Desde que se mudó a la casa de su abuela, su vida había entrado en una calma que, aunque agradable, rayaba en el aislamiento. Pasaba los días encerrado, absorto en sus videojuegos, sin demasiado interés en salir o cambiar su rutina. No esperaba que las cosas dieran un giro, pero todo empezó a cambiar con un simple detalle: se acercaba el cumpleaños de un tío abuelo y este evento desencadenaría algo inesperado.
Aquella mañana, estaba en la cocina lavando platos cuando su abuela lo interrumpió con su característico tono de broma. "Ve a buscar a la Mary," le dijo, con una media sonrisa, "viene en transporte público. Guíala a casa, viene con una chica de tu edad." Él suspiró, ya acostumbrado a esas bromas, aunque no podía evitar sentirse un poco curioso.
Al llegar al lugar donde las encontraría, lo primero que vio fue a su tía Mary, pero la verdadera sorpresa fue la chica que la acompañaba. Al verla, no pudo evitar murmurar un "Ay Dios..." para sí mismo. Era realmente hermosa. La timidez le ganó y, a pesar de los nervios, logró saludar a Mary y guiarlas de regreso a casa, aunque en todo el camino su mente no dejaba de preguntarse cómo hablar con la chica sin parecer torpe.
De vuelta en casa, la ansiedad comenzó a apoderarse de él. Las interacciones sociales nunca habían sido su fuerte, y menos cuando se trataba de chicas. Temía que ella lo viera como alguien extraño o aburrido, pero, para su alivio, la conversación fluyó con naturalidad. Pronto descubrieron que compartían varios intereses y gustos. Por primera vez en mucho tiempo, él se sintió cómodo, hablando de sus series y videojuegos favoritos, como si estuviera con alguien que lo entendía.
Cuando llegó el momento de despedirse, una sensación inesperada lo invadió. No quería que esa fuera la última vez que hablaran, pero no sabía cómo proponer volver a encontrarse sin parecer demasiado interesado o extraño. Aun así, la chispa de esa conexión quedó grabada en su mente, junto con el deseo de encontrar una forma de volver a hablar con ella.
Por una coincidencia favorable, su abuela le pidió que acompañara a la chica a buscar una tarjeta de movilidad. Era plena pandemia de COVID-19, y ella, que se llamaba Barbara, le seguía pareciendo igual de encantadora. Después de conseguir la tarjeta, pasaron por una feria cercana, donde Barbara, para su sorpresa, le dio un regalo: un collar con un símbolo hermoso. Él intentó disimular su felicidad, comentando que "solo era un detalle lindo", pero en el fondo no podía creer que ella le hubiera dado algo tan especial.
Más tarde, durante el viaje en transporte público, la conversación entre ellos se hizo más profunda. Barbara compartió sus propios intereses, y él, aunque con algo de nerviosismo, se abrió más, mencionando sus series favoritas. Para su sorpresa, ella también disfrutaba de muchas de ellas. La conexión que habían sentido al principio no hacía más que reforzarse.
Cuando finalmente la dejó en su casa, regresó con una felicidad que era imposible de ocultar. Al entrar, su abuela le preguntó cómo había ido, y él, con una gran sonrisa, le respondió que "súper bien". Ella no pudo evitar sonreír también, diciéndole que su alegría se notaba en cada gesto.
Con el paso de los días, Kevin y Barbara habían ido comunicándose más, desarrollando una confianza que sorprendía a ambos. Una tarde, decidió visitarla en su casa, y para su asombro, Barbara le alisó el pelo por primera vez en su vida. Aquella experiencia fue una mezcla de nervios y felicidad, aunque Kevin no sabía muy bien qué decir o hacer en ese momento. Temía que alguna palabra fuera de más y arruinara lo que habían construido. Así que, en lugar de abrirse, mantuvo sus sentimientos guardados, prefiriendo seguir a su lado y disfrutar de cada momento.
Sin embargo, con el tiempo, esa decisión comenzó a afectarle. Cada día que pasaba, se daba cuenta de que se estaba enamorando más de ella. Pero había algo que lo inquietaba; sentía que Barbara no correspondía a esos sentimientos. A pesar de eso, continuaron siendo buenos amigos, compartiendo risas y confidencias, hasta que, inesperadamente, ella se le confesó.
La revelación dejó a Kevin verdaderamente impactado. Por fin, sentía que sus sentimientos eran correspondidos. Sin pensarlo dos veces, decidió confesarle que la amaba desde hacía mucho tiempo. La alegría que sintió en ese momento fue indescriptible, como si todo lo que había esperado por fin se hiciera realidad. Sin embargo, la felicidad se mezcló con una pequeña preocupación cuando Barbara le comentó que su tía Mary no la dejaba pololear, por lo que debían ser más discretos.
A pesar de esa limitación, Kevin aceptó sin dudar. No quería que nada arruinara lo que estaban comenzando a construir. Pero al llegar a casa, no pudo contenerse y le contó a su abuela. Le pidió que no se lo mencionara a la tía Mary, pues quería proteger lo que tenía con Barbara. Su abuela, comprensiva, cedió, pero no sin antes ofrecerle su apoyo para ayudar a contarle a su amiga Mary en el momento adecuado.