- Annia, mi niña. - Una voz conocida me llamó desde la distancia. - Aquí estás.
- ¿Madre?
- Te estuve esperando, preparé tu tarta favorita para que podamos celebrar tu llegada.
En verdad era ella. Se encontraba sentada frente a la chimenea en uno de los sillones de nuestra cabaña con una gran sonrisa en la boca mientras me miraba.
Creo que nunca la había visto tan feliz.
Ni siquiera recordaba cuando había regresado a casa, pero poco me importaba. Todo seguía igual a como lo dejé, solo que ahora se sentía un poco más cálido con la presencia de mi madre.
- ¡Mamá! - Corrí hasta ella y la abracé sin esperar más. - Te extrañé muchísimo, tenía mucho miedo de que algo pudiera pasarte. Lo siento, no debí irme de casa, debí seguir tus reglas como me enseñaste.
- Oh mi niña valiente... Todo está bien. - Hace muchos años no escuchaba esos apodos, lo que me hicieron aumentar un poco más mi agarre. - Lo importante es que regresaste conmigo ¿Qué tal si me cuentas lo que sucedió? También podrías agregar algo sobre ese guapo muchacho con el que estabas.
- ¿Carter? ¿Lo conoces? - Rió y me separé para mirarla.
- Por supuesto que lo conozco. Fue muy amable y más agradable de lo que pensé.
- ¿Está aquí? - Busqué de inmediato por los alrededores, pero no podía ver más allá. Era como si una niebla espesa en el ambiente limitara mi vista. - Él... ¿Me trajo?
- Algo por el estilo.
- Quiero disculparme por lo que le dije antes de venir, fuí muy injusta.
- Lo lamento mi niña, eso no se va a poder. Él está ahora muy lejos de aquí. - Sentí que mi alma cayó a mis pies.
Era obvio que se había enfadado conmigo. No se merecía ese trato de mi parte.
- Soy una tonta. - Llevé las manos a mi cabeza cuando empezó a doler. - ¿Te parece si algún día vamos al castillo? Sé que hay mucho para aclarar entre nosotras, pero quisiera hablar con él.
- Annia...
- Al menos déjame despedirme, madre. Es lo único que te pido, solo quiero verlo una última vez. - Bajé la mirada a mis dedos avergonzada cuando supe que debía aclarar un tema en voz alta, al que le había estado dando vueltas. - Yo... Creo que me gusta. Y bueno, no lo sé, pero tal vez podría llegar a gustarle también.
- ¿Gustarle? Por favor, Annia. Es una locura incluso creerlo. - Se rió con sarcasmo hundiendo mi corazón y después me miró muy seriamente. - Él es un príncipe y tú ni siquiera debiste irte desde un principio. No vas a volver a verlo.
Quería responderle, pero las palabras se atoraron en mi garganta y me veía incapaz de poder pronunciarlas.
- Por supuesto que iba a ser amable contigo, mírate. Eres todo lo que nunca ha podido tener. No equivales a algo más en su vida que a un simple reto. - Suspiró pesadamente. - No me demuestres lo ingenua que eres al creer una tonta fantasía romántica. Te eduqué mejor que eso.
Asentí buscando la manera de tragarme mi tristeza al escuchar su verdadera personalidad una vez más. Nadie allá afuera había sido así de duro conmigo, mucho menos él... ¿Debía creerle? Pudo besarme cuando tuvo oportunidad, si solo quería eso de mí ¿Por qué no lo hizo?
Desvíe la mirada como si pudiera leer mis pensamientos y fue cuando noté que iba vestida exactamente igual al día en que se fue.
- Madre ¿Cómo es que llegué aquí?
Algo en todo esto no me encajaba y empezaba a desesperarme. La situación era extraña, sin sentido alguno ¿Cómo sabía Carter dónde vivía? Ni siquiera yo recordaba el camino.
- No puedo decirte eso. - La miré extrañada al escucharla mucho más rígida y percibí que algo no andaba bien. Podría jurar que no se había movido ni un centímetro en todo este tiempo.
- ¿P-por qué no? - Mi corazón latía con fuerza como si supiera algo que yo no. El pánico se alojó en mi garganta y mi visión comenzó a reducirse aún más.
- Porque soy yo la que no está aquí, Annia. Estoy muerta.
Al momento de decir eso, la imagen cambió en su totalidad. Ahora estábamos en medio de una tormenta de nieve sobre alguna montaña, incluso podía sentir el frío calarme hasta los huesos de forma bestial, como si estuviera allí de verdad.
Rodeé mis brazos buscando algo de calor y la miré para que pudiera decirme como salir de ahí pero ya no era la mujer fuerte de siempre. Ahora un frío cadáver destrozado era lo que me devolvía la mirada con lo que quedaba de sus ojos fijos en mí y una espeluznante sonrisa.
- No confíes en nadie, no enseñes tu punto débil, no desveles secretos que puedan abrir el cofre.
- ¿Qué quieres decir con eso? - Tuve que gritar para que pudiera escucharme sobre el ruido del ambiente. - Por favor ya para, sé que esto no es real, pero me estás asustando.
- No confíes en nadie, no enseñes tu punto débil, no desveles secretos con los que puedan abrir el cofre. - La voz de ultratumba repetía una y otra vez la frase dentro de mí mente. Llevé las manos a mis oídos intentando apaciguarlo, pero solo se volvía más fuerte.
Cerré mis ojos sin poder soportarlo más y grité desesperada, hasta que de pronto...
Desperté.
Mi respiración y el latido de mi corazón eran un descontrol, incluso todavía tenía pequeños temblores en mis extremidades a causa del frío.
Observé todo mi entorno viendo que estaba en mi habitación del castillo, con una ropa distinta en mi cuerpo. No podía recordar nada de lo que había sucedido, ni tampoco supe cómo llegué aquí una vez más, pero rogaba no volver a dormirme.
Sobre todo, rogaba que no estuviera en otra pesadilla.
La puerta de la habitación se abrió dejándome en alerta con un sobresalto, por ella se adentró Carter que tenía una clara expresión de agotamiento en su rostro. Levantó la mirada y sus ojos cansados se iluminaron al verme.
- Hey, al fin despertaste.
- ¿Qué sucedió? - Por más que mi cuerpo pedía a gritos correr a sus brazos, necesitaba asegurarme de que esto estaba realmente sucediendo.
- ¿No lo recuerdas? - Se acercó con cautela probablemente por el recelo en mi mirada y se sentó a orillas de mi cama.
- Recuerdo un poco de nuestra conversación. - Mis ojos se llenaron de lágrimas al entender que no estaría lista para asumir que al menos eso sí fue real. - Te debo una disculpa. No tenía que decirte esas cosas, tú solo estabas intentando ayudarme. Fui cruel contigo y dije cosas que no son verdad.
- Annia... Lo entiendo, no tienes que decir nada más. Solo... Ven aquí.
Abrió sus brazos dándome una invitación y no esperé ni un minuto antes de lanzarme hacia él.
Me fundí entre sus brazos cuando me levantó dejándome sentada sobre sus piernas sin ningún tipo de incomodidad, solo buscaba la manera de que nuestros cuerpos pudieran acoplarse y lo logró. Dejé que la sensación de seguridad que me brindaba su fragancia y calor, me embargara por completo, permitiéndome liberar mis lágrimas sobre su pecho.
Me ahogué una vez más en el llanto sin poder respirar, por mi madre, por el miedo que me causó esa pesadilla, por la soledad que sentía, pero, sobre todo, por el dolor de aquella niña pequeña acumulado durante tantos años y que jamás pudo liberar.
No supe cuánto tiempo estuvimos así, no creo que me haya importado realmente, lo único que sí sabía es que estaba más que agradecida por esto. Él se quedó ahí conmigo dejando que liberara mis emociones, sin juzgarme por mi arrebato y sin quejarse, solamente me dio el apoyo que necesitaba.
- ¿Puedo preguntar cuál era su nombre? - Escuché su profunda voz luego de un rato, cuando logré tranquilizarme y sentí su mano acariciar mi cabello dulcemente, apartándolo de mi rostro.
El pasado en su pregunta estrujó mi corazón.
- Rowena. - Susurré tan bajo que no supe si me había escuchado.
- ¿Te gustaría que hagamos alguna ceremonia para ella? Yo me encargaré de todo, solo tienes que pedirlo. - Negué con suavidad aún sin separarme y me aferré a la tela de su camisa un poco más.
Aceptar algo como eso, sería volver realidad su partida y en el fondo de mi corazón, seguía guardando una pizca de esperanza. Si las enterraba a ambas, me hundiría hasta no poder salir.
Necesitaba un poco más de tiempo, pero no sabía para qué, si para lidiar con mi dolor o para regresar a casa y ver qué en verdad todo fue un malentendido. A pesar de que ese sueño me había dejado claro que no era así.
- Causaste un temblor muy grande, ¿Lo sabes? - Sentí su pecho vibrar cuando una pequeña risa se coló por sus labios.
- ¿Todos están bien?
- Tranquila, no hubieron daños, pero hablé con mi padre y nos permitirá ir a investigar un poco más allá en caso de que alguien necesite ayuda. Aunque por supuesto eso no es lo que tenía pensado hacer. - Ahora fue mi turno de reír. - Vamos a escaparnos hasta tu casa, para que puedas traer todo lo que quieras. Ya hablé con Milo y podrás tomar el tiempo que necesites con sus clases, si es que tienes pensado regresar porque... Bueno... Estuve pensado que podrías vivir oficialmente aquí. Si es que estás de acuerdo.
- Tengo mucho que considerar, pero gracias. - Mi voz salió con suavidad dando vueltas a sus palabras. - No me gustaría meterte en problemas. Sin embargo, debo ser realista y admitir que no estoy preparada para afrontarlo yo sola.
- Y no lo harás. - Tomó una de mis manos en su pecho, jugando con mis dedos para luego dejar caricias en mis nudillos que me hicieron perder la cordura. - Yo vivo de los problemas, no tienes que preocuparte por mí. Estamos juntos en esto a partir de ahora.
- ¿Lo prometes? - Me alejé un poco y levanté mi otra mano extendiendo el dedo meñique, pero me retracté al instante. - Perdón, sé que es muy infantil de...
Antes de siquiera poder terminar de hablar, sonrió y unió su dedo con el mío.
- Te lo prometo.
Duramos así un rato más y me contó que estuve dormida durante dos días y medio. Lo más probable es que tuviera una sobrecarga de emociones y poderes llevándome al colapso, por suerte nadie había estado por aquí cuando mi cabello volvió a su color natural porque hubiera sido difícil de explicar.
Me sentía tan pequeña ahí acurrucada entre sus brazos, con tanta calidez en mi corazón, que pensé en no soltarle nunca. Pero por desgracia eso no era posible. Él tuvo que irse a seguir cumpliendo con sus deberes, por lo que justo ahora me encontraba sola en la habitación.
Me abrumaba todo lo que debía pensar nuevamente, tenía que acomodar mis ideas y preocuparme por cosas que nunca creí pasar. No estaba segura si aceptar la invitación de Carter y vivir aquí indefinidamente o solo irme para no molestar a nadie más con mis problemas.
También estaba esa pesadilla. No quería pensar que realmente era mi madre. Muy en el fondo sabía que era una posibilidad, pero hasta ver la cabaña con mis propios ojos, no lo aceptaría.
Por otro lado, se encontraban mis poderes. Mi magia había estado fallando luego de mi desmayo, no respondía ni para poder encender una vela. Parecía ser que aquel descontrol afectó más de lo que creía, así que decidí quedarme el resto del día en mi habitación y tampoco es que tuviera más opciones.
No iba a mencionar los sentimientos que estaban surgiendo en mi interior, porque ya era demasiado para mí, así que solo suspiré y me dejé caer hacia atrás en la cama.
Increíble, pasé de estar encerrada en medio del bosque, a estarlo en una habitación del castillo más sola que nunca.