EL RUGIDO DEL MOTOR de la lancha se mezclaba con el sonido constante del océano, creando una sinfonía que, a pesar de todo, encontraba extrañamente reconfortante. El agua salada golpeaba mi rostro mientras permanecía de pie en la proa, con los ojos clavados en el horizonte. Cada ola que chocaba contra la embarcación parecía empujarnos un paso más cerca de nuestro destino. La famosa isla misteriosa, de la que tantas historias había escuchado, comenzaba a hacerse visible poco a poco. Un pedazo de tierra envuelto en neblina y misterio.
Habíamos sobrevivido a tormentas feroces que casi nos hacen naufragar; incluso tuvimos que evacuar nuestro barco principal, quedando en esta pequeña lancha de repuesto. Pero al ver la isla acercarse, todo quedaba en el olvido. Sentía cómo mi corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y emoción. Por fin estaba aquí.
—¿Todo bien, Lix? —Chris se acercó lentamente a mi lado, sus ojos siguiendo mi mirada fija en la isla. Se apoyó en la barandilla, examinando con detenimiento la silueta que emergía entre la niebla—. Es mucho más grande de lo que imaginaba más imponente que en las leyendas, ¿no crees?
—Sí —respondí con una sonrisa—. Mucho más.
Chris siempre había sido el escéptico del grupo, el primero en cuestionar los mitos. Verlo así, tan impresionado, me daba una satisfacción especial. Solté una risa ligera, un intento de romper la tensión, y me giré para ayudar a enganchar la lancha a la orilla cuando llegamos. El agua era más clara de lo que había esperado, como si se tratara de un espejo que reflejaba el verde de la selva y el azul del cielo.
—Escuchen todos —Chris alzó la voz, su tono firme pero sereno, atrayendo la atención de los demás miembros del equipo—. Vamos a buscar un buen lugar para instalar el campamento. No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí, así que quiero que todos tomen algo de equipo y lo traigan consigo. No olviden los walkie talkies, y sobre todo no se separen.
Todos asintieron rápidamente y comenzaron a descargar lo necesario de la lancha. Mochilas, cajas de equipo, provisiones. El equipo parecía un grupo de hormigas trabajando en sincronía perfecta. Tomé mi mochila, revisando que tuviera mi libreta de notas, una linterna y el transmisor. La radio de corto alcance era esencial en un lugar tan desconocido.
—Chris, ¿quieres que vayamos por el sendero más al norte o seguimos la costa un rato más? —le pregunté mientras me ajustaba la mochila en la espalda.
—Creo que lo mejor será seguir la costa por ahora —respondió, mirando el mapa que había estado estudiando durante días—. Debería haber un claro más adelante. Desde ahí podemos adentrarnos.
Nos adentramos en la isla, el grupo avanzando con pasos cautelosos. La selva era densa, con árboles tan altos que apenas dejaban pasar la luz del sol. El aire estaba cargado de humedad y una fragancia dulce que no lograba identificar. Algo en el ambiente me hacía sentir una especie de energía, una sensación extraña que nunca había experimentado antes.
—¿Esto es lo que esperabas, Lix? —preguntó Hyunjin, con una sonrisa torcida, mientras levantaba su cámara y comenzaba a filmar nuestro avance.
—No —admití con una risa ligera—. Es mejor de lo que imaginé.
Mientras caminábamos, escuché el crujido de hojas y ramas bajo nuestros pies. El sonido era hipnotizante, un recordatorio constante de que estábamos entrando en territorio desconocido. Los relatos de mi abuelo resonaban en mi mente, todas esas noches escuchando sus historias sobre esta isla. Hablaba de tormentas repentinas, de luces extrañas en el cielo, y de una criatura gigante que custodiaba la isla. Pero había algo más... algo que nunca había entendido del todo: una joven que lo acompañó de vuelta. Mi abuelo siempre la mencionaba con una especie de tristeza en sus ojos, como si su llegada a la civilización hubiera sido un error.
El camino se volvió más complicado a medida que avanzábamos. Los arbustos y las raíces sobresalientes hacían difícil caminar, pero el equipo se mantenía unido, siguiendo las instrucciones de Chris al pie de la letra. Sabíamos que no debíamos bajar la guardia. En un lugar como este, cualquier error podía costarnos caro.
Mientras continuábamos, empecé a sentir una ligera punzada en mi cabeza, como un susurro lejano. Me detuve un momento, tratando de identificar qué era. Una melodía suave, casi imperceptible, me llegó desde algún lugar de la selva. Fruncí el ceño, tratando de entender si era mi imaginación. Sonaba como un tarareo, una canción simple, pero extrañamente relajante. Me giré buscando a mis compañeros, pero ellos parecían no escucharla, avanzando como si nada.
El tarareo continuó, envolviéndome por un momento. Era una voz femenina, suave, y me llenó de una sensación de calma inexplicable. Mi mente se quedó con esa melodía, como si fuera un eco que se negaba a desaparecer. Me detuve, intentando ver más allá de los árboles que oscurecían la selva, y entonces la vi.
A lo lejos, entre las sombras de los árboles, distinguí una figura delgada. Era una chica. Apenas una silueta, envuelta en la penumbra, pero lo suficiente para notar que estaba mirándonos. Su postura era tranquila, casi como si estuviera evaluándonos, observando desde una distancia segura. Mi corazón dio un vuelco, y mis pies se quedaron clavados al suelo.
—¿Félix, estás bien? —preguntó Chris, notando mi distracción.
—Sí, es solo que creo que vi a alguien —respondí, señalando hacia donde había estado la figura, pero cuando volví la vista, ya no estaba. La sombra había desaparecido tan rápido como había aparecido.
—¿A alguien? —Minho se giró, curioso—. No hay nadie más aquí aparte de nosotros.
—Quizás fue mi imaginación —murmuré, pero algo en mi interior me decía que no lo era. La melodía aún resonaba en mis oídos, el tarareo lejano que había captado mi atención.
Mientras avanzábamos hacia el interior de la isla, no podía sacarme esa imagen de la cabeza. La silueta de la chica se quedó conmigo, como un enigma más en esta tierra de misterios.
Las ramas crujían bajo mis pies, caminaba pesadamente siguiendo al grupo, mi emoción desvanecía con cada paso que daba; han pasado unos cuatro días y no emos encontrado rastro de la criatura ni de la tribu.
— Chan — Jeongin hablo con cansancio y frustración — no hemos encontrado nada, nos quedamos sin reservas y estoy cansado.
De pronto el aire se volvió denso, como si cada respiración me costara un esfuerzo descomunal. La selva nos rodeaba con su manto oscuro, cada crujido de las hojas bajo nuestros pies resonaba como una advertencia en mis oídos. Llevábamos horas caminando, el sonido del océano se había desvanecido hacía tiempo, reemplazado por el silencio inquietante de la isla. Sabía que nos estábamos adentrando en territorio desconocido, en el centro del misterio que había consumido mis pensamientos desde niño.
—Esto se siente... mal —la voz de Minho rompió el silencio, y pude escuchar el nerviosismo en sus palabras. Él siempre había sido el más precavido del grupo.
—Relájate, Minho —intentó bromear Jisung, aunque su risa temblaba levemente—. Solo son los nervios. No te dejes asustar por unas cuantas historias de abuelos.
Intenté sonreír, pero la verdad era que yo también sentía esa presión invisible en el pecho. Era como si la misma isla nos estuviera observando, juzgándonos por atrevernos a pisar su suelo sagrado. De repente, un rugido profundo y visceral sacudió el aire. El sonido era tan fuerte que lo sentí vibrar en mis huesos.
—¿Qué fue eso? —preguntó Jeongin, su voz apenas un susurro. El más joven del grupo, apenas veinte años, parecía petrificado.
Antes de que pudiera responderle, una sombra enorme se deslizó entre los árboles, moviéndose con una agilidad imposible para su tamaño. La figura se erguía más de dos metros, cubierta de hojas, musgo y raíces que parecían fundirse con su piel. Era como si el bosque mismo hubiera cobrado vida para expulsarnos de su interior. Los ojos de la criatura brillaban en un tono ámbar, salvajes y llenos de furia.
Hyunjin, siempre impulsivo, levantó su cámara. El destello del flash iluminó fugazmente el rostro de la bestia, arrancándole un rugido aún más potente. Fue en ese momento que todo se desmoronó.
—¡Corran! —gritó Chris, pero ya era demasiado tarde.
La criatura se lanzó sobre nosotros con una fuerza arrolladora. Changbin fue el primero en reaccionar, usando su cuerpo para proteger a Hyunjin. Un solo golpe los envió volando a ambos, cayendo pesadamente al suelo. Minho trató de distraerla, lanzando una piedra con todas sus fuerzas, pero la bestia se giró hacia él en un abrir y cerrar de ojos, derribándolo con otro golpe certero.
—¡No te detengas, Jeongin! ¡Corre! —gritó Seungmin, empujando al más joven hacia adelante, pero ambos fueron golpeados antes de que pudieran escapar.
Intenté correr hacia donde estaban Chris y Jisung, que se encontraban luchando por mantenerse en pie, pero la criatura se movía con una rapidez inhumana, bloqueando mi camino. Sentí un golpe en la espalda que me empujó hacia adelante, cayendo entre las ramas de dos árboles. Las raíces se entrelazaron a mi alrededor, como si la isla misma me estuviera atrapando, ocultándome del resto del mundo.
Con la vista borrosa, levanté la cabeza y vi a mis compañeros siendo arrastrados por la tribu que había aparecido de la nada. Parecían haber estado esperando este momento, como si supieran que la criatura los atacaría. Los miembros de la tribu, con sus rostros pintados y miradas severas, se llevaban a mis amigos uno por uno, desapareciendo con ellos en la espesura.
— No, no se los lleven.
Intenté gritar, pero mi voz apenas fue un susurro débil. Mis párpados se sentían pesados, y el dolor en mi espalda me dificultaba respirar. La oscuridad comenzó a nublar mi vista, pero antes de perder la conciencia por completo, algo captó mi atención.
A través de la bruma de dolor, vislumbré una figura moviéndose con sigilo entre los árboles. Era una chica. Pude ver su cabello largo cayendo sobre sus hombros, el contorno de su silueta iluminado por los últimos rayos de sol que se filtraban entre las copas de los árboles. Ella no se unió al grupo que se llevaba a mis amigos. Al contrario, se acercó a mí con pasos cuidadosos, como si temiera ser vista.
Sentí sus manos levantándome con suavidad. Era delgada, pero me sostuvo con firmeza, su cuerpo pequeño soportando mi peso. Apenas podía mantener los ojos abiertos, pero el aroma de hierbas y tierra húmeda que la rodeaba me envolvió, llenándome de una extraña sensación de paz. Por un momento, sentí como si estuviera en los brazos de alguien conocido, alguien que había venido a rescatarme de una pesadilla.
El sonido de su voz llegó a mis oídos, un tarareo suave y melodioso que cortó el silencio de la selva. La melodía era simple, pero había algo reconfortante en ella, como si estuviera intentando calmarme. Intenté enfocarme en su rostro, pero todo lo que vi fue su mirada intensa, llena de una mezcla de preocupación y algo más, algo que no pude identificar.
Mi mente comenzaba a desvanecerse de nuevo, pero entonces sentí un sabor amargo en mi boca. Abrí los ojos apenas, notando que la chica había inclinado una pequeña vasija de barro hacia mis labios. Un líquido espeso, de sabor fuerte y terroso, caía en mi boca. Intenté apartarme, pero estaba demasiado débil.
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───── 𝗔𝘂𝘁𝗵𝗼𝗿'𝘀 𝗡𝗼𝘁𝗲.! ⋆
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• papus esto es una mina de oro
• esta historia por hoy, mañana les actualizo todo
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#NOLECTORESFANTASMA