—¡Dunk! ¡¡DUNK!!
Me estoy muriendo de aburrimiento. Es hora de mi dosis de Dunk.
—Dime, Joong, ¿qué necesitas?
—¿Sigues con los cristales? ¿Qué pretendes, que las aves se estrellen de lo limpios que están?
—No... tu madre...
—¿Ves a mi madre por algún lado? Siéntate, Dunk, distráeme un rato.
—Claro...
—Cuéntame algo de ti, algo picante.
—¿Eh? ¿Picante?
Cómo disfruto al verlo ponerse nervioso y rojo como un maldito tomate. Joder, es perfecto, ¿ni siquiera se da cuenta de que estoy jugando con él?
—Sí, vamos, seguro que tienes un montón de historias tórridas con esa cara de niño bueno.
—Ehm... no, Joong. La verdad es que no he tenido muchas historias de ningún tipo, mucho menos tórridas.
—¡Estás de broma! Jajaja...
Está muy serio. Empiezo a creer que esta dulzura no es solo una fachada ni una sobredosis de azúcar.
—Y dime, ¿hay alguien calentándote la cama?
—No creo que esa pregunta sea adecuada...
—Me importa muy poco si lo es. Dunk... responde.
—No, no tengo pareja.
—¿Ni un compañero o compañera de cama para las noches frías?
—Yo no... no soy de ese tipo de persona.
—¿A qué tipo de persona te refieres, caramelito?
—¿Eh? No... no me llames...
—¿A qué tipo de persona?
—...yo no me acuesto con nadie que no sea mi pareja.
—Jajajaja... ¿Nunca has tenido sexo sin amor, señor Natachai?
—¿Podemos dejar de hablar de esto?
—No... es demasiado divertido verte aquí muerto de vergüenza.
—...Joong... discúlpame, pero no me siento cómodo teniendo este tipo de conversación con mi jefe.
—¿Quieres probarlo?
—¿EH?
—Te pregunto si quieres probarlo, Dunk.
—No te entiendo...
—¿Eres real o solo te haces el tonto?
No responde, y parece entre asustado, irritado y desconcertado. Y follable, muy follable.
—Dunk... escucha bien, me pareces un chico muy guapo y puro. ¿Sabes lo que hago yo con las cosas puras?
—No...
—Las corrompo.
—...
Veo cómo traga, su nuez sube y baja, y yo me pongo duro. Tiene suerte de que todavía esté en esta maldita silla de ruedas, con las dos piernas cubiertas de yeso.
—Creo que por hoy hemos cubierto el tiempo de ocio, Joong. Voy a volver a las tareas que me ha asignado la señora Aydin.
—¡Oh, vamos, Dunk! No seas aburrido...
Pero ya está saliendo de mi despacho. Mierda, ¿y ahora qué hago con esto? ¡Oh! Mira por dónde, aquí tengo una caja de pañuelos... ni tan mal.
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