—¡Angelo!
Lana está en las nubes.
Sus ojos están oscuros, sus pupilas dilatadas y su cuerpo enrojecido por el calor. ¡Apenas puede mantenerse de pie y está tiritando, maldición!
Está drogada. Ella no es así; ni siquiera actuaba de esta forma cuando estábamos juntos. ¿Le gusta llevarme la contraria? Sí, es nuestro juego, pero no así. Esta no es mi Lana y esto debe parar.
Angelo entra y, en cuanto ve a Lana, se hace el tonto y aparta la mirada.
—Cierra la puerta —ordena ella.
El hijo de puta obedece. Lana se acerca a él, contoneando las caderas torpemente, mientras yo forcejeo con las esposas.
—¡Lana, escúchame!
Rodea el cuello de Angelo con el brazo.
—Le dijiste que obedeciera mis órdenes, así que eso hará, ¿cierto?
¡Mierda!
Lana sonríe ante mis inútiles intentos de escapar. ¿Cómo mierda puso estas cosas?
Se vuelve hacia Angelo, cuya atención sigue fija en la ventana.
—¿Qué dices? —susurra ella—. ¿Quieres besarme? ¿Tocarme?
Angelo abre la boca para responder, luego la cierra. Me mira. Sacudo la cabeza lentamente, pero sus ojos brillan con malicia.
El hijo de puta lo hará.
¡Lana no está pensando con claridad!
A menos que...
El bastardo sonríe.
—Si pones un dedo sobre ella, te juro que...
—Mírame —interrumpe Lana.
Angelo pone toda su atención en mi Lana. La inspecciona con la mirada y, con una sonrisa, deja que ella acune su mejilla.
—Yo tengo el control, no él. —Toma la mano de Angelo y la lleva a sus pechos—. Puedes tocarme todo lo que quieras.
—¡Lana, escúchame!
—¿Estás segura, principessa?
Lana asiente. Angelo pasa el pulgar por su pezón y ella se aleja, pero él la agarra de la muñeca.
—Amore, por favor...
Ninguno me pone atención. Se abalanza sobre ella, le arranca las bragas y la empuja contra la mesa. Lana lo toca por encima del pantalón. Él le abre las piernas y lleva su mano a su coño.
—Estás empapada.
Un destello cruza la mirada de Lana, pero lo ignora y mantiene sus manos pegadas en Angelo. Le desabrocha el pantalón.
La furia crece en mi interior. En cuanto me quite estas putas esposas, lo mataré. No me importa si Lana me odia después; no me importa si arruino todos los progresos que he hecho con ella. Esto no se quedará así. Ya tuve suficiente de su juego.
—Lana, te juro que si no detienes esto...
—¿Qué? —me mira con una sonrisa burlona—. ¿Vas a golpearme?
Angelo me mira, también sonriendo.
Debí despedirlo en cuanto vi cómo la besaba.
«El amor te hace débil».
Se acerca para chuparle un pezón. Lana le agarra la cabeza, jadeando... pero mantiene su mirada en mí.
Solo quiere darme celos. En sus cinco sentidos no me habría dejado esposado a la silla. Tampoco habría usado a Angelo porque ella sabe cómo se siente.
Ni siquiera quería besarlo el otro día y, por la reacción de su cuerpo, no le gusta que la esté tocando.
Quizás una parte muy escondida de su cerebro cree que si la veo con otro me dará asco y no querré tocarla. O que si dejo que otro toque lo que me pertenece a mí, me desquitaré con ella. No tiene idea de que lo único que hizo fue firmar la sentencia de muerte del bastardo que está aprovechándose de ella en mi propia casa.
Angelo la agarra del cabello y lo tira hacia atrás. Se pega a su cuello como una sanguijuela. Lana rueda los ojos.
El bastardo la está marcando como si fuera suya.
Acerco la mano al bolsillo trasero de mi pantalón, pero no logro llegar al clip.
—¡Javier!
Lo llamo una y otra vez. ¿Acaso él también es parte de esto? ¿Por qué mierda no viene?
—Está inconsciente —responde Angelo en italiano.
Maldito hijo de puta. Planeó todo.
¿Quién mierda lo envió?
—Sigue tocándome —jadea Lana—. Por favor.
Angelo sonríe y la besa mientras juega con su cuerpo.
Lana no aleja su mirada de la mía.
—Angelo...
La duda aparece en su rostro otra vez, solo por un segundo, como si hubiese recordado algo.
Lo mataré. Juro que lo haré. Lo torturaré tanto como debí torturar al puto Noskov.
Agarro el clip y lo estiro rápidamente. Busco el agujero de la llave. Solo un movimiento y...
—Sígueme.
Lana enarca las cejas.
—Yo no...
—¿Pensaste que me conformaría con tocarte, zorra?
Como si la hubiera abofeteado, Lana se encoge en el lugar.
No está pensando con claridad y él lo sabe. Sabe que si ella acepta son las drogas hablando, y si se niega...
Angelo agarra su muñeca con fuerza justo cuando yo suelto una de las mías.
Estoy por alcanzar el arma en mi pantalón cuando la voz de mi padre me detiene.
«Mente fría».
La mataré si disparo impulsivamente, así que me limito a decir entre dientes:
—Suéltala.
Me mira.
—¿Prefieres ver cómo la violo? —pregunta en italiano—. Como desees.
Me palpitan los oídos y mi cuerpo hierve en rabia. Lo único en lo que puedo concentrarme es en ese hijo de puta parado frente a mí.
La acorrala contra la mesa. Toma el condón y lo rasga mientras Lana intenta alejarse. Él agarra su trasero y la acerca a él a pesar de su forcejeo.
Entonces, las esposas hacen el clic que necesitaba oír.