Heart's Round | Km

By Minggukie_97

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Jimin prometió mantenerse lejos de él, del boxeador frío y despiadado que dejó a su hermano en el suelo. Pero... More

HEART'S ROUND
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By Minggukie_97

El dolor palpitante en la cabeza de Jimin era como si un martillo le estuviera golpeando las sienes sin tregua. Los primeros rayos de sol que atravesaban las ventanas gigantes lo obligaron a entrecerrar los ojos mientras parpadeaba repetidamente, adaptándose a la luz. Tardó un poco en procesar dónde estaba; no era su habitación. Nada allí le resultaba familiar: ni el espacio amplio, ni la vista panorámica de la ciudad que se extendía frente a él. La confusión lo golpeó con fuerza.

Miró a su alrededor, buscando desesperadamente algún indicio de lo que había ocurrido. Sus libros, su pequeño y ordenado refugio, todo eso estaba ausente. La sensación de vértigo que lo invadió fue interrumpida por una voz familiar que lo devolvió a la realidad.

—Buenos días, bella durmiente.

El sobresalto de Jimin fue instantáneo. Dio un salto en el lugar, sus ojos abriéndose a más no poder al ver a Jungkook acercarse con un vaso de agua y unas pastillas que dejó sobre la mesa de centro. Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a arremolinarse en su cabeza como una película borrosa: la música, las luces, el contacto con Jungkook...

—¿Q-Qué...? —balbuceó, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. No sabía si era por el recuerdo vergonzoso o por el efecto residual del alcohol.

—Bebiste, chocaste conmigo, te acompañé al baño, comenzaste a reír como tonto, te traje a casa. Fin. —El tono de Jungkook era desenfadado, casi divertido, como si estuviera disfrutando de verlo lidiar con la vergüenza.

Jimin se mordió el labio, sin saber dónde meterse. La vergüenza era abrumadora, pero antes de que pudiera encontrar una respuesta coherente, el sonido insistente de su teléfono lo sacó de sus pensamientos.

—Ah, cierto. —Jungkook señaló el dispositivo con un leve movimiento de cabeza—. Lleva sonando desde anoche.

Jimin se movió para tomarlo, pero Jungkook fue más rápido, atrapando el teléfono en su mano.

—¡Oye! —exclamó el rubio, pero el dolor de cabeza le hizo bajar la voz enseguida. Tomó las pastillas de la mesa y tragó el agua de un sorbo. Una mezcla de frustración, cansancio y nerviosismo se apoderó de él—. Tengo que irme.

Se levantó rápidamente y buscó sus zapatos, intentando no perder la poca dignidad que le quedaba. Cuando finalmente estuvo calzado, se volvió hacia Jungkook, quien lo observaba desde la entrada del departamento, con los brazos cruzados y una expresión expectante.

—Devuélveme el celular..., Jungkook, por favor. Si Taeyang se entera de que estuve aquí...

La mención de su hermano provocó una ligera reacción en Jungkook. Su mirada se volvió más intensa, aunque mantuvo su tono despreocupado.

—No lo sabrá. Dijiste que prometí no decir nada. Bien, cumpliré mi promesa.

El alivio fue inmediato, pero Jimin seguía ansioso. El teléfono volvió a vibrar, cortando el tenso silencio. Jungkook sacó el dispositivo de su bolsillo y lo extendió hacia él, pero no sin lanzar una última advertencia:

—Si vas a responder, no seas tan obvio, Park.

El comentario hizo que Jimin se tensara aún más. Desbloqueó el celular y vio una serie de mensajes de Taeyang:

¿Dónde estás?
Jimin, responde.
¿Está todo bien?
Seoyun tampoco me ha respondido.
Esto no es gracioso, Jimin.

El dispositivo vibró nuevamente, indicándole una llamada entrante. Jimin dudó un momento, tragando saliva. No podía dejarlo sonar, así que contestó, girando su espalda hacia Jungkook.

—¿Jimin? —La voz de Taeyang sonaba preocupada, casi al borde del enojo.

—Hola… —murmuró, su voz débil. Sentía los ojos de Jungkook clavados en su espalda, analizándolo.

—Dios, por fin. ¿Dónde estás? Te estuve llamando.

Jimin respiró hondo, buscando una excusa rápida. Necesitaba calmar a su hermano sin revelar la verdad.

—Con Seoyun… —mintió, esforzándose por sonar convincente. Sus palabras no pasaron desapercibidas para Jungkook, quien bebía de una botella en la cocina y no le quitaba los ojos de encima.

—Iré a recogerte antes de ir a entrenar y...

—¡No! —La desesperación de su tono fue tan obvia que incluso él se dio cuenta. Jungkook alzó una ceja, divertido por la escena que tenía frente a sí—. Y-Yo… tengo planes con Seo —intentó corregir, evitando parecer demasiado alterado.

Hubo un silencio en la línea. Jimin podía imaginar a su hermano tratando de leer entre líneas. Finalmente, la voz de Taeyang volvió, algo más calmada.

—Bien… ¿Estás seguro de que todo está bien?

—Sí, de hecho tengo algo que hacer y… —No pudo seguir. Necesitaba cortar la llamada. Lo hizo antes de decir algo que pudiera delatarlo aún más. El silencio que quedó en la habitación después fue abrumador.

Jungkook, apoyado en el marco de la puerta, lo miró con una mezcla de burla y curiosidad.

—Un duendecillo, mentirosillo —dijo, tomando otro sorbo de su bebida.

Jimin cerró los ojos con fuerza. Sabía que salir de esa situación no sería fácil, pero por ahora, necesitaba encontrar una forma de lidiar con el caos que acababa de crear.

El sol ya había comenzado a caer, tiñendo el cielo de tonos cálidos mientras las luces de la ciudad se encendían una a una. Para Jimin, cada día que pasaba desde aquella noche se sentía como una carga, una mezcla de vergüenza, confusión y algo más que no estaba dispuesto a admitir. Evitar el gimnasio donde entrenaba su hermano se había convertido en una prioridad, aunque también implicara sacrificar ver a amigos en común. El problema era Jungkook; cada vez que pensaba en él, la imagen de su sonrisa burlona y los detalles de aquella noche regresaban a su mente con intensidad.

Aquel pensamiento lo perturbaba.

—Te prometió que no le dirá nada, Minnie, deberías estar tranquilo —repitió Seoyun por enésima vez, acompañando al rubio mientras guardaba sus cosas en la mochila tras el ensayo. Ella notaba su agitación, aunque fingiera normalidad.

—Lo sé… es sólo que… —Jimin dejó caer los hombros, frustrado. No encontraba las palabras para describir lo que sentía. De hecho, no estaba seguro de querer hacerlo. El recuerdo de Jungkook cargándolo, de su mirada intensa, no había abandonado su mente desde entonces—. No lo sé, no puedo dejar de pensar en eso.

—¿No puedes dejar de pensar en eso o en él? —Seoyun alzó una ceja, sonriendo con una mezcla de picardía y genuina curiosidad. La pregunta hizo que el rubio se detuviera en seco. Su reacción fue instantánea; sus mejillas adquirieron un tono rojizo que no pasó desapercibido.

—No digas tonterías, Seo —intentó cortar el tema, mirando hacia otro lado. Seoyun conocía ese rubor demasiado bien; era la confirmación de que había tocado un punto delicado.

—Sí tú lo dices… —replicó ella con una risita traviesa. Pero antes de que pudiera insistir más, sus ojos se iluminaron con una chispa de diversión—. ¡Oh, mira, ahí está!

La sangre se le heló. Jimin giró la cabeza rápidamente, asustado ante la posibilidad de encontrarse de frente con Jungkook. El miedo lo hizo abrir los ojos con sorpresa, pero al girarse, no vio más que un grupo de estudiantes conversando. Seoyun no pudo contenerse y estalló en carcajadas.

—¡Muy graciosa! —exclamó Jimin, aunque su tono delataba el alivio que sentía. Volvió a guardar sus cosas apresuradamente—. M-Mejor camina y quédate callada.

Seoyun, aún entre risas, se limitó a asentir, aunque no dejaba de lanzar comentarios al aire que mantenían al rubio incómodo. A medida que caminaban, intentaba distraerse con cualquier tema: la coreografía del próximo espectáculo, los exámenes pendientes, el café al que prometieron ir... Pero todo lo que hacía no conseguía borrar de su mente el rostro de Jungkook.

Cuando finalmente llegaron al cruce de calles, Jimin respiró hondo. Sentía como si el aire fresco aliviara, aunque fuera momentáneamente, el peso en su pecho. Miró a Seoyun, quien ahora tenía una expresión más relajada y menos bromista.

—¿Qué harás entonces? —preguntó ella con suavidad. Era obvio que, a pesar de su carácter juguetón, Seoyun estaba preocupada. Conocía a Jimin lo suficiente para saber que algo más profundo le inquietaba.

—No lo sé… —murmuró, evitando su mirada—. No quiero pensar en eso.

El tono de su voz era bajo, vulnerable. Seoyun entendió que no era momento de presionar, así que decidió cambiar el tema, hablando de un evento al que querían asistir. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de cruzar la calle, la figura alta y conocida de Jungkook apareció al otro lado del paso peatonal. Vestía con ropa de entrenamiento, con los auriculares colgando alrededor de su cuello.

El corazón de Jimin se paralizó.

Era como si el tiempo se hubiera detenido. No podía apartar la mirada, aunque sabía que debería. Jungkook también lo vio, y por un instante, sus ojos se encontraron. La expresión del boxeador era indescifrable, pero la ligera curva de sus labios sugería diversión. Jimin sintió cómo su pulso se aceleraba y el calor invadía sus mejillas. Todo lo que había hecho para evitarlo se derrumbó en cuestión de segundos.

—Parece que el destino quiere que vuelvan a cruzarse, ¿eh? —susurró Seoyun, dándole un codazo suave.

Jimin apretó los labios, incapaz de reaccionar. El semáforo cambió y la multitud comenzó a moverse, separándolos momentáneamente de Jungkook. El rubio respiró aliviado, pero antes de que pudiera tranquilizarse, escuchó la voz que menos quería escuchar.

—¿Planeas seguir huyendo, duendecillo? —La voz de Jungkook llegó clara entre el bullicio.

Seoyun se giró hacia Jimin con una mirada cómplice y se despidió con un gesto rápido, dejándolo solo frente a su mayor temor… y su mayor confusión. No había esperado enfrentarlo tan pronto, y mucho menos en medio de la calle.

—¿Vas a seguir mirando como un conejo asustado o te dignarás a saludar? —La voz de Jungkook tenía un matiz burlón, pero sus ojos reflejaban algo diferente: una mezcla de curiosidad y diversión.

Jimin bajó la mirada, luchando por contener el sonrojo que amenazaba con volver a encenderse. Respiró hondo y dio un paso hacia adelante, obligándose a mantener la compostura. No quería que Jungkook lo viera débil, no otra vez.

—Hola… —murmuró, sin levantar del todo la vista. Se sentía torpe, como si no supiera dónde colocar las manos o cómo comportarse.

—Hola, duendecillo —repitió el boxeador con una sonrisa ladina. Al escuchar el apodo, Jimin frunció el ceño y finalmente levantó la cabeza. Sus ojos se encontraron de nuevo, y la intensidad del momento le hizo olvidar por un segundo dónde estaban.

—Deja de llamarme así.

—¿Por qué no? Te queda bien —replicó Jungkook, encogiéndose de hombros como si fuera lo más obvio del mundo. Luego, dio un paso más hacia él, invadiendo su espacio personal. Jimin quiso retroceder, pero su orgullo le impidió moverse.

La tensión entre ambos era palpable. Los transeúntes pasaban a su alrededor, pero para ellos parecía no existir nadie más. El rubio sintió el calor subirle al rostro de nuevo, y se odiaba por ello. Había pasado una semana intentando sacarlo de su mente, solo para que un simple encuentro lo desmoronara todo.

—¿Qué quieres, Jeon? —preguntó, esforzándose por sonar indiferente.

—Buena pregunta —respondió el otro, inclinando ligeramente la cabeza, como si estuviera pensando seriamente en la respuesta—. ¿Por qué no lo averiguamos?

Antes de que Jimin pudiera procesar sus palabras, Jungkook lo tomó suavemente del brazo y lo guió hacia un callejón cercano, lejos del bullicio. El rubio no ofreció resistencia; en su interior, una parte de él quería saber qué tenía que decirle, mientras que otra luchaba por mantener el control de sus emociones.

Cuando finalmente se detuvieron, Jungkook lo soltó, apoyándose casualmente contra la pared. Observó a Jimin con una intensidad que lo ponía nervioso.

—Has estado evitándome —declaró. No era una pregunta, sino una afirmación. Jimin sintió un nudo en la garganta. Sabía que no podía negarlo.

—No… no es eso. He estado ocupado —mintió. La excusa sonó débil incluso para sus propios oídos.

Jungkook dejó escapar una risa seca y negó con la cabeza. Luego se inclinó un poco hacia adelante, acercándose peligrosamente.

—¿Te doy miedo? —preguntó, su voz baja y cargada de un tono que hizo que Jimin tragara saliva.

—No… —respondió de inmediato, aunque su cuerpo decía lo contrario. Su respiración se había acelerado y su corazón parecía a punto de explotar. No era miedo, solo estaba nervioso.

—Entonces, ¿qué es? —Jungkook no se apartó. Por el contrario, parecía decidido a desentrañar el caos interno de Jimin. Sus ojos oscuros lo escudriñaban, buscando respuestas que el rubio no sabía cómo darle.

El silencio se alargó entre ellos. Jimin sentía que cada segundo pesaba una eternidad. Finalmente, reunió el valor para hablar.

—¿Por qué te importa tanto? —preguntó en voz baja. No quería sonar débil, pero no pudo evitarlo. La pregunta llevaba consigo todas las dudas que lo atormentaban.

Jungkook no respondió de inmediato. Su expresión cambió, como si estuviera considerando la pregunta con seriedad por primera vez. Finalmente, suspiró y se cruzó de brazos.

—No lo sé —admitió—. Pero aquí estamos, ¿no?

Jimin no supo qué responder. El silencio volvió a instalarse, esta vez más pesado, cargado de cosas no dichas. Pero antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, el sonido de un teléfono rompió la atmósfera. Jungkook lo miró y sacó su móvil del bolsillo, frunciendo el ceño al ver la pantalla.

—Espera un segundo.

Mientras se alejaba para atender la llamada, Jimin sintió una mezcla de alivio y desazón. Quería que aquel encuentro terminara, pero al mismo tiempo, temía lo que implicaría alejarse nuevamente. La contradicción lo consumía. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando recuperar el control.

Cuando Jungkook volvió, su expresión era seria.

—Debo irme. Problemas en el gimnasio —explicó de forma escueta. Pero antes de marcharse, lo miró fijamente, como si quisiera grabarse cada detalle—. No sigas escondiéndote, Park. No resuelve nada.

Y sin esperar respuesta, se marchó. Jimin se quedó allí, en el callejón, con el eco de sus palabras resonando en su mente.

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