido hacía apenas unos meses.

Quiso agarrarse a esa sensación del alcohol bajándole por el pecho, de sus amigos que le sostenían y de la música retumbando en sus oídos. Quiso recordarse que aún era joven, y rezar por que eso que dicen de que el tiempo lo cura todo fuera verdad, aunque hubiera días que le parecía imposible.

Realmente pensándolo a posteriori, Juanjo dudaba que de verdad la música se hubiera parado. Pero él juraría que en ese momento las notas musicales habían cesado para dejar lugar a un pitido infernal que le taladraba la cabeza en cuanto vio como Álvaro se dirigía a la puerta para abrir y observó esas caderas que se había aprendido de memoria contonearse para entrar en el bar.

Un pie tras otro hacia dentro de ese antro y un pie tras otro de vuelta a la cabeza de Juanjo que había tardado tanto en esconderle en un rincón y que ahora volvía a abrirle paso para que se colara en todas las esquinas. Sintió que no podía hablar, que cada parte de su mente pertenecía ahora al chico del bigote que entraba en el bar con la duda en sus gestos y evitando la mirada del marqués.

Martin iba acercándose a Marcos, y Paul, inconscientemente, se colocó entre la figura del príncipe y Juanjo, como si así pudiera proteger a su amigo, que tenía tal nudo en el pecho que era incapaz de moverse. Paul rodeó al marqués por los hombros, en un intento por que aquel contacto le devolviera a la realidad. Y Juanjo por fin consiguió desviar los ojos de Martin para mirar a su mejor amigo.

- ¿Pitipausa?- se lo dijo con una sonrisa que planeaba ser acogedora, sacarle de allí rápido. Y Juanjo no pudo estar más agradecido ante la opción de salir del local cuanto antes. Le estaba empezando a faltar el aire.

Simplemente tragó saliva, asintió, y se dejó arrastrar por su mejor amigo hacia la calle. De fondo pudo oír la voz de Martin saludando a Marcos.

- He ido a Palacio, pero Rus me ha echado diciendo que era noche de chicas y que tendría que venir aquí enseguida a darte a ti la enhorabuena y a controlaros y...

No pudo escuchar nada más porque la puerta de la calle se cerró a sus espaldas y Juanjo sintió que por fin le entraba el aire en los pulmones. Se encendió el cigarro con los dedos temblorosos y Paul esperó a que le diera un par de caladas antes de hablar.

- Podemos irnos a casa, si quieres.

- ¿Álvaro sabía que venía?- Juanjo había entrado otra vez en ese bucle peligroso en el que la única salida posible a todas esas emociones que amenazaban con volverlo loco era buscar un culpable.

- Juanjo...- La voz de Paul intentaba ser tranquilizadora. A Juanjo la impotencia que había sentido al verlo se le había tranformado en rabia.

- ¿Tú lo sabías?- Entonces Paul frunció el ceño. Ofendido. Molesto de repente. Su tono de voz dejó de ser suave para saltar a la defensiva.

- ¿Me estás vacilando? ¿Crees que si lo hubiera sabido no te lo habría dicho?- Juanjo soltó un suspiro. Agobiado. Sobrepasado. Sabía que tu amigo tenía razón.

- Perdona es que...

- Seguramente Álvaro lo sabía. Que iba a volver. Pero es su amigo, Juanjo. Su mejor amigo. No puedo enfadarme porque no le traicionara. Yo también te hubiera guardado el secreto.

- Ya, pero...- Soltó otro suspiro, como tratando de contener la rabia que amenazaba con atragantarle. Paul, sin embargo, le colocó una mano en el hombro, animándole a continuar.- ¡No tiene ningún derecho, joder! Se fue. Me dejó aquí. A todos. Con el lío que había montado. Se piró y me dejó solo para superarle. Solo con todo ese amor que no sabía dónde poner, que no podía darle a nadie más porque era solo suyo. Solo con todo el amor que me sobraba y que me recordaba cada día que se había ido. Cuatro meses cargando con una mochila llena de cariño sin destinatario para que ahora él se presente aquí como si nada. Es injusto.

- Juanjo...

- ¡No! ¡Ya sé que me vas a decir que es la boda de su hermana! Que tiene derecho a estar aquí... ¡Pero es que me da igual! No puede aparecer sin avisar...

- Juanjo...

- ¡Y encima está más guapo! ¿Te lo puedes creer? Seguro que hasta ha dejado de fumar. Que ahora sale a correr por las mañanas y come más verduras. Y a mi me ha dejado con este hábito de mierda...- Señaló con la cabeza al cigarro que se estaba fumando.- Se ha repasado el corte de pelo, estoy seguro.- La frustración con la que hablaba era casi cómica.- ¡Estoy seguro de que a mi me ha salido alguna cana en este tiempo! Creo que tengo hasta arrugas de llorarle. ¡Y el cabrón va y aparece con esa cara que tiene! ¡Él y su puto bigote! ¡Es injusto! El muy hijo de la gran- la mano de Paul sobre su boca le cortó el hilo de voz.

- ¡Juanjo!

Hizo un gesto de cabeza, señalando hacia un lado con los ojos. Juanjo siguió el recorrido para acabar posándose sobre los ojos de Martin, que le miraban muy abiertos desde la puerta del bar. En cuanto se dio cuenta de que el marqués le miraba, apartó los ojos, sonrojado.

- ¿Cuánto has oído?- se dirigió a Martin.

- Nada yo... Me iba ya.- El chico se revolvía, incómodo.- No quería molestar. Solo quería saludar a Marcos.

Paul les miraba a los dos como el que observa un partido de tenis. Tardó poco en decidir que sobraba.

- Yo me voy dentro chicos... Creo que Álvaro necesita ayuda con la música. Es la tercera vez que pone esta canción.- Le dio un apretón a Juanjo en señal de apoyo y una sonrisa incómoda a Martin antes de desaparecer dentro del local.

Se quedaron solos, en silencio. Martin tardó un rato en decidirse a hablar.

- Tú también estás guapo, Juanjo.

- Cállate. No digas eso. No digas nada.- Seguía sin ser capaz de formar un pensamiento coherente, de enfrentarse a él.

- No creo que sea justo que me trates así cuando...

- ¿Has dejado de fumar?-  Juanjo le miró demandante. Casi frío. Martin asintió, incómodo.

- Hace un mes o así.

- Creo que te odio.- Ese hecho simple, ese leve indicio de que a Martin le había ido mejor desde que se habían separado, amenazó con enterrarle bajo tierra.

- ¿Sí?

- Sí.- Era mentira. Se había pasado semanas intentándolo, hasta creía haberlo conseguido, pero teniéndolo delante con sus ojos brillantes y su calor tan cerca aquel sentimiento se le hacía muy lejano. Aún así sacó pecho, orgulloso, decidido a ganar esa batalla en la que solo estaba luchando él. Martin había dejado de fumar, estaba guapo y él se había pasado cuatro meses llorando, pero no pensaba dejar que nadie adivinara que él había salido peor parado de esa "ruptura" que ni siquiera lo había sido.- Pero no quiero que te vayas porque piensas que es incómodo para mí. No eres tan importante. Puedo sobrevivir a aguantarte una noche.

Martin enarcó una ceja. Extrañado ante el comportamiento de un Juanjo al que le estaba costando reconocer. Aún así, entró al trapo. A dar donde más dolía podían jugar los dos.

- Pues entramos.


El príncipe entró detrás de Juanjo que de pronto había entrado en una especie de piloto automático que le llevó directo a la barra a por una copa.

- Un vodka limón.- Fue una provocación. Quería una reacción.

- Otro.- Martin se unió al juego. Juanjo tenía el enfado clavado en la mirada. El desafío.

Se lo bebieron de un trago, como restándole importancia a la bebida que había sido tanto para ellos. Juanjo bailó con Paul, quien les miraba extrañados. 

Ignoró con tanto esfuerzo a Martin que se pasó toda la noche pensando en él. Martin hacía lo mismo, siguiéndole a la barra cada vez que llenaba su copa. Demostrando que él no era menos. Significara lo que significara eso.

Los amigos de Marcos se fueron a eso de las tres. El futuro Rey se despidió a las 4 con la excusa de que tenía que madrugar al día siguiente. Y Paul y Álvaro, también muy borrachos, se empezaron a liar descaradamente en la pista a eso de las 5, cuando Martin y Juanjo llevaban ya 6 copas. Decidieron que era más incómodo quedarse a presenciar eso, que salir de allí juntos.

Salieron del bar a la calle y el frío les golpeó de tal forma que hizo evidente el efecto del alcohol que llevaban encima. Las farolas daban vueltas y el suelo se tambaleaba bajo sus pies.

- Necesito una botella de agua y un paseo.- Fue la conclusión de Martin.

- Joder. No puedo llegar así a casa.- Martin miró a su acompañante y soltó una carcajada, superado por el surrealismo de la situación y liberándose de esta tensión que llevaba horas masticando.- No te rías. Esto es culpa tuya.- El puchero enfurruñado de Juanjo no hizo más que aumentar su risa.

- ¿Mía? ¡Eres tú el que ha empezado!

- ¡has sido tú con tus hábitos saludables y tu pelo recién cortado! Vuelves de tu retiro siendo Mr perfecto y yo soy poco más que un despojo humano.

- ¿Soy Mr perfecto?- Martin estaba divertido, enganchado en ese ambiente de tira y afloja que siempre les había envuelto cuando estaban juntos, que siempre le calentaba el pecho.

- Cállate.- Juanjo se llevó entonces la mano a la frente e hizo una mueca.- Madre mía... Somos gilipollas. Mañana me va a doler muchísimo la cabeza.

- Touché. Vamos a dar un paseo a ver si en un rato consigo dejar de ver doble.

Juanjo quiso negarse, pero necesitaba ese paseo y no estaba seguro de poder llegar a su casa solo. Además la idea de pasar un rato con Martin tampoco le parecía demasiado horrible, quizá por las copas de más que se había bebido. Ya tendría tiempo de arrepentirse.

Pasearon un rato antes de sentarse. Martin le contó anécdotas superficiales de ciudades desconocidas y Juanjo le narró la boda de Denna. Pronto acabaron hablando de todo. De sus amigos nuevos, de sus agobios, de sus nuevos gustos.

Sintió vértigo de pensar en lo fácil que había sido volver a charlar con el menor como si no hubiera pasado el tiempo entre ellos. De volver a hablar ese lenguaje secreto que creía perdido y que había revivido en cuestión de minutos. En lo rápido que había vuelto a sentir ese hormigueo en la boca del estómago y a recuperar esas carcajadas que resonaban en su caja torácica. Martin se había vuelto a colar en su sistema como una droga que hacía efecto rápido y tardaba mucho en vaciarse del torrente sanguíneo.

- Te he echado de menos.- Fue Martin quien lo dijo primero. Se habían sentado en el banco. Llevaban un rato charlando en bajito, porque estaban tan cerca que no necesitaban alzar más la voz. A Juanjo le saltaron todas las alarmas.

- No es justo que me digas eso.- Fue un suspiro derrotado. Pero se acercó más. Sus alientos se entremezclaron y sus frentes se chocaron. Cerró los ojos ante el contacto.

- Pero es que es la verdad.- El menor se colocó más cerca para acariciarle la punta de la nariz con la suya. Juanjo quiso separarse, pero la mano de Martin se adelantó, colocándose en su nuca para acariciarle el cuello y acabar con toda su cordura. Las manos de Martin sobre su cuerpo quemaban más incluso de lo que recordaba.- Déjame darte un beso... Solo uno.- El príncipe estiró el cuello para adelantar su barbilla y terminar con el espacio que los separaba, y Juanjo abrió los ojos. Quería retener esa imagen. La de Martin con la respiración acelerada, los ojos cerrados, las mejillas sonrosadas y sus labios buscando ansiosamente el contacto con los suyos. Buscándole a él.

Cedió ante la imagen y dejó que Martin le besara como quisiera. Primero acariciándole con los labios y luego hambriento, demandante. Deshidratado por el alcohol y bebiéndose su boca. Juanjo guió sus manos automáticamente a su cadera y notó a Martin estremecerse ante el contacto. El menor se separó un poco.

- Lo sabía. No se siente así con nadie más. 

---

lo dicho, muy emocionalmente implicada con estos silly little personajes (igual por lo mucho que es verdad eso de que las historias beben de la realidad), he tardado mucho más de lo pensado en acabar el capítulo, espero que os guste!!!

un beso de fresa. igual la alargo un pelín si me lo piden juanjofic y martinfic.

chau. ele<3

pd. (curiosidad profesional) vosotros os poneis guapos o feos cuando lo dejáis con alguien??? yo personally soy más juanjofic. mi ex dejo de fumar cuando lo dejamos y casi voy a su casa a matarlo!! hasta pronto

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