The Other Side (Actualización...

By MrLele2004

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"Existe un solo mundo: el de los vivos"; es una frase que te dirían la mayoría de los hombres comunes y corri... More

Aclaraciones
Mockups
Personajes
El Continente
Introducción: El Cantar de un Alcohólico
1-¿El Inicio?
2-El Foso
3-El Sueño
4-Choque con el Pasado
5-La Huida
6-Señor Brow
7-La Primera Punta.
8-Pueblo Diamante.
9-El Diario
10-Nos Busca.
11-Cuando el Mal tiene Voz
12-El Primer Árbol
13-Infierno Verde
14-Isla del Silencio
15-Conozcan a Madre
15.1- Vuelta al Bar
16- Las Serpientes no Oyen Mentiras

17- Cerrando Heridas

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By MrLele2004

Frente a ellos se encontraba Madre, a su lado estaba Uno, quien los miraba con una extraña mezcla entre admiración e ira. Se notaba que ambos llevaban un rato en la entrada de la cueva, aunque en el fondo nadie sabía si saldrían vivos de allí.

-¿Cómo dijiste? ¿Hijo? -preguntó Marie sosteniendo el Ocultador en su mano, mientras deslizaba lentamente la otra buscando la daga que llevaba en el cinturón.

La anciana dibujó una sonrisa, como si fuese demasiado lógico lo que había dicho. Sus ojos vacíos ignoraron a Marie, se posaron en Marcus por unos segundos, hasta que finalmente se dirgeron a Kran. Durante casi un minuto nadie se atrevió a hablar, el silencio se volvió muy sólido.

No era posible que hace unos minutos Kran hubiese contado que su madre lo abandonó, dejándolos solos a su padre y a él; y que justo delante de sus ojos estuviese una desconocida que lo llamaba "hijo". Por su mente recorrieron varios pensamientos, casi ninguno bueno, sin embargo, ¿Cómo podría creerle a esa anciana que nadie sabía de donde venía? Llamarlo así no la convertía en su madre, él no tenía madre, solo tenía una figura materna ausente que provocó una serie de cargas en su vida que todavía arrastraba.

-Lo soy, Kran.

-No, no lo eres.

-Aunque haya cometido errores lo soy, sin embargo, contigo no cometí ninguno.

Kran arremetió contra la anciana, pero antes de que alguno pudiese reaccionar esta había levantado su mano, paralizándolos a todos, incluso a Uno. Sintieron como si pesaran treinta veces más, como si de repente cargansen con el peso de veinte caballos sobre sus hombros. Kran intentó safarse por todos los medios, pero luego de unos segundos sintió cómo su energía había sido drenada por completo.

-Siento mucho tener que hacer esto -se disculpó la anciana con total sinceridad-, pero si los tres van a volver a Harryn no puedo permitir que tengan la información a medias. Estoy segura que ahí dentro han tenido que oír cosas desagradables con tonos de desconocimiento.

La anciana aflojó el conjuro, lo suficiente para que pudieran respirar y moverse con cierta dificultad. Aunque nadie del trío lo demostró estaban aterrados de ver semejante poder mágico, Uno sabía de lo que Madre era capaz, por lo que solo esperó pacientemente.

-No te abandoné porque dejara de amarte a ti y a Arthur, ni por poder, ni siquiera lo hice por poder volver con los de mi raza. -Los ojos de la anciana se humedecieron, pero rápidamente se secaron sin que ella los tocase-. Cira me dijo que no podía seguir con esto, o tú pagarías las consecuencias. El día que te tuve fue el más feliz, y más triste de mi vida. Condené a aquello que más amaba... ustedes.

Madre se dio la vuelta y dejó caer la capa que cubría su espalda. Entre los numerosos pliegues de la piel se distinguían dos cicatrices verticales que iniciaban en la escápula y se perdían más debajo de la lumbar. A pesar de ser muy viejas todavía se podía ver como palpitaban, como si algo hubiese sido arrancado hace poco. Nadie, ni siquiera Uno sabía a qué se debían esas cicatrices, nunca las había visto.

-El dolor de unas alas que nunca tuve no es ni la mitad del que siento todos los días por haberte abandonado.

Kran caminó hacia ella. Pasó con suavidad las manos por las cicatrices, pudo sentir la carne fresca y húmeda, de cerca parecía incluso más doloroso.

La anciana susurró:
-Su nombre es Cira, o mejor dicho, lo era. Cuando era muy joven solía vagar por este Pantano, siempre a escondidas de tus abuelos. Cuando ellos murieron me la encontré mientras caminaba con el único objetivo de encontrar la muerte. Recuerdo que me indicó dónde encontrar una daga, me dijo que si algún día tenía un hijo se la diera, que ella se encargaría del resto. -Madre lo miró a los ojos como si implorase perdón-. Nunca fue mi intención hacerte pasar por esto Kran. Cuando me di cuenta ya te tenía en mis brazos y pensé que huyendo me llevaría todos los problemas conmigo, no que te los dejaría.

Kran sonrió con desconcierto, no le hacía gracia, pero solo pudo sonreír mientras decía:
-Mírame aquí. Cargando con algo que no es mi problema. -Miró a Marcus y Marie-. Y haciendo que otros también los carguen.

Kran dibujó una sonrisa de impotencia. La magia había desaparecido casi por completo, pero solo pudo mirar a la anciana con rencor, como si la vida se le fuese en ello.

Uno, que hasta ese momento no había abierto la boca solo alcanzó a murmurar.

-Ella no es lo que ustedes creen. Madre no es un monstruo.

La anciana anuló la magia, dejándolos moverse con libertad. Se acercó a Kran y lo observó con bondad, él no la miraba. Sus ojos estaban puestos en el suelo, aunque no lo estaba viendo, solo fingía que prestaba atención. Kran apoyó sus manos en el suelo. Una lágrima cayó sobre el dorso de esta, y detrás una segunda, con rapidez se frotó los ojos y levantó la cabeza. La observó, esta vez como un cachorro abandonado.

-No, no voy a poder.

Sentía que su corazón se iba a salir. No la odiaba, no quería dañarla como hace unos minutos. Quería abrazarla, pero el recuerdo de las noches donde su padre bebía hasta perder el conocimiento por su culpa, o los días donde el resto de los niños le preguntaban por qué no tenía mamá y él no podía contestar, lo hicieron retroceder. El sentimiento de abandono era mayor de lo que hubiese querido.

Madre sabía lo que pasaba, y se echó hacia atrás, dándole espacio.

Kran fue con Marcus y Marie, ambos esperaron que él fuese quien hablara primero. Este sacó la moneda solar de su bolsillo, se estaba apagando lentamente, indicando que la noche estaba próxima a llegar.

-No nos podemos ir hoy, sería un suicidio.

-Perdona que te lo diga -agregó la chica con cierta suavidad en su tono de voz-, pero no creo que debamos quedarnos mucho tiempo en este lugar, mucho menos tú.

Marcus asintió mientras observaba por encima del hombro de Kran. La anciana y Uno estaban hablando con normalidad, no parecía que hablasen de nada privado.

-Ustedes tranquilos, no puedo permitir que por un problema del pasado nos adentremos en un regreso suicida.

-Pueden quedarse en la aldea. -La anciana apareció tras ellos-. Mañana en la mañana podrán partir hacia Harryn sin preocupaciones.

El trío se miró entre sí, y luego de analizar la situación decidieron aceptar y emprender camino hacia la aldea. Avanzaron con cautela mientras eran iluminados por el brillo que emitían las enredaderas sobre ellos, Marcus se quejó un par de veces de los Espinos Negros que lo frenaban, o las constantes detenciones a causa de los Muros de Noche que se cerraban a medida que la Luna ascendía.

Después de media hora vislumbraron luces naranjas que indicaban que estaban cerca de la aldea, el armonioso sonido de un instrumento parecido a una flauta los hizo sentir un poco mejor. También había dos tambores de madera que tocaban una música lenta, pero movida. A su alrededor bailaban un grupo de niños, mientras que los adultos se dedicaban a hablar sobre cómo habían ido sus días

-Están muy animados hoy -comentó Uno mirando de reojo a Madre, esta asintió y dirigió su mirada hacia Kran, Marcus y Marie.

-Mañana en la mañana podrán partir a Harryn sin ningún problema, si necesitan comida o medicina pueden hablar con Uno. -Caminó en dirección hacia la fiesta y cuando estuvo un par de metros alejada se volteó y miró a Kran-. No te vayas sin verme, nuestra conversación no ha terminado.

Uno se fue tras ella. Marcus esperó que se alejase lo suficiente para hablar.

-¿Qué te querrá decir?

Kran se encogió de hombros, intentaba fingir indiferencia, pero todo lo relacionado con la anciana; mejor dicho, su madre, lo ponía nervioso. Metió la mano en su bolsa y sintió un frío y redondo pedazo de hierro entre sus dedos, era el colgante. Decidió no sacarlo, mañana habría tiempo de revisarlo mejor.

Caminaron hacia la fiesta, impulsados por Marcus quien alegaba que se lo debían después de casi morir en par de ocasiones por culpa del maldito collar. Al llegar atrajeron las miradas, esto llevó a que Kran se escabullera hacia una esquina mientras Marcus le tendía su mano a Marie esperando que bailara con él, para sorpresa de todos; menos de Kran, aceptó y comenzaron a bailar. Kran no pudo evitar sonreír ante la escena; una torpe Marie que intentaba seguir los pasos de Marcus, que parecía estar en su mejor momento.

El sonido de la flauta y los tambores se fue apagando a medida que llegaba la media noche. Entre risas y agitamientos Marie y Marcus le reprochaban a Kran que no hubiese bailado.

-Más de una chica te observaba en la fiesta -le decía Marie con una sonrisa pícara en su rostro.

-Lo sé, por eso hablé con ella cuando ninguno de ustedes me vio.

-Siempre te mirábamos -intervino Marcus, quien por mirarlo fijamente tropezó con una tabla suelta y casi cae en el agua, Marie se apresuró a ayudarlo y Kran a reírse.

-Les recuerdo a ambos que hubo un momento donde cierta rubia casi atraviesa el pie de su acompañante con un pisotón.

Marcus y Kran tuvieron que reírse al recordar la cara que puso Marie cuando eso ocurrió. La fiesta se detuvo cuando vieron al chico saltar, con los ojos casi fuera de sus cuencas de dolor. Marie se había disculpado más de diez veces luego de eso, y aun lo seguía haciendo.

Llegaron a la choza. Dentro había cuatro camas de madera individuales, una al lado de otra con pequeñas mesillas de por medio donde podía guardar algo pequeño. La luz que iluminaba la habitación venía de cuatro frascos colocados en el techo, en su interior había trozos de enredaderas que emitían un brillo más tenue que el de una antorcha. En un rincón había una mesa con cuatro sillas que servía para hacer reuniones, o para jugar a las cartas clandestinamente en las noches de fiesta.

Kran escogió la cama más cerca de la puerta, mientras que Marcus y Marie durmieron en las dos del otro extremo.

La mañana siguiente se prensentó antes de lo esperado, golpes en la puerta hicieron que todos se despertaran. Kran, que dormía más cerca se apresuró en abrir.

La anciana esperaba con calma, cuando la puerta se abrió pareció sobresaltarse un poco.

-Necesito hablar contigo antes de que te vayas. -Su rostro se mostraba serio. Parecía haber ensayado esa escena muchas veces, pero a la hora de actuarla, no le salía tan bien-. A solas.

Kran echó un vistazo hacia atrás. Sus amigos lo miraban intrigados, Marcus hizo un leve asentimiento y este salió.

La anciana lo acompañó hacia el lugar donde se habían reunido cuando llegaron siendo "escoltados". Madre lo llevó frente al cuadro de la Linx y el hombre en el que Marie se fijó la primera vez.

-Espero que hayan podido hablar con el mago de Harryn.

-¿Me trajiste para hablar de eso? -Kran no pudo evitar reparar en el cuadro frente a él. La mujer tenía cierto parecido con Madre-. No hemos hablado con él, decidimos divertirnos un poco, nos lo merecemos.

Madre sonrió mientras asentía.

-No puedo pretender que me perdones por esto que ocurrió. Pero sí puedo intentar ayudarlos, si es que me lo permites.
Kran asintió sin quitarle ojo al cuadro.

-Tu amigo, el castaño con cara de niño.

-¡Marcus!

-¿Recientemente sufrió algún tipo de herida grave que lo dejo inconsciente por más de un día?

Kran tuvo que hacer un poco de memoria hasta que recordó cómo hacía unos días habían sido atacados durante su visita a Pueblo Diamante. Marcus había recibido un fuerte golpe en la cabeza y había caído inconsciente por un tiempo.

-Lo golpeó un pedazo de roca y cayó inconsciente. ¿Por qué?

La anciana dejó escapar un suspiro mientras se acercaba a mirar el cuadro más de cerca.

-Lo que sea que esté en "El Otro Lado" tiene distintas formas de comunicarse con este lado. Cuando alguien está tan cerca de la muerte llega a un limbo, la persona no lo sabe, pero en ese momento se convierte en una puerta entre mundos.

-¿Insinuas que Marcus está poseído?
Madre le dio un golpe en la espalda que lo hizo saltar de la sorpresa.

-No digas idioteces. A lo que me refiero es que dentro de él hay algo que está en contacto con el más allá. -El rostro de la anciana se tornó sombrío-. Vigílalo de cerca, las Puntas no están seguras cerca de él. Al menos no hasta que Willbur lo vea.

-No voy a abandonarlo, mucho menos matarlo.

-¿Eres idiota? Nunca hablé de nada de eso. Solo asegúrate de hablar con el mago de Harryn. -La anciana se alejó del cuadro y caminó hacia la entrada-. Es tu abuela, el hombre a su lado, tu abuelo... ojalá los hubieses conocido.

Por la mejilla de ambos se deslizó una solitaria lágrima que rápidamente extinguieron con el dorso de sus manos.

Kran se dispuso a abandonar el lugar, pero la anciana lo detuvo. Él la miró y solo llegó a mascullar un "hasta pronto".

-¿Ya nos vamos? -preguntó Marie cuando Kran llegó a la cabaña.
Kran se detuvo, miró a Marcus. No había nada raro, su amigo le devolvió la mirada con una sonrisa confusa.

-¿Pasó algo Kran?

-No... no pasó nada.

Al abandonar el pueblo recibieron despedidas de algunos de los lugareños. Una chica pelinegra le dedicó una fugaz mirada a Kran, mientras que Marie (la única que se dio cuenta aparte de él) le daba un suave codazo en el costado.

-No perdiste el tiempo en la fiesta.
Él solo se limitó a sonreír mientras se aseguraba de poner el colgante en un bolsillo seguro, y sacaba el espejo. No reflejaba nada, esperó unos segundos pero la imagen seguía igual.

-Dale unos minutos, al menos hasta que nos alejemos de este lugar -dijo Marcus.

-Tienes razón.

Marie le dio unos jalones disimulados a Marcus en la ropa, este sabía lo que esto significaba.

-Kran. ¿Qué te dijo? -dijo su amigo fingiendo desinterés.

-¿La anciana? -En ese momento no sabía qué decir. Por un lado no quería mentirle a su único amigo, pero por otro. ¿Y si Madre tenía razón y Marcus no era él en realidad? Podría haber algo que él no había visto-. Solo me mostró a mis abuelos.

-¿La Linx y el humano del cuadro? -preguntó Marie mientras jugueteaba con su pelo. Él asintió, lo que la llevó a preguntarle otra cosa-. No te hemos preguntado para no presionarte, pero, ¿Cómo te sientes?
¿Cómo se podría sentir? Resulta que su madre, quien supuestamente lo había abandonado al nacer porque sí, lo había hecho con una razón venida de otro mundo. ¿Por qué su padre no le había hablado más de ella? Quizás él sabía que no se lo tomaría bien. Tal vez él tampoco sabía, podía haber sido una víctima más.

-¿Kran? ¿Kran?

Intentó sonreír para disimular que en realidad no la estaba escuchando, Marie le lanzó agua del pantano.

-¡Vale, vale! -La chica buscó la ayuda de Marcus. Él solo sonreía al verla enfadada con Kran, resultaba raro verla así-. ¡Marcus!

-¿Eh? Si, eh. Lo siento no estaba escuchando yo tampoco.
Marie puso los ojos en blanco y decidió no hablar más en un rato. A medida que salían del pantano se iban cruzando con partes llenas de Muros de Espino Negros que los hacía tener que caminar por varios minutos para rodearlo. Hubo una parte, donde en medio de cuatro árboles perfectamente alineados había una hermosa flor amarilla, rodeada por filosas hojas capaces de atravesar la piel con suma facilidad.

-Es una Doncella del Pantano-exclamó Marie apenas conteniendo su admiración. El color amarillo le encantaba, aunque nunca lo decía porque sonaba demasiado "femenino".

Kran y Marcus se acercaron. La flor emitía un olor muy dulce. A Marcus le parecía conocido, lo llevaba oliendo durante estos últimos días, sin querer rozó una pequeña hoja junto a la flor que le rasgó parte de la ropa. Miró a Kran, este le devolvió la mirada y ambos se retiraron para seguir el camino, no les quedaba mucho para salir de ese lugar.

A medida que se acercaba el mediodía vieron cómo entre todos los árboles y enredaderas se alzaba un claro de hierba color lima. Pocos podían presumir de haber entrado y salido del pantano con todas sus extremidades intactas.

Marcus hizo un gesto triste con los ojos, Marie le preguntó:
-¿Qué pasa, extrañas las plantas devora pies?

Él hizo un intento de risa que se quedó en un bufido.

-No, es que no tenemos caballos y el camino a Harryn son por lo menos treinta kilómetros.

Era cierto, a la redonda solo se veían grandes extensiones de prados con manadas de koler, heler y algunos gulen que seguro habían parado a descansar para luego seguir con su vuelo hacia la región enana.

-Lo importante es que salimos -dijo Kran buscando el lado positivo, que no era poco-, de camino nos comunicaremos con Harryn. Quizás nos cruzamos con alguna manada de caballos salvajes en el trayecto.

-Kran, les dicen salvajes por algo, no se van a dejar capturar tan fácilmente.

-Entoces, Marcus, nos queda mucho camino por delante.

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