Todo el mundo quería observar su cabeza rodar. Natalan, Cellbit, los vikingos enemigos, su propio reino lo deseaba incluso.
¿Le faltaban enemigos acaso? Parecía que estaba haciendo una colección completa.
—Carajo...—murmuró en un suspiro tras salir del baño. Su primer instinto fue dirigir su mirada a la cama, que ahora, estaba vacía.
La adrenalina se subía como veneno en su sangre. ¿Dónde demonios estaba el otro vikingo? Tenía que encontrarlo, y rápido.
Se apresuró a ir directamente a la salida de aquella rústica choza, sin embargo apenas le dio la espalda a la cama, fue una pequeña fracción de segundo donde el pelinegro perdido salió de la nada a atacarlo por la espalda. Apenas pudo reaccionar; no pudo ni emitir un solo grito, pronto terminó en el suelo.
El ajeno se le había subido encima con todas las intenciones de apuñalarlo con alguna clase de "cuchillo" improvisado hecho de una piedra.
En ningún momento escuchó cuando se levantó y salió de la choza para buscar con que apuñalarlo.
—¡CELLBIT!—gritó con todo el aire de sus pulmones. No sabía la razón del porqué rogaba tan desesperadamente la ayuda de su enemigo natural, pero fue el primer nombre y el primer rostro que su mente pensaba.— ¡AYÚDAME!
Su cuerpo entero quemaba de una forma muy peculiar, como si estuviera emitiendo un mensaje únicamente para Cellbit. ¿El cómo lo hacía? No tenía ni la más remota idea, pero lo que si sabía era que había escuchado de una sensación muy similar que su padre Vegetta experimentó una vez que su otro padre estaba en peligro, según recordaba.
Sabía que algo así era una cosa hecha por y para las almas gemelas, pero de nada le servía conocer y replicar esa técnica, si el hombre destinado a que le llegue el mensaje no le interesaba su vida.
—Mariana! Hjelp meg her!—el pelinegro le gritó directamente a la persona dentro del baño.
Y él lo único que podía hacer era forcejear con los brazos qué intentaban apuñalar directamente su yugular mientras recordaba las palabras que aquel maldito alfa le había dicho.
El "y si no lo hago yo, te prometo que estaré presente para observar como das tu último respiro" del alfa no era una simple amenaza, era un hecho, ¿algo curioso, no?
Y como si la situación no podría empeorar, pronto la habitación no tardó en convertirse en un caos; el alfa resguardado en el baño salió apresurado y Cellbit no tardó de hacer acto de presencia de una buena vez por todas.
Cellbit y el otro alfa intercambiaron miradas por una breve fracción de segundos: sería una pelea para ver quién llega primero a ayudar.
No obstante, ¿qué sentido tenía? Si todo el mundo reunido en esa misma habitación quería ver su cabeza rodar.
Tenía que ser más rápido que los otros dos.
En el primer instante en que Quackity se desconcentró ante la intromisión de Cellbit, no tardó en empujar los brazos del pelinegro hacia un lado de su cabeza e ir directamente por su cuello en cuanto surgió ese pequeño espacio entre ellos, aprisionandolo con rapidez para empujarlo directo al suelo. Desafortunadamente no todo su plan podía salir de maravilla; no previó que el contrario para no perder el equilibrio pondría una mano al costado donde empujó sus brazos y con la otra mano libre procedería a apuñalar su brazo sin dudarlo.
El grito de dolor fue inmediato al igual que su primera reacción al dirigir el cuello de Quackity para sacarlo de encima suyo, empujando al pelinegro directamente al suelo con todas sus fuerzas. En cuanto eso sucedió fue auxiliado por Cellbit, mismo quién lo tomó por debajo de las axilas y lo arrastró en un rápido movimiento más cerca de la entrada, por si es que Quackity se atrevía a hacer algo más.
No tardó en ponerse de pie y ser obligado a ponerse atrás de su alma gemela.
—Du er en, din.—escupió Cellbit visiblemente conmocionado y enojado.— Den eneste som kunne stikke denne omegaen var meg.
—Vel, det er to av oss som ønsker å stikke ham.—respondió Mariana con hostilidad.
—Faktisk er vi tre.—Quackity, quien hace un momento estaba en el piso, se levantó con lentitud y sin quitar ni un segundo su mirada de Roier.
Roier no entendía ni una sola palabra, pero suponía que no era algo para nada bueno, mucho menos por la forma en como Mariana y Quackity lo veían.
—Vil du ha Prins Alt? Kom etter ham.—ofreció el ojiazul.
—¿Qué yo que?—susurró el príncipe con angustia para el líder.— ¡Cellbit!
Pero para Cellbit en ese momento no importaba consolar a Roier o hacerle saber que todo estaba bajo control; a él solo le interesaba terminar con esto de una vez por todas.
Cellbit no llevaba armas, pero no necesitaba una. El peligroso brillo en sus ojos y la forma en la que avanzaba lo hacían ver como una amenaza por sí solo. Quackity y Mariana lo observaron con cautela, sabiendo que el líder vikingo era mucho más letal con sus propias manos.
—Sønn av en tispe.—escupió Cellbit con una mirada asesina hacia Mariana y luego hacia Quackity.— Jeg trenger ikke våpen for å gjøre slutt på noen av dere.
Mariana avanzó primero, pero en cuanto lo hizo, Cellbit le hizo una llave rápida, sujetándolo por el brazo y girándolo hacia el suelo con fuerza. El alfa soltó un gruñido de dolor, pero logró zafarse, rodando hacia un lado y poniéndose de pie de nuevo.
—Det er alt du har?—se burló Mariana.
Quackity, en cambio, no esperó a que Mariana terminara su enfrentamiento. Aprovechó la oportunidad y se lanzó contra Roier, buscando terminar lo que había empezado. Sin embargo, Cellbit fue más rápido, interponiéndose entre ellos y atrapando la muñeca de Quackity antes de que pudiera acercarse más. La fuerza de Cellbit lo dejó inmovilizado por un segundo.
—Tør du ikke røre den!—gruñó Cellbit, apretando con fuerza la muñeca de Quackity, quien soltó un gruñido de frustración.
—Og du kommer til å stoppe meg uten pistol, ah?—respondió Quackity con los dientes apretados, tratando de liberarse. Pero Cellbit no cedía.
Con un movimiento brusco, Cellbit lanzó a Quackity contra la pared, haciéndolo tambalearse, pero eso no fue suficiente para detenerlo. El pelinegro se reincorporó de inmediato aún con dolor, esta vez con una mirada más calculadora.
Mariana, que había aprovechado el momento para recuperarse, intentó atacar a Cellbit por la espalda, pero el líder vikingo lo vio venir. Se giró justo a tiempo para bloquear el golpe con su antebrazo y contraatacó con un puñetazo directo al estómago de Mariana, haciéndolo retroceder unos pasos.
La pelea era una danza peligrosa entre los tres, con Roier observando desde detrás de Cellbit, su corazón latiendo con fuerza. No entendía las palabras en noruego, pero podía sentir la intensidad del momento, como si su vida colgara de un hilo.
La pelea seguía con una ferocidad imparable, los movimientos rápidos y letales de Cellbit mantenían a Mariana y Quackity a raya. Cada golpe que lanzaba lo hacía con una precisión calculada, logrando mantener la ventaja por breves momentos, pero el desgaste comenzaba a notarse.
Mariana gruñó, recuperándose del impacto en el estómago, pero no perdió tiempo en lanzarse de nuevo hacia Cellbit. El líder vikingo lo bloqueó fácilmente, y con un giro rápido, lo arrojó al suelo.
Roier miraba la escena con el corazón en la garganta, observando cada movimiento, sabiendo que su vida dependía de ello.
Pero Quackity no estaba dispuesto a dejar que Cellbit saliera ileso de la pelea. Mientras el líder vikingo mantenía su atención en Mariana, el pelinegro aprovechó el momento. Sin que Cellbit lo viera, Quackity sacó el cuchillo de entre sus ropas, y con determinación, dio un paso hacia adelante.
Todo sucedió en un instante.
Cellbit apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió la fría roca atravesar su costado. El dolor fue inmediato, una punzada aguda que lo hizo detenerse en seco. La sangre comenzó a fluir rápidamente, empapando su ropa. Miró hacia abajo, viendo la arma enterrada profundamente en su cuerpo.
—¡CELLBIT!—gritó Roier lleno de pánico.
Quackity, con una sonrisa sádica, torció el cuchillo improvisado antes de retirarla de un tirón, causando que Cellbit soltara un gemido ahogado de dolor. La herida era profunda, y la sangre no dejaba de manar, pero el líder continuaba de pie.
—Dette er bare begynnelsen, Cellbit.—murmuró Quackity, observando con satisfacción el daño que había causado.
Cellbit, con el rostro tenso por el dolor, levantó la cabeza para mirarlo con una mezcla de furia y determinación.
Apretando los dientes, Cellbit dio un paso hacia Quackity, sus manos temblorosas por la pérdida de sangre, pero su mirada seguía siendo la de un guerrero dispuesto a luchar hasta el último aliento.
Con la respiración agitada mantuvo su mirada fija en sus dos oponentes. Sabía que no podía mantener ese ritmo mucho más tiempo sin cometer otro error, pero no tenía intención de ceder ni un milímetro.
Mariana y Quackity se miraron, y fue en ese instante cuando Cellbit supo que su próxima movida sería mucho más peligrosa.
Ambos avanzaron al mismo tiempo. Mariana lanzó un golpe directo al pecho de Cellbit mientras Quackity intentaba barrerle las piernas desde un costado. Cellbit bloqueó el primer ataque de Mariana con su antebrazo, pero no pudo evitar que Quackity lo derribara. El líder vikingo cayó al suelo con fuerza, pero rodó rápidamente para evitar un golpe final de Mariana.
—SØNNER AV TISPER!—gruñó Cellbit con dolor mientras intentaba reincorporarse, su cuerpo ya sintiendo el desgaste de la pelea y por la pérdida de sangre.
Mariana aprovechó la debilidad del líder en ese momento para acercarse peligrosamente a Roier, con una sonrisa cruel pintada en su rostro. Sabía que si Quackity lograba eliminar a Cellbit, entonces el príncipe omega sería un blanco fácil. Levantó su brazo para darle el golpe final, pero justo cuando estaba por descargar toda su fuerza...
CRASH.
La puerta de la choza se abrió de golpe. La luz del fuego llenó la pequeña habitación, proyectando sombras inquietantes sobre las paredes.
—¡BASTA!—una voz poderosa resonó en el interior.
Philza, el veterano guerrero y consejero de Cellbit, se plantó en el umbral de la puerta con un arco tenso en sus manos. La punta de la flecha, envuelta en llamas, estaba apuntada directamente hacia Mariana. Su entrada no fue menos que imponente; la capa de piel oscura que llevaba ondeaba con el viento que entraba desde afuera, y su rostro, iluminado por las llamas de la flecha, mostraba una mezcla de calma y autoridad absoluta.
—El siguiente que intente atacar... Muere—sentenció Philza con voz grave, sin desviar la mirada ni un segundo de Mariana.
El silencio en la choza fue inmediato. Incluso Quackity, quien se estaba preparando para rematar a Cellbit, se detuvo en seco, sus ojos fijos en la flecha en llamas.
—Philza...—murmuró Cellbit, apenas respirando por el esfuerzo de la lucha.
—Cellbit—respondió Philza sin bajar el arco— ¿Estás bien?
Cellbit asintió lentamente, sus ojos nunca apartándose de los otros dos alfas en la habitación.
Mariana levantó las manos lentamente, mostrando las palmas en señal de rendición, pero su mirada seguía cargada de ira.
—¿Vas a dispararme, anciano?—bufó Mariana, tratando de mantener su templitud.
Philza mantuvo su arco firme, sus ojos gélidos como el acero.
—Solo si me das una razón para hacerlo.—respondió con frialdad— Pero si quieres probar suerte, adelante.
Quackity, por su parte, retrocedió un par de pasos, sabiendo que no valía la pena enfrentar a alguien como Philza en ese momento. Aunque lo odiara, su instinto de supervivencia siempre ganaba.
—Todos ustedes, fuera de la choza.—ordenó Philza, su tono inquebrantable. Las llamas de la flecha chisporrotearon, amenazantes, mientras dirigía su mirada hacia los dos vikingos— Ya.
Mariana gruñó, pero sabía que no tenía muchas opciones. Lentamente, dio unos pasos hacia la puerta, seguido de cerca por Quackity, quien mantuvo su mirada fija en Cellbit mientras se alejaba.
Antes de salir, Mariana se detuvo en el umbral, girando la cabeza hacia Philza.
—Esto no ha terminado.—dijo en voz baja, con veneno en cada palabra.— Volveremos por él.
—Y cuando lo hagan.—respondió Philza, tensando aún más su arco, listo para soltar la flecha.— No habrá advertencias.
Mariana no respondió. Con un último gruñido, salió de la choza, con Quackity siguiéndolo de cerca.
El silencio volvió a llenar la habitación. Philza bajó lentamente el arco, pero no soltó la flecha. Sus ojos se posaron sobre Cellbit, que seguía en él suelo, claramente herido.
—Llegaste justo a tiempo.—dijo Cellbit, dejando caer los hombros con alivio.
Philza asintió.
—Siempre llego justo a tiempo.—respondió con una leve sonrisa antes de acercarse con rapidez a Cellbit.— Vaya que te dieron una paliza.
Roier, que había permanecido en silencio durante todo el caos, finalmente se dejó caer al suelo, con la respiración agitada y el corazón latiéndole en los oídos.
—Gracias...—susurró, su voz temblando ligeramente.
Philza lo miró brevemente, sus ojos suavizándose un poco.
—Esto no ha terminado, chico.—dijo con un tono más suave mientras apretaba la herida de Cellbit con la mano.— Pero por ahora, estás a salvo.
Oigan, la verdad es que me puse a escuchar la rola de "Hero" de Skillet mientras esperaba a que mi mamá me recogiera en la universidad, y entonces me comencé a inspirar para este capítulo.
Obviamente no podría haberlo hecho sin la ayuda de Chat porque valgo madre para pensar en un desarrollo de los capítulos y de como escribir las peleas, pero aquí estamossss.
Ahora, ¿el por qué Roier no se armó bien a los putazos como en los otros capítulos? Porque estaba en plena crisis emocional luego de su discusión con el Mariana y por conveniencias del guión, pero les prometo que va a tener su desarrollo chingon en cuanto a peleas, porque acuérdense que si le sabe más o menos a pelear, pero no cuando es un 2vs1.
Y POR CIERTO; YO LES DIJE QUE ERA BIEN OBVIO QUIEN ERA EL OTRO ALFAAAA. Ahí lo había puesto en el final del capitulo dónde sientan a Roier de un putazo.
Pero buenooo, en otras noticias, Cellbit no quería matar a Roier tanto como Roier pensaba... Agarrense porque ahora si les voy a dar desarrollo a su relación.
En fin, ¡nos vemos en la siguiente!