Cuando recibí el mensaje de Griezmann, algo en mi interior se removió. "Sabes que lo hizo por ti, ¿no?", decía. Me quedé un rato mirando la pantalla, sin saber qué responder. Había ido al partido sin grandes expectativas, solo quería ver a Robin, tal vez entender un poco mejor lo que estaba pasando entre nosotros. Pero ahora todo se sentía más confuso.
Me debatía entre contestar a Griezmann o dejarlo pasar, pero antes de que pudiera hacer nada, Enzo, que estaba sentado a mi lado, se inclinó para ver lo que había en mi pantalla.
—¿Qué es eso? —preguntó con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
No le respondí de inmediato. Mis pensamientos seguían en el campo, en esa entrada de Robin en el minuto 91. Me había quedado grabada. Saqué el móvil y sin pensarlo demasiado, subí una historia en Instagram: el momento en que Robin salvaba el partido, y añadí un comentario simple, pero sincero: "Increíble, Robin".
Tan pronto como publiqué la historia, sentí a Enzo moverse incómodo a mi lado. No dijo nada de inmediato, pero su energía cambió al instante. Su ceño fruncido y la forma en que apretaba la mandíbula no pasaron desapercibidos.
—¿Por qué subes eso? —preguntó finalmente, su voz teñida de reproche—. Le Normand no ha hecho nada en todo el partido, ¿y ahora le aplaudes por una entrada de último minuto? No lo entiendo.
Su tono no era solo de molestia, sino de celos. Lo conocía lo suficiente como para darme cuenta de que le estaba afectando más de lo que dejaba ver. Traté de no darle importancia, pero la incomodidad se sentía en el aire.
—Enzo, salvó el partido. Ha sido clave para que pasen a semifinales —respondí con calma, intentando no encender más la conversación.
Pero él no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
—¿Eso es lo que crees? —dijo, su tono subiendo un poco más—. Ha estado fatal todo el tiempo. Ni se ha movido, y ahora subes una historia como si fuera el héroe. No entiendo qué ves en él.
La frase me golpeó más de lo que esperaba. Sabía que Enzo estaba molesto, que llevaba semanas mostrándose cada vez más posesivo, pero esta vez era diferente. Su frustración no se trataba solo del partido, se trataba de Robin. Y lo que yo sentía por él.
Lo miré, intentando mantener la calma.
—Esto no es sobre el partido, Enzo, y lo sabes —le dije con firmeza, aunque mi propio tono sonaba más inseguro de lo que quería admitir.
Se quedó en silencio un momento, como si estuviera procesando mis palabras. Pero en lugar de continuar la discusión, simplemente se levantó y salió del palco sin decir nada más.
Me quedé ahí, solo, con el eco de su reacción y mi propia confusión. Había publicado esa historia porque Robin lo merecía, porque algo en mí necesitaba que él supiera que lo estaba apoyando. Pero ahora me preguntaba si había hecho bien, si todo lo que estaba ocurriendo con Enzo y Robin no se estaba complicando más de lo que podía manejar.
Mientras la notificación de que Robin había visto mi historia aparecía en mi pantalla, sentí una mezcla de alivio y tensión. Ahora solo quedaba esperar qué pasaría después.