La espada de Gabriel

By GARETART

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Helena, una joven marcada por la oscuridad, recibe una misión divina: encontrar una espada legendaria y entre... More

La Espada De Gabriel
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7

Capitulo 4

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By GARETART

 Capítulo IV

La respuesta.

Después de clase me dispuse a tratar de olvidar lo que había visto, esa gigantesca figura de ese hombre con alas marrones que salía de aquel matorral. Intenté no pensar en ello, pero su suave voz retumbaba en mi cabeza y las imágenes de sus ojos verdes aparecían y sentí que me decían que no quería hacerme daño, pero aparte de esos recuerdos en mi mente retumbaban preguntas que no podía responder. ¿Me estaba volviendo loca?

Mientras caminaba hacia la salida de la universidad, me encontré con varios compañeros a los cuales saludé con afecto y al despedirme de ellos sentí un gran alivio, ya que en esos breves momentos no recordaba lo que había sucedido y me hacían mención que tenía que entregar una investigación para la próxima semana, así que decidí ir a la biblioteca del centro de la ciudad, ya que era enorme y tenía una incontable cantidad de libros. Era demasiado lo que tenía que hacer así que decidí ocupar mi mente en mis deberes como estudiante.

Al salir del lugar me encontré con una calle repleta de autos de todo tipo, en especial muchos taxis que se dirigían a diferentes lados de la ciudad, pude notar que muchos de mis compañeros tomaban algunos de ellos y después de esperar por varios minutos decidí caminar hacia la biblioteca ya que se encontraba a escazas cuadras de la universidad, cruce la calle y me encamine hacia la primera cuadra, la cual estaba cruzando la calle cuarenta cinco norte de la ciudad, y al igual que en la universidad estaba repleta de autos con un tráfico bastante tupido, al seguir caminando pude notar que había pasado un accidente automovilístico, al parecer unos de las personas había perdido los frenos y al tratar de parar en el semáforo choco contra el que estaba delante de él dejándolo en medio de la calle cuarenta cinco y cuarenta y cuatro norte, pude notar que no había heridos ya que los conductores se encontraban fuera de sus autos discutiendo por lo que había sucedido, las cornetas de los autos aturdían mis sentidos y me dispuse a caminar más rápido, y comprimí mis ojos como si estos hicieran que el sonido fuera más suave, y al abrirlos para mi sorpresa nada se movía todo estaba paralizado, un hombre regordete con camiseta blanca señalaba a otro hombre bien vestido con una camisa azul que extendía los brazos de forma agresiva, pero no se movían; cuando muy cerca de mí un árbol totalmente tieso y aunque escuchaba el viento no vi que se moviera, todo estaba en un silencio  y de pronto me sentí que me elevaba, miraba a todos lados y parecía que lo único existente era yo, y lo vi; una figura muy alta de cabello negro de piel blanca ,ojos verdes y de alas marrones me miraba a escasos quince metros de distancia su mirada no era fría, no me producía miedo, mi temor era no saber lo que era y ¿por qué? estaba allí.

Me producía cierto acercamiento; cerré mis ojos y al abrirlos otra vez estaba su rostro a escasos centímetros de los míos. Me sonrió con la ternura más hermosa que había conocido; solo era comparable con la mirada de ternura de mi madre y aunque estaba como deteriorado y de aspecto lastimado, me di cuenta que no estaba en peligro. Su mano derecha fue levantándose poco a poco y la colocó en mi cabeza, acariciando mi cabello y mirándome fijamente y con un tono de voz suave me dijo:

—¿Sabes quién soy?—

No sabía qué hacer; de mi boca no salía una palabra, así que hice la primera reacción que se me ocurrió: rápidamente con mi cabeza hice una señal de negación, que la repetí de manera muy rápida y de manera nerviosa, echándome para atrás como si me anticipara a un golpe, y con su mirada fijamente en mis ojos y su aspecto amigable, formé otra sonrisa y respondió.

—Soy tu ángel guardián, Helena—dijo de forma calmada. No sabía qué decir, sentía que me iba a desmayar; muchas preguntas pasaban por mi mente, me aturdían, me lastimaban. Me quedé mirándolo por unos segundos y volví a cerrar los ojos y puse mis manos tapando mi rostro, deseando no ver más.

—Señorita, señorita, qué le ocurre —dijo una voz muy grave a mi lado que puso su mano en mi hombro. Abrí los ojos y noté que era un hombre alto de piel morena y cabello corto, pero con muchas canas blancas y pude ver que era un hombre muy adulto y con un aspecto amigable.

—¿Estás bien?—preguntó—. Fue el único que se dio cuenta de que me ocurría algo dado que los demás estaban pendientes de lo que había ocurrido en el choque entre los carros. Lo mire y le hice una señal de afirmación con la cabeza; levante mi mano y con el dedo índice levantado hice formas circulares en señal de que me había mareado, poniendo como excusa esa situación, ya que si les decía que había visto a un ser enorme con alas marrones y para colmo dijo que era mi ángel guardián. Creo que no era poco creíble. El hombre me miraba preocupado.

—Quieres algo para que te repongas —dijo de forma amable—, pero yo le señalé con el dedo otra vez levantado que no, no podía hablar. Todo lo ocurrido me había dejado estupefacta y bajé la cabeza. Respiré hondo como si estuviera agarrando fuerzas y dije:

—No, señor, muchas gracias—dije de la mejor manera para que no se sintiera ofendido—solo tengo que llegar a mi destino y ahí estaré bien. Vi como el hombre se echaba para atrás con una sonrisa.

—Está bien, hija, pero si necesitas algo, dímelo —dijo el hombre—. Lo miré y con la cabeza le hice otra señal afirmativa, devolviéndole la sonrisa, la cual me costó demasiado, como si cada parte de mi rostro tuviera un yunque colgando. Después de pasarme las manos por el rostro y reponerme, me dispuse a seguir mi camino con los pasos rápidos como si huyera de alguien. Mis manos me temblaban, su rostro se asomaba mucho por mi mente y sin darme cuenta estaba a dos cuadras de la biblioteca, casi en el centro de la ciudad.

Todas esas calles eran muy antiguas con murales cristianos y de estructuras hechas a manos por artesanos antiguos y lo mejor es que los locales, cafeterías y tiendas imitaban las estructuras antiguas en sus construcciones para no perder el tema que daba el lugar, parecía una calle de la antigua Grecia con sutiles toques modernos, y después de admirar un poco la belleza del lugar continúe caminado a paso apresurado y delante de mí a escasos metros vi que estaba en la acera unos cinco motorizados vestidos con chaquetas negras muy deterioradas de aspecto grotesco y note que uno de ellos tenía tatuado una serpiente en el brazo, nada más su aspecto me producía desconfianza, iba a cruzar la calle pero era muy tarde ya se habían dado cuanta de mi presencia y empezaron gritar improperios a mi persona los cuales les hice caso omiso ya que no tenía como defenderme, Levanté la mirada y crucé la calle. Me di cuenta de que ya me faltaba una cuadra. Una sonrisa se marcó en mi rostro como en señal de alivio, pero rápidamente fue apagada cuando a escasos metros de terminar de cruzar la calle, tres de los motorizados me interceptaron rodeándome, impidiéndome continuar mi camino.

—Hola, nenita —dijo uno de ellos de aspecto malicioso de piel blanca, cabello negro y ojos verdes— ¿por qué eres tan antipática o te comió la lengua el gato?

Los otros dos rieron entre dientes; sus aspectos no eran muy diferentes, excepto sus características físicas, ya que el que se hallaba a mi izquierda era moreno muy delgado de cabello corto y el de mi derecha era un repugnante hombre gordo de piel amarrilla de tez enfermiza y tenía el cabello completamente rapado. Los tres me miraban fijamente y no sé por qué, pero de sus ojos podía ver sus intenciones.

—¿Qué te parece si nos divertimos un poco, muñequita?—dijo el hombre que se encontraba a mi derecha—. Lo miré y de mis ojos empezaron a salir lágrimas y se me fueron acercando. Al levantar mi mirada vi a sus espaldas la figura del ángel otra vez, pero esta vez vi que estaba peleando con tres figuras negras que parecían tinta negra, por la forma en que se deprendían y se movían. Estaba peleando con todo, pero no estaba ganando. Pude ver que las tres figuras lo dañaban y la imagen volvió a desaparecer, y vi el rostro del hombre de cabello largo muy cerca de mí. Puso su mano en mi cabeza y jalando mi cabello me tiró al suelo. Pude escuchar que el hombre de piel morena le decía:

—Allí está el callejón—Trataba de impedírselo pero ya me dolía demasiado la cabeza de tanto jalar para soltarme, intentaba gritar pero cada vez que lo hacía me ponían sus manos en mi boca, hasta que pude hacerlo pero fue rápidamente silenciado con un golpe que me propino el hombre de cabeza rapada que se encontraba a mi derecha, lograron meterme en el callejón ya casi cargada, me tiraron en el suelo, el hombre de piel morena se puso muy cerca de mi obligándome a abrir las piernas mientras que el de cabello largo ponía sus manos en mi boca para que no gritara y otra vez vi al ángel luchando con las figuras negras que parecían tinta y al notar y fijar mi mirada, vi que las figuras salían de ellos mismo, de su cuerpos. El ángel me miraba temeroso y con rapidez se quitó a una de las figuras de encima y señaló a una piedra que estaba muy cerca de mí y gritó.

— ¡Corre!—

Y con mi mano derecha tomé la piedra y golpee en la cabeza al hombre moreno que estaba forcejeando conmigo y del mismo movimiento lancé la piedra hacia el que me estaba tapando la boca, lo golpee en la nariz haciendo que se callera hacia atrás, pude soltarme y me di cuenta que tenía el pantalón desabrochado no le di mucha importancia a eso, me levante y vi que el hombre de cabeza rapada ese repugnante hombre gordo se acercaba con furia hacia mí y al hacerlo pude evitar que me agarrara ya que era muy lento y lo sobrepase, me dispuse a salir corriendo del callejón escuche unos gritos y supe que venían detrás de mí, no paraba de llorar estaba desesperada no sabía qué hacer y se me hacía tan lejos la ciudad para buscar ayuda.

—¡¡Corre, Helena, corre!!— Escuchaba la voz otra vez.

—Esto es malo, no tengo muchas fuerzas para protegerte, corre, no te detengas—dijo la voz otra vez—y entre sollozos afirmé con la cabeza y continúe corriendo y escuché el rugir de motocicletas muy cerca de mí y al voltear hacia atrás vi que los tres hombres venían detrás gritando y riendo.

Seguí corriendo y observé que muy cerca de la calle un salida, la misma que daba con la biblioteca en el centro de la ciudad, estaba un edificio en construcción y pensé que ahí podía haber alguien que me ayudara, y si no también podía ser un buen escondite. Me introduje al mismo con rapidez y subí unas escaleras que estaban recién ensambladas hasta el tercer piso del edificio y escuché las motos apagarse. No tenía fuerzas, había corrido demasiado, sentía un cosquilleo en el pecho, pero sabía que era la respiración que no estaba estable y eso evitaba que pudiera soltar palabra. Miré para todos lados y noté que no había nadie. Fue cuando me dije a mí misma que había sido una mala idea. Entonces me dispuse a bajar en silencio por la escalera de emergencia y escuché sus voces que murmuraban algo. No pude oírlos y al llegar a las escaleras vi un letrero que decía:

<<Peligro construcción inestable>>

Me di cuenta del por qué no había nadie en el lugar; estaba abandonado, ya que no estaba bien construido. En silencio seguí bajando poco a poco hasta el segundo piso. Ya no los escuchaba y me sostuve de unos de los barandales, y el mismo estaba mal puesto y se desprendió. Calló unos metros, haciendo el ruido más molesto y agudo que pude escuchar. Cerré los ojos porque supe que estaba en problemas y lo siguiente que escuché fue:

—¡Allí están, muchachos! —dijo uno de los tres hombres que estaba un piso por debajo de mí, y sin importarme seguí bajando de la manera más rápida. El problema de la respiración volvió a aparecer. Sentía un nudo en el pecho y me prohibía seguir corriendo hasta que llegue como pude a planta baja y me fui hacia la derecha donde estaba construyendo un estacionamiento de doble piso. Todavía el suelo estaba de tierra, pero no pasé varios metros cuando fui alcanzada por los tres hombres que me miraban con una sonrisa repulsiva.

—Nos has dado muchos problemas —dijo el hombre de cabeza rapada—, ¿por qué no te quedas tranquila, no vamos a hacerte nada malo? —continuó. —

Note que los otros dos trataban de sonreír pero les costaba hacerlo ya que sus rostros hacían muecas de dolor por los golpes que les di con la piedra, y se me fueron acercando con mayor violencia, empecé a gritar aunque sabía que nadie me escucharía y la figura del ángel a lo lejos otra vez estaba resistiendo los golpes de aquellas figuras negras, era una presencia horrible y note que las figuras se hacían más grandes, unos de los hombres se me acerco e intento poner sus manos en mi otra vez pero mi reacción me sorprendió a mí misma por que le propine un golpe con mi mano derecha típico de un luchador de boxeo y gracias a ese golpe se alejó un poco pero se enfureció mucho más y gritando se abalanzo sobre mí, no sabía que mirar, al ángel o a los hombre que me atacaban.

—¡Helena!—gritó el ángel—desesperado—me daba tanta nostalgia porque sabía que él estaba sufriendo por mí.

Ya no me quedaban fuerzas para continuar y los tres hombres venían enfurecidos hacia mí por la resistencia que había puesto, y solo me preguntaba: ¿por qué? Y recordé todo el daño que había hecho, cuántas veces no me he valorado a mí misma las fiestas en las cuales me drogaba e inducía a que otros se drogaran, cuantas veces me acosté con hombres por el simple placer de tener que hacerlo sin percatar que quizás ellos tengan enfermedades o algo que pudieran dañarme… ¿Por qué me resistía a ser violada por estos hombres? Si eran igual que yo, en esos segundos el rostro de mi madre me miraba con una sonrisa y recordé todos sus deseos que tenía para mí, su amor, sus ganas de que yo pudiera ser alguien y me preguntaba si sabía ella en lo que me había transformado, y me di cuenta que sí lo sabía y aún así no dejaba de darme su amor. Me venían imágenes hermosas de mi madre abrazándome, y recordé la figura de aquel ángel llamado Lucifer, como quedó cuando se entregó a la oscuridad. Todo eso vino a mi mente en un instante, y fue cuando supe que…

—Es por el camino hacia la luz que no me entregaré a la oscuridad —dije en voz alta y los tres hombres corrieron más rápido hacia mí, y al voltear a mi derecha vi cómo se materializaba algo plateado, algo que brillaba con gran intensidad, y al fijar la mirada vi que era una espada, una hermosa espada con un mango también plateado, y en el borde tenía unas escrituras. Vi cómo los hombres ya estaban muy cerca de mí y fui directo hacia la espada. La tomé con gran facilidad y al hacerlo volteé y todo volvió a estar estático. Nada se movía. Podía ver a los tres hombres con sus caras furiosas mirándome como estatuas mientras que yo levantaba la espada, la cual no me costó mucho levantar ya que no era muy pesada, y al hacerlo escuché un sonido como el de un cuervo y levanté la mirada. Era una de las figuras negras que estaba luchando aún con el ángel que volteó en el momento justo de que yo tome la espada. Las otras dos figuras se dieron cuenta y las tres vinieron hacia mí con gran rapidez y agresividad. note como poco a poco todo volvía, los sonidos, las caricias del viento, y el movimientos de los tres hombres que ya estaban a centímetros de mí, no me quedo otra opción que levantar la espada y de un zarpazo golpee a los tres hombre los cuales cayeron a unos metros delante de mí y para mi sorpresa del filo de la espada salió una luz blanca muy brillante, y un grito de dolor resonó por todo el lugar, eran las tres figuras negras que se fueron despedazando como una hoja quemándose, no muy lejos de las cenizas estaba el ángel mirándome fijamente como si le sorprendiera lo que había pasado y en el piso los tres hombres, inconscientes acostados como si estuvieran en fila; pude notar que en sus pechos no había sangre y sus camisetas no estaban rasgadas, yo estaba segura que los había golpeado, no me explicaba que pasaba pero mis pensamientos fueron enmudecidos por un fuerte dolor de cabeza como si estuvieran clavando agujas en el cráneo y para mi asombro caía sangre de mi cabeza la cual se regaba sin control por todo mi rostro, ya sin fuerzas pude ver que el ángel se elevaba con gran rapidez hacia mí para socorrerme pero fue inútil vi hacia mi mano derecha que sostenía la espada y note como la misma caía al suelo dejando un sonido sordo al hacerlo, podía sentir al ángel tratar de levantarme, mientras que mi vista se desvanecía, ya sin fuerzas, mi espalda se desplomo por el frio suelo de aquel lugar y lo último que escuche fue mi nombre gritado con desesperación por aquel hermoso ángel.

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