Darcy
Estoy rodeado de mis pociones en mi laboratorio. Brillan por todos lados aún a plena luz del día. Tengo cientos, pero están todas perfectamente ordenadas. Mi laboratorio nunca está hecho un caos, la verdad es que soy un maniático de la limpieza.
Agarro la goma de la muñeca con los dientes y me echo el pelo delantero hacia atrás para hacerme un semirecogido, hasta que de pronto alguien llama a la puerta.
—Adelante.
Leandrior aparece al otro lado, vestida elegantemente de rojo y negro, con accesorios dorados. Se me hiela la sangre y trago saliva, aunque mi rostro sigue perfectamente serio, como siempre.
—¿Puedo? —pregunta educadamente.
Me quedo mirándola fijamente un par de segundos, todo lo que logro soportar.
—¿A qué has venido? —pregunto.
—¿Tú qué crees?
Entra sin mi permiso, y cierra la puerta a sus espaldas apoyándose sobre ella. Entorno los ojos y fijo la mirada en las pociones. No quiero perder el tiempo.
—Olvídate. Yo no voy a ser otro de tus perritos falderos.
—Os estoy visitando a todos vosotros poco a poco. ¿Es que no quieres mi compañía? —pregunta poniendo morritos.
La miro de reojo y se me sube el corazón en la garganta. No sé dónde he dejado la calma cuando se pone de esa manera. Por poco me cae uno de los frascos. Intento que no note mi nerviosismo, aunque el corazón me vaya a salir por la boca.
—Estoy ocupado, tienes la compañía de muchos otros. Puedes buscarlos cuánto quieras, seguro que les agradará tu visita.
Noto el sonido de sus tacones cruzando mi laboratorio y llegando junto a mí, a una distancia prudencial.
—Pero he venido a verte a ti, no a los demás.
—Después de estar con ellos y justo cuando estoy trabajando. Sabes que puedo estar sin ti perfectamente, así que visítame el último.
Sigo con las pociones, agarro una y vierto el líquido en una probeta, intentando concentrarme en algo que no sea imaginar su aroma o imaginar su tacto sobre mi piel.
—Un pajarito me ha dicho que un holograma mío corretea por aquí —ronronea.
Se me ponen los pelos de punta y me pongo todo rojo en contra de mi voluntad.
—A ese pájaro le falta alpiste, seguro que está deshidratado.
Trago saliva, por suerte no se ha escuchado el grueso trago que acabo de dar. No me digno ni a mirarla, aunque sé que en este momento está peligrosamente cerca.
—¿Seguro?
Me da la vuelta repentinamente y me acorrala contra la mesa de pociones. Algunos papeles con varias fórmulas caen al suelo, pero no puedo moverme porque sus brazos están a cada lado de mi cintura.
—¿Entonces quieres que me vaya?
—Ah, eh... —tartamudeo y de repente toda mi inteligencia se desvanece al punto de no saber hablar y terminar como un bebé balbuceando incoherencias. Me castigo mentalmente por verme tan imbécil—. En resumidas palabras, si lo que quieres es decir que qué quería decir antes de que te pusieras así, sí, decía que te fueras.
Hago una mueca, ¿qué he dicho?
Ella levanta una mano y me agarra del mentón para que me incline hacia ella.
—¿Y ahora quieres que me vaya? —me pregunta alzando las cejas.
Trago saliva, sigo sin saber hablar con claridad. No puedo mantenerle el contacto visual así que miro a otro lado.
—Puedes quedarte, pero solo a hacerme compañía.
—Muy bien —accede, encantada.
Se separa de mí y siento que por fin respiro. Le doy la espalda para que no me vea y me voy a sentar al escritorio. Ella camina hasta sentarse encima de la mesa y me mira a los ojos. Agita las piernas en el aire.
—La última vez que estuvimos juntos en tu laboratorio, me follaste contra una mesa mientras me obligabas a leer una escena de un libro erótico en voz alta, ¿recuerdas?
De nuevo olvido cómo se respira. Tenso la mandíbula y asiento.
—¿Cómo olvidarlo? Aunque no sé por qué lo comentas.
—Quizás porque quiero que me vuelvas a follar así de duro —suelta, como si nada.
Me muero por follármela ahora mismo, pero tampoco quiero ser uno de sus peleles. Mi orgullo debe ir primero, joder.
—Puedes imaginarlo y aliviarte sola, yo no soy uno de tus juguetitos y vuelvo a repetirte que estoy ocupado.
—Creía que querías que hiciéramos las paces —vuelve a insistir, trazando un caminito con sus dedos corazón e índice hacia mi mano.
Aparto la mano y me levanto. Tomo distancia con ella mientras cambio de lugar varias pócimas que ya estaban en su sitio, pero son solo una excusa.
—Claro, ya estamos en paz, puedes irte.
—Creo que eso tengo el derecho de decidirlo yo —me echa en cara con veneno.
No me hace falta girarme para verla escupirme rayos con la mirada. Tomo una bocanada de aire y me doy la vuelta finalmente.
—Tú misma acabas de decir de hacer las paces, pues por mi parte está todo bien y tú quieres perdonarme. No sé qué más decirte.
Pone los ojos en blanco y suspira de la impaciencia. De un salto baja de la mesa y vuelve a caminar hacia mí.
—¿Prefieres resistirte a mí por tu maldito orgullo?
—Para hacer las paces no tienes que follar conmigo. No entiendo esa fijación porque te la meta, sinceramente.
—Me he reconciliado con los demás a mi manera. Tú mismo dijiste que aunque esté sin emociones, el deseo sí puedo sentirlo. ¿Por qué no me satisfaces? —Me pone ojitos y me pestañea varias veces—. ¿Es que ya no te gusto?
—Me gustas, claro que sí, pero tú misma lo has dicho. No tienes emociones y no le veo sentido a eso. Insistes demasiado.
Me cruzo de brazos y vuelvo a sentarme en el escritorio. Finjo seguir con mis hechizos y apunto algo en una libreta.
Leandrior se queda quieta de pié varios segundos. Tengo el impulso de mirarla pero lo reprimo a lo más hondo de mi conciencia. Entonces vuelve a acercarse, pero sin decir nada, y se agacha para colarse bajo la mesa.
Por todos los dioses, no irá a...
La piel se me eriza cuando noto sus manos recorriendo la hebilla de mi pantalón. Con habilidad me lo desabrocha antes de que pueda hacer nada y libera mi miembro, tan erecto que da de lleno con la mesa y provoca un fuerte sonido.
—Ya veo cuánto he insistido... —afirma, y pasa la lengua de abajo a arriba.
Aprieto las manos en puño y arrugo los papeles en ellas. Aunque quiera alejarla, no puedo. Me apoyo en el respaldo de la silla y la miro levemente, porque sigo sin poder sostenerle la mirada.
—¿Qué tramas para tener tanta fijación en mi miembro? Tienes muchos otros.
En vez de responderme, se traga hasta la mitad de un solo movimiento y pongo los ojos en blanco. Una vez ahí, comienza a moverse de delante hacia atrás, abarcando cada vez más profundidad en su garganta.
Tenso la mandíbula con tanta fuerza que estoy a punto de romperme los dientes. Cualquier movimiento que haga ahora es inútil. Aprieto las manos en los bordes del escritorio hasta que la madera cruje, y dejo que me coma, poniéndome más duro que antes.
Ya comienzo a notar el sudor por todo mi cuerpo, y joder, es increíble. Verla comerse mi polla con deleite y facilidad, a pesar de su gran tamaño, es digno de recompensar.
—¿Qué haces? —suelta, una vez se saca mi polla de la garganta—. Sigue trabajando. Me dijiste que no te molestara, que tenías cosas que hacer. Adelante.
Me pone ojitos y me absorbe la piel de los testículos, mientras que su mano se encarga de pajearme. Quiere jugar y sabe que le voy a hacer caso porque me es imposible decirle que no cuando ya está así. Apoyo los brazos sobre la mesa y aprieto los botes de los hechizos. El placer es tanto que trabajar me es imposible, pero no quiero que ella lo note.
Una vez me nota "concentrado", se traga mi miembro hasta el fondo y ahí permanece, con su nariz aplastada contra mi pelvis, ahogándose ella sola.
Voy a enloquecer.
Unos golpes suenan en la puerta, y al instante entra Melinna con unos frascos vacíos.
—Rellénamelos —me pide—. El último se lo he dado a Leandrior para aguantar la música de hadas oscuras.
Noto un nudo en la garganta, pero me fuerzo a no mostrar ninguna expresión mientras acepto los frascos.
—Yo me encargo.
Por suerte, mi voz suena normal mientras me ocupo de llenar el líquido brillante, a pesar de que mi miembro vibra de placer en la boca y la garganta de Lea cuando se lo traga una y otra vez.
Mel se cruza de brazos con impaciencia, y luego cambia la postura apoyándose sobre la mesa con la palma de la mano.
—Tengo que volver a visitarla pronto. El otro día le di la poción, pero al final no salimos de fiesta como tal —comenta, perdida en sus pensamientos mientras Leandrior me hace garganta profunda.
—Oh, no me digas. —Finjo que se cae uno de los botes y lo golpeo contra el suelo para disimular las chupadas y el gruñido que por poco suelto—. Suena interesante.
—Me ha hecho correr delante de mis amigas, ¿te lo puedes creer? —dice alzando mucho las cejas—. A veces me recuerda a Aurora. Las dos son unas descaradas.
—Sí, la veo bastante capaz, te lo aseguro. —Le lleno los frascos y se los doy. Afortunadamente no parece haberse dado cuenta de nada—. Suerte para cuando la vuelvas a ver, espero que podáis ir de fiesta y eso.
—¡Gracias, Darcy! —exclama con una sonrisa radiante. Flexiona una rodilla y se apoya en la mesa para inclinarse hacia mí y darme un beso en la mejilla.
Justo para ese momento, Leandrior es cuándo está más visible, pues su cara choca con mi pelvis de lo mucho que se ha metido mi miembro. Muevo la cabeza para que no la vea y el beso me lo acaba dando en la boca. La miro por un segundo y escondo un jadeo.
—Disculpa, a veces hasta yo busco un poco de cariño, ya sabes. —Intento disimular con una sonrisa sutil—. No hay de qué.
Mel me agarra del cuello de la camisa, me acerca a ella y me mete su lengua en mi boca. Sus labios saben a frambuesa, y su pelo rubio con mechas rosas me hace cosquillas en el rostro.
—Si querías un buen beso, ahí lo tienes —suelta.
Leandrior se mueve más rápido debajo, y con las manos me acaricia los muslos. No puedo evitar jadear en la boca de Mel. No solo por la forma en la que me ha besado, sino por cómo Lea me está torturando.
Empiezo a gotear, a moverme un poco, disimulando por el beso que le doy a Melinna una vez más. Introduzco la lengua en su boca y la sujeto por la nuca para aprovechar y que crea que me muevo solo por su beso, cuando en realidad, entró y salgo de la boca de Leandrior.
—Un poco más —gruño en la boca de mi réplica, y le chupo los labios.
Pereza vuela sobre la mesa agitando sus alas de mariposa, y baja hasta sentarse sobre mí a horcajadas. Pasa su pelo hacia un lado y me besa con mayor intensidad, correspondiéndome a los gemidos que voy emitiendo, así como a los movimientos de cadera.
Leandrior aprovecha cada movimiento para ayudar a continuar con la mamada, más y más profundo, a tal punto que ya no sé cuándo ha dejado de respirar. Es imposible que le haya entrado oxígeno en los pulmones desde hace varios minutos.
Mis manos rodean la cintura de Melinna para que no pueda agacharse y descubrir a Leandrior. La aprieto contra mi cuerpo y noto el suyo rozarse contra el mío mientras siento el oral. Gruño y le muerdo el labio inferior. Jadeo, no puedo parar, le follo la boca a Lea con los movimientos de cadera que doy, fingiendo que son por la excitación de los besos de Mel.
—Cómo me estás excitando —susurro ronco, y con sinceridad puedo decir que se lo digo a las dos.
—Oh, Darcy... —gime Mel, tirando de mi pelo dorado—. Hoy estás más caliente de lo normal —jadea frotándose contra mí.
Leandrior asiente ínfimamente con su voz alrededor de mi polla. No se escucha, pero siento sus vibraciones por mi miembro.
—Es tu culpa por besarme así.
La acuesto en la mesa y me acerco. Al hacerlo, el miembro le va de lleno a la garganta a Leandrior. Gruño para mis adentros mientras pierdo la lengua en la entrepierna de Mel, que como no, no lleva ropa interior. Muevo la cabeza a los lados y me hundo más en su coño. No sé lo que estoy haciendo, pero voy a mil.
Mi réplica comienza a gemir en voz alta. Sus alas tiran varias pociones, voy a tener que rellenarle las suyas después.
Leandrior aprovecha para quedarse con mi polla metida a fondo, y de ahí se mueve hacia mi pelvis solo unos centímetros. Estoy completamente incrustado en ella, al igual que mi lengua lo está dentro de Melinna.
Mel se aprieta los pechos por encima de la ropa y gime al mirarme así de desquiciado.
—Joder, Darcy...
—Dame un orgasmo, que quiero tragarlo.
Meto tres dedos dentro de ella y hago pinzas, abro su coño y meto la lengua también. La miro. Con disimulo bajo la mano y le aprieto la cabeza a Leandrior, le doy varios golpes internos, follándome su garganta.
Melinna se tira de los pezones y del pelo, y cierra los ojos con fuerza cuando grita mi nombre mientras estalla en un orgasmo. Me da todo lo que tiene por ofrecerme y de seguido llega otro. Y con ella, lleno la boca de Leandrior. Yo estoy drenando a Mel, pero Lea a mí y me siento demasiado bien mientras bebo y me vacío a la vez.
—¿Tanto te gusta hoy como para tener dos orgasmos seguidos?
—Es que hoy estás... ¡Ahhh! —grita y estalla una tercera vez, mientras noto como Lea sigue probándome y saboreándome.
Traga cada chorro de semen que le doy y se mueve más rápido, como si tratara de sacarme más aún como una desquiciada bajo la mesa. Gruño en voz baja sin poder evitarlo y le doy más aún.
Melinna parece tan concentrada intentando recuperarse que ni me ha oído.
—De... Debería irme... —jadea, mientras veo cómo su respiración hace que su pecho suba y baje.
Hago una mueca cuando Leandrior se saca mi polla de la boca finalmente, pero ella no sale a la luz. Melinna se da la vuelta y baja por la mesa de un salto, seguro que Lea puede ver sus tacones. Aprovecho para apresurarme a rellenar los botes de nuevo, mientras la diablilla bajo la mesa se está quietecita, y se los entrego de nuevo.
—Gracias —musita Mel, y me sonríe toda colorada.
—No hay de qué —le respondo, serio.
Se da media vuelta aún más roja, y se va. La habría acorralado contra la puerta de no ser que sigo estando pendiente de alguien más. Cuando mi réplica se va, Leandrior sale por fin y se pone de pié, lamiéndose los labios. Me sonríe triunfante, como echándome algo en cara, mientras yo permanezco serio.
—Ahora te dejaré de verdad trabajar tranquilo —afirma, y se da la vuelta hacia la salida.
Al hacerlo, se encuentra de lleno conmigo y la agarro del cuello tan fuerte que le sale un sonido.
—¿Crees que te voy a dejar así? —gruño, ahora sí que la miro a los ojos—. Aún hablas con normalidad, todavía no balbuceas.
Le doy la vuelta y la pongo contra el escritorio. Le subo el vestido y le rompo la ropa interior. Coloco mi miembro en su entrada, pero me aseguro antes de taparle la mano con la boca mientras la otra le oprime las vías respiratorias. Una vez así, me incrusto en Leandrior hasta el fondo arrancándole un grito.
Comienzo a darle fuerte y duro, con cada estocada su cuerpo rebota contra el mío. Me muerdo el labio inferior cuando la noto contraer sus paredes a mi alrededor, está a punto de correrse. Me aprieta la polla a tal punto que ya ni noto la sangre circular por ahí. Mi mano se moja por culpa de las lágrimas que le caen y por la salivación de su boca.
Me muerde la mano y me la perfora con los dientes cuando se corre a tal intensidad que me empapa a chorros. Gruño y me agacho para darle más fuerte e hincar mis dientes en su espalda, dejándole la marca de mi mordisco.
Suelto su cuello y su boca para pasar mi mano entre sus piernas y frotarle el clítoris, mientras que con la otra le enrosco su larga melena negra y tiro de ella con brusquedad. Lea gruñe por el dolor pero rápido pone los ojos en blanco de nuevo, al tiempo que le doy pellizcos en su manojo de nervios.
Comienzo a darle tan de cerca, que mis golpes se vuelven internos y dolorosos. A penas me separo de ella, pero la hago saltar del escritorio con cada embiste.
—Dame otro, vamos —gruño, y como si mis palabras fueran una orden, vuelve a estallar clavando las uñas en mi mesa. Deja marcas de sus dedos tan calientes que echan humo.
Me permito correrme yo también y me quedo dentro, asegurándome de que lo guarde todo, aunque la cantidad es tal que ya sale hasta por los bordes. Leandrior respira agitadamente, está colorada. Gira el cuello por encima del hombros para mirarme a los ojos.
—Más... —suplica.
Le doy la vuelta sobre la mesa sin salir de ella. Levanto sus piernas y las coloco sobre mis hombros para seguir dándole tan fuerte que el escritorio se queja tanto como Lea. Mis embistes tiran varios frascos que se hacen añicos al tocar el suelo, pero con ella aquí, a la mierda el orden, joder.