Subí a la sala vip, la música estaba sonando suave allí, aunque en la zona de abajo apenas si se lograba escuchar cuando venían a hablarte al oído. Era por eso que no me gustaba mucho venir al club antes de saber que aquí estaba Irina.
Me senté en el sofá de cuero, le ordené a uno de los meseros con una señal que viniera y le pedí que me trajera un trago. Sabía que era muy pronto para comenzar a beber, pero necesitaba relajarme, últimamente me era imposible quitarme la tensión de encima.
Llegaron algunos invitados, había pedido que enviaran invitación a otros socios y a algunas personas importantes que podían darle un aura interesante a la noche. Quería que Dimitri se la pasara bien y también cerrar algunos tratos, tenía en mente buenos negocios para ambos.
Lo vi entrar, estrechamos manos y se sentó a mi lado, aunque estaba allí escuchando cuanto le gustaba el club, mi mente no dejaba de pensar en Irina. Quería verle ya, necesitaba verla, sentir el aroma de su perfume y observar su sonrisa.
—¿Me estás escuchando? —pregunta Dimitri trayéndome de regreso a la realidad—. Joder, parece que eres un hombre que te distraes con cualquier cosa.
Se carcajeó, agradecía que se lo tomara con humor. En general Dimitri se me hacía un hombre que se lo tomaba todo con calma, algo ventajoso a la hora de hacer negocios, ya que dos personas de carácter explosivo en un mismo sitio no podría ir bien.
—Te decía, pienso en que sería buena idea llevar un cargamento, uno de los grandes —me comenzó a explicar nuevamente—. Me enteré por Lao que al parecer están planeando apoderase de un territorio y es un plan grande, van a derrocar a una de las familias más poderosas, será una masacre. Él me ofreció una buena paga por el armamento y bueno, pensé en ti.
Estaba a punto de responderle cuando la puerta principal se abrió, vi entrar a Irina, con un vestido plata. El escote pronunciado y la espalda al descubierto, por mi cuerpo recorrió un escalofrío.
Me sentía tan sumergido en ella, en el mover de su cuerpo, que por poco no me daba cuenta de que a su lado venía caminando la rubia, la misma mujer que me había ayudado a saber donde encontrarla antes. Le debía algo a esa mujer, es probable que sin ella podría haberla encontrado, pero de todos modos estuvo dispuesta a hacerme la vida un poco más sencilla.
—Bienvenidas —dije con la voz ronca y me apresuré a ponerme de pie para tomar la mano de Irina que no borraba esa hermosa sonrisa de su rostro—. Te ves encantadora.
Sus mejillas tomaron un poco de color y soltó una leve risa ante mi comentario, sus labios se acercaron a mi oído, sentí el calor recorrer mi cuerpo, me sentía nervioso nuevamente.
—Cuando terminemos esto vamos a festejar juntos —susurró dejando una leve mordida.
Ahogué un gruñido en mi garganta, traté de alejarme un poco de ella para mantener la compostura y no llevármela de allí a otro sitio.
—¿Cómo está Dimitri? —preguntó Irina extendiendo su mano.
Dimitri le dejó un pequeño beso en su mano con una media sonrisa, no me gustó la manera en la que la observaba, pero traté de controlarme, no quería que el inicio de nuestra sociedad se viera afectada. Pero cualquier cosa que tuviera relación con Irina me molestaba, no quería ver a otros hombres tocarle, ni siquiera mirarla con deseo.
—Muy bien, Nikolai se la curró bastante bien, debo de admitir que este sitio es muy agradable —comentó con admiración observando los alrededores—. Es un lugar al que vendría con frecuencia.
Irina se apartó un poco, le tomó la mano a la rubia, Zinaida creía recordar que se llamaba o tal vez ese no era su nombre, no estaba seguro.
—Ella es mi amiga, su nombre es Zinaida —la presentó con una sonrisa encantadora.
Confirmaba que ese si era realmente su nombre, también sabía lo que estaba intentando hacer al presentarle a la rubia, pero no sabía hasta donde esa era una buena idea. Lo que Irina no termina de comprender es que las personas que se involucran en este negocio no siempre terminan como uno espera que lo hagan.
Ella estaba a salvo, lo estaba porque yo la protegería por encima de cualquier cosa, pero en el caso de la rubia, no podría asegurar que al involucrarse con Dimitri terminaría por ser su favorita entre todas las mujeres.
—Encantada —dijo la rubia con voz seductora.
Dimitri soltó una leve risa ronca, como si le hiciera un poco de gracia la manera en la que la rubia estaba intentando seducirlo tan descaradamente, pero aun así se hizo un poco a un lado y le palmeó el asiento indicando que se sentara a su lado.
Llamé al mesero para que trajera una ronda de tragos, Irina fue la primera en beber unos shots de tequila, parecía no solamente feliz, sino emocionada.
Se puso de pie me tomó de la mano y me obligó a pararme, supe en aquel instante lo que estaba intentando hacer, pero yo no era bueno en eso, así que cuando ella comenzó a mover lentamente sus caderas negué.
—Prefiero quedarme sentado —me encogí de hombros—. No sé de bailes, no me gusta tampoco esta música.
—No seas tan aburrido Nikolai, la vida es para experimentar cosas nuevas —empezó a insistir.
Me dejé caer nuevamente en mi asiento, ella rodeó los ojos ante mi actitud y tomó otro trago de tequila. Estaba en claro quién no iba a volver sobria a casa esta noche, aunque no la llevaría a la suya, sino a la mía por supuesto.
Dimitri por su parte no había perdido el tiempo, estaba conociendo un poco más a fondo a la rubia. La tenía entre sus brazos, la estaba besando y podría jurar que si no estuvieran rodeados por personas estarían en esos instantes follando.
De repente perdí de vista a Irina, no sabía si se había mezclado entre la gente o si había ido a buscar algún otro trago, cosa que luego de varios esperaba que no fuera el caso.
Me puse de pie para poder divisar mejor mis alrededores y encontrarla con la mirada, la vi apoyada en la barra, eso me hizo gruñir. La vi sonriendo un poco con el chico de la barra, que le entregó un vaso con una bebida que vaya a saber que era, tenía un color azul.
Se puso a bailar en medio de la pista mientras bebía, pensaba en ir a decirle que se detuviera, que se sentara a mi lado y se comportara como era debido. Pero eso era mostrar que tenía celos de ella, sobre todo cuando sabía que había varios hombres que tenían la mirada puesta en ella y creía que ninguno de ellos se atrevería a aproximarse luego de que la vieron conmigo, pero siempre existe un idiota que viene con ganas de morirse.
Un chico rubio, mucho más joven que ya conocía desde antes, venía de una familia que comenzó desde abajo y no hace mucho tiempo. Quise creer que no simplemente se trataba de un idiota, sino que también era un chico que no sabía como funcionaba este mundo y que el que se mete con la mujer de un hombre como yo, no termina bien.
El chico le tomó la mano a Irina, ella me miró desde el otro lado de la pista, tenía una sonrisa repleta de burla, aquello era una provocación, era su manera de decirme que si yo no lo hacía con ella alguien más estaría dispuesto a hacerlo.
El chico la tomó por la cintura, había estado aguantando, aunque fuese un poco la situación, pero esto era algo que ya no lograba contener. Me puse de pie, Irina tenía la mano alrededor del cuello del chico, que estaba acariciando con suavidad su muslo mientras ella dejaba caer su cabeza hacia atrás.
Nos miramos, ella se irguió y tomó un poco de distancia del rubio, que se quedó allí parado mirándome como si hubiera interrumpido algo que no debía.
—¿Qué piensas que estás haciendo? —dije con firmeza al chico que se encogió de hombros.
—Estoy bailando ¿No lo ves? —preguntó cruzado de brazos mirando fijamente a mis ojos—. ¿No puedes solamente ir a sentarte en donde estabas? Si no eres capaz de darle lo que ella quiere, no esperes que alguien más no lo haga. Siempre habrá alguien dispuesto a dar lo que tú no eres capaz.
Quería tomar mi arma y meterle un balazo justo allí, entre sus aburridas cejas sin forma, pero me contuve, por el simple hecho de que no podía volver a arruinar el ambiente para Dimitri y por Irina, quién no debía de volver a pasar por la misma situación de la vez anterior.
Estaba seguro de que no volvería a pasar una situación como esa, así que hoy era el día de suerte del rubio. Tomé a Irina del brazo y estuve dispuesto a avanzar en dirección al sofá, para volver a sentarme con ella, pero no se movió.
—No iré a sentarme como un trofeo en una estantería, o bailas conmigo o si no puedes volver a sentarte y ver como otro hombre me toca —dijo entre gruñidos.
Estaba ebria por supuesto que lo estaba, era hora de que ella aprendiera una lección, una valiosa lección de la vida. La solté, le di una señal a Timur para que se aproximara y no me detuve a mirarla ni uno solo momento.
—¿Sí, señor? —preguntó Timur que en su rostro temía lo peor.
—Ve, trae a una mujer de abajo, una que sea guapa, la más guapa que encuentres para estar conmigo —le pedí con firmeza.
Me fui a sentar, la rabia me estaba consumiendo, quería acabar con el hombre que estaba tocando a Irina, pero no iba a hacerlo. Quería ver si ella era capaz de soportar ver a otra mujer a mi lado, entonces vi pasar por la puerta a una mujer de largo cabello oscuro, era una morena encantadora.
Timur me señaló y la mujer con una hermosa sonrisa se acercó a mí, ni siquiera dijo una palabra al llegar, se sentó a mi lado y apoyó su rostro sobre mi hombro.
—Siéntate en mi pierna —le ordené mirándola a los ojos.
Ella se sentó sobre mi pierna y rodeó mi cuello con las manos, la tomé por el mentón, lentamente acerqué mis labios a los suyos hasta unirlos en un suave beso. No voy a decir que aquello haya sido desagradable, simplemente fue insípido, no había pasión de por medio, no se sentía ese deseo de querer arrancarle la ropa allí mismo.
Me separé de sus labios, pasé lentamente mi mano por una de sus piernas y pude ver de reojo como Irina estaba parada en medio de la pista mirando toda la situación. Quizá aquella había sido la decisión más estúpida que había tomado, estábamos jugando para ver quién tenía más poder y más control sobre el otro, algo que podía acabar mal.
Ella enlazó sus dedos en el cabello del rubio y lo besó, aquel había sido mi límite. Me quité a la mujer de las piernas en un movimiento brusco. Dimitri que estaba besando a la rubia clavó su mirada sobre mí, parecía suplicarme que no cometiera una locura.
—Pueden seguir disfrutando de la noche, tengo algunos asuntos que resolver —dije entre gruñidos.
Caminé en paso firme, aparté al rubio de Irina y le di un puñetazo que le hizo caer al suelo. Irina soltó una pequeña risa, una llena de diversión, pero en sus ojos se veía la rabia.
La cargué sobre mi hombro y ella no dejaba de insultarme, me golpeaba la espalda