"-Si la luna nos mira no es por amor, es por compasión. Tan majestuosa que se refleja en el agua para regalarnos su imagen de cerca. Ruega que apreciemos los detalles, que la veneremos y la tengamos en mente. Si la luna nos mira no es que busque la mirada, es que quiere el brillo que nos dio en su abrazo.
-Mi luna no quiere ser venerada. No es un satélite, no sigue patrones y no quiere robarme el brillo que me regala."
(de lo que dije un día que me cuestionaron tu mirada)
-Amor, ven. Pero necesito que cierres los ojos un momento.
- ¿Cuánto tiempo exactamente? ¿Puedo buscarte con los ojos abiertos y ya cerrarlos después? Más que nada porque me puedo estrellar por el camino.
- Mi amor, me da igual, pero ven ya.
-¿Qué pasa? - la vio con los brazos detrás de la espalda y la carita que ponía cuando había hecho algo que no le iba a gustar. - ¿Qué tienes ahí?
- Es un regalo. - dijo, entre nerviosa e ilusionada.
- Pero... mi vida, no se supone que íbamos a esperar. Creía que lo íbamos a hacer justo antes. Ayer me dijiste eso.
- No es el regalo de aniversario. Es otra cosa.
- ¿Qué...?
Sacó las manos de detrás de la espalda y con ellas una libreta, la que nunca le dejaba tocar porque decía que era el límite de su privacidad. Siempre que se lo había argumentado, ella había entendido que tenía razón, aunque el fondo desease cogerla de noche y ojearla por encima.
Y en ese instante se la tendía; con las hojas sueltas y los bordes machacados, con medía anilla caída y la otra media impecable, y con las manos temblorosas.
-Mi amor...
- Esto es todo lo que he escrito de ti prácticamente desde niña. Bueno, técnicamente es solo un poco, el resto está en el piso de mis padres, pero cuando vaya te lo traigo para que mires lo que quieras. Te lo juro, es mi regalo...
El tono, usualmente sereno y lleno de pausas, había dado paso a un torbellino de palabras que solo pudo acallar con un beso, y cuando dejó de emitir cualquier sonido que no fuesen los suspiros en su boca, se apartó para mirarla con detalle.
-Te quiero. No hace falta que me expliques nada, solo quiero saber si estás segura.
- Sí, llevo meses pensándolo, estoy lista para dejar que lo veas.
- Vale, amor. - fue a tocarla dubitativa, pensando si realmente era correcto, aunque se muriese de ganas por saber todo desde su punto de vista.
-Espera. Antes de que mires nada, tienes que saber que está todo, con pelos y señales, con metáforas, con hojas destrozadas, todo.
- ¿Me la voy a encontrar a ella?
- En esta no, pero si necesitas leer lo que escribía de ella lo puedo buscar.
- No sé si quiero.
- Si no quieres, no hace falta que lo hagas. Esto es un regalo, te estoy dando todo de mí porque me siento más conectada a ti que nunca. Porque me inspiras en todo lo que escribo, en cada pequeña metáfora, pero si crees que...
- Estoy preparada. Estoy lista para entenderte y siempre lo voy a estar.
- ¿Aunque a veces te cueste?
- Precisamente porque sé que me va a costar. Pero te prefiero a ti, y por eso sé que estoy lista.
- Vale. Pues bienvenida a mi cabeza. Toma mis palabras y coge lo que necesites.
*************************
-Voy un momento al baño, espérame aquí. - le rozó la mano con tanta rapidez que parecía que el viento había colado por la ventana cerrada y lo había hecho él mismo.
Chiara salió de su habitación y la dejó allí, quieta y mirando cada detalle del cuarto. Los cascos rosas encima del teclado, las sábanas revueltas por no haber hecho la cama, un par de prendas de ropa escondidas entre la silla y el escritorio, intentando que no se notase demasiado que mínimo llevaban allí un par de días, y las fotos del corcho con personas que ella no conocía por obvias razones.
De repente Violeta se vio rodeada de Chiara y de su vida anterior a ella.
Le había contado algunas cosas por encima; como que sus amigas de toda la vida vivían entre Menorca y Barcelona, o que ella vivía antes con ellas cuando estudiaba la carrera. Le había contado la primera vez que descubrió que quería dedicarse a la música ...
Cosas que Violeta no contaría a un extraño, y, sin embargo, no sintió que Chiara sítiese que estaba jugándosela al contárselo, simplemente le regalaba pequeños fragmentos de su vida en palabras, y Violeta se esforzaba por recordarlos todos en busca de detalles, sujetándolos con delicadeza entre sus manos con miedo a que cayesen al suelo y los perdiese para siempre.
Le había contado tantas cosas de ella en tan poco tiempo que verse rodeada de todas sus cosas la abrumaba, pero no en el sentido negativo de la palabra.
Vio las guitarras en la pared y quiso que le enseñase mil canciones con ellas. Que rasguease sus cuerdas, mientras la miraba sonriente desde su lado del colchón, con las piernas cruzadas y una sábana que tapase aquello que ya habría visto y aun así le negaba.
Vio los cascos rosas sobre el teclado eléctrico, y fantaseó con que aparecía por su espalda, se los colocaba lentamente, después de que ella se girase a mirarla y le pedía silencio justo después de darle play a cualquier canción que hubiese descubierto.
Vio las fotos con sus amigas, y aún sin conocer las caras se preguntó cuántos secretos e historias compartirían con ella. Cuántas facetas que Chiara podría intentar esconder de ella podrían mostrarle sin esfuerzo, cuántas fiestas, cuántas peleas y cuántos lloros habrían vivido juntas.
De nuevo, preguntarse o imaginarse cosa con ella era sencillo, no le hacía falta demasiado para hacerlo, solo un par de minutos y cualquier cosa que le recordase a ella.
Por eso, al verse tan cargada de estímulos, se acercó a observar las fotos, preguntándose como se llamarían todas esas personas que parecía tener toda la confianza y el contexto que ella deseaba.
Reconoció a la mujer que vio con ella en la cafetería como su madre, y a la chica que la acompañaba sonriente junto a ella y el resto de su familia.
Retuvo el impulso de querer saber más de todo lo que signifique que Chiara se muestre a ella, desnuda y sin miedos, aunque fuese demasiado pronto para pensarlo en una situación normal.
Con ella nada seguía el orden lógico. Tendría que aprenderlo de una vez, porque todo lo que sentía con ella no aparecía tan pronto en las relaciones al uso, y a veces ni aparece, por muy enamorada que estés o lo mucho que quieras estarlo. A veces simplemente no es.
Pero con ella todo se sentía... Mágico. Y teniendo en cuenta que se habían reencontrado hacía solo unos días, aquello iba mucho más rápido que cualquier historia al uso.
Quería con ella más de lo que había querido con cualquier otra persona después de años estando juntos. Y eso, aunque le salía natural, también podía abrumarla, pero ella se había decidido a echar a patadas cualquier inseguridad o temor que pudiese golpearla, para dejarla inconsciente y apartarla de ella.
La Violeta cobarde que daba vueltas en su cama debía quedarse encerrada en su cuarto, para que la Violeta que estaba allí, en ese instante, actuara con valentía, cediendo a sus impulsos y a sus ganas de tenerla cerca, y sin cuestionarse cada paso como si fuese el último.
Notó las patitas de Kraka presionando sus piernas. Las había seguido, como siempre, seguramente por la costumbre de no despegarse de Kiki, pero al ver que lo dejaba fuera del cuarto de baño había vuelto a ella y demandaba su atención.
No iba a negar que le encantaba gustarle tanto. Le gustaba que el perrito buscara su cariño cuando Kiki no le hacía caso, le gustaba que se subiera con las dos y que la hubiese aceptado en su vida como una compañera más, como lo que quería ser para los dos.
-Ven. - lo agarró y, con él en brazos, estudió todo el corcho, recreándose en las imágenes que la mostraban sonriente. - Que guapa es, Kraka. No me extraña que tú también estés como yo. Si es que mírala.
Él, sin embargo, la miró a ella. A Kraka no le hacían falta las palabras para hacerse entender. Le bastaba con mirarla con las orejas a medio levantar para que ella entendiera lo que quería decirle.
-Ya, si ya lo sé.
-¿Qué sabes? - su chica de ojos verdes volvió, y por muy cansada que estuviese le seguía pareciendo como una visión.
- ¿Eh? Nada. ¿Ya está?
- Sí. Ven y te dejo algo para que estés más cómoda. - la vio rebuscar en el armario hasta dar con unos pantalones anchos de chándal y una camiseta que parecía enorme. - Te lo dejo aquí. Rus ya tiene la peli. Dice que le apetece algo tranquilito.
- ¿Me tengo que asustar?
- No, creo que le apetece algo tranquilito de verdad. Las de miedo las dejará para después.
- Bien, porque no me apetece nada asustarme. - Chiara se acercó a ella, le quitó a Kraka de los brazos y le rozó la cadera por el camino.
- Te guardo el sitio, ¿vale? - le dijo bajito, casi como si fuese un secreto, aunque le sonó como una propuesta.
Y si la propuesta era volver a acurrucarse con ella como hacía un par de horas, no se iba a quejar. Es más, lo podía acoger como su rutina. No le iba a poner pegas a quedarse las tardes de fin de semana a su lado viendo una peli después de salir a comer por ahí.
Aunque aquel día hubiesen comido en su piso, pero era más como una rutina a futuro.
Chiara salió de la habitación y ella no tardó demasiado en seguirla. Se sentó en el mismo sofá que ella y pasó una manta por sus piernas por el simple hecho de que le pegaba con el plan; peli, manta y un montón de chuches para quedarse con un sabor aún más dulce en la boca.
-Kraka, ven. - dijo Rus, mientras lo agarraba y se lo ponía encima de ella.
" Gracias, Rus."
-¿Cuál vamos a ver? - dijo distraída, al notar que la mano de Chiara buscaba la suya por debajo de la manta y entrelazaba los dedos.
-Iba a poner Clueless pero me apetece una buena canción tontorrona. - se echó la otra manta por encima y cogió el mando de la mesita, dispuesta a ponerla en marcha en cualquier momento.
-¿Mamma mia? - apretó el agarre por debajo de la manta y se llevó la mano a su regazo.
Chiara paseaba los dedos por el dorso de su mano a su antojo, despertando las corrientes eléctricas de siempre. Dejó la cabeza caer en el hombro de Violeta y se escurrió en el sofá para estar más a gusto.
Si por ella fuera estaría directamente tumbada sobre ella. Dejaría que los labios le rozasen el cuello y se reiría al comprobar los estremecimientos y la piel de gallina.
Cada segundo que pasaba sentía que era exactamente lo que quería, porque con las persianas a medio bajar la habitación tenía un toque íntimo y quizá fuera por las hormonas o porque ya no se sentía tan mal, pero su cuerpo se estaba revelando y le pedía más intimidad.
Siempre más y más.
-No, por dios. Mamma mia, no.
-¿No te gusta? ¿Cómo no te va a gustar? Si es un peliculón.
Violeta la bajó la mirada hasta encontrar la suya y ella se mojó los labios al ver el baile entre sus ojos y sus labios.
-La tengo quemada. Mi mejor amiga la ponía mucho cuando vivíamos juntas.
-Tu mejor amiga soy yo. - se quejó Rus desde su sofá.
-Mi otra mejor amiga, Ruslala.
- Sí, bueno, no me sirve. Tu mejor amiga soy yo y punto. - dijo por lo bajito.
- Si quieres se lo dices a Paula cuando la veas. No creo que esté de acuerdo contigo.
-Uy, ya te digo yo que está de acuerdo conmigo en más cosas de las que piensas.
-¿Y esta subtrama?
- Pues no lo sé. ¿Algo que quieras decir, Rus? - la miró entre sorprendida y divertida.
-¿Yo? No, nada. Vamos a ponerla. Ya verás, Kraka, es un peliculón.
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Cuando Denna llegó a su piso, lo primero que hizo fue correr al baño. Llevaba media hora aguantándose las ganas y creía que iba a explotar.
Luego buscó a su novio, y no fue muy difícil encontrarlo porque estaba tirado en el sofá con los ojos cerrados y los cascos puestos. Le empujó la pierna y él le hizo un hueco para después subirlas encima de ella.
- ¿Y Violeta? - le preguntó cuando se quitó los cascos.
-En el piso de Kiki. Se han quedado las dos con Ruslana. - dijo con un gesto burlón.
"Ahora le toca a ella sujetar las velas." Se estiró en el sofá con un gesto perezoso y buscó la mano de Denna.
- Es tonta, mi amiga. Mírala como aprovecha.
Denna le agarró la mano y buscó el teléfono con la otra, revolviéndose para dar con que lo tenía en el bolsillo de atrás.
-Déjala, a ver si ya se lanza. Me tienen estresado, de verdad. - bufó.
-Pero si se encontraron hace nada.
Se preguntaba cómo sería aquello en directo. Le daba la sensación de que Álex sabía mucho más que ellas por el simple hecho de haber compartido el mismo espacio, y en el fondo le frustraba no haberlo visto ella.
Puede que porque le pudiese la curiosidad de ver la conexión o por ver cuanto tardaba en aparecer el hoyuelo cuándo estaba con ella, pero estaba deseando conocer a esa chica.
No la conocía y aun así ya le tenía un poco de aprecio por el simple hecho de convertir a su amiga en una niña pequeña cada vez que la veía.
Tenía grabada a fuego la vez que apareció por la puerta del piso y Violeta la recibió temblando de felicidad. Su amiga, que siempre era bastante más comedida en cuanto a relaciones amorosas, que siempre evitaba hablar de las personas que conocía hasta que ya no hubiese más opción que poner las cartas sobre la mesa y admitir que se estaba viendo con alguien.
Su amiga, que hasta hacía unos cuantos meses se conformaba con estar bien, con tener una pareja emocional y sexual que cubriese sus necesidades básicas, pero siempre acababa de forma repentina con ellas porque de alguna manera se cansaba o no creía que fuese la persona que necesitaba.
Su amiga, que desde que esa chica había aparecido en su vida no dejaba de pensar en ella y le hablaba una y otra y otra vez de sus ojos, aún sin que estuviese presente.
-Tú no las has visto. Parecen novias. Hay una tensión ahí... Ya se lo he dicho, que espabile.
- ¿Tanto? A ver, ella me ha contado algunas cosas, pero yo qué sé... Es dramática desde siempre.
- No, amor, no está siendo dramática. La tensión se corta con un cuchillo. Estás con ellas y parece que se van a comer en cualquier momento.
Denna levantó la ceja ante el comentario, y a su novio se le escapó una pequeña risa ante el gesto.
Él también ponía esa cara en algunos momentos, cuando las tenía al lado y por más que quisiera, no podía evitar escuchar los susurros. O cuando se quedaba a solas con alguna de las dos y los suspiros, ya ni disimulados, cargaban el ambiente de tensión incluso sin tener a la otra presente.
Él había pasado por la sorpresa, por la comicidad de verlas como adolescentes, por la frustración al verlas dar pasos pequeñitos que querían decir mucho más que las palabras que salían de sus bocas, y por el convencimiento de que en algún momento toda esa tensión iba a explotar irremediablemente delante de ellos y tendrían que protegerse del impacto.
Y todo eso en unos pocos días, pero verlo en vivo era mucho más significativo cuando tienes todo el contexto, sabiendo de los bloqueos y de las noches en vela escuchando a su amiga pasearse por la casa.
Ahora que sabía que era porque soñaba con sus ojos, era mucho más sencillo entenderlo todo. Y, sobre todo, era mucho más emocionante si comparabas el carácter reacio de Violeta por compartir cosas con la explosión de amor que parecía tener solo con mirar a la chica de ojos verdes.
- Tengo curiosidad por conocer a Kiki. Estoy cansada de que me habléis de ella y no conocerla.
-La vas a amar.
- A ver si me la presentas, porque si es por Violeta voy a tardar bastante.
-No te creas, cualquier día te las encuentras aquí.
-Hazme hueco, que me quiero tumbar. - se echó sobre su cuerpo y buscó sus labios. - Hmm, te he echado de menos. - él le robó un besó y ella se lo correspondió al instante prolongándolo todo lo que pudo. - Estoy cansada.
-Yo también. Tengo ganas de este finde. Me apetece tenerte solo para mí.
- Va a ser un finde movidito. - se rio. Una pequeña risa que a Álex le supo a gloria por lo que podía significar.
-Estás guapísima. Por dios, la suerte que tengo.
-Te como. - le dio un pequeño pico y se echó a un lado para verlo mejor. - ¿Qué tal el día?
-Aparte de lo de Kiki, nada. Estudio, llevarla a casa, mimarla un poco y venirme aquí cuando ha llegado Rus. Ha sido un día curioso, la verdad. No he hecho mucho, pero estoy reventado.
Denna le acarició la barba, haciéndole cosquillas en el proceso y él cerró los ojos, atraído por la delicadeza de su novia y lo mucho que le gustaba que hiciese eso.
- ¿Cómo qué no? Si te has levantado prontísimo y luego has estado cuidando de la mujer de tu amiga. Eso es un motón.
-Ya verás cuando se canse de la bromita, nos va a querer colgar a los dos.
-No me está escuchando. Pero que se joda. Ella me hizo mucha coña contigo cuando empezamos.
Arrugó la nariz al pensar en los primeros meses cuando Violeta se reía de su nerviosismo cuando le decía que habían quedado para hacer cualquier cosa.
"A ver de quién te ríes ahora, guapa. Me voy a vengar, porque ante todo rencorosa."
-A Violeta le gusta mucho vacilar, pero luego es un cuadro. Cuando he vuelto al salón después de pedir la comida, me las he encontrado pegaditas, a un par de centímetros, vaya.
- Pero...
- Pero ha entrado Kraka detrás de mí y ha empezado a ladrar porque tenía hambre. El condenado solo ha venido porque las otras dos estaban en su mundo y pasaban de él.
-Vamos, que te han tenido ocupado
- Ocupadísimo. La próxima vez la mando solo a ella. Si de todas formas ha sido llegar y que se olvidasen de mí.
"No creo que haga falta que la mandes. La próxima vez, va a ser ella la que va a avisar de que no puede hacer algo porque está cuidando de su chica. Cero pruebas, pero cero dudas"
- Ah, bueno, muy bonito. Ya hablaré yo con mi amiga de cómo te trata. Se le va a caer el pelo. Mucho tonteo y mucha Kiki, pero luego bien que se olvida de nosotros. Ni un mensaje me ha mandado en todo el día.
-Está centrada en sus cosas.
-No, está centrada en enamorar a la Kiki.
-También.
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-Se ha dormido. - le dijo. Seguía con los dedos atrapados entre los suyos, pero la pelea que solía hacer casi por defecto se había parado hacía ya un buen rato.
-Le pasa mucho con las pelis, elige la que le da la gana y acaba frita en el sofá.
- ¿La despertamos? - murmuró.
Sentía la cercanía de cuerpo de Chiara pegado al suyo. Notaba la respiración rozarle la piel, estremeciéndose solo de pensar que con breve giro podría estar tan cerca de ella que sus labios se rozarían casi irremediablemente.
-No, déjala, si es que además Kraka está muy calentito siempre, dan ganas de dormirse cuando lo tienes encima.
- ¿Experiencia personal? - dijo, y se separó muy levemente para no chocarse con ella, dejando unos pocos centímetros de separación que se hacían agónicos.
-No se lo digas a nadie, tengo que mantener mi fachada de chica dura.
- Ya, como si no se supiese que lo adoras.
- ¿Quién? - levantó una ceja, retándola a nombrar una sola persona que supiese de su pequeño secreto.
- Yo, por ejemplo.
- Estás muy vacilona, me gustaba más la Violeta de hace un rato. - paró la película antes de que acabase y se revolvió en el asiento. - Vente, vamos a dejarla dormir.
Se la llevó de la mano con la manta encima y la arrastró hasta su cuarto, cerrando la puerta, aunque no hubiese nadie que pudiese verlas. Violeta se sentó en el borde de la cama y esperó a que ella se subiese para seguir su recorrido y colocarse a su lado.
Cuando Chiara apoyó la cabeza en la almohada la reacción inmediata de Violeta fue acercarse a ella todo lo posible. No aguantaba ni un segundo más, quería acortar la distancia y comprobar si el chispazo se intensificaba al hacerlo.
- ¿Qué piensas?
"Como si la respuesta no fuese obvia."
-En nada. En que he estado muy bien hoy. Me ha gustado el plan de la peli.
- Ha terminado bien la tarde. Cuando te dije de quedar, no pensaba exactamente en esto. Tenía otros planes más divertidos.
- ¿Cómo cuáles?
- No sé, quería buscar una actividad chula por Madrid y pasar la tarde entera dando vueltas, no liada en una manta y ... Así.
- A mí me ha encantado estar así contigo, Chiara. He aprendido muchas cosas de ti y eso me encanta.
- Ha vuelto el nombre completo... Me gusta.
-Creía que preferías que te llamasen Kiki.
-No siempre, depende de la persona. Kiki está bien cuando es con amigos, es como me decían de pequeña y lo relaciono con eso. Pero mi nombre es diferente.
- ¿De qué depende?
-De si me gusta quién lo dice. Kiki me da más igual porque todos me llaman así.
- ¿Y cómo prefieres que te llame yo?
-Chiara. Es especial. Y cuando más me gusta es cuando lo dices bajito, como hace un momento.
- ¿Por qué?
-Es más bonito todavía, como uno de esos chispazos.
-Chiara...
Se acercó aún más si podía, casi rozando el vértice de su nariz con la suya, y con una de sus manos colocó la palma de Violeta en su pecho.
-Vuelve a decirlo. - dijo, mientras miraba fijamente a sus ojos profundos, sin intentar esconderse, dejando que el bosque inundara todo con su luz.
- ¿Tu nombre? - ella asintió convencida. Cortó la visión del bosque y esperó a que la delicadeza de su voz la acariciara. Violeta accedió, hipnotizada por el simple hecho de tenerla tan cerca, permitiéndole invadir su espacio. -Chiara...
Un susurro tan suave como un suspiro salió de su boca, y el corazón latió desbocado en la palma de su mano.
Se detuvo a sentirlo, pensando que desearía que fuese su pecho el que ocupase el lugar y latiese acelerado contra el de Chiara, como llevaba deseando desde el primer día que la vio. Bajó la mirada y estudió las reacciones con detenimiento, dándose cuenta, asombrada, que, aunque su piel se erizase solo con aquello que le había pedido y el corazón bombease en pleno ataque de locura, su rostro transmitía tranquilidad, siendo consciente de que no iba a juzgar aquella reacción involuntaria que le provocaba con el más mínimo detalle.
- ¿Ves? - dijo sin mover un solo ápice de su cuerpo, con los labios entreabiertos y apetecibles, tentándola a acercarse de una puta vez.
-Si lo hubiera sabido no te hubiera llamado Kiki nunca.
- También puedes llamarme Kiki, puedes llamarme como quieras, me da igual. Es simplemente para que entiendas por qué me gusta.
-Chiara... - volvió a decir. El verde la dejó adentrarse en él, y Violeta intentó no enturbiar el camino a su paso, procurando que las huellas solo fuesen visibles si te acercas demasiado. - Quiero besarte. - acompañado de un suspiro y el roce de sus narices.
-Yo también quiero que lo hagas.
Fue tan simple como escuchar esas palabras, tan simple como una confesión para dejar que el bosque la engullera y tuviera la necesidad palpable de cerrar la distancia. Y donde un simple roce hubiese bastado, Violeta tuvo la necesidad de apretar los labios contra los suyos, intentando acallar el deseo en ellos.
Chiara la acogió, pletórica por poder notar la electricidad de nuevo, más intensa que nunca. La acercó a ella acompañando su cabeza y bailó sobre sus labios como el agua con la brisa. Saboreó los labios carnosos y quiso perderse en ellos de forma indefinida, con la sensación de la piel erizándose y la de la mano que Violeta acababa de poner en su cintura, apretándola contra ella.
No fue un chispazo. Fue directamente un rayo, que cayó sobre ellas chamuscándoles la piel, suspirándose a milímetros y bebiendo de la otra, como si la embriaguez de hacía un par de minutos fuese solo una gota de alcohol en un mar entero.
Y, pese al rayo, la piel erizada, el corazón estallando y los suspiros que bebieron, no tardaron ni un segundo en volver a buscarse.