Mabel avanzó lentamente por los pasillos del castillo, sintiendo cada paso como una carga pesada. Su mente estaba en tumulto, abrumada por la decisión que acababa de tomar. Las palabras de Bill seguían resonando en su cabeza, mezclándose con el dolor y la desesperanza que sentía en su interior. El peso de su elección la ahogaba, y mientras se acercaba a la habitación de su tío Stan, el nudo en su estómago se hacía más apretado. Sabía que debía enfrentar a su tío, pero el corazón le dolía al pensar en la culpa que sentiría Stan por no poder hacer algo por su sobrina.
Llegó a la habitación de Stan, y, con un nudo en la garganta, tocó la puerta con suavidad. Cuando la puerta se abrió, vio a su tío, su expresión cansada y preocupada. La preocupación se transformó en confusión al verla. Al atravesar la puerta sintió como traspasaba una pared, un hechizo de contención, por eso su tío no podía salir.
—Tío Stan, tengo que decirte algo —empezó, su voz temblando ligeramente, sin dejar que su tío le preguntará o dijera algo, ella solto la noticia—. He tomado una decisión. He aceptado la union con Bill.
Stan la miró con incredulidad, sus ojos llenos de desesperación.
—¿Qué? No, Mabel, eso no puede ser. ¡Tienes que encontrar otra manera! —exclamó, levantándose de la silla con urgencia.
Mabel bajó la mirada, sintiendo el peso de su decisión sobre sus hombros. Sabía que no había vuelta atrás, pero también sabía que debía ser honesta, aunque no del todo, se acerco a él volviendolo a sentar en el sofá, el se hizo hacer veia en su sobrina como la tristeza la rodeaba quitandole la sonrisa fácil y el brillo de sus ojos.
Ella se sentó en el piso recargando su cabeza en las piernas de su tío. Se sentía como una niña, Stan acariciaba su cabeza, la tela de sus pantalones estaba humedecida por las lágrimas de la castaña.
—No hay otra salida, Tío Stan. Este no es como el apocalipsis anterior. Las dimensiones de Bill y la nuestra se han fusionado de tal manera que no hay forma de revertirlo. Todo lo que conoces como normalidad en Gravity Falls está en riesgo. He llegado a un acuerdo con Bill para minimizar el daño, pero tengo que hacer sacrificios.
Stan la miró con angustia, sin poder entender cómo había llegado a este punto. Su voz estaba llena de desesperación.
—¿Qué quieres decir con sacrificios? ¿Qué tipo de trato has hecho con él?— Mabel miraba el suelo, abrazándose un poco más a su tío— Calabaza, no tienes que hacer nada que no quieras, déjame ayudarte a cargar con el peso que hay en tus hombros mi niña.
Mabel abrió la boca para responder, pero recordó las condiciones que había impuesto. No podía decirle a Stan todo. No podía hablarle de cómo había negociado la seguridad de Gravity Falls, ni de lo que eso realmente significaba para ella. El dolor de esa verdad debía quedar oculto.
Su mente la llevó de vuelta a la conversación con Bill.
Mabel se encontraba rodeada por la presencia opresiva de Bill. Su voz se había ido, dejando atrás toda la determinación que había sentido. Miró al demonio, su mirada reflejaba lo desolada que estaba, la esperanza y la inocencia que la caracterizaban desapareciendo lentamente. Bill se acercó a ella, y con un toque de compasión en su tono, le explicó:
—Yo no decidí que fuera tu dimensión la que, bueno, fuera el punto de fusión. A donde quiera que vayamos, yo y los míos siempre provocamos una colisión. Tu dimensión es la única capaz de darnos esa estabilidad. Con tu tío Ford traté de encontrar una solución, pero solo es un simple capricho del destino...
Las palabras de Bill resonaron en su cabeza, mientras Mabel luchaba por contener las lágrimas. Sabía que no había escapatoria, y con un último suspiro, respondió con voz quebrada:
—Bill, lamento mucho lo que paso con tu dimensión, pero no es motivo para buscar venganza con perosnas que ni siquiera conocen lo qué hay mas alla de su realidad, pero entiendo que hemos llegado a un punto sin retorno.— su voz se volvió firme, y una pequeña chispa volvió a encenderse.— Acepto la unión.
— Me alegra el saber que...— Mabel lo interrumpió.
—Tendré voz y voto en las decisiones que involucren a los humanos y a cualquier especie que consideres inferior, no seré humillada ni por ti, ni por nadie Cipher; gobernare a tu lado, nunca estaré detrás de ti; me enseñaras lo que soy capaz de hacer cuando... cuando me convierta en lo que sea que necesites y no volverás a usar tus poderes en mi, jamás; siempre me dirás la verdad.
Bill sonrió de manera orgullosa, su Estrella Fugaz ya estaba aprendiendo a jugar, y sabía que la tenía donde quería.
—Si esas son tus condiciones, las acepto querida, pero sabes que también tendré las mías.
—No Bill, esas no son mis condiciones, son exigencias que vas a cumplir si quieres que coopere y no sea un dolor de cabeza para ti, porque créeme que puedo encontrar mil maneras para hacerlo, solo tengo tres condiciones.
Bill pensaba que había fracturado su espíritu, pero al escucharla exigirle esas cosas tan decidida y valiente, su interés aumentó, era más fuerte de lo que creía, tal vez la estaba subestimando, pero el que siempre rompiera sus expectativas de ella, le fascinaba y obsesionaba.
Era perfecta para el caos que la llamaba. Estaba lista para cumplir con el deber que el le había designando.
—¿Y cuáles serían esas condiciones, Estrella Fugaz?— su sonrisa lo decía todo, por ella, él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, menos dejar sus planes de lado.
El recuerdo se desvaneció, y Mabel volvió al presente. Sabía que no podía contarle a Stan todo. Si lo hacía, él trataría de detenerla. Y no podía permitirlo.
Mabel respiró hondo, decidiendo qué decirle.
—Es un trato difícil, pero... es lo mejor que puedo hacer —dijo finalmente, evitando los detalles.
Stan la miró, su confusión y angustia reflejándose en su rostro.
—Mabel, no tienes que hacer esto. Hay otras formas. Siempre las hay.
Mabel negó con la cabeza, con lágrimas en los ojos, se levanto alejandose .
—Ojalá fuera cierto, Tío Stan. Solo... espero que algún día puedas perdonarme.
Stan intentó acercarse, su voz ahora rota por la desesperación.
—Mabel, no... No tienes que hacer esto pequeña, no estas sola, me tienes a mí.
Pero Mabel, sabiendo que su decisión ya estaba tomada, se alejó de los brazos que intentaban darle consuelo, dejando a su tío solo, con el dolor y la confusión de no comprender completamente lo que estaba ocurriendo.
Cerro la puerta, dejando atrás de ella al único hombre que no la juzgo, dejó atrás su pasado, su infancia y lo que quedaba de su familia.
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Mabel estaba sentada a la mesa del comedor, frente a Bill. La sala, como siempre, tenía un aire opresivo, con sus sombras profundas y el fuego azul parpadeando en las paredes. Los cubiertos y platos frente a ella parecían demasiado elegantes para la situación, pero sabía que nada en la vida con Bill era normal.
Bill la miraba desde su asiento, con su habitual sonrisa de autosuficiencia y sus ojos dorados observando cada pequeño gesto de la chica. Parecía estar de buen humor, jugueteando con su copa.
—Así que, Estrella Fugaz —dijo Bill, inclinándose hacia adelante—. ¿Cómo fue la reunión familiar? —preguntó con una sonrisa ladina—. Dime, ¿ya tenemos la bendición de tu querido tío Stan?
Mabel apretó los labios y bajó la mirada hacia su plato, tratando de no mostrar el nudo que sentía en el estómago. La pregunta la golpeó más fuerte de lo que esperaba. Sabía que Bill estaba disfrutando del juego, pero el tema de su familia siempre era un terreno frágil para ella.
—No necesitas su bendición —respondió Mabel en voz baja, tratando de mantener la calma—. Esto... no se trata de él.
Bill soltó una risotada, divertida y casi burlona, mientras levantaba su copa en un falso brindis.
—¡Oh, vamos! —dijo Bill, con una sonrisa—. Sabes que me encanta una buena dosis de drama familiar. Nada como un poco de conflicto para condimentar las cosas, ¿verdad?
Mabel sintió el peso de su elección hundiéndose más en su pecho. El recuerdo de la conversación con Stan seguía fresco en su mente, su desesperación por detenerla, por salvarla, y su incapacidad de compartir las verdaderas condiciones que había negociado con Bill.
—Él no lo entendería —dijo finalmente Mabel, su voz más firme—. Y no necesito que lo haga.
Bill la observó con un brillo de satisfacción en sus ojos. Sabía que Mabel estaba cambiando, que su determinación crecía, pero también sabía que, a su manera, la estaba moldeando, llevándola cada vez más cerca del destino que le había trazado.
—Ah, querida Mabel —susurró Bill, divertido—. Estás aprendiendo a ser implacable, y me encanta. Pero no te engañes... siempre hay un precio. ¿Estás segura de que estás dispuesta a pagarlo?
Mabel sostuvo su mirada, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, pero sin apartar los ojos de él.
—Ya lo he pagado —respondió con frialdad—. Y seguiré haciéndolo, si es necesario.
El ambiente en la sala se tensó por un momento, y Bill, aunque seguía sonriendo, no pudo evitar sentir una ligera chispa de respeto por la firmeza en la voz de Mabel.
—Eso es lo que me gusta escuchar, Estrella Fugaz —dijo, inclinándose un poco más hacia ella—. Bienvenida a tu nuevo reino.
—Pensé que aquel baile había sido la bienvenida— se llevo un pequeño bocado de comida, debía admitir que la los sabores aunque exóticos nunca la habían decepcionado, aunque claro jamás se atrevería a preguntar de donde provenía la comida.
Bill dejó escapar una risa suave, casi musical, mientras se reclinaba en su asiento, tamborileando los dedos sobre la mesa.
—Oh, Mabel, eso fue solo un prólogo —respondió con una sonrisa—. Un pequeño adelanto de lo que está por venir. Pero veo que disfrutaste más de lo que aparentas, ¿o me equivoco?
Mabel apretó los labios, sin apartar la mirada de él. No iba a darle el placer de una respuesta fácil.
—Si esa fue la "bienvenida" —dijo Mabel con sarcasmo—, entonces me pregunto qué tan peor pueden ponerse las cosas. ¿Qué sigue, Bill? ¿Cuál es tu próximo gran espectáculo?
Bill inclinó la cabeza, sus ojos brillando con un aire de desafío y diversión.
—Ah, querida, no te preocupes tanto. Cada acto tiene su clímax. Y créeme, estamos muy cerca de la gran revelación —se inclinó hacia adelante, su tono volviéndose más bajo, casi íntimo—. Pero no te preocupes, lo mejor está reservado para ti.
Mabel sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero no se dejó intimidar. Sabía que Bill siempre tenía un as bajo la manga, y aunque la tensión entre ellos crecía, ella también se estaba acostumbrando a este juego.
—Pues que empiece el espectáculo —respondió Mabel con voz firme, levantando su copa en un gesto desafiante.
Bill sonrió de nuevo, complacido.
—Tienes agallas, Estrella Fugaz. Quizá este reino sea más acorde a ti de lo que pensé.
—Sigues subestimándome Bill.
Bill soltó una carcajada, una mezcla de diversión y sarcasmo.
—¿Subestimarte? —dijo con una sonrisa maliciosa mientras jugueteaba con su copa—. Al contrario, Mabel, me fascinas más de lo que crees. Después de todo, no muchos humanos habrían llegado tan lejos. Y mucho menos habrían aceptado... mi trato.
Mabel lo miró directamente a los ojos, sin apartar la vista ni un segundo. Sabía que Bill era astuto, pero no iba a dejarse intimidar por sus comentarios ni por sus juegos mentales.
—Sigues subestimándome —repitió ella, esta vez con más firmeza—. Crees que porque acepté este trato ya me tienes bajo control. Pero déjame decirte algo, Bill: no soy tan fácil de dominar como piensas.
Bill dejó su copa en la mesa, sus ojos brillando con un destello de interés. El ambiente se tensó por un momento, como si el tiempo se detuviera entre los dos. Luego, una sonrisa lenta y calculada se dibujó en su rostro.
—Me gusta ese fuego en ti, Mabel. Es lo que te hace diferente. Lo que te hace perfecta para lo que viene.
Mabel, aunque sabía que sus palabras eran un halago envenenado, no dejó que la sonrisa de Bill la afectara. Sabía que él jugaba en otra liga, pero ella no iba a dejar que le ganara la partida tan fácilmente.
—Entonces deberías prepararte, porque no voy a hacer las cosas fáciles para ti, ya conoces lo que exijo —dijo Mabel, con una chispa de desafío en sus ojos.
Bill la observó un momento más, luego alzó su copa hacia ella.
—Brindemos, entonces, por lo que está por venir. Estoy seguro de que será... memorable.
— Una humana y un demonio del caos, vaya pareja que formaremos— una leve sonrisa se formo en la boca de Mabel.
Bill sonrió ampliamente, sus ojos brillando con esa chispa traviesa que siempre llevaba consigo.
—Una humana y un demonio del caos —repitió, como si saboreara cada palabra—. Sí, vaya pareja formaremos, Estrella Fugaz. La mezcla perfecta de luz y oscuridad.
Mabel alzó una ceja, sus manos descansando sobre la mesa con una aparente calma, pero su mirada no cedía ni un poco.
—¿Crees que soy tu luz, Bill? —preguntó, con un tono desafiante.
Bill se inclinó hacia adelante, cruzando los dedos mientras la observaba detenidamente.
—No, querida —dijo en un susurro casi seductor—. No eres solo la luz, eres la chispa que encenderá todo. Juntos, vamos a reescribir las reglas. Lo que tú no entiendes aún es lo importante que eres para el caos... y para mí.
Mabel sostuvo su mirada, manteniendo la compostura a pesar de la tensión que se arremolinaba a su alrededor. Sabía que había caído en el juego de Bill, pero también estaba decidida a no perderse en él.
—Eso lo veremos, Cipher. Si crees que soy una simple chispa, tal vez te sorprenda cuánto puedo quemar.
Bill sonrió de manera aún más amplia, mostrando esos dientes perfectos pero inquietantes. Se reclinó en su asiento, cruzando las piernas de manera despreocupada, como si todo lo que ocurría fuera parte de un juego que disfrutaba demasiado.
—Sabes bien que te animaría a comenzar un incendio si así lo quisieses —dijo con un tono seductor y retador—. Sería algo... espectacular, ¿no crees? Ver cómo todo arde a tu alrededor mientras tú te mantienes en pie, controlando cada chispa, cada flama; creo que tengo una nueva fantasía por cumplir.
Mabel lo miró con firmeza, pero sin dejar que sus emociones se mostraran demasiado.
—No todos los incendios son para destruir, Bill. A veces el fuego purifica, y a veces, solo consume lo que ya no tiene remedio —respondió con frialdad.
Bill soltó una risa suave, divertido por su respuesta.
—Esa es mi chica —murmuró, con una mezcla de orgullo y fascinación—. Siempre encontrando la manera de darle un giro a las cosas. Pero no te equivoques, Mabel. En este juego, todo termina consumido por las llamas. La única pregunta es, ¿Qué quedará de pie al final?