𝑹𝒐𝒕𝒐 🥀. "𝐿𝑖𝑎𝑛𝑠𝑎𝑣�...

By yelennysmuoz

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Summary "Me pregunté toda la vida qué sería de ti, y al encontrarte, los recuerdos que nos unían parecían hab... More

capítulo 1
capitulo 2
capitulo 3
capitulo 4
capitulo 5
capitulo 6
capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
capitulo 10
capitulo 11
capitulo 12
capitulo 13
capitulo 14
capitulo 16
capitulo 17
capitulo 18
capitulo 19
capitulo 20
capitulo 21
capitulo 22
capitulo 23
capitulo 24
capitulo 25
capitulo 26
capitulo 27
capitulo 28
capitulo 29
capitulo 31
capitulo 32
capitulo 33
capitulo 34

capitulo 30

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By yelennysmuoz

Por la tarde decidieron salir con los tíos; Tom pasó por los dos, recibiéndolos a ambos con
una sonrisa. Se juntaron en lo de Tom, y se aseguró de comprar las cervezas y botanas
favoritas de Bill. Las pláticas para él eran mucho más guays de llevar, porque, con cada día
que pasaba siendo amigo de todos, lo incluían más, y ya no era tan ajeno a sus historias.


Querían pasar la navidad en la casa de campo de Dorah, llevarse casas de acampar, hacer
fogatas y no dormir. Emma fue la primera en decir que le pesaba dejar a sus familias en un
día tan importante, y Tom concordó.

Entonces quedaron en dejarlo para el año nuevo y sólo ir a cenar todos, una noche antes.

Bill, por su parte, sólo sentía que el pecho le dolía, porque sería la primera navidad que lo
pasaba completamente solo. Su abuelita nunca la pasaba desapercibida, le gustaba ponerse a
cocinar desde temprano, mirar la televisión hasta la media noche y darle un detalle bonito. La
navidad no suponía para él algo tan significativo, pero si lo pensaba, y se daba cuenta de lo
solo que estaba, llegaba a dolerle mucho el abandono.

- ¿Qué ocupas, bonito?, ¿una cerveza? - Tom le abrazó por detrás cuando vio que tardaba
mucho en volver de la cocina. Bill le apretó las manos frente a su barriga, como devolviendo
el abrazo.

- ¿Tienes jugo?

- Humjum. - Dejó de abrazarlo para ir al frigorífico y mirar dentro. - Manzana, naranja y
mango.

- Ammm... manzana...
- Vaaale - Cantó. Fue a por un vasito de vidrio, donde vertió el jugo un poco más allá de la
mitad. - Servido.

- Gracias, amor. - Tom sonrió, cerrando el frigorífico. Luego lo vio beber un sorbito; sus ojos
maquillados en sombra negra, sus uñas medio despintadas.
- ¿No tenías ganas de fiesta? - Se recargó en el mesón, mirándolo lamerse los labios con la
puntita de la lengua. Negó.

- No muchas...

- Yo tampoco... - Bill sonrió. - ¿te quedas a dormir hoy?
Le dio otro sorbito al jugo y se recargó de la misma manera que Tom estaba, pero no dejó de
mirarle.

- ¿Me prestas pijamas?

Por supuesto, amor.

- Vale, entonces sí... - Le pasó los ojos por el rostro, por sus pestañas largas, medio rubitas, y
sonrió al sentir un calorcito en la barriga. - Te amo.

Tom también sonrió, enamorado, y con su mano le acarició la mejilla.
- Yo a ti. - Después se la besó un par de veces, y lo miró a los ojos. - Qué guapo te ves hoy...

- Hum... - Se rió quedito, y fue a beber un poco más de jugo. - Si quieres regresa con los
chicos, yo voy a terminar de beber aquí.

- Te espero, Billi. - Ambos sonrieron. Tom se cerró bien la chaqueta, empezando a sentir un
poco de frío, e hizo crujir sus dedos antes de sacar el móvil y ponerse a ver si tenía algunos
mensajes.

Bill tuvo ganas de mirar, y de asegurarse de que no tuviera más mensajes con Vincent, pero
se negó, pues desde que había pasado todo eso hace algunos meses, se había prometido no ser
fisgón, así no encontraba algo que quizás no querría ver nunca.

- Mira qué monada... - En cambio se quedó observando al frente, donde podía ver el muro de
la sala de estar, tan grande y bonita que se sentía en hotel de lujo.

En el muro había muchas fotos, pero se concentró especialmente en una de Tom pequeñito.

Miraba muy serio a la cámara, con unos ojos gigantes y ojeras muy rosadas; su cabello
larguito, castaño claro, y los labios separados, desde donde estaba seguro, de que, si se
acercaba más, podría ver su dientito roto.

Tom levantó la mirada hacia donde apuntaba, y sopló burlón.
- Le he dicho mil veces a mamá que la quite de ahí. Parece que me la ha tomado un monstruo
y me he asustado mogollón. - Se rió fuerte, pero Bill apenas hizo sonido.
- A mí me gusta mucho... así te conocí la primera vez. - Tom levantó las cejas.

- No me conociste en mi mejor momento, eso seguro.

- Gilipollas... - Le dio un golpecito con el codo. - Te conocí siendo el más mono de todos.

- Cagando y meando en una cubeta... no puedo creer que aún después de eso me dé pena que
me veas desnudo.

Bill levantó los ojos a los de Tom, quien sonreía genuinamente. No pudo imitarlo, porque los
recuerdos eran vívidos; si se ponía a pensarlo mucho, estaba seguro que podía sentir el frío de
la habitación y su olor.

- Lo siento mucho... - Tom lo miró.

- ¿Qué?

Siento que... siendo tan pequeñito hayas tenido que pasar por tanta mierda.

- Oh... no... no te pongas sensible, mi amor... - Sus labios se encorvaron hacia abajo, y, para
evitar que Tom lo mirara, dejó caer la frente en su pecho, logrando que lo abrazara con
fuerza. - Ha pasado hace tanto que...
- Aún puedo recordar cómo llorabas...

- Yo también te recuerdo a ti. - Le acarició el cabello. - Regalándome chuches, prestándome
tus juguetes... hasta me ayudabas a limpiar mi desastre en las sábanas.
Se rió. Bill lo abrazó más fuerte.

- Te amo mucho... mucho... te amo... - Tom le besó la cabeza, cerrando más sus brazos en el
cuerpo de Bill, y meneándose para arrullarle.

- Qué mimosito eres... te adoro... - Pasó su mano abierta por toda su espalda, de arriba abajo.

Decidió mejor ir a dormir mucho más temprano de lo planeado; subió por las escaleras hasta
la habitación de Tom, que siempre olía a su loción.

Cada vez que iba, tenía cobijas diferentes, el tapete del baño a combinación. Le daba la
impresión de que su familia estaba muy acostumbrada a vivir adinerada, a no preocuparse por
el mañana. Y, al menos por lo que sabía, todo lo que tenían, lo habían conseguido con el
sudor de su propia frente.

Sin lastimar a nadie.
Abrió los cajones, donde sabía que Tom guardaba sus pijamas, todas ordenaditas en rollitos,
casi perfectamente. Cogió la negra, de pantalón y camisa de mangas cortas.
Después de vestírsela, y tomarse su tiempo en quitarse el maquillaje por completo en el baño,
fue a la cama y deshizo su lado, metiendo los pies en las sábanas frescas y hundiendo la cara
en la almohada, inhalando el olorcito a limpio, típico de la ropa de Tom.
Por la mañana, al despertar, escuchó el agua caer del baño. Cerró los ojos, suspirando con
cansancio y dándose la vuelta, viendo la puerta de la habitación abierta. Quiso cerrarla, pero
la pereza ganó así que mejor se puso a dormitar, escuchando de pronto a Tom cantando
quedito, y carraspear.

Fue que una sensación húmeda le hizo despertar por segunda vez, y se dio cuenta de que sí
que habría conseguido dormir por más horas de ser posible. Pero al abrir los ojos ante esa
sensación, un sobresalto casi le asesina el corazón al encontrarse con unos ojitos redondos y
negros, una naricita rosada y las ojeras largas y picudas.
Sintió que se ahogaba, y que las palabras no eran capaces de salirle, sino hasta que el perro
movió el rabito al advertir que estaba despierto, y se acercó a olisquearle.

- No... quita... quita... - Se alejó un poco.

El perro abrió el hocico para echar un bostezo, pero Bill sintió que el aire se le escapaba.

- ¡Vete!... joder... ¡Tom!

El animal se acercó a olerlo con más insistencia, y con la lengua quiso restregarle la cara,
echando un chillido pequeñito, en el que pedía cariñitos, que no estaba dispuesto a darle.

- ¡TOM, AYÚDAME! - Suplicó en un grito, mientras se cubría todo el cuerpo con las
cobijas.

Lloró fuerte, ante los ladridos quedos que el perro emitía, insistiendo en saludar.

- ¡TOOOM!

Escuchó la puerta del baño abrir rápido, y el perro dejó de ladrar.
- ¡Tina, sentada! - Tom se subió en la cama y lo tocó, tratando de tranquilizarlo. - Hey... está
bien, Bill...

- ¡No!, me ha estado ladrando... - Chillaba, aterrado.

- Venga, es buena, nunca ha agredido a nadie... salúdala.

- ...No... no quiero...

Tom entendía su miedo. Su único acercamiento con perros había sido muy difícil y doloroso;
pero sus mascotas eran su adoración, no podía imaginar que alguien les tuviera miedo,
porque era cierto: desde que los tuvo, siendo apenas un par de cachorritos pequeños y monos,
jamás habían mordido ni lastimado a nadie.

Eran tan mansos que, muchas veces, sus amigos y familiares los consideraban bobos.

- Te prometo que, si te da mucho miedo, lo dejamos... pero inténtalo.
En poco tiempo, Bill se sacó las cobijas de encima, encontrándose con los ojos de Tom, y después con los del perro, que levantó las orejas, atento a los movimientos del menor.

- ¿Te atreves a acariciarla? - Bill se mordió los labios.

- Me da miedo... me va a oler el miedo y me va a morder... - Aseguró. Tom sonrió.

- No, amor, ella no huele el miedo. - Le tomó la mano y, junto a la suya, la llevó dirección al
perro. - Lo hacemos juntos, ¿vale?
Bill asintió, con el corazón corriendo rápido y los nervios trepándole por la espalda.

Nunca había visto perros tan grandes como los de Tom; estaba seguro de que, en dos patas,
podrían llegar a medir apenas un poco menos que él y eso era de dar miedo.

No tenía mala relación con los animales, pero era inevitable sentirse asustado cuando los
veía, porque, por su mente pasaban más memorias de las que querría.

Aún así respiró hondo y contuvo la respiración al tiempo que Tom jalaba su mano bajo la de
él, dirección a la cabeza del perro, donde, tanteando mucho, terminó por ponerla allí, y al ver
que el perro apenas se movía, se dio el permiso de abrir y cerrar los dedos una sola vez.

- Buena Tina... bien... - Ella movió el rabito, lo que hizo a Bill despegar la mano, pero Tina se
la buscó de nuevo, entonces siguió acariciándole, sonriendo, aliviado. - ¿Ya te cae bien?

- Hum... sí... - Susurró, aún un poco asustado. - Es buena, ¿a que sí?
- Sí, es muy mimosa, le gusta acostarse sobre ti para que la llenes de besos. - Bill se rió
bajito, pasando una segunda mano para acariciarle los mofletes y detrás de las orejas. - Parece
que le caes bien...

El menor lo miró, sonriendo.
- ¿Enserio?

- Sí, mira cómo cierra los ojos.
- Buah... es como Millie, pero mucho más grande... - Tom se rió, y se acercó a Bill para darle
un beso en la mejilla.

[...]

Así de pronto pasaron los meses para llegar a la navidad. Aunque a Bill no le emocionaban
nada, empezó a sentirse ansioso por lo feliz que Tom estaba por ello.
Se lo había llevado de compras, tenía una lista enorme que iba tachando cada vez que tenía
uno de los regalos.

No le sorprendía que Tom no se preocupara en el precio de las cosas, si, además de ser
adinerado, también tenía un corazón enorme y cada vez que veía algo que seguro le gustaba a
algún familiar o amigo, su sonrisa se hacía más grande y ya no dudaba en comprarla.

- ¿Te apetece ir a comer?, yo te invito. - Le dijo una vez dejó todos los regalos en el auto, y
por fin podían sentarse después de a saber cuántas horas.

- Vale. - Le sonrió. Tom le acarició la rodilla, y bajó un poco a su muslo, apretándolo con
cuidado.

- ¿Estás cansadito? - Puso su delgada mano sobre la de Tom, acariciándola con el pulgar,
insistente.

Después asintió, dejando caer la cabeza en el respaldo del asiento.
- Lo siento, amor.

- No, está bien... - Levantó la mano de Tom de su muslo, para poder llevarla a sus labios y
besarla de forma ruidosa.

¿Y si mejor vamos a mi casa, pedimos comida y vemos pelis?...
Bill sonrió, y se mordió los labios, dejando salir una pequeña risita.
- O podemos ir a la mía, comer, ver pelis y... follar. - Volvió a besar la mano de Tom, pero
lamió con lascivia uno de sus dedos, como si fuera una pequeña pirulera.
El mayor se carcajeó, pero tuvo que apretar los labios con sus dientes, al sentirse altamente
atraído al plan del de ojos maquillados en sombra negra.
Y aceptó.

Antes de ir a casa de Bill, pasó a la suya para bajar los regalos. Le sorprendía gratamente que
ya pudiera saludar a sus perros sin temor alguno; los llenaba de besitos, y Duke se le ponía de
barriga para que se la rascara con éxito, mientras Tina pedía detrás que también le diera un
poco de mimitos.

- Guapo, guapo... mira qué lindo estás... - El perro chillaba alegre, moviendo el rabito.

- Bill, que Tina te quiere tambien. - Se rió, y le dio palmaditas a sus piernas para que ella
fuera a recibir sus caricias, ante los ojos alegres del menor.

Estaba orgulloso del progreso que estaba teniendo; no sólo se sentía mejor y más estable
gracias a las terapias, sino que también, con ayuda de Tom y sus amigos, había dejado
algunos miedos tontos.

El más grande: el de los perros.
Aunque todavía, si se encontraba un can en la calle, prefería esquivarlo, pero con las
mascotas de sus amigos, sobre todo las de Tom, se había hecho mucho más mimoso. Antes,
al único al que le daba bola era a Millie, pero ahora, ese par de daneses reconocían a Bill y le
pedían estar a su lado.

- Creo que tu madre los ha llevado a darse un baño. Huelen muy bien. - Enterró la naríz en el
cuello de Duke y aspiró su olorcillo a jabón.

Tom se rió.

- Deberías pasarle los tips de cómo hacer que huelan bien toda la vida, como Millie.

- Sólo le echo talco de bebé. - Los dos se rieron.

Y el menor se levantó del suelo para ayudarle a Tom a llevar los obsequios a su habitación.
Los dejaron todos en la cama, y Tom aprovechó para ir a mear antes de irse. Mientras Bill se
miraba en el espejo del tocador y se arreglaba el maquillaje, reparando en su aspecto, en los
huesos de su clavícula, los pómulos marcados.

Era rara la ocasión en que lograba ver que su reflejo era atractivo, que la forma de su cuerpo
era deseable. De hecho, la mayoría de las veces su lucha era en contra suya; no le gustaba que muchas veces le dijeran que parecía una mujer, pero esa misma cantidad de veces, él mismo
comprendía por qué lo hacían, si todo su físico se inclinaba más hacia lo femenino, al igual
que sus gustos.

Era igualito a su madre.
Y odia pensar que era cierto.

Por supuesto que el orden de los planes de Bill cambió, y después de dos orgasmos, con
quince minutos entre cada uno, pidieron hamburguesas y se pusieron a ver alguna película,
misma que dejaron de ver una vez terminaron de comer, pues se habían puesto a platicar de
cualquier cosa, y esas conversaciones siempre eran más importantes que lo que pasaba en la
televisión.

- Quédate a dormir, amorcito...
- No he traído mis pijamas. - Bill le pasó el cabello detrás de las orejas, y le besó la mejilla.

- Hum... no creo que la necesitemos esta noche. - Tom se rió, apretando los ojos, negando. -
¿No quieres?

- ...Sí quiero... toda la noche contigo... - Se rieron, manteniendo apenas unos centímetros de
separación, mismos que el menor recorrió para besarle la comisura de los labios.

Después bajó a besar castamente su cuello, pero no bajó más, se quedó delineando su quijada,
y se separó al llegar a una de sus orejas, para mirarlo a los ojos y, con, ambas manos, peinar
su cabello hacia atrás, sonriendo, inevitablemente pillado por su belleza, por el color de su
piel y de sus labios; por sus cejas tan tupidas y su olor tan masculino.

- Me gustas mucho... - Le confesó, sin dejar de verlo. E imitó la sonrisa que Tom le puso,
amorosa.

- Tú me gustas más a mí... te amo.
- Te amo. - Le acarició la mejilla con las uñas. - Qué carita más bonita tienes, niño...

Sonrió. Bill le dio un beso en la mejilla, quedo, casi insonoro, pasando sus manos por sus
hombros, deslizándolas hasta que fueron sus codos los que quedaron sobre ellos, acercándose
mucho a él.

- Podría estar contigo así, toda la puta vida. - Tom se carcajeó, pasando las manos por la
espalda del menor, sintiendo sus costillas entre los dedos.

- Jo, yo también... eres mi felicidad...
- Oh... - Se burló, pero apoyó su frente sobre su brazo, en el hombro de Tom. Porque quería
ocultar la enorme sonrisa que se le había pintado en el rostro.

La risita de Tom le hizo sentir la barriga llena de hormiguitas, y su respiración se volvió
mucho más automática.

Quiero pasar la navidad contigo, e irnos a otra ciudad a festejarnos. - Le dijo al oído. - y que
hagamos el amor toda la noche...
Bill se carcajeó.
- No me acostumbres a noches como esta... - Se separó un poco, para besarle la comisura de
los labios.

La sonrisa de Tom se hizo amplia, y pudo ver su paleta rota, lo cual le hizo volver a apoyar la
frente en él, para no tener que verla, pero también, para abrazarle fuerte.
- Quiero hacerte el amor... yo a ti...
- Hummm... podemos intentarlo...
- ¿Enserio? - Asintió, con una sonrisa amorosa. - ¿Cuándo?
- Ahora.

- ¿Ahora? - Sonrió pillo, y al asentir de Tom, sus labios corrieron a besarle el cuello, sin
detenerse, como en los dos orgasmos pasados, a ser amoroso, delicado y gentil.

De hecho, sus besos empezaron a ser más bien lametones, y de pronto en pronto, hasta le
daba pequeñas mordiditas camino a las clavículas, a los hombros, a los pezones.

Tom no tardó en ser sensible y sus labios dejaron escapar quejiditos de gusto, permitiéndole a
Bill ser quien cogiera el control y lo recostara en la cama, para poder besar el pezón derecho,
succionando, como si fuera un dulce.
Luego bajó por la línea hundida en su abdomen, esa línea que le gustaba mucho porque lo
hacía ver marcado, pero no excesivamente. Pasó la lengua hasta llegar a la única prenda que
llevaban los dos, puesta: la ropa interior.

Primero se concentró en acariciar y besar el pubis, sus huesitos pélvicos y el vientre bajo.

También un poco por la cara interna de los muslos y las rodillas, para subir a la prenda y
deslizarla hacia abajo con tanta delicadeza, que a él mismo le sorprendió ver que el pene de
Tom estaba más erecto de lo que había previsto.

Le regaló una felación, pasando su lengua de la base a la punta, donde besaba y acariciaba,
sabiendo, por todas esas veces intimando, que ese punto era uno de los más sensibles.

Escucharlo gemir le ponía mucho, y a veces no era ni necesario regalarse caricias para
ponerse completamente duro.
Pero a pesar de eso, Tom le regresó el favor y con más caricias que besos, los dos se encontraron en la misma situación.

- Necesito que te pongas a cuatro... - Se sentó en sus pantorrillas, masturbándose con lentitud
ante la mirada de Tom, confundida.
- Jo... pero...

Venga, así entra más fácil. - Tom se lamió los labios, indeciso, pero al final asintió, y Bill se
alargó hacia la mesita de noche, de donde sacó el lubricante que habían comprado para todas
esas veces que fueran a practicar la penetración anal y que, además, le había sido de gran
ayuda en todas esas veces donde había querido practicar él solo.
Regresó a la cama, donde Tom se ponía a cuatro, de espaldas a él, mostrando toda su área, y
sintiéndose un poco abochornado.
Bill le dio caricias, pero, por petición de Tom, no usó la práctica oral en él. Con sus manos
era al parecer suficientemente, así que se llenó los dedos con el lubricante y también puso un
poco entre las nalgas del mayor, y empezó con el proceso de dilatación.
- Avísame si duele, ¿sí?
- Humjum... - Susurró.

De pronto daba saltitos, un poco por la impresión de tener unas manos tocando ese tipo de
lugares. Pero a Bill el sexo le parecía de todo, menos asqueroso, y como, desde muy joven
había empezado a intimar, la diversidad de cuerpos ya no le parecía morbosa, de hecho, hasta
que conoció a Tom, encontró lo que buscó toda su vida en una relación: poder amar a una
persona tanto, que no podía separar el cariño de la excitación.

Que le parecía sensual su cuerpo, pero no más de lo que le parecía hermoso.

Las estrías que tenía blancuzcas en las caderas y las nalgas, las pecas y lunares en la espalda.
Las piernas delgadas, las cicatrices, su piel. Todo en Tom le parecía hermoso.

- Baja un poco así... - Le empujó con delicadeza el torso a las cobijas, dejando el culo en
pompa. Tom suspiró, avergonzado.
- Hum... ¿ya vas a entrar?
- No, aún falta.

Asintió.

Bill dedicó un par de minutos más a dilatar, y cuando sus dedos podían desaparecer en el
cuerpo del mayor, sin sentir ya la tensión, supo que estaba listo, así que se posicionó de
rodillas y separó un poco más las de Tom. Se alcanzó un condón de la mesita de noche y
después guió su pene hacia la entrada.

Empujó con mucho cuidado, hasta que Tom se quejó al sentir que se abría más de lo regular.
Pero apretó los puños en las cobijas.
- Joo...

- ¿Duele? - Negó, mordiéndose los labios. - Por favor, no me mientas, gilipollas, si te lastimo,
dime...

- Vale...

Empujó un poco más, hasta que los músculos de Tom le ayudaron a entrar por completo. Allí
se quedaron unos segundos, respirando agitados, tratando de acostumbrarse.

- Abre un poco las piernas... - Le pidió el menor, y Tom lo hizo casi instantáneamente, y se
puso muy débil, lo cual, hizo que se preguntara a sí mismo de dónde había venido esa actitud
sumisa.

Su primer pensamiento fue el de su pasado, pero se negó, tragando saliva con pesadez,
tratando de no volver a ahogarse a sí mismo con esos recuerdos que sólo le traían malos
momentos en su relación.
Al abrir los ojos, pudo sentir la pelvis de Bill contra sus nalgas, moviéndose lentamente.
Tuvo la noción de que la luz acababa de encenderse, y debajo de su barriga, entre su cuerpo y
las cobijas, un bochorno le estaba haciendo sudar más de lo que nunca lo había hecho.

- ¿Eh, Tom? - Sacudió la cabeza, notando que su frente golpeaba contra la almohada,
rápidamente, y su cabello desatado les hacía sombra a sus ojos.
- ¿Eh?

- ...Auh... que si te está gustando...
Su primer instinto habría sido asentir, pero se sentía tan nublado, que, no comprendía por qué
ya no era capaz de regresar a la realidad, donde podría estar sintiéndose tan bien que no
podría ni hablar.

- No siento nada...


~*~

- ¡¡QUE YA DEJES DE CHILLAR!! - Le regaló un puño en la cara, que lo hizo callar por
sólo ese pequeño segundo de sorpresa, pero que hizo de su llanto algo mucho más fuerte.
El hombre salió de su cuerpo, haciéndolo sentir más ligero, y sus piernas se encogieron hasta
su pecho, en un lloriqueo ensordecedor.

- ¡Ya cállate, pedazo de mierda! - En su puño, cogió los cabellos rubios del niño y lo hizo
sentarse.

Sus ojos eran grandes y redonditos, tan brillantes por las lágrimas y el terror. Sus pequeños
dientes inferiores se mostraban por la curvatura hacia abajo, típica de un niño asustado.

- Ponte a cuatro... ¡Venga, a cuatro!
- Humm... - Sorbió la nariz y cogió fuerzas para sostenerse de rodillas y manos, dándole la
espalda a ese hombre, que no se molestó en volver a dilatarlo y así lo penetró, haciéndolo
caer de boca sobre la cama, pero volviendo a sostenerse en sus manos después, para evitar
que le pegaran.

No puedo creer que un niño tan chiquito ya esté tan abierto. - Gruñía, y Tom miraba al
frente, a la pared sucia, a su cubeta, tratando de concentrarse en no sentir el dolor. - ¿Te está
gustando, niño feo?

- ...Sí, señor... - Contestó casi en automático, tragando saliva y sorbiendo los mocos.
Las penetraciones pocas veces dolían, lo que le lastimaba eran los golpes que le daban por
cualquier cosa. Ahora estaba pensativo, esperando a sentir caliente entre las piernas, lo que le
dejaba saber que ya todo habría terminado.

- Eres toda una zorrita, ¿a que sí?... buah... eres todo un placer.
Tom apretó las manos en su almohada, notando sus pequeñas venas saltar entre sus huesitos.
Se chupó los labios, sintiendo un sabor a sangre, y cuando la respiración empezó a fallarle
por las embestidas cada vez más rápidas, supo que ya estaba terminando todo.
Un gemido fuerte...
Otro...

- No creo que algún día vayas a servir para algo más que para dar sexo...
- Si ya estás todo flojo del culo...
- Límpiame con tu lengua, zorrita...

- Sí, señor.

~*~

- Oye... ¡Tom!, ¿qué coño pasa?...
Se había quedado a cuatro, tan tenso que los músculos le temblaban. Su rostro escondido tras
el cabello despeinado, sus costillas saltonas y la respiración tan agitada, como si estuviera
corriendo kilómetros sin parar.
Bill había salido de él cuando pequeños lloros muy agudos empezaron a salir de su garganta,
inconscientes.
Cuando intentó darle la vuelta, un chillido asustado le asaltó la garganta.

- ¡Tom! - Le dio otro golpecito, y al no tener respuesta, lo giró con más fuerza hasta que su
cuerpo cedió y cayó de costado sobre las cobijas.

Su rostro se veía pálido, y los ojos empezaron a llenársele de lágrimas, tan rápido como se le
salieron y mojaron sus mejillas.
Sus labios temblaron.

Joder... ¿qué pasa? - Preguntó Bill, asustado. Tom lo miró, y al reconocer su rostro, un
sollozo azotó.
- ...Lo siento... - Ocultó su rosto contra la almohada, y se puso a llorar muy fuerte.

Bill se lo quedó mirando, y, por primera vez en su vida, lo había visto así de frágil, casi como
si pudiera romperse de tocarlo, pero aún así le pasó la mano por el costado, por el hombro,
tratando de calmarlo.

- Amor... tranquilo, no pasa nada... no pasa nada...

Se dio la vuelta, y miró al techo, con una cara de aflicción enorme, con sus ojos brillantes y
sus labios temblorosos. Bill le acarició el rostro y luego subió a su cabello, pasando los dedos
por sus fibras onduladas, con cuidado de no jalarle y lastimarlo.

- No pasa nada, mi amor... aquí estás conmigo, ¿sí?... ya ha pasado...
Tom suspiró, entrecortado, y Bill le cogió la mano, entrelazando sus dedos y llevándola a sus
labios para besarle un millón de veces.

Cuando se calmó, Bill le preparó la bañera, y mientras se duchaba, cambió las cobijas y las
almohadas por unas nuevas, limpió la casa entera y puso incienso. Recordaba que su madre
siempre hacía ese tipo de cambios en el ambiente cuando estaba con un llanto de esos que no
te dejan respirar.

La vez que más lo recuerda, fue cuando su padre le pegó por haber contestado de forma
grosera, y ella subió a su habitación, lo duchó con agua calientita, le puso pijamas nuevos y
cambió sus cobijas. El sentirse limpio y en un ambiente tranquilo, le hizo calmarse, y,
además, dormir muy profundo.

Le prestó unos pijamas, y mientras se vestía, él también se metió a duchar. Cuando salió, vio
a Tom sentado a la orilla de la cama, mirando el suelo, muy serio; le dijo que se metiera, y le
ayudó a arroparse.

Ahí le desenredó el cabello con los dedos, y le habló quedito,
asegurándole que estaba bien no tener sexo de esa forma si lo ponía mal, que podían llegar
con cualquier otra técnica sin poner sus mentes y emociones en riesgo. Tom asentía a todo lo
que le decía, mirando a ningún lado, sólo dentro de sí.

Y mientras más cosas bonitas y llenas de amor le decía, más empezaba a sentirse
ensimismado, y terminó por dormir..

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