— ¡¿Qué han hecho qué?! —Jimin palideció.
Sentía una mezcla de consternación e incredulidad que se iba transformando en una creciente sensación de miedo. Contra todo sus principios y reglas propias, pidió al barman otro trago de whisky, no era hombre de licores fuertes, pero ahora mismo lo necesitaba.
— Él era nuestro último recurso, no teníamos más remedio ¿Crees que ha resultado fácil para nosotros pedirle ayuda Jeon Jungkook? —dijo furioso y a la defensiva.
Las palabras de YeonJun tuvieron el efecto de un martillazo y, por breves instantes, Jimin vaciló entre la furia y la desesperación. Jeon Jungkook. La mención de aquel nombre bastaba para producirle escalofríos. Un hombre bueno convertido en uno malo, todo por culpa del dinero y el poder. Jungkook era un empresario millonario que se había abierto camino por el mundo de los negocios con trabajo y quien sabe con qué más, Jimin adivinaba que, con nada bueno, puesto que el hombre que llegó a conocer en la universidad muchos años antes no era nada comparado con la persona sin corazón ni escrúpulos que era ahora.
No se explicaba que se había apoderado de su padre y hermano para recurrir a él, ya que Jungkook era su ex novio y la última persona con la que iba a tratar.
— ¿Por qué lo hicieron? — cuestionó furioso.
—No teníamos elección —la expresión de YeonJun revelaba un tormento que hizo que se le encogiera dolorosamente el estómago. «Olvida eso, tú no les debes nada, no sientas lástima por ellos y deja que resuelvan sus problemas» dijo su voz interna, pero la imagen de su madre moribunda en su lecho de muerte rogándole que siempre cuidara de su padre y su hermano apareció en su memoria.
Sacudió la cabeza, amaba a su madre y haría cualquier cosa por ella, pero esto era demasiado,
¡Joder! La última vez que Jimin había visto a su ex novio había sido en el funeral de su madre. Una ocasión muy dolorosa, a la que acudieron pocos que lo sintieran de verdad, algunos curiosos... Y él había estado tan aturdido por la pena que actuó de forma mecánica. Desde entonces no había tenido ningún contacto con Jungkook, ni quería tenerlo. Ni siquiera sabía que había estado haciendo el hombre ahí, dado que él había sido el causante de la quiebra de la empresa de su padre. Ellos habían terminado muchos meses antes. Y la ironía era que después de que fue el causante de la destrucción financiera de la familia, ahora acudían a él por ayuda. Si esa no era la prueba de que la suerte le había dado la espalda, no sabía qué era.
—¡Maldita sea, YeonJun! ¿Cómo han podido hacerlo?
Él no respondió. Tampoco era necesario que lo hiciera. No había tiempo de seguir discutiendo ni haciéndose reproches. Faltaban pocos minutos para que cerraran la estación del tren, tenía que llegar a casa y pensar en las posibilidades disponibles. Jimin agarró su chaqueta y su maletín, se volvió hacia su hermano.
—Es el número de Jungkook —le dijo mientras le daba una tarjeta elegante de visita, era completamente blanca con el nombre en relieve de Jeon Jungkook en color dorado, una tarjeta simple pero que sin duda desprendía arrogancia y elegancia en todas sus letras. Exactamente igual que Jungkook.
—Tienes hasta mañana para llamarlo.
—Escucha YeonJun— Jimin suspiro —No creo que...
—Por favor —lo miró con desesperación mientras él se guardaba la tarjeta en el bolsillo.
—No puedo hacerlo, ustedes tendrán que buscar otra manera —Esto era demasiado, mucho más de lo que él podía dar.
Sin despedirse, salió del bar sin pronunciar palabra. Seguía en silencio y con la mente en blanco mientras abordaba el tren rumbo a su casa, vivía en un edificio sin ascensor en un barrio de las afueras poco recomendable. Las casas se alineaban a lo largo de la calle; todas mostraban diversos grados de decadencia y abandono, algo muy distinto de su antigua vida.
Cinco años antes, la familia "Park-Lee" había sido una de las más ricas y famosas de Seúl. A los veintidós años, Jimin se había licenciado en gestión empresarial y ganaba un buen sueldo en un puesto simbólico en la empresa familiar. Aun así, teniendo privilegios a Jimin le gustaba el trabajo duro, le encantaba demostrarle a los demás que no solo era una cara bonita o el hijo de unos padres ricos. Eso lo había aprendido de una persona... Jeon Jungkook. Jimin siempre lo había admirado, porque sin importar que proviniera de una familia de clase media alta, él se había esforzado por salir adelante y ser reconocido.
Al salir de la universidad Jungkook se convirtió en una persona sofisticada, en ascenso en el sector financiero de la ciudad. Siguieron siendo novios y tenían planes de futuro, pero se había equivocado también en eso.
Cuanto más éxito tenía Jungkook en la vida, más se alejaba de Jimin, el trabajo se convirtió en su mundo, cada vez viéndolo menos y menos; y si a eso le sumaba la repentina crisis financiera de la empresa, la enfermedad de su madre,y todo lo que su padre y hermano le hicieron... Termino rindiéndose.
Fue una época desgarradora, en la que un conflicto de lealtades fue minando los sentimientos de Jimin. La familia era algo que su madre había considerado intocable. Pero ella ya no estaba, por esa razón, Jimin había decidido darse por vencido y alejarse de todos.
Cuando llego a su estación minutos después, seguía sin saber qué diablos iba hacer. Esa tarde había pensado en comprar algo de comer, llegar a casa y tomar una copa de vino con la cena, leer un buen libro y dormir hasta el día siguiente. En cambio, ahora no tenía hambre, y dudaba mucho que pudiera conciliar el sueño. No tardó mucho en llegar a su casa, la música en el piso de abajo estaba demasiado alta, pero no le importó, hoy no tenía ganas de discutir con su vecino acerca de sus fiestas semanales.
Entró en su apartamento y de mala gana lanzo las llaves en el mueble a un lado de la puerta, dejó caer de mala forma su maletín y se quitó los zapatos, mientras caminaba hacia el sillón se deshizo de la chaqueta y la corbata, mientras se desabotonaba la camisa se dejó caer en su destartalado sofá.
Se sumió en la oscuridad y el silencio durante un buen rato, hasta que algo dentro de él lo impulsó a querer obtener información, alcanzó su portátil comenzó a navegar en la red, necesitaba averiguar si lo que dijo su hermano era cierto.
Media hora después, se dio cuenta, que desgraciadamente YeonJun no había mentido. Habían sido años de fracaso en fracaso para los Park-Lee. Poco después de la muerte de su madre y de la partida de Jimin, la empresa tuvo una lista de contratos incumplidos y problemas sindicales, y fue objeto de una oferta pública de adquisición por parte de Jeon Jungkook. Para entonces, todo se había subastado: las propiedades, los autos, las joyas de su madre y las obras de arte, todo lo cual fue seguido muy de cerca por los medios de comunicación. Su padre comenzó a jugar lo poco que le quedaba hasta declararse en quiebra. Recientemente su padre había tenido una apoplejía, le había quedado paralizada la mitad de su cuerpo y ahora se encontraba en una casa de reposo, por esa razón YeonJun en una espiral de desesperación había acudido a Jungkook para empeñar su alma al diablo.
Frustrado y con dolor de cabeza apartó el ordenador y camino a su pequeña cocina para servirse una copa... en último momento hizo a un lado la copa y bebió directamente de la botella. Era un licor barato que más que emborracharlo le haría doler la cabeza por la mañana.
Desde hacía cuatro años, Jimin hacía su jornada de trabajo normal y después venia directo a casa por las noches, escasamente tomaba una copa de vez en cuando en un bar, había tenido solo dos ligues ocasiones los cuales no pasaron de más allá de una masturbación conjunta. Se había vuelto desconfiado por naturaleza, por esa razón no creía demasiado como para entablar una relación seria con nadie.
Jimin cerró los ojos. La tarjeta que su hermano le había dado aquella noche estaba en el bolsillo de la chaqueta. No podía creer que estuviera considerando... Pero ¿Qué otra opción tenía? Mentiría si dijera que no tenía curiosidad por saber por qué Jungkook le había dicho a YeonJun que el único que podía salvarlo de que no fuera la cárcel era Jimin. ¿Qué podría querer Jungkook de él? después de que cada uno tomara su camino, él nunca lo buscó para pedirle una explicación del por qué había decidido terminar, de hecho, jamás tuvieron una conversación acerca de poner fin a su relación, Jimin simplemente se había marchado y Jungkook no lo había buscado. Era algo normal en ellos, cuando se hicieron amigos simplemente sucedido, cuando pasaron la barrera y tuvieron sexo la primera vez, simplemente fue natural decir que eran novios. Jamás hablaron de romper, simplemente se alejaron. Siempre fue una relación extraña la suya. Jungkook era hombre de pocas palabras. Pero para Jimin siempre fue fácil comprender lo que el otro deseaba o sentía... al menos eso fue lo que creyó.
Derrotado sacó la tarjeta de su bolsillo, antes de poder pensarlo mejor, marcó el número y esperó a que Jungkook respondiera.
—Jeon— El sonido de su voz le puso los nervios de punta y casi le impidió hablar.
—Soy Jimin — ¿Cómo iba a salir de aquella situación? ¿Por qué después de tanto tiempo su cuerpo reaccionaba al sonido de su voz? —Yeonjun me dijo que llamara.
—Enviaré un vehículo a recogerte por la mañana, —le indicó Jungkook con voz seria —Hablaremos en persona— y colgó.
¡¿Qué mierda?! Le había colgado, después de darle una orden, ¿Quién diablos se creía?
¡Arrogante hijo de puta! Jimin volvió a llamar, pero saltó al buzón de voz. No había duda que su terrible soberbia solo había aumentado con los años. Sintió la irresistible necesidad de romper algo. Preferentemente la cabeza de su antiguo novio.