DRACO Y LEXY
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Alexandra estaba de pie en la imponente entrada de la Mansión Malfoy, sintiendo cómo su respiración se aceleraba levemente mientras observaba la escena ante ella. La mansión siempre era impresionante, pero esa noche lucía aún más majestuosa, con su alta y elaborada arquitectura bañada por el suave resplandor de las linternas flotantes. El aire era fresco, frío, y estaba impregnado con la anticipación de la celebración de Año Nuevo, una reunión exclusiva para las familias de sangre pura más prestigiosas. Lexy se irguió y ajustó el dobladillo de su elegante vestido plateado, sintiendo el peso de su lugar en ese mundo y de las miradas que los invitados pronto le dirigirían.
Había estado en innumerables eventos allí, pero este se sentía diferente. Podía sentir la tensión en su pecho, esa sensación sofocante de que las cosas estaban cambiando, tanto a su alrededor como dentro de ella. El mundo de Draco también estaba cambiando, al igual que su relación con la familia Malfoy.
Draco solo tenía doce años, pero había visto más dolor en su corta vida de lo que muchos experimentarían en toda una vida. El corazón de Lexy se encogía al pensar en los horrores que él había vivido: traicionado por su propio hermano, Leo, y condenado a vivir como un licántropo. Era una carga inimaginable para un niño tan joven, y lo peor era la fría indiferencia de sus padres. Lucius nunca había ocultado su desprecio por Draco, y ahora que era un "monstruo", como Lucius lo describía cruelmente, la relación entre padre e hijo estaba más tensa que nunca. Narcissa, por otro lado, había optado por ignorar a Draco por completo, fingiendo que era invisible en su mundo perfecto.
Sin embargo, Lexy no podía ignorarlo. No lo haría. Ella prácticamente había criado a Draco en ausencia del afecto que debería haber recibido de sus padres. Para él, ella era más que una simple amiga de la familia: era su protectora, su fuente de consuelo y, en muchos sentidos, su madre.
El sonido de los carruajes llegando a la mansión la sacó de sus pensamientos. Los invitados comenzaban a llegar, y pronto la mansión se llenaría de las frías y calculadoras conversaciones de la élite de sangre pura. Lexy inhaló profundamente, preparándose para la noche que le esperaba. Podía sentir la mirada de Leo sobre ella desde algún lugar detrás. No necesitaba voltear para saber que la estaba observando, como siempre lo hacía.
Leo. Solo escuchar su nombre hacía que una oleada de emociones contradictorias recorriera su interior. Era el hermano mayor de Draco, el hijo favorito de Lucius y Narcissa, y estaba enamorado de ella. Pero "amor" no era la palabra que usaría. Tal vez obsesión. Su afecto la hacía sentir asfixiada a veces, especialmente porque Lexy sabía que las acciones de Leo habían llevado directamente a la maldición de Draco. No podía perdonarlo por eso, al menos no del todo, por más que él intentara enmendarlo de su manera retorcida.
Con un suave suspiro, Lexy entró en el salón de baile, un gran salón que ya estaba lleno de actividad. Los techos se alzaban imponentes, adornados con brillantes candelabros que bañaban la sala en una cálida luz. Las familias de sangre pura se mezclaban, sus voces bajas y educadas, cada conversación ocultando las luchas de poder que definían su mundo. Los Malfoy se movían sin esfuerzo entre sus pares, Narcissa una visión de elegancia en su vestido esmeralda, y Lucius la imagen de la fría autoridad.
Pero Lexy no los buscaba a ellos.
Lexy recorrió la sala con la vista en busca de Draco. La fiesta estaba en pleno auge, y las risas y las conversaciones llenaban el aire, pero algo en la atmósfera le hizo pensar que Draco no estaba disfrutando del bullicio. Cuando finalmente lo vio, su corazón se encogió con una mezcla de tristeza y preocupación. Draco estaba de pie al margen, cerca de una de las grandes ventanas, observando las festividades desde la distancia. La luz de las velas y las lámparas de la sala caían sobre su cabello rubio, que reflejaba la luz en un resplandor plateado, pero sus ojos grises, tan parecidos a los de su padre, estaban vacíos, como si una parte de él estuviera ausente.
Con paso decidido y una delicadeza aprendida a lo largo de los años, Lexy se acercó a él, deslizando su cuerpo entre los invitados con la facilidad que solo alguien habituado a las multitudes podría tener. Cuando llegó a su lado, se inclinó para hablarle, su voz suave y reconfortante.
—Draco —lo llamó, su tono lleno de una ternura sincera que solo ella podía transmitir.
Él giró lentamente la cabeza para mirarla. Durante un instante, la tristeza en sus ojos pareció desvanecerse, como si la simple presencia de Lexy pudiera arrojar algo de luz en su mundo sombrío.
—Lexy —susurró, su voz casi inaudible sobre el ruido de la fiesta.
Sin apartar la vista de él, ella se arrodilló a su lado, igualando su altura y ofreciéndole un contacto visual lleno de empatía.
—¿Qué haces aquí solo? —preguntó con una voz que llevaba consigo el peso de su preocupación y cariño.
Draco se encogió de hombros, su mirada fija en el suelo, como si el piso pudiera absorber sus sentimientos.
—No quería estorbar —dijo con una tristeza que hizo que el corazón de Lexy se sintiera como si se estuviera rompiendo en pedazos.
Las palabras de Draco la golpearon con fuerza. ¿Cómo podía un niño tan joven sentir que era una carga en su propio hogar? Lexy extendió la mano y tocó suavemente su brazo, sintiendo la frialdad que irradiaba de su pequeño cuerpo.
—Nunca estorbas, Draco —dijo con firmeza, aunque su voz era cálida—. No conmigo.
Draco la miró de nuevo, sus ojos grises buscando en los de ella algún tipo de consuelo, una señal de que todavía había un lugar para él en este mundo que parecía tan hostil.
—Ellos no me quieren aquí —murmuró, la voz quebrada—. Padre… Madre… Piensan que soy… que soy…
—¿Un monstruo? —interrumpió Lexy suavemente, completando la frase que él no podía terminar—. No lo eres, Draco. No eres un monstruo.
Draco negó con la cabeza, su cuerpo temblando ligeramente bajo el peso de sus emociones reprimidas.
—Pero lo soy. Leo…
—No —lo interrumpió Lexy, su voz suave pero resoluta—. Leo cometió un terrible error, Draco. Pero eso no define quién eres. Eres fuerte. Eres amable. Y eres mucho más de lo que ellos creen.
El pequeño Draco bajó la cabeza, el labio inferior temblando visiblemente. Parecía que iba a romperse en lágrimas, pero contuvo su llanto, asfixiado por años de enseñanzas sobre cómo no mostrar debilidad.
—Siempre has sido buena conmigo —comenzó él con una voz quebrada—; está Cygnus, que a pesar de que se queja de mí a veces, me defiende y me cuida; están los chicos, que han sido mis únicos amigos, y me han demostrado que pertenezco a este lugar, que no soy nada de lo que mis padres dicen. Me gusta estar con ellos, con ustedes. Me siento bien, correcto.
El dolor en su voz era palpable, y Lexy sintió que su corazón se desmoronaba aún más. No podía soportar ver a Draco tan herido. Sin pensarlo, lo envolvió en un abrazo suave pero firme, rodeándolo con sus brazos en un gesto de protección y amor incondicional.
—Te quiero, Draco —susurró con una ternura que le daba el poder de calmar el tormento interno del niño—. Y siempre lo haré. Pase lo que pase.
Él la abrazó con fuerza, aferrándose a ella como si fuera su única salvación en un mar de desilusión. La cercanía de Lexy le ofreció un consuelo que pocas veces había experimentado. Permanecieron así un largo momento, con Draco hundiendo su cara en el costado de Lexy, sintiendo el latido de su corazón como un recordatorio de que aún había amor y esperanza en su vida.
Los sonidos de la fiesta se desvanecieron en el fondo, y el bullicio de la sala se convirtió en un eco lejano. En ese instante, en medio de la celebración y el ruido, compartieron un raro momento de paz. Era un refugio temporal para Draco, un respiro en medio de la tormenta de su vida.
Y mientras se aferraban el uno al otro, Lexy sentía una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que el camino por delante no sería fácil para Draco, pero estaba decidida a estar a su lado en cada paso del viaje, brindándole el amor y el apoyo que tanto necesitaba.
Pero la paz siempre era efímera en ese mundo.
Cuando Draco finalmente se apartó, Lexy se levantó y alisó su vestido.
—¿Por qué no vienes y te unes a la fiesta? —sugirió, ofreciéndole una sonrisa—. No tienes que quedarte al margen.
Draco dudó, mirando de reojo a la multitud.
—No sé…
—Yo estaré contigo todo el tiempo —prometió Lexy—. No tendrás que enfrentarlos solo.
A regañadientes, Draco asintió, y juntos se dirigieron de nuevo al corazón del salón de baile. El ambiente estaba cargado de tensión, y Lexy podía sentir el peso de las miradas de los invitados sobre Draco. Pero ella mantenía la cabeza en alto, negándose a mostrar debilidad. Draco la imitó, sus hombros cuadrados, aunque podía sentir la ansiedad que irradiaba de él.
Mientras caminaban, los ojos de Lexy captaron una figura familiar entre la multitud: Bianca Parkinson. Su oscuro cabello estaba perfectamente arreglado, y su vestido de un profundo burdeos combinaba con el veneno en su mirada cuando fijó sus ojos en Lexy.
Bianca siempre la había odiado. No era ningún secreto. La forma en que había saboteado la relación de Lexy con Cygnus, creando un abismo entre ellos al orquestar su traición, era prueba suficiente. Pero esa noche, había algo diferente en los ojos de Bianca. Más intenso.
El pulso de Lexy se aceleró mientras se dirigía hacia Bianca, su mandíbula apretada con determinación. Había evitado esa confrontación durante demasiado tiempo.
—Bianca —la saludó, su voz fría pero firme.
Bianca se giró para enfrentarla completamente, una lenta y burlona sonrisa curvando sus labios.
—Alexandra. No pensé que tuvieras el valor de hablarme esta noche.
Lexy enderezó la espalda, enfrentando la mirada de Bianca de frente.
—No eres alguien de quien tenga que preocuparme, Bianca.
—¿Oh? —La sonrisa de Bianca se ensanchó—. Entonces, ¿por qué dejaste ir a Cygnus tan fácilmente? ¿Miedo de lo que podrías encontrar si te aferrabas demasiado?
El pecho de Lexy se tensó al oír el nombre de Cygnus. Su traición aún dolía, pero sabía que la verdadera culpable estaba frente a ella.
—Tú fuiste la que lo hizo engañarme —dijo, su voz baja pero llena de convicción—. Una amiga de verdad no haría eso.
Los ojos de Bianca destellaron con algo indescifrable, tal vez ira, o algo más profundo. Pero luego su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión fría y dura.
—Nunca fui tu amiga —escupió.
Las palabras golpearon a Lexy como un golpe físico, pero no se inmutó. Lo había esperado. Lo que no había esperado era el destello de algo más en los ojos de Bianca, algo casi… arrepentido.
Por un breve momento, Lexy vio más allá de la máscara que Bianca siempre llevaba, y lo que vio fue sorprendente. Dolor. Deseo. Confusión.
Bianca no estaba llena solo de odio; también luchaba con algo más. Pero antes de que Lexy pudiera decir algo, Bianca se dio la vuelta y se alejó, su postura rígida, su cabeza en alto.
Lexy la observó alejarse, su corazón pesado con el peso de todo lo que no se había dicho. Bianca la había traicionado, sí. Pero había más en la historia de lo que nunca había imaginado. Y ahora, Lexy no estaba segura de si alguna vez comprendería toda la verdad.
Detrás de ella, Draco apareció de nuevo a su lado, su pequeña mano deslizándose en la de ella.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Lexy lo miró y le sonrió, aunque esa sonrisa no llegó del todo a sus ojos.
—Lo estaré, Draco. Lo estaré.
Lune_black
ESTAMOS DE VUELTA CON MI BEBÉ LEXYY
Mi pobre Draco 😭
Sólo para decir, que en el resto de esta historia, serán muy contados los momentos felices...
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